a. Salmoneo, hijo, o nieto, de Éolo y Enáreta, reinó
durante un tiempo en Tesalia antes de conducir una colonia eolia a los confines
orientales de Elide, donde construyó la ciudad de Salmone, cerca de la fuente
del río Enipeo, un tributario del Alfeo[1]. A Salmoneo le odiaban sus
súbditos y su insolencia regia llegó a tal extremo que incluso transfirió los
sacrificios de Zeus a sus propios altares y anunció que él era Zeus. Incluso
recorría las calles de Salmone arrastrando calderos de bronce, atados con
cuero, detrás de su carro para simular el trueno, de Zeus, y lanzando al aire
antorchas hechas con hojas de roble. Algunas de ellas, al caer, quemaban a sus,
infortunados súbditos, de quienes se esperaba que las tomaran por rayos. Un
buen día Zeus castigó a Salmoneo lanzándole un verdadero rayo, que no sólo los
destruyó a él y al carro, sino que además incendió toda la ciudad[2].
b. Alcídice, la esposa de Salmoneo, había muerto
muchos años antes al dar a luz una hermosa hija llamada Tiro, que quedó a cargo
de su madrastra Sidero, y la trataban con mucha crueldad por considerarla la
causa de la expulsión de la familia de Tesalia, pues había dado muerte a los
dos hijos que tuvo con su malvado tío Sísifo. Se enamoró del río Enipeo y
frecuentaba día tras días sus orillas llorando su soledad. Pero el dios
fluvial, aunque le divertía y halagaba su pasión, no la animaba lo más mínimo.
c. Posidón decidió aprovechar esa situación
ridícula. Se disfrazó de dios del Río e invitó a Tiro a unirse con él en la
confluencia del Enipeo y el Alfeo, y allí la sumió en un sueño mágico, mientras
una ola negra se alzaba como una montaña y ondulaba la cresta para ocultar su
bribonada. Cuando despertó Tiro y se encontró violada, se quedó horrorizada por
el engaño, pero Posidón se echó a reír y le dijo que
corriera a casa y guardara silencio respecto a lo que había sucedido. Añadió
que su recompensa serían dos hermosos mellizos, hijos de un padre mejor que un
mero dios fluvial[3].
d. Tiro se las arregló para mantener su secreto
hasta que dio a luz los prometidos mellizos, pero entonces, incapaz de
enfrentar la ira de Sidero, los abandonó en una montaña. Un cuidador de caballos
que pasó por allí los llevó a su hogar, pero no sin que antes su yegua madre
coceara al mayor en el rostro. La esposa del cuidador de caballos crió a los
niños, dio el coceado a la yegua para que lo amamantara y le llamó Pelias; el
otro, al que llamó Neleo, adquirió su naturaleza salvaje de la perra que le
sirvió como madre adoptiva. Pero algunos dicen que a los mellizos se les
encontró a la deriva en el Enipeo en un arca de madera. Tan pronto como Pelias
y Neleo descubrieron el nombre de su madre y se enteraron de cuan
despiadadamente había sido tratada se dispusieron a vengarla. Sidero se refugió
en el templo de Hera, pero Pelias la mató mientras ella se asía a los cuernos
del altar. Esta fue la primera de las muchas afrentas que hicieron a la diosa[4].
e. Tiro se casó más tarde con su tío Creteo,
fundador de Yolco, con quien tuvo a Esón, padre del argonauta Jasón; él adoptó
como hijos a Pelias y Neleo[5].
f. Cuando murió Creteo los
gemelos se pelearon; Pelias se apoderó del trono de Yolco, desterró a Neleo y
mantuvo a Esón preso en el palacio. Neleo condujo a los nietos de Creteo,
Melampo y Biante, con una compañía mixta de aqueos, ftiótidas y eolios, a
Mesenia, donde expulsó de Pilos a los léleges e hizo a la ciudad tan famosa que
ahora se le considera como su fundador. Se casó con Cloris, pero Heracles dio
muerte a sus doce hijos, con excepción de Néstor[6].
*
1. Antígono de Caristo (Relato de cosas maravillosas 15) recuerda que en Cranón se
conservaba un carro de bronce que provocaba la lluvia y que en las épocas de
sequía los habitantes arrastraban por terreno escabroso para que se sacudiera y
resonara, y también (como lo muestran las monedas cranonias) para que salpicara
el agua de los cántaros que contenía. Siempre sobrevenía la lluvia, según
Antígono. Por tanto, el encantamiento de Salmoneo para producir tormentas habrá
sido una práctica religiosa común, como hacer sonar guijarros en una calabaza
seca, golpear en puertas de roble, agitar piedras en una caja, bailar, golpear
escudos o hacer girar sonajas. Se le describió como un criminal sólo cuando la
autoridad central aquea prohibió la representación de Zeus (véase 45.2). A
juzgar por los cedazos de las Danaides (véase 60.6) y la danza de la vaca
argiva (véase 56.1), la ceremonia para provocar la lluvia era originalmente una
prerrogativa femenina —como sigue siéndolo entre ciertas tribus primitivas del
África, como las de los hereros y los damaras—, pero pasó a cargo del rey
sagrado cuando la Reina le permitió actuar como su representante (véase 136.4).
2. Tiro era la Diosa Madre de los tirios y tirrenos,
o tirsenios, y quizá también de los tirintios; el suyo es probablemente un
nombre prehelénico, pero proporcionó a Grecia la palabra tyrsis («ciudad amurallada») y también la idea de «tiranía». Su
maltrato por Sidero recuerda el de Antíope por Dirce, mito al que se parece
mucho (véase 16.a); y puede haber sido originalmente el testimonio de una
opresión de los tirios por sus vecinos los sidonios. Se creía que el agua
fluvial empreñaba a las novias que se bañaban en ella —el baño era también un
rito purificador después de la menstruación o del parto— y es probable que se
invocase al Enipeo de Tiro, como al Escamandro (véase 137.3) para perder la
virginidad. La anécdota de la seducción de Tiro por Posidón se propone explicar
por qué a los descendientes de Salmoneo se los llamaba a veces «hijos de
Enipeo», que era su patria original, y otras veces
«hijos de Posidón», a causa de su fama naval. Su anterior seducción por Sísifo
indica que el culto del sol corintio había sido implantado en Salmone; Antíope
estaba también relacionada por casamiento con Sísifo (véase 76.b).
3. El arca de Tiro en la que envió a los mellizos a
la deriva por el Enipeo, debió de ser de madera de aliso, como el arca en que
Rea Silvia envió a Rómulo y Remo flotando por el Tíber. La pelea de Pelias y
Neleo, como la de Eteocles y Polinices, la de Acrisio y Preto, la de Atreo y
Tiestes y otras parejas de reyes análogas, parece registrar el derrumbamiento
del sistema por el cual el rey y su sucesor gobernaban alternativamente durante
cuarenta y nueve o cincuenta meses en el mismo reino (véase 69.1; 73.4 y
106.b).
4. Los cuernos del altar a los que se asió Sidero
eran los que se fijaban habitualmente a la imagen de la diosa Vaca Hera,
Astarté, Io, Isis o Hathor; y Pelias parece haber sido un conquistador aqueo
que reorganizó por la fuerza el culto eolio de la diosa en la Tesalia
meridional. En Palestina los altares con cuernos, como el altar al que se asió
Joab (I Reyes ii.28, etc.),
sobrevivieron al destronamiento de la vaca Luna y su becerro de oro.
[1]
Apolodoro: i.7.3; Higinio:
Astronomía poética ii.20; Estrabón:
viii.3.32.
[2]
Diodoro Sículo: iv.68.1;
Apolodoro: i.9.7; Higinio: Fábula 61.
[3]
Apolodoro: i.9.8; Homero: Odisea xi.235 y ss.; Luciano: Diálogos marinos 13.
[4]
Apolodoro: loc. cit.; Eustacio sobre la Odisea de Homero xi.253; Sófocles: Tiro, citado por Aristóteles: Poética xvi.1454.
[5]
Pausanias: iv.2.3;
Apolodoro: i.9.11; Higinio: Fábula
12.
[6]
Hesíodo: Teogonía 996; Escoliasta sobre Alcestes de Eurípides 255; Diodoro
Sículo: iv.68.6; Pausanias iv.2.3; 36.1 y x.29.3; Homero: Ilíada xi.682.
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