jueves, 14 de diciembre de 2017

21. NATURALEZA Y HECHOS DE APOLO

a. Apolo, el hijo que tuvo Zeus con Leto, era sietemesino, pero los dioses se desarrollan rápidamente. Temis le alimentó con néctar y ambrosía y cuando amaneció el cuarto día pidió un arco y flechas, que Hefesto le proporcionó inmediatamente. Dejó Délos y se dirigió directamente al monte Parnaso, donde acechaba la serpiente Pitón, enemiga de su madre, y la hirió gravemente con sus flechas. Pitón huyó al Oráculo de la Madre Tierra en Delfos, ciudad llamada así en honor del monstruo Delfine, su compañero, pero Apolo se atrevió a seguirlo al interior del santuario y allí lo mató, junto al precipicio sagrado[1].
b. La Madre Tierra informó de ese ultraje a Zeus, quien no sólo ordenó que Apolo fuese a Tempe para purificarse, sino que además instituyó los Juegos Píticos en honor de Pitón, los cuales debía presidir como penitencia. Sin alterarse en lo más mínimo, Apolo obedeció la orden de Zeus de ir a Tempe y, en cambio, fue a Agila para purificarse, acompañado de Ártemis; luego, como no le agradaba el lugar, se embarcó para Tarra en Creta, donde el rey Carmanor realizó la ceremonia[2].
c. Cuando regresó a Grecia Apolo fue en busca de Pan, el desacreditado y viejo dios arcadio de patas de cabra y, después de engatusarle para que le revelara el arte de la profecía, se apoderó del Oráculo de Delfos y retuvo a su servicio a su sacerdotisa, llamada la Pitonisa.
d. Leto, cuando se enteró de ello, fue con Artemis a Delfos, donde se desvió para realizar cierto rito privado en una cueva sagrada. El gigante Ticio interrumpió sus devociones y trataba de violarla, cuando Apolo y Ártemis, al oír gritos, corrieron y mataron al gigante con una descarga de flechas, venganza que Zeus, el padre del gigante, tuvo a bien considerar piadosa. En el Tártaro atormentaron a Ticio extendiéndolo con los brazos y las piernas clavados a la tierra; la extensión que abarcaba no bajaba de nueve acres y dos buitres le comían el hígado[3].
e. Luego Apolo mató al sátiro Marsias, acompañante de la diosa Cibeles. Así fue como sucedió: Un día Atenea hizo una flauta doble con huesos de ciervo y la tocó en un banquete de los dioses. No podía comprender al principio por qué Hera y Afrodita se reían silenciosamente tapándose el rostro con las manos, pues su música parecía complacer a los otros dioses; en consecuencia se dirigió sola a un bosque frigio, tomó otra vez la flauta junto a un arroyo y contempló su imagen en el agua mientras tocaba. Inmediatamente se dio cuenta de lo ridícula que le hacía parecer el rostro azulado y los carrillos hinchados, por lo que arrojó la flauta y maldijo a quienquiera que la recogiera.
f. Marsias fue la víctima inocente de esa maldición. Tropezó con la flauta, que tan pronto como se la llevó a los labios empezó a tocar por sí sola, inspirada por el recuerdo de la música de Atenea; recorrió Frigia con ella en el séquito de Cibeles, deleitando a los campesinos ignorantes. Éstos decían que ni Apolo mismo podía haber hecho mejor música, ni siquiera con su lira, y Marsias fue lo bastante insensato como para no contradecirles. Por supuesto, esto provocó la ira de Apolo, quien le invitó a un certamen en el que el vencedor podría imponer el castigo que quisiese al perdedor. Marsias accedió y Apolo eligió a las Musas como jurado. Los dos quedaron igualados, pues a las Musas les encantaban ambos instrumentos, hasta que Apolo le gritó a Marsias: «Te desafío a que hagas con tu instrumento lo que yo puedo hacer con el mío. Ponlo al revés y toca y canta al mismo tiempo.»
g. Con una flauta eso era manifiestamente imposible y Marsias no logró hacer frente al desafío. Pero Apolo invirtió la lira y cantó himnos tan deliciosos en honor de los dioses olímpicos que las Musas no pudieron menos de sentenciar en su favor. Luego, a pesar de su supuesta bondad, Apolo se vengó cruelmente de Marsias: lo desolló vivo y clavó su piel a un pino (o, como dicen algunos, a un plátano), junto a la fuente del río que ahora lleva su nombre[4].
b. Más tarde Apolo ganó un segundo certamen musical presidido por el rey Midas; esta vez venció a Pan. Convertido en el reconocido dios de la Música, desde entonces toca su lira de siete cuerdas durante los banquetes de los dioses. Otro de sus deberes fue en un tiempo el cuidado de los rebaños y manadas que tenían los dioses en Pieria, pero posteriormente delegó esta tarea en Hermes[5].
i. Aunque Apolo se negaba a atarse con los lazos del matrimonio, dejó encinta a muchas ninfas y mujeres mortales, entre ellas Ftia, con quien engendró a Doro y sus hermanos; la musa Talía, con quien engendró a los Coribantes; Corónide, con quien engendró a Asclepio; Aria, con quien engendró a Mileto; y Cirene, con quien engendró a Aristeo[6].
j. También sedujo a la ninfa Dríope, que guardaba los rebaños de su padre en el monte Eta en compañía de sus amigas las Hamadríades. Apolo se transformó en una tortuga, con la que jugaron todas ellas, y cuando Dríope la puso en su pecho se convirtió en una serpiente silbante que hizo huir asustadas a las Hamadríades, y entonces gozó a Dríope. Ésta le dio a Anfiso, quien fundó la ciudad de Eta y construyó un templo a su padre; allí actuó Dríope como sacerdotisa hasta que un día las Hamadríades la robaron y dejaron un álamo en su lugar[7].
k. Apolo no fue siempre afortunado en el amor. En una ocasión trató de robarle Marpesa a Idas, pero ella permaneció fiel a su marido. En otra, persiguió a Dafne, la ninfa montañesa sacerdotisa de la Madre Tierra e hija del río Penco en Tesalia, pero cuando la alcanzó, ella llamó a la Madre Tierra, quien la hizo desaparecer justo a tiempo y se la llevó a Creta, donde llegó a ser conocida con el nombre de Pasífae. La Madre Tierra dejó un laurel en su lugar, y con sus hojas Apolo hizo una guirnalda para consolarse[8].
l. Hay que añadir que su atentado contra Dafne no obedeció a un impulso súbito. Hacía mucho tiempo que estaba enamorado de ella, y había causado la muerte de su rival Leucipo, hijo de Enómao, quien se disfrazó de muchacha y participó en las orgías montañesas de Dafne. Apolo se enteró de eso por adivinación y aconsejó a las ninfas de la montaña que se bañaran desnudas, para asegurarse así de que todas las que les acompañaban eran mujeres; la impostura de Leucipo se descubrió inmediatamente y las ninfas lo destrozaron[9].
m. Eso fue también lo que sucedió con el bello joven Jacinto, príncipe espartano, de quien no sólo se enamoró el poeta Támiris —el primer hombre que cortejo a uno de su sexo—, sino también el propio Apolo, el primer dios que lo hizo. Para Apolo Támiris no resultó ser un rival serio; le oyó jactarse de que podía superar a las Musas en el canto y les informó de ello maliciosamente, por lo que ellas en seguida privaron a Támiris de la vista, la voz y su memoria para tañer el arpa. Pero el Viento del Oeste también se había encaprichado de Jacinto y se sentía locamente celoso de Apolo. Un día en que Apolo le estaba enseñando al muchacho a lanzar un disco, el Viento del Oeste se apoderó del disco en el aire, lo lanzó contra el cráneo de Jacinto y lo mató. De su sangre brotó la flor del jacinto, en la que se ven todavía sus letras iniciales[10].
n. Apolo mereció la ira de Zeus sólo en una ocasión después de la famosa conspiración para destronarlo. Eso sucedió cuando su hijo Asclepio, el médico, cometió la temeridad de resucitar a un muerto y robar con ello un súbdito a Hades, quien, como es natural, presentó su queja en el Olimpo. Zeus mató a Asclepio con un rayo y Apolo, en venganza, mató a los Cíclopes. A Zeus le irritó la pérdida de sus armeros y habría desterrado a Apolo al Tártaro para siempre si Leto no le hubiera suplicado el perdón, comprometiéndose a que enmendaría sus costumbres. La sentencia se redujo a un año de trabajos forzados, que Apolo debía cumplir en los rediles del rey Admeto de Peres. Obedeciendo el consejo de Leto, Apolo no sólo cumplió la sentencia humildemente, sino que otorgó grandes beneficios a Admeto[11].
o. Habiendo aprendido su lección, en adelante predicó la moderación en todas las cosas; las frases: «Conócete a ti mismo» y «Nada con exceso» estaban constantemente en sus labios. Trasladó a las Musas de su residencia en el monte Helicón a Delfos, suavizó su turbulento frenesí y las dirigía en sus danzas ceremoniosas y decorosas[12].

*

1. La historia de Apolo es confusa. Los griegos le hicieron hijo de Leto, diosa conocida como Lat en la Palestina meridional (véase 14.2), pero era también un dios de los Hiperbóreos («hombre de más allá del Viento Norte») a los que Hecateo (Diodoro Sículo: ii.47) identificó claramente con los británicos, aunque Píndaro (Odas píticas x.50-55) los consideraba libios. Délos era el centro de este culto hiperbóreo, el cual, según parece, se extendía al sudeste hasta Nabatea y Palestina, al noroeste hasta Bretaña, e incluía a Atenas. Constantemente se cambiaban visitas entre los estados unidos en este culto (Diodoro Sículo: loc. cit.).
2. Apolo, entre los Hiperbóreos, sacrificó hecatombes de asnos (Píndaro: loc. cit.), lo que lo identifica con el «Niño Horus», cuya victoria sobre su enemigo Set celebraban anualmente los egipcios arrojando onagros por un precipicio (Plutarco: sobre Isis y Osiris 30). Horus vengaba el asesinato de su padre Osiris por Set. Osiris era el rey sagrado, amado por Isis o Lat, la triple diosa Luna, y a quien su sucesor sacrificaba en el solsticio estival y en el solsticio invernal y del que el propio Horus era la reencarnación. El mito de la persecución de Leto por Pitón es análogo al de la persecución de Isis por Set (durante los setenta y dos días más calurosos del año). Además, Pitón se identifica con Tifón, el Set griego (véase 36.1), en el Himno homérico a Apolo y por el escoliasta sobre Apolonio de Rodas. El Apolo Hiperbóreo es, en realidad, un Horus griego.
3. Pero al mito se le ha dado un carácter político: se dice que Pitón fue enviado contra Leto por Hera, quien le había dado a luz partenogenéticamente, para mortificar a Zeus (Himno homérico a Apolo 305); y Apolo, después de matar a Pitón (y probablemente también a su compañero Delfine), se apodera del templo oracular de la Madre Tierra en Delfos, pues Hera era la Madre Tierra o Delfine en su aspecto profético. Parece que ciertos helenos del norte, aliados con los tracio-libios, invadieron la Grecia central y el Peloponeso, donde se les opusieron los adoradores pre-helenos de la diosa Tierra, pero se apoderaron de sus principales templos oraculares. En Delfos destruyeron la sagrada serpiente oracular —una serpiente análoga se mantenía en el Erecteón de Atenas (véase 25.2)— y se hicieron cargo del oráculo en nombre de su dios Apolo Esminteo. Esminteo («ratón»), al igual que Esmun, el dios cananeo de la curación, tenía como emblema un ratón sanativo. Los invasores convinieron en identificarlo con Apolo, el Horus Hiperbóreo, adorado por sus aliados. Para aplacar a la opinión local de Delfos se instituyeron juegos fúnebres regulares en honor del héroe muerto Pitón y mantuvieron en su puesto a su sacerdotisa.
4. La diosa Luna de Délos, Brizo («apaciguadora»), indistinguible de Leto, puede ser identificada con la triple diosa hiperbórea Brigit, cristianizada posteriormente como Santa Brígida. Brigit era patrona de todas las artes y Apolo siguió su ejemplo. El atentado del gigante Ticio contra Leto indica un levantamiento fracasado de los montañeses de Fócide contra los invasores.
5. Las victorias de Apolo sobre Marsias y Pan conmemoran las conquistas helenas de Frigia y Arcadia, y el consiguiente reemplazo en esas regiones de los instrumentos de viento por otros de cuerda, excepto entre los campesinos. El castigo de Marsias puede referirse al desuello ritual de un rey sagrado, del mismo modo que Atenea despojó a Palas de su égida mágica (véase 9.a) o a la costumbre de quitar toda la corteza a un retoño de aliso para hacer una zampoña de pastos, pues el aliso se personificaba como un dios o semidiós (véase 28.1 y 57.1). Se consideraba a Apolo como un antepasado de los griegos dorios y de los milesios, quienes le tributaban honores especiales. A los coribantes, quienes danzaban en el festival del solsticio invernal, los consideraba hijos suyos y de la musa Talía, porque era el dios de la música.
6. Su persecución de Dafne, la ninfa de la montaña, hija del río Penco, y sacerdotisa de la Madre Tierra, se refiere, al parecer, a la toma por los helenos de Tempe, donde la diosa Dafne («la sanguinaria») era adorada por un colegio de Ménades orgiásticas que masticaban laurel (véase 46.2 y 51.2). Después de suprimir el colegio —la relación de Plutarco sugiere que las sacerdotisas huyeron a Creta, donde la diosa Luna se llamaba Pasífae (véase 88.e)— Apolo se hizo cargo del laurel, el que más adelante sólo podía masticar la Pitonisa. Dafne debía tener cabeza de yegua en Tempe, lo mismo que en Figalia (véase 16.5); Leucipo («caballo blanco») era el rey sagrado del culto del caballo local, y anualmente lo despedazaban las mujeres desenfrenadas, quienes se bañaban después de asesinarlo para purificarse, pero no antes (véase 22.1 y 150.1).
7. La seducción de Dríope por Apolo en el Eta tal vez sea un testimonio del reemplazo local del culto de la encina por el culto de Apolo, a quien estaba consagrado el álamo (véase 42.d); como lo es su seducción de Aria. Su transformación en tortuga es una referencia a la lira que había adquirido de Hermes (véase 17.d). El nombre de Ftia indica que ésta era un aspecto otoñal de la diosa. El fracasado intento contra Marpesa («arrebatadora») parece recordar el fracaso de Apolo en apoderarse de un templo mesenio: el de la diosa del Grano como Cerda (véase 74.4). La servidumbre de Apolo con Admeto de Feres puede recordar un acontecimiento histórico: la humillación del sacerdocio de Apolo en castigo por haber exterminado a una corporación de herreros pre-helénica que gozaba de la protección de Zeus.
8. El mito de Jacinto, que a primera vista no parece más que una fábula sentimental para explicar la marca del jacinto griego (véase 165.; y 2) se relaciona con el héroe-flor cretense Jacinto (véase 159.4), llamado también, al parecer, Narciso (véase 85.2), cuyo culto fue introducido en la Grecia micénica y que dio el nombre al último mes del verano en Creta, Rodas, Cos, Tera y Esparta. El Apolo dorio usurpó el nombre de Jacinto en Tarento, donde tenía una tumba de héroe (Polibio: viii.30), y en Amiclas, ciudad micénica, otra «tumba de Jacinto» se convirtió en el fundamento del trono de Apolo. Apolo ya era un inmortal por aquel entonces y Jacinto sólo reinaba durante una estación; su muerte por un disco recuerda la de su sobrino Acrisio (véase 73.3).
9. Corónide («cuervo»), madre de Asclepio por Apolo, era probablemente un título de Atenea (véase 25.5), pero los atenienses negaron siempre que ella tuviera hijos y desfiguraron el mito (véase 50.b).
10. En la época clásica la música, la poesía, la filosofía, la astronomía, las matemáticas, la medicina y la ciencia se hallaban bajo la dirección de Apolo. Como enemigo de la barbarie, defendía la moderación en todas las cosas, y las siete cuerdas de su lira estaban relacionadas con las siete vocales del alfabeto griego posterior (véase 52.8), tenían significado místico y se las utilizaba en la música terapéutica. Finalmente, a causa de su identificación con el niño Horus, concepto solar, se le adoraba como el sol, de cuyo culto corintio se había apoderado el Zeus Solar, y su hermana Artemis era identificada justamente con la luna.
11. Cicerón, en su ensayo Sobre la naturaleza de los Dioses (iii.23), hace a Apolo, hijo de Leto, sólo el cuarto de una serie antigua; distingue a Apolo hijo de Hefesto, Apolo padre de los coribantes cretenses y el Apolo que dio a Arcadia sus leyes.
12. La muerte de Pitón por Apolo no es, sin embargo, un mito tan simple como parece a primera vista, porque la piedra omphalos en que se sentaba la Pitonisa era tradicionalmente la tumba del héroe encarnado en la serpiente y cuyos oráculos ella pronunciaba (Hesiquio sub el Túmulo de Arcos; Varrón: Sobre los idiomas latinos vii.17). El sacerdote heleno de Apolo usurpó las funciones del rey sagrado, quien, legítima y ceremonialmente, había dado muerte siempre a su predecesor, el héroe. Esto lo demuestra el rito de las Estepterias del que queda constancia en Por qué los oráculos guardan silencio (15) de Plutarco. Cada nueve años se construía en la era de trilla de Delfos una choza que representaba la morada de un rey y una noche la atacaban de pronto los... [aquí hay un vacío en el relato]... Derribaban la mesa de las primicias, prendían fuego a la choza y los portadores de las antorchas huían del santuario sin mirar hacia atrás. Luego los jóvenes que habían tomado parte en el acto iban a Tempe para purificarse y volvían de allí en triunfo, coronados y portando una rama de laurel.
13. El súbito ataque concertado al residente en la choza recuerda el asesinato misterioso de Rómulo por sus compañeros. Recuerda también el sacrificio anual que se hacía en Atenas en la fiesta de las Eufonías, cuando los sacerdotes que habían matado al buey Zeus con un hacha doble huían sin mirar hacia atrás (véase 53.7); luego comían la carne en un banquete público, representaban mímicamente la resurrección del buey y sometían el hacha a juicio bajo la acusación de sacrilegio.
14. En Delfos, así como en Cnosos, el rey sagrado debió reinar hasta el noveno año (véase 88.6). El muchacho iba a Tempe sin duda porque el culto de Apolo había tenido allí su origen.





[1] Higinio: Fábula 140; Apolodoro: i.4.1; Himno homérico a Apolo 300-306; Escoliasta sobre Apolonio de Rodas: ii.706.

[2] Eliano Varía Historia iii.l; Plutarco: Cuestiones griegas 12; Por qué guardan silencio los oráculos 15; Pausanias: u.7.7; x16.3.

[3] Apolodoro: i.4.1; Pausanias: ii.30.3 y x.6.5; Plutarco: Cuestiones griegas 12; Higinio: Fábula 55; Homero: Odisea xi.576 y ss.; Píndaro: Odas píticas iv.90 y ss.

[4] Diodoro Sículo: iii.58-9; Higinio: Fábula 165; Apolodoro: i.4.2; Segundo Autógrafo Vaticano: 115; Plinio: Historia natural xvi.89.

[5] Higinio: Fábula 55; Homero: Ilíada i.603.

[6] Apolodoro: i.7.6; iii.10.3; iii.1.2; Pausanias: x.17.3.

[7] Antoninus Liberalis: 32; Estéfano de Bizancio sub Dríope; Ovidio: Metamorfosis ix.325 y ss.

[8] Apolodoro: i.7.9; Plutarco: Agís 9.

[9] Higinio: Fábula 203; Pausanias: viii.202; x.5.3; Partenio: Erótica 15; Tzetzes: Sobre Licofrón 6.

[10] Homero: Ilíada ii.595-600; Luciano: Diálogos de los Dioses 14; Apolodoro: i.3.3; Pausanias: iii.1.3.

[11] Apolodoro: iii.10.4; Diodoro Sículo: iv.71.

[12] Homero: Ilíada i.603-4; Plutarco: Sobre los oráculos pitios 17.

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