III
El libro III refiere los
acontecimientos comprendidos entre los años 401 (expedición de Ciro) y 395
(muerte de Lisandro en Haliarto y proceso de Pausanias). Ocupan lugar
preferente las campañas de Tibrón y Dercílidas en Asia Menor (399-397) contra
Tisafernes y Farnabazo; la muerte de Agis y elección de Agesilao (397); la
conspiración de Cinadón; las campañas de Esparta contra Elide (399-397); el
envío de Agesilao y Lisandro a Asia Menor (396); la batalla del río Pactolo y
la ejecución de Tisafernes (395); la coalición contra Lacedemonia y
consiguientes maniobras tebanas.
Ciro pide ayuda a Esparta
Así terminó la guerra civil en
Atenas. 1Después de esto Ciro [1] envió unos mensajeros a
Lacedemonia y manifestó que era justo que como se porto él con los lacedemonios
en la guerra contra los atenienses [2] así se comportaran los
lacedemonios con él. Los éforos reconocieron que decía algo lógico, y enviaron
a Samio [3], navarco en esa fecha, para ayudar a Ciro en lo que
necesitara y en consecuencia, él realizó con celo lo que le pidió Ciro, pues
con su flota y la de Ciro costeó hasta Cilicia y consiguió que Siénesis, jefe
de Cilicia, no pudiera hacerle frente por tierra cuando 2Ciro marchaba contra
el rey. Por cierto, cómo Ciro reunió el ejército y con él marchó contra su
hermano, cómo fue la batalla, cómo murió y luego cómo se pusieron a salvo hacia
el mar fue escrito por Temistógenes de Siracusa [4].
Envío de Tibrón
3Después Tisafernes, que se había
ganado gran estima del rey en la guerra contra su hermano, fue enviado como
sátrapa de los territorios que mandaba anteriormente y además de los de Ciro
[5], y exigió inmediatamente la sumisión de todas las ciudades jonias.
Éstas querían ser libres, pero al mismo tiempo temían a Tisafernes porque
habían preferido a Ciro cuando aún vivía en lugar de él y no lo acogieron en
las ciudades, sino que enviaron embajadores a Lacedemonia y exigían, ya que
eran los guías de toda la Hélade, que se preocuparan de ellos, los helenos de
Asia, de modo que su territorio no fuera sa4queado y ellos pudieran ser libres.
En consecuencia, los lacedemonios les enviaron al harmoste Tibrón y le dieron
unos mil soldados neodamodes y otros cuatro mil peloponesios. Tibrón pidió
también a los atenienses trescientos jinetes diciendo que él los pagaría. Éstos
le enviaron algunos que habían servido en la caballería con los Treinta, pues
consideraban una ventaja para el pue5blo enviarlos fuera e incluso perecer
allá. Después que llegaron a Asia, reclutó también tropas en las ciudades
helenas del continente, pues entonces todas las ciudades obedecían las órdenes
de un lacedemonio. Y con ese ejército Tibrón, teniendo en cuenta la caballería,
no bajaba a la llanura y se contentaba con poder conservar la zona donde se
encontraba sin ser saqueada. Pero 6después que se le agregaron [6]
los expedicionarios de Ciro que se salvaron, luego ya se enfrentaban a
Tisafernes, incluso en la llanura, y se ganó las ciudades de Pérgamo, que se
entregó voluntariamente, Teutrania y Halisarna, cuyos jefes eran Eurístenes y
Procles, descendiente del lacedemonio Demarato, que había recibido esos
territorios como regalo del rey por la ayuda en la expedición contra la Hélade
[7]. Se le entregaron también Gorgión y Góngilo [8], que eran
hermanos, y uno tenía Gambrio y Viejogambrio y el otro Mirina y Grinea. También
esas ciudades eran presentes del rey a Góngilo, el único eretrio que fue
desterrado por ser partidario de los medos. Había ciudades que estaban mal
defendi7das y Tibrón las tomó al asalto. Al contrario, a Larisa, llamada la
Egipcia [9], como no se sometió, la cercó y sitió. Al no poder
tomarla por otros medios, excavó un pozo y abrió una galería subterránea para cortarles
el agua [10]. Pero como repetidas veces salieron de las murallas
repentinamente y arrojaron al pozo maderas y piedras, hizo a su vez una
«tortuga» de madera y la colocó sobre el pozo. Mas también la quemaron saliendo
de noche repentinamente. Como parecía no conseguir nada, los éforos lo enviaron
a luchar contra Caria tras dejar Larisa.
Campaña de Dercílidas
8Cuando él estaba ya en Éfeso
para marchar contra Caria, llegó para ponerse al frente del ejército,
Dercílidas, hombre que tenía fama de muy ingenioso y era apodado «Sísifo»
[11] Tibrón, pues, volvió a su patria y, condenado, marchó al destierro;
le acusaron efectivamente los aliados de que había impulsado a su ejército a
saquear a los amigos. 9Después de tomar el ejército, Dercílidas se dio cuenta
de que Tisafernes y Farnabazo no se fiaban el uno del otro, y tras un acuerdo
con Tisafernes llevó el ejército a la zona de Farnabazo, porque prefería luchar
con uno de los dos antes que con ambos a la vez. Ya con anterioridad Dercílidas
era enemigo de Farnabazo; efectivamente cuando fue harmoste en Abido, mientras
Lisandro era navarco, calumniado por Farnabazo fue obligado a mantenerse firme
con el escudo, lo cual los lacedemonios importantes tienen por un deshonor ya
que es un castigo por indisciplina. Y por eso también 10marchaba más contento
contra Farnabazo. Desde el primer momento aventajó tanto a Tibrón en el modo de
mandar que pasó el ejército por la zona amiga hasta la Eólide de Farnabazo sin
dañar nada a los aliados.
Historia de Mania y Midias
Esa parte de Eólide era de
Farnabazo, pero le administraba ese territorio como sátrapa el dardanio Zenis.
Y después que éste murió de una enfermedad y Farnabazo se disponía a dar a otro
la satrapía, Mania, la mujer de Zenis, dardania también ella, preparó una
comitiva, se proveyó de regalos para obsequiar a Farnabazo en persona y
congraciarse a sus concubinas y sobre todo a las personas influyentes de
Farnabazo y se puso en camino. Vino a 11una entrevista y le dijo: «Farnabazo,
mi marido era tu amigo por muchos motivos y especialmente te entregaba los
tributos, de modo que tú le apreciabas y elogiabas. En consecuencia, si yo no
te sirvo peor que él, ¿por qué necesitas designar otro sátrapa? Mas si en algo
no te agrado, sin duda está en tu poder quitarme y dar a otro el cargo». Al oír
eso Farnabazo decidió que 12la mujer fuera sátrapa. Ella, después que fue dueña
del territorio, no pagaba los tributos peor que su marido y además de esto,
siempre que se presentaba a Farnabazo, le llevaba regalos y cuando él venía a
su territorio lo recibía de una manera mucho más agradable que los otros
gobernantes; le conservó las ciudades que recibió 13e incluso añadió algunas de
la costa entre las no sujetas: Larisa e igualmente Hamáxito y Colonas, atacando
con mercenarios helenos, a los que ella observaba desde su carroza, las
murallas. Y a quien elogiaba, a ése daba regalos sin tacha, de modo que
consiguió tener el ejército mercenario más famoso, y luchaba también al lado de
Farnabazo siempre que atacaba a los misios o a los pisidios porque dañaban el
territorio del rey. Y así Farnabazo la honraba a su vez magníficamente y a
veces la llamaba para aconsejarse. Cuando 14ella ya tenía más de cuarenta años,
Midias, que era el marido de una hija suya, animado por algunos que pensaban
que era vergonzoso que mandara una mujer y que él fuera un simple particular, y
como ella se guardaba mucho de los demás, como convenía a una tirana, pero
confiaba en él y le amaba como una mujer puede amar al yerno, se dice que
entrando en su aposento la ahogó. Dio muerte asimismo a su hijo que era de
aspecto muy bello y de unos diecisiete años. Una vez 15hecho eso, retuvo a
Escepsis y Gergis, ciudades fortificadas, de donde Mania obtenía los ingresos
principalmente; pero otras ciudades no lo dejaron entrar, sino que las
guarniciones que había en ellas las mantuvieron en poder de Farnabazo. Luego
Midias envió presentes a Farnabazo y le pidió mantener el territorio como
Mania. Él respondió que los guardara hasta que viniera él y tomara
personalmente los regalos con él; efectivamente, afirmaba que no quería seguir
viviendo si no vengaba a Mania.
Operaciones de Dercílidas
16Dercílidas llegó en este
momento y en seguida se apoderó en un solo día de Larisa, Hamáxito y Colonas,
ciudades de la costa que se entregaron; y envió mensajeros a las ciudades
eolias y les pidió que se declararan independientes, le recibieran dentro de
sus murallas y se hicieran aliadas. En consecuencia, los meandrios, ilieos y
cocilitas le hicieron caso, pues sus guarniciones helenas, después que murió
17Mania, no eran tratadas muy bien. Pero el jefe de la guarnición de Cebrén,
lugar bien fortificado, pensando que si mantenía la ciudad en poder de
Farnabazo, sería recompensado por él, no dejó entrar a Dercílidas. Éste,
irritado, se preparó a atacar. Como los sacrificios no le eran propicios al
sacrificar el primer día, al siguiente volvió a sacrificar. Como tampoco éstos
fueron favorables volvió a hacerlos al tercero; y durante cuatro días insistía
en sacrificar, ya que lo soportaba muy mal, pues tenía prisa por hacerse dueño
de toda la Eólide 18antes de que acudiera Farnabazo. Aténadas, un capitán
[12] sicionio, que creía que Dercílidas hacía el ridículo perdiendo el
tiempo y que él era capaz de cortar el agua a los cebrenios, hizo una salida
con su compañía e intentó cegar la fuente. Pero los de dentro salieron, le
hirieron, mataron a dos y rechazaron al resto atacando con espadas y dardos.
Mientras Dercílidas estaba molesto y consideraba que el ataque se haría con
mayor desánimo, llegaron de la muralla unos heraldos de parte de los helenos y
declararon que lo que hacía el jefe no les agradaba y que ellos preferían estar
con los helenos antes que con el bárbaro. Cuando aún estaban 19ellos tratando
esto, llegó uno de parte del jefe comunicando que cuanto decían los anteriores
era también lo que le parecía a él. Dercílidas, pues, como se dio la
circunstancia de que los sacrificios le fueron favorables ese día,
inmediatamente volvió a tomar las armas y marchó al frente hacia las puertas;
ellos las abrieron y lo acogieron. Estableció también aquí guarniciones y en
seguida fue contra Escepsis y Gergis.
Castigo de Midias
Midias, que estaba esperando a
Far20nabazo, pero que desconfiaba ya de sus ciudadanos, envió mensajeros a
Dercílidas y le dijo que vendría a una entrevista si recibía rehenes. Él le
envió uno de cada ciudad aliada y le rogó tomar entre ellos cuantos quisiera en
número y categoría. Tomó diez y marchó, y reuniéndose con Dercílidas le
preguntó en qué condiciones se haría su aliado. Él le respondió que con tal que
dejase a los ciudadanos libres y autónomos. Después de decir esto marchó a
Escepsis. Midias se 21dio cuenta que no podría impedírselo contra la voluntad
de los ciudadanos y le dejó entrar. Dercílidas hizo un sacrificio a Atenea en
la acrópolis de los escepsios y mandó salir a la guarnición de Midias, entregó
la ciudad a sus habitantes y les animó a gobernar como conviene a helenos y
libres, salió y marchó al frente contra Gergis. Le precedían asimismo muchos
escepsios que le apreciaban y estaban contentos por lo que había hecho. Midias
le acompañaba y le pedía que le 22entregara la ciudad de Gergis. Dercílidas le
respondía que no dejaría de obtener lo justo; y a la vez que decía eso marchaba
contra las puertas con Midias, y el ejército le acompañaba en marcha pacífica
en columna de a dos. Los habitantes como vieron desde las torres, que eran muy
altas, a Midias con él no dispararon; y al decir Dercílidas; «Midias, manda
abrir las puertas para que tú guíes y yo vaya contigo al santuario y sacrifique
allí a Atenea». Midias dudaba en abrirlas, pero temiendo 23ser detenido en el
acto mandó abrirlas. Él, después de entrar, se dirigió a la acrópolis de nuevo
con Midias, y ordenó al resto de los soldados colocarse con sus armas alrededor
de la muralla, mientras él con su guardia hacía un sacrificio a Atenea. Después
de sacrificar, ordenó a los lanceros de Midias tomar posición a la cabeza de su
propio ejército para llevarlos como mercena24rios, pues Midias ya no tendría
ningún peligro. Midias, que no sabía qué hacer, dijo: «Bien, yo me voy a
prepararte los presentes de hospitalidad». Y él replicó: «Por Zeus, no, pues
sería bochornoso que yo que he sacrificado, fuera invitado por ti como huésped,
mas yo debo invitarte. Quédate, pues, entre nosotros, mientras se prepara la
cena, tú y yo consideraremos y haremos lo 25que sea justo para ti y para mí».
Después que se sentaron preguntó Dercílidas: «Dime, Midias, ¿tu padre te dejó
como jefe de la hacienda?». «Exactamente», respondió. «¿Y cuántas casas tenías,
cuántas tierras, cuántos pastos?» Mientras él estaba anotando la respuesta los
escepsios presentes le dijeron: «Dercílidas, ese te en26gaña». «Y vosotros no
seáis tan puntillosos», replicó. Después de anotar los bienes paternos,
preguntó: «Dime, ¿Manía de quién era vasallo?». Todos dijeron que de Farnabazo.
«Por consiguiente, replicó, ¿sus bienes son también de Farnabazo?».
«Exactamente», dijeron. «Y son nuestros, replicó, pues somos más poderosos. En
efecto, Farnabazo es nuestro enemigo. Entonces, guíeme uno, añadió, a donde
están depositados los tesoros de 27Manía y Farnabazo». Y los demás le guiaron a
la casa de Mania, de la que se había apoderado Midias, y también él le
acompañaba. Después de entrar llamó Dercílidas a los tesoreros, ordenó a los
servidores detenerlos y les advirtió de que si eran cogidos robando algo de los
tesoros de Manía, serían decapitados en el acto. Éstos mostraron los tesoros.
Él, después de ver todo, lo cerró, selló y puso guardias. Al salir dijo a los
taxiarcos y capi28tanes que encontró en las puertas. «Señores, hemos preparado
el sueldo para un ejército de ocho mil durante un año». Dijo esto reconociendo
que al oírlo serían mucho más disciplinados y cuidadosos. Y al preguntarle
Midias: «Dercílidas, ¿dónde debo yo residir?», respondió: «Midias, exactamente
donde es muy justo, en tu propia patria Escepsis, en la casa paterna».
Tregua con Farnabazo
Dercílidas, una vez hecho eso y
ha2biendo tomado en ocho días nueve ciudades, estudiaba el modo de pasar el
invierno en territorio amigo sin ser una carga para los aliados, como Tibrón, y
a su vez de que Farnabazo no dañase las ciudades helenas confiando en la
superioridad de su caballería. Le envió, pues, unos mensajeros y le preguntó si
quería tener paz o guerra. Farnabazo, que creía que la Eólide había sido puesta
como fortificación contra Frigia, su propia residencia, escogió la tregua.
Dercílidas en Bitinia
Cuando se hizo esa tregua, vino
Der2cílidas a Tracia de Bitinia [13] y allí pasó el invierno sin que
se molestase mucho Farnabazo, ya que los bitinios le hacían la guerra con
frecuencia. Por lo demás Dercílidas pasó el tiempo saqueando y pillando sin
peligro toda clase de bienes, con abundantes provisiones; mas después que le
llegaron del otro lado del mar de parte de Seutes unos doscientos jinetes
aliados de los odrisos y unos trescientos peltastas, éstos establecieron su
campamento a unos veinte estadios del campamento griego y lo rodearon de una
empalizada, pidieron a Dercílidas hoplitas para custodiar el campamento, salían
3por botín y cogían muchos esclavos y bienes. Cuando tenían el campamento lleno
de muchos prisioneros, los bitinios se informaron de cuántos salían y cuántos
guardias griegos dejaban, se reunieron muchísimos peltastas y jinetes y al
amanecer atacaron a los hoplitas, que eran unos doscientos. Cuando estuvieron
cerca, unos lanzaban dardos, otros jabalinas contra ellos. Éstos, como eran
heridos y morían y no conseguían nada por estar encerrados en la empalizada,
que era de la altura de un hombre, arrancaron su propio atrincheramiento y 4se
lanzan contra ellos. Éstos cedían terreno allí donde los griegos salían y con
facilidad huían de los hoplitas como peltastas que eran, y de un lado y otro
les lanzaban jabalinas y abatieron a muchos de ellos en cada salida; por fin
encerrados como en un redil fueron abatidos por las jabalinas. Sin embargo,
unos quince se pusieron a salvo en el campamento griego; éstos se retiraron
inmediatamente que se dieron cuenta de la situación, escapando durante el
combate cuando los 5bitinios estaban descuidados. Los bitinios se retiraron
rápidamente después de hacer ese ataque y de matar a los guardias de las
tiendas de los tracios odrisos y de recoger a todos los prisioneros; de modo
que los griegos cuando se enteraron, acudieron y no encontraron en el
campamento nada más que cadáveres despojados. Después que regresaron los
odrisos, una vez que enterraron a los suyos y bebieron mucho vino y organizaron
una carrera de caballos en su honor, en adelante acampando ya con los griegos saqueaban
e incendiaban Bitinia.
Operaciones en primavera
Al empezar la primavera
Dercílidas 6se retiró del país de los bitinios y llegó a Lámpsaco. Estando allí
vinieron Áraco, Naubates y Antístenes en nombre de las autoridades de su
patria. Éstos vinieron para inspeccionar cómo estaban los asuntos de Asia y
además para comunicar a Dercílidas que permaneciera y continuara en el mando el
año siguiente [14]; y que los éforos les habían encargado que
convocaran a los soldados y les dijesen que les llamaban la atención por lo que
habían hecho anteriormente, pero que ahora no cometían injusticia alguna y los
felicitaban y decían que en adelante no permitirían que cometieran injusticias,
mas los felicitarían si se comportaban correctamente con los aliados. Y después
de con7vocar a los soldados y comunicarles ese aviso el jefe de los soldados de
Ciro [15] les respondió: «Bien, varones lacedemonios, nosotros somos
los mismos ahora y el año anterior, mas uno es el jefe ahora y otro era el año
pasado. Luego la causa de no faltar ahora y entonces sí, evidentemente vosotros
mismos sois capaces de conocerla». Mientras los embajadores de la patria
com8partían la tienda con Dercílidas, uno de los de Áraco recordó que habían
dejado en Lacedemonia unos embajadores del Quersoneso. Afirmaron que alegaban
no poder cultivar ahora el Quersoneso, pues era saqueado y pillado por los
tracios. Mas si se amurallaba de mar a mar, ellos tendrían mucha tierra y buena
para cultivar y también todos los lacedemonios que lo desearan. De modo que
afirmaron que no se extrañaran si era enviado un lacedemonio de la ciudad con
tropas para realizarlo. Al oír este plan Dercílidas no les dijo la 9opinión que
tenía, mas los envió a Éfeso a través de las ciudades griegas, gozoso de que
las vieran vivir en paz felizmente.
Ellos al fin se pusieron en
camino. Dercílidas, cuando se enteró que tenía que permanecer en el puesto,
volvió a enviar mensajeros a Farnabazo y le preguntó si prefería mantener la
tregua como durante el invierno o la guerra. Como Farnabazo eligió también
entonces las treguas, dejó pacificadas las ciudades vecinas a aquél y cruzó el
Helesponto con su ejército hacia Europa, y después de marchar a través de la
Tracia amiga y de ser recibido por Seutes como huésped, llegó 10al Quersoneso.
Se informó que tenía once o doce ciudades, que era una tierra muy fértil y de
muy buena calidad, pero que estaba destrozada, como se dijo, por los tracios;
luego midió el istmo y encontró que tenía treinta y siete estadios de anchura;
y no se demoró, mas después de sacrificar empezó a amurallarlo dividiendo la
región por zonas entre los soldados; les prometió dar premios a los primeros
que terminaran los muros y al resto según los méritos de cada uno, y terminó el
muro que había comenzado en primavera antes del otoño. Consiguió que dentro del
muro quedasen once ciudades, muchos puertos, muchos y buenos sembrados, muchas
plantaciones, numerosísimos y magníficos pastos para 11todo tipo de ganado
[16]. Después de realizar ese proyecto pasó de nuevo a Asia.
Al inspeccionar las ciudades vio
que en general estaban bien, pero encontró que unos desterrados de Quíos tenían
Atarneo, una plaza fuerte, y tomándola como base, saqueaban Jonia y vivían del
saqueo. Al enterarse de que tenían mucho trigo en ella, estableció su campamento
alrededor y la sitió; y en ocho meses los subyugó, puso en ella como intendente
al peleneo Dracón, almacenó víveres abundantes de todas clases para usarla como
refugio cada vez que viniera y marchó a Éfeso que dista de Sardes tres días de
camino.
Pasa a Caria.
Y durante ese tiempo se
mantuvieron 12en paz Tisafernes y Dercílidas y los helenos y bárbaros de esa
zona. Pero después llegaron a Lacedemonia unos embajadores de las ciudades
jonias y explicaron que estaba en manos de Tisafernes, si quería, dejar libres
las ciudades griegas; y si Caria era asolada, donde estaba precisamente la
residencia de Tisafernes, afirmaron que creían que de ese modo él consentiría
pronto en dejarlas libres; después de oírlo los éforos enviaron mensajeros a
Dercílidas y le ordenaron pasar con el ejército a Caria y al navarco Fárax
costear con las naves. Éstos lo hicieron. Se daba la circunstan13cia de que en
ese tiempo Farnabazo había ido a ver a Tisafernes, y al mismo tiempo éste había
sido designado estratego de todas las fuerzas y a la vez le aseguraba que
estaba dispuesto a luchar en común y a combatir y expulsar con él a los griegos
del territorio del rey; mas por otro lado envidiaba a Tisafernes por el cargo
de estratego y toleraba mal ser privado de la Eólide. Tisafernes le escuchó y
dijo: «Bien, primero pasa conmigo a Caria y luego trataremos estos temas».
Encuentro de los dos ejércitos
Después de estar allí, decidieron
de14jar guardias en número suficiente en las fortificaciones y volver a Jonia.
Cuando Dercílidas oyó que habían vuelto a cruzar el Meandro, dijo a Fárax que
temía que Tisafernes y Farnabazo hicieran incursiones y saquearan el
territorio, si estaba indefenso, y pasó también él. Cuando ellos marchaban con
el ejército sin ninguna formación de combate, por creer que los enemigos habían
salido antes para el territorio de Éfeso, de repente vieron frente a sí a unos
espías sobre los monumentos funerarios; y subiendo ellos a su 15vez a los
monumentos y torres que estaban junto a sí vieron a algunos carios con escudos
blancos desplegados junto al camino que tenían que seguir y contingentes del
ejército persa que se encontraban presentes y del griego que tenía cada uno de
los dos sátrapas y numerosísima caballería, la de Tisafernes en el ala
de16recha, la de Farnabazo en la izquierda. Dercílidas, al ver esto, mandó a
los taxiarcos y capitanes formar rapidísimamente de ocho en fondo y a los
peltastas colocarse a los flancos de cada lado y a la caballería que pudiera
improvisarse, mucha o poca, buena o mala, y él 17empezó los sacrificios. La
parte del ejército que era del Peloponeso estaba tranquila y se preparaba para
luchar, pero cuantos eran de Priene y de Aquileo, de las islas y de las
ciudades jonias, unos abandonaron sus armas en los trigales y huyeron —efectivamente
era ya alto el trigo en la llanura del Meandro— y cuantos quedaron daban
pruebas claras de que no resisti18rían. Se reveló que Farnabazo exigía luchar,
pero que Tisafernes no lo deseaba porque pensaba en el ejército de Ciro cuando
luchó contra ellos y creía que todos los griegos eran iguales que aquéllos y
envió unos delegados a Dercílidas y le dijo que quería llegar a un arreglo.
Dercílidas tomó a los soldados y jinetes de mejor presencia de entre los que le
rodeaban, se acercó a los mensajeros y dijo: «Bien, por mi parte yo estaba
dispuesto a luchar, como veis, pero ya que él desea llegar a un arreglo, yo no
me opongo tampoco. Sin embargo, se han de tomar garantías y rehenes si es
preciso hacer19lo. Una vez aprobado y cumplido esto, los ejércitos se
retiraron, el bárbaro a Trales de Caria, el griego a Leucofris, donde había un
santuario de Ártemis muy venerado y un lago de fondo arenoso de más de un
estadio de largo del que manaba agua potable caliente. Entonces se hizo eso; al
día siguiente vinieron al lugar convenido y decidieron informarse mutuamente
sobre en qué condiciones podrían hacer la paz. Por supuesto, 20Dercílidas dijo
que si el rey dejaba autónomas las ciudades griegas; Tisafernes y Farnabazo
dijeron que si salía del país el ejército griego y los harmostes lacedemonios
de las ciudades. Después de decir esto hicieron una tregua recíproca hasta que
se anunciase lo tratado a Lacedemonia por Dercílidas y al rey por Tisafernes.
Campañas contra Élide
Mientras en Asia realizaba estas
co21sas Dercílidas, los lacedemonios, en la misma época [17] estaban
enojados hacía tiempo con los eleos; porque se aliaron con los atenienses,
argivos y mantineos [18] y porque, como afirmaban que les habían
ganado un juicio, los excluían de las competiciones hípicas y gimnásticas y no
sólo les bastó eso, sino que además, al entregar Licas su carro a los tebanos,
después que fueron proclamados vencedores por medio de un heraldo, cuando se
acercó Licas para coronar al auriga, a pesar de ser un anciano lo azotaron y expulsaron
[19]. Después de estos hechos, cuando Agis fue 22enviado para sacrificar
a Zeus de acuerdo con un oráculo, los eleos le impidieron rogar por la victoria
alegando que incluso desde antiguo estaba prescrito así: que los griegos no
consultaran un oráculo en una guerra contra griegos. En consecuencia, se marchó
sin sacrificar. Enojados, pues, por todo esto los éforos y la 23asamblea
decidieron meterlos en razón [20]. Efectivamente, enviaron
embajadores a Élide y comunicaron que las autoridades lacedemonias habían
aprobado que era justo que dejaran libres a las ciudades vecinas [21].
Como respondieron los eleos que no lo harían, pues tenían las ciudades por
derecho de conquista, los éforos decretaron la movilización. Agis, que conducía
el ejército, penetró en Elide a través de Acaya por el curso 24del río Lariso.
Cuando hacía poco tiempo que el ejército estaba en territorio enemigo y que se
saqueaba el territorio, se produjo un seísmo. Agis, creyendo que era una señal
divina, se retiró del territorio y licenció el ejército. Los eleos estaban
mucho más animados por esto y enviaron embajadores a las ciudades que sabían
25que eran hostiles a los lacedemonios. Al correr el año los éforos decretaron
la movilización nacional contra Elide y formaron con Agis todos los demás
aliados, incluso los atenienses [22], salvo beocios y corintios. Al
entrar Agis por Aulón, inmediatamente los lepreatas se separaron de los eleos y
se unieron a él [23], luego los macistios y a continuación los
epitalieos. Al cruzar el río se 26le unieron los letrinos, anfídolos y
marganeos. Después de esto fue a Olimpia, sacrificó a Zeus olímpico y nadie
intentaba ya impedírselo.
Después de sacrificar marchó
hacia la ciudad, devastó e incendió el territorio, cogió muchísimo ganado y
muchísimos esclavos del país, tanto que al oírlo muchos arcadios y aqueos se
unieron voluntariamente a su ejército y tomaron parte en el saqueo. Así esa
expedición fue una especie de apro27visionamiento para el Peloponeso. Al llegar
a la ciudad destrozó los arrabales y los gimnasios, que eran magníficos, pero
en cuanto a la ciudad opinaron que no que ría y no que no podía tomarla
—efectivamente estaba sin murallas—. Mientras saqueaba el territorio y estaba
la expedición en los alrededores de Cilene, quisieron los del partido de Xenias
—de quien se decía que contaba por medimnos [24] el dinero heredado
del padre— entregar la ciudad a los lacedemonios; salieron de pronto de una
casa provistos de espadas, degollaron a algunos y como mataron a uno de ellos
parecido a Trasideo, el jefe del partido popular, creyeron que habían dado
muerte a Trasideo, de modo que el pueblo se desanimó completamente y se mantuvo
quieto; los 28asesinos pensaron que todo estaba ya listo y sus partidarios
dejaron sus armas en el ágora. Pero Trasideo se encontraba aún durmiendo donde
se había embriagado. Cuando se dio cuenta el partido popular de que Trasideo no
estaba muerto se apiñó alrededor de su casa como un enjambre de abejas
alrededor de la reina. Luego, volviendo a tomar el mando, dirigió al pueblo;
29se dio un combate y venció el partido democrático; los que iniciaron la
matanza escaparon con los lacedemonios. Por su parte Agis, al retirarse después
de volver a cruzar el Alfeo, dejó una guarnición en Epitalio, cerca del río,
con el harmoste Lisipo y los refugiados de Élide, disolvió la expedición y
volvió a su patria. Du30rante el resto del verano y el invierno siguiente el
territorio eleo fue saqueado por Lisipo y sus tropas. Pero al verano siguiente
Trasideo envió delegados a Lacedemonia y consintió en derribar las murallas de
Feax y Cilene, dejar libres las ciudades trifilias: Frixa y Epitalio, a los
letrinos, anfídolos y marganeos y además de éstas también a los acroreos y
Lasión, disputado por los arcadios. Sin embargo, los eleos consideraron justo
conservar Epeo, ciudad en medio de Herea y Macisto, pues afirmaban que habían
comprado todo el territorio por treinta talentos a los que poseían entonces la
ciu31dad y que habían entregado el dinero. Pero los lacedemonios les obligaron
también a dejarla considerando que no era más justo tomarla de los más débiles
comprando por fuerza que quitando por el mismo procedimiento; sin embargo, no
los expulsaron de la presidencia del santuario de Zeus olímpico, aunque los
eleos no la tenían de antiguo, considerando que los que se la disputaban eran
unos campesinos incapaces de administrarlo. Hechas estas concesiones se
concluyó la paz y la alianza de los eleos con los lacedemonios, cesando así la
guerra entre ellos.
Muerte de Agis; elección de Agesilao
3Después de estos hechos, Agis
vino a Delfos y ofreció el diezmo; al regresar cayó enfermo en Herea; era ya
anciano y fue llevado a Lacedemonia aún vivo y allí murió en seguida. Tuvo un
entierro más solemne de lo habitual. Cuando pasaron los días [25]
consagrados al duelo y hubo que designar un rey, se disputaban la realeza
Leotíquides que aseguraba que era hijo de Agis, y su hermano Agesilao. 2Como
Leotíquides decía: «Mira, Agesilao, la ley exige que reine no el hermano, sino
el hijo de un rey; pero si se da el caso de que no tenga hijos, entonces podrá
reinar el hermano.
—Debería reinar yo.
—Y, ¿cómo?, si estoy yo.
—Porque al que tú llamas padre
negó que tú fueras su propio hijo.
—Sin embargo, la madre que lo
sabe mucho mejor que él, lo afirma ahora incluso.
—Mas Posidón te acusó de que
mentías claramente, cuando, por medio de un terremoto, echó a tu padre [26]
del lecho conyugal a la vista de todos. El tiempo, que se dice el más sincero,
corrobora su testimonio, pues tú naciste al noveno mes de engendrarte y verle
salir del lecho conyugal».
Ellos así discutieron.
Diopites [27], famoso
intérprete de oráculos, habló a 3favor de Leotíquides alegando que existía un
oráculo de Apolo sobre que se había de evitar una realeza coja [28].
Mas Lisandro le replicó defendiendo a Agesilao que no creía que el dios mandara
guardarse de eso, de que uno cojeara por haberse caído, sino más bien de que no
reinara si no era del linaje. En efecto, la realeza sería verdaderamente coja
en el caso de que no dirigieran el Estado los descendientes de Heracles.
Después de oír de ambos tales argumentos en la ciu4dad eligieron rey a
Agesilao.
Conspiración de Cinadón
Aún no hacía un año que reinaba
Agesilao, cuando, al hacer uno de los sacrificios prescritos en favor de la
ciudad, el adivino le dijo que los dioses le habían revelado una conspiración
de las más terribles. Después de volver a sacrificar declaró que las señales de
las víctimas eran aún más temibles. Al sacrificar por tercera vez dijo:
«Agesilao, como si estuviéramos en medio de los propios enemigos, así me
parecen las señales». Después de esto sacrificaron a los dioses protectores y a
los salvadores [29], pero con dificultad consiguieron que les fueran
favorables. Dentro de los cinco días siguientes después de terminar el sacrificio
alguien descubrió a los éforos una conspiración y a Cinadón su instigador. Éste
era 5un joven de constitución fuerte y de ánimo muy decidido, pero no de los
iguales [30].
Al intentar preguntar los éforos
cómo aseguraba que se realizaría el plan, el denunciante dijo que Cinadón lo
llevó al extremo del ágora y le mandó contar cuántos espartiatas había en ella.
«Yo, afirmó, después de contar al rey, éforos, ancianos y a otros cuarenta
aproximadamente, pregunté: Cinadón, ¿por qué me mandaste contarlos?». Él
respondió: «Supón que esos son tus enemigos, y aliados todos los demás del
ágora que pasan de cuatro mil». Añadió también que le había indicado haberse
encontrado en las calles aquí con uno, allá con dos enemigos, pero que todos
los demás eran aliados y que con cuantos espartiatas se encontraban en los
campos, que había un enemigo, el dueño, pero 6aliados muchos en cada uno. Como
los éforos preguntaran si podía decir cuántos eran los confidentes que conocían
el plan, declaró sobre eso que Cinadón decía que no tenían muchos directores,
pero que eran los confidentes más fieles; éstos aseguraron que se comprometían
con todos, hilotas, neodamodes, inferiores y periecos; efectivamente en
cualquier sitio que se hable entre ellos de los espartiatas, nadie podía ocultar
que los comería con gusto incluso crudos. Al volver a pre7guntar si decían de
dónde tomarían las armas, declaró que había dicho: «nosotros los que servimos
en el ejército tenemos las armas que se precisan» y para la masa le había
mostrado, llevándolo al mercado de herramientas, muchos puñales, espadas,
muchos dardos, muchas hachas dobles y simples y muchas hoces. Declaró también
que decía que todos cuantos trabajaban la tierra, los bosques y las canteras
tenían estas armas, y que la mayor parte de los demás oficios tienen
instrumentos que son armas suficientes y sobre todo contra hombres desarmados.
Por último, preguntando qué día iba a realizarse el plan, dijo que le había
sido comunicado permanecer en la ciudad. Después de oír esas de8claraciones los
éforos creyeron que exponía proyectos bien planeados y se aterrorizaron; no
reunieron siquiera la llamada pequeña asamblea [31], sino que se
reunieron los ancianos en diversos lugares y decidieron enviar a Cinadón a
Aulón con otros jóvenes y ordenarle volver con algunos aulonitas y con los
hilotas inscritos en la escítala [32]. Ordenaron incluso traer a una
mujer de la que se decía que era la más bella del lugar y que tenía fama de
seducir a los lacedemonios que llegaban, viejos y jóvenes. Cinadón había prestado
ya otros 9servicios semejantes a los éforos. Así, también en esta ocasión le
dieron la escítala en la que estaban escritos los nombres de las personas que
había que detener. Al preguntar a qué jóvenes llevaría consigo le respondieron:
«Vete y ordena al más antiguo de los hipagretes [33] que te
acompañen seis o siete de los que se hallen presentes».
Se habían cuidado de que el
hipagretes supiera también a quiénes se debía enviar y que los enviados
supieran que se debía arrestar a Cinadón. Incluso dijeron a Cinadón que
enviaban tres carros para que no trajeran a los arrestados a pie, disimulando
lo máximo posible que los enviaban únicamente contra él. No lo de10tuvieron en
la ciudad porque no sabían qué importancia tenía la conspiración y querían oír
primero de Cinadón quiénes eran los cómplices, antes de que se enteraran que
estaban denunciados, para que no se escaparan. Los encargados de detenerle
debían retenerle, y después de conocer por medio de él los conjurados y
escribir sus nombres, remitir la lista rapidísimamente a los éforos. Éstos
estuvieron tan pendientes del asunto que enviaron un escuadrón de caballería a
los que des11pacharon a Aulón. Después de ser detenido vino un jinete con los
nombres de los denunciados por Cinadón, y al instante arrestaron al adivino
Tisámeno y a los otros más importantes. Cuando compareció Cinadón y quedó
convicto, confesó todo y dio los nombres de los conjurados; y por último le
preguntaron por qué deseaba realizar esa conjuración. Él respondió que no
quería ser menos que nadie en Lacedemonia. Después de esto, atado con una
argolla de cuello y manos, azotado y aguijoneado, él y sus compañeros fueron
paseados por la ciudad. Así encontraron su castigo.
Agesilao y Lisandro en Asia Menor
4 Después de estos sucesos Herodas,
un siracusano que se encontraba en Fenicia con un armador, vio unas trirremes
fenicias que venían de diferentes sitios, otras equipadas allí y otras aún en
construcción. Oyó además lo siguiente: que era necesario llegar a trescientas;
embarcó en el primer barco que zarpó para Grecia y comunicó a los lacedemonios
que, a su juicio, el rey y Tisafernes estaban preparando esa flota, pero dijo
que no sabía en abso2luto para qué. Mientras los lacedemonios estaban asustados
y reunían a los aliados para tratar qué se debía hacer, Lisandro, considerando
que los griegos eran muy superiores por su flota y confiando en la infantería
por haberse salvado la que se internó con Ciro, consiguió que Agesilao
prometiera encargarse de una expedición a Asia si le daban treinta espartiatas
[34], unos dos mil neodamodes y seis mil aliados. A este plan se añadía
el que él quería también acompañarle para restablecer con Agesilao las
decarquías [35] establecidas por él y derribadas por los éforos que
impusieron las constituciones tradicionales en las ciudades. Después que
3Agesilao anunció la expedición, los lacedemonios le dieron cuanto pidió y
víveres para seis meses. Después de hacer los sacrificios prescritos además de
los de paso de fronteras, salió tras despachar mensajeros a las ciudades para
fijar cuántos debían enviar cada una y dónde debían presentarse, él en persona
quiso ir a sacrificar a Áulide, donde precisamente sacrificó Agamenón al
dirigirse por mar a Troya. Cuando llegó allí, informa4dos los beotarcas que
estaba sacrificando, enviaron unos jinetes y les dijeron que no terminara el
sacrificio y arrojaron a uno y a otro lado del altar las víctimas que
encontraron sacrificadas. Encolerizado, invocando a los dioses como testigos,
subió a la trirreme y marchó; cuando llegó a Gerasto reunió allí todo los
contingentes de la expedición que pudo y emprendió la marcha para Éfeso.
Después de llegar, Tisafernes le 5envió inmediatamente mensajeros y le preguntó
qué venía a reclamar. Él dijo: «que las ciudades de Asia sean libres, como las
de Grecia entre nosotros». A eso contestó Tisafernes: «Bien, si deseas hacer
una tregua, hasta que yo tenga tiempo de enviar una embajada al Rey, creo que
tú podrías regresar por mar una vez conseguido eso, si lo deseas».
—Efectivamente, lo desearía si no
creyera que voy a ser engañado por ti, añadió.
—Mas tú puedes, respondió,
recibir garantías solemnes de que yo lo cumpliré sin engaño.
—Y tú puedes recibir de mí
garantías solemnes de que si tú lo cumples sin engaño, nosotros no haremos
ningún agravio a tu territorio durante las treguas.
6Después de esas propuestas
Tisafernes prestó juramento solemne ante los enviados Herípidas, Dercílidas y
Megilo de tratar sin engaño de conseguir la paz, y ellos a su vez juraron
solemnemente ante Tisafernes en nombre de Agesilao guardar firmemente las
treguas, si él cumplía esa condición. Sin embargo, Tisafernes quebrantó al
punto lo que juró, pues en lugar de mantener la paz mandó traer un ejército
numeroso del rey además del que ya tenía. Agesilao aunque se enteró de ello,
sin embargo continuó con la tregua.
Rivalidad entre Lisandro y Agesilao
7Mientras Agesilao pasaba el
tiempo tranquilo y descansando en Éfeso; como la situación política de las
ciudades estaba confusa, pues ni había aún democracia como en tiempo de los
atenienses, ni decarquías como en tiempo de Lisandro, y a Lisandro todos le
conocían, acudían a él creyendo que conseguiría de Agesilao lo que pedían; por
eso, siempre le acompañaba un gentío numerosísimo que le hacía la corte, de
modo que Agesilao parecía un simple 8particular y Lisandro, en cambio, el rey.
Por cierto, mostró más tarde que eso le ponía furioso; pero los otros treinta
no se callaban de envidia y decían a Agesilao que Lisandro actuaba ilegalmente
viviendo con más pompa que la realeza. Así cuando Lisandro empezó a presentar a
algunas personas a Agesilao, éste despachaba a todos los que sabía que tenían
tratos con él sin lograr nada. Como siempre le ocurría lo contrario de lo que
deseaba, terminó por comprender lo que estaba ocurriendo; y entonces ya no
permitía que la multitud le siguiera y decía abiertamente a quienes le pedían
que hiciera algo que conseguirían menos si intervenía él. Como lo soportaba de
mala manera por el consi9guiente deshonor, se le acercó y dijo: «Agesilao, bien
sabes humillar a los amigos». «Sí, por Zeus, replicó, al menos a los que
quieren mostrarse superiores a mí; en cambio me avergonzaría si no supiera
corresponder a su vez a los que me ensalzan.» Lisandro añadió: «Bien, quizás tú
actúas más correctamente que yo. En consecuencia, concédeme el siguiente favor:
envíame a algún sitio para que ni me avergüence por no tener influencia contigo
ni te sea un estorbo a partir de ahora, pues donde fuere, intentaré serte
útil.» Agesilao decidió ac10tuar tal como le propuso y lo envió al Helesponto.
Allí al enterarse Lisandro que el persa Espitrídates [36] había sido
humillado por Farnabazo, habló con él y le movió a separarse con sus hijos y
las riquezas que tenía, más unos doscientos jinetes. Dejó todo lo demás en
Cícico, pero a él y a su hijo los obligó a embarcar consigo y los llevó ante
Agesilao. Éste se alegró del hecho al verlos y en seguida pidió información
sobre el territorio y el poder de Farnabazo.
Tisafernes rompe las treguas
Tisafernes, como se sentía
superior a 11 causa del ejército que el rey le había enviado, declaró la guerra
a Agesilao si no salía de Asia. Los aliados e incluso los lacedemonios
presentes estaban visiblemente muy asustados, creyendo que Agesilao tenía
entonces fuerzas inferiores que los preparativos del rey, pero Agesilao, muy
contento, mandó a los delegados anunciar a Tisafernes que le debía un gran
favor porque al perjurar se granjeó unos dioses hostiles y en cambio los hizo
aliados de los griegos. Después de esto inmediatamente dio orden a los soldados
de equiparse para una expedición y mandó a las ciudades por las que tenía
obligatoriamente que pasar al marchar contra Caria que prepararan provisiones.
Encargó también a los jonios, eolios y helespontios que le enviaran tropas a
Éfeso para participar en la expe12dición. Tanto porque Agesilao no tenía
caballería como porque Caria no era adecuada para la misma y porque suponía que
estaba enojado con él por el engaño, creyendo realmente que se lanzaría a Caria
[37] contra sus posesiones, Tisafernes mandó pasar allí a toda la
infantería, pero llevó la caballería a la llanura del Meandro dando un rodeo,
creyendo que era capaz de aplastar con ella a los griegos antes de que llegasen
a zonas difíciles para la misma. Pero Agesilao en lugar de ir contra Caria
marchó contra Frigia [38] volviéndose de repente en dirección
contraria. Se dirigió hacia allí recogiendo a la vez las fuerzas que encontraba
sobre la marcha, sometió las ciudades y tomó muchísimas ri13quezas atacando de
improviso. Durante la mayor parte del tiempo marchó con toda tranquilidad, pero
cuando ya no estaba lejos de Dascilio, unos jinetes suyos que iban en cabeza
avanzaron hacia una colina para ver qué había delante de ellos. Por una
casualidad también los jinetes de Farnabazo, los de Ratines [39] y
Bageo, hermano bastardo de Farnabazo, que eran casi iguales que los griegos en
número, avanzaron también ellos a esa misma colina, enviados por Farnabazo. Al
verse unos a otros cuando no distaban ni cuatro pletros [40],
primero se quedaron parados ambos, los jinetes griegos desplegados en formación
de cuatro filas, los bárbaros con un frente no superior a doce, pero mucho más
en fondo. Mas pronto los bárbaros atacaron. Cuando llegaron a las manos, todos
los griegos que 14chocaron con ellos rompieron sus lanzas, pero como los persas
tenían jabalinas de madera de cornejo rápidamente mataron doce jinetes y dos
caballos. Después de esto los jinetes griegos se volvieron. Mas, al acudir
Agesilao con los hoplitas, entonces se retiraron los bárbaros y murió uno de
ellos, un persa. Después 15de ocurrir este combate de caballería, al día
siguiente, cuando Agesilao sacrificaba para proseguir la marcha, le salieron
las víctimas sin lóbulos [41]. Visto esto se volvió y marchó hacia
el mar. Al darse cuenta de que si no conseguía caballería suficiente no podía
realizar la campaña por las zonas llanas, decidió prepararla necesariamente
para no tener que guerrear huyendo. Preparó una lista de los hombres más ricos
de todas las ciudades de la zona que podían mantener caballos y, dando a
conocer que podría librarse del servicio militar quien ofreciera un caballo,
armas y un hombre apto, pudo así conseguirla rápidamente como si se buscase con
celo a uno para morir en su lugar.
Entrenamientos en Éfeso
Después de esto, cuando comenzó a
16aparecer la primavera, reunió todo el ejército en Éfeso, y como quería
ejercitarlo ofreció premios a las unidades de hoplitas que tuvieran los mejores
soldados y a los escuadrones de caballería que mejor cabalgaran; también
prometió premios a los peltastas y arqueros, a cuantos se mostraran mejores en
sus respectivas tareas. Por ello se podía ver todos los gimnasios llenos de
hombres ejercitándose, el hipódromo de los que montaban a caballo y a los
lanzadores de jabalina y a los arqueros entrenándose. Consiguió que la 17ciudad
entera en la que estaba se interesara por el espectáculo: efectivamente el
ágora estaba llena de todo tipo de caballos y armas en venta, forjadores,
carpinteros, herreros, zapateros y pintores, todos preparaban armas de combate,
de modo que se podría creer que la 18ciudad era realmente un taller de guerra.
Uno cobraba ánimos al ver aquello, en primer lugar a Agesilao, luego a los
demás soldados que salían coronados de los gimnasios y consagraban las coronas
a Artemis; pues donde los hombres honran a los dioses, se ejercitan en los
combates y aprenden a obedecer, ¿cómo no va a ser natural que allí todo esté
lleno de buenas esperan19zas? Como reconocía también que el desprecio de los
enemigos es un impulso que lanza a combatir, mandó decir por los heraldos que
se vendieran desnudos los bárbaros cogidos prisioneros por los piratas, pues al
verlos blancos por no desvertirse nunca, flojos y sin vigor por ir siempre en
vehículos, creerían que la guerra no se diferenciaría mucho de un combate que
tuvieran que hacer contra mujeres.
Batalla en el río Pactólo
20Por esa época ya había pasado
un año desde la salida de Agesilao y así Lisandro y los treinta regresaron por
mar a su patria y se presentaron los sustitutos Herípidas y sus acompañantes.
Agesilao puso a Jenocles y a otro de ellos al frente de la caballería, a
Escites al frente de los hoplitas neodamodes, a Herípidas al frente del antiguo
grupo de Ciro, a Migdón al frente de los soldados de las ciudades y les
comunicó que inmediatamente los conduciría por el camino más corto contra los
lugares fortificados de la zona para que de este modo se preparasen 21ya para
la lucha en cuerpo y alma. Sin embargo, Tisafernes creyó que lo decía porque
quería volver a engañarlo, pero que ahora realmente se lanzaría contra Caria e
hizo pasar la infantería a Caria, como anteriormente y apostó la caballería en
la llanura del Meandro. Mas Agesilao no mintió, sino que inmediatamente se
lanzó hacia la llanura de Sardes, como anunció. Durante tres días de marcha
consiguió muchas provisiones para su ejército ante la falta de enemigos, pero
al cuarto llegó la caballería enemiga [42]. Su guía mandó al 22jefe
de los bagajes acampar después de cruzar el río Pactolo, pero ellos al ver a
los griegos dispersos para coger botín mataron a muchos de ellos. Al enterarse
Agesilao ordenó acudir a la caballería. Los persas por su parte, cuando vieron
los refuerzos, se agruparon, y formaron enfrente con muchísimos escuadrones de
caballería. Entonces al darse cuenta Agesilao de que los 23enemigos aún no
tenían allí la infantería y que a él no le faltaba nada de las fuerzas de que
disponía, creyó que era una buena ocasión para trabar batalla, si podía. En
consecuencia, después de sacrificar llevó directamente su formación [43]
contra la caballería formada enfrente, ordenó a las diez primeras clases de
hoplitas correr a su encuentro y mandó a los peltastas ir delante a la carrera.
Dio orden también a la caballería de atacar, mientras él los seguía con el
grueso del ejército. Los persas de momento aguantaron a la caballería, pero
24cuando todos los peligros se encontraron allí a la vez, cedieron y unos
cayeron directamente al río y los demás huyeron. Los griegos les persiguieron y
se apoderaron de su campamento. Los peltastas, como es natural, se dedicaron al
botín y Agesilao acampó en círculo alrededor de todos amigos y enemigos. Entre
otras muchas riquezas tomadas, que resultaron superiores a setenta talentos, se
cogieron también entonces los camellos que Agesilao llevó a Grecia.
Ejecución de Tisafernes
25Cuando ocurrió ese combate,
Tisafernes estaba casualmente en Sardes y en consecuencia los persas le
acusaron de traición. Cuando el rey de los persas conoció personalmente que
Tisafernes era culpable de la mala marcha de sus propios asuntos, envió a
Titraustes y le cortó la cabeza. Después de ejecutarle Titraustes envió unos
embajadores a Agesilao que dijeron: «Agesilao, el causante de las dificultades
tanto vuestras como nuestras tiene su castigo, el rey cree conveniente que tú
vuelvas a casa y que las ciudades de Asia aun siendo independientes le paguen
el 26antiguo tributo». Como Agesilao le respondió que no lo haría sin contar
con las autoridades de su patria, añadió: «Bien, tú retírate al territorio de
Farnabazo, hasta que te informes de tu ciudad, pues yo incluso ejecuté a tu
enemigo». Agesilao replicó: «Dame, pues, lo que precisa el ejército, mientras
yo marcho allá». Entonces Titraustes le dio treinta talentos. Él, tomándolos,
fue a 27la zona de Frigia [44] de Farnabazo. Cuando estaba en la
llanura de cerca de Cumas le llegó de las autoridades de su patria la orden de
encargarse también de la flota y de que se pusiera al corriente y nombrara
navarco a quien quisiera. Los lacedemonios hicieron eso por el siguiente cálculo:
que si uno mismo mandaba a las dos, la infantería sería mucho más fuerte al
estar unidas las fuerzas de ambas, y también la flota, presentán28dose la
infantería donde fuera preciso [45]. Después de oír esto, primero
Agesilao dio orden a las ciudades de las islas y de la costa de construir
cuantas trirremes quisiera cada una de ellas. Consiguieron unas ciento veinte
naves entre las que mandaron construir las ciudades y los particulares que
querían complacer. Nombró navarco a Pisandro, hermano de su mujer, am29bicioso
y de espíritu enérgico, pero demasiado desconocedor de una preparación
adecuada. Pisandro marchó, pues, y se encargó de la flota. Agesilao partió para
Frigia como proyectó.
Titraustes soborna a los griegos
Sin embargo, Titraustes, que
estaba 5Titraustes informado, al parecer, de que Agesilao subestimaba las
fuerzas del rey y de que de ningún modo pensaba retirarse de Asia y al
contrario tenía grandes esperanzas de someter al rey, no sabía cómo resolver el
asunto y así envió a Grecia al rodio Timócrates con una suma de unos cincuenta
talentos de plata, ordenándole que intentara repartirlos entre los que estaban
al frente de las ciudades, tomando las máximas garantías con la condición de
que llevaran la guerra contra los lacedemonios. Al llegar lo repartió en Tebas
a Androclidas, Ismenias y Galaxidoro, en Corinto a Timolao y Poliantes, en
Argos a Cilón y a su grupo. Aunque no partici2paron de ese dinero, los
atenienses estaban dispuestos también a la guerra porque pensaban conseguir de
nuevo el imperio. Los que recibieron dinero comenzaron a difamar a los
lacedemonios en sus propias ciudades y después de infundir en ellas odio contra
los mismos, unieron entre sí las mayores ciudades.
En Tebas, como los que estaban al
frente se daban 3cuenta de que los lacedemonios no querrían romper las treguas
con los aliados si alguien no iniciaba la guerra, persuadieron a los locrios
opuntios a que reclamaran dinero por la tierra que se disputaban los focidios y
ellos mismos [46], creyendo que los focidios atacarían Lócride si se
hacía eso. Y no se equivocaron, pues invadieron inmediatamente Lócride y se
apoderaron de 4muchísimas riquezas. Entonces Androclidas y sus seguidores
persuadieron a los tebanos a ayudar a los locrios inmediatamente, arguyendo que
no habían atacado un territorio en disputa, sino a Lócride, reconocida amiga y
aliada. Cuando los tebanos invadieron a su vez Fócide y devastaron el país, los
focidios enviaron inmediatamente embajadores a Lacedemonia y reclamaron con
razón que les socorrieran, insistiendo ellos en que no iniciaron la guerra,
sino que fueron contra los locrios en propia defensa.
Preparativos en Esparta contra Tebas
5Por su parte los lacedemonios
acogieron contentos un pretexto para hacer una campaña contra los tebanos, pues
estaban enojados con ellos hacía tiempo por la retención del diezmo de Apolo
[47] en Decelia y por no querer acompañarles en la expedición contra el
Pireo. También los acusaban de haber inducido a los corintios [48] a
no participar en ella igualmente. Recordaban asimismo que no dejaron a Agesilao
sacrificar en Áulide, que incluso arrojaron del altar [49] las
víctimas que estaban sacrificadas y que además no quisieron acompañar a
Agesilao en la expedición a Asia. Asimismo consideraban que era una buena
ocasión para llevar el ejército contra ellos y poner fin a su insolencia;
efectivamente los asuntos de Asia marchaban bien al dominar Agesilao, y en
Grecia no 6se lo impedía otra guerra. Como el Estado lacedemonio opinaba así,
los éforos decretaron la movilización, enviaron a Lisandro con los focidios y
le ordenaron que se presentara en Haliarto al frente de los propios focidios,
eteos, heracliotas, melieos y anianos. Pausanias, que iba a ser el jefe, se
había comprometido a comparecer allí también en el día fijado con los
lacedemonios y los demás peloponesios. Lisandro además de cumplir lo ordenado
consiguió incluso separar a los orcomenios de los tebanos. Por su parte
Pausanias, después de ofre7cer los sacrificios del paso de fronteras, acampó en
Tegea, envió a los oficiales de los contingentes aliados [50] en
diversas direcciones y esperó a los soldados de las ciudades cercanas. Cuando
los tebanos vieron bien claro que los lacedemonios invadirían su territorio,
enviaron embajadores a Atenas que dijeron lo siguiente:
Embajada tebana a Atenas
«Atenienses, lo que nos echáis en
8cara por las duras proposiciones contra vosotros al acabar la guerra [51],
no lo echáis en cara con razón: efectivamente la ciudad no lo votó, sino que lo
propuso un solo hombre que casualmente estaba sentado entonces entre los
aliados [52]. Mas cuando los lacedemonios nos mandaron llamar para
ir contra el Pireo, entonces toda la ciudad se opuso con su voto a acompañarles
en la expedición [53]. En consecuencia, como los lacedemonios están
resentidos especialmente con nosotros por vosotros, consideramos justo que
ayudéis a nuestra ciudad. Consideramos mucho más correcto 9aún que vayáis con
celo contra los lacedemonios cuantos fuisteis del partido de la capital.
Efectivamente, ellos después de llevaros a la oligarquía y enemistad del
partido democrático llegando con grandes fuerzas como aliados vuestros, os
entregaron al partido de la mayoría. De modo que estabais perdidos en lo que
dependía de ellos, aunque el partido democrático os con10servó la vida. Bien,
todos sabemos que vosotros, atenienses, querríais recuperar el imperio que
teníais antes. ¿Y hay otro modo más natural de que ocurra eso que si vosotros
mismos ayudáis a los agraviados por ellos? No temáis porque mandan sobre
muchos, al contrario, animaos mucho más por eso, considerando que incluso
vosotros cuando mandabais a muchísimos más, entonces estabais ganando
muchísimos enemigos. Pero os ocultaban su enemistad mientras no sabían con
quién ir si se separaban, mas después que los lacedemonios se pusieron al
frente, entonces mostraron lo que 11opinaban sobre vosotros. También ahora se
verá que son muchos los que los odian, sabedlo bien, si vosotros y nosotros
aparecemos juntos llevando los escudos contra los lacedemonios. En seguida os
daréis cuenta que decimos verdad si reflexionáis detenidamente. En efecto,
¿quién les queda aún favorable? ¿Los argivos no se encuentran continuamente
desde antiguo enemistados 12con ellos? Naturalmente los eleos se les suman como
enemigos, privados ahora de muchísimos territorios y ciudades. ¿Qué diremos de
los corintios, arcadios y aqueos, quienes en la guerra contra vosotros,
presionados constantemente por ellos, participaron en todos los trabajos,
peligros y gastos, pero después que los lacedemonios consiguieron lo que
querían, qué poder, honor o bien les repartieron? Al contrario, consideran
justo nombrar harmostes a los hilotas, pero después que lograron el éxito
aparecen como amos de los aliados que 13son libres. Mas por cierto, está claro
que han engañado particularmente a los que se separaron de vosotros:
efectivamente, en lugar de libertad les han ofrecido una doble esclavitud, ya
que son tiranizados por los harmostes y por los Diez que Lisandro estableció en
cada ciudad. Al rey de Asia, por su parte, que les ayudó muchísimo para
dominaros, ¿le ocurre ahora algo distinto que si hubiera luchado con vosotros
contra ellos? ¿Cómo, pues, no va a ser lógico que vosotros lleguéis 14ahora a
ser mucho más poderosos que los de entonces si os volvéis a poner al frente de
hombres que sufren agravios tan notorios? En efecto, cuando mandabais sólo
teníais predominio sobre el mar, por supuesto, pero ahora seríais los guías de
todos, tanto de nosotros como de los peloponesios y de los que mandabais antes
e incluso del rey mismo con su extensísimo poderío. Aunque éramos sus aliados
más estimados, como sabéis vosotros, ahora es lógico que luchemos con vosotros
con más valor en todo que entonces con los lacedemonios; efectivamente, ni
vamos a acudir en ayuda de unos isleños o siracusanos ni de extraños, como
entonces, sino de nosotros mismos, que somos los agraviados. Además, es preciso
conocer bien lo siguiente: que 15la superioridad de los lacedemonios es mucho
más fácil de disolver que el antiguo imperio vuestro. En efecto, vosotros que
teníais flota mandabais sobre quienes no la tenían, pero ellos que son pocos
tienen preponderancia sobre los hombres que son mucho más numerosos y no están
menos armados. Nosotros decimos, pues, estos argumentos, y vosotros,
atenienses, sabéis bien que creemos que os estamos invitando a bienes mucho
mayores para vuestra ciudad que para la nuestra».
Él terminó con estas palabras.
Numerosos atenien16ses hablaron en su favor y todos votaron socorrerlos [54].
Trasibulo, después de comunicarles la votación, añadió lo siguiente: que se
exponían, no obstante, a devolverles un favor mayor que el recibido al estar el
Pireo sin murallas. «Efectivamente, afirmó, vosotros no los acompañasteis en la
expedición en contra de nosotros, pero nosotros lucharemos contra ellos con
vosotros, si os atacan».
Muerte de Lisandro en Haliarto
17Cuando volvieron, los tebanos
se preparaban ya para defenderse y los atenienses para ayudarlos. Pues los lace
demonios ya no estaban esperando, sino que el rey Pausanias marchaba a Beocia
con su propio ejército y el del Peloponeso, salvo los corintios que no le
acompañaban. Lisandro, que llevaba el ejército focidio, el de Orcómeno, más el
de aquellas zonas, llegó a Haliarto antes que Pausanias. 18Cuando llegó no
esperó al ejército de Lacedemonia manteniéndose quieto, mas fue contra las
murallas de los haliartios con las tropas que tenía. Primero intentó inducirlos
a separarse e independizarse, pero después inició el ataque a las murallas, ya
que algunos tebanos 19que estaban dentro se opusieron. Al enterarse de esto los
tebanos acudieron a la carrera los hoplitas y la caballería. Es incierto qué
ocurrió: si cayeron sobre Lisandro sin que él lo advirtiera o si resistió
viendo que se acercaban, creyendo que los dominaría. En todo caso, esto es
claro: que el combate fue en las murallas; el trofeo está erigido junto a las
puertas de Haliarto. Una vez muerto Lisandro, los demás huyeron al monte 20y
los tebanos los persiguieron con decisión. Cuando ya estaban en lo alto en su
persecución, los detuvo un desfiladero en una zona difícil; los hoplitas se
volvieron y lanzaban jabalinas y dardos. Como cayeron dos o tres de ellos entre
los primeros y echaban a rodar piedras por la pendiente sobre los demás y
acosaban con mucho valor, los tebanos dieron la vuelta en la pendiente y
21murieron más de doscientos de los suyos. En consecuencia, los tebanos estaban
desanimados ese día pensando que no habían sufrido menores males que los que
habían causado; pero al día siguiente, cuando se enteraron de que los focidios
y todos los demás habían marchado a sus casas durante la noche, después de esta
noticia, naturalmente, estaban más contentos del resultado. Por el contrario,
después que Pausanias apareció con el ejército de Lacedemonia, otra vez
volvieron a pensar que estaban en gran peligro y se afirma que había en su
ejército gran silencio y abatimiento.
Retirada de los lacedemonios
Mas al otro día, como llegaron
los 22atenienses y formaron a su lado y Pausanias ni avanzaba ni iniciaba la
lucha, la moral de los tebanos era mucho mayor por ello. Pausanias convocando a
los polemarcos y penteconteres [55] estudiaba si dar batalla o
recoger bajo tregua el cadáver de Lisandro y de los que cayeron con él.
Consideraba Pausanias y los 23demás cargos lacedemonios que Lisandro estaba
muerto, que su ejército había retrocedido derrotado, que los corintios no los
acompañaban en absoluto y que los presentes no hacían la campaña con decisión;
consideraba asimismo que la caballería contraria era numerosa, pero la suya
escasa, y lo más importante, que los cadáveres yacían bajo la muralla de modo
que no les era fácil recogerlos ni aunque fueran superiores por impedírselo los
enemigos desde los torreones; por todo eso decidieron recoger los cadáveres
bajo tregua. Sin 24embargo, los tebanos dijeron que no devolverían los
cadáveres si no era con la condición de retirarse del territorio. Ellos lo
oyeron complacidos y después de recoger los cadáveres marcharon de Beocia. Una
vez hecho esto, los lacedemonios se retiraron desmoralizados y los tebanos
estaban muy insolentes e incluso si un soldado pisaba las tierras, lo echaban
al camino a golpes. Así terminó, pues, esta expedición de los lacedemonios.
Proceso contra Pausanias
25Pausanias fue condenado a
muerte al llegar a su patria. Era acusado también por llegar a Haliarto después
que Lisandro, habiéndose comprometido a presentarse el mismo día, y de decidir
recoger los cadáveres bajo tregua sin luchar y de soltar a los demócratas
atenienses después de haberlos cogido en el Pireo [56]; a esas
acusaciones se unía el no comparecer a juicio; se le condenó a muerte, huyó a
Tegea y murió allí de enfermedad [57]. Estos hechos, pues,
ocurrieron en Grecia.
[1] El regreso de los demócratas de
Trasibulo ocurrió en el otoño del 403 a. C. y la expedición de Ciro en la
primavera del 401, de modo que hay una laguna de año y medio. Sin embargo, al
final del libro II Jenofonte habla al menos de lo que ocurrió en Atenas aunque
sin concretar hechos. <<
[2] Véase I 5, 1-7; 6, 18; II 1,
7-15; 3, 8. <<
[3] En la Anábasis lleva el nombre de Pitágoras (I 4, 2). Según Hatzfeld,
Beloch supone que el personaje se llamaba Pythagóras
Samíou o Sámios Pythagórou. <<
[4] Pseudónimo de Jenofonte.
<<
[5] Las satrapías de Jonia y Lidia.
<<
[6] V. Anáb. VII 6, 1, y 8, 24. Se efectuó esta unión en febrero del 399
a. C. <<
[7] V. HERÓD., VI 65 y ss. <<
[8] Cf. también TUC, 1 128 para
Góngilo, y Anáb. VII 8, 8-22.
<<
[9] Cf. Ciropedia VII 1, 45. El rey Ciro había establecido allí soldados
egipcios. <<
[10] Para
intentar cortar la conducción subterránea que lleva el agua a la ciudad y cuya
localización exacta nadie conoce. <<
[11] El
héroe corintio Sísifo era el prototipo del hombre inteligente e ingenioso.
<<
[12] Lokhagós: capitán o jefe de una lókhos o sección del ejército. <<
[13] Región
entre el Bósforo y Heraclea del Ponto, poblada por tracios. <<
[14]
Véase III 1, 8. <<
[15]
Jenofonte mismo, que había llevado a Tibrón los soldados de Ciro. <<
[16] Cf.
HERÓD., VI 36 para esta misma región y PLUTARCO, Perieles 19. <<
[17] En
400 a. C. <<
[18] En
el año 420 a. C. Cf. TUC., V 47. <<
[19] Cf.
TUC., V 49-50. Fue en el certamen de Olimpia de 420 a. C. <<
[20] El
período iniciado en el 21 no se continúa con la esperada ilación sintáctica,
sino que hay un anacoluto. <<
[21] Se
trata de Pisatis, Trifilia y Acrorea, conquistadas por los eleos en los siglos
VI y V. <<
[22] Los
atenienses formaron parte de la liga del Peloponeso después de la derrota del
404. <<
[23] Debe
de haber aquí un error de Jenofonte, ya que Lepreón se había separado de Élide
antes de la paz de Nicias. Véase nota en Hatzfeld. <<
[24]
Frase proverbial, en el sentido de «contaba sus monedas por cubos». <<
[25] Diez
días según Heródoto. <<
[26]
Alcibiades, al parecer (PLUT., Alcib.
23; Ages. 3; Lys. 22; Paus. III 8, 7).
<<
[27]
Parece ser el mismo que en ARISTÓF., Cab.
1085, Avispas 580, Aves 988. <<
[28]
Agesilao era cojo. <<
[29] Son
los Dioscuros; los apotropaicos son
dioses indeterminados. <<
[30] Es
decir, la clase de los espartiatas. Una clase inferior era la de los periecos y
la última de los hilotas o esclavos. Cf. nota 37 de I. <<
[31] Se
trata probablemente de la apélla. El
consejo de ancianos o gerousía se
componía de 28 miembros mayores de 60 años, más los dos reyes. <<
[32] La
escítala consistía en un bastón al que se enrollaba en espiral una tira de
papiro con el mensaje secreto. Sólo quien disponía de otro bastón semejante y
lo ajustaba del mismo modo podía leerlo. <<
[33]
Había tres hipagrétoi que mandaban
los trescientos jinetes de la guardia real. JENOF., Rep. lac. 4, 3. <<
[34]
Estos espartiatas no iban como combatientes, sino como comisarios, diríamos,
del ejército. Cf. TUC., V 63; DIOD., XII 78. <<
[35] Son
gobiernos de 10 magistrados, como los Treinta de Atenas, impuestos por Lisandro
en las ciudades de la liga ático-délica después de la guerra del Peloponeso.
<<
[36] El Anónimo de Oxirrinco lo llama
Espitradastas. La afrenta consistió en que Farnabazo quiso tomar como concubina
una hija de Espitrídates. Cf. Ages.
III 3. <<
[37]
Caria perteneció a la satrapía de Sardes hasta la muerte de Tisafemes. <<
[38] Así
llama a la satrapía de Dascilio, de Farnabazo. <<
[39]
Aparece también en Anáb. VI 5, 7 con
las tropas de Farnabazo. <<
[40] Un
pletro = 30 ms. aproximadamente. <<
[41] Es
decir, de mal agüero. <<
[42] El
relato de estos hechos que preceden a la batalla y la batalla misma no
concuerdan con DIODORO, XIV 80, ni con el Anón,
de Oxyr. VI 4-6. Este último es más preciso y más verosímil en muchos
puntos. Cf. Hatzfeld en nota correspondiente. <<
[43] Falange: este término no es muy claro en
Jenofonte. No parece significar simplemente el ejército en orden de batalla,
sino la anchura en «línea» del ejército formado. <<
[44] Es
decir, el norte de Frigia. <<
[45] Es
la flota de Conón la que justifica esta reorganización. Jenofonte no la
menciona hasta IV 8. <<
[46]
Pasaje dudoso. <<
[47] Se
trata del botín que Lisandro cogió en Egospótamos y con el que dedicó un gran
monumento de victoria en Delfos, con treinta y ocho estatuas, entre ellas la de
Lisandro. Cf. PAUSANIAS, X 9, 7. Se conservan algunos restos y la inscripción
con el epigrama de dedicación de Lisandro, del poeta Ión de Samos. <<
[48]
Véase II 4, 30. <<
[49]
Véase III 4, 4. <<
[50]
Oficiales espartiatas que acompañaban a los jefes de cada contingente aliado
como consejeros militares. <<
[51] Cf.
2, 19. <<
[52]
Según PLUT., Lys. 15 era Eriantes, un
jefe de la flota. <<
[53] Cf.
II 4, 30. <<
[54] La
votación fue seguida de la firma de un tratado de alianza defensiva entre Atenas
y Tebas, conservado parcialmente (IG II2 I 114). <<
[55] Los
polemarcos mandaban una móra —600
hombres—; los pentecontéres la octava
parte de la móra —75 hombres—. Entre
éstos hay 2 lokhagof que no se
mencionan aquí y 16 enomótarkhoi.
<<
[56] Cf. II
4. 34 y ss. <<
[57] Se
habla de él aún en V 2, 3 y 6 (385 a. C.). Murió después del 381, pues en
este año dedicó un monumento en Delfos a su hijo, que murió de unas fiebres.
<<
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