I
El libro I refiere los
acontecimientos de la guerra del Peloponeso desde el año 411 al 406 a. C.,
localizados principalmente en Asia Menor, con las intervenciones de Alcibíades,
Farnabazo, Trasilo, Ciro, Lisandro y Calicrátidas, entre otros. Se cierra con
la batalla naval de las islas Arginusas y el proceso de los estrategos en
Atenas,
Enfrentamientos en el Helesponto
No muchos días después de estos
1acontecimientos [1], vino de Atenas Timó cares [2] con
algunas naves, e inmediatamente lucharon de nuevo por mar lacedemonios y
atenienses, venciendo los lacedemonios mandados por Agesándridas [3].
Poco después de esto, a comienzos
del invierno, 2Dorieo [4], hijo de Diágoras, navegaba al amanecer
con catorce naves desde Rodas al Helesponto [5]. Al verlo el vigía
ateniense, se lo comunicó mediante señales a los estrategos. Éstos zarparon
contra él con veinte naves; Dorieo las esquivó y, como estaba en alta mar,
intentó 3traer sus trirremes a tierra cerca del cabo Retio. Mas como los
atenienses se acercaron, lucharon desde las naves y desde tierra hasta que
éstos se alejaron por mar hacia Mádito, junto al resto de la flota, sin
conseguir nada.
4Míndaro [6], que
percibió el combate cuando sacrificaba a Atenea en Ilion, acudió al mar para
ayudar, y después de botar sus trirremes partió para alcanzar a 5las de Dorieo.
Pero los atenienses vinieron a su encuentro y lucharon por mar cerca de Abido,
junto a la costa, desde la mañana a la tarde. Y cuando vencían en unos puntos y
eran vencidos en otros, aparece Alcibíades [7] con dieciocho naves.
Intervención de Alcibíades
6Entonces se produjo la huida de
los peloponesios hacia Abido. Farnabazo [8] acudió en su ayuda, y
entrando a caballo en el mar hasta donde podía, luchaba y animaba a los demás,
a su caballería e infantería.
7Los peloponesios luchaban
uniendo sus naves y alineándolas junto a la costa. Mas los atenienses marcharon
hacia Sesto después de apresar treinta naves enemigas sin la tripulación y
recoger aquellas que ellos 8mismos perdieron. Salvo cuarenta, las demás naves
partieron desde allí en distintas direcciones para recoger dinero fuera [9]
del Helesponto. Trasilo, que era uno de los estrategos, embarcó para Atenas
para comunicar estos acontecimientos y pedir tropas y naves.
Después de esos hechos Tisafernes
[10] llegó al Heles9ponto. Detuvo a Alcibíades, que había venido con una
sola trirreme a verle con presentes de hospitalidad y regalos, y lo encarceló
en Sardes, alegando que el rey [11] le dio órdenes de luchar contra
los atenienses. Treinta 10días después Alcibíades junto con Mantíteo [12],
el que fue hecho prisionero en Caria, consiguieron unos caballos y huyeron de
noche de Sardes a Clazómenas.
Los atenienses de Sesto, cuando
se enteraron de que 11Míndaro se disponía a navegar contra ellos con sesenta
naves, huyeron de noche a Cardia. Allí también llegó Alcibíades desde
Clazómenas con cinco trirremes y una embarcación pequeña. Informado de que las
naves peloponesias habían sido llevadas de Abido a Cícico, vino por tierra a
Sesto y ordenó a las naves costear hacia allá. Después que llegaron, cuando él
se disponía 12a marchar para una batalla naval, aparece Terámenes con veinte
naves de Macedonia y a la vez Trasibulo con otras veinte de Tasos. Ambos habían
estado recogiendo dinero. Después de decir también a éstos que le siguie13ran
con las velas mayores plegadas, Alcibíades se dirigió a Parió. Una vez reunidas
las naves en Parió, ochenta y seis en total, zarparon a la noche siguiente y
llegaron a Proconeso al otro día hacia la hora de la comida. Allí se informaron
de que Míndaro estaba en 14Cícico y que también estaba Farnabazo con la
infantería. Durante ese día, pues, permanecieron allí. Al día siguiente,
Alcibíades convocó la asamblea y les dijo que era necesario luchar por mar, por
tierra y en las murallas. «Nosotros, añadió, no tenemos dinero, pero los
15enemigos lo reciben del rey sin regateos». El día anterior, después de haber
anclado, agrupó en torno a sí todas las embarcaciones grandes y pequeñas para
que nadie revelara a los enemigos el número de las mismas y anunció mediante un
heraldo la pena de muerte para quien fuese cogido pasándose hacia el otro lado.
16Después de la asamblea se
preparó para el combate y zarpó para Cícico en medio de una fuerte lluvia.
Cuando estaba cerca de Cícico, como escampó y brillaba el sol, vio las naves de
Míndaro, que eran sesenta, haciendo maniobras lejos del puerto y separadas de
éste 17por él. Los peloponesios huyeron a tierra al ver que las trirremes de
los atenienses eran muchas más que antes y que estaban junto al puerto.
Anclando juntas las naves, se disponían a combatir con los contrarios que
18venían a su encuentro. Alcibíades dio un rodeo con veinte naves y desembarcó.
Al verlo Míndaro también desembarcó y murió luchando en tierra; y los que
estaban con él huyeron. Los atenienses marcharon para Proconeso llevando todas
las naves excepto las siracusanas. Aquéllas los propios siracusanos las
quemaron.
Desde allí los atenienses
partieron al día siguiente 19para Cícico. Los peloponesios y Farnabazo habían
abandonado la ciudad y los cicicenos recibieron a los ate20nienses. Alcibíades
permaneció allí veinte días y tomó mucho dinero de los cicicenos, y, sin causar
ningún daño más en la ciudad, volvió por mar a Proconeso. 21Desde allí marchó a
Perinto y Selimbria. Los perintios acogieron la flota dentro de la ciudad. Los
selimbrios 22no la recibieron, pero le dieron dinero. Desde aquí llegaron a
Crisópolis de Calcedonia y la fortificaron; establecieron en ella una aduana y
exigían la décima parte a los barcos que venían del Ponto [13].
También dejaron una guarnición de treinta naves y dos estrategos, Terámenes y
Éumaco, para encargarse de la plaza y de los barcos que salían del estrecho y
causar todo el daño posible al enemigo. Los demás estrategos partieron para el
Helesponto.
Farnabazo reconstruye la flota peloponesia
Una carta [14] enviada
a Lacedemonia [15] 23por Hipócrates, secretario de Míndaro, fue
interceptada y remitida a Atenas. Decía lo siguiente: «Las naves están
perdidas. Míndaro pereció. Los hombres están hambrientos. No sabemos qué
hacer». Mas 24Farnabazo exhortaba a todo el ejército peloponesio y a los
aliados a no desanimarse por unos maderos [16] —pues había muchos en
el territorio del rey—, mientras los hombres estuvieran sanos y salvos, y dio a
cada uno un manto y provisiones para dos meses, equipó a los marineros y los
empleó como guardianes de la costa de su satrapía. Convocó también a los
estrategos y 25trierarcos [17] de las ciudades y les mandó construir
en Antandro todas las trirremes que había perdido cada uno, y al mismo tiempo
les dio dinero y ordenó traer madera del Ida.
Intervención de los estrategos siracusanos y destierro de sus estrategos
Mientras se construían las naves, los
26siracusanos terminaron a la vez con los de Antandro parte de la muralla y se
ganaron las simpatías de todos en el servicio de guardia. Por eso los
siracusanos tienen en Antandro los títulos de bienhechores y de ciudadanía.
Farnabazo, después de tomar estas medidas, inmediatamente acudió en ayuda de
Calcedonia.
27Por este tiempo se comunicó a
los estrategos siracusanos desde su patria que quedaban desterrados por el
partido democrático. Convocaron, pues, a sus soldados y Hermócrates [18],
hablando en su nombre, se lamentaba de su desgracia, porque injustamente, a su
juicio, habían sido desterrados ilegalmente todos a la vez [19]. Les
exhortaba a ser celosos en adelante como antes y dóciles ante cualquier
mandato. Ellos les ordenaban también elegir jefes, hasta que llegaran los
elegidos en 28su lugar. Pero éstos, sobre todo los trierarcos, los soldados de
cubierta [20] y los pilotos, exigían a gritos que siguieran en el
mando.
Ellos decían que no debían
sublevarse contra su propia ciudad. Mas por si alguien les reprochaba algo,
declararon que debían defenderse «recordando en cuántos combates navales
vosotros mismos habéis vencido y cuántas naves habéis cogido solos y en cuántos
con otros aliados habéis sido invencibles bajo nuestra dirección, manteniendo
el puesto mejor gracias a la vez a nuestro mérito y a vuestro celo, manifestado
tanto en 29tierra como en mar». Mas nadie les acusó de nada y permanecieron en
sus puestos como exigían hasta que llegaron para reemplazarlos los estrategos
Demarco, hijo de Epícides, Miscón, hijo de Menécrates, y Pótamis, hijo de
Gnosias. La mayoría de los trierarcos juraron traerlos de nuevo a su patria
cuando llegaran a Siracusa, y elogiándoles colectivamente los enviaron a donde
querían. Y particularmente los que trataron a 30Hermócrates añoraban su
preocupación, celo y camaradería; pues cada día por la mañana y por la tarde
reunía ante su tienda a los más discretos de aquellos que conocía, tanto trierarcos
como pilotos y soldados de cubierta, y trataba en común lo que iba a decir o
realizar y los formaba también al ordenarles exponer unos temas de improviso,
otros después de reflexionar. Por 31eso Hermócrates gozaba de una grande y
general estimación en la asamblea general, pues daba la impresión de hablar y
proponer lo más adecuado. Como había acusado a Tisafernes en Lacedemonia,
testificando también Astíoco [21], y había probado los hechos que
decía, cuando llegó Hermócrates ante Farnabazo recibió dinero antes de pedirlo
y empezó a preparar mercenarios y trirremes para el regreso a Siracusa.
Mientras tanto llegaron a Mileto los sustitutos siracusanos y tomaron el mando
de las naves y las tropas.
Rebelión en Tasos
Por esta época se produjo en
Tasos 32una sublevación y fueron expulsados los partidarios de Laconia y
también el harmoste [22] laconio Eteónico. Como había sido acusado
de llevar a cabo esta sublevación con Tisafernes, el laconio Pasípidas fue
desterrado de Esparta. Al frente de la flota que aquél había reunido de entre
los aliados fue enviado Cratesípidas y tomó el mando en Quíos.
Agis en Decelia
33Por este tiempo, cuando estaba
Trasilo en Atenas [23], Agis [24], mientras hacía una
expedición para aprovisionarse de forraje desde Decelia, llegó hasta las mismas
murallas atenienses. Trasilo sacó a los atenienses y a todos los demás que
estaban en la ciudad y los formó en orden de batalla frente al 34Liceo [25]
para luchar si avanzaban. Al ver esto Agis se retiró rápidamente y unos pocos
de su retaguardia fueron muertos por las tropas ligeras. Así, por este hecho,
los atenienses estaban mejor dispuestos con Trasilo respecto a lo que había
solicitado y votaron que hiciera una leva de mil hoplitas, cien jinetes y
cincuen35ta trirremes. Agis, que desde Decelia veía enfilar numerosas
embarcaciones de trigo hacia el Pireo, decía que de nada servía que sus tropas
bloqueasen a los atenienses por tierra si no se tenían también las zonas de
donde venía regularmente el trigo por mar, y que lo más adecuado era enviar a
Clearco, hijo de Ranfias, a Calcedón y Bizancio, puesto que era próxeno [26]
de los 36bizantinos. Aprobada esta moción, se equipó por los megarenses y los
demás aliados quince naves pesadas de transporte de soldados y zarpó. Tres
naves fueron destruidas allá en el Helesponto por las nueve naves áticas que
vigilaban constantemente los barcos en esa zona; el resto huyó a Sesto [27]
y desde allí se pusieron a salvo en Bizancio.
[Y finalizaba el año en que los cartagineses
hicieron 37una expedición a Sicilia con un ejército de cien mil hombres
mandados por Aníbal, y se apoderaron de dos ciudades griegas, Selinunte e
Hímera, en tres meses] [28].
Trasilo en Asia Menor
Al año siguiente [que fue el de la 2nonagésima tercera
olimpíada, en la cual se había añadido la carrera de un tronco de caballos y
venció el del eleo Evágoras, y en el estadio [29] el cireneo
Eúbatas, siendo Evarquipo éforo en Esparta y Euctemón arconte en Atenas], los
atenienses fortificaron Tórico [30] y Trasilo tomó el mando de las
naves concedidas por votación, se aseguró cinco mil peltastas de los marineros,
pues pensaba emplearlos también como tales, y partió para Samos al comenzar el
verano. Des2pués de permanecer allí tres días zarpó para Pígela. Y entonces
saqueaba la comarca y atacaba la muralla. Desde Mileto vinieron algunos en
ayuda de los pigeleos y persiguieron a las tropas ligeras atenienses que
estaban dispersas. Pero los peltastas y dos compañías 3de hoplitas acudieron en
ayuda de sus tropas ligeras, mataron a todos los de Mileto salvo a unos pocos,
cogieron unos doscientos escudos y erigieron un tro4feo [31]. Al día
siguiente zarparon para Notio y desde allí, una vez equipados, se pusieron en
camino hacia Colofón. Y los colofonios cedieron. A la noche siguiente
penetraron en Lidia, cuando el trigo estaba en sazón [32],
incendiaron muchas aldeas y se apoderaron de dinero, esclavos y de otras muchas
cosas en abundancia como 5botín. El persa Estages [33], que estaba
en esa región, como los atenienses se habían dispersado lejos del campamento
para coger individualmente botín, apresó sólo a uno y mató a otros siete, ya
que acudió la caballería. 6Trasilo después de esto retiró el ejército al mar
con la intención de zarpar para Éfeso. Cuando Tisafernes se enteró de este
plan, reunió un numeroso ejército y envió unos jinetes para ordenar a todos
acudir a Éfeso 7en ayuda de Ártemis. Trasilo zarpó para Éfeso diecisiete días
después de la incursión y desembarcó a los hoplitas junto al monte Coreso, pero
a la caballería, peltastas, soldados de cubierta y a todos los demás, junto al
pantano, en el otro lado de la ciudad; y al ama8necer acercaba a la ciudad a
los dos grupos. Los de la ciudad salieron al encuentro, efesios y aliados, los
que trajo Tisafernes y los siracusanos de las veinte naves primeras [34]
y los de las otras cinco que se presentaron entonces casualmente, que acababan
de llegar a las órdenes de los estrategos Eucles, hijo de Hipón, y Heraclides,
hijo de Aristógenes, y dos naves selinusias. To9dos estos atacaron primero a
los hoplitas del monte Coreso. Los hicieron retroceder, mataron a un centenar
de ellos, los persiguieron hasta el mar y luego se volvieron contra los del
pantano. Los atenienses también allí huyeron y perecieron unos trescientos de
ellos.
Los efesios erigieron un trofeo
ahí y otro junto al monte 10Coreso. Dieron premios colectivos al valor a los
siracusanos y selinusios, que fueron los mejores, y numerosos individuales y
exención perpetua de impuestos a quienes desearan residir en Éfeso. A los
selinusios les otorgaron también el derecho de ciudadanía, porque su ciudad
había sido destruida [35]. Los atenienses después 11de recoger los
cadáveres bajo tregua regresaron a Notio, allí los enterraron y marcharon
directamente a Lesbos y al Helesponto. Cuando estaban anclados en 12Metimna de
Lesbos vieron pasar delante a las veinticinco naves siracusanas de Éfeso; se
dirigieron contra ellas y apresaron cuatro con la tripulación incluso y
persiguieron a las otras hasta Éfeso. Trasilo envió a 13Atenas a todos los
demás prisioneros, pero lapidó al ateniense Alcibíades [36], primo y
compañero de destierro del estratego Alcibíades. Desde aquí zarpó para Sesto
junto al resto de la flota y desde allí toda la flota cruzó a Lámpsaco.
Y vino el invierno en el que los
prisioneros siracu14sanos encerrados en las canteras del Pireo, horadaron la
roca y escaparon de noche marchando unos a Decelia y otros a Mégara. Al
intentar Alcibíades reunir todo el 15ejército en Lámpsaco los soldados del
primero no querían formar con los de Trasilo, porque ellos no habían sido
vencidos y aquellos llegaban derrotados. Allí, al fin, pasaron todos el
invierno fortificando Lámpsaco. 16También atacaron Abido. Farnabazo acudió con
numerosa caballería, y, derrotado en un combate, huyó. Pero Alcibíades le persiguió
con la caballería y ciento veinte hoplitas, a los que mandaba Menandro, hasta
que la 17oscuridad se lo impidió. Después de esta batalla se avinieron los
soldados entre sí y fraternizaban con los de Trasilo. Realizaron otras salidas
al continente en invierno y saquearon el territorio del rey.
Operaciones en Pilos y Traquis
18En la misma época los
lacedemonios dejaron retirarse bajo tregua a los hilotas [37] que
desde el cabo Malea habían pasado a Corifasio [38]. También por la
misma época en Heraclea de Traquis los aqueos traicionaron a los colonos,
enfrentándose todos a los eteos, que eran sus enemigos, de modo que perecieron
unos setecientos de ellos con el harmoste lace demonio Labotas.
19 [Y terminó este año [39],
en el que los medos se separaron de Darío, el rey de los persas, y de nuevo se
unieron a él.]
Los atenienses sitian Calcedón
3Al año siguiente el templo de
Atenea en Focea se incendió por la caída de un rayo. Cuando el invierno
terminaba [era éforo Pantacles, arconte
Antígenes, al comenzar la primavera, pasados veintidós años de la guerra], los
atenienses partieron para 2Proconeso con toda la flota. Desde allí zarparon
para Calcedón y Bizancio y acamparon cerca de Calcedón. Los calcedonios, al ver
a los atenienses acercarse, entregaron todo lo que podía ser objeto de botín a
los tracios bitinios, que eran sus vecinos. Alcibíades con 3unos pocos hoplitas
y la caballería, después de ordenar que las naves costeasen, entró en el
territorio de los bitinios y exigió los bienes de los calcedonios. En caso
contrario, dijo, lucharía contra ellos. Éstos se lo entregaron. Alcibíades,
cuando llegó al campamento con 4el botín después de hacer un pacto con toda la
flota, bloqueó Calcedonia de mar a mar y la parte del río que pudo con una
empalizada. Entonces el harmoste 5lacedemonio Hipócrates sacó de la ciudad a
los soldados para luchar. Los atenienses formaron enfrente de él. Farnabazo
acudió por la parte exterior del cerco con las tropas y numerosa caballería.
Hipócrates y Tra6silo lucharon, pues, hasta que acudió Alcibíades con algunos
hoplitas y la caballería. E Hipócrates murió y sus tropas huyeron a la ciudad.
A la vez Farnabazo, 7como no podía unirse a Hipócrates por la estrechez del
paso, pues el río y las fortificaciones estaban contiguos, se retiró al
Heracleo de los calcedonios, donde tenía su campamento. Después de esto
Alcibíades mar8chó al Helesponto y al Quersoneso para conseguir dinero. Los
demás estrategos llegaron a un convenio con Farnabazo sobre Calcedón: Farnabazo
daría veinte talentos a los atenienses y llevaría sus embajadores ante el rey.
Además juraron y tomaron juramento de Farna9bazo: pagarían los calcedonios a
los atenienses el tributo acostumbrado y abonarían lo adeudado [40];
los atenienses, a su vez, no combatirían con los calcedonios mientras no
llegaran los embajadores enviados al rey. Alcibíades no se hallaba presente en
los juramentos, 10pues estaba en Selimbria. Después de tomarla vino a Bizancio
con los quersonesitas en masa, soldados de 11Tracia y más de trescientos jinetes.
Farnabazo, como creía necesario que también aquél prestase juramento, esperaba
en Calcedón hasta que viniera de Bizancio. Pero cuando llegó, declaró que no
prestaría juramento 12si no juraba ante él el otro. Al fin juró el uno en
Crisópolis ante los enviados por Farnabazo, Mitrobates y Arnapes, el otro en
Calcedón ante Euriptólemo y Diotimo en nombre de Alcibíades, el juramento
público y 13además hicieron individualmente un pacto mutuo. Pues Farnabazo
marchó en seguida y ordenó a los embajadores que iban ante el rey presentarse
en Cícico. Fueron enviados los atenienses Doroteo, Filocides, Teógenes,
Euriptólemo y Mantíteo [41] y con éstos los argivos Cleóstrato y
Pirróloco. Iban también embajadores lacedemonios, Pasípidas [42]
entre otros, y con éstos Hermócrates, ahora desterrado de Siracusa, y su
hermano Próxeno.
Toma de Bizancio
14Farnabazo los llevaba.
Mientras, los atenienses sitiaban Bizancio rodeándola de fortificaciones y
hacían disparos a distancia contra las murallas y ata15ques directos. En
Bizancio estaba Clearco, harmoste lacedemonio, y con él algunos periecos y no
muchos neodamodes [43] y megarenses con su jefe Helixo de Mégara y
beodos con su jefe Ceráta16das [44]. Los atenienses, como no podían
conseguir nada por la fuerza, persuadieron a algunos bizantinos a entregar la
ciudad. El harmoste Clearco, confiado en que 17nadie haría esto, después de
disponer todo lo mejor que pudo y encargar los asuntos de la ciudad a Cerátadas
y Helixo, pasó al otro lado ante Farnabazo, para recibir de él la paga de los
soldados y reunir naves, tanto las que habían sido dejadas por Pasípidas en
diversos lugares del Helesponto de vigilancia como las que tenía en Tracia
Agesándridas [45], lugarteniente de Míndaro, y para construir otras
en Antandro, pues reunidas todas y dañando a los aliados de los atenienses
podrían arrancar el ejército de Bizancio. Después que marchó Clear18co, los
bizantinos que tramaban entregar la ciudad, Cidón, Aristón, Anaxícrates,
Licurgo, Anaxilao —éste, 19acusado más tarde en Lacedemonia por la traición, se
libró de la pena de muerte alegando que no quería traicionar la ciudad, sino
salvarla, al ver a los niños y mujeres perecer de hambre, pues era bizantino y
no lacedemonio; porque Clcarco daba el trigo que había dentro a los soldados
lacedemonios. Declaró que por esto, en efecto, dejó entrar a los enemigos y no
por dinero ni por odio a los lacedemonios—. Cuando quedó 20preparado por ellos
[46], abrieron de noche las puertas que dan al lugar llamado Tracio
[47] e introdujeron al ejército con Alcibíades. Helixo y Cerátadas, que
no sa21bían nada de esto, acudieron con todos los hombres al ágora; pero como
los enemigos dominaban en todos los puntos y no podían hacer nada, se
entregaron. Éstos 22fueron enviados a Atenas, y Cerátadas huyó sin ser advertido
entre la multitud de los que desembarcaron en el Pireo y se puso a salvo en
Decelia.
Llegada de Ciro y retención de los embajadores atenienses
4Farnabazo y los embajadores
oyeron lo ocurrido en Bizancio durante el invierno cuando estaban en Gordio de
2Frigia. Al comenzar la primavera, cuando caminaban para ver al rey, les
salieron al encuentro los embajadores lacedemonios que regresaban, Beocio y sus
acompañantes y otros mensajeros, y decían que los lacedemonios habían
conseguido 3del rey todo lo que pedían, y también Ciro [48], que iba
para ponerse al frente de todos los pueblos de la costa y luchar con los
lacedemonios, traía una carta con sello real para todos los pueblos de la
costa, en la que había escrito entre otras cosas lo siguiente: «Envío a Ciro
como Káranos de los que se reúnen en
Castolo» (Kára4nos quiere decir
«señor»). Los embajadores atenienses al oír esto y después que vieron a Ciro,
querían con 5insistencia ir ante el rey y si no, volver a su patria. Pero Ciro
dijo a Farnabazo que le entregase los embajadores o que no los enviase aún a su
patria, pues quería que los atenienses no supieran lo que estaba realizando.
6Farnabazo mientras tanto retenía a los embajadores, declarando unas veces
llevarlos ante el rey, otras devolverlos a su patria, «de modo que nada me
repro7chéis». Pero al cabo de tres años pidió a Ciro que los soltara,
declarando que había jurado llevarlos al mar, ya que no ante el rey. Los
enviaron a Ariobarzanes y le ordenaron escoltarlos. Éste los llevó a Cíos de
Misia; desde aquí volvieron por mar junto al resto de la flota.
Alcibíades regresa a Atenas
8Alcibíades, que quería regresar
a su patria con los soldados, zarpó directamente para Samos; y desde allí con
veinte naves partió para el golfo Cerámico de Caria. Después de reunir cien
9talentos, volvió desde allí a Samos. Trasibulo marchó para Tracia con treinta
naves y allí sometió, además de otras regiones que se habían pasado a los
lacedemonios, también a Tasos, que estaba en muy mala situación por las
guerras, revueltas y hambre [49]. Trasilo 10volvió a Atenas con el
resto de la flota. Antes de llegar él, los atenienses eligieron estrategos a
Alcibíades que estaba desterrado, y a Trasibulo, que estaba fuera, y a un
tercero, Conón, de los que estaban en la ciudad. Alcibíades partió desde Samos
con el dinero para Paros 11con veinte naves; desde allí zarpó directamente para
Giteo para recoger información sobre la trirremes —las treinta que sabía que
construían allí los lacedemonios— y sobre el regreso a su patria, y de cómo
estaba la ciudad con él. Como vio que le era favorable, pues 12le habían
elegido estratego y sus partidarios lo reclamaban personalmente, volvió al
Pireo en un día en que la ciudad celebraba las Plinterias, cuando el trono de
Atenea estaba velado, lo que algunos auguraban desfavorable para él y la ciudad
[50], ya que ningún ateniense se habría atrevido a emprender ningún
trabajo serio en ese día. Mientras él desembarcaba, una multitud del 13Pireo y
de la ciudad se amontonó ante las naves, admirando y deseando ver a Alcibíades;
unos decían que era el mejor ciudadano y que alegó únicamente en su defensa que
no fue desterrado con justicia, sino por las intrigas de quienes tenían menor
poder que él, decían más necedades y gobernaban en propio beneficio personal,
pero que él entonces [51] acrecentaba sin cesar el bien común tanto
por sus recursos como por los de la ciudad. Quería ser juzgado entonces,
inmediatamente, 14cuando estaba reciente la acusación de haber actuado con
irreverencia respecto a los Misterios, pero aplazando los enemigos una decisión
justa le privaron de 15su patria cuando estaba fuera [52]. En este
tiempo, esclavizado por la impotencia, se vio obligado a servir a sus peores
enemigos, exponiéndose sin cesar al peligro de perecer cada día, y mientras
veía a los más íntimos, ciudadanos y parientes y a la ciudad entera fracasar,
no sabía cómo ayudarles, impedido por el destierro. 16Decían que hombres como
él no eran adecuados para necesitar revoluciones y cambios políticos, pues del
régimen democrático obtenía más poder que los de su generación [53]
y no menor que los mayores; y sus enemigos le tenían por el mismo de antes
[54]. Pero más tarde, cuando pudieron aniquilar a los mejores y quedarse
ellos solos, eran estimados por los ciudadanos por eso mismo, porque no podían
tratar con otros mejores. 17Mas otros decían que era sólo él el causante de los
males pasados y que se corría el riesgo de que fuese el guía de males terribles
para la ciudad, al ser nombrado.
18Alcibíades, anclando junto a la
costa, no desembarcó en seguida por temor a los enemigos, mas, puesto en pie
sobre la cubierta, miraba si estaban presentes sus 19partidarios. Cuando vio a
Euriptólemo, hijo de Pisianacte, su primo, y a los demás familiares y a los
amigos con ellos, entonces desembarcó y subió a la ciudad en medio de hombres
dispuestos a no permitir que nadie 20le tocara. En el consejo y en la asamblea
alegó en su defensa que no había cometido irreverencia, al contrario, dijo que
había sido víctima de una injusticia y otras declaraciones semejantes, y nadie
replicó, pues no lo habría tolerado la asamblea; fue proclamado jefe supremo
con plenos poderes, confiados en que era capaz de restablecer el poderío
anterior de la ciudad. Y antes los atenienses llevaban los Misterios [55]
por mar por causa de la guerra, pero él lo hizo por tierra sacando a todos los
soldados.
Campaña contra Andros
Después de esto reclutó un
ejército 21de mil quinientos hoplitas, ciento cincuenta caballería y cien
naves, Al quinto mes del regreso zarpo para Andros, que se había separado de
los atenienses, y con él fueron enviados Aristócrates y Adimanto, hijo de
Leucolófides, elegidos estrategos para las operaciones de tierra. Alcibíades
desembarcó el ejér22cito en Gaureo, en territorio de Andros. Hicieron retroceder
y encerrarse en la ciudad a los andrios que habían salido, dieron muerte a
algunos, no muchos, y a los laconios que estaban allí. Alcibíades erigió un
23trofeo, y después de permanecer allí unos días partió para Samos, que
utilizaba como base de sus ataques.
Lisandro en Asia Menor
Los lacedemonios no mucho antes
de 5esos acontecimientos enviaron a Lisandro como navarco, una vez terminada la
navarquía de Cratesípidas. Éste llegó a Rodas, tomó allí unas naves y partió
para Cos y Mileto, y desde aquí para Éfeso, y permaneció allí con setenta naves
hasta que Ciro llegó a Sardes. Después que llegó, fue a verle con los
embajadores de Lacedemonia [56]. Allí entonces criticaban a
Tisa2fernes por lo que había hecho y pedían a Ciro mismo que tomase más interés
por la guerra. Ciro dijo que 3su padre le había ordenado eso y que él mismo no
tenía otras intenciones que realizar todo; que había venido con quinientos
talentos y que, si éstos no bastaban, emplearía sus propios bienes, además de
los que su padre le dio, y si también éstos eran insuficientes, destruiría el
trono sobre el que estaba sentado, que era de oro 4y plata. Ellos le elogiaban
por ello y le instaban a fijar un sueldo de una dracma ática diaria por
tripulante, explicando que si el sueldo fuera éste, los remeros atenienses
dejarían las naves y él gastaría menos di5nero. Ciro dijo que ellos tenían
razón, pero que no podía hacer más que lo que el rey le ordenó; que había
además unos convenios redactados así, dar treinta minas a cada nave al mes
[57], cuantas quieran equipar los 6lacedemonios. Lisandro se calló
entonces; pero después de la cena, cuando Ciro brindó por él y le preguntó qué
le agradaría más que hiciese, dijo: «Que añadas un 7óbolo al sueldo de cada
tripulante». Desde ese momento el sueldo fue de cuatro óbolos; antes, de un
trióbolo. Además pagó lo que debía y adelantó incluso el sueldo de un mes, de
modo que el ejército estaba mucho más 8dispuesto. Los atenienses estaban
desanimados al oír esto, y enviaron a Ciro embajadores a través de Tisa9fernes.
Pero éste no los recibió, aunque Tisafernes insistía y decía —lo mismo que
había hecho él persuadido por Alcibíades— que velara de modo que ningún pueblo
griego fuera fuerte, sino todos débiles, peleándose entre 10sí. Lisandro,
después que reunió la flota, varó las noventa naves que estaban en Éfeso y se
mantuvo inactivo, reparándolas y calafateándolas.
Batalla de Notio
Alcibíades, cuando oyó que
Trasibulo, 11que había llegado del Helesponto, fortificaba Focea, cruzó el mar
para ir a su encuentro y dejó en las naves a Antíoco, su comandante,
ordenándole que no atacara las naves de Lisandro. Pero Antíoco con 12otra nave
y la suya se dirigió de Notio al puerto de Éfeso y pasó delante de las proas
mismas de las naves de Lisandro. Lisandro primero botó unas pocas naves 13y lo
persiguió; pero cuando los atenienses vinieron en ayuda de Antíoco con más
naves, formando entonces ya todas sus naves, atacó. Después de esto también los
atenienses, botando las restantes trirremes, ¿arparon de Notio, como pudo cada
uno. Luego lucharon algunos 14en orden, pero los atenienses con las naves
dispersas, hasta que huyeron perdiendo quince trirremes. La mayor parte de los
hombres escaparon, pero otros fueron cogidos prisioneros. Lisandro, después de
recoger las naves y erigir un trofeo en Notio, pasó a Éfeso y los atenienses a
Samos. Después de esto Alcibíades vino a 15Samos y zarpó para el puerto de
Éfeso con todas las naves y formó en línea delante de la entrada por si querían
luchar. Como Lisandro no salió al encuentro por ser inferior debido a las
numerosas naves, volvió a Samos. Los lacedemonios poco después toman Delfinio y
Teos.
Malestar contra Alcibíades y elección de nuevos estrategos
En Atenas, después que se anunció
16la batalla naval, hubo quejas contra Alcibíades, porque creían que por su
negligencia y falta de autoridad habían perdido las naves, y eligieron a otros
diez estrategos: Conón, Diomedonte, León, Pericles, Erasínides, Aristócrates,
Arquéstrato, Protómaco, Trasilo y Aristógenes. Así, pues, Alcibíades, mal visto
incluso en 17el ejército, marchó para el Quersoneso con una sola trirreme, a
una fortificación particular. Después de esto, 18Conón, con las veinte naves
que tenía, partió de Andros para Saraos al frente de la flota, como habían
votado los atenienses. Para sustituir a Conón enviaron a An19dros a Fanóstenes,
con cuatro naves. Éste se encontró fortuitamente con dos trirremes turias y las
apresó con la tripulación; los atenienses encarcelaron a todos los prisioneros,
pero a su jefe Dorieo, que era rodio, antiguo desterrado de Atenas y Rodas,
condenado a muerte él y sus familiares por votación de los atenienses, y que
gozaba del derecho de ciudadanía entre los turios, 20lo perdonaron y lo
soltaron incluso sin rescate. Conón, cuando llegó a Samos y tomó la flota, que
estaba desanimada, equipó completamente setenta trirremes en lugar de las
primeras, que eran más de cien, y, levando anclas con éstas junto con los demás
estrategos, saquea21ba la comarca enemiga desembarcando aquí y allá. [Y terminaba el año en el que los cartagineses
hicieron una expedición a Sicilia de ciento veinte naves y un ejército de
infantería de ciento veinte mil y tomaron Agrigento por hambre, después de ser
derrotados en un combate, sitiándola durante siete meses.]
Calicrátidas en Asia Menor
6Al año siguiente, en el que se
eclipsó la luna al atardecer [58] y se incendió el antiguo templo de
Atenea en Atenas [cuando era éforo
Pitias, Calias arconte en Atenas], los lacedemonios enviaron al frente de las
naves a Calicrátidas, pues ya había 2expirado el plazo de Lisandro. Cuando iba
a entregar las naves Lisandro, decía a Calicrátidas que se las entregaba dueño
del mar y victorioso en un combate. Pero éste le invitó a costear Samos por la
izquierda, donde estaban las naves atenienses, y entregarle las naves en
Mileto; entonces reconocería que dominaba el mar. 3Como Lisandro se negó a
inmiscuirse en asuntos de otro jefe, el mismo Calicrátidas además de las naves
que recibió de Lisandro equipó cincuenta de Quíos, Rodas y de otras zonas.
Reunió todas éstas, que eran ciento cuarenta y se preparaban para enfrentarse a
los enemigos. Observó que era atacado por las maqui4naciones de los partidarios
de Lisandro, quienes además de prestar sus servicios de mala gana, también
difundían en las ciudades que los lacedemonios se engañaban totalmente en el
cambiar a los navarcos, ya que eran muchas veces inadecuados y recién metidos
en la flota, sin conocer a los soldados como era necesario, pues enviaban a
hombres inexpertos del mar y no conocidos en el país y corrían peligro de tener
algún disgusto por ello; en consecuencia, Calicrátidas convocó por fin a los
lacedemonios allí presentes y les dijo lo siguiente:
«Yo me avengo a permanecer en la
patria, y si Lis5andro o cualquiera más experto quiere encargarse de la flota,
no me opongo en lo que a mi persona respecta. Pero como yo he sido enviado por
la ciudad al frente de las naves, no puedo hacer más que lo ordenado lo mejor
que pueda. Mas vosotros, a pesar de que yo me considero honrado y la ciudad nuestra
es acusada, deliberad lo que os parezca mejor sobre si yo me quedo o vuelvo a
la patria para decir lo ocurrido aquí.»
Como ninguno se atrevió a decir
nada que no fuera 6obedecer las órdenes de Esparta y hacer aquello para lo que
había venido, fue a ver a Ciro y le pidió la paga de la tripulación. Éste le
dijo que esperase dos días. Calicrátidas, molesto por el aplazamiento e
irritado 7por sus frecuentes esperas ante las puertas, decía que los griegos
eran muy desgraciados porque adulaban a los bárbaros por dinero y afirmaba, si
llegaba con vida a su patria, que haría lo posible por reconciliar a atenienses
y lacedemonios, y marchó para Mileto. Desde a 8allí envió unas trirremes a
Lacedemonia por dinero, reunió la asamblea de los milesios y dijo lo siguiente:
«A mí me es necesario, milesios,
obedecer a las autoridades de Esparta, y yo considero justo que vosotros seáis
muy celosos en la guerra porque habéis sufrido ya males numerosísimos por
habitar entre bárbaros. 9Vosotros debéis dar ejemplo a los demás aliados, de
modo que causemos el mayor daño posible a los enemigos en el menor tiempo,
mientras llegan los de Láce10demonia, que yo envié para traer dinero, pues el
que había aquí, Lisandro se lo devolvió a Ciro al marchar, como si sobrara.
Ciro, cuando yo fui a verle, me aplazaba constantemente la entrevista, y yo no
pude convencerme a mí mismo a ir continuamente a sus puertas. 11Prometo daros
una remuneración justa por los servicios que nos prestéis mientras esperamos
aquel dinero. Mas, con los dioses, mostraremos a los bárbaros que sin hacerles
reverencias podemos castigar a los enemigos.»
Operaciones en Lesbos
12Después de hablar así, muchos
se levantaron, y, sobre todo los acusados de enfrentársele, llenos de temor,
proponían medios para conseguir dinero y ellos mismos se comprometieron
personalmente. Él lo tomó y se procuró de Quíos como provisión cinco dracmas
para cada tripulante y zarpó 13para Metimna de Lesbos, que era enemiga. Como
los metimneos no querían acogerlos, al contrario había guarniciones atenienses
y los que tenían el poder eran partidarios de Atenas, atacó y tomó la ciudad
por la 14fuerza. Los soldados arrebataron todos los bienes, pero Calicrátidas
reunió todos los esclavos en el ágora y aunque los aliados exigían que vendiese
incluso a los metimneos se negó a esclavizar a un solo heleno, mientras 15él
fuese el jefe, en lo que de él dependía. Mas al día siguiente soltó a los
hombres libres; pero a los miembros de la guarnición ateniense y a los
prisioneros que eran esclavos a todos los vendió. Y mandó decir a Conón que le
haría desistir de «cometer adulterio con el mar» [59]. Y al verle
zarpar al amanecer le perseguía para cortarle el paso a Samos, de modo que no
pudiese huir hacia allí. Pero Conón huía con las naves a buena velo16cidad
porque había reunido los mejores remeros de muchas tripulaciones en unas pocas
[60] y se refugiaba en Mitilene de Lesbos y con él León y Erasínides, dos
de los diez estrategos. Pero Calicrátidas entró a la vez en el puerto,
persiguiendo con ciento <cuarenta naves> a setenta [61]. Conón, como fue impedido de antemano por 17los
ciudadanos, se vio forzado a combatir ante el puerto y perdió treinta naves,
pero los hombres huyeron a tierra; y arrastró las restantes naves —que eran
cuarenta— hasta la muralla. Calicrátidas ancló en el puerto 18entonces y le
sitiaba dominando la salida. Hizo venir también por tierra a los metimneos en
masa y transportó el ejército de Quíos; le llegó también dinero de Ciro. Conón,
como estaba sitiado por tierra y mar y no 19tenía medio de proveerse de
víveres, ya que los hombres de la ciudad eran muchos y los atenienses no
acudían en ayuda por no estar informados de estos hechos, arrastró al mar las
dos naves más rápidas y las equipó antes de amanecer escogiendo los mejores
remeros de todas las naves, colocando a los soldados en la bodega y echando las
telas protectoras [62].
Durante el 20día se mantenían así preparados, pero al atardecer, cuando estaba
oscuro, los hacía desembarcar para que al realizar estas maniobras no fueran
vistos por los enemigos. Pero al quinto día cargaron víveres suficientes y
cuando ya era mediodía y los que bloqueaban estaban descuidados e incluso
algunos descansaban, salieron del puerto y una enfiló hacia el Helesponto y la
21otra hacia alta mar. Los que bloqueaban acudían desordenados cortando las
áncoras y apresurándose como cada uno podía, pues se hallaban en tierra
comiendo; embarcaron y perseguían a la que se lanzó hacia alta mar, y al
ponerse el sol la atraparon, se apoderaron de ella luchando, la pusieron a
remolque y la llevaron al 22campamento con la tripulación. Pero la que huyó
hacia el Helesponto burló las naves, llegó a Atenas y anunció el asedio.
Diomedonte que venía en socorro de Conón, que estaba sitiado con doce naves,
ancló en el canal de 23los mitileneos. Calicrátidas le atacó de improviso y
tomó diez naves, pero Diomedonte huyó con la suya y otra.
24Los atenienses, cuando oyeron
lo ocurrido y el asedio, aprobaron por votación enviar una ayuda de ciento diez
naves, embarcando a todos los de edad adecuada, esclavos y libres; equiparon
las ciento diez naves en treinta días y partieron. Embarcaron también muchos
25de la clase de los caballeros [63]. Después de esto se dirigieron
a Samos y de allí tomaron diez naves samias. Reunieron también más de treinta
de los demás aliados, obligando a todos a embarcar, incluso a los que tenían
alguna nave fuera, con los atenienses; y eran en total más de ciento cincuenta.
Batalla de las islas Arginusas
Calicrátidas, cuando oyó que la
expe26dición de socorro estaba ya en Samos, dejó allí cincuenta naves y a
Eteónico como jefe, zarpó con las ciento veinte y llegó a la hora de la cena al
cabo Malea de Lesbos [enfrente de
Mitilene]. En el mismo 27día casualmente estaban a la hora de la cena los
atenienses en las islas Arginusas. Éstas están [enfrente de Lesbos sobre el cabo Malea]
enfrente de Mitilene. Al 28ver de noche los fuegos y comunicarles algunos que
eran los atenienses, intentó zarpar a media noche para caer de improviso; pero
una lluvia intensa y los truenos que sobrevinieron impidieron la salida. Cuando
cesó, marchaba al amanecer sobre las islas Arginusas. Los ate29nienses salieron
a su encuentro hacia alta mar por su izquierda y formados de la siguiente
manera: Aristócrates en el ala izquierda mandaba quince naves, después de éste
Diomedonte con otras quince; Pericles estaba formado detrás de Aristócrates y
Erasínides detrás de Diomedonte; al lado de Diomedonte, los samios con diez
naves, formados en una sola fila; era su estratego el samio [de nombre] Hipeo; a continuación las diez de
los taxiarcos [64], también en una sola fila; detrás de éstas las
tres de los navarcos y algunas [65] aliadas más. Protómaco tenía el
ala derecha con quince naves; junto 30a él Trasilo con otras quince; detrás de
Protómaco, Lisias con igual número de naves; detrás de Trasilo, Aristógenes.
Formaron así para no permitir rupturas 31de líneas, pues eran más lentas. Las
de los lacedemonios estaban todas formadas enfrente, en una sola línea,
dispuestas para la ruptura de las filas enemigas y 32el cerco [66],
porque eran más rápidas. Calicrátidas tenía el ala derecha. El megarense
Hermón, piloto de Calicrátidas, le dijo que estaría bien retirarse, pues las
trirremes atenienses eran mucho más numerosas. Calicrátidas le respondió que,
si él moría, Esparta no seria en absoluto peor administrada, y es vergonzoso
huir, afir33mó. Después de esto lucharon mucho tiempo, primero reunidas, luego
dispersas. Pero cuando Calicrátidas cayó al mar y desapareció al atacar su
nave, y Protómaco y sus hombres en el ala derecha vencieron a la izquierda
enemiga, entonces se produjo la huida de la mayor parte de los peloponesios a
Quíos y algunos a Focea. Los atenienses volvieron de nuevo a las islas
Ar34ginusas. Perdieron los atenienses veinticinco naves con su tripulación
salvo unos pocos que fueron llevados a tierra; los peloponesios nueve laconias
—eran diez en 35total—, el resto de los aliados, más de sesenta. Los estrategos
atenienses decidieron que Terámenes y Trasibulo que eran trierarcos [67]
y algunos taxiarcos se dirigieran con cuarenta y siete naves a las que estaban
hundiéndose en ayuda de su tripulación y con el resto marchar contra las de
Eteónico ancladas en Mitilene. Cuando intentaban hacer esto, el viento y una
fuerte tempestad que se produjo se lo impidió. Levantaron un 36trofeo y se
quedaron allí mismo. A Eteónico le informó de todo lo ocurrido en la batalla
naval una lancha rápida de servicio. Pero éste la despachó de nuevo ordenando a
los que estaban dentro salir en silencio y no hablar con nadie, e
inmediatamente volver de nuevo a su campamento coronados y gritando que
Calicrátidas había vencido en una batalla naval y que las naves atenienses
habían perecido todas.
Hicieron esto y él, cuando
aquéllos regresaron, hizo 37un sacrificio de gracias por la feliz noticia y
mandó a los soldados cenar y a los comerciantes colocar en silencio sus
mercancías en barcos y marchar para Quíos (pues era el viento favorable) y a
las trirremes a la velocidad máxima. Llevó a Metimna el ejército de tie38rra
después de incendiar el campamento. Conón entonces arrastró las naves al mar y,
como los enemigos habían huido y el viento era más moderado, salió al encuentro
de los atenienses que ya se habían hecho a la mar desde las islas Arginusas y
comunicó lo hecho por Eteónico. Los atenienses entraron en Mitilene y desde
allí volvieron a zarpar para Quíos y sin hacer nada marcharon de nuevo a Samos.
Proceso en Atenas a los estrategos de las Arginusas
En Atenas destituyeron a estos es
7trategos salvo a Conón; a más de a éste, eligieron a Adimanto y a un tercero,
Filocles. De los estrategos que habían participado en la batalla naval
Protómaco y Aristógenes no regresaron a Atenas. Cuan2do los otros seis
volvieron —Pericles, Diomedonte, Lisias, Aristócrates, Trasilo y Erasínides—,
Arquedemo, que estaba entonces al frente del partido democrático y encargado de
la diobelia [68], impuso una multa [69] a Erasínides y le
acusó ante el tribunal declarando que tenía dinero del Helesponto que era del
pueblo. Le acusaba también por su gestión como estratego. Y el tribunal
3decidió arrestar a Erasínides. Después de esto los estrategos informaron en el
Consejo sobre la batalla naval y la violencia de la tempestad. Como Timócrates
propuso que se debía arrestar también a los demás y entre4garlos a la asamblea,
el consejo los arrestó. Luego se celebró la asamblea en la que Terámenes sobre
todo y otros acusaban a los estrategos de que era de justicia rendir cuentas
porque no recogieron a los náufragos. Como testimonio de que no invocaban nada
más mostraba una carta que enviaron los estrategos al Consejo y a la asamblea
en la que echaban la culpa únicamente 5a la tempestad. A continuación cada
estratego se defendió brevemente —pues no se les fijó el tiempo de exposición
que marca la ley [70]— y
exponían los hechos: que ellos marchaban contra los enemigos, que habían
ordenado la recogida de los náufragos a hombres competentes de entre los
trierarcos y que ya habían sido 6estrategos, a Terámenes, a Trasilo y a otros
tales [71], y que si era necesario acusar a alguien por la recogida,
ellos no podían acusar a nadie más que a estos a quienes fue encomendado. «Y no
porque nos acusen a nosotros, afirmaron, vamos a mentir declarando que ellos
son los culpables, sino que la violencia de la tempestad 7fue lo que impidió la
recogida.» Como testigos de estos hechos presentaban a los pilotos y a otros
muchos compañeros de a bordo. Con tales argumentos empezaban a convencer a la
asamblea y, levantándose, querían salir fiadores muchos particulares. Mas se
decidió aplazarlo a la siguiente asamblea —pues era ya tarde y no podrían ver
las manos en la votación— y que el consejo estudiara previamente una moción
sobre el modo de juzgarlos [72]. Más tarde se celebraban la fiesta
de las 8Apaturias [73] en la que los miembros de las fratrías y los
parientes se reúnen entre sí. Entonces los partidarios de Terámenes prepararon
a hombres con mantos negros y con el pelo cortado a rape, pues había muchos en
esta fiesta, para que vinieran a la asamblea como si fueran parientes de los
que habían perecido y convencieron a Calíxeno de que acusara a los estrategos
en el Consejo. Entonces celebraban la asamblea a la que 9el consejo propuso su
moción, la siguiente, que leyó Calíxeno: «Puesto que han oído a los acusadores
de los estrategos y a la defensa de éstos en la asamblea anterior, todos los
atenienses han de dar su voto por tribus [74]; que se coloquen dos
urnas por cada tribu; que un heraldo anuncie en cada tribu que, quien considere
que los estrategos son culpables al no recoger a los vencedores en la batalla
naval, vote en la primera, quien 10no, en la siguiente; si se declaran
culpables, que sean condenados a muerte y entregados a los Once [75]
y confiscados sus bienes, y que la décima parte sea para la 11diosa [76].
Se presentó uno en la asamblea afirmando que se había salvado en un tonel de
harina y que le habían encargado los que perecían, si se salvaba, que anunciara
al pueblo que los estrategos no recogieron a los que 12habían sido los mejores
en defensa de la patria. Euriptólemo
[77], hijo de Pisianacte, y algunos más demandaron a Calíxeno,
alegando que había redactado propuestas ilegales [78]. Algunos de la
asamblea lo aprobaban, pero la multitud gritaba que era monstruoso por uno no
dejar 13a la asamblea hacer lo que quería. A todo ello, como Licisco propuso
juzgar también a éstos con el mismo voto que a los estrategos, si no deponían
la demanda, y la masa de nuevo prorrumpió en gritos de aprobación, 14se vieron
forzados a retirar las demandas. Algunos prítanos [79] se negaban a
proponer la votación ilegal y otra vez subió Calíxeno a la tribuna, y los
acusaba de lo mismo. La multitud pedía a gritos citar a juicio a los 15que se
negaban. Los prítanos tuvieron miedo y todos convinieron en proponerla excepto
Sócrates, hijo de Sofronisco. Éste se negó a hacer algo que no fuese legal
[80].
Discurso de Euriptólemo
A continuación Euriptólemo subió
a 16la tribuna y dijo lo siguiente en defensa de los estrategos: «Atenienses,
en parte subí a esta tribuna para acusar, aunque Pericles es pariente y
partidario mío y Diomedonte, amigo; en parte para defenderlos; en parte para
aconsejar lo que me parece ser mejor para la ciudad entera. En efecto, los
acuso porque 17disuadieron a sus colegas que querían enviar un escrito al
consejo y a vosotros diciendo que ordenaron a Terámenes y a Trasibulo recoger
los náufragos con cuarenta y siete trirremes, pero éstos no los recogieron. En
consecuencia, ahora tienen una acusación común 18con aquellos que personalmente
obraron mal, y, a cambio de la buena acción de entonces, ahora corren peligro
de perecer por ser objeto de las intrigas de aquéllos y algunos más. No
ocurrirá, al menos si vosotros 19me obedecéis y hacéis lo justo y bueno y
aquello sobre todo de donde conoceréis la verdad, y no os encontraréis más
tarde, cuando cambiéis de manera de pensar, con que habéis errado vosotros
mismos en lo más importante ante los dioses y ante vosotros mismos. Os
aconsejo, y en ello no es posible que vosotros seáis engañados ni por mí ni por
ningún otro, castigar a los culpables, una vez convictos, con la pena que
queráis, y todos juntos o uno por uno, mas otorgándoles al menos un día, si no
se puede más, para defenderse, de modo que no creáis más en otros que en
vosotros mismos. Todos sabéis, atenienses, que el decreto de Ca20nono [81]
es muy riguroso, que ordena, si uno comparece en juicio ante el pueblo
ateniense, que se defienda se-parado, y si es reconocido culpable, sea arrojado
muerto al Báratro [82],
sus bienes confiscados y la décima 21parte sea para la diosa. Según este
decreto exijo juzgar a los estrategos, y, por Zeus, si vosotros lo decidís, a
Pericles el primero, mi allegado —es para mí una ver22güenza estimar más a
aquél que a la ciudad entera—. Pero si preferís otro, juzgarlos según la siguiente
ley, la que hay contra los saqueadores de templos y traidores: si uno traiciona
a la ciudad o roba objetos sagrados, sea juzgado ante un tribunal, si fuese
condenado, que no sea enterrado en el Ática, y sus bienes 23sean confiscados.
Con el que queráis de estos dos, oh atenienses, sean juzgados los hombres uno
por uno, dividiendo el día en tres partes, pues es necesaria una para reuniros
vosotros y decidir con el voto con qué procedimiento conviene que ellos sean
juzgados, tanto si consideráis que son culpables como si no; y otra 24para
acusarlos; y una tercera para defenderse. Si se hace esto, los culpables
conseguirán el máximo castigo, los inocentes serán absueltos por vosotros, oh
atenien25ses, y no perecerán injustamente. Vosotros juzgadlos según la ley,
obrando piadosamente y jurando con sinceridad, y no luchéis como aliados de los
lacedemonios contra aquellos que les arrebataron setenta naves y los vencieron,
condenando a éstos sin juicio, ilegalmente. ¿Y qué estáis temiendo tanto que
así os apresuráis? 26¿Es que, si juzgáis según la ley, vosotros no podéis
condenar a muerte o absolver a quien queráis; mas no sucede lo mismo si juzgáis
contra la ley, como Calíxeno persuadió al consejo a proponerlo al pueblo con un
27solo voto? Mas quizá os arrepentiréis, si condenáis a muerte a uno que no es
culpable, y arrepentirse más tarde, recordad que es penoso e inútil entonces, y
más aún si os habéis equivocado en cuestiones de vidas humanas. Haríais cosas
horribles, si a Aristarco [83] que de28rrocó primero el régimen
democrático y luego entregó Énoe a los tebanos, que eran nuestros enemigos
[84], disteis un día para defenderse como quisiera y le concedisteis
otros derechos según la ley, pero a los estrategos que hicieron todo según
vuestro plan y que vencieron a los enemigos, los vais a privar de estos mismos
derechos. No intentéis, atenienses, hacer nada fuera de las 29leyes, mas sed
dueños de vosotros mismos y guardad éstas por las que principalmente sois muy
poderosos. Y volved a los hechos mismos, en los que incluso parece que los
estrategos tuvieron errores. Pues cuando volvieron a tierra después de vencer
en la batalla naval, Diomedonte propuso a todos hacerse a la mar en columna y
recoger los restos y a los náufragos y Erasínides marchar todos juntos a toda
velocidad contra los enemigos de Mitilene. Pero Trasilo dijo que podían
realizar ambas proposiciones si dejaban allí unas naves y con las otras
marchaban contra los enemigos. Y si de30cidían esto, que cada uno dejara tres
naves de su grupo —los estrategos eran ocho— y las diez de los taxiarcos, las
diez de los samios y las tres de los navarcos [85]; todas eran en
total cuarenta y siete, cuatro por cada nave siniestrada, que eran doce [86].
De los trierarcos, que 31se quedaban, eran Trasibulo y Terámenes, el que en la
asamblea anterior acusó a los estrategos, y con las demás naves marcharían
contra las enemigas. ¿Y qué proyectos no realizaron adecuadamente y bien? En
efecto, es justo que rindan cuenta de lo que no hicieron bien ante los enemigos
los encargados de éstos y también que sean juzgados los encargados de la
recogida, si no realizaron lo que ordenaban los estrategos, ya que no 32los
recogieron. Pero algo importante tengo que decir en favor de ambos: que la
tempestad impidió hacer algo de lo que los estrategos dispusieron. Son testigos
de ello los que se salvaron por sí mismos, entre quienes hay uno de nuestros
estrategos que se salvó sobre una nave que se estaba hundiendo, a quien exigen
ser juzgado con el mismo voto —aunque él entonces tenía necesidad de salvación—
que juzga a los que no ejecu33taron las órdenes. No hagáis, pues, oh
atenienses, lo mismo que los derrotados e infortunados a cambio de nuestra
victoria y buena fortuna, no decidáis obrar desconsideradamente ante hechos
fatales de un dios, culpando de traición en lugar de impotencia, ya que no
fueron capaces de ejecutar lo ordenado a causa de la tempestad. Mas sería mucho
más justo premiar a los vencedores con coronas que condenarlos a muerte por
obedecer a hombres perversos.»
Ejecución y arrepentimiento
34Después que dijo este discurso
Euriptólemo redactó una moción: que los acusados sean juzgados uno a uno por
separado conforme al decreto de Canono. Pero la del consejo era juzgar a todos
en bloque con un solo voto. Los presentes votaron a mano alzada y aprobaron en
un principio la de Euriptólemo. Pero Menecles la declaró ilegal bajo juramento
[87] e hicieron una nueva votación a mano alzada y aprobaron la del
consejo. Luego condenaron por votación a los estrategos que participaron en la
batalla naval, que eran ocho. Fueron ejecutados los seis 35presentes. No mucho
tiempo después se arrepintieron los atenienses y votaron que fueran demandados
[88] aquellos que engañaron a la asamblea y que eligieran fiadores hasta
que fueran juzgados y que Calíxeno era uno de ellos. Otros cuatro fueron
también demandados y encarcelados por sus fiadores. Pero más tarde [89]
se produjo una revuelta en la que Cleofonte [90] fue ejecutado y
éstos huyeron antes de ser juzgados. Calíxeno regresó cuando los del Pireo
[91] entraron en la ciudad y murió de hambre odiado por todos.
[1] Muchos autores opinan que
Jenofonte se refiere a los últimos acontecimientos (batalla de Cinosema) descritos
por Tucídides, cuya obra pretende continuar. Véase para este problema la
introducción, pág. 5. <<
[2] Jefe de la flota ateniense. Cf.
TUC., VIII 95. <<
[3] Jefe de la flota lacedemonia.
Cf. TUC., VIII 91, 94 y ss. <<
[4] Jefe de la flota lacedemonia.
Cf. TUC., VIII 35. 84. <<
[5] Hoy Dardanelos. <<
[6] Jefe de la flota lacedemonia en
Cinosema. Cf. TUC., VIII 85, 102 y ss. <<
[7] Viene de Samos, como se ve en
TUC., VIII 108. Aunque estaba desterrado, la tripulación lo eligió estratego.
<<
[8] Sátrapa de Dascilio, aliado de
los lacedemonios. <<
[9] Se trata del tributo que
aportaban las ciudades de la liga ático-délica. <<
[10]
Sátrapa de Caria y jefe militar de toda Asia Menor, que desempeñó un importante
papel entre los estados griegos y el poder persa. Intentaba debilitar a los
griegos enfrentando a Atenas y Esparta. <<
[11] Se
refiere al rey de Persia como el rey por excelencia. Darío II (425-404) y
Artajerjes II (404-359) llenan el período de las Helénicas (410-362). <<
[12]
Ateniense. Tres años más tarde será embajador ante el rey (I 3, 13). <<
[13] Hoy
día Mar Negro. <<
[14] La
carta está escrita en dialecto laconio. <<
[15]
Lacedemonia es el territorio, y su capital Esparta. <<
[16] Se
refiere a las naves de madera, como se las designaba en la carta por metonimia.
<<
[17]
Jefes de las trirremes o naves de guerra. <<
[18] Jefe
del partido oligárquico en Siracusa después de la derrota ateniense del 413, a
la cual contribuyó de un modo decisivo. Cf. TUC., VI-VII. De este destierro
también habla Tucídides (VIII 85). Es uno de los personajes de los diálogos
platónicos Timeo y Critias y de un tercero que tenía en
proyecto. De Tucídides y Platón le viene la fama de estadista más dotado de su
época. <<
[19]
Debían ser juzgados uno por uno. Cf. I 7, 15, proceso de las Arginusas.
<<
[20] Epibátai, soldados armados que luchaban
en cubierta como los hoplitas en tierra, sobre todo hasta que las trirremes
gozaron de facilidad de maniobra, pues en un principio una batalla naval se
parecía a una de tierra pero con lucha en naves. Con el progreso de la táctica
naval se fue reduciendo su papel. Entre los lacedemonios epibátes es también un oficial de la flota que manda una escuadra a
las órdenes del navarco, I 3, 17, TUC., VIII 61, 2. <<
[21] Cf.
TUC., VIII 83, 85. <<
[22]
Equivalente en términos generales a «gobernador militar». <<
[23]
Véase I 1, 8. <<
[24] Rey
de Lacedemonia que fortificó Decelia en el Ática durante la expedición de
Sicilia. Cf. TUC., VII y VIII. <<
[25]
Liceo, barrio a las afueras de Atenas con un santuario de Apolo Liceo. Lugar de
un gimnasio en donde más tarde Aristóteles impartiría sus enseñanzas. <<
[26] Próxenos. «Sujeto que tomaba a su cargo
en una ciudad la guarda de los intereses de los ciudadanos de otra, especie de
cónsul». Esta definición, del diccionario griego de Pabón-Echauri, creo que da
una idea bastante exacta de la función del próxenos,
que tenía otras tareas parecidas a las de un cónsul moderno. <<
[27]
Quizás hay un error de transmisión, pues Sesto estaba en poder de Atenas, según
I 1, 11. <<
[28] Los
datos incluidos en este paréntesis, que ayudan a fijar la cronología, no
proceden de Jenofonte, sino de otras manos; son inexactos y no se relacionan
del todo entre sí. Los que se refieren a Sicilia, Italia y Cartago están
tomados del historiador Timeo, quien los tomó a su vez de Filisto. Jenofonte da
el año 410/9, pero en realidad ocurrieron en el 408, según Hatzfeld. <<
[29]
Carrera de 185 ms. aproximadamente. <<
[30] En
el Ática, para proteger las minas de plata de Laurión. Recuérdese que los
lacedemonios están, en Decelia. <<
[31] Trópaion: Señal de victoria dedicada a
Zeus. Era levantado en el lugar de la victoria, según ciertas convenciones,
donde las líneas enemigas habían sido arrolladas; una de las primeras normas
era que se reconocía oficialmente la derrota cuando se pedía la entrega de
cadáveres bajo un pacto. El trofeo se hacía de material perecedero,
generalmente con armas colgadas capturadas al enemigo, con una inscripción en
una tabla; en una batalla naval con una nave capturada, que se arrastraba a
tierra en las inmediaciones. <<
[32] Esto
es, en mayo, comienzos de junio. <<
[33]
Lugarteniente de Tisafernes: TUC., VIII 16. <<
[34] Véase I 1, 18, 25, 26. Cf. TUC., VIII 26. <<
[35]
Selinunte, destruida por Cartago en la primavera del 409. <<
[36]
Probablemente Alcibíades de Fego, que había participado en la destrucción de
los Hermes y fue desterrado. Es mencionado en el discurso De mysteriis de ANDÓCIDES, I 65. <<
[37]
Población predoria que perdió la libertad en la invasión de los dorios y
cultivaban sus tierras como esclavos. <<
[38]
Nombre lacedemonio de Pilos (Cf. TUC., IV 3), en poder de los atenienses desde
425 y defendido por mesenios e hilotas hasta este tiempo. <<
Malea, en la costa laconia frente
a la isla de Citera. <<
[39] Año
409/408. <<
[40]
Calcedón fue miembro de la liga ático-délica hasta el 411, y como tal pagaba el
tributo correspondiente. La cantidad adeudada se cuenta desde esa fecha de
separación. <<
[41] Cf.
I 1, 10. <<
[42]
Véase I 1, 32. <<
[43] Periecos: Ciudadanos libres laconios y
mesenios, generalmente descendientes de la población predoria, que no tenían
derechos políticos a diferencia de los espartiatas, pero debían servir en el
ejército.
Neodamódes: Grupo de hilotas libertos, que
sólo en la guerra del Peloponeso y después hasta 370/69 (Cf. VI 5, 24) se
emanciparon (TUC., V 34; VII 58). <<
[44]
Cerátadas; Véase Anáb. VII 1, 33 y
ss. <<
[45]
Véase I 1. 1. Aquí un ayudante del navarco con el título de epibátes. <<
[46] Hay
aquí un anacoluto o ruptura de la construcción sintáctica. <<
[47]
Explanada dentro de la ciudad. Cf. Anáb.
VII 24. <<
[48] Cf. Anáb. I 1, 2, y I 9, 7. <<
[49] Véase I 1, 32, y TUC., VIII 64. <<
[50] Plyntéria: fiesta en la mitad de junio,
en la cual la antigua imagen de madera de Atenea Polias, protectora de la
ciudad, era llevada al mar y lavada. En ese día se cerraban los templos y era
considerado como de mala suerte. <<
[51] En
los años anteriores a su destierro, cuando gozaba de influencia en Atenas,
antes de salir con la expedición a Sicilia (415). <<
[52] Cf.
TUC., VI 27-29 y 61. <<
[53] Cf.
TUC., V 43 y VI 16. <<
[54] Hay
una laguna en el texto. <<
[55] La
procesión anual en septiembre desde Atenas a Eleusis. <<
[56]
Véase I 4, 2. <<
[57] Una
mina = 100 dracmas; 1 dracma = 6 óbolos. <<
Calculando por término medio 200
los hombres que forman la tripulación, sale cada uno a 3 óbolos o media dracma
al día. <<
[58] El
15 de abril del año 406 a. C. <<
[59]
Jenofonte cita probablemente un conocido dicho. <<
[60]
Véase I 5, 20. <<
[61]
Según conjeturas de Hatzfeld, el número está en contradicción con I 6, 3.
<<
[62] Una
especie de láminas o planchas, probablemente de pieles de cabra, para
protegerse de la intemperie y del mar, contra la vista del enemigo y contra el
disparo de dardos. <<
[63]
Según la división de Solón, los ciudadanos se agrupaban en cuatro clases para
las cargas económicas y militares: 1) los pentakosiomédimnoi,
que ingresaban al año 500 medimnos al menos; 2) los caballeros, 300 como
mínimo; 3) los zeugltai, 150 como
mínimo, y 4) los thétes, menos de 150
medimnos de ingreso, o sea los jornaleros. Primero sólo servían como remeros
los de la última clase, que no podían pagar la armadura pesada del hoplita o
mantener un caballo. <<
[64]
Jefes de táxeis o contingentes de
cada tribu. Puede tratarse de naves con hoplitas para luchar en tos islotes si
fuera preciso. <<
[65] El
término de navarco se aplica con propiedad sólo al jefe de la flota espartana.
Aquí aparece aplicado, al parecer, a secciones de la flota. <<
[66] Diekploún, periploún: complicadas
maniobras de táctica naval. Cf. HERÓD., VI 12, 15, donde se citan por primera
vez, y TUC., II 83, 84. Por la primera se irrumpe a toda velocidad en las
líneas enemigas, y se pretende inutilizar sus naves, principal mente con la
ruptura de remos y timones; se rodea al enemigo por detrás de sus líneas y se
le ataca por detrás o por los flancos con los espolones, con la segunda. Cf.
HERÓD., VIII II, TUC., II 83.
<<
[67] Jefe
de una trirreme o nave de guerra. Los más ricos ciudadanos de Atenas debían
cargar con los gastos de conservación y manutención de la tripulación. Era una
de las leitourgíai o servicios
públicos. <<
[68]
Fondo de ayuda a los pobres y desamparados por la guerra, o quizás compensación
por la asistencia a la asamblea, fijado desde el 410/9. Cf. ARIST., Constit. aten. 28, 3. Como se ve eran
dos óbolos al día. <<
[69] Los
magistrados tenían el derecho y el deber de sancionar con una multa un delito
contra las leyes o contra la desobediencia a la autoridad, y si se trataba de
un delito de mayor castigo podía llevarse el caso ante un jurado. <<
[70] Cf.
I 7, 23. En los procesos privados se mide el tiempo, igual para ambas partes,
con la clepsidra o reloj de agua o arena. <<
[71]
Véase I 6, 35. <<
[72] La
asamblea ateniense no podía tratar o decidir nada que antes no hubiera sido
estudiado en una sesión del consejo y propuesto (Proboúleuma) en el orden del día de la asamblea. Véase también VII
1, 2. <<
[73] Apaturias: fiestas de las fratrías en
las cuales los muchachos, que habían llegado a la edad de efebos, las mujeres
recién casadas, los niños recién nacidos y los niños que habían pasado la
fiesta de los Coes, eran incluidos en la lista de las fratrías.
Fratrías: hermandades familiares con
cultos y normas propios. <<
[74]
Clístenes dividió el Ática en diez tribus; cada una comprendía una parte de la
ciudad de Atenas, una parte de la costa y una parte del interior. Las unidades
políticas menores se llamaban demos,
en cuyas listas estaban incluidos los ciudadanos libres. Cada tribu tenía por
año 50 consejeros que durante una décima parte del año dirigían la
administración (prítanos). Estos 50
de cada tribu formaban el Consejo de los 500. Además cada tribu aportaba una
unidad militar (tádxis) con su
estratego y una sección de caballería. <<
[75]
Encargados de los prisioneros condenados y de la ejecución de la sentencia
capital. <<
[76] A la
pena de muerte iba siempre unida la confiscación de bienes. <<
[77] Sobrino
de Alcibíades. Véase I 4, 19. <<
[78] Era
ilegal la proposición de Calixeno, ya que, desestimando el procedimiento
normal, al juzgar por tribus, no garantizaba el secreto del voto y sobre todo
establecía un solo juicio para todos los acusados. <<
[79]
Comisión de la bulé o consejo de 50 miembros —cf. n. 74— de servicio
permanente. Se turnaban cada 36 ó 37 días (décima parte del año). <<
[80] Para
la postura de Sócrates véase PLATÓN, Ap
32 b; JEN., Mem. I 1, 18, y IV
42. <<
[81] Cf.
ARISTÓFANES, Asamblea 1089. <<
[82] Cf.
TUC., II 67, 4. <<
[83] Uno
de los que establecieron el régimen oligárquico de los Cuatrocientos en 411
a. C. Cf. TUC., VIII 90; 92; 98. <<
[84] Cf.
TUC., VIII 98, también 90 y 92. <<
[85]
Véase I 6, 29. <<
[86] Cf.
I 6, 34. <<
[87] La hypomosía, procedimiento por el cual se
declara con juramento incoar contra el autor de un decreto o ley una acción de
ilegalidad (graphé paránomos). El
autor del decreto o ley era libre de retirar su proposición. <<
[88] Probolé: demanda presentada ante la
asamblea alegando una ofensa contra el Estado. Véase nota anterior. <<
[89] En
el año 405/4 después de la derrota de Egospótamos. <<
[90] Jefe
del partido democrático. <<
[91] Los
del partido democrático que acabaron con los Treinta. <<
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