jueves, 14 de diciembre de 2017

67. SISIFO

a. Sísifo, hijo de Éolo, se casó con la hija de Atlante llamada Mérope, la Pléyade, quien le dio como hijos a Glauco, Ornitión y Sinón, y poseía un excelente rebaño de vacas en el istmo de Corinto[1].
b. Cerca de él vivía Autólico, hijo de Quíone, cuyo hermano mellizo Filammón fue engendrado por Apolo, aunque el propio Autólico consideraba como su padre a Hermes[2].
c. Ahora bien, Autólico era un experto en el robo, pues Hermes le había dado el poder de metamorfosear a cualquier animal que robaba quitándole los cuernos, o cambiándolo de negro en blanco, y viceversa. Por lo tanto, aunque Sísifo se daba cuenta de que sus rebaños disminuían constantemente en tanto que los de Autólico aumentaban, al principio no podía acusarle de robo; en consecuencia un día grabó en el interior de los cascos de todos sus animales el monograma SS, o, según dicen algunos, las palabras «Robado por Autólico». Esa noche Autólico procedió como de costumbre y al amanecer las huellas de los cascos a lo largo del camino proporcionaron a Sísifo una prueba suficiente para llamar a sus vecinos como testigos del robo. Fue al establo de Autólico, reconoció los animales robados por los cascos marcados, y, dejando a sus testigos para reconvenir al ladrón, entró en la casa y mientras seguía la discusión sedujo a Antíclea, hija de Autólico y esposa del argivo Laertes. Ella le dio como hijo a Odiseo, y la manera como fue concebido basta para explicar la sagacidad que mostraba habitualmente y su apodo «Hipsipilón»[3].
d. Sísifo fundó Efira, llamada luego Corinto, y la pobló con hombres nacidos de hongos, a menos que sea cierto que Medea le regaló el reino. Sus contemporáneos le consideraban el peor bribón del mundo y sólo le concedían que promovía el comercio y la navegación de Corinto[4].
e. Cuando, a la muerte de Éolo, Salmoneo usurpó el trono de Tesalia, Sísifo, que era el heredero legítimo, consultó con el oráculo de Delfos, que le dijo: «Engendra hijos con tu sobrina; ellos te vengarán.» En consecuencia sedujo a Tiro, la hija de Salmoneo, la cual, al descubrir por casualidad que su motivo no era el amor por ella, sino el odio a su padre, mató a los dos hijos que le había dado. Sísifo fue entonces al mercado de Larisa [mostró los cadáveres, acusó falsamente a Salmoneo de incesto y asesinato] e hizo que lo desterraran de Tesalia[5].
f. Cuando Zeus raptó a Egina, el padre de ésta, el dios fluvial Asopo, fue a Corinto en su busca. Sísifo sabía muy bien lo que le había sucedido a Egina, pero no quiso revelar nada a menos que Asopo se comprometiera a abastecer a la ciudadela de Corinto con un manantial perenne. En conformidad, Asopo hizo que surgiera el manantial de Pirene detrás del templo de Afrodita, donde hay ahora imágenes de la diosa armada, del Sol y del arquero Eros. Entonces Sísifo le dijo todo lo que sabía[6].
g. Zeus, quien por muy poco había escapado a la venganza de Asopo, ordenó a su hermano Hades que llevase a Sísifo al Tártaro y le castigase eternamente por haber revelado los secretos divinos. Pero Sísifo no se intimidó: astutamente, puso a Hades unas esposas con el pretexto de aprender cómo se manejaban y en seguida se apresuró a cerrarlas. Así quedó Hades preso en la casa de Sísifo durante varios días, creando una situación imposible, porque nadie podía morir, ni siquiera los hombres que habían sido decapitados o descuartizados; hasta que al fin Ares, cuyos intereses quedaban amenazados, acudió apresuradamente, liberó a Hades y puso a Sísifo en sus garras.
h. Pero Sísifo tenía otra treta en reserva. Antes de descender al Tártaro ordenó a su esposa Mérope que no lo enterrara, y cuando llegó al Palacio de Hades fue directamente a ver a Perséfone y le dijo que, como persona que no había sido enterrada, él no tenía derecho a estar allí, sino que debían haberlo dejado en el otro lado del Estigia. «Permíteme volver al mundo superior —suplicó— para que arregle mi entierro y vengue el descuido cometido conmigo. Mi presencia aquí es sumamente irregular. Volveré dentro de tres días.» Perséfone se dejó engañar y le concedió lo que pedía. Pero tan pronto como Sísifo se encontró de nuevo bajo la luz del sol faltó a la promesa hecha a Perséfone. Por fin hubo que llamar a Hermes para que lo llevase de vuelta por la fuerza[7].
i. Quizá porque había agraviado a Salmoneo, o porque había revelado el secreto de Zeus, o porque había vivido siempre del robo y asesinado con frecuencia a viajeros confiados —algunos dicen que fue Teseo quien puso fin a la carrera de Sísifo, aunque generalmente esto no se menciona entre las hazañas de Teseo—, lo cierto es que se impuso a Sísifo un castigo ejemplar[8]. Los Jueces de los Muertos le mostraron una piedra gigantesca —idéntica en su tamaño a la roca en que se había transformado Zeus cuando huía de Asopo— y le ordenaron que la subiera a la cima de una colina y la dejara caer por la otra ladera. Pero nunca ha conseguido hacer eso. Tan pronto como está a punto de llegar a la cima le obliga a retroceder el peso de la desvergonzada piedra, que salta al fondo mismo una vez más. Él la vuelve a tomar cansadamente y tiene que reanudar la tarea, aunque el sudor le baña el cuerpo y se alza una nube de polvo sobre su cabeza[9].
j. Mérope, avergonzada por ser la única Pléyade con un marido en el Infierno —y además criminal— abandonó a sus rutilantes hermanas en el firmamento nocturno y nunca se la ha vuelto a ver jamás. Y así como el lugar donde está la tumba de Neleo en el istmo de Corinto era un secreto que Sísifo se negó a revelar incluso a Néstor, así también los corintios se muestran igualmente reticentes cuando se les pregunta dónde fue enterrado Sísifo[10].

*

1. «Sísifo», aunque los griegos entendían que significaba «muy sabio», es un nombre que Hesiquio escribe Sesephus y se cree que es una variante griega de Tesup, el dios Sol hitita, idéntico a Atabirio, el dios Sol de Rodas (véase 42.4 y 93.1), cuyo animal sagrado era un toro. Se han descubierto estatuillas de bronce y relieves de este toro que datan del siglo xix a. De C.; el toro tiene marcados un cetro y dos discos en el costado y un trébol en la grupa. Los robos de ganado con la marca del dios Sol son comunes en el mito griego: los compañeros de Odiseo los hicieron (véase 170.u), y también Alcioneo y su contemporáneo Heracles (véase 132.d y w). Pero el empleo de la magia por Autólico en su robo a Sísifo recuerda la fábula de Jacob y Labán (Génesis xxix y xxx). Jacob, como Autólico, poseía el don de convertir al ganado en el color que deseaba, y así disminuía los rebaños de Labán. El vínculo cultural entre Corinto y Canaán, que se pone de manifiesto en los mitos de Niso (véase 91.1), Edipo (véase 105.1 y 7), Alcátoo (véase 110.2) y Melicertes (véase 70.2), puede ser hitita. Alcioneo provenía también de Corinto.
2. La «piedra desvergonzada» de Sísifo era originalmente un disco solar, y la colina por la que la hacía rodar es la bóveda del cielo; esto constituía una imagen bastante familiar. La existencia de un culto del sol en Corinto está bien demostrada: se dice que Helio y Afrodita poseyeron, sucesivamente, la Acrópolis y compartían allí un templo (Pausanias: ii.4.7). Además, Sísifo está colocado invariablemente junto a Ixión en el Tártaro, y la rueda de fuego de Ixión es un símbolo del sol. Esto explica por qué los pobladores de Efira nacieron de hongos: los hongos eran la yesca ritual de la rueda de fuego de Ixión (véase 63.2) y el dios Sol exigía sacrificios de seres humanos quemados para iniciar su año. La seducción de Anticlea quizás haya sido deducida de una pintura que representaba el casamiento de Helio con Afrodita; la hostilidad del mitógrafo respecto a Sísifo proclama el disgusto con que veían los helenos la instalación estratégica de colonias no helenas en el estrecho istmo que separa al Peloponeso del Ática. La treta con que engañó a Hades se refiere, probablemente, a la negativa de un rey sagrado a abdicar al final de su reinado (véase 170.1). A juzgar por las marcas del toro-sol, consiguió reinar durante dos Grandes Años, representados por el cetro y los discos solares, y obtuvo el asentimiento de la triple diosa, representada por el trébol. Hipsipilón, el apodo de Odiseo, es la forma masculina de Hipsípila, un título, probablemente, de la diosa Luna (véase 106.3).
3. Sísifo y Neleo fueron enterrados, probablemente, en puntos estratégicos del Istmo como un Amuleto contra la invasión (véase 101.3 y 146.2). Se da un vacío en el relato que hace Higinio de cómo se vengó Sísifo de Salmoneo; yo lo he llenado con un pasaje (párrafo e, arriba) que da sentido a la fábula.
4. Pirene, el manantial de la ciudadela de Corinto al que Belerofonte llevó a beber a Pegaso (véase 75.c) no tenía emanación y nunca se secaba (Pausanias: ii.5.1; Estrabón: viii.6.21). Pirene era también el nombre de una fuente situada fuera de las puertas de la ciudad, en el camino de la plaza del mercadea Lequeo, donde se decía que Pirene («de los mimbres») —a la que los mitógrafos describen como hija de Aqueloo, o de Ébalo (Pausanias: loc. cit.), o de Asopo y Merope (Diodoro Sículo: iv.72)— se transformó en un manantial cuando lloró por su hijo Cencrias («serpiente moteada»), a quien Artemis había matado sin querer. El «bronce corintio» tomaba su color característico por ser sumergido al rojo vivo en ese manantial (Pausanias: ii.3.3).
5. Una de las siete Pléyades desapareció a comienzos de la época clásica y era necesario explicar su ausencia (véase 41.6).
6. Queda por resolver un problema: ¿era realmente la S doble el monograma de Sísifo? La ilustración gráfica del mito lo mostraba probablemente examinando las huellas de las ovejas y las vacas robadas, las cuales, como «partían la pezuña», tenían la forma de C ). Este signo equivalía a SS en la escritura griega primitiva, y también podía interpretarse como las mitades unidas del mes lunar y todo lo que eso implicaba: creciente y menguante, aumento y disminución, bendición y maldición. Los animales con la «pezuña partida» estaban dedicados a la Luna —son los sacrificios que ordena el Levítico en los festivales de la Luna Nueva— y las SS se referían, por lo tanto, a Selene la Luna, alias Afrodita, más bien que a Sísifo, quien, como rey-sol, sólo tenía en administración el rebaño sagrado de la diosa (véase 42.1). La figura C ), que representaba la luna llena (a diferencia de la O, que representaba el simple disco solar) estaba marcada en cada costado de la vaca sagrada que condujo a Cadmo al lugar donde se iba a edificar Tebas (véase 58.f).





[1] Apolodoro: i.9.3; Pausanias: ii.4.3; Servio sobre la Eneida de Virgilio ii.79.

[2] Higinio: Fábula 200.
[3] Polieno: vi.52; Higinio: Fábula 201; Suidas sub Sísifo; Sófocles: Ayax 190; Escoliasta sobre Filoctetes de Sófocles.

[4] Apolodoro: i.9.3; Ovidio: Metamorfosis vii.393; Eumelo, citado por Pausanias: ii.3.8; Homero: Ilíada vi.153; Escoliasta sobre Ayax de Sófocles 190; Escoliasta sobre Acarnianos de Aristófanes 390; Tzetzes: Sobre Licofrón 980; Ovidio: Heroidas xii.203; Horacio: Sátiras ii.17.12.

[5] Higinio: Fábula 60.

[6] Pausanias: ii.5.1.

[7] Teognis: 712 y ss.; Eustacio sobre la Ilíada de Homero pp. 487, 631 y 1702.

[8] Servio sobre la Eneida de Virgilio vi.616; Escoliasta sobre la Tebaida de Estacio ii.380; Higinio: Fábula 38.

[9] Escoliasta sobre la Ilíada de Homero i.180; Pausanias: x.31.3; Ovidio: Metamorfosis iv.459; Homero: Odisea xi.593-600.

[10] Ovidio: Fasti iv.175-6; Eumelo, citado por Pausanias: ii.2.2.

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