II
El libro II refiere los hechos
ocurridos entre los años 406 y 401 a. C. Los más sobresalientes son la
derrota ateniense de Egospótamos, el bloqueo del Pireo, la rendición de Atenas,
el gobierno de los Treinta, la muerte de Terámenes, la toma de File y del Pireo
por Trasibulo, la caída de la oligarquía con la entrada en Atenas de los
partidarios de la democracia (403).
Eteónico en Quíos
1Los soldados que estaban en
Quíos con Eteónico se alimentaron durante el verano de los frutos de la
estación y del suelo, trabajando en el país; mas cuando llegó el invierno, como
no tenían alimentos y estaban sin ropa y calzado, empezaron a reunirse y se
pusieron de acuerdo para atacar la ciudad de Quíos. Quienes veían bien esto
decidieron llevar una astilla de caña para saber entre ellos cuántos 2eran.
Cuando Eteónico se enteró del acuerdo, no sabía cómo tratar la cuestión por la
cantidad de los que portaban la caña. Pues el atacarlos de una manera abierta parecía
peligroso, por si se lanzaban a las armas y se apoderaban de la ciudad y
convertidos en enemigos deterioraban la situación política general si
dominaban; y a su vez el hacer perecer a muchos aliados parecía ser horrible,
por si daban motivo de calumnia a los demás griegos, y los soldados se hacían
reacios a la causa. Al fin tomó consigo a quince hombres provistos de 3puñales
y empezó a pasearse por la ciudad; se encontró con cierto individuo enfermo de
la vista que salía de la casa del médico con una caña y le dio muerte. Se
4produjo cierto alboroto y algunos preguntaban por qué se había matado a aquel
hombre; Eteónico mandó anunciar que se había matado a aquel hombre porque tenía
una caña. Por ese anuncio todos aquellos que tenían cañas las tiraban porque
todo el que lo oía temía ser visto con ella.
Después de este suceso Eteónico
convocó a los quio5tas y les instó a reunir dinero para que los marineros
recibiesen su sueldo y no cambiasen la situación. Y ellos lo reunieron. Al
mismo tiempo dio la señal de subir a las naves; visitó cada nave, una por una,
y los animó y elogió mucho, como si no supiera nada de lo ocurrido, y
distribuyó a cada uno el sueldo de un mes.
Lisandro al frente de la flota
Más tarde los quiotas y los demás
6aliados se reunieron en Éfeso y decidieron sobre la situación presente enviar
a Lacedemonia embajadores para referir los hechos y reclamar a Lisandro al
frente de las naves, pues era bien visto entre los aliados por la anterior
navarquía, cuando venció en la batalla naval de Notio. Y fueron enviados
embajadores 7y con ellos unos mensajeros de parte de Ciro para decir lo mismo.
Los lacedemonios les concedieron a Lisandro como secretario y a Araco como
navarco, pues no les permitía la ley que una misma persona mandara la flota dos
veces, pero de hecho confiaron las naves a Lisandro [habían pasado ya veinticinco años de la
guerra [1]]. También en este año Ciro dio muerte a Auto8besaces y a
Mitreo, que eran hijos de la hermana de Darío —la hija de Jerjes, el padre de
Darío—, porque al venir a su encuentro no metieron sus manos en la kore, lo que se hace sólo ante el rey.
(La kore es una prenda mayor que un
guante; cuando se tiene la mano 9en ella, no se puede hacer nada). Por ello
Hierámenes [2] y su mujer dijeron a Darío que era horrible dejar
pasar la excesiva desmesura de Ciro. Y lo mandó llamar con el pretexto de que
estaba enfermo enviándole unos mensajeros [3].
10Al año siguiente [cuando era éforo Arquitas y Alexias arconte
en Atenas] Lisandro llegó a Éfeso, mandó venir a Eteónico de Quíos con las
naves, y reunió todas las demás que pudiera haber en otros sitios, las reparó
11y empezó a construir otras en Antandro. Luego vino a ver a Ciro y le pidió
dinero. Éste le dijo que el del rey ya estaba gastado e incluso mucho más, mostrán12dole
cuanto tenía cada navarco, pero se lo dio. Lisandro tomó el dinero, puso
trierarcos al frente de las trirremes y abonó el sueldo adeudado a la
tripulación. También los estrategos atenienses preparaban la flota en Samos.
13Ciro entonces llamó a Lisandro,
pues llegó un mensajero en nombre de su padre diciendo que le llamaba porque
estaba enfermo [4], cuando estaba en Tamneria de Media cerca de los
cadusios, contra quienes hizo una 14expedición porque se habían separado. Al
llegar Lisandro no le permitía luchar contra los atenienses a menos que tuviera
muchas naves más, pues el rey y él mismo tenían mucho dinero, de modo que
podían equipar muchas por este motivo. Le mostró todos los tributos de las
ciudades que le pertenecían personalmente, y le dio el dinero sobrante. Le
recordó también la amistad que tenía con el pueblo lacedemonio y con Lisandro
particularmente, y luego marchó a ver a su padre.
Después que Ciro le dio todo el
dinero de que dis15ponía y marchó a ver a su padre que estaba enfermo y le
había llamado, Lisandro repartió el sueldo al ejército, y zarpó de Caria para
el golfo Cerámico. Y atacó una ciudad aliada de los atenienses, por nombre
Cedreas, y la tomó al segundo día del ataque a la fuerza y esclavizó a sus
habitantes. Eran mezcla de helenos y bárbaros. Desde allí partió para Rodas.
Los atenien16ses, teniendo Samos como base, devastaban el territorio del rey y
hostigaban Quíos y Éfeso, y se preparaban para el combate. Y eligieron
estrategos a Menandro, Tideo y Cefisódoto además de los que tenían ya.
Li17sandro marchó desde Rodas, costeando la Jonia, al Helesponto para vigilar
la salida de los barcos de comercio [5] y atacar las ciudades que se
habían separado de ellos. También los atenienses partieron en dirección a Quíos
por alta mar, pues Asia les era hostil. Lisandro 18desde Abido costeó Lámpsaco,
que era aliada de los atenienses. Y los abidenos y otros pueblos les
acompañaron por tierra. Los conducía el lacedemonio Tórax. Atacaron la ciudad y
la tomaron a la fuerza y los sol19dados la saquearon. Era rica y estaba bien
abastecida de vino, trigo y otros recursos. Mas Lisandro soltó a todas las
personas libres.
Derrota ateniense en Egospótamos
Los atenienses, que seguían sus
pa20sos anclaron en Eleunte del Quersoneso con ciento ochenta naves. Allí
cuando ya estaban comiendo se les comunicó los sucesos de Lámpsaco y zarparon
directamente para Sesto. Desde allí, inmedia21tamente después de avituallarse,
marcharon para Egospótamos enfrente de Lámpsaco.
El Helesponto se extendía en esta
zona unos quin22ce estadios. Allí por fin cenaron. Lisandro, a la noche
siguiente, al rayar el alba, dio la señal de subir a las naves después de
desayunar, tomó todas las disposiciones para un combate extendiendo incluso las
protecciones [6] para flechas, advirtió que nadie se moviera 23de la
fila ni se hiciera a la mar. Los atenienses, al salir el sol, formaron en línea
delante del puerto para el combate. Pero como Lisandro no salió en contra y era
24ya muy tarde volvieron de nuevo a Egospótamos. Lisandro ordenó a las naves
más rápidas seguir a los atenienses y cuando desembarcaran volver después de
observar lo que hacía y comunicárselo. Y no los dejó desembarcar antes de que
llegaran estas naves. Hizo esto durante cuatro días y los atenienses a su vez
salían 25al mar a su encuentro. Alcibíades observó desde sus fortificaciones
[7] que los atenienses estaban anclados en una playa, lejos de toda
ciudad, que iban a buscar las provisiones a Sesto a quince estadios [8]
de las naves; en cambio los enemigos estaban en un puerto y junto a una ciudad
provistos de todo, y les dijo que no estaban anclados en buen sitio; al
contrario, les aconsejaba cambiar este anclaje por el de Sesto, junto a un
puerto y una ciudad, «estando allí, afirmó, lucharéis cuan26do queráis». Mas los
estrategos, sobre todo Tideo y Menandro, le mandaron marcharse, pues ellos eran
27ahora los estrategos y no él. Y éste marchó. Pero Lisandro, al quinto día de
la llegada de los atenienses, dijo a los que los seguían por orden suya que
cuando los vieran ya desembarcados y dispersos por el Quersoneso —lo que
precisamente hacían cada día mucho más, porque compraban lejos los alimentos y
no se preocupaban ya de Lisandro porque no se enfrentaba— al volver del otro
lado hacia él que levantaran un escudo hacia la mitad del recorrido. Ellos lo
hicieron como ordenó. Lisandro inmediatamente dio la señal de 28partir a la
máxima velocidad; le acompañaba también Tórax con el ejército de tierra. Conón,
al ver el ataque, dio la señal de acudir a las naves a la carrera. Pero como
sus hombres andaban dispersos, unas naves estaban sólo con dos bancos de
remeros, otras con uno solo y otras completamente vacías. La de Conón y otras
siete equipadas que le acompañaban se hicieron a la mar juntas y también la
Páralos [9], Lisandro apresó en la costa a todas las demás. Cogió en
tierra a la mayoría de los tripulantes; algunos huyeron a pequeñas
fortificaciones. Conón, cuando huía con las nueve naves, des29pués que se dio
cuenta de que la situación de los atenienses estaba perdida, se detuvo en
Abárnide, el promontorio de Lámpsaco, y allí se apoderó de las grandes velas de
las naves de Lisandro y él partió con ocho naves para Chipre a ver a Evágoras,
y la Páralos a Atenas para comunicar lo sucedido. Lisandro llevó a 30Lámpsaco
las naves, los prisioneros y todo lo demás. Apresó entre otros estrategos a
Filocles y Adimanto. El día que concluyó esta operación, envió a Teopompo, el
corsario milesio, a Lacedemonia para comunicar lo sucedido. Éste llegó al
tercer día y lo comunicó. Luego 31Lisandro reunió a los aliados y pidió que
deliberaran sobre los prisioneros. Allí entonces se presentaron muchas
acusaciones contra los atenienses; a saber, lo que ya habían hecho en contra de
las leyes y lo que habían votado hacer, si vencían en la batalla: cortar la
mano derecha de todos los prisioneros; también que apresaron dos trirremes, una
corintia y otra andria y arrojaron por la borda a todos sus hombres, y Filocles
era el estratego ateniense que hizo perecer a éstos. Le acu32saban de muchas
más cosas y se decidió condenar a muerte a todos los prisioneros atenienses,
excepto a Adimanto, porque sólo él censuró en la asamblea el decreto de cortar
las manos; además fue acusado por algunos de intentar entregar las naves.
Lisandro, después de preguntar primero a Filocles [el que arrojó a los andrios y corintios] qué
merecía sufrir por haber comenzado a violar las leyes establecidas para los
griegos, lo decapitó.
Lisandro en el Bósforo
2Después de arreglar los asuntos
de Lámpsaco, partió para Bizancio y Calcedón. Allí lo recibieron despidiendo
antes a las guarniciones atenienses bajo tregua. Los que entregaron Bizancio a
Alcibíades [10] huyeron entonces al Ponto, más tarde a 2Atenas y se
hicieron ciudadanos atenienses. Lisandro enviaba a Atenas las guarniciones
atenienses y a cualquier ateniense que veía donde fuera, y daba salvoconductos
únicamente a los que partían por mar para allá y no a otro lado, pues sabía
bien que cuantos más se reunieran en la capital y en el Pireo más pronto
vendría la falta de víveres. Dejó en Bizancio y Calcedón al harmoste laconio
Estenelao y él volvió a Lámpsaco y empezó a reparar las naves.
Consternación de Atenas
3En Atenas se anunció de noche la
desgracia, cuando llegó la Páralos, y un gemido se extendió desde el Pireo a la
capital a través de los Muros Largos, al comunicarlo unos a otros, de modo que
nadie se acostó aquella noche, pues no lloraban sólo a los desaparecidos, sino
mucho más aún por sí mismos, pensando que iban a sufrir lo que ellos hicieron a
los melios, que eran colonos de los lacedemonios, cuando los vencieron en el
asedio y a los histieos, a los escioneos, a los toroneos, a los eginetas y a
muchos helenos más [11]. Al día siguiente tuvieron una asam4blea en
la que se decidió cerrar los puertos, salvo uno, reparar las murallas, poner en
ellas centinelas y todo lo demás para preparar la ciudad para el asedio.
Preparativos para el bloqueo
Y éstos se ocupaban de ello.
Lisan5dro desde el Helesponto llegó a Lesbos con doscientas naves y se atrajo a
Mitilene y las demás ciudades de la isla. Envió a Eteónico con diez trirremes a
las regiones de Tracia, el cual pasó a todas las de allí a los lacedemonios.
También el resto de la Hélade se 6había separado de los atenienses
inmediatamente después de la batalla naval salvo los samios. Éstos degollaron a
los ilustres [12] y dominaban la ciudad. Luego 7Lisandro envió un
despacho a Agis, a Decelia, y a Lacedemonia comunicando que estaba en camino
con doscientas naves. Los lacedemonios salieron en masa y el resto de los
peloponesios, salvo los argivos, después que dio la orden Pausanias el otro rey
lacedemonio. Des8pués que se reunieron todos, tomó el mando y acampó junto a la
ciudad, en la Academia [el nombre de un
gimnasio]. Lisandro, cuando llegó a Egina, devol9vió la ciudad a los eginetas,
después de reunir el mayor número de ellos que pudo, lo mismo que a los melios
y a otros que estaban privados de sus ciudades. Luego, después de saquear
Salamina, ancló cerca del Pireo con ciento cincuenta naves e impedía la entrada
a los barcos de carga.
Negociaciones y rendición de Atenas
10Los atenienses sitiados por
tierra y por mar no sabían qué hacer, pues no tenían naves, aliados ni
alimentos; pensaban que no había salvación ninguna, salvo sufrir lo que ellos
hicieron, no por vengarse, pues habían maltratado a hombres de pequeñas
ciudades por insolencia y no por otra causa 11más que porque eran aliados de
los lacedemonios. Por estos motivos devolvieron los derechos políticos a los
privados de ellos, y resistían sin iniciar conversaciones sobre la
reconciliación aunque muchos morían de hambre en la ciudad. Pero cuando el
trigo faltó totalmente, enviaron embajadores a Agis declarando que querían ser
aliados de los lacedemonios si conservaban las murallas y el Pireo, y concluir
un tratado con estas con12diciones. Éste los mandó ir a Lacedemonia, pues él no
tenía poderes. Cuando los embajadores comunicaron esto a los atenienses, los
despacharon a Lacedemonia. 13Cuando estaban en Selasia cerca de Laconia y los
éforos se informaron por ellos de lo que proponían, que era lo mismo que
propusieron a Agis, les mandaron marchar desde allí mismo y volver después de
tomar una decisión mejor si verdaderamente pedían la paz. 14Después que
llegaron los embajadores a su patria y lo anunciaron a la ciudad, el desánimo
se apoderó de todos, pues creían que serían esclavizados y que muchos
perecerían de hambre mientras enviaban otros embaja15dores. Sobre el derribo de
las murallas nadie quería presentar una moción, pues Arquéstrato, que había
dicho en el consejo que era mejor hacer la paz con los lacedemonios en los
términos que proponían, fue detenido —proponía derribar los Muros Largos en
diez estadios de cada lado— y salió un decreto que no per16mitía presentar
mociones sobre ellos. Cuando así estaban las cosas, Terámenes dijo en la
asamblea que, si querían enviarle ante Lisandro, volvería sabiendo bien si los
lacedemonios persistían en la cuestión de los muros porque querían esclavizar
la ciudad o por motivos de lealtad. Fue enviado y pasó más de tres meses con
Lisandro, acechando el momento en que los atenienses iban a aprobar lo que se
propusiera por carecer de trigo por completo. Después que regresó, al cuarto
mes, 17notificó a la asamblea que Lisandro le había retenido hasta este momento
y luego le mandó ir a Lacedemonia, pues no tenía él poderes sobre las
cuestiones que le preguntaban, sino los éforos. Luego fue elegido embajador con
otros diez con plenos poderes ante Lacedemonia. Pero Lisandro envió a
Aristóteles, un ateniense 18desterrado, con algunos lacedemonios a los éforos
para comunicarles que había contestado a Terámenes que únicamente ellos tenían
plenos poderes sobre la paz y la guerra. Terámenes y los demás embajadores,
cuando 19estuvieron en Selasia, fueron interrogados acerca de las propuestas
con que venían y dijeron que con plenos poderes para tratar de la paz, y luego
los éforos los mandaron llamar. Cuando llegaron, reunieron la asamblea, en la
que los corintios y los tebanos sobre todo y muchos helenos más proponían no
pactar con los atenienses, sino arrasarlos. Pero los lacedemonios se nega20ron
a esclavizar una ciudad helena que había hecho gran bien en los mayores
peligros ocurridos a la Hélade, mas harían la paz con tal que derribasen los
Muros Largos y el Pireo, entregasen las naves excepto doce, admitiesen a los
desterrados y tuvieran los mismos amigos y enemigos y, en consecuencia,
siguieran a los lacedemonios por tierra y por mar adonde los llevasen.
Terámenes y sus acompañantes llevaron estas pro21posiciones a Atenas. Un gentío
numerosísimo los rodeó al entrar, pues temían que volvieran sin conseguir nada;
en efecto, no podían aguantar ya más por la multitud de los que perecían de
hambre. Al día siguiente los emba22jadores comunicaron en qué condiciones los
lacedemonios harían la paz; Terámenes habló por ellos y dijo que era necesario
obedecer a los lacedemonios y derribar los muros. Se opusieron algunos, pero
muchos más con23vinieron y se aprobó aceptar la paz [13]. Después de
esto Lisandro entró en el Pireo y regresaron los desterrados y derribaron los
muros al son de las flautas con gran celo, pues creían que aquel día comenzaba
la libertad 24para la Hélade. [Y
terminaba el año a mediados del cual el siracusano Dionisio, hijo de
Hermócrates, se convirtió en tirano. Antes habían sido derrotados los
cartagineses por los siracusanos, aunque tomaron por hambre Acragante, después
de abandonar la ciudad los helenos y siciliotas].
Elección de los Treinta
3Al año siguiente [que hubo olimpiada, en la que venció en el
estadio el tesalio Crocinas, era éforo en Esparta Endio, Pitodoro arconte en
Atenas, cuyo nombre los atenienses no mencionan porque fue elegido durante la
oligarquía, y lo llaman el año sin arconte. Ocurrió esta oligarquía de la
2siguiente manera]: el pueblo decidió elegir a treinta personas que compilaran
las leyes tradicionales conforme a las cuales se gobernarían. Y fueron elegidos
los siguientes: Polícares, Critias, Melobio, Hipóloco, Euclides, Hierón,
Mnesíloco, Cremón, Terámenes, Aresias, Diocles, Fedrias, Queréleo, Anecio,
Pisón, Sófocles, Eratóstenes, Caricles, Onomacles, Teognis, Esquines, Teógenes,
Cleómedes, Erasístrato, Fidón, Dracóntides, Éumates, Aristóteles, Hipómaco,
Mnesitides.
Toma de Samos y regreso de Lisandro
Hecho esto] [14]
Lisandro partió para 3Samos y Agis retiró al ejército de tierra de Decelia y
licenció a cada uno por ciudades.
Por esta fecha, durante un
eclipse 4de sol [15], Licofrón de Feras intentó mandar sobre Tesalia
entera, venció en una batalla a los tesalios que se le oponían, lariseos y
otros, y dio muerte a muchos.
[En la misma época también Dionisio, el tirano
de 5Siracusa, perdió Gela y Camarina, derrotado por los cartagineses. Y poco
después los leontinos, que estaban unidos a Siracusa, se separaron de Dionisio
y de los siracusanos y volvieron a ser independientes. Inmediatamente la clase
de los caballeros siracusanos fueron desterrados a Catania] [16].
Los samios estaban sitiados por
todas partes por Li6sandro; al principio no querían pactar, pero cuando
Lisandro se disponía a atacarlos pactaron marchar cada hombre libre con un solo
manto y entregar el resto; y en estas condiciones salieron. Lisandro entregó la
ciu7dad y cuanto había dentro a los antiguos ciudadanos [17],
estableció diez arcontes para guardarla y despidió luego la flota aliada por
ciudades. Con las naves laconias 8volvió a Lacedemonia, y se llevó los
espolones de las naves capturadas, las trirremes del Pireo salvo doce, coronas
que recibió de las ciudades como regalos personales, cuatrocientos setenta
talentos de plata que sobraron de los tributos que le asignó Ciro para la
guerra y todo lo que pudo conseguir en la misma. Entregó 9todo esto a los
lacedemonios al terminar el verano [18] [en el que concluyó la guerra a los veintiocho
años y seis meses [19] durante los cuales se pueden enumerar los
siguientes éforos: primero Enesias, bajo cuyo mandato comenzó la guerra, en el
año décimo quinto de la paz de treinta años [20] después de la toma
de Eubea; después 10de éste los siguientes: Brásidas, Isanor, Sostrátidas,
Exarco, Agesístrato, Augénidas, Onomacles, Zeuxipo, Pitias, Plístolas,
Clinómaco, Ilarco, León, Quérilas, Patesiadas, Cleóstenes, Licario, Epérato,
Onomantio, Alexípidas, Misgolaidas, Isias, Áraco, Evarquipo, Pantacles, Pitias,
Arquitas y Endio, en cuyo mandato Lisandro volvió a su patria después de
realizar lo que se ha descrito.]
Actuación del gobierno de los Treinta
11Los Treinta fueron elegidos tan
pronto como se destruyeron los Muros
Largos y los del Pireo; pero elegidos para redactar leyes con las que pudieran
gobernarse, aplazaban continuamente el redactarlas y promulgarlas, y
dispusieron el Consejo 12y las demás Magistraturas como les parecía. A
continuación, en primer lugar a los que todos sabían que vivían en la
democracia del oficio de sicofantes [21] y eran molestos a los
aristócratas [22], los detuvieron y los acusaban con la pena de
muerte. Y el consejo con gusto los condenó y los demás que tenían conciencia de
no 13ser de tal clase no se preocuparon en absoluto. Pero después comenzaron a
tratar cómo podrían servirse de la ciudad a su voluntad y para ello primero
enviaron a Lacedemonia a Esquines y Aristóteles y persuadieron a Lisandro a que
enviase una guarnición para ayudarles hasta que restablecieran el régimen
político desembarazándose de los malos ciudadanos. Y ellos se comprometieron a
mantenerla. Persuadido éste les consiguió 14que se enviase una guarnición con
el harmoste Calibio. Ellos, cuando tuvieron la guarnición, empezaron a halagar
a Calibio de todos los modos posibles para que aprobara todo lo que hacían y,
como éste les enviaba a los soldados de la guarnición que querían, detenían con
ellos no sólo a los malos ciudadanos y a los humildes, sino incluso a quienes
creían que no soportaban que se les dejase marginados, y que si intentaban
hacer algo por su parte, se atraerían el mayor número de simpatizantes.
Oposición de Terámenes
En los primeros tiempos Critias
[23] 15era de la misma opinión y amigo de Terámenes, pero después él se
inclinó a dar muerte a muchos porque había sido desterrado por el partido
democrático, y Terámenes se oponía alegando que no estaba bien condenar a
muerte a uno porque era honrado por el pueblo, pero que no había hecho ningún
daño a las personas de bien, «puesto que incluso tú y yo, afirmaba, dijimos e
hicimos muchas cosas por agradar a la ciudad». El (pues aún trataba
familiarmente a Terá16menes) le replicaba que no podía ceder ante los que
deseaban tener más, de modo que no impidiese quitar de en medio a los más
capaces: «Pero si crees, porque somos treinta y no uno solo, que se ha de
utilizar menos en cierto modo este poder como tiranía, eres un inge17nuo». Y
como morían muchos injustamente y se veía reunirse a muchos y no sabían en qué
pararía el régimen, de nuevo Terámenes alegaba que sería imposible mantener el
régimen oligárquico a menos que se tomase un número suficiente de participantes
en los asuntos 18políticos. Por esto Critias y el resto de los Treinta, llenos
ya de temor, sobre todo de que los ciudadanos acudieran a Terámenes, formaron
una lista de unos 19tres mil para participar en los asuntos [24]
políticos. Terámenes, por su parte, alegaba respecto a este asunto que le
parecía ridículo, primero porque querían hacer partícipes a los mejores
ciudadanos, tres mil, como si este número tuviese necesariamente por lógica que
ser el de los perfectos y no fuera posible encontrar personas competentes fuera
de esos y depravados dentro de ellos. «Después, dijo, veo yo que estamos
haciendo dos cosas muy contradictorias, preparándonos un gobierno 20fuerte y a
la vez inferior a los gobernados». Estas ideas exponía Terámenes [25].
Y los Treinta pasaron revista de los tres mil en el ágora, y a los de fuera del
catálogo en diversos lugares; luego ordenaron sobre las armas; mientras
aquéllos se habían ido enviaron a unos guardias y ciudadanos de su partido y
retiraron las armas de todos excepto de los tres mil, las llevaron 21a la
acrópolis y las amontonaron en el templo [26]. Hecho esto, con la
idea de que ya podían hacer lo que quisieran, dieron muerte a muchos por
enemistad, a muchos por sus riquezas. Decidieron igualmente, para poder pagar a
la guarnición, que cada uno detuviera a un meteco, darle muerte y confiscar sus
bienes. Ordenaban 22a Terámenes detener a uno cualquiera. Él respondió: «Mas no
me parece justo que nosotros, que nos proclamamos los mejores, hagamos mayores
injusticias que los sicofantes. Pues aquéllos dejaban vivir a quienes quitaban
sus bienes y ¿nosotros los mataremos sin cometer injusticia alguna para
apoderarnos de sus bienes? ¿Cómo estas acciones no van a ser totalmente más
injustas que aquéllas?».
Critias le acusa ante el Consejo
Ellos, considerando que Terámenes
23era un obstáculo para hacer lo que deseaban, empezaron a conspirar contra él
y privadamente le difamaban ante los del consejo, uno por uno, con que socavaba
el régimen. Mandaron a unos jovenzuelos que les parecían muy osados presentarse
con puñales bajo el brazo y convocaron el consejo. Cuando 24Terámenes estuvo
presente se levantó Critias y habló así:
Consejeros, si alguno de vosotros
considera que mueren más de lo que sería conveniente, reflexione que donde hay
cambios de régimen en todas partes ocurre eso; y que aquí es forzoso que haya
numerosísimos enemigos de los que cambiaron a la oligarquía por ser la ciudad
helénica más poblada y por haberse mantenido el régimen democrático en libertad
durante el mayor tiempo. Pero nosotros, conociendo que la demo25cracia es un
régimen hostil a hombres como nosotros y vosotros, conociendo que el régimen
democrático nunca sería grato a los lacedemonios que nos salvaron, aunque los
mejores siempre les permanecerían fieles, por ello, de acuerdo con los
lacedemonios, establecimos este régimen. Y si vemos a alguno opuesto a la
26oligarquía, en cuanto podemos le quitamos de en medio; y mucho más aún nos
parece justo que sea castigado si uno de nosotros mismos ataca a este régimen.
27Ahora, por cierto, vemos a Terámenes, aquí presente, tratando de perdernos a
nosotros y a vosotros por los medios que puede. Para ver que esto es verdad
encontraréis, si reflexionáis, que nadie desprecia más la situación presente ni
se opone más que Terámenes cuando queremos quitar de en medio a algún jefe del
partido popular. Y, si desde un principio hubiera pensado así, sería un
enemigo, pero no sería considerado con 28toda justicia un cobarde. Mas ahora
él, que fue el primero en conseguir la confianza y amistad de los lacedemonios,
y también en el derrocamiento del régimen democrático y sobre todo nos lanzó a
nosotros a imponer penas a los primeros acusados ante vosotros, y ahora que
vosotros y nosotros hemos llegado a ser enemigos declarados del pueblo, ya no
le agrada lo que ocurre, para él ponerse a salvo y nosotros sufrir cas29tigo
por nuestros actos. En resumen, que le conviene sufrir castigo no sólo como
enemigo, sino también como traidor vuestro y nuestro. Pues la traición es tanto
más peligrosa que la guerra cuanto más difícil es guardarse de lo invisible que
de lo visible, y tanto más odiosa cuanto que los hombres hacen pactos con los
enemigos y a su vez se prometen lealtad, pero a quienes cogen en traición, con
ese nunca nadie hace pactos ni da ga30rantías para el futuro. Y para que veáis
que éste no hace nada nuevo, sino que es traidor por naturaleza, os recordaré
lo hecho por él. Bien, éste, honrado por el pueblo desde un comienzo a causa de
su padre Hagnón [27], se volvió muy propenso a cambiar la democracia
por los Cuatrocientos y fue el primero entre ellos [28]. Mas, cuando
vio que Se había constituido un
partido contrario a la oligarquía, de nuevo se convirtió en el primer guía del
pueblo contra ellos. De aquí, sin duda, [pues] es apodado «coturno». [Pues el coturno parece 31adaptarse bien a
ambos pies, válido para ambos [29]], Mas es necesario, Terámenes,
que un varón digno de la vida no sea hábil para llevar adelante a los que están
con él a la acción, y si algo se resiste, cambie al punto de bando; sino
afanarse como en una nave, hasta que se pongan al viento favorable. Pues, de lo
contrario, ¿cómo podrían llegar alguna vez a donde deben, si cuando algo sale
al paso, inmediatamente se ponen a navegar con rumbo contrario? Y, por
supuesto, los cambios de ré32gimen son portadores de muertes, pero tú por tu
versatilidad eres culpable de que muchísimos del partido oligárquico hayan
perecido víctimas del partido democrático, muchísimos de la democracia víctimas
de los mejores. Éste es ciertamente quien, designado por los estrategos para
recoger los náufragos atenienses en la batalla naval cerca de Lesbos, no
habiéndolos recogido él personalmente, sino acusándolos, dio muerte a los
estrategos para poder salvarse él. Pero verdaderamente 33cualquiera que muestra
siempre preocuparse por tener más sin hacer caso de la moral ni de los amigos,
¿cómo se va jamás a perdonarle la vida? ¿Cómo no nos vamos a guardar sabiendo
sus cambios, de modo que no nos pueda hacer lo mismo?
Nosotros, pues, os entregamos a
éste como conspirador y traidor nuestro y vuestro. Como prueba de que a nuestro
juicio hacemos cosas razonables, considerad lo siguiente. Bien, la constitución
de los lacedemonios 34parece sin duda ser la mejor, y si allí intentara un
éforo en lugar de obedecer a la mayoría censurar a la autoridad y oponerse a
sus actos, ¿no creéis que él sería juzgado digno de la máxima pena por los
propios éforos y todo el resto de la ciudad? También vosotros, en consecuencia,
si sois razonables, no perdonaréis la vida a éste sino a vosotros mismos,
porque si éste se salva, hará coger ánimos a muchos de los que se os oponen,
pero si perece, cortará de raíz las esperanzas de todos, los de la ciudad y los
de fuera.
Defensa de Terámenes
35Dicho esto se sentó. Y
Terámenes se levantó y dijo: «Bien, primero voy a recordar, varones, lo último
que dijo contra mi. Declara que yo acusando a los estrategos les di muerte.
Pero yo no comencé a hablar contra ellos realmente, sino que ellos declararon
que no había recogido a los infortunados en la batalla naval cerca de Lesbos,
si bien me fue ordenado por ellos mismos; y yo me defendí alegando que por la
tempestad no era posible navegar ni mucho menos recoger a los hombres, y la
ciudad admitió que yo alegaba cosas razonables y aquéllos daban la impresión de
acusarse a sí mismos; ya que después de declarar que era imposible salvar a los
hombres, partie36ron dejándolos perecer. Sin embargo, no me sorprende que
Critias haya entendido mal, pues cuando ocurría esto, casualmente no estaba
presente, sino que organizaba la democracia en Tesalia al lado de Prometeo y
37armaba a los penestes [30] contra sus amos. ¡Por cierto que nada
de lo que éste hizo allí ocurría aquí! Sin embargo, en lo siguiente, al menos,
estoy de acuerdo con él: Si alguien quiere que acabe vuestro poder y hace
fuertes a los que conspiran contra vosotros, es justo que obtenga la máxima
pena. ¿Quién es, sin embargo, el que está haciendo esto? Creo que vosotros lo
podéis juzgar muy bien si consideráis lo que ha hecho y lo que hace ahora cada
uno de nosotros. En efecto, mientras 38vosotros os limitabais al cargo de
consejeros y a ser designados magistrados y procesar a los sicofantes
declarados, todos éramos de la misma opinión, pero cuando ésos empezaron a
arrestar a hombres de bien, desde este momento también yo empecé a ser de
opinión contraria. Pues sabía que muriendo el salaminio León, va39rón de
prestigio auténtico y reconocido y que no había cometido la más mínima
injusticia, los iguales a él sentirían miedo y sintiendo miedo serían
contrarios a este régimen; asimismo reconocía que arrestado Nicérato, hijo de
Nicias [31], hombre rico y que nunca hizo nada, igual que su padre,
por el partido democrático, los iguales a él nos serían hostiles. Asimismo
cuando Anti40fonte fue condenado a muerte por nosotros, ya que había
proporcionado dos trirremes rápidas durante la guerra, conocía bien que los
celosos del Estado todos desconfiarían de nosotros. Protesté asimismo cuando
declararon que cada uno de nosotros debía detener a un meteco, pues era
evidente que si perecían éstos, todos los metecos serían enemigos del régimen.
Protesté 41asimismo cuando se quitaron las armas al pueblo, pues no creía que
fuera preciso debilitar la ciudad, ni veía que los lacedemonios al querer
salvarnos fuera por lo siguiente: que siendo pocos no pudiéramos serles útiles
en nada, ya que habrían podido, si lo hubieran precisado, no dejar a nadie,
oprimiendo un poco más de tiempo con el hambre. Ni el pagar a la guarnición me
agra42dó, cuando se podía atraer a tantos ciudadanos propios hasta que
llegáramos a dominar con facilidad los gobernantes a los gobernados. Y
realmente cuando vi en la ciudad a muchos contrarios a este gobierno, a muchos
que eran desterrados, no aprobaba asimismo que Trasibulo, Anito [32]
y Alcibíades fueran desterrados; pues de este modo la oposición sería fuerte,
si añadían al partido de la mayoría jefes prestigiosos y si se mostraba 43a los
que querían ser jefes muchos partidarios. Bien, quien advierte eso públicamente
¿sería considerado con justicia leal o traidor? Cridas, quienes impiden que los
enemigos se multipliquen y quienes enseñan a adquirir muchos aliados ésos no
fortalecen a los enemigos, sino mucho más quienes se apoderan injustamente de
riquezas y condenan a muerte a los que no han cometido ninguna injusticia, ésos
son quienes multiplican a los contrarios y traicionan no sólo a los amigos, mas
incluso a sí mismos a causa de una ganancia reprobable. 44Y si no es posible
reconocer de otra manera que digo la verdad, examinad de la siguiente: ¿Creéis
que Trasibulo, Anito y los demás desterrados preferirían que ocurriese aquí lo
que digo yo o lo que ésos hacen? Por supuesto, yo creo ahora que ellos piensan
que todo está repleto de aliados; pero si lo mejor de la ciudad nos fuera
favorable reconocerían ser difícil incluso el pisar 45cualquier punto del
territorio [33]. Por otra parte, sobre lo que dijo, que yo soy capaz
de cambiar en cualquier ocasión, considerad esto: efectivamente el gobierno de
los Cuatrocientos lo votó el mismo partido democrático, informado de que los
lacedemonios darían más fe a 46cualquier gobierno antes que a la democracia
[34]. Pero cuando aquéllos no aflojaron nada y el grupo de estrategos de
Aristóteles, Melantio y Aristarco fueron descubiertos cuando construían un
parapeto en el dique [35], por el que querían recibir a los enemigos
y someter la ciudad a sí mismos y a su grupo, si yo al advertirlo lo impedí,
¿es esto ser un traidor de los amigos? Me apli47ca también el nombre de coturno
en la idea de que intento adaptarme a ambos partidos; pero a cualquiera que no
agrada a ninguno de los dos, a éste, dioses, ¿qué debe llamársele? Pues tú en
la democracia eras considerado el más odiado de todos los del régimen
democrático y en la aristocracia has llegado a ser el que de todos tiene más
odio a los hombres de bien. Pero yo, 48Critias, siempre combato a aquellos que
no creen que haya una democracia auténtica si los esclavos y los que están
dispuestos a vender la ciudad por una dracma no participan del poder; y a su
vez siempre soy adversario de estos que no creen que se implante una oligarquía
auténtica antes de disponer que la ciudad sea tiranizada por unos pocos. Sin
embargo, el administrar el poder con los que pueden defenderlo con caballos y
escudos reconocía con anterioridad que era lo mejor, y ahora no cambio. Con
todo, si puedes decir un ejemplo 49de que yo intenté privar del gobierno a los
hombres de bien tanto con un régimen democrático como uno tiránico, dilo; en
efecto, si soy convicto de hacer eso ahora o de haberlo hecho antes alguna vez,
confieso que moriría con justicia después de sufrir los últimos suplicios».
Arresto y condena de Terámenes
Cuando terminó de decir este
dis50curso y el consejo se manifestó favorable apoyándole con gritos, se dio
cuenta Critias de que si encargaba al Consejo votar sobre él, se le escaparía,
y estimando que no se podía soportar este resultado, salió después de acercarse
y hablar un momento con los Treinta, y ordenó a los que tenían les puñales
colocarse bien a la vista del Consejo junto a la valla [36]. Luego
51volvió a entrar y dijo: «Yo considero, oh Consejo, que es función del
presidente que es como debe ser, al ver a los amigos engañados, no consentirlo.
Y yo, pues, lo haré, ya que también éstos que están de pie [37]
dicen que no nos lo consentirán, si soltamos a un hombre que daña públicamente
la oligarquía. Está en las nuevas leyes que ninguno de los tres mil sea
condenado a muerte sin vuestro voto, pero a los que no están en catálogo los
Treinta tienen plenos poderes para darles muerte. Yo, pues —dijo— borro a este
Terámenes del catálogo con el consentimiento de todos nosotros. Y a éste
—a52ñadió—, nosotros lo ejecutamos.» Cuando Terámenes lo oyó, saltó sobre el
altar de Hestia y dijo: «Consejeros, yo pido ante todo lo más legal —dijo—, que
Critias no tenga poder de borrar ni a mí ni a cualquiera de vosotros, mas la
misma ley que ellos redactaron sobre los del catálogo, según ella seamos
juzgados vosotros y yo. 53Dioses, no ignoro esto, que de nada me servirá este
altar —dijo—, mas quiero mostrar que ellos no sólo son los más injustos entre
los hombres, sino también los más impíos ante los dioses. Sin embargo, me
sorprende de vosotros, hombres de bien —dijo—, si no os defendéis a vosotros
mismos, pues conocéis que mi nombre no es nada más fácil de borrar que el de
cada uno de vosotros».
54Después de esto el heraldo de
los Treinta dio la orden a los Once de prender a Terámenes. Aquéllos entraron
con los ayudantes, guiados por Sátiro, el más audaz y sin escrúpulos, y dijo
Critias: «Os entregamos a Terámenes —afirmó— a éste, condenado según la ley.
Vosotros detenedle y llevadle a donde es preciso y ejecu55tad lo demás». Cuando
dijo esto, Sátiro lo arrancó del altar, lo arrancaron también los ayudantes.
Terámenes, como se puede esperar, llamaba a dioses y hombres para que viesen lo
que ocurría. Pero el Consejo permanecía quieto al ver a los de la valla de la
misma calaña que Sátiro y la parte delante del lugar del Consejo llena de
guardias y no ignorar que estaban allí con puñales. Ellos lo llevaron a través
del ágora mostrando 56con sus grandes gritos lo mucho que sufría. Se dice de él
esta frase: como le dijo Sátiro que se lamentaría si no callaba, preguntó: «Pero
si callo, ¿me lamentaré?». Y después que obligado a morir bebió la cicuta,
afirmaban que había dicho derramando el resto como si jugara al cótabo [38]:
«Esto para el bello Critias».
No ignoro que estos dichos no son
dignos de mención, pero considero que aquello es admirable en este hombre, el
que ante la inminencia de la muerte no perdió la cordura ni el humor de su
espíritu.
Los desterrados toman File
Terámenes, pues, así murió.
Los4Treinta, pensando que ya podían gobernar sin miedo como tiranos, advirtieron
a los que no estaban en el catálogo que no entraran en la ciudad; con todo los
sacaban de sus fincas para apoderarse ellos y sus amigos de sus tierras. Y
huyeron al Pireo y, como detuvieron incluso allí a muchos, llenaron Mégara y
Tebas de fugitivos. Después de esto Trasibulo [39] se lanzó desde
2Tebas con unos setenta hombres y toma File [40], un lugar
fortificado. Los Treinta acudieron desde la ciudad con los tres mil y con las
caballerías en un día muy bueno. Cuando llegaron, algunos jóvenes envalentonados
atacaron inmediatamente el sitio y no consiguieron nada, mas se retiraron
heridos. Los Treinta querían sepa3rarlos con un muro para poder rendirlos
cortando las entradas de víveres, pero durante la noche y el día siguiente se
les echó encima una fuerte nevada. Impedidos por la nieve regresaron a la
ciudad perdiendo numerosísimos portadores de bagajes por los ataques de 4los de
File. Como se dieron cuenta de que aquéllos podrían vivir del saqueo de los
campos, si no había una guardia, enviaron por distintos puntos hasta la
frontera, como unos quince estadios desde File, a la guarnición laconia salvo
unos pocos y a dos escuadrones de caballería. Éstos acamparon en un lugar
espeso y monta5ban guardia. Pero Trasibulo, una vez reunidos en File unos setecientos,
bajó de noche con ellos y dejando sus armas a unos tres o cuatro estadios de
los hombres de 6la guarnición permaneció quieto. Mas cuando se hacía de día y
ya se estaba levantando cada uno a su quehacer sin las armas y los palafreneros
hacían ruido al almohazar los caballos, en ese momento, el grupo de Trasibulo
tomó de nuevo sus armas y atacó a la carrera. Abatieron a algunos, pusieron a
todos en fuga y los persiguieron durante seis o siete estadios y mataron a más
de ciento veinte hoplitas, y de los jinetes a Nicóstrato, apodado el bello, y a
otros dos sorprendidos 7aún en sus lechos. Retrocedieron de nuevo y erigieron
un trofeo, recogieron las armas y el botín que tomaron y regresaron a File. La
caballería acudió desde la capital, pero no vio ya a ningún enemigo, aguardaron
a que los familiares recogieran los cadáveres y volvie8ron a la ciudad. Después
de esto los Treinta ya no consideraban segura la situación para sí y decidieron
apoderarse de Eleusis de modo que les sirviese de refugio, si era necesario.
Después de dar las órdenes pertinentes a la caballería vinieron a Eleusis
Critias y el resto de los Treinta. Pasaron revista… [41], declarando
que querían saber cuántos eran y qué guarnición necesitaban como suplemento y
ordenaron inscribirse a todos. Cada uno que se iba inscribiendo debía salir por
una portezuela que daba al mar. Colocaron a los de caballería sobre la costa a
los dos lados y a cada uno que iba saliendo los ayudantes lo esperaban. Cuando
todos estuvieron apresados, ordenaron a Lisímaco, jefe de la caballería,
conducirlos a Atenas y entregarlos a los once. Al día siguiente llamaron al
Odeón a los ho9plitas del catálogo y al resto de la caballería. Critias se
levantó y dijo: «Amigos, nosotros establecimos este régimen no menos para vosotros
que para nosotros mismos. Vosotros debéis, pues, así como participáis de los
honores, participar también de los peligros. En consecuencia, se debe condenar
con el voto a los eleusinios arrestados, de modo que estéis contentos o temáis
por lo mismo que nosotros». Señaló un sitio y ordenó depositar en él
públicamente el voto. La guarnición laconia 10estaba armada en medio del Odeón.
Además eso agradaba a unos ciudadanos que sólo se preocupaban por poseer más.
Trasibulo en el Pireo
Después de esto Trasibulo con los
reunidos en File, unos mil ya, llegó de noche al Pireo. Los Treinta, cuando se
enteraron, inmediatamente acudieron con los laconios y con los caballeros y
hoplitas y avanzaron por el camino de carros que lleva al Pireo. Los de File
intentaron durante cierto tiempo 11impedirles subir, pero luego, como el
recinto amurallado era grande y les parecía que necesitaban una numerosa
guarnición cuando aún no eran muchos, se concentraron en Muniquia. Los de la
capital llegaron al ágora de Hipódamo [42] y primero formaron para
ocupar el camino que lleva al templo de Ártemis Muniquia y al Bendideo [43].
En fondo no eran menos de cincuenta es12cudos [44]. Y subían así
formados. Los de File ocuparon la calle enfrente de ellos, y no eran más de
unos diez hoplitas en fondo. Mas formaron detrás de ellos soldados con escudos
ligeros y lanzadores de jabalina y, detrás de éstos, los lanzadores de piedras.
Éstos, sin embargo, eran numerosos, pues se sumaron de allí mismo [45].
Mientras se acercaban los contrarios, Trasibulo ordenó a los suyos dejar los
escudos e incluso lo dejó él, aunque conservó el resto del armamento, se puso
13en medio y dijo: «Ciudadanos, quiero mostrar a unos y recordar a otros que
los que se acercan, unos, los del ala derecha, son los que vosotros
perseguisteis hace cuatro días poniéndolos en fuga, y los últimos, del lado
izquierdo, esos evidentemente son los Treinta que nos privaron de la ciudad sin
cometer injusticia alguna, nos echaron de las casas y proscribieron a nuestros
seres más queridos. Pero ahora están del lado que ja14más se imaginaron y
nosotros siempre pedimos. En efecto, estamos frente a ellos con las armas; y
los dioses, como entonces fuimos arrestados mientras comíamos, dormíamos o
estábamos en el ágora y no porque cometiéramos alguna injusticia, mas éramos
desterrados algunos sin estar incluso en Atenas, ahora públicamente son
nuestros aliados. En efecto, de un buen día hacen un temporal de nieve cuando
nos conviene, y cuando atacamos, aun siendo muchos los contrarios, 15nos dan a
unos pocos el erigir un trofeo. Y ahora nos han traído a un sitio donde ellos
no van a poder usar sus lanzas ni sus jabalinas a causa de los que tienen
formados delante por estar en cuesta, pero nosotros por la pendiente dejando
caer lanzas, jabalinas y piedras los alcanzaremos y heriremos a muchos. Y
alguno po16dría creer que al menos con las primeras filas sería preciso luchar
en igualdad de condiciones, pero ahora, si vosotros lanzáis los dardos con
celo, como se debe, no fallará ninguno sobre aquellos que llenan la calle, y al
resguardarse bajo los escudos huirán sin parar; de modo que se podrá golpearlos
como a ciegos, donde queramos, y hacerlos retroceder lanzándose sobre ellos.
Bien, 17amigos, así se debe actuar, de modo que uno por uno se sienta como el
principal responsable de la victoria. Ésta, pues, si Dios quiere, nos devolverá
ahora nuestra patria, nuestros hogares, nuestra libertad, nuestros honores y,
quienes los tengan, sus hijos y sus esposas. ¡Bienaventurados por cierto
quienes de nosotros añadan al vencer ver aún el día más feliz de todos! ¡Feliz
también si alguno muere!, pues ninguno por rico que sea logrará un monumento
tan bello. Bien, yo entonaré el peán, cuando llegue el momento oportuno; y
cuando invoquemos a Enialio [46], entonces todos a una tomaremos
venganza de estos hombres por lo que fuimos injuriados».
Después de decir estas palabras
se volvió hacia los 18contrarios y permaneció quieto, pues el adivino les
ordenó no atacar primero antes de que alguno de los suyos cayera o fuese
herido, «pues cuando esto suceda, afirmó, nosotros guiaremos y vosotros
tendréis la victoria si me seguís y yo la muerte, según me parece».
Y no se engañó, ya que después
que volvieron a to19mar las armas, como inducido por algún hado se lanzó el
primero, cayó entre los enemigos y murió —está enterrado en el lugar de paso
del Cefiso—. Pero los demás vencieron y los persiguieron hasta la llanura. Allí
murieron Critias e Hipómaco de entre los Treinta, Cármides, hijo de Glaucón, de
entre los diez arcontes del Pireo, y setenta de los demás. Se apoderaron de las
armas, pero no despojaron a ningún ciudadano de sus túnicas. Después de hacer
esto y recoger los cadáveres bajo tregua, se acercaron muchos de los dos bandos
y 20conversaban unos con otros. Y Cleócrito, el heraldo de los misterios, que
tenía muy buena voz, mandó callar y dijo: «Ciudadanos, ¿por qué nos expulsáis?,
¿por qué queréis matarnos? Si nosotros nunca os hicimos ningún mal, al
contrario, participamos con vosotros de los ritos más sagrados, de los
sacrificios y de las fiestas más hermosas, fuimos compañeros de coros,
condiscípulos y compañeros de armas y muchas veces con vosotros corrimos
peligros por tierra y por mar en defensa de la salvación común y de nuestra
libertad, de ambos par21tidos. Por los dioses de nuestros padres y de nuestras
madres, por nuestro parentesco por sangre o afinidad y por nuestra amistad
—pues muchos participamos de todo ello mutuamente— respetad a dioses y hombres
y cesad de ofender a la patria y no obedezcáis a los Treinta, los hombres más
impíos, quienes por su ganancia particular casi han matado a más atenienses en
ocho meses que todos los peloponesios en diez años de gue22rra. Cuando podíamos
vivir en paz como ciudadanos, ellos nos han ofrecido a unos y a otros la guerra
más vergonzosa, más cruel, más impía y más odiosa de todas para dioses y
hombres. En efecto, bien sabéis que no sólo vosotros, sino también nosotros
lloramos a algunos de los muertos ahora por nosotros». Éste dijo tales
palabras; los demás arcontes retiraron a los suyos a la capital movidos en
parte al oír tales argumentos.
Fin del gobierno de los Treinta
Al día siguiente los Treinta
estaban 23reunidos en el consejo muy abatidos y solos; los tres mil estaban
cada uno en los puestos asignados y en todo discutían entre sí. Pues los que
habían cometido algún exceso, sintiendo miedo, sostenían con decisión que no
debían entregarse a los del Pireo, pero los que creían no haber cometido
ninguna injusticia consideraban y trataban de mostrar a los demás que estos
males eran innecesarios, y afirmaban que no se debía obedecer a los Treinta ni
dejarles arruinar la ciudad. Y al fin votaron que cesaran y eligieran a otros.
Y eligieron diez, uno por tribu.
Los Treinta se retiraron a
Eleusis. Los Diez, con los 24jefes de caballería, se encargaron de los
habitantes de la capital que estaban muy alborotados y desconfiaban unos de
otros. Los caballeros incluso dormían en el Odeón con sus caballos y escudos y
por desconfianza hacían la ronda con los escudos de un lado desde el atardecer
bajo las murallas, de otro al orto con sus caballos, temiendo continuamente que
algunos de los del Pireo les cayeran encima. Éstos eran ya muchos y de to25das
clases, se fabricaban armas, unos de madera, otros de mimbre y las blanqueaban.
Antes de pasar diez días se dieron garantías de que los que lucharan con ellos,
aunque fueran extranjeros, tendrían igualdad de impuestos [47]. Y
muchos hoplitas y muchos con armadura ligera hacían salidas; tenían también
unos setenta de caballería, y hacían expediciones para forrajear, cogían leña y
frutos de la estación y volvían a dormir en el Pireo. De los habitantes de la
capital nadie más 26salía con las armas que los caballeros a veces y cogían
prisioneros a algunos merodeadores de los del Pireo y dañaban a su formación.
Encontraron casualmente a algunos exoneos [48] que iban a sus campos
por víveres; y Lisímaco, el jefe de la caballería, los decapitó, a pesar de sus
reiteradas súplicas y de que muchos caballeros 27no lo toleraban. Como
respuesta mataron los del Pireo a Calístrato, de la tribu Leóntide, de entre
los caballeros que apresaron en el campo. Y entonces estaban ya con muchos
ánimos, de modo que intentaron atacar la muralla de la capital. Aunque también
se debe decir lo siguiente del constructor de máquinas de guerra de la capital.
Éste, cuando se dio cuenta de que iban a aplicar las máquinas por el camino del
Liceo, ordenó a todas las yuntas llevar piedras del tamaño del carro y
descargarlas en el camino donde cada uno quisiera. Como se hizo esto, cada una
de las piedras causó muchas dificultades a los asaltantes.
Intervención de Lisandro y Pausanías
28Los Treinta enviaron
embajadores a Lacedemonia desde Eleusis y los del catálogo desde la capital, y
pidieron ayuda alegando que el pueblo se había separado de los lacedemonios.
Lisandro consideró que era posible rendir pronto mediante asedio por tierra y
mar a los del Pireo si se les cortaban las provisiones, y consiguió que se les
prestara cien talentos y que fuese enviado por tierra él como harmos29te y su
hermano Libis como navarco. Y salió él para Eleusis y reunió muchos hoplitas
peloponesios. El navarco por su parte vigilaba por mar para que no les llegase
ningún aprovisionamiento. Así muy pronto los del Pireo volvieron a estar en
apuros y los de la ciudad, en cambio, otra vez tenían gran confianza en
Lisandro. Cuando así iban las cosas, el rey Pausanias, que miraba con envidia a
Lisandro, pues si llevaba a cabo ese plan conseguiría fama y tendría a la vez a
Atenas como suya, convenció a tres éforos y sacó el ejército. Le acompañaban
también todos los aliados corintios y 30beocios. Alegaban éstos que
consideraban que no serían fieles al juramento si militaban contra los
atenienses que no habían hecho nada contra las treguas; pero en realidad lo hacían
porque sabían que los lacedemonios querían asegurarse la posesión y fidelidad
del territorio ateniense. Pausanias acampó en un lugar llamado Halípedo, junto
al Pireo; él tenía el ala derecha, Lisandro con los mercenarios la izquierda.
Pausanias envió em31bajadores a los del Pireo y les ordenó marchar a sus casas;
como no obedecieron, se acercó lo suficiente para que oyeran el grito de
guerra, de modo que no se pusiera en evidencia que les era favorable. Después
se retiró sin conseguir nada con este avance; al día siguiente con dos
compañías lacedemonias y tres escuadrones de la caballería ateniense se
presentó en el Puerto Mudo y observó por dónde era más fácil bloquear el Pireo.
Al marchar, algunos le seguían a la ca32rrera y le causaban dificultades; molesto
por ello ordenó a la caballería avanzar contra ellos a rienda suelta y a las
diez clases más jóvenes seguirla, y él mismo acompañaba con el resto. Y dieron
muerte a cerca de treinta hombres de armadura ligera, y persiguieron a los
demás hasta el teatro del Pireo. Allí se encontraban, 33armándose, todos los
peltastas y los hoplitas del Pireo. Los de infantería ligera al punto salieron
a la carrera y atacaron con jabalinas, dardos, arcos y hondas. Los
lacedemonios, como muchos estaban heridos, se retiraron paso a paso muy
acosados; los otros mientras tanto cargaban mucho más. Y entonces murió Querón
y Tríbaco, ambos polemarcos, y Lácrates el vencedor olímpico y otros
lacedemonios que están sepultados delante de la puerta del Cerámico [49].
Al ver eso Trasibulo acu 34dio con los demás hoplitas y formaron rápidamente
delante de las Salinas a ocho filas en fondo. Pausanias, que estaba muy acosado
y se había retirado unos cuatro o cinco estadios junto a una colina, ordenó a
los lacedemonios y a los demás aliados avanzar hacia sí. Allí los ordenó en
formación muy profunda en toda la línea y los llevó contra los atenienses.
Éstos los recibieron cuerpo a cuerpo, pero luego unos fueron rechazados hacia
la parte pantanosa de las Salinas, otros cedieron y murieron unos ciento
cincuenta de ellos.
Negociaciones y reconciliación entre ambos bandos
35Pausanias erigió un trofeo y se
retiró; ni aun así se irritó con ellos, mas por un enviado secreto aconsejaba a
los del Pireo enviar embajadores ante sí y los éforos que se hallaban presentes
y lo que debían decir. Ellos obedecieron. Intentaban también dividir a los de
la capital y les instaba a acudir a sí en grupo en el mayor número posible y
que dijeran que de ningún modo debían luchar contra los del Pireo, sino
reconciliarse y ser amigos ambos de los lace36demonios. Con gusto oía eso
Nauclidas, que era éforo; pues como es costumbre que acompañen al rey dos
éforos en su campaña, y entonces estaba él y otro, ambos eran de la opinión de
Pausanias más que de la de Lisandro. Por eso, pues, también enviaron con
interés a Lacedemonia a los del Pireo que tenían las cláusulas del tratado de
paz con los lacedemonios, y como particulares en representación de los de la
capital, a 37Cefisofonte y Meleto. Sin embargo, después de marchar ésos para
Lacedemonia, enviaron también los del gobierno de la capital a otros anunciando
que ellos entregaban los muros que tenían y a sus personas a los lacedemonios
para hacer lo que quisieran, pero declararon que también era justo que los del
Pireo, si afirmaban que eran amigos de los lacedemonios, entregaran 38el Pireo
y Muniquia. Después de oírlos a todos, los éforos y los miembros de la Asamblea
enviaron a Atenas a quince hombres y les ordenaron con la colaboración de
Pausanias llegar a un arreglo en las mejores condiciones posibles. Éstos se
reconciliaron en estos términos: mantener la paz los dos partidos, cada uno
retirarse a su casa, salvo los Treinta, los Once y los Diez magistrados del
Pireo. Con todo si alguno de los de la capital tenía algún temor, se decidió
que se refugiara en Eleusis. Una vez concluidas estas negociaciones Pau39sanias
licenció al ejército y los del Pireo subieron con las armas a la Acrópolis y
sacrificaron a Atenea. Después que bajaron los estrategos convocaron la
asamblea y Trasibulo dijo: «Hombres de la ciudad, os aconsejo 40que os
conozcáis a vosotros mismos; y os podéis conocer sobre todo si reflexionáis de
qué os debéis sentir orgullosos como para intentar dominarnos. ¿Es que sois más
justos? Bien, el pueblo que es más pobre que vosotros, nunca os ofendió en nada
por riquezas; pero vosotros que sois más ricos que todos habéis cometido muchas
cosas vergonzosas por avaricia. Y ya que de la justicia nada podéis reclamar,
mirad, pues, si por el valor os debéis sentir orgullosos. ¿Y qué mejor juicio
de 41ello había que cuando luchamos unos con otros? ¿Mas diréis que aventajáis
en inteligencia, vosotros que, teniendo murallas, armas y dinero y aliados
peloponesios, habéis sido acosados por quienes no tenían nada de esto? Bien, ¿creéis,
por fin, que os debéis sentir orgullosos por los lacedemonios? [50]
¿Cómo, si incluso ellos se retiran y marchan después de entregaros a este
pueblo ofendido como se entregan perros que muerden 42atándolos con una cadena?
Sin embargo, camaradas míos, al menos a vosotros os exijo que no quebrantéis
nada de lo que habéis jurado [51], mas incluso deis prueba de lo
siguiente además de otras cosas buenas: que sois fieles a lo jurado y
piadosos». Después de exponer esto y otras razones semejantes, y también que no
se debía en absoluto promover desórdenes, sino servirse de las leyes antiguas,
levantó la asamblea.
43Y entonces establecieron los
cargos y se gobernaban pacíficamente; pero algún tiempo después, como oyeran
que los de Eleusis pagaban a mercenarios extranjeros, hicieron una expedición
en masa contra ellos y dieron muerte a sus estrategos que habían venido para
unas conversaciones, enviaron a los demás a amigos y allegados y les
persuadieron a reconciliarse. Y prestaron juramento solemne de no guardar
rencor y aun ahora [52] se gobiernan pacíficamente unidos y el
pueblo permanece fiel a los juramentos.
[1] Año 406/5, en realidad el 26.
Cf. I 6, 1. <<
[2] Padre de Autobesaces y Mitreo.
<<
[3] Parece que este largo pasaje es
una interpolación, ya que la última frase parece una réplica de II t, 13.
<<
[4] Cf. Anáb. I 1, 1. <<
[5] Los barcos que transportaban
cereales del Ponto o Mar Negro a Atenas. <<
[6] Cf. I 6, 19 (pararremata: telas protectoras).
<<
[7] Cf. I 5, 17. <<
[8] Número erróneo, según Hatzfeld.
<<
[9] La Páralos y la Salaminia eran
naves oficiales encargadas de los despachos de las autoridades. <<
[10] Cf.
I 3, 14-22. <<
[11] Para
estos sucesos véase TUC., Melos: V 84-116; Histiea: I 114; Escione: IV 130 y
55, V 32; Torone: IV 110, 114, V 2 y ss.; Egina II 27, IV 57. <<
[12] Los gnóritnoi, uno de los nombres que aplica
a los aristócratas o contrarios al partido democrático <<
[13]
Abril del 404. <<
[14] De
este paréntesis se mantiene como de Jenofonte el párrafo 2, según una propuesta
de Lotze, mas véase II 3, 11. <<
[15] 3 de
septiembre del 404 a. C. Cf. II 3-36. <<
[16]
Estos «caballeros» son partidarios del régimen oligárquico y contrarios a los
tiranos, y abandonaron Siracusa después de un enfrentamiento frustrado. Parece
que Catania es un error por Etna, ciudad que los acogió. <<
[17] O
aristócratas. Cf. TUC., VIII 2. <<
[18] Aquí
terminaba la primera parte de las Helénicas
según algunos. <<
[19]
Cálculo erróneo del interpolador; en realidad duró 27 y medio. Cf. TUC., V 26.
<<
[20] En
446/5 tuvo lugar esta paz entre Atenas y Esparta. <<
[21]
Especie de delatores oficiales que vivían de las denuncias. En un principio
individuos que seguían y denunciaban la exportación ilegal de higos del Ática.
<<
[22] Kalós kagathós: uno de los varios
nombres que encontramos en Jenofonte para señalar a los aristócratas. <<
[23]
Critias: amigo de Alcibíades, de una de las familias más nobles y ricas de
Atenas, pariente de Platón. <<
Aparece en los diálogos
platónicos, uno de ellos lleva su nombre. Discípulo de Gorgias y Sócrates.
Filósofo y escritor de poesía y prosa. Fue de los Cuatrocientos (TUC., VIII 67
y ss.). Véase también Memorables I 2,
12. <<
[24]
Estos tres mil que participan en la política se pueden comparar a los cinco mil
del 411. Cf. TUC., VIII 65. <<
[25] Esta
frase se encuentra también en ARISTÓTELES, Const. aten. 36, 2. <<
[26]
Probablemente en el opisthódomos del
Partenón, que servía también de cámara de tesoros. <<
[27]
Aparece en TUC., IV 102, VII, como oikistés
o fundador de la colonia de Anfípolis en 437. En 413 es miembro del consejo de
los diez próbulos (próbouloi). Cf.
LISIAS, XII 65, TUC., I 117; II 58; 95; VIII, 1. <<
[28]
TUC., VIII 68 cita como protagonista de la revuelta del 411 a Antifonte,
Frínico y Terámenes. <<
[29] El
texto parece estar incompleto y no tiene pleno sentido. <<
[30]
Siervos de Tesalia comparables a los hilotas de Lacedemonia y Mesenia. <<
[31]
Nicias: político que preparó la paz
que lleva su nombre (421) y murió en Sicilia condenado por los siracusanos
después del desastre del ejército ateniense (413).
De Nicérato hablan LISIAS en XIII
6, y DIOD., XIV 5, 5. <<
[32] Más
tarde sería el acusador de Sócrates. <<
[33]
Alusión a la toma de File (II 4, 2 y ss.). <<
[34] Cf. TUC., VIII 70, 2. <<
[35] Cf. TUC, VIII 89-91. <<
[36] Que
separaba a los consejeros del público. <<
[37] Se
refiere al grupo armado que ha colocado junto a la valla. <<
[38] Cótabo: juego preferido en los banquetes
del siglo VI al IV en el cual los bebedores debían tirar el resto de vino de
una copa sobre una meta, otra copa colacada a distancia. <<
[39] Cf.
TUC., VIII 73-76; 81. <<
[40] En
la ruta de Atenas a Tebas, cerca de la frontera beocia. <<
[41]
Texto confuso. <<
[42] n
Hipódamo de Mileto: el puerto del Pireo fue construido de acuerdo con sus
planos. <<
[43]
Templo de Bendis, diosa tracia parecida a Ártemis. Cf. PLATÓN, Rep. I 327-328. <<
[44] La
falange normal era de 8 filas en fondo. <<
[45]
Jenofonte usa los términos peltophóroi
y petrobóloi en lugar de las
corrientes peltastal y sphendonêtai para indicar seguramente
que se trata de fuerzas improvisadas, sin organizar. <<
[46] Peón: himno a Apolo. Cf. Tuc., VII 44,
6. Enialio, dios de la guerra identificado con Ares. <<
[47] Isotéleia: privilegio de los extranjeros
por el que quedaban equiparados a los ciudadanos en las cargas militares y
fiscales. <<
[48] De Aixōnē, demo de la costa sur de Atenas.
<<
[49]
Barrio del NO. de Atenas. <<
[50] Este
discurso se inspira en la sentencia délfica «conócete a ti mismo» y recomienda
como método de autocomprobación el canon habitual de las virtudes «cardinales»;
justicia, valor, inteligencia o sabiduría, acompañadas irónicamente por la
alianza con los lacedemonios.
Demuestra Trasibulo punto por
punto que la pretendida superioridad de los oligarcas es en realidad
inferioridad. Todo ello va unido a la idea socrática de que virtud y
conocimiento son equivalentes y de que nadie, por consiguiente, yerra a
sabiendas. Cf. JENOF., Memorables IV 2 y ss.; III 9, 1 y ss.; PLATÓN, Rep. 472 e y ss. <<
[51] Se
refiere a la amnistía que habían prometido. <<
[52] Este
texto ha servido para fechar la redacción de las Helénicas. La amnistía terminó en 401 a. C. en tiempos del
arconte Jenéneto. (ARIST., Const. aten.
40, 4). <<
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