a. Alcestis, la más bella de las hijas de Pelias,
fue solicitada en matrimonio por muchos reyes y príncipes. Como no quería poner
en peligro su posición política rechazando a cualquiera de ellos y viendo, al
mismo tiempo, que era claramente imposible satisfacer a más de uno, Pelias hizo
saber que casaría a Alcestis con el hombre que lograra uncir un jabalí y un
león a su carro y conducirlos alrededor del estadio. Al enterarse de eso, Admeto,
rey de Feras, llamó a Apolo, quien durante un año le tenía que servir como vaquero
por orden de Zeus, y le preguntó: «¿Te he tratado con el respeto debido a tu
divinidad?» «Lo has hecho, ciertamente —asintió Apolo— y yo te he mostrado mi
agradecimiento haciendo que todas tus ovejas paran mellizos.» «Entonces, como
un favor final —suplicó Admeto— te ruego que me ayudes
a conseguir a Alcestis permitiéndome que cumpla las condiciones de Pelias.»
«Será un placer para mí», contestó Apolo. Heracles le ayudó también amansando a
las fieras y poco después Admeto condujo su carro alrededor del estadio de
Yolco tirado por aquel par de animales salvajes[1].
b. No se sabe por qué Admeto
omitió el acostumbrado sacrificio a Artemis antes de casarse con Alcestis, pero
la diosa se apresuró a castigarle. Cuando, animado por el vino, ungido con esencias
y enguirnaldado con flores, entró esa noche en la cámara nupcial, Admeto
retrocedió horrorizado. En el lecho matrimonial no le esperaba una bella novia
desnuda, sino un nudo enmarañado de serpientes sibilantes. Admeto corrió
gritando en busca de Apolo, quien intervino bondadosamente ante Artemis en
favor de él. Después de ofrecerse inmediatamente el sacrificio olvidado, todo
quedó arreglado y Apolo incluso obtuvo la promesa de Artemis de que, cuando
llegara el día de la muerte de Admeto, se le perdonaría la vida con la
condición de que un miembro de su familia muriese voluntariamente por amor a
él.
c. Ese día fatídico llegó más pronto de lo que
esperaba Admeto. Hermes se introdujo en el palacio una mañana y le citó para el
Tártaro. Se produjo una consternación general, pero Apolo gano un poco de
tiempo para Admeto emborrachando a las Tres Parcas, y así aplazó el corte fatal
del hilo de su vida. Admeto corrió apresuradamente a ver a sus ancianos padres,
se asió a sus rodillas y suplicó a cada uno de ellos por turno que le cedieran
lo que les quedaba de vida. Pero ellos se negaron rotundamente, alegando que la
vida les placía mucho todavía y que él debía conformarse con su suerte, como
hacía todo el mundo.
d. Entonces, por amor a Admeto, Alcestis se envenenó
y su alma descendió al Tártaro, pero Perséfone consideró
que estaba mal que una esposa muriese en vez de su marido. «¡Vuelve al aire superior!»[2], exclamó.
e. Algunos refieren las cosas de un modo diferente.
Dicen que Hades fue personalmente en busca de Admeto y que, cuando éste huyó,
Alcestis se ofreció voluntariamente a ocupar su lugar, pero Heracles se
presentó inesperadamente con una nueva clava de acebuche y la salvó[3].
*
1. El uncimiento de un león y un jabalí al mismo
carro es el tema de un mito tebano (véase 106.a) en el que el significado
original ha sido igualmente oscurecido. El león y el jabalí eran los símbolos
animales que se daban a la primera y la segunda mitades del Año Sagrado,
respectivamente —se dan constantemente, en oposición, en los vasos etruscos— y
el oráculo parece haber propuesto un arreglo pacífico de la rivalidad
tradicional entre el rey sagrado y su heredero. Este arreglo consistía en que
el reino se dividiera en dos mitades y que ambos reinaran concurrentemente,
como Preto y Acrisio hicieron finalmente en Argos (véase 73.a), en vez de
mantenerlo entero y gobernarlo alternadamente, como hicieron Eteocles y
Polinices en Tebas (véase 106.b). Una vuelta alrededor del estadio en un carro
era una prueba de realeza (véase 64.3).
2. Artemis se oponía al matrimonio monogámico porque
pertenecía al culto pre-heleno en el que las mujeres se emparejaban
promiscuamente fuera de sus clanes; por eso los helenos la propiciaban con
sacrificios nupciales portando antorchas de la casta oxiacanta en su honor. La
práctica patriarcal de inmolar a la viuda en la hoguera, de la que dan
testimonio los mitos de Evadne (véase 106.1) y Políxena (véase 168.k), nació de
la costumbre indo-europea que prohibía a las viudas volver a casarse; una vez
que se mitigó esta prohibición, la inmolación de la viuda en la hoguera se hizo
menos atractiva (véase 74.a).
3. En la primera versión de este mito Perséfone
rechazaba el sacrificio de Alcestis. Perséfone representa el punto de vista
matriarcal. En la segunda versión Heracles lo prohibía y era elegido como
instrumento de la voluntad de Zeus, es decir, de la ética patriarcal, basándose
en que en una ocasión perturbó el Infierno y salvó a Teseo (véase 103.d). El
olivo silvestre servía en Grecia para expeler las malas influencias (véase
119.2) como el abedul en Italia y la Europa septentrional (véase 52.3).
[1]
Higinio: Fábula 50; Apolodoro: iii.10.4;
Calímaco: Himno a Apolo 47-54; Escoliasta
sobre Alcestes de Eurípides 2;
Fulgencio: i.27.
[2]
Apolodoro: i.9.15.
[3]
Eurípides: Alcestes.
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