a. Artemis, hermana de Apolo, está armada con arco y
flechas como él; posee el poder de producir pestes y la muerte súbita entre los
mortales y también el de curarlos. Es la protectora de los niños pequeños y de
todos los animales que maman, pero también le gusta la caza, especialmente la
de venados.
b. Un día, cuando era todavía una niña de tres años,
su padre Zeus, en cuyas rodillas estaba sentada, le preguntó qué regalos le
gustarían. Artemis le contestó inmediatamente: «Te ruego que me concedas la
virginidad eterna, y me des tantos nombres como mi hermano Apolo, un arco y
flechas como los suyos, el cargo de llevar la luz, una túnica de caza
azafranada con borde rojo que me llegue hasta las rodillas, sesenta jóvenes
ninfas oceánicas, todas de la misma edad, como damas de honor, veinte ninfas
fluviales de Amnisos en Creta para que cuiden de mis borceguíes y aumenten a
mis sabuesos cuando no salga de cacería, todas las montañas del mundo y,
finalmente, cualquier ciudad que quiera elegir para mí, pero bastará con una,
porque me propongo vivir en las montañas la mayor parte del tiempo. Por
desgracia, las parturientas me invocarán con frecuencia, pues mi madre Leto me
tuvo y me dio a luz sin dolores, y las Parcas me han hecho, por lo tanto,
patrona del parto»[1].
c. Se estiró para acariciar la barba de Zeus, quien
sonrió con orgullo y dijo: «Con hijos como tú no tengo por qué temer la ira celosa
de Hera. Tendrás todo eso y todavía más: no una, sino treinta ciudades, y una
participación en otras muchas, tanto en tierra firme como en el archipiélago, y
te nombro guardiana de sus caminos y puertos»[2].
d. Artemis le dio las gracias, saltó de sus rodillas
y fue en primer lugar al monte Leuco de Creta y luego al océano, donde eligió
como acompañantes a numerosas ninfas de nueve años, a las que sus madres
dejaron ir complacidas[3]. Por invitación de Hefesto
visitó luego a los Cíclopes en la isla de Lipara y los encontró forjando una
gamella para los caballos de Posidón. Brontes, quien había recibido la orden de
hacer todo lo que ella deseara, la tomó en sus rodillas, pero como no le
agradaron sus caricias, Artemis le arrancó un puñado de pelo del pecho, donde
le quedó un pedazo pelado hasta el día de su muerte; cualquiera podía haber
supuesto que tenía sarna. A las ninfas les aterrorizó el aspecto salvaje de los
Cíclopes y el estrépito de su fragua, y con razón, pues siempre que una niña es
desobediente su madre la amenaza con Brontes, Arges o Estéropes. Pero Artemis
les pidió audazmente que abandonaran por un rato la gamella de Posidón y le
hicieran a ella un arco de plata con una aljaba llena de flechas, a cambio de
lo cual comerían la primera presa que ella hiciese[4]. Con esas armas fue a
Arcadia, donde Pan se ocupaba en descuartizar un lince para dar de comer a sus
perras y cachorros. SI le dio tres sabuesos de orejas gachas, dos abigarrados y
uno moteado, capaces los tres juntos de arrastrar leones vivos hasta sus
perreras, y siete sabuesos rápidos de Esparta[5].
e. Habiendo capturado vivas a un par de ciervas
cornígeras, las unció a un carro de oro con bocados dorados y se dirigió hacia
el norte por el monte Hemo de Tracia. Se cortó su primera antorcha de pino en
el Olimpo misio y la encendió con las pavesas de un
árbol derribado por un rayo. Probó su arco de plata cuatro veces: sus dos
primeros blancos fueron árboles, el tercero una fiera, y el cuarto una ciudad
de hombres injustos[6].
f. Luego volvió a Grecia, donde las ninfas amnisias
desuncieron sus ciervas, las almohazaron, las alimentaron con el trébol de crecimiento
rápido de la dehesa de Hera que comen los corceles de Zeus y les dieron de
beber en gamellas de oro[7].
g. En una ocasión el dios fluvial Alfeo, hijo de
Tetis, se atrevió a enamorarse de Artemis y la persiguió a través de Grecia,
pero ella llegó a Letrini, en Elide (o, según dicen algunos, más lejos, hasta
la isla de Ortigia, cerca de Siracusa), donde embadurnó su rostro y el de todas
sus ninfas con barro blanco, de modo que no se la podía distinguir de sus
acompañantes. Alfeo se vio obligado a retirarse, perseguido por una risa
burlona[8].
h. Artemis exige a sus compañeras la misma castidad
perfecta que practica ella. Cuando Zeus sedujo a una de ellas, Calisto, hija de
Licaón, Artemis observó que estaba encinta. La transformó en una osa, llamó a
la jauría y Calisto habría sido perseguida y destrozada por los perros si no la
hubiera acogido en el Cielo Zeus, quien luego puso su imagen entre las
estrellas. Pero algunos dicen que Zeus mismo transformó a Calisto en una osa y
que la celosa Hera hizo que Artemis la cazase equivocadamente. El hijo de Calisto,
Arcade, se salvó y fue el antepasado de los arcadios[9].
i. En otra ocasión Acteón, hijo de Aristeo, se
hallaba recostado en una roca cerca de Orcomenes cuando vio a Artemis bañándose
en un arroyo no lejano y se quedó contemplándola. Para que luego él no se
jactase ante sus compañeros de que ella se había mostrado desnuda en su presencia. Artemis lo transformó en un ciervo y con su propia
jauría de cincuenta sabuesos lo despedazó[10].
*
1. La Doncella del Arco de Plata, a la que los
griegos incluían en la familia olímpica, era el miembro más joven de la Tríada
de Artemis. «Artemis» era un título más de la triple diosa Luna y, por lo
tanto, tenía derecho a alimentar a sus ciervas con trébol, símbolo de la
trinidad. Su arco de plata representaba a la luna nueva. Pero la Artemis
olímpica era más que una doncella. En otras partes, en Efeso, por ejemplo, se
la adoraba en su segunda persona, como Ninfa, una Afrodita orgiástica con un
consorte varón y la palmera (véase 14.a), el ciervo y la abeja (véase 18.3)
como sus emblemas principales. Su obstetricia corresponde más bien a la Vieja,
lo mismo que sus flechas mortales, y las sacerdotisas de nueve años son un
recuerdo de que el número de la muerte de la luna es tres veces tres. Recuerda
a la «Señora de las Cosas Salvajes» cretense, al parecer la diosa ninfa suprema
de las sociedades totémicas arcaicas, el baño ritual en el que la sorprendió Acteón,
así como las ciervas cornígeras de su carro (véase 125.a) y las codornices de
Ortigia (véase 14.3), parecen más apropiados para la Ninfa que para la
Doncella. Acteón era, al parecer, un rey sagrado del culto del ciervo
pre-heleno, despedazado al final de su reinado de cincuenta meses, es decir la
mitad de un Gran Año, mientras que su colega o sucesor reinaba el resto del
año. La ninfa se bañaba después, y no antes, del asesinato, como era debido.
Hay numerosos casos análogos de esta costumbre ritual en el mito irlandés y el
gales y en una fecha tan posterior como el siglo i d. de C. un hombre disfrazado de ciervo era cazado y muerto
periódicamente en el monte Liceo de Arcadia (Plutarco: Cuestiones griegas 39). Los sabuesos serían blancos con orejas
rojas, como los «sabuesos del Infierno» en la mitología celta. Había una quinta
cierva cornígera que se le escapó a Artemis (véase 125.a).
2. El mito de su persecución por Alfeo parece seguir
el modelo del de su inútil persecución de Aretusa, en. la que ésta se
transformó en una fuente y él en un río (Pausanias: v. 7.2), y puede haber sido
inventado para explicar el yeso, o la arcilla blanca, con que las sacerdotisas
de Artemis Alfea se embadurnaban los rostros en Letrini y Ortigia en honor de
la Diosa Blanca. Alph significa
blancura y producto cereal; alphos es
lepra; alphe, beneficio; alphiton, cebada perlada, y Alphito en la Diosa Blanca del Cereal
como Cerda. A la estatua más famosa de Artemis en Atenas la llamaban «la del
rostro blanco» (Pausanias: i.26.4). El significado de Artemis es dudoso: puede ser «de miembros fuertes», de artemes; o «la que despedaza», pues los
espartanos la llamaban Artamis, de
artao; o «la alta convocadora», de airo
y themis; o la sílaba «therais» puede
significar «agua», porque la luna era considerada como la fuente de toda agua.
3. Ortigia, «isla de las codornices», cerca de
Délos, estaba también consagrada a Artemis (véase 14.a).
4. El mito de Calisto tiene por finalidad explicar
las dos niñas vestidas como osas que aparecían en el festival ático en honor de
Artemis Brauronia, y la relación tradicional entre Artemis y la Osa Mayor. Pero
se puede suponer una versión anterior del mito en la que Zeus seducía a
Artemis, aunque ella primeramente se transformó en una osa y luego se embadurnó
el rostro con yeso, con el propósito de escaparle. Artemis era originalmente la
gobernante de las estrellas, pero las tuvo que ceder a Zeus.
5. La causa de que le arrancara el pelo a Brontes es
dudosa; Calímaco podrá referirse traviesamente a algún conocido cuadro que
representaba el acontecimiento y en el que se había raído la pintura
correspondiente al pecho del cíclope.
6. Como «Señora de las Cosas Salvajes», o patrona de
todos los clanes totémicos, se ofrecía anualmente a Artemis un holocausto de
animales totémicos vivos, aves y plantas, y este sacrificio sobrevivía en la
época clásica en Parras, ciudad de Calidonia (Pausanias: iv.32.6); allí se la
llamaba Artemis Lafria. En Mesena le ofrecían un sacrificio análogo los
Curetes, como representantes del clan totémico (iv.32.9); y se recuerda otro en
Hierápolis, donde colgaban a las víctimas de los árboles de un bosque artificial
situado dentro del templo de la diosa (Luciano: Sobre la diosa siria 41).
7. El olivo estaba consagrado a Atenea y la palmera
a Isis y Lat. Un sello de abalorio de la época minoica media que me pertenece
muestra a la diosa junto a una palmera, vestida con una falda de hoja de
palmera y sosteniendo una palmerita en la mano; observa a un ternero del Año
Nuevo que nace de un racimo de dátiles. En el otro lado del árbol se halla un
toro moribundo, evidentemente el toro real del Año Viejo.
[1]
Calímaco: Himno a Ártemisa 1 y ss.
[2]
Ibid.: 26 y ss.
[3]
Ibíd.: 40 y ss.
[4]
Ibíd.: 47 y ss.
[5]
Ibíd.: 69 y ss.
[6]
Ibíd.: 110 y ss.
[7]
Ibíd.: 162 y ss.
[8]
Pausanias: vi.22.5;
Escoliasta sobre las Odas píticas de Píndaro ii.12.
[9]
Higinio: Astronomía poética ii.l; Apolodoro: iii.8.2.
[10]
Higinio: Fábula 181; Pausanias: ix.2.3.
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