V
El libro V refiere los
acontecimientos de los años 389-375 a. C. Jenofonte se detiene
especialmente en las luchas entre lacedemonios y atenienses por la isla de
Egina, la campaña y la paz de Antálcidas (386), el asedio de Mantinea (385) y
Fliunte (384-379), las campañas contra Olinto desde el año 383, la toma de la
acrópolis de Tebas (383) y posterior rendición de la guarnición lacedemonia
(379), las expediciones anuales de Esparta contra Tebas a partir del 378 y los
enfrentamientos navales de atenienses y macedonios (376-375).
Operaciones en Egina y Asia Menor
1Tales fueron, pues, los asuntos
atenienses y lacedemonios del Helesponto. Eteónico [1] estaba otra
vez en Egina y aunque los eginetas mantenían relaciones comerciales con los
atenienses desde antes, como había guerra declarada por mar, envió piratas
voluntarios a saquear el Ática con el consenti2miento de los éforos. Sitiados
por ellos los atenienses enviaron hoplitas a Egina con Pánfilo como estratego,
construyeron fortificaciones contra los eginetas y los sitiaron por tierra y
por mar con diez trirremes. Mas Teleutias, que había llegado casualmente a las
islas para recaudar fondos, al oír lo de la fortificación, acudió en ayuda de
los eginetas; rechazó a la flota, pero Pánfilo conservó la fortificación.
Después de esto llegó el navarco
Hiérax enviado por 3los lacedemonios. Se encargó de la flota y Teleutias partió
para su patria triunfalmente. En efecto, cuando descendió al mar para dirigirse
a su patria, no hubo soldado que no le diera la mano, uno le coronaba, otro le
ponía cintas [2], otros que llegaron tarde cuando ya se había hecho
a la mar arrojaban coronas al agua y le deseaban toda clase de bienes. Por
supuesto, reconozco 4que ahora no estoy hablando de gastos, peligros, ni de
ningún artificio digno de mención; mas, por Zeus, me parece que es digno de
considerar lo siguiente en este hombre: qué hizo Teleutias para atraerse a los
que mandaba de este modo. Pues evidentemente ese hecho es más digno de mencionarse
que muchas riquezas o peligros. Hiérax a su vez, después de tomar las demás
5naves, se dirigió a Rodas; en Egina dejó doce trirremes y a su secretario
Gorgopas como harmoste. Después de esto los atenienses de la fortificación
fueron los sitiados en lugar de los de la ciudad, de modo que Atenas retiró de
Egina al quinto mes a los de la fortificación equipando muchas naves por medio
de una votación. Hecho esto, los atenienses volvieron a tener dificultades con
los piratas y con Gorgopas; equiparon a su vez trece naves y eligieron a Éunomo
como navarco [3]. Cuan6do Hiérax estaba en Rodas, los lacedemonios
enviaron a Antálcidas como navarco, creyendo al designarlo que agradarían mucho
a Tiribazo. Antálcidas al llegar a Egina tomó las naves de Gorgopas y se dirigió
a Éfeso; despachó de nuevo a Gorgopas para Egina con las doce naves y encargó
de las demás al secretario Nicóloco. Éste se dirigió a la ciudad de Abido para
ayudar a sus habitantes; desviándose a Ténedos, saqueó el territorio, 7tomó
dinero y partió para Abido. Los estrategos atenienses procedentes de
Samotracia, Tasos y la zona situada frente a esas islas se reunieron y ayudaron
a los tenedios. Cuando se enteraron de que Nicóloco había desembarcado en
Abido, partieron del Quersoneso con treinta y dos naves y lo sitiaron a él, que
sólo tenía veinticinco. Por su parte Gorgopas se encontró con Éunomo al volver
de Éfeso; y de momento se refugió en Egina poco antes de la puesta del sol.
Después de desembarcar mandó cenar a los soldados inmediata8mente. Éunomo
esperó un poco y luego se alejó. Al caer la rioche marchaba en cabeza llevando
una luz como es costumbre, para que no se extraviasen las naves que seguían
detrás. Gorgopas después de embarcar siguió a la que llevaba la tea,
retrasándose un poco para no ser visto ni dejarse ver, sirviéndose los cómitres
del ruido de piedras en lugar de la voz y remando sin hacer ruido. 9Cuando las
naves de Éunomo llegaron a la costa del Ática en la zona de Zoster, Gorgopas
ordenó atacar al son de la trompeta. Algunos acababan de desembarcar de las
naves de Éunomo, otros estaban aún anclando, otros aún navegando. Se trabó
combate a la luz de la luna y Gorgopas apresó cuatro trirremes y partió para
Egina remolcándolas. Las demás naves atenienses se refugiaron en el Pireo.
10Después de estos
acontecimientos Cabrias [4] zarpó para Chipre para ayudar a Evágoras
con ochocientos peltastas y diez trirremes, además de otras naves y hoplitas de
Atenas. Desembarcó de noche en Egina y más allá del Heracleo en una hondonada
tendió una emboscada con los peltastas. Como se había convenido, al amanecer
llegaron los hoplitas atenienses al mando de Deméneto y se internaron unos
dieciséis estadios detrás del Heracleo, en la zona llamada Tres Torres. Al
enterarse Gorgopas acudió con los eginetas, los sol11 dados de cubierta y ocho
espartiatas que se encontraban allí. Anunció por un heraldo que acudieran
también todos los hombres libres de la tripulación; de modo que muchos de ellos
acudieron incluso con el arma que cada cual pudo conseguir. Cuando los primeros
pasa12ron la emboscada, se levantaron los de Cabrias e inmediatamente empezaron
a lanzar jabalinas y dardos. Asimismo se agregaron los hoplitas desembarcados
de las naves. En consecuencia, como no había ninguna formación cerrada, los primeros
murieron pronto, entre los cuales estaban Gorgopas y los lacedemonios; después
que cayeron éstos, los demás se volvieron. Murieron unos ciento cincuenta
eginetas y no menos de doscientos aliados, metecos y marineros que vinieron en
ayuda. Después de esta emboscada los atenienses reco13rrían el mar como en
tiempos de paz. Efectivamente, los marineros no querían remar, aunque Eteónico
[5] los obligaba, porque no les pagaba. Por ello los lacedemonios
volvieron a enviar a Teleutias [a esa
isla] [6] como navarco de las naves. Los marineros se alegraron
mucho cuando lo vieron llegar. Él los reunió y dijo lo siguiente:
«Soldados, yo he llegado sin
dinero, mas si un dios 14lo quiere y vosotros ayudáis con interés, intentaré
pro porcionaros abundantes provisiones. Sabed bien: cuando yo os mando deseo
que vosotros no viváis nunca peor que yo y en cuanto a las provisiones os
extrañaréis quizás si afirmo que deseo que vosotros tengáis más que yo; por los
dioses, yo preferiría estar dos días en ayunas antes que vosotros uno solo; lo
juro, mi puerta estaba abierta para quien quería entrar y pedirme algo en la
época anterior y estará abierta asi15mismo ahora. De modo que cuando vosotros
tengáis provisiones abundantes, entonces me veréis también a mí llevando un
régimen de vida más abundante; pero si me veis soportando los rigores del frío,
del calor o las noches en vela, esperad también vosotros soportar todo eso.
Pues yo no ordeno hacer nada para molesta16ros, sino para que saquéis algún
bien de ello. Soldados, realmente nuestra ciudad, que es considerada
afortunada, sabéis bien que no consiguió nada bueno ni bello [7] por
la indolencia, sino con el esfuerzo y el riesgo voluntariamente aceptado cuando
fue necesario. Por supuesto, vosotros fuisteis hombres valientes anteriormente,
como yo sé, pero ahora es necesario que intentéis ser mejores aún para que
todos participemos con17tentos del trabajo y del éxito. Pues, ¿qué hay más
agradable que el que nadie se vea obligado a adular a un griego o a un bárbaro
por un sueldo, mas sea capaz de procurarse sustento de donde es mejor?
Efectivamente, bien sabéis que en la guerra un botín abundante procedente del
enemigo acarrea al mismo tiempo sustento y fama a todos los hombres».
Teleutias ataca el Pireo
Así habló y todos pidieron a gritos
18que diera las órdenes precisas, que ellos las cumplirían. Acababa casualmente
de hacer un sacrificio cuando dijo: «Ea, amigos, cenad y haced lo que ibais a
hacer como pensabais, mas traed comida para un día. Luego venid a las naves
inmediatamente para dirigirnos a donde dios quiera y llegar en el momento
oportuno».
Después que vinieron y embarcaron
en las naves se 19dirigió de noche al puerto ateniense dando órdenes, ya de
acostarse, ya de dedicarse a remar. Si alguien piensa que se dirigía imprudentemente
con doce trirremes contra quienes tenían muchas naves más, considere el
razonamiento de Teleutias. Efectivamente, pensaba 20que los atenienses
descuidaban un poco la flota del puerto porque había perecido Gorgopas; y
aunque hubiera trirremes ancladas, consideraba más seguro marchar contra veinte
naves que estuvieran en Atenas [8] que contra diez en otro lugar.
Pues sabía que los marineros de las que estaban fuera tenían que residir en la
propia nave, mas conocía que los trierarcos de las que estaban en Atenas
pernoctaban en sus casas y los marineros se alojaban cada uno por su lado. Con
esta consideración se puso en marcha. Cuando distaba cinco 21o seis estadios
del puerto, se quedó quieto y descansó; al despuntar el día, se puso en cabeza
y los demás siguieron. No permitió hundir ninguna nave redonda [9]
ni dañarla con las propias; pero cualquier trirreme que vieran anclada debían
intentar dejarla fuera de servicio y conducir fuera las naves de carga, incluso
con tripulación, remolcándolas, y apresar a las mayores con sus tripulantes
abordándolas como pudieran. Hubo algunos que saltando al Mercado [10]
y apoderándose de algunos comerciantes y patronos de navios los llevaron 22a
bordo. Mientras él estaba realizando esto, los atenienses que se encontraban en
sus casas salían corriendo para indagar el motivo del alboroto y los de fuera
corrían a sus casas por las armas y otros a la capital para comunicarlo. Todos
los atenienses, hoplitas y jinetes acudieron entonces en la idea de que el
Pireo 23había sido tomado. Teleutias envió las naves a Egina y ordenó
escoltarlas a tres o cuatro trirremes y con las demás costeando el Ática, como
si saliera del puerto, apresó también muchas de pesca y de transporte cargadas
de hombres que venían de las islas. Al llegar a Sunio apresó asimismo naves de
carga, unas con trigo, otras con mercancías. Después de hacer eso volvió a
24Egina. Con la venta del botín anticipó a sus soldados el sueldo de un mes. En
adelante navegando por los alrededores tomaba lo que podía. Con ello mantenía
las naves equipadas y a los soldados contentos y dispuestos para el servicio.
Campaña de Antalcidas
25Antálcidas regresó con Tiribazo
después de conseguir la alianza del rey en el caso de los atenienses y sus
aliados no quisieran aceptar la paz que proponía. Cuando oyó que Nicóloco
estaba sitiado con sus naves en Abido por Ifícrates y Diotimo marchó por tierra
para allá. De noche se hizo a la mar desde allí con los preparativos, haciendo
correr el rumor de que le llamaban los calcedonios; 26anclando en Percote
permaneció quieto. Mas, enterándose los de Deméneto, Dionisio, Leóntico y
Fanias, le persiguieron por el territorio de Proconeso; cuando aquéllos pasaron
delante, se volvió y regresó a Abido, pues había oído que se acercaba Políxeno
con las veinte naves de Siracusa e Italia para encargarse además de ésas.
Después de esto Trasibulo el Coliteo [11] navegaba con ocho naves
desde Tracia, pues quería unirse a las demás naves áticas. Cuando los vigías le
comunicaron 27por medio de señales que se acercaban ocho trirremes, Antálcidas
preparó una emboscada con el mayor secreto posible, embarcando a los marineros
en las doce naves más rápidas y ordenando equiparlas con los que quedaban en
tierra si era preciso. Después que pasaron delante, las persiguió; ellos
huyeron al verlos. Naturalmente apresó pronto con las más rápidas a naves muy
lentas; dio la orden a los suyos, que iban los primeros, de no atacar a las
últimas y persiguió a las que iban en cabeza. Después de apresarlas, los
últimos se desanimaron al ver apresados a los suyos que marchaban delante e
incluso fueron cogidos por las más lentas; de modo que todos fueron cogidos sin
excepción. Des28pués de llegar las veinte naves de Siracusa y además las de
Jonia, de la zona que dominaba Tiribazo, fueron equipadas completamente con
hombres procedentes del territorio de Ariobarzanes [12], pues desde
antiguo era huésped de Ariobarzanes; en cuanto a Farnabazo había marchado ya al
interior llamado otra vez, cuando se casó con la hija del rey, y Antálcidas dominó
el mar con todas las naves que llegaron a ser más de ochenta; así impidió a las
naves del Ponto [13] regresar a Atenas y las llevó a los puertos de
sus aliados.
Paz de Antálcidas
29Por ello los atenienses
deseaban ardientemente la paz, al ver que eran muchas las naves enemigas,
temiendo que fueran derrotados como anteriormente [14], siendo el
rey aliado de los lacedemonios y además estando bloqueado por los piratas de
Egina. A su vez, los lacedemonios soportaban la guerra con dificultad, pues
tenían una compañía de guarnición en el Lequeo, otra en Orcómeno [15],
vigilaban las ciudades en las que confiaban para que no se echaran a perder y
de las que desconfiaban para que no se separaran, y tenían o causaban
dificultades con Corinto. Los argivos, por su parte, también eran favorables a
la paz, pues habían visto la movilización decretada contra ellos y se daban
cuenta que el pretexto 30de los meses sagrados [16] ya no les servía
de nada. En consecuencia, cuando Tiribazo comunicó que se presentaran los que
deseaban firmar la paz anunciada por el rey, se presentaron todos
inmediatamente. Después de reunirse, Tiribazo mostró el sello real y leyó el
escrito. Era el siguiente:
31«Artajerjes, el rey, considera
justo que sean suyas las ciudades de Asia y las islas de Clazómenas y Chipre
[17], que queden libres las otras ciudades griegas, pequeñas o grandes,
excepto Lemnos, Imbros y Esciros; que éstas sean de los atenienses como antaño.
A cuantos no acepten esta paz, a ésos yo les declararé la guerra, junto con quienes
la acepten, por tierra y por mar con naves y con dinero».
Oídas estas condiciones, los
embajadores las comu32nicaron a sus respectivas ciudades. Todos los demás
juraron solemnemente atenerse a esas condiciones, mas los tebanos creyeron
oportuno jurar en nombre de todos los beocios. Agesilao se negó a aceptar los
juramentos si no juraban, como decía el escrito del rey, que «las ciudades
grandes o pequeñas sean libres». Los embajadores tebanos replicaron que no eran
estas las órdenes recibidas. Agesilao contestó: «Id, pues, y preguntad,
anunciándoles además que si no lo cumplen, serán excluidos del tratado». Ellos
marcharon.
33Agesilao no esperó, por odio a
los tebanos, sino que sacrificó en seguida después de persuadir a los éforos.
Una vez realizados los sacrificios del paso de fronteras, al llegar a Tegea
despachó unos jinetes a los habitantes cercanos para que se apresuraran,
despachó asimismo a las ciudades a los jefes de los contingentes aliados. Antes
de lanzarse desde Tegea se presentaron los tebanos diciendo que dejaban libres
las ciudades. Entonces los lacedemonios volvieron a sus casas y los tebanos se
vieron obligados a entrar en las treguas dejando libres las ciudades beocias
[18]. Los co34rintios por su parte no expulsaron la guarnición argiva.
Pero Agesilao advirtió a unos que, si no echaban a los argivos, a otros que, si
no salían de Corinto, les declararía la guerra. Después de salir los argivos y
volver a gobernarse independiente la ciudad de Corinto, los asesinos y los
causantes de la matanza, ambos por temor, salieron de la ciudad por propia
iniciativa; los demás ciudadanos acogieron voluntariamente a los desterrados
anteriores. Después de cumplir estas condiciones y 35jurar las ciudades
mantener la paz propuesta por el rey, se licenciaron los ejércitos de tierra e
igualmente las fuerzas navales. En consecuencia, entonces se concluyó por vez
primera esta paz entre lacedemonios, atenienses y aliados después de la última
guerra en la 36que destruyeron las murallas de Atenas. Aunque en la guerra los
lacedemonios actuaron contra los adversarios más de contrapeso que de otra
cosa, consiguieron mucha mayor influencia por medio de la llamada paz de
Antálcidas. Efectivamente, al convertirse en los representantes de la paz
otorgada por el rey y lograr la libertad de las ciudades, se ganaron a Corinto
como aliado, dejaron las ciudades beocias libres de los tebanos, precisamente
lo que deseaban hacía tiempo, y obligaron a los argivos a dejar de considerar
como propia a Corinto, decretando la movilización contra ellos si no salían de
la ciudad.
Agesipolis en Mantinea
2Ocurriendo estos hechos como
deseaban, los lacedemonios decidieron castigar a los aliados que fueron
contrarios en la guerra y más bien favorables a los enemigos que a Lacedemonia
y disponerlos de modo que no pudieran serles infieles. Así, para empezar,
enviaron mensajeros a los mantineos y les ordenaron destruir la muralla,
alegando que de actuar de otra manera creerían que iban a pasarse 2a los
enemigos. Afirmaron efectivamente haber observado que enviaron trigo a los
argivos cuando ellos les declararon la guerra y que a veces no les acompañaron
en las expediciones alegando una tregua, y cuando les acompañaban, que
participaban en la expedición de mala gana. Asimismo afirmaron haberse dado cuenta
de que se molestaban si les ocurría algo bueno, pero se regocijaban si les
sucedía alguna desgracia. Alegaron asimismo que la tregua con los mantineos
había expirado ese año, la tregua de treinta años, firmada despues de la
batalla de Mantinea [19]. Puesto que no qui3sieron destruir las
murallas, decretaron la movilización contra ellos. Agesilao pidió a la ciudad
que le liberase del cargo de estratego por esta vez alegando que la ciudad de
Mantinea había ayudado mucho a su padre en las guerras contra Mesenia [20].
Agesípolis llevó las tropas aunque su padre Pausanias mantenía relaciones
amistosas con los dirigentes del partido democrático de Mantinea [21].
Cuando invadió, devastó primero el te4rritorio. Como a pesar de ello no
destruyeron las murallas, cavó un foso circular alrededor de la ciudad, con la
mitad de los soldados colocados con sus armas delante de la otra mitad que
realizaba la obra.
Después de concluir el foso
construyó un muro circular alrededor de la ciudad, con toda tranquilidad. Habiéndose
enterado de que había mucho trigo en la ciudad por la buena cosecha del año
anterior y considerando que era una lástima arruinar la ciudad y a los aliados
con expediciones si se iba a emplear mucho tiempo, puso un dique al río, que
era muy caudaloso y corría por medio de la ciudad. Obstruida la corriente, el
agua 5inundó los cimientos de las casas y de la muralla. Una vez mojados los
ladrillos inferiores y al no aguantar los superiores, la muralla se agrietó
primero y luego cayó. Durante algún tiempo aplicaron maderos y se ingeniaron
para que no cayera el torreón; pero luego acordaron destruirlo vencidos por el
agua y por temor a que cayendo por algún lado el recinto amurallado fueran
presa de la guerra. Los lacedemonios se negaron a pactar si no se distribuían
por aldeas. Ellos a su vez, considerando que no había más remedio, consintieron
6en hacerlo. Cuando los partidarios de Argos y los dirigentes del partido
democrático creían que iban a morir, consiguió el padre [22] de
Agesípolis darle seguridad a ellos, que eran unos sesenta, si se alejaban de la
ciudad. Los lacedemonios se colocaron con lanzas a ambos lados de la ruta,
comenzando desde las puertas, contemplando a los que salían. Aunque los
odiaban, sin embargo los respetaron con más facilidad que los aristócratas
mantineos. Debe referirse este gran testi7monio de disciplina. Luego se
destruyó la muralla, se dividió Mantinea en cuatro aldeas, como vivían
antiguamente. Al principio estaban molestos porque debían destruir las casas
que tenían y construir otras, pero luego, como los que tenían bienes vivían más
cerca de las fincas que poseían en las aldeas, se servían de un régimen
aristocrático y estaban libres de los pesados demagogos, quedaron contentos de
la situación. Los lacedemonios no les enviaron un solo jefe de las tropas
aliadas, sino uno por aldea. Asimismo participaban en las campañas con mucho
más celo que cuando tenían un régimen democrático. Así concluyeron los asuntos
de Mantinea y los hombres en adelante fueron más sensatos, al menos en lo
referente a no pasar ningún río por medio de las murallas.
Ayuda a los desterrados Fliunte
8Los desterrados de Fliunte, al
enterarse de que los lacedemonios inspeccionaban cómo se habían portado con
ellos durante la guerra cada uno de los aliados, reconociendo que era una buena
ocasión, marcharon a Esparta y explicaron que mientras ellos estuvieron en su
patria, la ciudad acogió a los lacedemonios dentro de las murallas y les
acompañaron a donde mandaban; mas después que los expulsaron, no querían acompañarlos
a ningún sitio y únicamente no acogían dentro de sus puertas [23] a
los lacedemonios de entre todos los hombres. Por ello, des9pués de oírlos los
éforos, decidieron que merecían el regreso. Enviando unos mensajeros a la
ciudad de Fliunte dijeron que los desterrados eran amigos de la ciudad de los
lacedemonios, que estaban desterrados sin haber cometido ninguna injusticia y
declararon que consideraban justo conseguir su regreso no por la fuerza, sino
con su consentimiento. Al oírlo los fliasios temieron que si hacían una
expedición contra ellos, algunos de dentro los dejaran entrar en la ciudad.
Efectivamente, había muchos parientes de los desterrados e incluso
simpatizantes, y además algunos que deseaban cambios políticos, como en
muchísimas ciudades, querían su retorno. Por temor votaron acoger a los
deste10rrados, devolverles los bienes inmuebles y a sus compradores
reintegrarles el valor a costa del tesoro público; además resolver los asuntos
litigiosos entre unos y otros por medio de un juicio. Estas gestiones se
realizaron a su vez en aquella época sobre los fliasios desterrados.
Embajada de Apolonia y Acanto
Unos embajadores de Acanto y
Apon11lonia, precisamente las ciudades mayores de los alrededores de Olinto,
llegaron a Esparta. Los éforos los llevaron ante la asamblea de los aliados
[24] después de oír el motivo de su llegada. Allí habló, pues, 12el
acantio Clígenes: «Lacedemonios y aliados, creemos que no os dais cuenta de un
gran problema que está surgiendo en la Hélade. Efectivamente, casi todos sabéis
que Olinto es la mayor ciudad de Tracia. Los olintios se atrajeron algunas
ciudades con la condición de servirse de sus mismas leyes y constituir un mismo
estado, incluso luego sumaron algunas de las mayores. Más tarde intentaron
asimismo liberar las ciudades de 13Macedonia de Amintas, su rey. Después que
las más próximas les prestaron atención, marcharon en seguida contra las
alejadas e incluso las mayores; cuando nosotros los dejamos tenían ya Pela
[25], precisamente la ciudad más importante de Macedonia, además de otras
muchas; observamos que Amintas se retiraba de las ciudades y que ya casi había
sido expulsado de toda Macedonia. Incluso nos enviaron embajadores a los
apoloniatas y a nosotros y nos advirtieron que vendrían contra nosotros si no
nos presentábamos para parti14cipar en una expedición. Pero es que nosotros,
lacedemonios, queremos servirnos de las leyes patrias y ser ciudadanos
independientes; mas no tendremos más remedio que estar con ellos si nadie nos
ayuda. Por supuesto, ahora no tienen ya menos de ochocientos [26]
hoplitas y muchos más peltastas; los jinetes serán más 15de mil si nosotros nos
unimos a ellos. Igualmente dejamos allí mismo a unos embajadores atenienses y
beocios y oímos que se había votado por los olintios enviar embajadores a esas
ciudades para una alianza en compañía de esos mismos.
Si se añaden, pues, fuerzas tan
grandes a las atenienses y tebanas, mirad que aquéllas ya no os serán muy
fáciles de someter y puesto que tienen ya Potidea que está en el istmo de
Palene, considerad asimismo que las ciudades del istmo serán súbditas suyas. He
aquí otra prueba de que esas ciudades temen seriamente: en efecto, por más que
odian a los olintios, sin embargo no se atrevieron a enviar embajadores con
nosotros para dar a conocer esa situación. Considerad esto asimismo, cuán
natural es que vos16otros os preocupéis de que Beocia no esté unida, pero
mientras os despreocupáis de que esté reuniendo un ejército mucho mayor y que
es fuerte no sólo por tierra, sino incluso por mar. Pues, ¿qué lo impide, si en
el mismo territorio hay madera apta para la construcción de naves e ingresos
procedentes de muchos puertos, de muchos mercados y mucha población por la
abundancia de víveres? Por otra parte, son vecinos de 17los tracios que no
tienen rey, que ahora están ya a su servicio; y si se les somete, añadirán
además esa gran fuerza. Por supuesto, si esos los siguen, las minas de oro del
Pangeo les tenderán una mano. Nosotros no decimos nada que no se haya dicho
miles de veces en la asamblea olintia. Y, ¿qué se podría decir de su
ambi18ción? Pues, sin duda, el dios fomenta el crecimiento de las ambiciones
humanas junto con su poder. Lacedemonios y aliados, en resumen, nosotros os
comunicamos que así están los asuntos allí; vosotros deliberad y decidid si
merecen atención. Es preciso que vosotros sepáis además lo siguiente: que el
poder que hemos dicho, aunque es grande, aún no es imposible de vencer. Pues
las ciudades que participan a disgusto de un régimen común, si ven otra
alternativa, se separan pronto; pero una vez unidos estrechamente por
matri19monios y posesiones que se aprobaron entre ellos por votación, se darán
cuenta que es ventajoso acompañar a los que dominan —como los arcadios cuando
van con vosotros, pues conservan sus propios bienes y arrebatan los ajenos— y
probablemente ya no será fácil por la misma razón desunirlas.
20Dicho esto, los lacedemonios
dieron la palabra a los aliados y les invitaron a proponer lo que creían mejor
para el Peloponeso y para sí. A continuación, muchos propusieron preparar una
expedición, principalmente los que deseaban complacer a los lacedemonios; se
aprobó que cada ciudad enviara el contingente necesa21rio para llegar a unos
diez mil. Asimismo hubo proposiciones de que se permitiera a la ciudad que lo
deseara dar dinero en lugar de hombres —un trióbolo egineta [27] por
hombre— y la que proporcionaba jinetes, 22dar el sueldo de cuatro hoplitas por
jinete [28], pero si alguna ciudad abandonaba la expedición, los
lacedemonios podían imponer una multa de un estatero por hom23bre y día.
Después de aprobar estas mociones, los acantios volviéndose a levantar trataron
de mostrar que esas votaciones estaban bien, pero que no se podían llevar a la
práctica con prontitud. Por ello afirmaron que era mejor enviar un hombre como
jefe, mientras se reunía esa expedición, lo antes posible, y todas las fuerzas
de Lacedemonia y de otras ciudades que pudieran salir con prontitud; pues si se
hacía esto, las ciudades que no se habían entregado aún se mantendrían firmes y
las forzadas lucharían con menos ardor. 24Aprobadas también estas
proposiciones, los lacedemonios enviaron a Eudámidas y unos dos mil neodamodes,
periecos y esciritas [29] con él. Al salir Eudámidas pidió a los
éforos que su hermano Fébidas le siguiera después de reunir los últimos de los
que le habían sidoasignados. Cuando llegó a los territorios de Tracia, envió
guarniciones a las ciudades que las pidieron, se atrajo voluntariamente a
Potidea, que ya era aliada de aquéllos, y utilizándola como base luchaba según
era conveniente para sus fuerzas, inferiores en número.
Toma de la acrópolis de Tebas
Después de concentrarse los
últimos 25de Eudámidas, Fébidas se puso en marcha con ellos. Cuando llegaron a
Tebas, acamparon fuera de la ciudad, en los alrededores del gimnasio. Los
tebanos andaban en revueltas cuando se encontraban como polemarcos Ismenias y
Leontiades, que eran rivales y ambos jefes de una facción oligárquica [30].
Ismenias ni siquiera se acercó a Fébidas por odio a los lacedemonios. Mas
Leontiades le trató de modo diferente y una vez que tuvo confianza con él le
dijo lo siguiente: «Fébidas, tú puedes en este día rendir el 26mayor bien a tu
patria, pues si me acompañas con los hoplitas, yo te introduciré en la
acrópolis. Piensa que toda Tebas estará con los lacedemonios y con nosotros,
vuestros amigos, si se realiza este plan. Aunque ahora, 27como ves, se ha
proclamado que ningún tebano te acompañe en la expedición contra los olintios,
no obstante si tú haces eso con nosotros, inmediatamente nosotros enviaremos
muchos hoplitas y jinetes contigo; de modo que ayudarás a tu hermano con
grandes fuerzas y mientras él va a someter Olinto, tú someterás Tebas, ciudad
mucho mayor que aquélla». Al oír ese proyecto 28Fébidas se llenó de esperanzas;
efectivamente deseaba incluso más que la vida realizar alguna acción brillante,
mas no parecía ser un hombre calculador ni muy prudente. Cuando aceptó, le
ordenó disponerse como si estuviera preparándose para marchar; Leontiades
añadió: «Cuando sea el momento oportuno, yo me presen29taré y guiaré
personalmente». Mientras el Consejo estaba en sesión en el pórtico del ágora
porque las mujeres celebraban las Tesmoforias en la Cadmea, y había la mayor
soledad en las calles por ser verano y mediodía, en esos momentos Leontíades se
acercó a caballo, mandó a Fébidas dar la vuelta y lo llevó directamente a la
acrópolis; después de apostar allí a Fébidas con los suyos, entregarle el
cerrojo de las puertas y ordenar que nadie pasara a la acrópolis si no lo
mandaba él 30personalmente, se dirigió al Consejo. Al llegar dijo lo siguiente:
«Ciudadanos, no os desaniméis en absoluto porque los lacedemonios tengan la
acrópolis, pues aseguran que no han venido como enemigos de nadie que no desee
la guerra. Como la ley prescribe que el polemarco puede detener a quien juzgue
que realiza acciones merecedoras de la pena de muerte, yo detengo a Ismenias,
aquí presente, por declarar la guerra. Vosotros los capitanes y los que estáis
a sus órdenes, levantaos 31y llevadlo detenido a donde se dijo». Entonces se
presentaron los que estaban al tanto del plan, obedecieron y lo detuvieron. Los
que no lo sabían y eran rivales de los de Leontíades, unos huyeron en seguida
fuera de la ciudad por miedo a morir, otros se refugiaron primero en sus casas,
mas cuando se enteraron que Ismenías estaba preso en la Cadmea, entonces se
refugiaron en Atenas; eran unos trescientos los partida32ríos de Androclidas y
de Ismenias. Una vez realizado este plan eligieron a otro polemarco en lugar de
Ismenias, y Leontíades marchó inmediatamente para Esparta. Allí encontró a los
éforos y a la mayor parte de la ciudad irritados con Fébidas por no haber
cumplido las órdenes recibidas; aunque Agesilao alegó que de haber ocasionado
algún perjuicio a Lacedemonia, sería justo castigarlo, pero si eran hechos
favorables, que había una costumbre antigua que permitía improvisar los tales.
Afirmó, pues: «Conviene investigar eso mismo, si los hechos son buenos o
malos».
Luego Leontíades compareciendo
ante los asambleís33tas dijo lo siguiente: «Varones Iacedemonios, que los
tebanos eran hostiles antes de ocurrir lo que se ha hecho ahora, lo decíais
incluso vosotros, pues los veíais siempre como amigos de vuestros contrarios y
enemigos de vuestros amigos. ¿No es verdad que no quisieron participar en una
expedición contra el partido democrático del Pireo, que era vuestro mayor
enemigo? ¿No efectuaron una campaña contra los focidios al ver que os eran
leales? Asimismo concluyeron una alianza con 34los olintios al saber que
vosotros ibais a declararles la guerra, y entonces vosotros siempre prestabais
atención cuando oíais que ellos tenían sometida Beocia a la fuerza, mas ahora
cuando se ha logrado esto, no debéis temer ya a los tebanos, pues os bastará
una pequeña escítala para que os ayuden desde allí en todo lo que pidáis si
vosotros os cuidáis de nosotros como nosotros de vosotros». Los Iacedemonios le
escucharon y deci35dieron conservar la acrópolis, ya que se había tomado, y
juzgar a Ismenias; luego enviaron tres jueces lacedemonios y uno por cada
ciudad grande o pequeña. Después de constituirse el tribunal se acusó a
Ismenias de ser partidario del bárbaro y huésped del Persa, por supuesto, no
para bien de Grecia; de haber recibido dinero del rey y de que él y Androclidas
eran los mayores culpables de todos los desórdenes de Grecia. Él 36se defendió
de todas estas acusaciones, mas no consiguió librarse de las de ambición y
hostilidad. Fue condenado y ejecutado. El grupo de Leontíades conservó la
ciudad y ayudó a los Iacedemonios más de lo que se les pidió.
Campaña de Teleutias en la península Calcídica
37Después de estos hechos los
lacedemonios enviaron la expedición a Olinto con mucho más celo. Mandaron a
Teleutias como harmoste, mandaron también al mismo tiempo a todos los
contingentes que formaban los diez mil y enviaron escítalas a las ciudades
aliadas con órdenes de acompañar a Teleutias según el decreto de los aliados.
Los demás ayudaron con entusiasmo a Teleutias, pues no era desagradecido con
los que prestaban algún servicio e incluso la ciudad de Tebas le envió con celo
hoplitas y 38jinetes por ser hermano de Agesilao. Iba sin apresurarse
demasiado, cuidándose en el trayecto de no ofender a los amigos y de reunir la
mayor fuerza posible. Primero envió mensajeros a Amintas, le pidió que reclutara
mercenarios y diera dinero a los reyes vecinos para que se aliaran con él si
quería recuperar el poder. Asimismo envió mensajeros a Derdas, jefe de Elimia
[31], mostrándole que los olintios habían sometido el mayor poder de
Macedonia y no iban a dejar el menor, si no 39se les obligaba a acabar con su
desmesura. Después de hacer eso, llegó al territorio aliado con un ejército muy
grande. Luego fue a Potidea y desde allí marchó contra el territorio enemigo
formado en orden de batalla. Al marchar contra la ciudad no quemó ni devastó
nada, creyendo que si lo hacía, eso sería un obstáculo para él tanto al
acercarse como al retirarse; mas cuando se alejase de la ciudad, que entonces
sería oportuno talar los árboles y ponerlos de obstáculos a cualquiera que 40le
siguiera. Cuando no distaba de la ciudad ni diez estadios, formó las tropas, él
en el ala izquierda, pues así podía encontrarse bajo las puertas por donde
salían los enemigos, y el resto de la formación de los aliados estaba ordenado
a la derecha. Colocó a los jinetes laconios, tebanos y macedonios que estaban
presentes en el ala derecha; tenía a su lado a Derdas con sus jinetes, unos
cuatrocientos, porque estimaba ese contingente de caballería y a la vez
distinguía a Derdas, alegrándose de que estuviera allí. Después de venir los
enemigos, 41formaron enfrente bajo la muralla y agrupándose sus jinetes
atacaron a los laconios y beocios. Tiraron del caballo a Policarmo, jefe de la
caballería lacedemonia, y le hirieron gravemente en el suelo, mataron a otros y
finalmente hicieron volverse a la caballería del ala derecha. Al huir la
caballería, cedió también la infantería contigua a ella y el ejército entero
habría corrido peligro de ser derrotado si Derdas no hubiera avanzado derecho
hacia las puertas de Olinto con su propia caballería. Teleutias le siguió
también con los suyos formados. Cuando lo vieron los jinetes olintios, por
temor 42a ser alejados de las puertas, se volvieron y se retiraron rápidamente.
Entonces Derdas mató a muchísimos al pasar delante. La infantería olintia se
retiró igualmente a la ciudad, mas no murieron muchos porque estaba cerca la
muralla. Después de erigir un trofeo, al conseguir esa victoria, Teleutias taló
los árboles al retirarse. Realizada esa expedición en el verano, licenció el
ejército macedonio y el de Derdas; mas los olintios continuaban tomando y
matando hombres de las ciudades aliadas de los lacedemonios con frecuentes
incursiones.
Nuevas campañas en la península Calcídica
Al despuntar la primavera los
jine3tes olintios, que eran unos seiscientos, realizaron una incursión contra
Apolo nia a mediodía y se dedicaron a coger botín dispersos. Se daba la
circunstancia de que Derdas había llegado este día con sus propios jinetes y
estaba almorzando en Apolonia. Cuando vio la incursión, se quedó quieto con los
caballos preparados y los jinetes armados. Y cuando los olintios avanzaban
despreocupados hacia el arrabal y las puer2tas mismas, entonces salió con ellos
formados. Al verlos comenzaron a huir. Una vez que les hizo dar la vuelta, no
dejó de perseguirlos y sembrar la muerte durante noventa estadios [32],
hasta la misma muralla de Olinto. Se dice que Derdas mató a unos ochenta
jinetes en esa persecución. Desde este acontecimiento los enemigos se
mantuvieron dentro de las murallas con más cautela 3y cultivaron generalmente
muy poco territorio. Andando el tiempo Teleutias efectuó tma expedición contra
la ciudad de Olinto y destruyó los pocos árboles y cultivos que le quedaban;
los jinetes enemigos salieron a paso lento, atravesaron el río que corre junto
a la ciudad y marcharon contra el ejército contrario. Cuando Teleutias los vio,
encolerizado por su audacia, ordenó inmediatamente a Tlemónidas, el jefe de los
pel4tastas, dirigirse contra ellos a la carrera. Cuando vieron correr a los
peltastas, los olintios dando media vuelta se retiraron a paso lento y
volvieron a cruzar el río. Ellos los siguieron intrépidos y pasaron también
persiguiendo a los que huían. Entonces los jinetes olintios, cuando les pareció
que estaban ya a su alcance los que habían pasado, se volvieron, los atacaron y
mataron a 5Tlemónidas y a otros cien más. Al ver lo que ocurría, Teleutias
irritado tomó las armas, llevó rápidamente a los hoplitas y ordenó a los
peltastas y jinetes perseguirlos sin ceder. En consecuencia, muchos, después de
perseguirlos hasta las murallas, más cerca incluso de lo que convenía, se
retiraron con dificultad, pues disparaban desde los torreones y se vieron
obligados a retirarse desordenadamente guardándose de los dardos. En6 tonces los
olintios sacaron la caballería y acudieron los peltastas también; por último
salieron los hoplitas a la carrera y cayeron sobre una formación desordenada.
Teleutias murió luchando allí. Al ocurrir esto los que le rodeaban cedieron en
seguida y ninguno se mantuvo firme, sino que huyeron todos, unos a Espartólo,
otros a Acanto, otros a Apolonia y los más a Potidea. Como cada uno huyó por su
lado, así también los enemigos persiguiendo cada uno por su lado, mataron a
muchísimos hombres, y con ellos a la parte más preparada del ejército.
En consecuencia, yo puedo afirmar
que los hombres 7han aprendido de tales desgracias que nadie, ni siquiera los
criados, deben ser castigados cuando uno está encolerizado; pues muchas veces
dueños encolerizados sufren incluso mayores males que los que causan; y, por
supuesto, es un error completo atacar a los contrarios por cólera y sin
reflexión. Pues la cólera no prevé, mas la reflexión considera tanto si se va a
salir perjudicado como si se va a dañar al enemigo.
Después de enterarse de la
desgracia, los lacedemo8nios deliberaron y decidieron que era preciso enviar
fuerzas no pequeñas para apagar los humos de los vencedores y no dejar anulados
los esfuerzos realizados. Por ello después de la votación enviaron como jefe al
rey Agesípolis y treinta espartiatas con él como en la campaña de Agesilao por
Asia Menor. Le acompañaron 9voluntariamente muchos periecos distinguidos,
extranjeros de los llamados trófimos [33] y espartiatas bastardos,
muy bellos y no faltos de la educación estatal. Participaron en la expedición
voluntarios de las ciudades aliadas, jinetes tesalios que deseaban ser
conocidos deAgesípolis, Amintas y Derdas con más entusiasmo que antes.
Agesípolis marchó contra Olinto una vez realizado esto.
Sitio de Fliunte
10La ciudad de Fliunte fue
elogiada por Agesilao porque con prontitud le dio mucho dinero para la
expedición; mas creyendo que Agesilao no saldría contra ellos cuando Agesípolis
estaba fuera, pues no solía ocurrir que ambos reyes estuvieran fuera de Esparta
al mismo tiempo [34], no trataban nada bien a los regresados por
insolencia. Efectivamente, los desterrados consideraban justo que se
resolviesen los asuntos litigiosos en un tribunal imparcial, pero ellos les
obligaron a juzgarlos en la misma ciudad. Aunque los regresados alegaron que
cómo podría hablarse de juicio si los mismos que incurrieron en falta son 11los
que juzgan, y no les hicieron ningún caso. Por ello los regresados fueron a
Esparta para acusar a su ciudad y les acompañaron algunos conciudadanos
confirmando que muchos creían que no recibían un trato justo. Molesta por ello
la ciudad de Fliunte multó a todos los que 12fueron a Esparta sin haberlos
enviado. Los castigados dudaban en volver a su patria; al fin se quedaron e
insistían en que éstos, los que les obligaron a quedarse, eran los mismos que
los que los expulsaron a ellos y cerraron las puertas a los lacedemonios [35],
que vendieron sus bienes y exigieron no devolvérselos, esos incluso ahora
habían logrado que fueran multados los que vinieron a Esparta para que en
adelante nadie se atreviera a venir a denunciar lo que ocurría en la ciudad.
13Como parecía que los fliasios actuaban realmente con insolencia, decretaron
la movilización contra ellos. Esto no lo vio mal Agesilao, pues los familiares
de Podánemo eran huéspedes de su padre Arquidamo y se encontraban entonces
entre los regresados; y suyos los de Procleas, el hijo de Hipónico. Como no se
demoró una vez 14hechos los sacrificios del paso de fronteras, sino que se puso
en marcha, muchas embajadas le salieron al encuentro y le dieron dinero para
que no invadiera. Respondió que no iba a causar ningún agravio, sino a ayudar a
quienes lo habían sufrido. Por último, le ase15guraron que estaban dispuestos a
todo, mas le pedían que no invadiera. Replicó que no creía en palabras, pues
incluso anteriormente habían mentido, y añadió que exigía algún hecho digno de
fe. Como le preguntaron qué podrían hacer, volvió a responder: «Precisamente lo
mismo que hicisteis anteriormente sin que fuerais molestados por nosotros». Era
eso entregar la acrópolis. Como no quisieron hacerlo, invadió el territorio y
los 16sitió rápidamente, rodeándoles de muros. Muchos lacedemonios replicaban
que por unos pocos se ganaban el odio de una ciudad de más de mil quinientos varones,
y efectivamente para mostrar ese disgusto los fliasios celebraban las asambleas
en un lugar que veían los de fuera. Pero Agesilao maquinó un ardid contra eso.
Cada vez que salían por amistad o por parentesco 17con los desterrados los
inducía a preparar sus comidas en común y les daba medios suficientes para
cubrir las necesidades de todos los que quisieran ejercitarse; mandaba
proporcionar armas a todos y no dudar en prestarles dinero para ello. Con estas
ayudas pudieron presentar más de mil hombres en las mejores condiciones
físicas, disciplinados y bien armados; de modo que al fin los lacedemonios
reconocieron que necesitaban tales compañeros de armas.
Muerte de Agesípolis
18Agesilao se ocupaba con estos
asuntos. Por su parte Agesípolis avanzando directamente desde Macedonia colocó
sus armas contra la ciudad de Olinto. Como nadie salió a su encuentro, devastó
todo lo que podía quedar en territorio olintio, marchó contra las ciudades
aliadas de los olintios y destruyó sus mieses. Atacó y tomó Torone por la
fuer19za. Cuando estaba con estos asuntos le cogió una fiebre ardiente en pleno
verano. Como en una ocasión anterior había visto el santuario de Dioniso en
Afitis, entonces se apoderó de él el deseo de las tiendas sombrías y de sus
aguas claras y frías. Por ello fue llevado allí aún con vida; sin embargo,
murió fuera del santuario al séptimo día de llegar. Puesto entre miel fue
llevado a su patria y tuvo un entierro regio.
20Cuando Agesilao se enteró, no
se alegró, según podría pensarse, como si fuera un rival, sino que lloró y echó
de menos su compañía, pues los reyes se alojan en la misma tienda cuando están
en casa. Agesípolis era un hombre capaz de tomar parte con Agesilao en las
conversaciones de juventud, de caza, de caballos y amores. Aparte de eso le
respetaba en la tienda común, como es natural, ya que era mayor. Los
lacedemonios en su lugar enviaron a Olinto al harmoste Polibíades.
Rendición de Fliunte
21Agesilao había sobrepasado ya
el plazo para el que se decía que había trigo en Fliunte; pues la sobriedad
puede tanto sobre el vientre que los fhasios habían aprobado por votación
consumir la mitad de trigo que antes y poniéndolo en práctica aguantaron
sitiados el doble del tiempo pre22visto. Asimismo la audacia aventaja tanto a
veces a la falta de ella que un tal Delfión, de familia ilustre al parecer,
tomando consigo trescientos varones fliasios fue capaz de obstaculizar a los
que querían firmar la paz, capaz de mantener la vigilancia encerrando a los que
no ofrecían confianza, de obligar a la multitud a ir a las guardias y, haciendo
la ronda, conseguir que fueran fieles. Muchas veces salía a la carrera con los
que tenía consigo y rechazaba a los guardias en un sitio y otro del recinto
circular amurallado. Mas una vez 23que esos elegidos no encontraron trigo en la
ciudad aunque lo buscaron por todos los medios, después de eso enviaron
mensajeros ante Agesilao y pidieron por fin enviar una embajada a Esparta bajo
tregua; pues afirmaron que había sido decretado por ellos dejar a las autoridades
lacedemonias servirse de la ciudad a su voluntad. Agesilao, encolerizado porque
no contaron 24con él, envió mensajeros a los amigos, a su patria y consiguió
que le confiaran los asuntos de Fliunte y pactó con la embajada. Vigiló con una
guardia aún mayor que antes para que nadie saliera de la ciudad. No obstante,
Delfión y un esclavo marcado a fuego, que sustrajo muchas armas a los
sitiadores, huyeron de noche. Cuando volvieron de Lacedemonia anunciando que la
25ciudad encargaba a Agesilao el decidir los asuntos de Fliunte como le
pareciera, entonces Agesilao resolvió lo siguiente: primero, que cincuenta
hombres de los regresados y cincuenta de la ciudad decidieran quién debía vivir
en la ciudad y quién debía morir; luego, establecer leyes para gobernarse; mientras
se realizaban esas cosas dejó una guardia y sueldo para los de la guarnición
durante seis meses. Realizado esto, licenció a los aliados y retiró el ejército
de su ciudad a su patria. Así terminaron los asuntos de Fliunte esta vez
después de un año y ocho meses.
Paz con Olinto
26Asimismo Polibíades obligó por
fin a los olintios a enviar mensajeros a Esparta para tratar de la paz, ya que
estaban en una situación desesperada a causa del hambre, pues no recibían
alimentos por tierra ni por mar. Llegaron los embajadores con plenos poderes y
concluyeron un tratado en los siguientes términos: considerar enemigo y amigo a
los mismos que los lacedemonios, acompañarlos a donde los llevasen y ser sus
aliados. Después de jurar permanecer fieles a estas cláusulas regresaron a su
patria.
27Como los acontecimientos eran
favorables a los lacedemonios, pues los tebanos y los demás beocios estaban
completamente a su disposición, los corintios se habían vuelto los más fieles,
los argivos estaban humillados por no servirles de nada en adelante el pretexto
de los meses sagrados, los atenienses se encontraban solos, y a su vez los
aliados hostiles habían sido castigados, les pareció que el imperio
evidentemente era bien sólido y seguro
Capitulación de los lacedemonios de Tebas
4Por supuesto, se podrían referir
otros muchos hechos griegos y bárbaros; por ejemplo, cómo los dioses no se
olvidan de los que violan las leyes divinas y humanas; mas ahora voy a referir
lo que me he propuesto. Los lacedemonios, que habían jurado dejar las ciudades
libres, al retener la acrópolis de Tebas fueron castigados por los mismos
agraviados con anterioridad, aunque nadie los había vencido nunca. Sólo siete
desterrados bastaron para acabar con el gobierno de los ciudadanos que
introdujeron a los lacedemonios en la acrópolis y decidieron someterles la
ciudad para ser ellos los tiranos. Voy a explicar cómo ocurrió esto.
2Había un cierto Fílidas, que era
secretario de los polemarcos del gobierno de Arquias y desempeñaba otras
funciones a la perfección, al parecer. Con éste, que había ido a Atenas para
cierto asunto, se reunió un tal Melón, conocido ya antes, que era de los que
habían huido a Atenas, intercambió información sobre los asuntos del polemarco
Arquias y la tiranía de Filipo, se dio cuenta que Fílidas odiaba los asuntos de
su patria incluso mucho más que él, se conjuraron y convino cómo se debía hacer
cada cosa. Después de 3esta conversación, Melón se ganó a seis desterrados de
los más dotados y entró de noche en el país sin otra arma que unos puñales;
pasaron el día en un lugar solitario y luego llegaron a las puertas cuando las
gentes regresan del campo, más exactamente cuando los últimos vuelven de los
trabajos. Después de entrar en la ciudad pasaron aquella noche y el día
siguiente en casa de cierto Carón. Por supuesto, Fílidas se cuidaba 4además de
otros asuntos de los polemarcos; como celebraban las Afrodisias por la salida
del cargo y les había prometido hacía ya tiempo llevarles mujeres tebanas de
gran dignidad y hermosura, dijo que se las llevaría entonces. Ellos —de tal
calaña eran— esperaban pasar la noche muy alegres. Después que cenaron, 5se
emborracharon pronto gracias a sus esfuerzos; como había ordenado hacía rato
traer las heteras, salió y trajo al grupo de Melón, tres disfrazados de señoras
y los demás de criadas. Los introdujo en la antecámara 6de la residencia del
polemarco, entró él y dijo a los de Arquias que las mujeres se negaban a pasar
si había dentro algún sirviente. Entonces ellos ordenaron a todos salir
inmediatamente y Fílidas dándoles vino los mandó a la cámara de uno de ellos.
Por fin introdujo luego a las heteras y mandó que se sentaran al lado de cada
uno. La consigna era golpearlos inmediatamente cuando estuvieran sentados, al
desvelarse. Unos dicen 7que así les dieron muerte, otros que mataron a los
polemarcos introduciendo a los de Melón como si fueran miembros de un kómos
[36]. Fílidas con tres de ellos fue a casa de Leontíades, llamó a la
puerta y dijo que deseaba comunicarle un asunto de parte de los polemarcos. Él
se encontraba solo, aún reclinado, después de la cena y la mujer estaba sentada
a su lado trabajando la lana. Como creía que Fílidas le era fiel, lo mandó
entrar. Ellos entraron y lo mataron e hicieron callar a la mujer
atemorizándola. Al salir dijeron que la puerta estaba cerrada y amenazaron con
matar a todos los de la casa si la encontraban abierta.
8Después de realizar esto,
Fílidas fue a la prisión con dos conjurados y dijo al carcelero que traía a un
hombre de parte de los polemarcos a quien se debía encerrar. Cuando le abrió,
lo mató inmediatamente y soltó a los detenidos. Luego los armó cogiendo las
armas del pórtico y llevándolos al Anfión [37] ordenó si9tiarlo.
Después proclamaron inmediatamente que salieran todos los tebanos, jinetes y hoplitas,
pues los tiranos estaban muertos. Mas los ciudadanos por desconfianza
estuvieron quietos durante la noche; pero cuando fue de día y se vio lo que
había ocurrido, acudieron pronto los hoplitas y jinetes con las armas. Los
regresados enviaron unos jinetes a dos estrategos atenienses que estaban en la
frontera. Éstos, sabiendo el 10motivo por el que fueron enviados [38]…
Después de oír la proclama nocturna, el harmoste de la acrópolis envió
inmediatamente mensajeros a Platea y Tespias por ayuda. Los jinetes tebanos,
cuando vieron a los platenses acercarse, salieron a su encuentro y mataron a
más de veinte; cuando entraron después de realizar eso estaban ya allí los
atenienses procedentes de la frontera y atacaron la acrópolis. Los de la
acrópolis, que eran po11 eos, cuando se dieron cuenta y vieron el celo de todos
los que se acercaban, pues habían pregonado grandes premios para los primeros
que subieran, cogieron miedo por ello y dijeron que se retirarían si les daban
garantías de salir con las armas. Ellos contentos concedieron lo que pedían y
después de pactar una tregua y prestar juramento los despacharon con esa
condición. Mas al salir los tebanos mataron a todos los enemigos 12que
reconocieron. Hubo algunos que se escaparon y se salvaron ayudados por los
atenienses procedentes de las fronteras. Asimismo los tebanos cogiendo a los
hijos de los muertos degollaron a cuantos encontraron.
Expedición contra Beocia
Cuando los lacedemonios se
entera13ron, mataron al harmoste que había abandonado la acrópolis sin esperar
la ayuda y decretaron la movilización contra los tebanos. Agesilao alegó que
había sobrepasado los cuarenta años de servicio [39] y que como los
demás no tenían ya obligación a tal edad de servir fuera de su territoiio
aducía que los reyes tenían la misma ley. Alegando esta razón no participó en
la expedición. Sin embargo, no se quedó por eso, sino porque sabía bien que, si
iba de estratego, los ciudadanos criticarían que causaba problemas a la ciudad
por ayudar a los tiranos. Así los dejó decidir a su voluntad sobre este asunto.
Aconsejados por los que habían es14capado de Tebas después de la matanza, los
éforos enviaron a Cleómbroto, que entonces mandaba por vez primera, en pleno
invierno. Cabrias guardaba el camino por Eléuteras con peltastas atenienses.
Cleómbroto subió por el que lleva a Platea. Al avanzar los peltastas
encontraron a los liberados de la cárcel, que eran unos ciento cincuenta,
defendiendo una altura. Los peltastas los mataron a todos, salvo alguno que
huyó, y Cleóm15broto marchó hacia Platea, que era aún amiga. Después de llegar
a Tespias, marchó de allí a Cinoscéfalas, que era de los tebanos, y acampó.
Permaneció aquí unos dieciséis días, luego volvió a Tespias; dejó como harmoste
a Esfodrias con la tercera parte de cada contingente aliado, le entregó todo el
dinero que traía y le mandó reclutar un ejército de mercenarios. Esfodrias 16lo
cumplió. Cleómbroto llevó a su patria por el camino de Creusis a sus soldados,
que dudaban si estaban en guerra o en paz con los tebanos, pues aunque llevó el
ejército al territorio tebano, se retiró causando el 17menor daño posible. Al
regresar le sorprendió un viento huracanado, que algunos vaticinaron como una
señal adelantada de lo que iba a ocurrir. Pues entre otros muchos destrozos que
causó, despeñó además a muchos asnos con sus bagajes y se llevó muchas armas
que cayeron al mar cuando desde Creusis atravesaba con 18el ejército el monte
que avanza sobre el mar. Finalmente, muchos que no podían caminar con las armas
dejaron los escudos boca arriba llenos de piedras en diversos sitios. Entonces
cenaron como pudieron en Egóstena de Mégara; al otro día volvieron y recogieron
las armas. Después cada uno marchó a su patria, pues entonces Cleómbroto los
licenció. 19Los atenienses, por su parte, al ver el poder lacedemonio y que no
había ya guerra en Corinto, mas los lacedemonios atacaban incluso Tebas
bordeando el Ática, temieron tanto que después de juzgar a los dos estrategos
que eran cómplices de la revuelta de Melón contra el grupo de Leontíades,
mataron a uno y desterraron al otro, pues no esperó la sentencia.
Esfodrias invade el Ática
Los tebanos temiendo a su vez que
20nadie luchara contra los lacedemonios sino ellos tramaron el siguiente ardid.
Convencieron al harmoste de Tespias, Esfodrias, dándole dinero —como se
sospechó—, para que atacara el Ática y así obligar a los atenienses a luchar
contra los lacedemonios. Aquél aceptó y jactándose de que tomaría el Pireo
porque estaba sin puertas, desde Tespias llevó a los soldados después de cenar
pronto, afirmando que llegaría al Pireo antes del amanecer. Mas le sorprendió
el día en 21Trías y allí no hizo nada por pasar inadvertido, sino que se volvió
más tarde, cogió ganado y saqueó las haciendas. Algunos de los que encontraron
huyeron de noche a la ciudad y comunicaron a los atenienses que se acercaba un
ejército numerosísimo. Así que ya armándose rápidamente jinetes y hoplitas
vigilaban la ciudad. Entonces se encontraban en Atenas en casa del 22próxeno
Calías los embajadores lacedemonios Etimocíes, Aristóloco y Ocilo, a los que
detuvieron y custodiaron los atenienses después que se comunicó el hecho,
creyendo que también ellos eran cómplices. Éstos estaban aterrorizados por el
hecho y se defendieron alegando que realmente no eran tan tontos como para
ponerse en sus manos dentro de la ciudad y además en casa del próxeno, donde
serían encontrados inmediatamente, si hubieran sabido que el Pireo iba a ser
cogido por sorpresa. Alegaron asimismo que incluso estaba 23bien claro para los
atenienses que ni siquiera lo sabía la ciudad lacedemonia. Efectivamente,
afirmaron que estaban seguros de que los atenienses se enterarían de que
Esfodrias sería condenado a muerte por la ciudad. Comprobando que no sabían
nada, quedaron libres. Los éforos mandaron llamar a Esfodrias y lo acusaron
24con petición de la pena de muerte. Sin embargo, no compareció por temor; no
obstante, quedó absuelto sin comparecer; ese juicio fue para muchos el más
injusto de los fallados en Esparta. La causa fue la siguiente.
Juicio de Esfodrias
25Esfodrias tenía un hijo,
Cleónimo, recién salido de la infancia, el más hermoso y famoso de entre sus
compañeros. Se daba la circunstancia de que lo amaba Arquidamo, el hijo de
Agesilao. En consecuencia, los amigos de Cleómbroto, por ser de la facción de
Esfodrias, eran propensos a absolverlo, aunque recelaban de Agesilao y sus
amigos e incluso de los que no eran de una ni de otra facción, 26pues era
evidente que había hecho algo horrible. Por esto Esfodrias dijo a Cleónimo:
«Hijo, tú puedes salvar a tu padre, si pides a Arquidamo que Agesilao sea
benévolo conmigo». Al oírlo se atrevió a ir ante Arquidamo 27y le pidió salvar
a su padre. Al ver a Cleónimo sollozando, Arquidamo lloró con él poniéndose a
su lado. Al oírle insistir respondió: «Cleónimo, has de saber bien que yo no
puedo mirar de frente a mi padre y cuando quiero conseguir algo en la ciudad,
lo pido a cualquiera antes que a mi padre; sin embargo, puesto que tú lo
ordenas, cree que pondré todo mi valor para llevarlo 28a cabo. Precisamente entonces
estaba descansando en casa después de llegar del fiditio [40]. Al
levantarse por la mañana procuró que su padre lo viera al salir. Después que le
vio salir, si venía algún ciudadano dejaba que hablara con él primero, luego si
venía algún extranjero, luego incluso al criado que lo pedía. Por fin, después
que Agesilao viniendo desde el Eurotas entró en casa, marchó sin acercarse. Al
otro día hizo lo mismo. 29Agesilao sospechaba por qué se hacía el encontradizo,
pero no le preguntó nada, sino que lo dejó. Por su parte Arquidamo deseaba ver
a Cleónimo, como es natural, pero no se atrevía a venir ante él sin haber
hablado antes con su padre sobre lo que le pidió. El grupo de Esfodrias al ver
que no venía Arquidamo cuando antes lo hacía con frecuencia temieron que
Agesilao lo hubiera reprendido. Pero al fin Arquidamo se atrevió a acer30 carse
y le dijo: «Padre, Cleónimo me manda pedirte que salves a su padre, y también
te lo pido yo, si es posible». Él respondió: «Bien, yo te concedo el perdón,
mas no veo cómo podría yo incluso conseguir perdón de la ciudad si no condeno a
un hombre que ha agraviado a aquellos con los que comerció en beneficio propio
en perjuicio de la ciudad». Entonces no dijo 31nada más, sino que se marchó
ganado por la justicia del argumento. Pero más tarde al volver, o porque él se
djo cuenta o alguien le aconsejó, replicó: «Padre, sé, por supuesto, que
absolverías a Esfodrias si no hubiera cometido ninguna falta, con todo tiene
que conseguir tu perdón, aunque haya cometido alguna por nuestra causa». Él
contestó: «Naturalmente así será si es bueno para nosotros». Al oír esto se
marchó muy desesperado. Un amigo de Esfodrias hablando con Etimocles 32le dijo:
«Creo que todos vosotros, los amigos de Agesilao, vais a condenar a muerte a
Esfodrias». Etimocles replicó: «Por Zeus, claro que no haremos lo mismo que
Agesilao, pues él simpre dice lo mismo a todos con los que habla, que es
imposible que Esfodrias no haya incurrido en culpa, pero que a cualquiera que
pasa la infancia, adolescencia y juventud cumpliendo bien todo, es triste tener
que dar muerte a tal hombre, pues Esparta necesita tales soldados». Él, pues,
comunicó a 33Cleónimo lo que oyó. Éste, muy contento, vino inmediatamente ante
Arquidamo y dijo: «Ya sabemos que se preocupa por nosotros; pero has de saber
bien, Arquidamo, que nosotros procuraremos también molestamos para que tú jamás
te avergüences de nuestra amistad». Y no mintió, pues mientras vivió en Esparta
hizo todo cuanto hay de hermoso, y murió en Leuctra, él el primero de los
ciudadanos en medio de los enemigos, después de caer tres veces luchando por el
rey junto con el polemarco Dinón. Su muerte causó la mayor tristeza a
Arquidamo, mas como prometió, no le causó deshonra, sino todo lo contrario,
honor [41]. Así se libró Esfodrias.
Agesilao, en Beocia
34En consecuencia, los atenienses
partidarios de los beodos mostraban al pueblo que los lacedemonios no buscaban
como vengarse, sino incluso como elogiar a Esfodrias por atacar a Atenas.
Después de esto, los atenienses pusieron puertas al Pireo, construyeron naves y
ayudaron a los beodos con 35entusiasmo. Por su parte los lacedemonios
decretaron la movilización contra los tebanos y considerando que Agesilao era
mucho más adecuado que Cleómbroto para el mando, le pidieron que llevara la
expedición. Respondió que no se oponía a ninguna decisión de la ciudad 36y se
preparó para salir. Reconoció que si no tomaba previamente el Citerón, no iba a
ser fácil atacar Tebas; se informó de que los habitantes de Clétor estaban en
guerra con los de Orcómeno y mantenían un ejército mercenario; llegó, pues, a
un acuerdo con ellos para 37disponer del ejército mercenario, si era preciso.
Después de realizar los sacrificios del paso de fronteras envió mensajeros al
jefe de los mercenarios de Clétor, antes de llegar a Tegea, les dio el sueldo
de un mes y les ordenó tomar previamente el Citerón. Asimismo mandó a los
orcomenios suspender las hostilidades durante la expedición y aseguró que, si
una ciudad atacaba a la otra mientras la expedición estaba fuera, iría primero
contra ella, según el tratado de los aliados. Después que atravesó el Citerón
fue a Tespias y par38 tiendo de allí marchó contra el territorio tebano.
Encontró la llanura y las partes más importantes del país rodeadas de un foso y
de una empalizada, acampó en uno y otro lado y llevando el ejército después del
almuerzo saqueó las partes del territorio situadas fuera del lado suyo de la
empalizada y el foso. Efectivamente, donde aparecía Agesilao, los enemigos le
salían enfrente desde el interior del atrincheramiento para poder defenderse.
Un día que se retiraba por el camino 39del campamento, los jinetes tebanos que
hasta entonces no se habían dejado ver, avanzaron de improviso por las salidas
del atrincheramiento que habían practicado y cayeron sobre ellos en una
situación tal como era natural en gentes que marchaban para cenar, equipándose
los peltastas, los jinetes unos aún apeados, otros montados ya; y abatieron a
numerosísimos peltastas, a los jinetes espartiatas Cleas y Epicídidas, a un perieco,
Éudico, y a algunos desterrados tebanos que aún no habían montado en sus
caballos. Cuando acudió 40Agesilao con los hoplitas dando media vuelta, los
jinetes avanzaron contra los jinetes y las diez clases primeras de hoplitas
corrieron con ellos. Los jinetes tebanos en pleno día parecían hombres un tanto
bebidos, pues resistían a los atacantes hasta la distancia que llega la lanza,
pero no los alcanzaban. Volviéndose desde tal distancia murieron doce de ellos.
Cuando Agesilao 41se percató de que los enemigos aparecían siempre después del
almuerzo, llevó las tropas lo más rápido que pudo por la mañana después de
sacrificar y pasó por una zona desierta dentro de los atrincheramientos. Luego
devastó y quemó las zonas interiores hasta la capital. Una vez hecho esto
volvió a retirarse a Tespias y amuralló la plaza. Dejó allí a Fébidas de
harmoste, volvió a pasar a Mégara, despidió a los aliados y retiró a su patria
el ejército de la ciudad.
Muerte de Fébidas
42Después de esto, por medio de
bandas de ladrones Fébidas pillaba y saqueaba a los tebanos y dañaba el
territorio con incursiones. A su vez, como deseaban vengarse, los tebanos
realizaban una expedición con todo el pueblo contra el territorio de Tespias.
Cuando llegaron al país, Fébidas no los dejó nunca salirse de la formación,
acosándolos constantemente con los peltastas; de modo que los tebanos, muy
molestos por el ataque, efectuaron la retirada antes de lo previsto, incluso
los acemileros volvieron de prisa a su patria arrojando los frutos que habían
cogido; tan grande fue el pánico que cayó sobre 43la expedición. Mientras tanto
los acosaba con audacia con los peltastas, ordenando a los hoplitas seguir
formados. Tenía esperanzas de conseguir la vuelta de los enemigos;
efectivamente él mismo iba delante con valentía y animaba a los demás a
alcanzarlos, ordenó asi44mismo a los hoplitas tespieos que le acompañaran. Al
retirarse, cuando los jinetes tebanos llegaron a un valle infranqueable, se
concentraron rápidamente y luego se volvieron por no saber por dónde
atravesarlo. Los primeros peltastas, que eran pocos, huyeron llenos de temor.
Los jinetes, por su parte, al verlos fueron indu45cidos por los mismos que
huían a atacarlos. Fébidas y dos o tres con él murieron luchando y los
mercenarios huyeron todos al ocurrir eso. Después que llegaron junto a los
hoplitas tespieos huyendo, huyeron también éstos, aunque antes se jactaban de
no ceder ante los tebanos, sin que fueran perseguidos en absoluto, pues ya era
tarde. No murieron muchos, mas los tespieos no se detuvieron hasta llegar
dentro de las murallas. 46Después de este hecho los ánimos de los tebanos se
reavivaron otra vez y organizaron una expedición contra Tespias y las demás
ciudades vecinas. El partido popular se pasó a Tebas. Pues habían establecido en
todas las ciudades oligarquías [42] como en Tebas; de modo que los
amigos de los lacedemonios en esas ciudades pidieron ayuda. Después de la
muerte de Fébidas los lacedemonios enviaron por mar un polemarco con una
compañía y custodiaron Tespias.
Nueva campaña contra Tebas
Al venir la primavera, los éforos
vol47vieron a decretar la movilización contra Tebas e jnstaron a Agesilao a
ponerse al frente como en ocasiones anteriores. Decidió el mismo plan de
invasión, antes de hacer los sacrificios del paso de fronteras envió mensajeros
al polemarco de Tespias y le ordenó tomar por anticipado la cima sobre el
camino del Citerón y guardarla hasta que él llegara. Después de pa48 sarla
llegó a Platea, volvió a fingir que iba primero a Tespias y envió mensajeros para
ordenar preparar provisiones y esperar allí las embajadas; así los tebanos se
prepararon con muchas fuerzas para el ataque por el lado de Tespias. Al otro
día después de sacrificar, 49Agesilao marchó al amanecer por el camino de
Eritras. Como realizó el trayecto de dos días para una expedición en uno solo,
se presentó en la empalizada de Escolos antes de que llegaran los tebanos del
puesto de vigilancia y entró primero en ella. Después de eso saqueó la zona
oriental de la ciudad de Tebas hasta la de Tanagra; pues los de Hipatodoro, que
eran amigos de los lacedemonios, tenían aún Tanagra. Luego se retiró finalmente
teniendo la muralla a su izquierda. Los 50tebanos avanzaron lentamente y
formaron en orden de batalla en el Pecho de la Vieja, detrás tenían el foso y
la empalizada, pues creían oportuno arriesgarse allí, ya que el lugar era
bastante estrecho en esa zona y difícil de pasar. Al verlo Agesilao no los
llevó contra ellos, 51sino que dio un rodeo y marchó hacia la ciudad. Los
tebanos volvieron a retirarse de donde estaban desplegados porque temían por la
ciudad que estaba indefensa y se dirigieron a la ciudad a la carrera por el
camino de Potnia por ser el más seguro. El plan de Agesilao pareció bueno
porque al alejarse de los enemigos los obligó a volver a la carrera e incluso
algunos polemarcos corrieron con sus compañías contra ellos al 52pasar delante
corriendo. Pero los tebanos arrojaron lanzas desde las colinas de modo que
Alipeto, un polemarco, murió alcanzado por una; sin embargo, los tebanos fueron
desalojados también de esa colina, de modo que subieron los esciritas y algunos
jinetes e hirieron a los tebanos que iban los últimos hacia la 53ciudad. No
obstante, los tebanos se volvieron cuando llegaron cerca de la muralla, y al
verlos los esciritas se retiraron con más rapidez que lentitud. No murió
ninguno, aunque los tebanos erigieron un trofeo porque se 54retiraron los que
habían subido. Cuando llegó el momento, Agesilao acampó precisamente donde vio
a los enemigos desplegados y al otro día se retiró por el camino de Tespias.
Los peltastas mercenarios que tenían los tebanos le siguieron con audacia y
llamaron a Cabrias porque no los siguió, mas se volvieron los jinetes olintios,
pues ya participaban en la campaña de acuerdo con el tratado [43], los
persiguieron cuesta arriba, como los seguían, y mataron muchísimos, pues
lógicamente los de a pie pronto son alcanzados por los jinetes en 55una
pendiente apta para la caballería. Después de llegar a Tespias, Agesilao
encontró a los ciudadanos sublevados, pues los que se proclamaban partidarios
de los laconios querían matar a los adversarios, entre los que se encontraba
Menón; pero no lo permitió, sino que los reconcilió y obligó a un compromiso de
juramento; luego regresó por el Citerón por el camino de Mégara. Allí despidió
a los aliados y retiró a su patria el ejército de su ciudad.
Los tebanos estaban muy apurados
debido a la fal56ta de alimento, ya que hacía dos años que no recogían cosechas
de sus tierras y enviaron unos hombres a Págasas [44] en dos
trirremes en busca de trigo, dándoles diez talentos. El lacedemonio Alcetas,
que guardaba Oreo [45], mientras aquéllos compraban trigo, equipó
tres naves, cuidándose de que no se descubriera. Después de retirar el trigo,
Alcetas se apoderó de las trirremes con la carga y cogió prisioneros a no menos
de trescientos hombres. Los encerró en la acrópolis, donde él tenía la tienda.
Le solía acompañar un muchacho oreíta 57muy distinguido, según afirmaron, y
bajaba de la acrópolis para estar con él. Dándose cuenta del descuido, los
prisioneros tomaron la acrópolis y la ciudad se separó, de modo que en adelante
los tebanos se proveyeron de trigo con facilidad.
Enfermedad de Agesilao
Al aparecer de nuevo la primavera
58Agesilao se encontraba en cama. Pues cuando retiró el ejército de Tebas,
subiendo en Mégara desde el Afrodisio a la residencia de los arcontes, se abrió
una vena y tuvo una hemorragia interna en la pierna sana. Como se le hinchó y
tenía dolores insoportables, un médico siracusano le sangró la vena cerca del
tobillo. La sangre le fluía noche y día y no pudieron contener la hemorragia
una vez que comenzó, aunque emplearon todos los medios, hasta que se desmayó;
en ese momento cesó. Entonces fue retirado a Esparta y estuvo enfermo durante
el resto del verano y durante el invierno.
Batalla naval de Naxos
59Después que apareció la
primavera los lacedemonios decretaron la movilización y ordenaron a Cleómbroto
ponerse al frente. Cuando llegó con el ejército al Citerón, se adelantaron sus
peltastas para tomar previamente las alturas del camino. Tebanos y atenienses
ocuparon antes la cima y los dejaron subir, mas cuando estuvieron encima de
ellos saliendo los persiguieron y mataron a unos cuarenta. Hecho esto,
Cleómbroto, considerando imposible pasar al territorio tebano, retiró y
despidió al ejército.
60Los aliados se reunieron en
Esparta y hubo discursos denunciando que se estaban deteriorando en la guerra
por desidia. Pues se podía tomar por hambre la ciudad de Atenas equipando más
naves que los atenienses, se podía también pasar el ejército a Tebas en esas
mismas naves ya contra los focidios, ya contra 61Creusis. De acuerdo con esta
proposición, equiparon sesenta trirremes y Polis [46] fue su
navarco. No se equivocaron los que lo decidieron, sino que realmente los
atenienses fueron sitiados. Efectivamente, sus barcos de transporte de trigo
llegaban a Gerasto, pero desde allí no querían costear por estar la flota
lacedemonia en torno a Egina, Ceos y Andros. Percatándose de la necesidad, los
atenienses embarcaron en las naves y luchando contra Polis, bajo el mando de
Cabrias, vencieron en la batalla naval [47]. Entonces se llevó trigo
a los 62atenienses. Cuando se preparaban los lacedemonios para pasar el
ejército contra los beocios, los tebanos pidieron a los atenienses enviaran un
ejército al Peloponeso, considerando que, si se hacía eso, los lacedemonios no
podrían guardar simultáneamente su propio territorio, las ciudades aliadas
alrededor de su país y pasar un ejército suficiente contra ellos.
Campaña de Timoteo
Los atenienses, que estaban
enemis63 tados con los lacedemonios por el asunto de Esfodrias, lo enviaron con
entusiasmo alrededor del Peloponeso equipando sesenta naves y eligiendo
estratego a Timoteo. Como los enemigos no invadieron Tebas en el año en que
Cleómbroto mandaba la expedición ni en el que Timoteo estuvo alrededor de sus
costas, los tebanos realizaron con osadía campañas contra las ciudades vecinas
y volvieron a recobrarlas. Timoteo en su periplo sometió primero Corcira, pero
64no esclavizó ni desterró a sus habitantes ni cambió las leyes. En
consecuencia, todas las ciudades de aquellos territorios le fueron más
favorables. Equiparon a 65su vez los lacedemonios una flota y enviaron a
Nicóloco de navarco, hombre muy audaz, quien, al ver las naves de Timoteo, no
esperó aunque le faltaban seis naves ambraciotas, mas luchó con cincuenta y
cinco contra las sesenta de Timoteo. Fue derrotado y Timoteo erigió un trofeo
en Alicea. Cuando las naves de Timoteo 66estaban varadas y reparándolas,
después que se le presentaron las seis trirremes ambraciotas, se dirigió a
Alicea, donde estaba Timoteo. Como no se le enfrentó, él erigió también un
trofeo en las islas más próximas. Timoteo después de reparar las naves que
tenía y equipar otras más de Corcira, con más de setenta en total, tuvo
entonces una flota muy superior y mandó traer dinero de Atenas, pues necesitaba
mucho, ya que tenía muchas naves.
[1] Aparece al fin de la guerra del
Peloponeso (II 2, 5), Jenofonte no dice cuándo estuvo en Egina por primera vez.
<<
[2] Como señal de victoria. <<
[3] Se vuelve a encontrar aquí el
término específico espartiata de navarco aplicado a un oficial de la flota
ateniense (I 6, 29). <<
[4] Es la primera vez que menciona
Jenofonte a este estratego a pesar de haber realizado ya varías campañas. El
texto incluso indica que no viene de Atenas; sin duda procedía del Peloponeso,
donde había hecho una afortunada campaña con sus tropas ligeras. Murió en el
año 357 a. C. <<
[5] Sin duda volvió a Egina de
harmoste después de la muerte de Gorgopas. Cabrias no intentó quedarse en Egina
después de su victoria, sino que marchó para Chipre en ayuda de Evágoras.
<<
[6] Hay una laguna en los
manuscritos y los textos no son uniformes en este pasaje. <<
[7] Es ideal de la aristocracia
griega, especialmente de la doria (Kalokagathía).
<<
[8] Se considera el Pireo como una
dependencia de Atenas. <<
[9] Se distinguen los diversos tipos
de naves con precisión: trirremes de guerra, naves oblongas que pueden
emplearse como transporte (de hombres, caballos, mercancías) y naves de
comercio. <<
[10] Deigma: lugar del muelle que servía de
exposición o muestra de las mercancías, como índica su nombre. <<
[11] Cf.
IV 8, 25. <<
[12] Esto
es, de la satrapía de Dascilio. <<
[13]
Sobre las dificultades de aprovisionamiento de Atenas durante el año 387/6, Cf.
LISIAS, XXII 14. <<
[14]
Alusión al año 405, cuando Lisandro con la flota matenida por el oro persa
amenazaba los estrechos como ahora Antálcidas. <<
[15] Cf.
IV 3, 15. <<
[16] Cf.
IV 7, 2. <<
[17]
Clazómenas era en esta época una isla; fue unida a tierra por un dique en
tiempos de Alejandro. La proximidad del continente y las revueltas políticas de
que fue escenario en el año 387 explica que no se beneficie de la autonomía
concedida a otras islas. <<
[18] Esto
supone la disolución de la liga beocia que será reconstruida en el
371a. C. <<
[19]
Según TUC., V 81 fue firmada en 418/7: la paz de Antálcidas es del 386; Diodoro
dice que los espartiatas no la respetaron durante dos años, lo que colocaría en
el 385 la expedición contra Mantinea, según Hatzfeld. <<
[20] Se
trata de la revuelta de Mesenia en 464, mas no se sabe cómo el rey Arquidamo
fue ayudado por Mantinea. <<
[21] Se
trata de Pausanias desterrado cerca de ahí, en Tegea (III 5, 25, y más arriba,
§ 3). <<
[22]
Véase IV 2, 16. <<
[23] Se
contradice con IV 4, 15, donde cuenta que en 392 por temor a Ifícrates
acogieron a una guarnición laconia para la vigilancia de la ciudad y de la
acrópolis y que en 387 Fliunte fue el lugar de concentración del ejército de
Agesípolis (IV 7, 3). <<
[24]
Jenofonte se salta dos años, desde el final del 385 a la primavera del 382, sin
decir una palabra. <<
[25]
Efectivamente, habían ocupado la baja Macedonia y Pela, mas fue Amintas quien
los llamó al ver su reino mermado por los ilirios y por el pretendiente Argeo.
V. Hatzfeld. <<
[26]
Probablemente el texto está mal conservado; el número parece muy bajo. <<
[27] La
dracma de Egina valía 8 óbolos (la ática 6) y era la moneda internacional fuera
del imperio ateniense. <<
[28]
Parece que es la primera vez que encontramos en la confederación peloponesia
esta tasa de reemplazo, frecuente a partir de esta fecha. <<
[29] Los
esciritas son los habitantes de la zona montañosa entre Laconia y Arcadia.
Constituían en el ejército espartano un cuerpo especial para momentos
difíciles. Cf. TUC., V 67; JEN., Rep. lac.
XII 3, XIII 6. <<
[30] Hetairía: facciones o partidos
oligárquicos. <<
[31]
Situado al sur de Macedonia, cerca del camino seguido por Teleutias. <<
[32]
Había una sola Apolonia en la región, a unos cuarenta kilómetros de Olinto.
Jenofonte habla de 90 estadios, es decir, unos 16 kilómetros; hay, pues, un
error de Jenofonte en la apreciación de la distancia o una falta del texto. No
parece verosímil la hipótesis de dos Apolonias muy próximas. Cf. nota de
Hatzfeld. <<
[33] Los tróphimoi son extranjeros residentes en
el país desde niños o nacidos en Esparta de extranjeros. Tenían la misma
educación que los espartanos. <<
[34]
Desde el año 506 los dos reyes no participaban en la misma expedición; en 405
vemos una excepción (II 2, 7-8); pero podían mandar expediciones diferentes al
mismo tiempo: en 395 Pausanias va a Beocia y Agesilao está en Asia. <<
[35] Cf.
V 2, 8. <<
[36]
Grupo o comitiva nocturna, alegre y ruidosa, propio de determinadas fiestas.
<<
[37] El
Anfión ha sido identificado con la colina situada al norte de la acrópolis
tebana. <<
[38] Hay una
laguna en el texto. <<
[39]
Agesilao tenía, en efecto, más de sesenta años en el 378, pues nació hacia el
440, según Hatzfeld. <<
[40]
Comida en común de los espartiatas y lugar donde se realizaba. <<
[41] Este
hecho es una ilustración impresionante de las teorías bien conocidas sobre el
valor educativo, desde el punto de vista cívico y militar, de estas extrañas
relaciones. Cf. JEN., Banq. 8, 26-42,
y PLATÓN, Banq. 181-2, PLUT., Pelop. 18. <<
[42] 41
Cf. ARIST., Polít. 1292 b <<
[43] Cf.
V 3, 26. <<
[44]
Puerto de exportación del trigo tesalio. <<
[45] En
la costa norte de la isla de Eubea, donde era fácil la vigilancia de la
navegación del golfo de Págasas. <<
[46] Cf.
IV 8, 11. <<
[47] Se
trata de la batalla naval de Naxos. Como consecuencia las Cicladas pasaron a
formar parte de la segunda liga marítima ateniense. <<
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