lunes, 25 de diciembre de 2017

Jenofonte .- Las Helénicas libro II

II

 

El libro II refiere los hechos ocurridos entre los años 406 y 401 a. C. Los más sobresalientes son la derrota ateniense de Egospótamos, el bloqueo del Pireo, la rendición de Atenas, el gobierno de los Treinta, la muerte de Terámenes, la toma de File y del Pireo por Trasibulo, la caída de la oligarquía con la entrada en Atenas de los partidarios de la democracia (403).
Eteónico en Quíos
1Los soldados que estaban en Quíos con Eteónico se alimentaron durante el verano de los frutos de la estación y del suelo, trabajando en el país; mas cuando llegó el invierno, como no tenían alimentos y estaban sin ropa y calzado, empezaron a reunirse y se pusieron de acuerdo para atacar la ciudad de Quíos. Quienes veían bien esto decidieron llevar una astilla de caña para saber entre ellos cuántos 2eran. Cuando Eteónico se enteró del acuerdo, no sabía cómo tratar la cuestión por la cantidad de los que portaban la caña. Pues el atacarlos de una manera abierta parecía peligroso, por si se lanzaban a las armas y se apoderaban de la ciudad y convertidos en enemigos deterioraban la situación política general si dominaban; y a su vez el hacer perecer a muchos aliados parecía ser horrible, por si daban motivo de calumnia a los demás griegos, y los soldados se hacían reacios a la causa. Al fin tomó consigo a quince hombres provistos de 3puñales y empezó a pasearse por la ciudad; se encontró con cierto individuo enfermo de la vista que salía de la casa del médico con una caña y le dio muerte. Se 4produjo cierto alboroto y algunos preguntaban por qué se había matado a aquel hombre; Eteónico mandó anunciar que se había matado a aquel hombre porque tenía una caña. Por ese anuncio todos aquellos que tenían cañas las tiraban porque todo el que lo oía temía ser visto con ella.
Después de este suceso Eteónico convocó a los quio5tas y les instó a reunir dinero para que los marineros recibiesen su sueldo y no cambiasen la situación. Y ellos lo reunieron. Al mismo tiempo dio la señal de subir a las naves; visitó cada nave, una por una, y los animó y elogió mucho, como si no supiera nada de lo ocurrido, y distribuyó a cada uno el sueldo de un mes.
Lisandro al frente de la flota
Más tarde los quiotas y los demás 6aliados se reunieron en Éfeso y decidieron sobre la situación presente enviar a Lacedemonia embajadores para referir los hechos y reclamar a Lisandro al frente de las naves, pues era bien visto entre los aliados por la anterior navarquía, cuando venció en la batalla naval de Notio. Y fueron enviados embajadores 7y con ellos unos mensajeros de parte de Ciro para decir lo mismo. Los lacedemonios les concedieron a Lisandro como secretario y a Araco como navarco, pues no les permitía la ley que una misma persona mandara la flota dos veces, pero de hecho confiaron las naves a Lisandro  [habían pasado ya veinticinco años de la guerra [1]]. También en este año Ciro dio muerte a Auto8besaces y a Mitreo, que eran hijos de la hermana de Darío —la hija de Jerjes, el padre de Darío—, porque al venir a su encuentro no metieron sus manos en la kore, lo que se hace sólo ante el rey. (La kore es una prenda mayor que un guante; cuando se tiene la mano 9en ella, no se puede hacer nada). Por ello Hierámenes [2] y su mujer dijeron a Darío que era horrible dejar pasar la excesiva desmesura de Ciro. Y lo mandó llamar con el pretexto de que estaba enfermo enviándole unos mensajeros [3].
10Al año siguiente  [cuando era éforo Arquitas y Alexias arconte en Atenas] Lisandro llegó a Éfeso, mandó venir a Eteónico de Quíos con las naves, y reunió todas las demás que pudiera haber en otros sitios, las reparó 11y empezó a construir otras en Antandro. Luego vino a ver a Ciro y le pidió dinero. Éste le dijo que el del rey ya estaba gastado e incluso mucho más, mostrán12dole cuanto tenía cada navarco, pero se lo dio. Lisandro tomó el dinero, puso trierarcos al frente de las trirremes y abonó el sueldo adeudado a la tripulación. También los estrategos atenienses preparaban la flota en Samos.
13Ciro entonces llamó a Lisandro, pues llegó un mensajero en nombre de su padre diciendo que le llamaba porque estaba enfermo [4], cuando estaba en Tamneria de Media cerca de los cadusios, contra quienes hizo una 14expedición porque se habían separado. Al llegar Lisandro no le permitía luchar contra los atenienses a menos que tuviera muchas naves más, pues el rey y él mismo tenían mucho dinero, de modo que podían equipar muchas por este motivo. Le mostró todos los tributos de las ciudades que le pertenecían personalmente, y le dio el dinero sobrante. Le recordó también la amistad que tenía con el pueblo lacedemonio y con Lisandro particularmente, y luego marchó a ver a su padre.
Después que Ciro le dio todo el dinero de que dis15ponía y marchó a ver a su padre que estaba enfermo y le había llamado, Lisandro repartió el sueldo al ejército, y zarpó de Caria para el golfo Cerámico. Y atacó una ciudad aliada de los atenienses, por nombre Cedreas, y la tomó al segundo día del ataque a la fuerza y esclavizó a sus habitantes. Eran mezcla de helenos y bárbaros. Desde allí partió para Rodas. Los atenien16ses, teniendo Samos como base, devastaban el territorio del rey y hostigaban Quíos y Éfeso, y se preparaban para el combate. Y eligieron estrategos a Menandro, Tideo y Cefisódoto además de los que tenían ya. Li17sandro marchó desde Rodas, costeando la Jonia, al Helesponto para vigilar la salida de los barcos de comercio [5] y atacar las ciudades que se habían separado de ellos. También los atenienses partieron en dirección a Quíos por alta mar, pues Asia les era hostil. Lisandro 18desde Abido costeó Lámpsaco, que era aliada de los atenienses. Y los abidenos y otros pueblos les acompañaron por tierra. Los conducía el lacedemonio Tórax. Atacaron la ciudad y la tomaron a la fuerza y los sol19dados la saquearon. Era rica y estaba bien abastecida de vino, trigo y otros recursos. Mas Lisandro soltó a todas las personas libres.
Derrota ateniense en Egospótamos
Los atenienses, que seguían sus pa20sos anclaron en Eleunte del Quersoneso con ciento ochenta naves. Allí cuando ya estaban comiendo se les comunicó los sucesos de Lámpsaco y zarparon directamente para Sesto. Desde allí, inmedia21tamente después de avituallarse, marcharon para Egospótamos enfrente de Lámpsaco.
El Helesponto se extendía en esta zona unos quin22ce estadios. Allí por fin cenaron. Lisandro, a la noche siguiente, al rayar el alba, dio la señal de subir a las naves después de desayunar, tomó todas las disposiciones para un combate extendiendo incluso las protecciones [6] para flechas, advirtió que nadie se moviera 23de la fila ni se hiciera a la mar. Los atenienses, al salir el sol, formaron en línea delante del puerto para el combate. Pero como Lisandro no salió en contra y era 24ya muy tarde volvieron de nuevo a Egospótamos. Lisandro ordenó a las naves más rápidas seguir a los atenienses y cuando desembarcaran volver después de observar lo que hacía y comunicárselo. Y no los dejó desembarcar antes de que llegaran estas naves. Hizo esto durante cuatro días y los atenienses a su vez salían 25al mar a su encuentro. Alcibíades observó desde sus fortificaciones [7] que los atenienses estaban anclados en una playa, lejos de toda ciudad, que iban a buscar las provisiones a Sesto a quince estadios [8] de las naves; en cambio los enemigos estaban en un puerto y junto a una ciudad provistos de todo, y les dijo que no estaban anclados en buen sitio; al contrario, les aconsejaba cambiar este anclaje por el de Sesto, junto a un puerto y una ciudad, «estando allí, afirmó, lucharéis cuan26do queráis». Mas los estrategos, sobre todo Tideo y Menandro, le mandaron marcharse, pues ellos eran 27ahora los estrategos y no él. Y éste marchó. Pero Lisandro, al quinto día de la llegada de los atenienses, dijo a los que los seguían por orden suya que cuando los vieran ya desembarcados y dispersos por el Quersoneso —lo que precisamente hacían cada día mucho más, porque compraban lejos los alimentos y no se preocupaban ya de Lisandro porque no se enfrentaba— al volver del otro lado hacia él que levantaran un escudo hacia la mitad del recorrido. Ellos lo hicieron como ordenó. Lisandro inmediatamente dio la señal de 28partir a la máxima velocidad; le acompañaba también Tórax con el ejército de tierra. Conón, al ver el ataque, dio la señal de acudir a las naves a la carrera. Pero como sus hombres andaban dispersos, unas naves estaban sólo con dos bancos de remeros, otras con uno solo y otras completamente vacías. La de Conón y otras siete equipadas que le acompañaban se hicieron a la mar juntas y también la Páralos [9], Lisandro apresó en la costa a todas las demás. Cogió en tierra a la mayoría de los tripulantes; algunos huyeron a pequeñas fortificaciones. Conón, cuando huía con las nueve naves, des29pués que se dio cuenta de que la situación de los atenienses estaba perdida, se detuvo en Abárnide, el promontorio de Lámpsaco, y allí se apoderó de las grandes velas de las naves de Lisandro y él partió con ocho naves para Chipre a ver a Evágoras, y la Páralos a Atenas para comunicar lo sucedido. Lisandro llevó a 30Lámpsaco las naves, los prisioneros y todo lo demás. Apresó entre otros estrategos a Filocles y Adimanto. El día que concluyó esta operación, envió a Teopompo, el corsario milesio, a Lacedemonia para comunicar lo sucedido. Éste llegó al tercer día y lo comunicó. Luego 31Lisandro reunió a los aliados y pidió que deliberaran sobre los prisioneros. Allí entonces se presentaron muchas acusaciones contra los atenienses; a saber, lo que ya habían hecho en contra de las leyes y lo que habían votado hacer, si vencían en la batalla: cortar la mano derecha de todos los prisioneros; también que apresaron dos trirremes, una corintia y otra andria y arrojaron por la borda a todos sus hombres, y Filocles era el estratego ateniense que hizo perecer a éstos. Le acu32saban de muchas más cosas y se decidió condenar a muerte a todos los prisioneros atenienses, excepto a Adimanto, porque sólo él censuró en la asamblea el decreto de cortar las manos; además fue acusado por algunos de intentar entregar las naves. Lisandro, después de preguntar primero a Filocles  [el que arrojó a los andrios y corintios] qué merecía sufrir por haber comenzado a violar las leyes establecidas para los griegos, lo decapitó.
Lisandro en el Bósforo
2Después de arreglar los asuntos de Lámpsaco, partió para Bizancio y Calcedón. Allí lo recibieron despidiendo antes a las guarniciones atenienses bajo tregua. Los que entregaron Bizancio a Alcibíades [10] huyeron entonces al Ponto, más tarde a 2Atenas y se hicieron ciudadanos atenienses. Lisandro enviaba a Atenas las guarniciones atenienses y a cualquier ateniense que veía donde fuera, y daba salvoconductos únicamente a los que partían por mar para allá y no a otro lado, pues sabía bien que cuantos más se reunieran en la capital y en el Pireo más pronto vendría la falta de víveres. Dejó en Bizancio y Calcedón al harmoste laconio Estenelao y él volvió a Lámpsaco y empezó a reparar las naves.
Consternación de Atenas
3En Atenas se anunció de noche la desgracia, cuando llegó la Páralos, y un gemido se extendió desde el Pireo a la capital a través de los Muros Largos, al comunicarlo unos a otros, de modo que nadie se acostó aquella noche, pues no lloraban sólo a los desaparecidos, sino mucho más aún por sí mismos, pensando que iban a sufrir lo que ellos hicieron a los melios, que eran colonos de los lacedemonios, cuando los vencieron en el asedio y a los histieos, a los escioneos, a los toroneos, a los eginetas y a muchos helenos más [11]. Al día siguiente tuvieron una asam4blea en la que se decidió cerrar los puertos, salvo uno, reparar las murallas, poner en ellas centinelas y todo lo demás para preparar la ciudad para el asedio.
Preparativos para el bloqueo
Y éstos se ocupaban de ello. Lisan5dro desde el Helesponto llegó a Lesbos con doscientas naves y se atrajo a Mitilene y las demás ciudades de la isla. Envió a Eteónico con diez trirremes a las regiones de Tracia, el cual pasó a todas las de allí a los lacedemonios. También el resto de la Hélade se 6había separado de los atenienses inmediatamente después de la batalla naval salvo los samios. Éstos degollaron a los ilustres [12] y dominaban la ciudad. Luego 7Lisandro envió un despacho a Agis, a Decelia, y a Lacedemonia comunicando que estaba en camino con doscientas naves. Los lacedemonios salieron en masa y el resto de los peloponesios, salvo los argivos, después que dio la orden Pausanias el otro rey lacedemonio. Des8pués que se reunieron todos, tomó el mando y acampó junto a la ciudad, en la Academia  [el nombre de un gimnasio]. Lisandro, cuando llegó a Egina, devol9vió la ciudad a los eginetas, después de reunir el mayor número de ellos que pudo, lo mismo que a los melios y a otros que estaban privados de sus ciudades. Luego, después de saquear Salamina, ancló cerca del Pireo con ciento cincuenta naves e impedía la entrada a los barcos de carga.
Negociaciones y rendición de Atenas
10Los atenienses sitiados por tierra y por mar no sabían qué hacer, pues no tenían naves, aliados ni alimentos; pensaban que no había salvación ninguna, salvo sufrir lo que ellos hicieron, no por vengarse, pues habían maltratado a hombres de pequeñas ciudades por insolencia y no por otra causa 11más que porque eran aliados de los lacedemonios. Por estos motivos devolvieron los derechos políticos a los privados de ellos, y resistían sin iniciar conversaciones sobre la reconciliación aunque muchos morían de hambre en la ciudad. Pero cuando el trigo faltó totalmente, enviaron embajadores a Agis declarando que querían ser aliados de los lacedemonios si conservaban las murallas y el Pireo, y concluir un tratado con estas con12diciones. Éste los mandó ir a Lacedemonia, pues él no tenía poderes. Cuando los embajadores comunicaron esto a los atenienses, los despacharon a Lacedemonia. 13Cuando estaban en Selasia cerca de Laconia y los éforos se informaron por ellos de lo que proponían, que era lo mismo que propusieron a Agis, les mandaron marchar desde allí mismo y volver después de tomar una decisión mejor si verdaderamente pedían la paz. 14Después que llegaron los embajadores a su patria y lo anunciaron a la ciudad, el desánimo se apoderó de todos, pues creían que serían esclavizados y que muchos perecerían de hambre mientras enviaban otros embaja15dores. Sobre el derribo de las murallas nadie quería presentar una moción, pues Arquéstrato, que había dicho en el consejo que era mejor hacer la paz con los lacedemonios en los términos que proponían, fue detenido —proponía derribar los Muros Largos en diez estadios de cada lado— y salió un decreto que no per16mitía presentar mociones sobre ellos. Cuando así estaban las cosas, Terámenes dijo en la asamblea que, si querían enviarle ante Lisandro, volvería sabiendo bien si los lacedemonios persistían en la cuestión de los muros porque querían esclavizar la ciudad o por motivos de lealtad. Fue enviado y pasó más de tres meses con Lisandro, acechando el momento en que los atenienses iban a aprobar lo que se propusiera por carecer de trigo por completo. Después que regresó, al cuarto mes, 17notificó a la asamblea que Lisandro le había retenido hasta este momento y luego le mandó ir a Lacedemonia, pues no tenía él poderes sobre las cuestiones que le preguntaban, sino los éforos. Luego fue elegido embajador con otros diez con plenos poderes ante Lacedemonia. Pero Lisandro envió a Aristóteles, un ateniense 18desterrado, con algunos lacedemonios a los éforos para comunicarles que había contestado a Terámenes que únicamente ellos tenían plenos poderes sobre la paz y la guerra. Terámenes y los demás embajadores, cuando 19estuvieron en Selasia, fueron interrogados acerca de las propuestas con que venían y dijeron que con plenos poderes para tratar de la paz, y luego los éforos los mandaron llamar. Cuando llegaron, reunieron la asamblea, en la que los corintios y los tebanos sobre todo y muchos helenos más proponían no pactar con los atenienses, sino arrasarlos. Pero los lacedemonios se nega20ron a esclavizar una ciudad helena que había hecho gran bien en los mayores peligros ocurridos a la Hélade, mas harían la paz con tal que derribasen los Muros Largos y el Pireo, entregasen las naves excepto doce, admitiesen a los desterrados y tuvieran los mismos amigos y enemigos y, en consecuencia, siguieran a los lacedemonios por tierra y por mar adonde los llevasen. Terámenes y sus acompañantes llevaron estas pro21posiciones a Atenas. Un gentío numerosísimo los rodeó al entrar, pues temían que volvieran sin conseguir nada; en efecto, no podían aguantar ya más por la multitud de los que perecían de hambre. Al día siguiente los emba22jadores comunicaron en qué condiciones los lacedemonios harían la paz; Terámenes habló por ellos y dijo que era necesario obedecer a los lacedemonios y derribar los muros. Se opusieron algunos, pero muchos más con23vinieron y se aprobó aceptar la paz [13]. Después de esto Lisandro entró en el Pireo y regresaron los desterrados y derribaron los muros al son de las flautas con gran celo, pues creían que aquel día comenzaba la libertad 24para la Hélade.  [Y terminaba el año a mediados del cual el siracusano Dionisio, hijo de Hermócrates, se convirtió en tirano. Antes habían sido derrotados los cartagineses por los siracusanos, aunque tomaron por hambre Acragante, después de abandonar la ciudad los helenos y siciliotas].
Elección de los Treinta
3Al año siguiente  [que hubo olimpiada, en la que venció en el estadio el tesalio Crocinas, era éforo en Esparta Endio, Pitodoro arconte en Atenas, cuyo nombre los atenienses no mencionan porque fue elegido durante la oligarquía, y lo llaman el año sin arconte. Ocurrió esta oligarquía de la 2siguiente manera]: el pueblo decidió elegir a treinta personas que compilaran las leyes tradicionales conforme a las cuales se gobernarían. Y fueron elegidos los siguientes: Polícares, Critias, Melobio, Hipóloco, Euclides, Hierón, Mnesíloco, Cremón, Terámenes, Aresias, Diocles, Fedrias, Queréleo, Anecio, Pisón, Sófocles, Eratóstenes, Caricles, Onomacles, Teognis, Esquines, Teógenes, Cleómedes, Erasístrato, Fidón, Dracóntides, Éumates, Aristóteles, Hipómaco, Mnesitides.
Toma de Samos y regreso de Lisandro
Hecho esto] [14] Lisandro partió para 3Samos y Agis retiró al ejército de tierra de Decelia y licenció a cada uno por ciudades.
Por esta fecha, durante un eclipse 4de sol [15], Licofrón de Feras intentó mandar sobre Tesalia entera, venció en una batalla a los tesalios que se le oponían, lariseos y otros, y dio muerte a muchos.
 [En la misma época también Dionisio, el tirano de 5Siracusa, perdió Gela y Camarina, derrotado por los cartagineses. Y poco después los leontinos, que estaban unidos a Siracusa, se separaron de Dionisio y de los siracusanos y volvieron a ser independientes. Inmediatamente la clase de los caballeros siracusanos fueron desterrados a Catania] [16].
Los samios estaban sitiados por todas partes por Li6sandro; al principio no querían pactar, pero cuando Lisandro se disponía a atacarlos pactaron marchar cada hombre libre con un solo manto y entregar el resto; y en estas condiciones salieron. Lisandro entregó la ciu7dad y cuanto había dentro a los antiguos ciudadanos [17], estableció diez arcontes para guardarla y despidió luego la flota aliada por ciudades. Con las naves laconias 8volvió a Lacedemonia, y se llevó los espolones de las naves capturadas, las trirremes del Pireo salvo doce, coronas que recibió de las ciudades como regalos personales, cuatrocientos setenta talentos de plata que sobraron de los tributos que le asignó Ciro para la guerra y todo lo que pudo conseguir en la misma. Entregó 9todo esto a los lacedemonios al terminar el verano [18]  [en el que concluyó la guerra a los veintiocho años y seis meses [19] durante los cuales se pueden enumerar los siguientes éforos: primero Enesias, bajo cuyo mandato comenzó la guerra, en el año décimo quinto de la paz de treinta años [20] después de la toma de Eubea; después 10de éste los siguientes: Brásidas, Isanor, Sostrátidas, Exarco, Agesístrato, Augénidas, Onomacles, Zeuxipo, Pitias, Plístolas, Clinómaco, Ilarco, León, Quérilas, Patesiadas, Cleóstenes, Licario, Epérato, Onomantio, Alexípidas, Misgolaidas, Isias, Áraco, Evarquipo, Pantacles, Pitias, Arquitas y Endio, en cuyo mandato Lisandro volvió a su patria después de realizar lo que se ha descrito.]
Actuación del gobierno de los Treinta
11Los Treinta fueron elegidos tan pronto como se destruyeron los Muros Largos y los del Pireo; pero elegidos para redactar leyes con las que pudieran gobernarse, aplazaban continuamente el redactarlas y promulgarlas, y dispusieron el Consejo 12y las demás Magistraturas como les parecía. A continuación, en primer lugar a los que todos sabían que vivían en la democracia del oficio de sicofantes [21] y eran molestos a los aristócratas [22], los detuvieron y los acusaban con la pena de muerte. Y el consejo con gusto los condenó y los demás que tenían conciencia de no 13ser de tal clase no se preocuparon en absoluto. Pero después comenzaron a tratar cómo podrían servirse de la ciudad a su voluntad y para ello primero enviaron a Lacedemonia a Esquines y Aristóteles y persuadieron a Lisandro a que enviase una guarnición para ayudarles hasta que restablecieran el régimen político desembarazándose de los malos ciudadanos. Y ellos se comprometieron a mantenerla. Persuadido éste les consiguió 14que se enviase una guarnición con el harmoste Calibio. Ellos, cuando tuvieron la guarnición, empezaron a halagar a Calibio de todos los modos posibles para que aprobara todo lo que hacían y, como éste les enviaba a los soldados de la guarnición que querían, detenían con ellos no sólo a los malos ciudadanos y a los humildes, sino incluso a quienes creían que no soportaban que se les dejase marginados, y que si intentaban hacer algo por su parte, se atraerían el mayor número de simpatizantes.
Oposición de Terámenes
En los primeros tiempos Critias [23] 15era de la misma opinión y amigo de Terámenes, pero después él se inclinó a dar muerte a muchos porque había sido desterrado por el partido democrático, y Terámenes se oponía alegando que no estaba bien condenar a muerte a uno porque era honrado por el pueblo, pero que no había hecho ningún daño a las personas de bien, «puesto que incluso tú y yo, afirmaba, dijimos e hicimos muchas cosas por agradar a la ciudad». El (pues aún trataba familiarmente a Terá16menes) le replicaba que no podía ceder ante los que deseaban tener más, de modo que no impidiese quitar de en medio a los más capaces: «Pero si crees, porque somos treinta y no uno solo, que se ha de utilizar menos en cierto modo este poder como tiranía, eres un inge17nuo». Y como morían muchos injustamente y se veía reunirse a muchos y no sabían en qué pararía el régimen, de nuevo Terámenes alegaba que sería imposible mantener el régimen oligárquico a menos que se tomase un número suficiente de participantes en los asuntos 18políticos. Por esto Critias y el resto de los Treinta, llenos ya de temor, sobre todo de que los ciudadanos acudieran a Terámenes, formaron una lista de unos 19tres mil para participar en los asuntos [24] políticos. Terámenes, por su parte, alegaba respecto a este asunto que le parecía ridículo, primero porque querían hacer partícipes a los mejores ciudadanos, tres mil, como si este número tuviese necesariamente por lógica que ser el de los perfectos y no fuera posible encontrar personas competentes fuera de esos y depravados dentro de ellos. «Después, dijo, veo yo que estamos haciendo dos cosas muy contradictorias, preparándonos un gobierno 20fuerte y a la vez inferior a los gobernados». Estas ideas exponía Terámenes [25]. Y los Treinta pasaron revista de los tres mil en el ágora, y a los de fuera del catálogo en diversos lugares; luego ordenaron sobre las armas; mientras aquéllos se habían ido enviaron a unos guardias y ciudadanos de su partido y retiraron las armas de todos excepto de los tres mil, las llevaron 21a la acrópolis y las amontonaron en el templo [26]. Hecho esto, con la idea de que ya podían hacer lo que quisieran, dieron muerte a muchos por enemistad, a muchos por sus riquezas. Decidieron igualmente, para poder pagar a la guarnición, que cada uno detuviera a un meteco, darle muerte y confiscar sus bienes. Ordenaban 22a Terámenes detener a uno cualquiera. Él respondió: «Mas no me parece justo que nosotros, que nos proclamamos los mejores, hagamos mayores injusticias que los sicofantes. Pues aquéllos dejaban vivir a quienes quitaban sus bienes y ¿nosotros los mataremos sin cometer injusticia alguna para apoderarnos de sus bienes? ¿Cómo estas acciones no van a ser totalmente más injustas que aquéllas?».
Critias le acusa ante el Consejo
Ellos, considerando que Terámenes 23era un obstáculo para hacer lo que deseaban, empezaron a conspirar contra él y privadamente le difamaban ante los del consejo, uno por uno, con que socavaba el régimen. Mandaron a unos jovenzuelos que les parecían muy osados presentarse con puñales bajo el brazo y convocaron el consejo. Cuando 24Terámenes estuvo presente se levantó Critias y habló así:
Consejeros, si alguno de vosotros considera que mueren más de lo que sería conveniente, reflexione que donde hay cambios de régimen en todas partes ocurre eso; y que aquí es forzoso que haya numerosísimos enemigos de los que cambiaron a la oligarquía por ser la ciudad helénica más poblada y por haberse mantenido el régimen democrático en libertad durante el mayor tiempo. Pero nosotros, conociendo que la demo25cracia es un régimen hostil a hombres como nosotros y vosotros, conociendo que el régimen democrático nunca sería grato a los lacedemonios que nos salvaron, aunque los mejores siempre les permanecerían fieles, por ello, de acuerdo con los lacedemonios, establecimos este régimen. Y si vemos a alguno opuesto a la 26oligarquía, en cuanto podemos le quitamos de en medio; y mucho más aún nos parece justo que sea castigado si uno de nosotros mismos ataca a este régimen. 27Ahora, por cierto, vemos a Terámenes, aquí presente, tratando de perdernos a nosotros y a vosotros por los medios que puede. Para ver que esto es verdad encontraréis, si reflexionáis, que nadie desprecia más la situación presente ni se opone más que Terámenes cuando queremos quitar de en medio a algún jefe del partido popular. Y, si desde un principio hubiera pensado así, sería un enemigo, pero no sería considerado con 28toda justicia un cobarde. Mas ahora él, que fue el primero en conseguir la confianza y amistad de los lacedemonios, y también en el derrocamiento del régimen democrático y sobre todo nos lanzó a nosotros a imponer penas a los primeros acusados ante vosotros, y ahora que vosotros y nosotros hemos llegado a ser enemigos declarados del pueblo, ya no le agrada lo que ocurre, para él ponerse a salvo y nosotros sufrir cas29tigo por nuestros actos. En resumen, que le conviene sufrir castigo no sólo como enemigo, sino también como traidor vuestro y nuestro. Pues la traición es tanto más peligrosa que la guerra cuanto más difícil es guardarse de lo invisible que de lo visible, y tanto más odiosa cuanto que los hombres hacen pactos con los enemigos y a su vez se prometen lealtad, pero a quienes cogen en traición, con ese nunca nadie hace pactos ni da ga30rantías para el futuro. Y para que veáis que éste no hace nada nuevo, sino que es traidor por naturaleza, os recordaré lo hecho por él. Bien, éste, honrado por el pueblo desde un comienzo a causa de su padre Hagnón [27], se volvió muy propenso a cambiar la democracia por los Cuatrocientos y fue el primero entre ellos [28]. Mas, cuando vio que Se había constituido un partido contrario a la oligarquía, de nuevo se convirtió en el primer guía del pueblo contra ellos. De aquí, sin duda,  [pues] es apodado «coturno».  [Pues el coturno parece 31adaptarse bien a ambos pies, válido para ambos [29]], Mas es necesario, Terámenes, que un varón digno de la vida no sea hábil para llevar adelante a los que están con él a la acción, y si algo se resiste, cambie al punto de bando; sino afanarse como en una nave, hasta que se pongan al viento favorable. Pues, de lo contrario, ¿cómo podrían llegar alguna vez a donde deben, si cuando algo sale al paso, inmediatamente se ponen a navegar con rumbo contrario? Y, por supuesto, los cambios de ré32gimen son portadores de muertes, pero tú por tu versatilidad eres culpable de que muchísimos del partido oligárquico hayan perecido víctimas del partido democrático, muchísimos de la democracia víctimas de los mejores. Éste es ciertamente quien, designado por los estrategos para recoger los náufragos atenienses en la batalla naval cerca de Lesbos, no habiéndolos recogido él personalmente, sino acusándolos, dio muerte a los estrategos para poder salvarse él. Pero verdaderamente 33cualquiera que muestra siempre preocuparse por tener más sin hacer caso de la moral ni de los amigos, ¿cómo se va jamás a perdonarle la vida? ¿Cómo no nos vamos a guardar sabiendo sus cambios, de modo que no nos pueda hacer lo mismo?
Nosotros, pues, os entregamos a éste como conspirador y traidor nuestro y vuestro. Como prueba de que a nuestro juicio hacemos cosas razonables, considerad lo siguiente. Bien, la constitución de los lacedemonios 34parece sin duda ser la mejor, y si allí intentara un éforo en lugar de obedecer a la mayoría censurar a la autoridad y oponerse a sus actos, ¿no creéis que él sería juzgado digno de la máxima pena por los propios éforos y todo el resto de la ciudad? También vosotros, en consecuencia, si sois razonables, no perdonaréis la vida a éste sino a vosotros mismos, porque si éste se salva, hará coger ánimos a muchos de los que se os oponen, pero si perece, cortará de raíz las esperanzas de todos, los de la ciudad y los de fuera.
Defensa de Terámenes
35Dicho esto se sentó. Y Terámenes se levantó y dijo: «Bien, primero voy a recordar, varones, lo último que dijo contra mi. Declara que yo acusando a los estrategos les di muerte. Pero yo no comencé a hablar contra ellos realmente, sino que ellos declararon que no había recogido a los infortunados en la batalla naval cerca de Lesbos, si bien me fue ordenado por ellos mismos; y yo me defendí alegando que por la tempestad no era posible navegar ni mucho menos recoger a los hombres, y la ciudad admitió que yo alegaba cosas razonables y aquéllos daban la impresión de acusarse a sí mismos; ya que después de declarar que era imposible salvar a los hombres, partie36ron dejándolos perecer. Sin embargo, no me sorprende que Critias haya entendido mal, pues cuando ocurría esto, casualmente no estaba presente, sino que organizaba la democracia en Tesalia al lado de Prometeo y 37armaba a los penestes [30] contra sus amos. ¡Por cierto que nada de lo que éste hizo allí ocurría aquí! Sin embargo, en lo siguiente, al menos, estoy de acuerdo con él: Si alguien quiere que acabe vuestro poder y hace fuertes a los que conspiran contra vosotros, es justo que obtenga la máxima pena. ¿Quién es, sin embargo, el que está haciendo esto? Creo que vosotros lo podéis juzgar muy bien si consideráis lo que ha hecho y lo que hace ahora cada uno de nosotros. En efecto, mientras 38vosotros os limitabais al cargo de consejeros y a ser designados magistrados y procesar a los sicofantes declarados, todos éramos de la misma opinión, pero cuando ésos empezaron a arrestar a hombres de bien, desde este momento también yo empecé a ser de opinión contraria. Pues sabía que muriendo el salaminio León, va39rón de prestigio auténtico y reconocido y que no había cometido la más mínima injusticia, los iguales a él sentirían miedo y sintiendo miedo serían contrarios a este régimen; asimismo reconocía que arrestado Nicérato, hijo de Nicias [31], hombre rico y que nunca hizo nada, igual que su padre, por el partido democrático, los iguales a él nos serían hostiles. Asimismo cuando Anti40fonte fue condenado a muerte por nosotros, ya que había proporcionado dos trirremes rápidas durante la guerra, conocía bien que los celosos del Estado todos desconfiarían de nosotros. Protesté asimismo cuando declararon que cada uno de nosotros debía detener a un meteco, pues era evidente que si perecían éstos, todos los metecos serían enemigos del régimen. Protesté 41asimismo cuando se quitaron las armas al pueblo, pues no creía que fuera preciso debilitar la ciudad, ni veía que los lacedemonios al querer salvarnos fuera por lo siguiente: que siendo pocos no pudiéramos serles útiles en nada, ya que habrían podido, si lo hubieran precisado, no dejar a nadie, oprimiendo un poco más de tiempo con el hambre. Ni el pagar a la guarnición me agra42dó, cuando se podía atraer a tantos ciudadanos propios hasta que llegáramos a dominar con facilidad los gobernantes a los gobernados. Y realmente cuando vi en la ciudad a muchos contrarios a este gobierno, a muchos que eran desterrados, no aprobaba asimismo que Trasibulo, Anito [32] y Alcibíades fueran desterrados; pues de este modo la oposición sería fuerte, si añadían al partido de la mayoría jefes prestigiosos y si se mostraba 43a los que querían ser jefes muchos partidarios. Bien, quien advierte eso públicamente ¿sería considerado con justicia leal o traidor? Cridas, quienes impiden que los enemigos se multipliquen y quienes enseñan a adquirir muchos aliados ésos no fortalecen a los enemigos, sino mucho más quienes se apoderan injustamente de riquezas y condenan a muerte a los que no han cometido ninguna injusticia, ésos son quienes multiplican a los contrarios y traicionan no sólo a los amigos, mas incluso a sí mismos a causa de una ganancia reprobable. 44Y si no es posible reconocer de otra manera que digo la verdad, examinad de la siguiente: ¿Creéis que Trasibulo, Anito y los demás desterrados preferirían que ocurriese aquí lo que digo yo o lo que ésos hacen? Por supuesto, yo creo ahora que ellos piensan que todo está repleto de aliados; pero si lo mejor de la ciudad nos fuera favorable reconocerían ser difícil incluso el pisar 45cualquier punto del territorio [33]. Por otra parte, sobre lo que dijo, que yo soy capaz de cambiar en cualquier ocasión, considerad esto: efectivamente el gobierno de los Cuatrocientos lo votó el mismo partido democrático, informado de que los lacedemonios darían más fe a 46cualquier gobierno antes que a la democracia [34]. Pero cuando aquéllos no aflojaron nada y el grupo de estrategos de Aristóteles, Melantio y Aristarco fueron descubiertos cuando construían un parapeto en el dique [35], por el que querían recibir a los enemigos y someter la ciudad a sí mismos y a su grupo, si yo al advertirlo lo impedí, ¿es esto ser un traidor de los amigos? Me apli47ca también el nombre de coturno en la idea de que intento adaptarme a ambos partidos; pero a cualquiera que no agrada a ninguno de los dos, a éste, dioses, ¿qué debe llamársele? Pues tú en la democracia eras considerado el más odiado de todos los del régimen democrático y en la aristocracia has llegado a ser el que de todos tiene más odio a los hombres de bien. Pero yo, 48Critias, siempre combato a aquellos que no creen que haya una democracia auténtica si los esclavos y los que están dispuestos a vender la ciudad por una dracma no participan del poder; y a su vez siempre soy adversario de estos que no creen que se implante una oligarquía auténtica antes de disponer que la ciudad sea tiranizada por unos pocos. Sin embargo, el administrar el poder con los que pueden defenderlo con caballos y escudos reconocía con anterioridad que era lo mejor, y ahora no cambio. Con todo, si puedes decir un ejemplo 49de que yo intenté privar del gobierno a los hombres de bien tanto con un régimen democrático como uno tiránico, dilo; en efecto, si soy convicto de hacer eso ahora o de haberlo hecho antes alguna vez, confieso que moriría con justicia después de sufrir los últimos suplicios».
Arresto y condena de Terámenes
Cuando terminó de decir este dis50curso y el consejo se manifestó favorable apoyándole con gritos, se dio cuenta Critias de que si encargaba al Consejo votar sobre él, se le escaparía, y estimando que no se podía soportar este resultado, salió después de acercarse y hablar un momento con los Treinta, y ordenó a los que tenían les puñales colocarse bien a la vista del Consejo junto a la valla [36]. Luego 51volvió a entrar y dijo: «Yo considero, oh Consejo, que es función del presidente que es como debe ser, al ver a los amigos engañados, no consentirlo. Y yo, pues, lo haré, ya que también éstos que están de pie [37] dicen que no nos lo consentirán, si soltamos a un hombre que daña públicamente la oligarquía. Está en las nuevas leyes que ninguno de los tres mil sea condenado a muerte sin vuestro voto, pero a los que no están en catálogo los Treinta tienen plenos poderes para darles muerte. Yo, pues —dijo— borro a este Terámenes del catálogo con el consentimiento de todos nosotros. Y a éste —a52ñadió—, nosotros lo ejecutamos.» Cuando Terámenes lo oyó, saltó sobre el altar de Hestia y dijo: «Consejeros, yo pido ante todo lo más legal —dijo—, que Critias no tenga poder de borrar ni a mí ni a cualquiera de vosotros, mas la misma ley que ellos redactaron sobre los del catálogo, según ella seamos juzgados vosotros y yo. 53Dioses, no ignoro esto, que de nada me servirá este altar —dijo—, mas quiero mostrar que ellos no sólo son los más injustos entre los hombres, sino también los más impíos ante los dioses. Sin embargo, me sorprende de vosotros, hombres de bien —dijo—, si no os defendéis a vosotros mismos, pues conocéis que mi nombre no es nada más fácil de borrar que el de cada uno de vosotros».
54Después de esto el heraldo de los Treinta dio la orden a los Once de prender a Terámenes. Aquéllos entraron con los ayudantes, guiados por Sátiro, el más audaz y sin escrúpulos, y dijo Critias: «Os entregamos a Terámenes —afirmó— a éste, condenado según la ley. Vosotros detenedle y llevadle a donde es preciso y ejecu55tad lo demás». Cuando dijo esto, Sátiro lo arrancó del altar, lo arrancaron también los ayudantes. Terámenes, como se puede esperar, llamaba a dioses y hombres para que viesen lo que ocurría. Pero el Consejo permanecía quieto al ver a los de la valla de la misma calaña que Sátiro y la parte delante del lugar del Consejo llena de guardias y no ignorar que estaban allí con puñales. Ellos lo llevaron a través del ágora mostrando 56con sus grandes gritos lo mucho que sufría. Se dice de él esta frase: como le dijo Sátiro que se lamentaría si no callaba, preguntó: «Pero si callo, ¿me lamentaré?». Y después que obligado a morir bebió la cicuta, afirmaban que había dicho derramando el resto como si jugara al cótabo [38]: «Esto para el bello Critias».
No ignoro que estos dichos no son dignos de mención, pero considero que aquello es admirable en este hombre, el que ante la inminencia de la muerte no perdió la cordura ni el humor de su espíritu.
Los desterrados toman File
Terámenes, pues, así murió. Los4Treinta, pensando que ya podían gobernar sin miedo como tiranos, advirtieron a los que no estaban en el catálogo que no entraran en la ciudad; con todo los sacaban de sus fincas para apoderarse ellos y sus amigos de sus tierras. Y huyeron al Pireo y, como detuvieron incluso allí a muchos, llenaron Mégara y Tebas de fugitivos. Después de esto Trasibulo [39] se lanzó desde 2Tebas con unos setenta hombres y toma File [40], un lugar fortificado. Los Treinta acudieron desde la ciudad con los tres mil y con las caballerías en un día muy bueno. Cuando llegaron, algunos jóvenes envalentonados atacaron inmediatamente el sitio y no consiguieron nada, mas se retiraron heridos. Los Treinta querían sepa3rarlos con un muro para poder rendirlos cortando las entradas de víveres, pero durante la noche y el día siguiente se les echó encima una fuerte nevada. Impedidos por la nieve regresaron a la ciudad perdiendo numerosísimos portadores de bagajes por los ataques de 4los de File. Como se dieron cuenta de que aquéllos podrían vivir del saqueo de los campos, si no había una guardia, enviaron por distintos puntos hasta la frontera, como unos quince estadios desde File, a la guarnición laconia salvo unos pocos y a dos escuadrones de caballería. Éstos acamparon en un lugar espeso y monta5ban guardia. Pero Trasibulo, una vez reunidos en File unos setecientos, bajó de noche con ellos y dejando sus armas a unos tres o cuatro estadios de los hombres de 6la guarnición permaneció quieto. Mas cuando se hacía de día y ya se estaba levantando cada uno a su quehacer sin las armas y los palafreneros hacían ruido al almohazar los caballos, en ese momento, el grupo de Trasibulo tomó de nuevo sus armas y atacó a la carrera. Abatieron a algunos, pusieron a todos en fuga y los persiguieron durante seis o siete estadios y mataron a más de ciento veinte hoplitas, y de los jinetes a Nicóstrato, apodado el bello, y a otros dos sorprendidos 7aún en sus lechos. Retrocedieron de nuevo y erigieron un trofeo, recogieron las armas y el botín que tomaron y regresaron a File. La caballería acudió desde la capital, pero no vio ya a ningún enemigo, aguardaron a que los familiares recogieran los cadáveres y volvie8ron a la ciudad. Después de esto los Treinta ya no consideraban segura la situación para sí y decidieron apoderarse de Eleusis de modo que les sirviese de refugio, si era necesario. Después de dar las órdenes pertinentes a la caballería vinieron a Eleusis Critias y el resto de los Treinta. Pasaron revista… [41], declarando que querían saber cuántos eran y qué guarnición necesitaban como suplemento y ordenaron inscribirse a todos. Cada uno que se iba inscribiendo debía salir por una portezuela que daba al mar. Colocaron a los de caballería sobre la costa a los dos lados y a cada uno que iba saliendo los ayudantes lo esperaban. Cuando todos estuvieron apresados, ordenaron a Lisímaco, jefe de la caballería, conducirlos a Atenas y entregarlos a los once. Al día siguiente llamaron al Odeón a los ho9plitas del catálogo y al resto de la caballería. Critias se levantó y dijo: «Amigos, nosotros establecimos este régimen no menos para vosotros que para nosotros mismos. Vosotros debéis, pues, así como participáis de los honores, participar también de los peligros. En consecuencia, se debe condenar con el voto a los eleusinios arrestados, de modo que estéis contentos o temáis por lo mismo que nosotros». Señaló un sitio y ordenó depositar en él públicamente el voto. La guarnición laconia 10estaba armada en medio del Odeón. Además eso agradaba a unos ciudadanos que sólo se preocupaban por poseer más.
Trasibulo en el Pireo
Después de esto Trasibulo con los reunidos en File, unos mil ya, llegó de noche al Pireo. Los Treinta, cuando se enteraron, inmediatamente acudieron con los laconios y con los caballeros y hoplitas y avanzaron por el camino de carros que lleva al Pireo. Los de File intentaron durante cierto tiempo 11impedirles subir, pero luego, como el recinto amurallado era grande y les parecía que necesitaban una numerosa guarnición cuando aún no eran muchos, se concentraron en Muniquia. Los de la capital llegaron al ágora de Hipódamo [42] y primero formaron para ocupar el camino que lleva al templo de Ártemis Muniquia y al Bendideo [43]. En fondo no eran menos de cincuenta es12cudos [44]. Y subían así formados. Los de File ocuparon la calle enfrente de ellos, y no eran más de unos diez hoplitas en fondo. Mas formaron detrás de ellos soldados con escudos ligeros y lanzadores de jabalina y, detrás de éstos, los lanzadores de piedras. Éstos, sin embargo, eran numerosos, pues se sumaron de allí mismo [45]. Mientras se acercaban los contrarios, Trasibulo ordenó a los suyos dejar los escudos e incluso lo dejó él, aunque conservó el resto del armamento, se puso 13en medio y dijo: «Ciudadanos, quiero mostrar a unos y recordar a otros que los que se acercan, unos, los del ala derecha, son los que vosotros perseguisteis hace cuatro días poniéndolos en fuga, y los últimos, del lado izquierdo, esos evidentemente son los Treinta que nos privaron de la ciudad sin cometer injusticia alguna, nos echaron de las casas y proscribieron a nuestros seres más queridos. Pero ahora están del lado que ja14más se imaginaron y nosotros siempre pedimos. En efecto, estamos frente a ellos con las armas; y los dioses, como entonces fuimos arrestados mientras comíamos, dormíamos o estábamos en el ágora y no porque cometiéramos alguna injusticia, mas éramos desterrados algunos sin estar incluso en Atenas, ahora públicamente son nuestros aliados. En efecto, de un buen día hacen un temporal de nieve cuando nos conviene, y cuando atacamos, aun siendo muchos los contrarios, 15nos dan a unos pocos el erigir un trofeo. Y ahora nos han traído a un sitio donde ellos no van a poder usar sus lanzas ni sus jabalinas a causa de los que tienen formados delante por estar en cuesta, pero nosotros por la pendiente dejando caer lanzas, jabalinas y piedras los alcanzaremos y heriremos a muchos. Y alguno po16dría creer que al menos con las primeras filas sería preciso luchar en igualdad de condiciones, pero ahora, si vosotros lanzáis los dardos con celo, como se debe, no fallará ninguno sobre aquellos que llenan la calle, y al resguardarse bajo los escudos huirán sin parar; de modo que se podrá golpearlos como a ciegos, donde queramos, y hacerlos retroceder lanzándose sobre ellos. Bien, 17amigos, así se debe actuar, de modo que uno por uno se sienta como el principal responsable de la victoria. Ésta, pues, si Dios quiere, nos devolverá ahora nuestra patria, nuestros hogares, nuestra libertad, nuestros honores y, quienes los tengan, sus hijos y sus esposas. ¡Bienaventurados por cierto quienes de nosotros añadan al vencer ver aún el día más feliz de todos! ¡Feliz también si alguno muere!, pues ninguno por rico que sea logrará un monumento tan bello. Bien, yo entonaré el peán, cuando llegue el momento oportuno; y cuando invoquemos a Enialio [46], entonces todos a una tomaremos venganza de estos hombres por lo que fuimos injuriados».
Después de decir estas palabras se volvió hacia los 18contrarios y permaneció quieto, pues el adivino les ordenó no atacar primero antes de que alguno de los suyos cayera o fuese herido, «pues cuando esto suceda, afirmó, nosotros guiaremos y vosotros tendréis la victoria si me seguís y yo la muerte, según me parece».
Y no se engañó, ya que después que volvieron a to19mar las armas, como inducido por algún hado se lanzó el primero, cayó entre los enemigos y murió —está enterrado en el lugar de paso del Cefiso—. Pero los demás vencieron y los persiguieron hasta la llanura. Allí murieron Critias e Hipómaco de entre los Treinta, Cármides, hijo de Glaucón, de entre los diez arcontes del Pireo, y setenta de los demás. Se apoderaron de las armas, pero no despojaron a ningún ciudadano de sus túnicas. Después de hacer esto y recoger los cadáveres bajo tregua, se acercaron muchos de los dos bandos y 20conversaban unos con otros. Y Cleócrito, el heraldo de los misterios, que tenía muy buena voz, mandó callar y dijo: «Ciudadanos, ¿por qué nos expulsáis?, ¿por qué queréis matarnos? Si nosotros nunca os hicimos ningún mal, al contrario, participamos con vosotros de los ritos más sagrados, de los sacrificios y de las fiestas más hermosas, fuimos compañeros de coros, condiscípulos y compañeros de armas y muchas veces con vosotros corrimos peligros por tierra y por mar en defensa de la salvación común y de nuestra libertad, de ambos par21tidos. Por los dioses de nuestros padres y de nuestras madres, por nuestro parentesco por sangre o afinidad y por nuestra amistad —pues muchos participamos de todo ello mutuamente— respetad a dioses y hombres y cesad de ofender a la patria y no obedezcáis a los Treinta, los hombres más impíos, quienes por su ganancia particular casi han matado a más atenienses en ocho meses que todos los peloponesios en diez años de gue22rra. Cuando podíamos vivir en paz como ciudadanos, ellos nos han ofrecido a unos y a otros la guerra más vergonzosa, más cruel, más impía y más odiosa de todas para dioses y hombres. En efecto, bien sabéis que no sólo vosotros, sino también nosotros lloramos a algunos de los muertos ahora por nosotros». Éste dijo tales palabras; los demás arcontes retiraron a los suyos a la capital movidos en parte al oír tales argumentos.
Fin del gobierno de los Treinta
Al día siguiente los Treinta estaban 23reunidos en el consejo muy abatidos y solos; los tres mil estaban cada uno en los puestos asignados y en todo discutían entre sí. Pues los que habían cometido algún exceso, sintiendo miedo, sostenían con decisión que no debían entregarse a los del Pireo, pero los que creían no haber cometido ninguna injusticia consideraban y trataban de mostrar a los demás que estos males eran innecesarios, y afirmaban que no se debía obedecer a los Treinta ni dejarles arruinar la ciudad. Y al fin votaron que cesaran y eligieran a otros. Y eligieron diez, uno por tribu.
Los Treinta se retiraron a Eleusis. Los Diez, con los 24jefes de caballería, se encargaron de los habitantes de la capital que estaban muy alborotados y desconfiaban unos de otros. Los caballeros incluso dormían en el Odeón con sus caballos y escudos y por desconfianza hacían la ronda con los escudos de un lado desde el atardecer bajo las murallas, de otro al orto con sus caballos, temiendo continuamente que algunos de los del Pireo les cayeran encima. Éstos eran ya muchos y de to25das clases, se fabricaban armas, unos de madera, otros de mimbre y las blanqueaban. Antes de pasar diez días se dieron garantías de que los que lucharan con ellos, aunque fueran extranjeros, tendrían igualdad de impuestos [47]. Y muchos hoplitas y muchos con armadura ligera hacían salidas; tenían también unos setenta de caballería, y hacían expediciones para forrajear, cogían leña y frutos de la estación y volvían a dormir en el Pireo. De los habitantes de la capital nadie más 26salía con las armas que los caballeros a veces y cogían prisioneros a algunos merodeadores de los del Pireo y dañaban a su formación. Encontraron casualmente a algunos exoneos [48] que iban a sus campos por víveres; y Lisímaco, el jefe de la caballería, los decapitó, a pesar de sus reiteradas súplicas y de que muchos caballeros 27no lo toleraban. Como respuesta mataron los del Pireo a Calístrato, de la tribu Leóntide, de entre los caballeros que apresaron en el campo. Y entonces estaban ya con muchos ánimos, de modo que intentaron atacar la muralla de la capital. Aunque también se debe decir lo siguiente del constructor de máquinas de guerra de la capital. Éste, cuando se dio cuenta de que iban a aplicar las máquinas por el camino del Liceo, ordenó a todas las yuntas llevar piedras del tamaño del carro y descargarlas en el camino donde cada uno quisiera. Como se hizo esto, cada una de las piedras causó muchas dificultades a los asaltantes.
Intervención de Lisandro y Pausanías
28Los Treinta enviaron embajadores a Lacedemonia desde Eleusis y los del catálogo desde la capital, y pidieron ayuda alegando que el pueblo se había separado de los lacedemonios. Lisandro consideró que era posible rendir pronto mediante asedio por tierra y mar a los del Pireo si se les cortaban las provisiones, y consiguió que se les prestara cien talentos y que fuese enviado por tierra él como harmos29te y su hermano Libis como navarco. Y salió él para Eleusis y reunió muchos hoplitas peloponesios. El navarco por su parte vigilaba por mar para que no les llegase ningún aprovisionamiento. Así muy pronto los del Pireo volvieron a estar en apuros y los de la ciudad, en cambio, otra vez tenían gran confianza en Lisandro. Cuando así iban las cosas, el rey Pausanias, que miraba con envidia a Lisandro, pues si llevaba a cabo ese plan conseguiría fama y tendría a la vez a Atenas como suya, convenció a tres éforos y sacó el ejército. Le acompañaban también todos los aliados corintios y 30beocios. Alegaban éstos que consideraban que no serían fieles al juramento si militaban contra los atenienses que no habían hecho nada contra las treguas; pero en realidad lo hacían porque sabían que los lacedemonios querían asegurarse la posesión y fidelidad del territorio ateniense. Pausanias acampó en un lugar llamado Halípedo, junto al Pireo; él tenía el ala derecha, Lisandro con los mercenarios la izquierda. Pausanias envió em31bajadores a los del Pireo y les ordenó marchar a sus casas; como no obedecieron, se acercó lo suficiente para que oyeran el grito de guerra, de modo que no se pusiera en evidencia que les era favorable. Después se retiró sin conseguir nada con este avance; al día siguiente con dos compañías lacedemonias y tres escuadrones de la caballería ateniense se presentó en el Puerto Mudo y observó por dónde era más fácil bloquear el Pireo. Al marchar, algunos le seguían a la ca32rrera y le causaban dificultades; molesto por ello ordenó a la caballería avanzar contra ellos a rienda suelta y a las diez clases más jóvenes seguirla, y él mismo acompañaba con el resto. Y dieron muerte a cerca de treinta hombres de armadura ligera, y persiguieron a los demás hasta el teatro del Pireo. Allí se encontraban, 33armándose, todos los peltastas y los hoplitas del Pireo. Los de infantería ligera al punto salieron a la carrera y atacaron con jabalinas, dardos, arcos y hondas. Los lacedemonios, como muchos estaban heridos, se retiraron paso a paso muy acosados; los otros mientras tanto cargaban mucho más. Y entonces murió Querón y Tríbaco, ambos polemarcos, y Lácrates el vencedor olímpico y otros lacedemonios que están sepultados delante de la puerta del Cerámico [49]. Al ver eso Trasibulo acu 34dio con los demás hoplitas y formaron rápidamente delante de las Salinas a ocho filas en fondo. Pausanias, que estaba muy acosado y se había retirado unos cuatro o cinco estadios junto a una colina, ordenó a los lacedemonios y a los demás aliados avanzar hacia sí. Allí los ordenó en formación muy profunda en toda la línea y los llevó contra los atenienses. Éstos los recibieron cuerpo a cuerpo, pero luego unos fueron rechazados hacia la parte pantanosa de las Salinas, otros cedieron y murieron unos ciento cincuenta de ellos.
Negociaciones y reconciliación entre ambos bandos
35Pausanias erigió un trofeo y se retiró; ni aun así se irritó con ellos, mas por un enviado secreto aconsejaba a los del Pireo enviar embajadores ante sí y los éforos que se hallaban presentes y lo que debían decir. Ellos obedecieron. Intentaban también dividir a los de la capital y les instaba a acudir a sí en grupo en el mayor número posible y que dijeran que de ningún modo debían luchar contra los del Pireo, sino reconciliarse y ser amigos ambos de los lace36demonios. Con gusto oía eso Nauclidas, que era éforo; pues como es costumbre que acompañen al rey dos éforos en su campaña, y entonces estaba él y otro, ambos eran de la opinión de Pausanias más que de la de Lisandro. Por eso, pues, también enviaron con interés a Lacedemonia a los del Pireo que tenían las cláusulas del tratado de paz con los lacedemonios, y como particulares en representación de los de la capital, a 37Cefisofonte y Meleto. Sin embargo, después de marchar ésos para Lacedemonia, enviaron también los del gobierno de la capital a otros anunciando que ellos entregaban los muros que tenían y a sus personas a los lacedemonios para hacer lo que quisieran, pero declararon que también era justo que los del Pireo, si afirmaban que eran amigos de los lacedemonios, entregaran 38el Pireo y Muniquia. Después de oírlos a todos, los éforos y los miembros de la Asamblea enviaron a Atenas a quince hombres y les ordenaron con la colaboración de Pausanias llegar a un arreglo en las mejores condiciones posibles. Éstos se reconciliaron en estos términos: mantener la paz los dos partidos, cada uno retirarse a su casa, salvo los Treinta, los Once y los Diez magistrados del Pireo. Con todo si alguno de los de la capital tenía algún temor, se decidió que se refugiara en Eleusis. Una vez concluidas estas negociaciones Pau39sanias licenció al ejército y los del Pireo subieron con las armas a la Acrópolis y sacrificaron a Atenea. Después que bajaron los estrategos convocaron la asamblea y Trasibulo dijo: «Hombres de la ciudad, os aconsejo 40que os conozcáis a vosotros mismos; y os podéis conocer sobre todo si reflexionáis de qué os debéis sentir orgullosos como para intentar dominarnos. ¿Es que sois más justos? Bien, el pueblo que es más pobre que vosotros, nunca os ofendió en nada por riquezas; pero vosotros que sois más ricos que todos habéis cometido muchas cosas vergonzosas por avaricia. Y ya que de la justicia nada podéis reclamar, mirad, pues, si por el valor os debéis sentir orgullosos. ¿Y qué mejor juicio de 41ello había que cuando luchamos unos con otros? ¿Mas diréis que aventajáis en inteligencia, vosotros que, teniendo murallas, armas y dinero y aliados peloponesios, habéis sido acosados por quienes no tenían nada de esto? Bien, ¿creéis, por fin, que os debéis sentir orgullosos por los lacedemonios? [50] ¿Cómo, si incluso ellos se retiran y marchan después de entregaros a este pueblo ofendido como se entregan perros que muerden 42atándolos con una cadena? Sin embargo, camaradas míos, al menos a vosotros os exijo que no quebrantéis nada de lo que habéis jurado [51], mas incluso deis prueba de lo siguiente además de otras cosas buenas: que sois fieles a lo jurado y piadosos». Después de exponer esto y otras razones semejantes, y también que no se debía en absoluto promover desórdenes, sino servirse de las leyes antiguas, levantó la asamblea.

43Y entonces establecieron los cargos y se gobernaban pacíficamente; pero algún tiempo después, como oyeran que los de Eleusis pagaban a mercenarios extranjeros, hicieron una expedición en masa contra ellos y dieron muerte a sus estrategos que habían venido para unas conversaciones, enviaron a los demás a amigos y allegados y les persuadieron a reconciliarse. Y prestaron juramento solemne de no guardar rencor y aun ahora [52] se gobiernan pacíficamente unidos y el pueblo permanece fiel a los juramentos.

 [1] Año 406/5, en realidad el 26. Cf. I 6, 1. <<
 [2] Padre de Autobesaces y Mitreo. <<
 [3] Parece que este largo pasaje es una interpolación, ya que la última frase parece una réplica de II t, 13. <<
 [4] Cf. Anáb. I 1, 1. <<
 [5] Los barcos que transportaban cereales del Ponto o Mar Negro a Atenas. <<
 [6] Cf. I 6, 19 (pararremata: telas protectoras). <<
 [7] Cf. I 5, 17. <<
 [8] Número erróneo, según Hatzfeld. <<
 [9] La Páralos y la Salaminia eran naves oficiales encargadas de los despachos de las autoridades. <<
 [10] Cf. I 3, 14-22. <<
 [11] Para estos sucesos véase TUC., Melos: V 84-116; Histiea: I 114; Escione: IV 130 y 55, V 32; Torone: IV 110, 114, V 2 y ss.; Egina II 27, IV 57. <<
 [12] Los gnóritnoi, uno de los nombres que aplica a los aristócratas o contrarios al partido democrático <<
 [13] Abril del 404. <<
 [14] De este paréntesis se mantiene como de Jenofonte el párrafo 2, según una propuesta de Lotze, mas véase II 3, 11. <<
 [15] 3 de septiembre del 404 a. C. Cf. II 3-36. <<
 [16] Estos «caballeros» son partidarios del régimen oligárquico y contrarios a los tiranos, y abandonaron Siracusa después de un enfrentamiento frustrado. Parece que Catania es un error por Etna, ciudad que los acogió. <<
 [17] O aristócratas. Cf. TUC., VIII 2. <<
 [18] Aquí terminaba la primera parte de las Helénicas según algunos. <<
 [19] Cálculo erróneo del interpolador; en realidad duró 27 y medio. Cf. TUC., V 26. <<
 [20] En 446/5 tuvo lugar esta paz entre Atenas y Esparta. <<
 [21] Especie de delatores oficiales que vivían de las denuncias. En un principio individuos que seguían y denunciaban la exportación ilegal de higos del Ática. <<
 [22] Kalós kagathós: uno de los varios nombres que encontramos en Jenofonte para señalar a los aristócratas. <<
 [23] Critias: amigo de Alcibíades, de una de las familias más nobles y ricas de Atenas, pariente de Platón. <<
Aparece en los diálogos platónicos, uno de ellos lleva su nombre. Discípulo de Gorgias y Sócrates. Filósofo y escritor de poesía y prosa. Fue de los Cuatrocientos (TUC., VIII 67 y ss.). Véase también Memorables I 2, 12. <<
 [24] Estos tres mil que participan en la política se pueden comparar a los cinco mil del 411. Cf. TUC., VIII 65. <<
 [25] Esta frase se encuentra también en ARISTÓTELES, Const. aten. 36, 2. <<
 [26] Probablemente en el opisthódomos del Partenón, que servía también de cámara de tesoros. <<
 [27] Aparece en TUC., IV 102, VII, como oikistés o fundador de la colonia de Anfípolis en 437. En 413 es miembro del consejo de los diez próbulos (próbouloi). Cf. LISIAS, XII 65, TUC., I 117; II 58; 95; VIII, 1. <<
 [28] TUC., VIII 68 cita como protagonista de la revuelta del 411 a Antifonte, Frínico y Terámenes. <<
 [29] El texto parece estar incompleto y no tiene pleno sentido. <<
 [30] Siervos de Tesalia comparables a los hilotas de Lacedemonia y Mesenia. <<
 [31] Nicias: político que preparó la paz que lleva su nombre (421) y murió en Sicilia condenado por los siracusanos después del desastre del ejército ateniense (413).
De Nicérato hablan LISIAS en XIII 6, y DIOD., XIV 5, 5. <<
 [32] Más tarde sería el acusador de Sócrates. <<
 [33] Alusión a la toma de File (II 4, 2 y ss.). <<
 [34] Cf. TUC., VIII 70, 2. <<
 [35] Cf. TUC, VIII 89-91. <<
 [36] Que separaba a los consejeros del público. <<
 [37] Se refiere al grupo armado que ha colocado junto a la valla. <<
 [38] Cótabo: juego preferido en los banquetes del siglo VI al IV en el cual los bebedores debían tirar el resto de vino de una copa sobre una meta, otra copa colacada a distancia. <<
 [39] Cf. TUC., VIII 73-76; 81. <<
 [40] En la ruta de Atenas a Tebas, cerca de la frontera beocia. <<
 [41] Texto confuso. <<
 [42] n Hipódamo de Mileto: el puerto del Pireo fue construido de acuerdo con sus planos. <<
 [43] Templo de Bendis, diosa tracia parecida a Ártemis. Cf. PLATÓN, Rep. I 327-328. <<
 [44] La falange normal era de 8 filas en fondo. <<
 [45] Jenofonte usa los términos peltophóroi y petrobóloi en lugar de las corrientes peltastal y sphendonêtai para indicar seguramente que se trata de fuerzas improvisadas, sin organizar. <<
 [46] Peón: himno a Apolo. Cf. Tuc., VII 44, 6. Enialio, dios de la guerra identificado con Ares. <<
 [47] Isotéleia: privilegio de los extranjeros por el que quedaban equiparados a los ciudadanos en las cargas militares y fiscales. <<
 [48] De Aixōnē, demo de la costa sur de Atenas. <<
 [49] Barrio del NO. de Atenas. <<
 [50] Este discurso se inspira en la sentencia délfica «conócete a ti mismo» y recomienda como método de autocomprobación el canon habitual de las virtudes «cardinales»; justicia, valor, inteligencia o sabiduría, acompañadas irónicamente por la alianza con los lacedemonios.
Demuestra Trasibulo punto por punto que la pretendida superioridad de los oligarcas es en realidad inferioridad. Todo ello va unido a la idea socrática de que virtud y conocimiento son equivalentes y de que nadie, por consiguiente, yerra a sabiendas. Cf. JENOF., Memorables IV 2 y ss.; III 9, 1 y ss.; PLATÓN, Rep. 472 e y ss. <<
 [51] Se refiere a la amnistía que habían prometido. <<

 [52] Este texto ha servido para fechar la redacción de las Helénicas. La amnistía terminó en 401 a. C. en tiempos del arconte Jenéneto. (ARIST., Const. aten. 40, 4). <<

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