LA FUNDACION DE ESTADOS Y LA NORMA
DIVINA: los preambulos a las leyes
La investigación
había tenido un punto de partida histórico: el espíritu de los estados dóricos
y de su legislación. Pero Platón introdujo en seguida en la disquisición el
postulado filosófico de un ideal absoluto de la areté y del hombre, y
con ello su ideal de la paideia, proyectando desde este elevado punto de
vista su crítica sobre la tradición de la paideia espartana.[1]
Con ello, parecía quedar despejado el camino para la fundación del nuevo
estado, esperado por nosotros. Pero, al llegar aquí, vuelven a afluir las
consideraciones históricas: Platón no aborda práctica y directamente el
problema que tiene ante sus ojos, sino que pregunta cómo ha surgido en la
historia el estado.[2] Y a
través de la gradación histórica de esta evolución vuelve a surgir el problema
de las formaciones de los estados dóricos, y el trágico destino sufrido por
ellos a pesar de las brillantes perspectivas que tenían conduce de nuevo al
resultado de la anterior crítica del ethos del estado y del ideal humano
entre los dorios, los hechos históricos confirman el análisis filosófico. Por
un memento, parecía como si de la crítica del proceso histórico fuese a surgir
en este punto la estructura sistemática de un estado ideal, ya que Platón
establecía los axiomas de gobierno de los que debía partir todo intento de esta
naturaleza.[3] Pero
de nuevo y en extensión cada vez mayor se abrían los horizontes históricos para
asegurar la aplicación certera de estos axiomas. Interpretados en un sentido
Platónico, estos horizontes conducen a la idea de una constitución mixta, que
el filósofo encuentra realizada en la antigua Esparta.[4]
Persia y Atenas representan, por el contrario, en su forma de estado actual,
los extremos exagerados de la tiranía y la arbitrariedad que nacen de una ausencia
de paideia.[5]
Sólo al llegar a
esta parte del diálogo manifiesta uno de los interlocutores, el cretense
Cleinias, el propósito de sus conciudadanos de fundar una nueva colonia y
comunica al ateniense que la ciudad de Creta ha encomendado el asunto a Cnoso,
encargándole, en unión de otros nueve hombres, de poner la idea en práctica.[6]
Con esto, la 1019 conversación toma un rumbo
práctico, lo que vale tanto como decir sistemático, puesto que a partir de
ahora vemos a un filósofo influyendo en la estructuración de la polis. En
efecto, Cleinias invita a los atenienses a que intervengan en esta empresa como
asesores. No podemos tratar aquí en su pormenor técnico los preceptos que se
dan para la organización del nuevo estado, aunque en un sentido profundo todo
se refiere a la paideia, que ha de plasmarse en la legislación, y
brota de ella. Ya el primer precepto, según el cual la ciudad que trata de
fundarse no habrá de ser una ciudad marítima, guarda relación con el criterio
fundamental de la educación Platónica. [7]
En la Constitución de Atenas, Aristóteles atribuye la radica-lización de
la democracia ateniense como gobierno de masas a la evolución de Atenas como
potencia marítima.[8] Era
una idea tomada del grupo conservador, moderado, de los demócratas atenienses,
que volvía a luchar para imponer su influencia precisamente por la época en que
Platón escribía las Leyes y Aristóteles forjaba sus concepciones en la
Academia, después de la derrota de la segunda liga marítima.[9]
Platón coincide con Aristóteles y con el viejo Isócrates tanto en su actitud
negativa ante la dominación marítima ateniense como en su fe en una
constitución mixta.[10]
Isócrates era también un partidario manifiesto de aquella tendencia moderada
que aspiraba a la vuelta a la "constitución de los padres".[11]
Aristóteles relaciona entre sí el nacimiento de la potencia marítima de Atenas
y el menoscabo de la autoridad del Areópago como causas que contribuyeron a
empeorar la democracia ateniense.[12]
Esta idea forma también parte de la crítica conservadora ejercida contra el
estado de Pericles, contra la democracia imperialista y dominadora de los
mares, y sus orígenes se remontan incluso más allá. La aversión que la nobleza
siente contra las tendencias de dominación marítima y contra el armamento
naval, se traslucen ya en la crítica que los viejos elementos conservadores
del consejo de estado ejercen contra la política del joven rey Jerjes, en Los
persas de Esquilo.[13]
El poeta recogió estas ideas 1050 en Grecia y no
en Persia y muestra una sorprendente comprensión hacia ellas. No debemos
olvidar que Esquilo formaba personalmente parte de la nobleza territorial
afincada en torno a Eleusis. En Los persas, la suerte de los bárbaros no
se sella sino en la batalla terrestre de Platea.[14]
Platón va todavía más allá y niega su importancia decisiva a la batalla naval
de Salamina, que constituía el timbre de gloria nacional de los atenienses.
Según él, fue el aplastamiento de la fuerza terrestre de los persas en Maratón
y en Platea el que salvó a Grecia de la esclavitud.[15]
Las concepciones políticas de Platón, al igual que las de Isócrates, no pueden
desligarse de su ideal de la paideia. Y su entronque cobra en este punto
un relieve muy perceptible.
Platón comprende
que el hombre no dicta leyes a su antojo, sino que la situación constituye un
factor determinante. La guerra, la penuria económica, las enfermedades y los
desastres provocan las revueltas y las innovaciones.[16]
La tyché es omnipotente en la vida del hombre y en la de la
colectividad. Dios manda sobre todo, luego vienen la tyché y el kairos
y como tercer factor el arte humano, la techné, que añade lo que en
medio de la tormenta representa el arte del timonel, ayuda por cierto nada
desdeñable.[17] Si
al legislador se le concede la posibilidad de influir con sus deseos en la
premisa que considera más importante para la felicidad de la futura polis, Platón
elegiría como material para sus planes un estado gobernado por un tirano
susceptible de ser instruido.[18]
La tyché deberá ponerle en contacto con el gran legislador, para hacer
posible aquella coincidencia postulada en la República entre el
espíritu y el poder, que aún ahora sigue pareciéndole el camino más simple para
llegar a la realización de su idea.[19]
Platón sabe por la experiencia de su trato con el de Siracusa que un tirano
puede fácilmente transformar el ethos de todo un pueblo, mediante
halagos y honores o mediante censuras y castigos.[20]
Lo difícil y lo raro es que se apodere de semejantes nombres un eros divino
incitándoles a la justicia y a la templanza.[21]
En su vejez, Platón siente crecer esta dificultad. Y mientras no se
cumpla esta condición previa, este camino para la realización del estado ideal,
éste no pasará de ser un "mito".[22]
Las demás formas de régimen político no difieren, según Platón, esencialmente
de la tiranía, sino sólo por su grado. Son todas despotismos y la ley imperante
1051 en ellas es expresión de la voluntad de la
clase dominante en cada momento.[23]
Sin embargo, no es la esencia de la ley misma la que hace de ella el derecho
del más fuerte.[24]
Platón aplica sus axiomas a este problema, para llegar a la conclusión de que
los más aptos para gobernar son los que obedecen más rigurosamente a la verdadera
ley.
La obediencia
ante la ley, así concedida, no es otra cosa que la obediencia a Dios, en cuyas
manos se halla, según el viejo aforismo, el principio, el centro y el fin de
todas las cosas.[25]
Quien no crea en Dios ni obre con arreglo a sus dictados, si es dirigente,
arrastra a todos al abismo.[26]
Dios es la medida de todas las cosas. Es la meta hacia la que todo debe
proyectarse.[27] Las Leyes
expresan con diáfana claridad esta idea central del ideal Platónico del
estado, que en la República aparece, en cambio, traducida y
filosóficamente modificada en conceptos como la "idea del bien" y la
"conversión" del alma a ella, fuente de todo ser y de todo
pensamiento.[28] La
idea del bien era, precisamente, el nuevo aspecto Platónico de lo divino, al
que debía supeditarse todo lo demás. Otros pensadores griegos anteriores a
Platón habían predicado como lo divino la inagotable unidad-totalidad, la
fuerza primaria motriz o el espíritu formador del mundo. Platón, desde su punto
de vista filosófico, que arranca de lo ético o lo educativo, lo considera más
bien como la norma de las normas, la medida de las medidas. Así concebido, el
concepto de Dios se convierte en centro y fuente de toda legislación y ésta en
su expresión directa y su realización terrenal. Dios se revela y actúa en el
cosmos del estado, como en el de la naturaleza. En Platón ambos se hallan
relacionados entre sí, pues también en el universo rige la medida suprema y su
armonía.[29] La
ley es el instrumento utilizado 1052 para
incorporar el hombre a ella. Es su areté, en la cual adquiere el hombre
su verdadera naturaleza. Este nuevo concepto valorativo de la naturaleza, de la
physis, constituye el punto en que afirma su ancla el pensamiento de
Platón.[30]
Como lo revelan los pasajes de las Leyes sobre el alma, el principio
imperante en el mundo, para Platón, no es la materia y su azar, sino el alma y
su ordenación. Todo se halla unido bajo su centro, desde el firmamento y sus
astros hasta el alma de las plantas, y alma significa razón y medida.[31]
Dentro de este mundo han perdido todo su derecho, como medida, las simples
opiniones y pareceres humanos. La idea Platónica de la educación y del estado
se basa en la inversión de la tesis de Protágoras, según la cual el hombre es
la medida de todas las cosas. Platón coloca a Dios en el lugar del hombre y
dice: Dios es la medida de todas las cosas.[32]
No es la primera vez que vernos a un poeta o pensador griego proclamar su
medida suprema de los valores corrigiendo o enmendando fórmulas de un antecesor
famoso. En último resultado, Platón, con esto, no hace otra cosa que
restablecer la primitiva concepción griega sobre las relaciones entre la polis,
la ley y la divinidad. Sin embargo, la esencia de la divinidad ha cambiado
radicalmente. Sobre los antiguos dioses individuales de la polis aparece
el Dios como "medida de todas las cosas", su Bien, la forma primaria
de toda areté. El cosmos se convierte en una conexión teleológica y Dios
pasa a ser el "pedagogo universal".[33]
En el Timeo, la otra gran obra de la vejez de Platón, paralela a las Leyes,
había expuesto 1053 el filósofo cómo el
demiurgo divino transformó el mundo de las eternas ideas en el mundo de los
fenómenos. Las ideas son, aquí, los modelos de lo existente".[34]
A través de la legislación, el filósofo se convierte en el demiurgo del cosmos
de la colectividad humana, que debe
encajarse dentro de aquel cosmos más extenso, y el imperio e Dios se realiza
mediante la aplicación consciente del logos divino por el hombre como
ser racional.[35] En
este sentido, se halla justificado el decir que Dios es el pedagogo universal;
más aún, este predicado esclarece palmariamente, como ninguna otra fórmula, el
punto interior de partida y la fuente de la nueva conciencia Platónica de Dios.
Platón consideraba como un conocimiento decisivo —ateniéndose a las
investigaciones astronómicas de Eudoxo— el de que los astros se mueven en el
firmamento con arreglo a un orden claro y eterno, regido por simples y
racionales reglas matemáticas; [36]
del mismo modo, la legislación humana tiende a liberar los movimientos
arbitrarios de los seres animados, en la medida en que participan de la visión
de aquel orden superior, de su carencia de objetivos y de orientación, para
impulsarlos por cauces bellos y armónicos. La imagen del cielo estrellado se
refleja con sus órbitas cíclicas en el alma del hombre y en el cielo del
pensamiento puro dentro de ella.[37]
Es indudable que el editor de las Leyes expresa el pensamiento de su
maestro difunto cuando, en la Epinomis, presenta la ciencia de los
"dioses visibles", la astronomía matemática, como el símbolo de la suprema
sabiduría realizada que tiene su trono sobre los astros.[38]
Después de fijar
el centro teológico, Platón aborda el desarrollo de las mismas leyes. Es aquí
donde expone su criterio fundamental sobre lo que debe ser una verdadera
legislación. Toda acción legislativa es educación y la ley su instrumento. De
este modo, llega Platón al postulado que hubimos de exponer detalladamente en
la introducción a este capítulo y que consiste en no limitarse a formular preceptos,
sino en inducir a los hombres a una actuación debida por medio de los
preámbulos de las leyes.[39]
Hay muchas cosas que importa decir y que no es posible condenar en el lacónico
articulado usual de 1054 una ley.[40]
En el fondo, esto significa la superación de la fase del imperio puro y escueto
de la ley, que tiene su expresión en el imperativo "no harás", por la
filosofía, cuyos pensamientos se traducen en principios universales. Para
ésta, el contenido material de la ley no es tan importante como el punto de
partida de los preceptos legales deducidos por la razón, o sea la norma moral.
Este hecho tiene necesariamente que oponer dificultades al orden práctico al
legislador filosófico. El filósofo procura superarlas filosofando constantemente
entre líneas, por decirlo así, en el artículo de sus leyes.[41]
Esto se traduce en una extensión excesiva de las leyes, que en la práctica
sería muchas veces realizable. Pero a Platón le interesa más bien poner de
relieve esto a la luz de un ejemplo concreto. Elige para ello las leyes sobre
el matrimonio. Primero las formula bajo la simple forma usual de la amenaza,
para exponerlas luego bajo su forma nueva y doble, que combina la persuasión
con la orden.[42] El
preámbulo resulta, naturalmente, bastante más largo que la ley misma. En él,
Platón vuelve sobre el criterio, ya razonado en el Simposio, de la
procreación como perpetuación del género humano. Concibe éste como una unidad,
como la cadena jamás rota ni interrumpida de las generaciones a través de los
tiempos. La inmortalidad así concebida es la que informa también el deseo de
que la fama de los muertos sea honrada y éstos no se pierdan en el anónimo.[43]
Platón arranca aquí de la idea de la fama que profesaban los antiguos griegos,
del kleos que va unido al hombre y en el que encuentra su expresión
social en la areté del individuo.[44]
El exponente de este kleos, del buen nombre y del recuerdo, es la
familia en sentido estricto. No puede ser nunca conforme al derecho divino (o(/sion) el privarse voluntariamente de esta athanasia.[45] La
edad matrimonial del hombre se fija entre los 30 y los 35 años. Los que al
llegar a esta edad permanezcan célibes, vienen obligados a pagar una multa
anual en dinero, cuya cuantía debería impedir que nadie tratase de explotar el
celibato como medio para enriquecerse. Los célibes se hallan excluidos,
además, de los honores que los más jóvenes tributan, en la polis, a los
viejos. No son nunca "ancianos", en sentido social.[46]
Platón deja al
arbitrio del legislador el determinar qué leyes, grandes o pequeñas, es
conveniente que lleven un preámbulo.[47]
Declara que, en cierto sentido, todas las consideraciones anteriores tienen 1055 carácter de preámbulos[48]
y muestra el deseo de que la pesquisa ulterior se atenga a este espíritu.[49]
Además del preámbulo sobre los deberes hacia Dios y hacia los padres y los
honores que le son debidos, considera indispensable, sobre todo, tratar de lo
que es el alma, punto al que concede una importancia fundamental para la educación.[50]
Después de terminar la parte del preámbulo, deberá venir la verdadera
legislación. Ésta habrá de comenzar con las leyes sobre los cargos públicos y
la estructura política fundamental del nuevo estado. La institución de los
cargos públicos y la definición de las atribuciones a ellos inherentes deberá
preceder al cuerpo de leyes con sujeción a las cuales habrán de gobernar los
funcionarios.[51]
Platón anticipa aquí una observación importante para la orientación de la paideia.
Distingue, en el tejido del estado, entre la urdimbre y la trama. La
primera debe ser más fuerte que la segunda. Está formulada por los llamados a
gobernar el estado, por hombres cuya areté debe descollar por sobre la
de los otros ciudadanos. Estos hombres deben distinguirse, por tanto, de
aquellos que sólo han tenido una cultura inferior (smikra\ paidei/a).[52]
En el libro
duodécimo, poco antes del final de su obra, al hablar de los gobernantes y su
educación, Platón se refiere, en efecto, a la necesidad de dar a esta clase
una cultura cuidadosa (a)kribeste/ra paidei/a).[53]
Indudablemente,
la 1056 observación hecha en el libro quinto
parece prematura, puesto que aún no se ha hablado de paideia en un
sentido superior ni inferior habiéndose tratado solamente problemas muy
distintos. Pero es evidente que Platón tiene presente desde el primer momento
el problema educativo, y así nos encontramos con todo un libro, el séptimo,
consagrado a las leyes sobre la educación. Es evidente que estas leyes educativas
del libro séptimo deben equipararse a la pequeña paideia a que se
refiere la advertencia previa (v, 735 A). Se trata de la educación general del
ciudadano, por oposición a la cultura de los llamados a gobernar el estado. En
la versión de la obra que ha llegado a nosotros, esta educación elemental ocupa
el primer plano, cosa perfectamente justificada. Uno de los encantos
fundamentales de las Leyes consiste precisamente en ocuparse a fondo de
un problema que no sólo se omite por completo en la República, sino que,
además, nunca había sido abordado seriamente en las disquisiciones sobre la
verdadera educación, desde que comenzara el movimiento sofístico.[54]
En realidad, la
creación de un sistema completo de educación elemental, considerado como la paideia
del pueblo y como base de la alta educación de que se había ocupado en sus
obras anteriores, constituye una de las más audaces innovaciones de Platón,
digna de este gran genio educativo. Es el último paso dado hacia la plena
realización del programa del movimiento socrático, un paso llamado a tener una
trascendencia incalculable, aunque ningún legislador de su tiempo se sintiese
tentado a convertir en realidad el ideal Platónico de una educación general de
la masa del pueblo. Según ha puesto de manifiesto la historia de la paideia
griega comenzó, como ocurre siempre en el mundo, allí donde la educación
aspira a llegar a ser algo más que un aprendizaje meramente técnico y
vocacional, con el primitivo ideal aristocrático de formar la personalidad
humana en su conjunto. Este ideal de la areté fue transferido a la
educación de los ciudadanos que deseaban participar en la kalokagathía de
los grupos más cultos bajo las nuevas condiciones sociales y políticas del
estado-ciudad griego del periodo clásico, pero esta misión se hallaba, incluso
en la democracia ateniense, íntegramente confiada a la iniciativa privada del
individuo. El paso revolucionario dado por Platón en las Leyes, que
constituye su última palabra sobre el estado y la educación, consiste en
instituir una verdadera educación popular a cargo del estado. Platón concede a
este problema, en las Leyes, la misma importancia que en la República
concedía a la educación de los gobernantes. Y es lógico que sea así, pues
¿dónde había de encontrar este problema la atención que merece, sino en el
estado educativo de las Leyes, basado sobre la armonía ideal entre el
gobierno y la libertad?
1057
Platón sabe que
no hay ningún campo en que sea más difícil actuar sobre la vida por medio de
leyes generales que el de la educación. Una gran parte de la paideia se
efectúa en la casa y en la familia, quedando así sustraída a la crítica
pública.[55] Pero
esta influencia doméstica encierra la más alta importancia. En este punto,
Platón cree poder conseguir más por medio de la instrucción que por medio de
preceptos.[56] En
el actual estado de cosas, la educación privada se mueve en direcciones
opuestas según las distintas familias, sin que el legislador pueda hacer frente
a estas contradicciones, que se manifiestan casi siempre en cosas pequeñas,
casi imperceptibles. Pero si nos fijamos en sus efectos de conjunto, vemos que
estas diferencias en cuanto a la concepción de lo que una educación acertada
debe ser, llegan incluso a poner en tela de juicio la obra de la legislación
escrita.[57] Por
tanto, si es difícil escribir leyes acerca de esto, no cabe tampoco la solución
de guardar silencio. Con esta crítica, Platón enjuicia el estado de cosas
existente en Atenas y en la mayoría de los estados-ciudades de Grecia, en los
que no se conocía una regulación legislativa de los problemas de la educación.[58]
Con las leyes sobre el matrimonio y la procreación, que preceden inmediatamente
a las leyes sobre educación, Platón sienta ya las bases para ésta.[59]
Las dos partes decididas a contraer matrimonio deben proponerse como supremo
fin social el de procrear los niños más hermosos y mejores que sea posible.[60]
Platón no prescribe una selección de los esposos a cargo del estado, como hace
en la República para los guardianes. En las Leyes no atenta
tampoco contra el matrimonio como tal. Pero recomienda a ambas partes que
dediquen una atención especial a estos problemas y crea una comisión de
mujeres, instalada en el templo de Ilicia, diosa de los natalicios.[61]
En este templo tienen sus horas de servicio y celebran sus deliberaciones. Se
les confiere un derecho de inspección sobre los matrimonios, extensivo, como el
periodo de procreación, a los diez años siguientes a su celebración. Esta
comisión de mujeres interviene cuando los cónyuges no muestran el interés
necesario por tener descendencia 1058 o son
incapaces de procrear. En el segundo caso se disuelve el matrimonio.[62]
Las mujeres que forman parte de la comisión recorren las casas, aconsejando a
las jóvenes casadas, para prevenir los errores que puedan nacer de la
inexperiencia. Se estatuye un sistema muy desarrollado de penas, sobre todo que
afectan al honor, para castigar a quienes, de un modo terco y deliberado,
obren en contra de lo que indican los buenos consejos y la razón.[63]
Platón sigue
aquí las huellas de la legislación espartana, que no hace más que desarrollar.
Sabemos por Critias y por Jenofonte, autores de obras en que se trata del
estado y la disciplina de los espartanos, que allí la sociedad empezaba ya a
velar por la descendencia durante el momento de la concepción y el periodo del
embarazo.[64]
Este régimen eugenésico encontró gran aplauso en la literatura filosófica
del siglo iv, siendo recogido por Platón y Aristóteles en su utopía del estado.
De esta literatura lo tomaron más tarde Plutarco y otros escritores
pedagógicos. Es característico de las Leyes de Platón el hecho de que en
esta obra se trate más a fondo que en la República de las bases
fisiológicas y eugenésicas para la procreación de una infancia mejor y más
sana. Responde con ello al mismo criterio de situar la fase decisiva de la
educación moral en la temprana infancia.[65]
Indudablemente debieron de influir de un modo considerable en sus ideas acerca
de esto las normas sobre la dietética médica. Al prescribir la necesidad de que
el niño se mueva ya antes de salir del claustro materno,[66]
no hace más que extender a este campo el sistema de los ejercicios físicos, al
que consagraba un interés primordial la medicina de su tiempo. Platón se
remite al ejemplo de los gallos de pelea y de otras aves pequeñas criadas para
el combate, a quienes sus dueños adiestran para su misión, llevándolas consigo
en el brazo o bajo la axila, en sus largos paseos.[67]
Las sacudidas del cuerpo, con o sin esfuerzo propio, ejercen una acción
vigorizadora sobre el hombre, como ocurre con el paseo, con el ejercicio del columpio,
con los viajes de placer por mar, con el deporte de equitación y con otras
clases de movimiento.[68]
Por eso Platón aconseja a las mujeres durante la gestación que se paseen y
prescribe el masaje para los niños lactantes, hasta los dos años. Las amas
deberán llevar a los niños al campo, a los servicios religiosos o a casas de parientes,
tomándolos en brazos hasta que sepan sostenerse.[69]
Platón 1059 da por descartada la resistencia de
las madres y de las amas, mas cree que a pesar de ello deben darse estos
consejos a los padres para instruirlos acerca de sus deberes y llamarles la
atención acerca de las consecuencias que acarrearía el no seguirlos.[70]
También de mayores se debe mantener a los niños en constante movimiento, sin
obligarlos en modo alguno a estarse quietos. Esto es contrario a la naturaleza
del niño, quien en rigor debería moverse rítmicamente día y noche, como si
estuviese en un barco.[71]
Lo indicado para acallar al niño no es el silencio, sino el cantar, pues el
movimiento exterior lo libera del miedo interior y lo apacigua.[72]
Si Platón dedica tanta atención a estas cuestiones médicas, es porque reconoce
la importancia del factor fisiológico para la formación psicológica del carácter,
del ethos. Por eso, de la teoría del tratamiento físico del recién
nacido pasa directamente a la teoría del carácter. El producir al niño
sensaciones agradables y el ahuyentar de él las desagradables mediante el
movimiento del cuerpo, es el primer paso para la formación del alma. Platón
concibe la cultura del hombre como formación del alma; por eso precisamente es
el fundador de la pedagogía de la temprana infancia.
Liberar al niño
de las sensaciones de miedo es el primer paso en el camino de su educación para
la valentía. Tal es el objetivo que Platón persigue con la gimnasia del recién
nacido. El descontento y el mal humor contribuyen a la sensación de miedo.[73]
Platón preconiza el justo medio entre el reblandecimiento y la opresión. El
primero hace al niño supersensible y excesivamente caprichoso; la segunda mata
en él la libertad y lo hace con falsedad humilde y enemigo de los hombres.[74]
El educador debe evitar con exquisito cuidado el crear en el niño lo que hoy
llamaríamos complejo de inferioridad, por la sencilla razón de que una
educación excesiva conduce fácilmente a este resultado. El objetivo debe ser
educar al niño en la alegría, pues las bases de la armonía y del pleno
equilibrio del carácter deben sentarse desde muy temprano en el alma del
hombre. Este justo medio se consigue preocupándose de no causar al niño
exclusivamente placer y de no alejar de él el placer por sistema.[75]
La costumbre tiene una gran fuerza, hasta el punto de que Platón deriva
la palabra h)=qoj, carácter, de la palabra e)/qoj, costumbre.[76]
La habituación a este equilibrio debe comenzar ya en los tres primeros años, en
los que el niño se halla dominado casi íntegramente por las sensaciones de lo
agradable y lo desagradable.[77]
Platón no considera estas normas como leyes, sino como usos no escritos (a)/grafa no/mima). Les atribuye la mayor importancia y las llama los
vínculos del estado 1060 (desmoi\ politei/aj). Son ellos los que mantienen la
cohesión de todo el edificio, el cual se derrumba si estos vínculos se relajan.[78]
Las normas de la paideia consisten sustancialmente en estos usos (e)/qh) y costumbres (e)pithdeu/mata) fijos, más importantes que la ley escrita
(νόμος). Para fundar y
mantener en pie una nueva polis, hace falta contar con ambos elementos.[79]
Cicerón hablará más tarde frecuentemente, en sus escritos de filosofía del
estado, de leges et more o leges et instituta maiorum, para
designar todo el complejo de normas escritas y no escritas que sirven de base a
la vida humana. Esta dualidad se remonta al periodo clásico del estado griego,
de cuya estructura social toma Platón estos conceptos para trasmitirlos al
pensamiento filosófico de las generaciones posteriores. Él mismo se formula la
objeción de que, en rigor, los usos y las costumbres no debían figurar en una
obra que lleva por título las Leyes. Si, a pesar de ello, toma muchas
cosas de esta fuente,[80]
no es porque no establezca un deslinde nítido entre ambas clases de conceptos,
sino por el motivo que informa su paideia. El concepto que él tiene de
la legislación es un concepto fundamentalmente educativo; pero eso enfoca esta
idea con la suficiente amplitud para que su obra, que no se destina a figurar
en tablas de bronce sobre las murallas de la ciudad, sino que es una creación
literaria, abarque también, en abundante medida, los usos y las costumbres.
Detrás de esta parte de la obra hay, como lo demuestran las muchas e
interesantes citas de costumbres (νόμιμα) de pueblos extranjeros en las Leyes, un
estudio lo bastante extenso de las nómima helénicas y bárbaras para
poder establecer un paralelo comparativo entre las verdaderas leyes.[81]
Es ésta una época en que llega a su punto culminante en Grecia el interés por
la historia de las costumbres de la propia nación y de otros pueblos. Aristóteles
fue el continuador de esta labor, cultivada indudablemente en la Academia, en
relación con estos problemas.
Platón gradúa la
educación de la juventud por periodos. Desde los tres años hasta los seis, los
niños necesitan juegos. Ya en este periodo se debe luchar, mediante castigos,
contra el reblandecimiento y el exceso de sensibilidad de la infancia. Los
castigos no deben suscitar la cólera del niño a quien se aplican ni dejar
impunes sus excesos.[82]
Los niños de esta edad, cuando se reúnan, deben inventar sus juegos, sin que
éstos se les prescriban. Platón quiere que estas reuniones de niños se efectúen
en los lugares sagrados de cada distrito (κώμη) de la ciudad. Con ello se anticipa a
la conquista moderna 1061 de los jardines de
niños. Las niñeras deberán vigilar en estos lugares la conducta de los niños
confiados a su custodia. Ellas y todo el tropel o rebaño (a)ge/lh) de niños, como Platón lo llama con expresión
espartana, se hallan bajo la inspección de una de las damas de la comisión de
doce mujeres, elegidas para este fin por la comisión inspectora de matrimonios.[83]
Hasta los seis años, la educación de los niños y las niñas debe estar en manos
de mujeres, en régimen de coeducación. A partir de los seis años, Platón
establece la separación entre los dos sexos.[84]
La formación del niño debe educar al mismo tiempo la mano derecha y la
izquierda, no una sola, como ocurre hoy.[85]
Ahora se extiende la educación gimnástica, reducida al mínimo en los años
anteriores.[86] Se
practica a base de la danza y de los ejercicios en corro, suprimiéndose todo lo
que no sea útil en ella para la posterior instrucción militar.[87]
Esto se refiere, indudablemente, a una gran parte de la atlética de aquellos
tiempos, que acabó por convertirse en un fin en sí. Por otra parte, de lo que
Platón dice más adelante sobre el nombramiento de profesores de gimnasia
deducimos que tendía a desarrollar extraordinariamente el concepto de la
gimnasia en el aspecto de los ejercicios militares, por cuya razón en el estado
de las Leyes apenas queda en pie más que el nombre de la famosísima
gimnasia griega.[88] Esta
obra nos habla de profesores especiales retribuidos y designados para la
enseñanza del tiro con arco y del lanzamiento, de la esgrima con armas ligeras
y pesadas, de la táctica y de toda clase de movimientos de cuerpos de ejército,
de instalación de campamentos, de equitación, etcétera. Platón declara
expresamente que incluye todas estas cosas en el concepto de
"gimnasias".[89]
Esto se refiere ya, sin duda, a una etapa posterior de la educación, pero sólo
poniéndolo en relación con lo que dice acerca de los rudimentos de la gimnasia
se obtiene la perspectiva en la que deben situarse las normas que da Platón
sobre la necesidad de restringir la atlética. Lo que él desea que se cultive es
un estilo distinguido y libre de hombre, para lo cual constituye un medio
importante la gimnasia, en la forma en que él la exige. Nos habla de revivir
las antiguas danzas de armas, como la de los Curetes en Creta, los Dióscuros en
Esparta y las de Deméter y Core en Atenas.[90]
Esto nos recuerda que ya Aristófanes, en Las nubes, había censurado la
decadencia de estas danzas, como un signo del descenso de la antigua paideia.[91] Platón
ve con los ojos del espíritu a la juventud, cuando aún no toma parte en la
guerra, desfilar con armas 1062 y con rosas en
las solemnes procesiones en honor de los dioses, como nosotros la vemos,
representada en figuras ideales, en los frisos del Partenón, y la hace medir
sus fuerzas en los juegos agonales y pre-agonales.[92]
La misma tendencia
a vigorizar el espíritu guerrero que revela aquí la teoría de Platón, puede
observarse en la realidad política de aquel tiempo. El servicio militar
obligatorio de todos los ciudadanos no era sólo, por sus orígenes, una
institución espartana, sino también la base jurídica en que se fundaba la
existencia cívica de la democracia ateniense. No sólo no era considerada como
antidemocrática, sino que se veía en ella, por el contrario, la premisa
evidente de las libertades de que disfrutaba todo ciudadano de este estado.
Dada la frecuencia de las guerras que Atenas se vio obligada a librar en el
siglo v, en la época de su mayor potencia, el cumplimiento de este deber se
imponía como algo evidente por sí mismo. Con la aparición del régimen de los
mercenarios en el siglo iv, comienzan las quejas generales sobre la decadencia
de la capacidad y el espíritu defensivos de los ciudadanos.[93]
Sin embargo, se mantuvo subsistente el servicio obligatorio de dos años para
los efebos, y no sólo eso, sino que, además, a la vista de aquel hecho, se
consideraba como una exigencia de importancia mayor que antes para la educación
de la juventud. Muchos autores se han creído obligados a admitir que el estado
ateniense, en el periodo que sigue a la batalla de Queronea, llegó incluso a
adaptar prácticamente sus normas legislativas sobre la educación de los efebos
a las sugestiones que Platón daba en las Leyes.[94]
Pero esta hipótesis no puede mantenerse si se tiene en cuenta la antigüedad de
las instituciones de la efebía, las cuales se remontan, según puede
comprobarse, a tiempos muy remotos.[95]
Sin embargo, el espíritu que informa las Leyes de Platón y el que se
abre paso en la democracia ateniense un siglo después de la aparición de esta
obra, en la época de las reformas de Licurgo, es el mismo. Pero entonces ya se
había perdido definitivamente la libertad. El remedio se aplicó demasiado tarde
para que pudiera surtir efecto, pues la gran masa de los ciudadanos sólo
comprendió la necesidad de reforzar su capacidad defensiva cuando se vio ante
el hecho consumado de la derrota que acabó para siempre con la democracia
ateniense.
Tras la gimnasia
venía la música.[96]
Parece como si no hubiese por qué volver a tratar este tema, después de haberlo
examinado en el libro segundo de las Leyes, en relación con el problema
de la habituación prematura de las buenas sensaciones agradables.[97]
En el libro 1063 séptimo, Platón se sitúa en el
mismo punto de vista para abordar la educación musical. Esto es lo que
distingue, precisamente, la mayor parte de lo que dice en las Leyes acerca
de este aspecto de la educación de las manifestaciones correspondientes de la República.
En la República, a Platón le interesaba especialmente aplicar las
nuevas ideas morales y metafísicas de su filosofía como pauta para contrastar
el contenido y la forma de las artes músicas; en las Leyes, por el
contrario, el interés del filósofo versa, como más arriba veíamos, sobre la
fundamentación psicológica de la obra educativa y arranca, por tanto, de la
modelación de lo inconsciente.[98]
Mientras que todavía en el segundo libro de las Leyes aparece en primer
plano el problema de la norma y el diálogo se detiene largo tiempo en la
cuestión de saber quién enjuicia de un modo certero los asuntos de arte,[99]
en el libro séptimo Platón procede ya legislativamente y coloca ante todo
la idea de aprender deleitándose.[100]
Esta idea había sido expresada ya en la disquisición preliminar,[101]
pero ahora Platón inicia una nueva declaración de fondo acerca del valor
educativo del juego, que hasta entonces había sido totalmente ignorado en todas
las ciudades.[102]
Ya sea que estas repeticiones fuesen de por sí inherentes al carácter del
estilo Platónico y del ethos educativo o que obedezcan al hecho de
tratarse de una obra inacabada, lo cierto es que apuntan claramente a la idea
que a Platón le importa subrayar. El problema del juego debió de preocuparle en
su vejez con mayor intensidad que nunca, y concretamente como medio para el
temprano desarrollo de un ethos adecuado. En los juegos de los niños de
tres a seis años concedía plena libertad a la capacidad infantil de inventiva.[103]
Pero a partir de esta edad prescribe juegos fijos, informados por un espíritu
muy concreto. La premisa más importante de toda educación es la estabilidad de
las normas y la permanencia de las instituciones del estado que han de velar
por la buena tradición. Por eso en las Leyes se preocupa de razonar las
orientaciones trazadas ya en la República y encaminadas a mantener pura
la tradición musical y, en relación con ella, a habituar desde muy pronto a
los niños a formas fijas en sus juegos. Éstos deben permanecer invariables, al
margen de la moda, la arbitrariedad y el afán de experimentación, que Platón,
parece considerar como características de su tiempo.[104]
La palabra "antiguo" no debe implicar nada despectivo, como
ocurre en la era actual, en que tanto cambian las modas.[105]
Nuevos juegos implican un nuevo espíritu en la juventud, el cual, a su vez,
exige leyes nuevas. Todo cambio es de suyo peligroso (a menos que se trate de
cambiar lo malo), lo mismo si se produce en lo tocante al 1064 clima que si se refiere a la dieta corporal o al
carácter interior de la persona.[106]
He aquí por qué
Platón intenta estabilizar las formas de expresión de los juegos humanos, los
ritmos y las canciones, considerándolos sagrados y, por tanto, intangibles e
invariables,[107] con
arreglo al precedente, más arriba mencionado, del arte egipcio.[108]
Desde un punto de vista histórico, esto equivaldría a revocar toda la evolución
de la poesía fuera del marco de la poesía hieráticamente vinculada del Oriente,
es decir, la verdadera poética de los griegos, y hacer imposible la poesía como
expresión del individuo. En efecto, las Leyes prohiben todo lo que no
sea canciones y danzas oficiales. La palabra nomos tiene en griego la
doble acepción de ley y de canción. Platón quiere identificar totalmente ambas
acepciones. Las canciones reconocidas en su sistema educativo deben tener el
valor de leyes, a las que nadie puede tocar.[109]
Una serie de normas fundamentales regulan su ethos, su forma, su fin y
su objeto.[110]
Para su selección se instituye una autoridad, facultada también para modificar
la redacción de lo que no esté de modo completo asimilado por el uso, indudablemente
en el sentido de aquellas modificaciones que el propio Platón proponía más
arriba con referencia a la elegía de Tirteo.[111]
Las normas que se dan para los poetas vivos, que deberán tener siempre
presente como pauta el espíritu de las leyes, están concebidas solamente, sin
duda alguna, con vistas a la época subsiguiente a la fundación del nuevo
estado, ya que después no debe introducirse ni la más mínima modificación en
las canciones admitidas. Esta tradición sólo deja margen, a lo sumo, para
poesías de ocasión como los himnos y los encomios a conciudadanos dignos de ser
honrados, y aun éstos deben limitarse a personas ya muertas que hayan dado pruebas
de su areté hasta el final de sus días.[112]
Tal como Platón
se representa prácticamente el nuevo orden de su estado, vemos que en él se
combinan la firmeza absoluta y constante de la tradición con las variaciones
impuestas por la necesidad. Toma el año del calendario como unidad básica del
ciclo cronológico de la vida y asigna a cada divinidad de rango superior o
inferior su festividad fija, que debe honrarse mediante sacrificios y oraciones.[113]
Establece canciones y actitudes y gestos rítmicos especiales para cada
festividad, los llamados "esquemas", palabra que los griegos solían
emplear también regularmente en otras ocasiones para describir la esencia de
lo rítmico.[114] El
orden de vida ideal que se traza 1065 en las Leyes
sólo es comparable al año eclesiástico de los católicos, con sus ritos
sagrados y liturgias fijos para cada día del año. El paralelo, que ya nos salía
al paso más arriba,[115]
se reitera de nuevo en esta consecuencia que Platón saca de su idea
fundamental. Cuando tratamos de representarnos el edificio educativo de Platón
como un estado nos parece sorprendente, pero cuando pensamos en la más grande
institución educativa del mundo posclásico, en la Iglesia católica, vemos que
la última obra de Platón es una especie de anticipo profetice de muchos rasgos
esenciales del catolicismo.[116]
Lo que hoy aparece desdoblado como estado e iglesia formaba todavía, para
Platón, dentro del concepto de la polis, una unidad. Pero nada contribuyó
tanto a desintegrar esta unidad y a crear un reino espiritual junto al terrenal
y por encima de él como las inmensas exigencias que Platón plantea a la
potencia espiritual educativa de la sociedad humana. El estado que él construye
tomando como centro su idea de la educación va acercándose rápidamente, en la
trayectoria que sigue desde la República hasta las Leyes, al tipo
espiritual del dominio sobre las almas, que más tarde habrá de realizar la
Iglesia. Sin embargo, Platón no pierde nunca de vista su concepción
fundamental de que este reino es, sencillamente, la naturaleza íntima del
hombre, puesta en acción bajo una dirección superior: el imperio de lo que hay
de superior en nosotros sobre lo inferior, tal como él lo establece en los
axiomas de las Leyes como postulado fundamental.
Habrá quien
piense que el hacer desembocar así los juegos infantiles y sus formas en lo
grandioso representa la exaltación gigantesca de una idea certera en sí, pero
desplaza el centro de gravedad de la existencia de aquellos asuntos que solemos
tomar muy en serio al terreno de lo que generalmente consideramos como un
simple aditamento de la vida. Platón no ignora esta consecuencia y opera el
trueque de valores con palabras solemnemente religiosas que lo enlazan a la
idea teocéntrica fundamental de su legislación. Al comienzo 1066 de su obra, había dicho que el hombre era un juguete
de Dios.[117]
Si ponemos esta imagen en relación con la idea del preámbulo a las leyes,
en la que declara que Dios es la medida de todas las cosas.[118]
se llega a la conclusión que él mismo proclama aquí: la de que la vida
del hombre no merece ser tomada en serio. En realidad (φύσει) sólo merece ser tomado en serio Dios,
y en el hombre solamente aquello que tiene de divino.[119]
Y esto es el logos, a través de cuyo hilo mueve Dios a los hombres. El
hombre es, en su forma suprema, un juguete de Dios[120]
y la vida a que debe aspirar es la de representar su juego del modo que más
complazca a la divinidad.[121]
Lo humano perdería su valor propio y sustantivo sin esta perspectiva de lo
divino. La guerra y los litigios, en especial, no constituyen ya la parte
verdaderamente seria de la existencia. No son "ni juego (παιδία) ni cultura (παιδεία) alguna digna de
mención, que es lo que nosotros consideramos que debe ser tomado más en
serio". Por eso el hombre debiera reputar como lo fundamental la vida
pacífica, puesto que decimos que hacemos la guerra para disfrutar la paz.[122]
La vida debiera ser toda ella un continuo servicio divino, con sacrificios,
cantos y danzas para ganar la voluntad de Dios. El defenderse contra los
enemigos constituye, paralelamente a eso, un deber inexcusable para cuyo
cumplimiento se halla mejor preparado que nadie el hombre educado en este
espíritu.[123] Las
órdenes caballerescas y monásticas de la Edad Media son, quizá, las que más
fielmente se han ajustado a este doble ideal.
Dentro del
conjunto del estado Platónico de las Leyes que, al menos contemplado con
los ojos del liberal siglo XIX, nos parece tan alejado del espíritu moderno,
encontramos toda una serie de postulados de extraordinaria modernidad, como
son la escolaridad general obligatoria,[124]
el deporte de la equitación para la mujer,[125]
la construcción de escuelas y plazas públicas para la práctica de la gimnasia,[126]
la coeducación,[127]
que en la República Platón reservaba para los guardianes, la rigurosa
división del tiempo en las faenas del día[128]
y el trabajo nocturno, completamente desconocido de los griegos, para las
gentes que ocupen puestos de dirección en la vida pública y privada,[129]
la fiscalización de los maestros[130]
y la creación de una autoridad suprema del estado en materia de enseñanza, con
un ministro de educación a la cabeza.[131]
En este pasaje, Platón da por 1067 supuesta,
simplemente, la existencia del paidei/aj e)pimelhth/j. La institución de este cargo como
tal aparece ya en el libro sexto de las Leyes, en la designación de los
cargos (a)rxw=n kata/stasij), sobre que versa este libro.
Recordaremos aquí, brevemente, que al pasar de los preámbulos a la legislación
en sentido estricto (755 A 5), Platón distinguía dos clases de leyes: leyes que
versan sobre la organización administrativa y leyes ejecutivas para la
administración del estado. Los funcionarios encargados de la música y la
gimnasia se designan en 764 C s., tras de la cual viene (765 D), como
remate, la institución del cargo más importante en materia educativa: el del
ministro de enseñanza. Este funcionario no deberá tener menos de cincuenta
años. Ya en esta parte, que nosotros llamaríamos constitucional, subraya
Platón con palabras solemnes (766 A) la importancia fundamental que la paideia
tiene en el estado de las Leyes y razona así la creación, que a los
griegos tenía que parecer sorprendente, de un cargo completamente nuevo, expresión
visible de la posición central asignada a la paideia en este estado.
Platón inculca tanto a los electores como al elegido la idea de que el puesto
del supremo funcionario en materia de educación es "con mucho, el más
importante de todos los cargos supremos del estado" (765 E 2). Con la
institución de esta suprema autoridad educativa, el legislador trata de impedir
que la educación llegue a convertirse nunca "en algo secundario"
dentro de su estado. La elección del ministro de enseñanza se rodea de una
especialísima solemnidad y de un aparato muy complicado. Todos los
funcionarios, con excepción de la bulé γ de los pritanos, se congregan
en el santuario de Apolo y eligen en votación secreta al miembro del consejo
secreto de estado (nukterino\j su/llogoj), al "guardián de la ley" (nomofu/lakej) que cada cual considere más capaz para regentar los
asuntos de la educación. En la prueba para contrastar la dignidad de la persona
elegida (δοκιμασία) no participan
sus más cercanos colegas. La duración de su cargo es de cinco años, al cabo de
los cuales el titular del puesto no será reelegible. Pero, al abandonar estas
funciones, se incorporará como miembro permanente al consejo nocturno de
estado, al que pertenecerá, naturalmente y de un modo automático, en primer
lugar como inspector general (e)pimelhth/j) de la paideia. Pero dejamos
esta digresión de carácter constitucional para tratar de las funciones
asignadas al ministro de educación.
Surge ahora el
problema de saber cómo ha de ser educado el funcionario supremo que tiene a su
cargo la educación.[132]
Deberá hallarse provisto de las instrucciones más minuciosas que sea posible, 1068 para que, a su vez, pueda servir de intérprete y
educador a los demás.[133]
La base de su instrucción habrán de ser los preceptos sobre danzas corales y
cantos, pues la educación religiosa sirve de marco a todo lo demás.[134]
Pero, además de esto, los hijos de todos los ciudadanos libres —que es a
quienes las Leyes se refieren— deberán adquirir muchos conocimientos. A
este propósito se trata de la lectura y la escritura, del manejo de la lira y
de la lectura de los poetas que no son materia de cantos y danzas.[135]
Platón se
detiene especialmente en el método de la enseñanza de los poetas y censura la
tendencia a saber muchas cosas que en su tiempo y en esta materia solía
considerarse como cultura.[136]
La gente aprendía de memoria poemas enteros, como confirman otras fuentes de la
misma época,[137]
tendencia que obedecía a la concepción de la poesía como enciclopedia de todo
el saber, que Platón combate en la República?[138]
Él es quien, frente a esta corriente, aconseja, por vez primera en la
historia de la enseñanza, la composición de libros de lectura en que se recoja
una selección de lo mejor.[139]
Para no recargar la memoria demasiado, cree que sólo deben asimilarse trozos
sueltos de obras poéticas. La selección deberán hacerla los maestros, con
vistas al paradigma de las Leyes.[140]
Al llegar aquí, el autor abandona por un momento la ilusión del diálogo
real y lo concibe como una obra literaria. Son páginas dictadas por la
inspiración divina, al igual que otra creación poética cualquiera; más aún,
Platón las equipara expresamente a la poesía versificada, y constituyen uno de
los testimonios más importantes de su conciencia propia como artista.[141]
No solamente se aconseja que los educandos lean las Leyes como poesía
del más alto estilo, sino que los maestros deberán formar también en ellas su
criterio para juzgar la verdadera poesía y estudiarla del modo más
concienzudo.[142] El
supremo funcionario de educación del estado deberá elegir sus colaboraciones y
el personal de enseñanza, tomando como pauta su grado de comprensión de esta
obra y de las concepciones en ella expuestas. Quien no sea capaz de coincidir
interiormente con el espíritu de estas Leyes, no será apto para educar
ni podrá ocupar un cargo en el estado Platónico.[143]
Al fondo vemos acechar, por naturaleza, el peligro de que muchos elogiasen
esta obra simplemente con la mira de ocupar un cargo. Sea de ello lo que
quiera, lo cierto es que Platón desea que se la considere como el código de
toda la sabiduría educativa y como cantera 1069
inagotable de materiales de cultura.
Con esta intención, pone la obra en manos de todos los gramáticos.[144]
No vamos a
exponer aquí la instrucción que debe recibir, según las Leyes, después
del maestro de literatura, el maestro de música o citarista.[145]
ni el modo como el reglamento de gimnasia y de orquéstica traduce
prácticamente las ideas generales ya expuestas (Cf. supra, pp. 1062 ss.)
por nosotros.[146] En
estos capítulos aparecen, naturalmente, numerosos puntos de contacto con la República
y con la previa exposición de este problema en los libros anteriores de las
Leyes.[147]
La seriedad Platónica se trueca fácilmente en ironía y así, presenta a
los poetas, a quienes acusa de imitar modelos y temas malos en sus melodías de
danza y en sus canciones, su propia obra, las Leyes, como la más bella
de todas las tragedias, ya que en ella se imita lo más hermoso y mejor de la
vida.[148]
"Si vosotros sois poetas, también nosotros lo somos, y del mismo género
—les dice.[149]
Nosotros, los filósofos, somos vuestros competidores. Os hacemos la competencia
con el más hermoso de los dramas que el verdadero nomos puede producir,
si nuestra esperanza no nos engaña. . . Os invitamos, ¡oh, retoños de las
blandas musas!, a que llevéis vuestras canciones ante el arconte para que sean
comparadas con las nuestras, y si resultan ser tan buenas o mejores que ellas,
haremos un coro en vuestro honor, pero de otro modo, ¡oh, amigos!, no podremos
hacerlo." La obra escrita de Platón envuelve desde el primer momento una
rivalidad con la poesía de viejo estilo; esta rivalidad es la premisa de los
ataques que en la República se dirigen contra los poetas clásicos. La
introducción legal de las propias obras de Platón como objeto de enseñanza en
las escuelas y en las orquestas de su estado del porvenir, en vez de los poetas
antiguos, es el último paso lógico y consecuente dado en este camino. Dejando a
un lado el problema de la viabilidad de semejante postulado, no cabe duda de
que nos ayuda poderosamente a comprender el sentido de la obra de Platón: el
filósofo se convierte en poeta para crear la nueva paideia y erige el
estado concebido por él sobre su propia obra. Para desentrañar el contenido de
verdad y la ironía que se encierran en los dos puntos de vista adoptados acerca
de sí mismo, es necesario poner estas manifestaciones en relación con las del Fedro
y las de la Carta séptima, donde Platón parecía negar casi toda la
importancia de la palabra escrita.[150]
Es instructivo
ver cómo el filósofo que en la República fundaba la cultura de los
regentes sobre la dialéctica y las matemáticas, se detiene a cavilar en las
Leyes sobre si este tipo de saber es realmente aconsejable 1070 en la cultura para el pueblo. Se comprende
fácilmente que no considere aplicable a la educación general de los ciudadanos
la formación concienzuda de largos años en las matemáticas y la astronomía,
que exige para los supremos dirigentes del estado.[151]
Pero no se contenta tampoco con una educación general a base de gimnasia y de
música, como la antigua paideia, sino que añade a estas materias, por
vez primera, una cultura elemental de tipo realista. Con ello se satisfacen las
exigencias cada vez mayores de la época en lo referente a la formación de la
inteligencia. Pero, además, Platón persigue con esto una finalidad más alta.
Estas ciencias han adquirido ahora una importancia directa, que antes no
poseían, para la concepción del mundo.[152]
Cuando Platón dice que para la educación del pueblo sólo es necesario conocer
los rudimentos de la aritmética y del cálculo de las líneas y las superficies,[153]
a primera vista parece coincidir con la limitación que Sócrates quería imponer
en estas materias a la paideia.[154]
Sin embargo, Sócrates pensaba al decir esto en las necesidades del futuro
político, mientras que Platón se refiere a la cultura elemental. Ésta no se
había concebido nunca desligada totalmente de la enseñanza de la aritmética,
pero el mínimo de matemáticas que Platón considera necesario trasciende visiblemente
de ese límite. Representa un nuevo triunfo de la ciencia matemática, que
después de conquistar la cultura superior se impone ahora en la cultura
elemental. Esta imposición en todas las fases de la cultura es lo que explica
que las matemáticas se hayan familiarizado antes que ninguna otra ciencia con
la necesidad pedagógica de exponer sus conocimientos en distintos grados de
asequibilidad con vistas a cada etapa de la educación, sin sacrificar por ello
lo más mínimo la exactitud de su método.[155]
Platón se halla, manifiestamente, tan penetrado por las matemáticas modernas de
su tiempo, que razona su postulado de la enseñanza elemental de las matemáticas
remitiéndose directamente a los más recientes descubrimientos de la
investigación 1071 griega. El extranjero
ateniense dice abiertamente que él no conoció sino en edad muy avanzada las
doctrinas que se trata de infundir a toda la nación griega a través de la
escuela primaria; añade que considera una vergüenza que un pueblo culto como el
griego se halle en este respecto por debajo de los egipcios.[156]
Dice esto refiriéndose al problema de la mensurabilidad de las líneas, las
superficies y los cuerpos entre sí.[157]
Lo que Platón expone aquí responde, evidentemente, a una información nueva en
su tiempo sobre el nivel de conocimiento de las matemáticas egipcias. Este
conocimiento lo debía probablemente a Eudoxo, que había vivido y observado
largo tiempo en Egipto.[158]
También tiene que descansar de modo necesario en un testimonio directo lo que
Platón dice acerca de los métodos intuitivos aplicados por los egipcios en la
enseñanza aritmética elemental, cuya imitación aconseja.[159]
Que su vehículo de información debió de ser Eudoxo lo confirma casi con
caracteres de certeza el hecho de que Platón relacione esta referencia con la
introducción de otra teoría desconocida también de los griegos por aquel
entonces y que tenía la mayor importancia para el culto divino. Nos referimos
a la teoría astronómica según la cual los llamados planetas ostentan sin razón
alguna este nombre, puesto que no se mueven en el firmamento, como a primera
vista parece, hacia adelante y luego en sentido inverso, sino que describen un
movimiento de rotación siempre en el mismo sentido.[160]
Esta teoría había sido sentada por Eudoxo y a ella se debía el conocimiento,
especialmente señalado por Platón en este punto, de que el planeta que parecía
moverse con más lentitud, el planeta Saturno, era en realidad el más rápido de
todos y el que recorría una órbita mayor.[161]
Platón relaciona este hecho astronómico con su concepción de los astros como
seres animados o dioses visibles.[162]
Visto así, el error material se convierte en la grosera omisión de un tributo
de honor merecido, que si tratándose de un simple corredor olímpico
constituiría una gran injusticia, lo es mucho más tratándose del culto debido a
un dios.[163] Por
donde el postulado 1072 de la enseñanza
matemática y astronómica en la escuela primaria viene a desembocar directamente
a la peculiar teología de las Leyes, que encuentra en la contemplación
del eterno ciclo matemático de los astros una fuente fundamental de su fe en
Dios.[164] La
función teológica de las mathematas y especialmente de la astronomía es
esencial para Platón. En manifestaciones posteriores de las Leyes, consagradas
a la prueba de la existencia de Dios, se pone de relieve expresamente el
cambio histórico que convierte a la astronomía de mentalidad atea de siglos
anteriores, a través de los modernos descubrimientos de esta ciencia, en un
punto de apoyo del conocimiento de Dios.[165]
El reforzamiento de la enseñanza "realista" sirve, en último
resultado, para fortalecer en el corazón de los ciudadanos la fe en Dios.[166]
Platón encuentra
su polis tan distinta de todo lo existente, que se impone por sí mismo
el problema de saber cómo han de enfocarse sus relaciones con el resto del
mundo. Puesto que no se trata de una ciudad marítima, no desarrollará un
comercio digno de mención, sino que aspirará a la autarquía económica.[167]
Pero también en lo espiritual deberá aislarse contra todas las influencias
fortuitas del exterior que puedan desviar la acción de sus leyes perfectas.[168]
Los viajes al extranjero sólo se autorizarán a los mensajeros, embajadores y theoroi.[169]
En la última categoría Platón incluye no a los embajadores fijos, según la
acepción tradicional de aquella palabra, sino a hombres en quienes vive algo
del espíritu de la investigación científica, es decir, verdaderos
"testigos" de la cultura y las leyes de otros hombres, dedicados a
estudiar sosegadamente la situación reinante en el extranjero.[170]
Sin un conocimiento de los hombres, de los buenos y de los malos, ningún estado
puede llegar a ser perfecto ni conservar sus leyes. La finalidad principal de
estos viajes de estudios 1073 al extranjero es
el hacer que los theoroi entablen relaciones con las pocas
personalidades descollantes, "hombres divinos", que existen entre los
muchos y con quienes merece la pena de hablar y llegar a entenderse.[171]
Podría pensarse que esto de reconocer que en el mundo, lo mismo en los estados
bien organizados que en los peores. existían tales hombres, representaba para
Platón una concesión nada fácil. Pero, aunque el estado mejor sea el terreno
mejor abonado y más propicio para que esos hombres surjan y prosperen, sabemos
por la República que la tyché divina hace posible también la
aparición de este tipo de hombres, con carácter excepcional, en un medio
hostil. El propio Platón vivió mucho tiempo ausente de Atenas, y la ley sobre
los viajes o misiones al extranjero de los hombres más destacados
espiritualmente obedece, según todos los indicios, a sus experiencias
personales. Los griegos habían emprendido siempre viajes al extranjero para
fines de cultura. Constituyen un fenómeno específicamente griego, al igual que la
cultura misma, así concebida. Solón, después de deponer su cargo, hizo un viaje
por Asia y Egipto "para informarse por sí mismo" (qewri/hj ei(/neka), y su ejemplo fue seguido por muchos,
como también había tenido en él otros predecesores. En la época de Platón, la
época de la paideia. esta clase de viajes para fines culturales (kata\ pai/deusin e)pidhmei=n) se emprendían con frecuencia, y
conocemos muchos ejemplos de ellos.[172]
Estos enviados deben informarse, en intercambio con sus iguales del
extranjero, acerca de cuáles leyes de su polis son las mejores y cuáles
necesitan ser mejoradas. Esta misión sólo se encomienda a hombres experimentados,
que hayan cumplido ya los cincuenta años.[173]
Al regresar a su país, se les concede libre acceso al supremo órgano de la
autoridad, o sea al consejo secreto y nocturno de estado. Forman parte de él
los titulares de las dignidades supremas del sacerdocio, 1074 los diez guardianes de las leyes más viejos, los
supremos funcionarios ejecutivos, el ministro del culto y de enseñanza o "epimeleta
de toda la paideia" y sus antecesores en el cargo que todavía
vivan.[174] La esfera
de competencia de este consejo abarca la legislación y la educación; su misión
consiste en mejorar estas materias.[175]
Quienes vuelvan del extranjero, después de haber observado de cerca las
instituciones de otros hombres, deberán informar acerca de todas las sugestiones
que hayan recibido de otros en materia de legislación y de educación y acerca
de sus propias observaciones.[176]
Pero sus consejos deberán someterse a una severa crítica, para que su
aplicación no sirva de vehículo a influencias perturbadoras.[177]
Tanto en la composición del consejo de estado como en los objetivos asignados a
su funcionamiento y en la finalidad que se atribuye a los viajes de estudios de
los theoroi se refleja la posición predominante que la paideia ocupa
en el estado de las Leyes. Platón aspira a poner a su estado a salvo del
peligro de estancamiento y a combinar la reglamentación autoritaria de la vida
en el interior del estado con su receptividad elástica para asimilarse las
sugestiones provechosas que pudiera recibir del exterior.
[1] 187 Leyes, libro i.
[2] 188 Leyes, libro iii.
[3] 189 Leyes, 690 A-C.
[4] 190 Leyes, 692 A.
[5] 191 Leyes, 693 D-701 B.
[6] 192 Leyes, 702 B-C. Inmediatamente antes de este
pasaje, el ateniense
plantea el problema de
por qué ha dado
este rodeo a través
de su larga
digresión histórica. Trata de preparar con ella la investigación del
problema del estado perfecto. Esto da pie al cretense Cleinias para hablar de
la fundación de la proyectada colonia.
[7] 193 Leyes, 704 B.
[8] 194 aristoteles,
Constitución de Atenas, c. 27, 1.
[9] 195 El documento principal de que
disponemos para esto es el Areopagítico de Isócrates. Cf. supra el
capítulo "Autoridad y libertad", pp. 895 ss., y mi estudio
allí citado The Date of Isocrates'
Areopagiticus and the Athenian Oppo-sition.
[10] 196 Isócrates razona más tarde esta
teoría detalladamente en el Panatenaico, pero mientras que Platón
encuentra encarnado en Esparta el ideal de la constitución mixta (Leyes, 629
A), Isócrates transfiere este ideal a la antigua Atenas, que ya había
presentado como modelo en su Areopagítico.
[11] 197
Cf. supra, p. 903.
[12] 198
aristóteles, Constitución
de Atenas, c. 27, 1.
[13] 199
Cf. esquilo, Pers., 103-113.
La flota y su destrucción es,
sin embargo, un motivo que aparece a lo
largo de toda la obra siempre que el coro de los príncipes persas censura o
deplora la política del joven rey Jerjes.
[14] 200 esquilo,
Pers., 800 s.
[15] 201 Leyes, 707 B-C.
[16] 202 Leyes, 709 A.
[17] 203 Leyes 709 B-C
[18] 204 Leyes, 709 E 6-710 B.
[19] 205
Leyes, 710 C 7-D. Cf. Rep.,
473 D y Carta VII, 326 A.
[20] 206
En Leyes, 711 A 6, remite Platón expresamente (por boca del extranjero ateniense) a
la experiencia personal
de un estado
gobernado por un
tirano. Sobre la influencia
transformadora que esto
ejerce sobre las
ideas del pueblo, Cf. 711 B.
[21] 207
Leyes, 711 D s.
[22] 208 Leyes 712 A.
[23] 209 Leyes, 712
E 10-713 A 2. Cf. 714 B, donde Platón
recuerda la tesis de Trasímaco en
el libro i de la República, según la cual las leyes se hacen, en el mundo entero, en
beneficio de la capa dominante en el estado, y 715 A, donde se alude claramente
al discurso de Calicles (cita de Píndaro)
en que se defiende el derecho
del más fuerte. Como excepción a
este punto de vista limitado, Platón sólo admite la forma de estado espartana,
mezcla de monarquía y democracia y que
en la institución
de los éforos
contiene incluso una
especie de elemento tiránico (712
D-E). Cf. las consideraciones, muy
parecidas a éstas, sobre la constitución sintética en Esparta en 691 D-692 A (supra,
p. 1049, n. 196).
[24] 210
En el estado
de las Leyes ningún
grupo debe detentar
todo el poder, 715 B-C, y los gobernantes de este
estado deben ser servidores de la ley.
[25] 211
Leyes, 715 E 7.
[26] 212 Leyes, 716 A 5-B.
[27] 213 Leyes, 716 C y 717 A.
[28] 214 Cf. supra, pp. 683 ss. y 695.
[29] 215 En
el Timeo, Platón
interpreta rigurosamente en
este sentido, con
los medios que le brindaba el conocimiento de la naturaleza de su
tiempo, el mundo visible y su orden. Su filosofía de la naturaleza es, por
tanto, el fondo necesario sobre el que se proyectan su paideia y su
teoría del estado, tal como se exponen en sus obras políticas más importantes,
la República y las Leyes. En rigor, sería una falta de integridad
excluir de la exposición de su paideia el Timeo u otra obra Platónica
cualquiera, cosa que debe señalarse aquí con toda fuerza para evitar el
equívoco de que el autor pudiera haber considerado posible semejante
separación. Pero, naturalmente, la presente obra no puede tratar con el mismo
detalle todos los aspectos de la concepción Platónica del mundo y no tiene más
remedio que destarar en primer plano aquellos escritos suyos que se relacionan
directamente con el problema de la paideia.
[30] 216 El camino hacia Dios es siempre kata\ fu/sin, 716 A 1. Cf. la exposición de la República, donde
la areté designa el estado que es κατά φύσιν. Así como en la frase de Spinoza, Deus sive
Natura, Dios se equipara a la naturaleza y se comprende a base de ella, en
Platón, por el contrario, se equipara la verdadera naturaleza a lo
divino y al bien hacia el que aspira el mundo visible, pero sin llegar a
alcanzarlo.
[31] 217
Cf. acerca de
esto el comienzo
del libro quinto,
y sobre todo
el libro décimo en que su
teología se construye totalmente sobre esta teoría del alma y de sus relaciones
con el cuerpo.
[32] 218
El mismo texto literal del pasaje
(Leyes, 716 C) demuestra
que Platón, con su fórmula,
quiere recordar la
famosa tesis de
Protágoras y expresar
su propio principio supremo
en nítida contraposición con
ella. "Por tanto,
Dios debe ser para nosotros más que nada la medida de todas las cosas,
mucho más que [como se
dice] ningún hombre." Dios
es la "medida" en
el mentido de la
meta (τέλος) hacia la que se debe
disparar (stoxa/zesqai) : Cf. 717
A. Esto nos recuerda la
República y el Gorgias, donde Platón enseña que la meta de toda
aspiración debe ser el
bien o "lo bueno en sí".
La coincidencia esencial entre el Dios de las Leyes y la
"forma de lo bueno en sí" ( i)de/a
tou= a)gaqou=) del libro
sexto de
la República no podría
expresarse con mayor
claridad que por medio de este
enlace con todo lo que Platón había escrito en aquellas obras anteriores acerca
del σκοπός. Debemos
tener presente que
en Platón la idea es la más alta realidad de lo que existe
y, por tanto, la idea del bien representa un grado superior y más poderoso del
bien que cualquier otra cosa en el mundo.
[33] 219
Leyes, 897 Β: o)rqa\ kai\ eu)dai/mona
paidagwgei= pa/nta.
[34] 220
Esta formulación, que
ilustra bien la
obra de creación
universal del Timeo, aparece
en Teeteto, 176 E.
[35] 221
Ya en Leyes, 643 A 7, es decir, ya en el libro primero, al
empezar a tratar de la
esencia de la paideia,
se había dicho
que ésta conduce
en último resultado a Dios. Dios
es su meta última e inconmovible.
Según 645 A-B, el legislador es
el hombre divino que alberga en su
interior el verdadero logos y convence a la polis para que lo convierta
en ley, y la ley es el hilo por el cual Dios mueve a su juguete, el hombre.
[36] 222
Fundamentar esto constituye el propósito de la teología Platónica en los
libros diez y doce de las Leyes.
[37] 223
Timeo, 37 A.
[38] 224
La expresión "dioses
visibles": Epinomis, 984 D 5.
Concepto de la astronomía como
ciencia matemática: Epinomis, 990 A s.
[39] 225
Cf. supra, pp. 975 ss.
[40] 226 Leyes., 718 B-C.
[41] 227 Platón
llama a esta yuxtaposición,
postulada por él, de preceptos legales y motivaciones psicológicas
el "doble hablar". Cf. 718
B-C, 719 E s., 720 E 6-8.
[42] 228 Forma simple
de la ley sobre el matrimonio: Leyes,
721 A-B 3; forma doble: 721 Β 6-D 6 (combinación del peitho y ananké).
[43] 229 Leyes, 721
C. Cf. Simp., 208 D-E.
[44] 230
supra, pp. 52 y 788 s.
[45] 231 Leyes, 721 C.
[46] 232 Leyes, 721 D. Esto
significa que no
puede ejercer nunca la
autoridad, la cual según el tercer axioma Platónico (Cf. 690 A 7)
corresponde a los viejos sobre los jóvenes.
[47] 233 Leyes, 723 C-D.
[48] 234 Leyes, 722 D.
[49] 235 Leyes, 722 E 5.
[50] 236 Leyes, 724 A. La teoría del alma, que no es
sino la médula del mensaje socrático, sigue, al comenzar el libro quinto. La
última frase del libro cuarto insiste de nuevo en la conexión entre los
preámbulos de las leyes y la paideia. En efecto, las leyes en sentido
tradicional no bastan, si realmente han de educar a los ciudadanos en aquella areté
del τέλεος πολίτης,
que en 643 E se
postulaba como meta de toda verdadera paideia. Lo que, por tanto, hay
que añadir a la legislación haciendo que informe hasta el último de sus
preceptos concretos es, en una palabra, el espíritu socrático.
[51] 237 A los preámbulos generales a la legislación en su
conjunto (734 E) deben seguir las leyes en sentido estricto. Como ei)/dh politei/aj, distingue Platón (735 A) la institución de los
cargos públicos y el establecimiento de las leyes con arreglo a las cuales
deben gobernar el estado sus titulares. Pero los primeros sólo se enumeran al
comenzar el libro sexto, puesto que antes se interpola un análisis detallado
sobre el reparto de la tierra (735 B). Es precisamente en este pasaje tan
importante donde más imperfecta aparece la composición de la obra. Es cierto
que ningún lugar era más adecuado para tratar este problema del reparto de la
tierra, tan candente para la mentalidad de los reformadores sociales del siglo
IV, como éste que
precede a las normas de organización administrativa. Pero, a pesar de ello, el
lector no tiene la impresión de que Platón tuviese el propósito de tratarlo
aquí cuando escribió las palabras de 735 A 5-6, que anuncian el tránsito a la
institución de los cargos públicos. Ivo bruns,
Platos Gesetze, pp. 189 s., considera 734 E 6-735 A 4 como un
fragmento errático del primer proyecto de Platón.
[52] 238 Leyes, 734 E 6-735 A 4.
[53] 239 Leyes, 965 B. En cambio, lo que Platón, en Leyes,
670 E, entiende por una a)kribeste/ra paidei/a, como la destinada al plh=qoj, no tiene, evidentemente, nada que ver
con la cultura superior de los regentes, de que aquí se trata. Aquella
expresión, en el pasaje del libro segundo, no tiene todavía el acusado sentido
conceptual con que la a)kribeste/ra paidei/a se contrapone en el libro duodécimo a
la σμικρά παιδεία del libro
quinto, 735 A.
[54] 240 No es probable que Platón se haya
propuesto jamás tratar por igual, en las Leyes, la cultura elemental y
la cultura superior. La paideia de los regentes no se habría distinguido
esencialmente, si la hubiese estudiado a fondo, de la cultura del
regente-filósofo, tal como se expone en la República.
[55] 241
El reconocimiento de la existencia de una casa y una familia en el estado de
las Leyes representa ya
un acercamiento a la realidad
vigente. Los fundamentos
para este orden social
se establecen en la
parte de la obra
que trata del reparto
de la propiedad territorial
(735 Bs.). Indudablemente, esta parte no guarda ninguna relación con la paideia, pero su modo de concebir la reglamentación de
la propiedad y
los medios de
adquirir influye también
de un modo decisivo,
como es natural,
en la estructura
de la educación.
Y a la inversa, la consagración de la propiedad
privada es a su vez, como Platón (740 A) observa, la
expresión de una determinada
fase de
educación y de
cultura: la del tiempo presente (kata\ th\n nu=n ge/nesin kai\ trofh\n kai\ pai/deusin).
[56] 242
Leyes, 788 Α.
[57] 243 Leyes, 788 Α-Β.
[58] 244 Leyes, 788 C.
[59] 245 νένεσις, τροφή y παίδευσις forman una unidad. Cf. 740 A 2 y 783 Β 2.
[60] 246 Leyes, 783 D-E.
[61] 247 Leyes, 784 A.
[62] 248 Leyes, 784 B.
[63] 249 Leyes, 784 C s.
[64] 250
critias, frag. 32 (Diels) ;
jenofonte, Constitución
de los lacedemonios, i, 4s.
[65] 251 Cf. supra,
pp. 1033 ss y Leyes, 653 As.
[66] 252 Leyes, 789
A s.
[67] 253 Leyes, 789 B-C.
[68] 254 Leyes, 789 C-D.
[69] 255 Leyes, 789 E. Platón
no quiere que
los niños anden antes
de los tres años, por miedo a que resulten
patizambos. Las nodrizas tienen que ser bastante fuertes para llevarlos en
brazos hasta esa edad. Sin duda exagera y, sin embargo, la costumbre de hacer
andar a los niños antes de tiempo justifica su recelo.
[70] 256 Leyes, 790 A-B.
[71] 257 Leyes, 790 C-E.
[72] 258 Leyes, 790 D s.
[73] 259 Leyes. 791 C.
[74] 260 Leyes, 791 D.
[75] 261 Leyes, 792 Β s.
Cf. 793 A.
[76] 262 Leyes, 792 E. También esto fue recogido por Aristóteles.
[77] 263 Leyes, 792 Β 4.
[78] 264 Leyes, 793 A 10-C.
[79] 265 Leyes, 793 D. Es evidente que
todo esto se refiere a las leyes de Atenas, que guardaban un silencio completo
acerca de tales cosas. Cf. 788 C.
[80] 266 Leyes, 793 D.
[81] 267 Platón menciona y pone como ejemplos
νόμιμα (ο e)pithdeu/mata) de los espartanos, los cretenses, los
celtas, los iberos, los persas, los cartagineses, los escitas, los tracios, los
saurómatas y de muchas otras ciudades y regiones griegas.
[82] 268 Leyes, 793 D 7-E.
[83] 269 Leyes, 794 A-B.
[84] 270 Leyes, 794 C.
[85] 271 Leyes, 794 D 5-795 D. Como
ejemplo que demuestra la posibilidad de este tipo de educación de la mano
derecha y la izquierda se citan las costumbres de los escitas, 795 A.
[86] 272 Leyes, 795 D 6 s.
[87] 273 Leyes, 796 A.
[88] 274 Leyes, 813 C 6 s. Cf. sobre los maestros de especialidades,
813 E.
[89] 275 Leyes, 813 D 6.
[90] 276 Leyes, 796 B.
[91] 277 Cf. supra, pp. 337 s.
[92] 278
Leyes, 796 C-D.
[93] 279
isócrates, Areop., 82; demóstenes,
Fil, i, passim.
[94] 280
wilamowitz, Aristóteles
und Athen, t. i, p. 353.
[95] 281
Cf. J. O. lofberg,
"The Date of
the Athenian Ephebeia", en Classical
Philology, vol. xx, pp. 330-335.
[96] 282 Leyes, 796 E.
[97] 283 Leyes, 659 D s. Cf. 673 Β 6, donde se
declara terminada la discusión acerca de la música.
[98] 284 Cf. supra, pp. 1016, 1032 ss.
[99] 285 Leyes, 658 E. Cf. supra, p. 1036, n.
103.
[100] 286 Leyes, 797 A s.
[101] 287 Leyes, 643 B-C, 656 C.
[102] 288 Leyes, 797 A 7.
[103] 289 Leyes, 794 A.
[104] 290 Leyes, 797 B-C.
[105] 291 Leyes, 797 C 5-D.
[106] 292
Leyes, 797 D.
[107] 293
Leyes, 798 B-D; carácter
sagrado de las canciones y las danzas, 799 A.
[108] 294
Leyes, 656 D. Cf. 797 A.
[109] 295 Leyes, 199 E-800 A
[110] 296 Leyes, 800 B-801 E.
[111] 297 Leyes, 801 D, 802 B. Cf. la
refundición de las poesías de tirteo, Cf.
supra, p. 1024.
[112] 298 Leyes, 801 E-802 A.
[113] 299 Leyes 799
a
[114] 300 Leyes, 802 E 5. Cf. supra, pp. 127ss.
[115] 301 Cf. supra, pp. 1034 s.
[116] 302 Entre los rasgos de la paideia Platónica
que corresponden a la estructura espiritual de la Iglesia católica figuran,
además de la gran importancia que se concede a las normas fijas en la conducta,
los cánticos y los movimientos en el culto divino, sobre todo el hecho de que
Platón base toda la vida y la educación del hombre sobre un sistema de
teología, tomando como medida exclusiva de todas las cosas a Dios y lo que
pueda ser grato a Él. Platón castiga con pena de muerte a los que nieguen la
verdad del sistema y duden de la existencia de Dios: Cf. Leyes, lib. x,
907 D-909 D. Toma como punto de partida para ello la forma de la querella por
ateísmo que existía ya en el antiguo estado de policía. Pero mientras que este
estado había condenado a muerte a Sócrates por negar a los dioses de la polis,
el estado Platónico de las Leyes invierte la cosa y condena a muerte
a quien no crea en el nuevo Dios proclamado por Sócrates. Claro queda que
Platón está convencido de que quien se someta durante largos años a la
terapéutica filosófica del alma que él prescribe para los que nieguen a Dios
antes de renunciar a ellos como incurables, no podrá menos de reconocer y
admitir la verdad de la doctrina del bien eterno como base de la sociedad.
[117] 303 Leyes, 644 D.
[118] 304 Leyes, 716 C.
[119] 305 Leyes, 803 B-C.
[120] 306 Cf. Leyes, 644 D 7-645 B. Platón vuelve a apoyarse expresamente en
esta imagen en 803 C y 804 B.
[121] 307 Leyes, 803 C, E.
[122] 308 Leyes, 803 D.
[123] 309 Leyes, 803 E.
[124] 310 Leyes, 804 D.
[125] 311 Leyes, 804 E.
[126] 312 Leyes, 804 C.
[127] 313 Leyes, 805 C.
[128] 314 Leyes, 807 D 6-E.
[129] 315 Leyes, 807 E.
[130] 316 Leyes, 808 E.
[131] 317 En Leyes, 809 A, dice
Platón del supremo funcionario puesto al frente de la educación del estado: o( tw=n nomofula/kwn e)pi\ th\n tw=n pai/dwn a)rxh\n
h(rhme/noj; en 809 Β 7 y 813 C 1: pai/dwn e)pimelhth/j; en 811 D 5 y 812 E 10: paideuth/j, y en 813 A 6: o( peri\
th\n mou=san a)/rxwn.
[132] 318 Leyes, 809 A 6. El educador del supremo
funcionario de la educación es la ley misma.
[133] 319 Leyes, 809 Β.
[134] 320
Cf. Leyes, 800 A s., donde se dan normas precisas encaminadas a
crear una tradición fija en cantos y danzas.
[135] 321 Leyes, 809
E-810 C.
[136] 322 Leyes, 810 E.
[137] 323 Cf jenofonte, Simp., iii, 5.
[138] 324 Rep., 598 E, 599 C. Cf. jenofonte,
Simp., iv, 6.
[139] 325 Leyes, 811 A.
[140] 326 Leyes, 811 C s., especialmente D 5.
[141] 327 Leyes, 811 C 6-10.
[142] 328 Leyes, 811 E.
[143] 329 Leyes, 811 E
6-812 A I.
[144] 330 Esta designación del maestro en
poesía figura en 812 B.
[145] 331 Leyes, 812 Β s.
[146] 332 Leyes, 813 B
s.
[147] 333
Debe consultarse sobre todo el libro segundo.
[148] 334
Leyes, 817 A-B.
[149] 335 Leyes, 817 B 6
s.
[150] 336 Fedro, 277 E; Carta VII, 341 C.
[151] 337 Leyes, 818 A, revela que
Platón postula también en las Leyes el "conocimiento exacto" de las
ciencias matemáticas (w(j a)kribei/aj
e)xo/mena) por "unos
pocos" (tinej o)li/goi). La palabra ακρίβεια guarda una relación consciente con la
expresión a)kribeste/ra paidei/a, con la que en el libro duodécimo (965
B) se designa la cultura del regente futuro. Es una expresión tomada directamente
de la República, donde Platón, 503 D 8, había designado también la
cultura del regente como paidei/a h( a)kribesta/th. Entre la educación del regente
expuesta en las Leyes y la expuesta en el libro séptimo de la República
no media, pues, en este respecto, diferencia alguna. Lo que Platón exige de
la matemática en el libro séptimo de las Leyes corresponde al
nivel de la cultura popular (smikra\
paidei/a) : Cf. 735 A 4.
[152] 338 Cf. Leyes, 967 A s.
[153] 339 Leyes, 817 E.
[154] 340
jenofonte, Mem., iv,
7, 2 s. Cf. supra, pp.
425 s.
[155] 341
Cf. lo que se dice en Leyes, 818 C-D, sobre la necesidad de la
metafísica y sobre el orden que debe seguirse en los estudios matemáticos. Esto presupone una sistemática
pedagógica ya desarrollada. El
carácter humanístico de
estos estudios, se subraya también en la Epinomis, 987 C. La idea aparece por primera vez en Rep., 522
E. Cf. supra, p. 702.
[156] 342
Leyes, 818 B-819 D. Platón dice que
cuando él aprendió algo en relación con esto a una edad relativamente avanzada,
estaba avergonzado "de toda Grecia": Cf. 819 D 8, 820 A 9, 820 Β 3-4.
[157] 343
Leyes, 819 E 10 s.
[158] 344
Sobre la estancia de Eudoxo en Egipto para fines de estudio, Cf. dióge-nes laercio, vih, 87.
[159] 345
Leyes, 819 Β 3.
[160] 346 Leyes, 821 B-822 C.
[161] 347 T. L. heath, A Manual of Greek Mathematics (Londres, 1931), p. 188. El llamado
sistema "filolaico" del movimiento de la Tierra, que se dice que
Platón aceptó ya en su ancianidad, no aparece señalado expresamente en este
pasaje de las Leyes.
[162] 348
Cf. supra, pp. 1051-53.
[163] 349
Leyes, 822 B-C. La
esencia de la religión, tal como los griegos la conciben, consiste sobre todo
en rendir a los dioses los honores y alabanzas que les son debidos. Cf. supra, p. 25, donde se pone de
manifiesto la relación entre esta actitud religiosa y la ética de la nobleza en
la Antigua Grecia.
[164] 350
Cf. Leyes, 996 D, sobre las dos
fuentes de la fe en Dios, una
de las cuales es el conocimiento
del curso matemático eternamente igual
de los astros. La otra fuente es la experiencia interior de la vida del alma
dentro de nosotros como un "ser en eterno fluir" (αέναος ουσία).
Cf. mi obra Aristóteles, pp. 188 s. Cierto
que sólo los futuros regentes tenían por qué adquirir un conocimiento verdadero
de las leyes astronómicas. Cf. 968 A.
[165] 351
Leyes, 967 As.
[166] 352 En 822 D, Platón hace seguir, de un
modo curioso, después de las normas sobre la enseñanza en las disciplinas
matemáticas, una larga digresión sobre la caza como paideia. Ésta forma
el final de la legislación educativa del libro séptimo. Que este lugar, a
continuación de la cultura intelectual, no es el más adecuado para tal materia,
se comprende fácilmente, razón por la cual no hemos de tratar de ella aquí. Ya
la hemos estudiado a propósito de la obra de Jenofonte sobre cinegética,
puesto que ambos coinciden totalmente en cuanto a apreciar la importancia de
la caza para la educación y sus doctrinas se explican y completan mutuamente.
Cf. supra, p. 977.
[167] 353
Leyes, 949 E. Cf. 704 Β s., donde se
establece el carácter no marítimo y agrario de la polis.
[168] 354
Leyes, 949 E 7.
[169] 355 Leyes, 950 D.
[170] 356 Leyes, 951 A.
[171] 357 Leyes, 951 B-C.
[172] 357a eneas
táctico, X 10. autor
contemporáneo de materias militares, distingue corrientemente entre viajes
culturales y viajes para fines de negocio. Da por supuesto que en todo tiempo
residen en una ciudad (e)pidhmei=n) muchos extranjeros, sea para fines de
cultura (kata\ pai/deusin), sea con otros fines relacionados con
los negocios (kat' a)/llhn tina' xrei/an). La primera categoría de extranjeros
se halla formada, indudablemente, en parte por "estudiosos" que
vienen de fuera (Cf. isócrates, Antid.,
224; seudo hipócrates. Demon.,
19. menciona también los largos viajes que debían emprender con frecuencia
tales estudiosos para escuchar a maestros prestigiosos), en parte por viajeros
investigadores o gente que viajaba para ver el mundo, ampliando de este modo
su cultura. Esta clase de viajes, qewri/hj ei(/neka, empiezan muy pronto entre los griegos. Los ejemplos
más famosos nos los ofrecen Solón, Hecateo, Heródoto, Eudoxo y Platón.
[173] 358 Leyes, 951 C 6. También en Leyes, 952
D-953 E, da Platón normas precisas sobre la admisión de extranjeros y sobre
las categorías que deben ser admitidas. Entre ellos figuran, además de los
comerciantes, visitantes y embajadores, como cuarta categoría, la que
corresponde a los theoroi científicos, es decir, los sabios
investigadores. Éstos tienen libre acceso al ministro de educación y a los
sabios del país.
[174] 359 Leyes, 951 D-E.
[175] 360 Leyes, 951 E 5-952 A.
[176] 361 Leyes, 952 B.
[177] 362 Leyes, 952 C-D. La introducción de innovaciones
perjudiciales en materia de paideia se castiga con la pena de muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario