a. Hefesto, el dios herrero, era tan enclenque
cuando nació que su madre Hera, disgustada, lo arrojó desde la cima del Olimpo
para librarse de la vergüenza que le causaba su aspectos lamentable. Pero
sobrevivió a esa desventura sin daño físico porque cayó en el mar, donde Tetis
y Eurinome, que estaban cerca, lo salvaron. Estas amables diosas lo retuvieron
en su gruta submarina, donde instaló su primera fragua y recompensó la bondad
de las diosas haciéndoles objetos ornamentales y útiles de todas clases[1].
Un día, cuando habían transcurrido nueve años, Hera
se encontró con Tetis, quien llevaba por casualidad un broche hecho por
Hefesto, y le preguntó: «Amiga mía, ¿dónde encontraste esta joya maravillosa?»
Tetis vaciló antes de contestar, pero Hera le obligó a decir la verdad.
Inmediatamente llevó a Hefesto de vuelta al Olimpo, donde lo instaló en una
fragua mucho mejor, con veinte fuelles que trabajaban día y noche, le agasajó
mucho y arregló su casamiento con Afrodita.
b. Hefesto se reconcilió con Hera que se atrevió a
reprochar al propio Zeus que la hubiera colgado del Cielo por las muñecas
cuando se rebeló contra él. Pero el silencio habría sido más conveniente,
porque Zeus, airado, lo arrojó por segunda vez desde el Olimpo. La caída duró
todo un día. Cuando golpeó la tierra en la isla de Lemnos se rompió las dos
piernas y, aunque era inmortal, quedaba poca vida en su cuerpo cuando lo
encontraron los isleños. Luego Zeus le perdonó y admitió otra vez en el Olimpo,
pero sólo podía andar con muletas de oro[2].
c. Hefesto era
feo y de mal carácter, pero tenía mucha fuerza en los brazos y hombros y toda
su obra era de una habilidad sin rival. En una ocasión hizo una serie de
mujeres mecánicas de oro que le ayudaban en su fragua; podían incluso hablar y
realizar las tareas más difíciles que él les encomendaba. Poseía una serie de
trípodes con ruedas de oro alineados alrededor de su fragua y esos trípodes
podían ir por sí solos a una reunión de los dioses y volver del mismo modo[3].
*
1. Hefesto y Atenea compartían templos en Atenas; el
nombre de él podría ser una forma gastada de hemero-phaistos, «el que brilla de día» (es decir el sol), mientras
que Atenea era la diosa-luna, «la que brilla de noche», la patrona de todas las
artes mecánicas. No se reconoce generalmente que todos los utensilios,
herramientas y armas de la Edad de Bronce tenían propiedades mágicas y que el
herrero era una especie de hechicero. Así, de las tres personas de la tríada
lunar Brigit (véase 21.4) una dirigía a los poetas, otra a los herreros y la
tercera a los médicos. Cuando la diosa es destronada, el herrero se eleva a
deidad. Que el dios herrero cojea es una tradición que se encuentra en regiones
tan lejanas como el África Occidental y Escandinavia; en épocas primitivas
pueden haber sido lisiados deliberadamente para impedir que huyeran y se
unieran a las tribus enemigas. Pero una danza de la perdiz en la que los
bailarines renqueaban se realizaba también en orgías eróticas relacionadas con
los misterios del arte de la herrería (véase 92.2) y como Hefestos se había
casado con Afrodita, quizá cojease sólo una vez al año, en el Festival de la
Primavera.
La metalurgia llegó a Grecia por primera vez desde
las islas del Egeo. La importación de objetos de bronce y oro heládicos
bellamente forjados quizás explica el mito según el cual Hefesto fue guardado
en la gruta de Lemnos por Tetis y Eurinome, títulos de la diosa del mar que
creó el universo. Los nueve años que pasó en la gruta indican su subordinación
a la luna. Su caída, lo mismo que las de Céfalo (véase 89.j), Talos (véase
92.b), Escirón (véase 96.f), Ifito (véase 135.6) y otros, era la suerte común
del rey sagrado en muchas partes de Grecia cuando terminaban sus reinados. Las
muletas de oro quizás estaban destinadas a elevar del suelo sus talones
sagrados.
2. Las veinte mesas de tres patas de Hefesto tienen,
según parece, casi el mismo origen que los Gasteroquiros que construyeron
Tirinto (véase 73.3) y eran discos del sol dorados con tres patas, como el
emblema heráldico de la isla de Man, sin duda orlando algún icono primitivo que
mostraba a Hefesto casándose con Afrodita. Representan años de tres estaciones
y simbolizan la longitud del reinado del rey herrero; muere en el vigésimo año,
cuando se produce una estrecha aproximación del tiempo solar y el lunar; este
ciclo era reconocido oficialmente en Atenas sólo hacia el final del siglo V a.
de C., pero había sido descubierto varios centenares de años antes (La Diosa Blanca, págs. 397 y 406).
Hefesto estaba vinculado con las fraguas de Vulcano en las islas volcánicas de
Lípari porque Lemnos, una sede de su culto, es volcánica y un chorro de gas
asfáltico natural que salía de la cumbre del monte Mosquilo había ardido
constantemente durante siglos (Tzetzes: Sobre
Licofrón 227; Hesiquio sub
Mosquilo). Un chorro análogo, descrito por el obispo Metodio en el siglo IV d.
de C. ardía en el monte Lemnos de Licia y todavía seguía haciéndolo en 1801.
Hefesto tenía un altar en esas dos montañas. Lemnos (probablemente de Leiben, «la que derrama») era el nombre
de la Gran Diosa de esta isla matriarcal (Hecateo, citado por Estéfano de
Bizancio sub Lemnos; véase 149.1).
[1]
Homero: Ilíada xviii.394-409.
[2]
Ibíd.: i.586-94.
[3] Ibíd.:
xviii.368 y ss.
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