a. Algunos sostienen que Eros, salido del huevo del
mundo, fue el primero de los dioses, pues sin él ninguno de los demás habría
podido nacer; le hacen contemporáneo de la Madre Tierra y el Tártaro, y niegan
que tuviera padre o madre, como ésta no fuera Ilitía, Diosa de los
Alumbramientos[1].
b. Otros sostienen que era hijo de Afrodita y de
Hermes o de Ares, o del propio padre de aquélla, Zeus; o hijo de Iris y del
Viento Oeste. Era un niño indómito que no mostraba respeto por la edad ni la
posición social, sino que volaba de un lado a otro con alas doradas disparando
al azar sus flechas afiladas o incendiando desenfrenadamente los corazones con
sus terribles antorchas[2].
*
1. Eros («pasión sexual») era una mera abstracción
para Hesíodo. Los griegos primitivos lo describían como un Ker, o «malicia»
alada, como la Vejez o la Peste, en el sentido de que la pasión sexual sin
freno podía perturbar la sociedad ordenada. Poetas posteriores, no obstante,
encontraban un placer perverso en sus travesuras y en la época de Praxíteles se
le trataba ya sentimentalmente como un hermoso joven.. Su santuario más famoso
se hallaba en Tespias, donde los beocios le rendían culto como un simple pilar
fálico: el pastoral Hermes o Príapo con un nombre diferente (véase 150.a). Los
diversos relatos acerca de su ascendencia se explican por sí mismos. Hermes era
un dios fálico; y Ares, como dios de la guerra, aumentaba el deseo en las
mujeres de los guerreros. Que Afrodita era la madre de Eros y Zeus su padre es
una insinuación de que la pasión sexual no se detiene ante el incesto; su
nacimiento del Arco Iris y el Viento Oeste es una fantasía lírica. Ilitía, «la
que viene en ayuda de las mujeres en el parto», era un título de Artemis; su
significado es que no hay amor tan fuerte como el materno.
2. A Eros nunca se le consideró un dios lo
suficientemente responsable como para figurar entre la familia gobernante de
los doce olímpicos.
[1]
Himno órfico v; Aristóteles: Metafísica
i.4; Hesíodo: Teogonía 120; Meleagro:
Epigramas 50; Olen, citado por
Pausanias: ix.27.2.
[2]
Cicerón: Sobre la naturaleza de los Dioses iii23;
Virgilio: Ciris 134; Alceo, citado
por Plutarco: Amatorias 20.
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