jueves, 14 de diciembre de 2017

25. NATURALEZA Y HECHOS DE ATENEA

a. Atenea inventó la flauta, la trompeta, la olla de barro, el arado, el. rastrillo, el yugo para bueyes, la brida de caballo, el carro y el barco. Fue la primera en enseñar la ciencia de los números y todas las artes femeninas, como la de la cocina, el tejido y el hilado. Aunque es una diosa de la guerra, no le agrada la batalla, como les agrada a Ares y Eris, sino más bien el arreglo de las disputas y la defensa de la ley por medios pacíficos. No lleva armas en tiempo de paz y, si alguna vez las necesita, se las pide habitualmente a Zeus. Su misericordia es grande: cuando los votos de los jueces se igualan en un juicio criminal en el Areópago, siempre da el voto decisivo en favor de la absolución del acusado. Sin embargo, una vez que interviene en la batalla nunca es derrotada, ni siquiera cuando lucha contra Ares mismo, pues domina mejor que él la táctica y la estrategia, y los capitanes prudentes acuden siempre a ella en busca de consejo[1].
b. Muchos dioses, Titanes y gigantes se habrían casado de buena gana con ella, pero ella rechazaba siempre todos los requerimientos amorosos. En una ocasión, durante la guerra de Troya, como no quería pedir a Zeus que le prestase sus armas porque éste se había declarado neutral, pidió a Hefesto que le hiciese un equipo especial para ella. Hefesto no quiso que le pagara y dijo tímidamente que haría el trabajo por amor; cuando, sin sospechar el significado de esas palabras, Atenea entró en la fragua para ver cómo el dios golpeaba el metal candente, Hefesto de pronto se dio media vuelta y trató de violarla. Hefesto, que no siempre se comportaba tan groseramente, había sido víctima de una broma maliciosa: Posidón acababa de infórmale de que Atenea se dirigía a la fragua, con el consentimiento de Zeus, llevada por la esperanza de que le hiciese el amor violentamente. Al apartarse Atenea precipitadamente, Hefesto eyaculó contra su muslo, un poco por encima de la rodilla. Ella se limpió el semen con un puñado de lana, que luego arrojó con asco; éste cayó al suelo en las cercanías de Atenas y fertilizó accidentalmente a la Madre Tierra que estaba allí de visita. Asqueada ante la idea de dar a luz un hijo que Hefesto había tratado de engendrar con Atenea, la Madre Tierra declaró que no aceptaría responsabilidad alguna de su crianza.
c. «Muy bien —dijo Atenea— yo mismo me encargaré de ello». En consecuencia se hizo cargo de la criatura tan pronto como nació, le llamó Erictonio y, como no quería que Posidón se riese del buen éxito de su chanza, lo ocultó en un cesto sagrado que entregó a Agaluro, la hija mayor del rey ateniense Cécrope, con la orden de guardarlo cuidadosamente[2].
d. Cécrope, un hijo de la Madre Tierra y, como Erictonio —quien según algunos era su padre—, en parte hombre y en parte serpiente, fue el primer rey que reconoció la paternidad. Se casó con una hija de Acteo, el primer rey del Ática. También instituyó la monogamia, dividió el país de Ática en doce comunidades, construyó templos dedicados a Atenea y abolió ciertos sacrificios de sangre en favor de modestas ofrendas de tortas de cebada[3]. Su esposa se llamaba Agraulo; sus tres hijas, Aglauro, Herse y Pándroso, vivían en una casa de tres habitaciones en la Acrópolis. Un anochecer, cuando las jóvenes volvieron de un festival llevando en la cabeza los cestos sagrados de Atenea, Hermes sobornó a Aglauro para que le diera acceso a Herse, la más joven de las tres, de la que se había enamorado locamente. Aglauro se quedó con el oro de Hermes, pero nada hizo para ganarlo, porque Atenea hizo que sintiera celos de la buena suerte de Herse; en consecuencia, Hermes se introdujo airadamente en la casa, convirtió a Aglauro en piedra e hizo lo que deseaba con Herse. Después de haberle dado Herse dos hijos a Hermes, Céfalo, el amado de Eos, y Cerice, el primer heraldo de los Misterios Eleusinos, ella, Pándroso y su madre Agraulo sintieron la curiosidad de atisbar debajo de la tapa del cesto que había llevado Aglauro. Al ver un niño con cola de serpiente en vez de piernas, lanzaron gritos de terror y, precedidas por Aglauro, se precipitaron desde lo alto de la Acrópolis[4].
e. Cuando se enteró de esta fatalidad, Atenea se afligió de tal modo que dejó caer la enorme roca que había estado transportando a la Acrópolis como fortificación adicional y se convirtió en el monte Licabeto. Y al cuervo que le había llevado la noticia le cambió el color de blanco a negro y prohibió a todos los cuervos que volvieran a visitar la Acrópolis. Erictonio se refugió entonces en la égida de Atenea, donde ella le crió tan tiernamente que algunos la tomaron equivocadamente por su madre. Más tarde llegó a ser rey de Atenas, donde instituyó el culto de Atenea y enseñó a sus conciudadanos el uso de la plata. Su imagen fue puesta entre las estrellas como la constelación del Auriga, puesto que había introducido el carro tirado por cuatro caballos[5].
f. Es corriente otro relato, muy distinto, de la muerte de Aglauro, a saber, que en una ocasión en que se lanzó un ataque contra Atenas se arrojó desde la Acrópolis obedeciendo a un oráculo, consiguiendo de este modo la victoria. Esta versión se propone explicar por qué todos los jóvenes atenienses, al tomar por primera vez las armas, visitan el templo de Aglauro y allí dedican su vida a la ciudad[6].
g. Atenea, aunque tan modesta como Artemis, es mucho más generosa. Cuando Tiresias la sorprendió un día accidentalmente en el baño, le puso sus manos sobre los ojos y le cegó, pero manera de compensación le dio la linterna[7].
h. No queda constancia de que le irritaran los celos más que en una sola ocasión. He aquí la fábula: Aracne, ¿princesa de Colofón en Lidia —famosa por su tinte purpúreo— era tan hábil en el arte del tejido que ni siquiera Atenea podía competir con ella. Cuando le mostraron un paño en el que Aracne había tejido ilustraciones de tos amoríos olímpicos, la diosa lo examinó atentamente para encontrarle un defecto, pero como no pudo hallarlo, desgarró el paño con una ira fría y vengativa. Cuando Aracne, aterrorizada, se colgó de una viga, Atenea la transformó a ella en una araña —el insecto que más odia— y la cuerda en una telaraña, por la que trepó Aracne para ponerse a salvo[8].

*

1. Los atenienses hicieron de la virginidad de su diosa un símbolo de la invencibilidad de la ciudad y, por lo tanto, desfiguraron los mitos primitivos sobre su violación por Posidón (véase 19.2) y Bóreas (véase 48.1) y negaron que Erictonio, Apolo y Licno («lámpara») fueran sus hijos tenidos con Hefesto. Derivaban el nombre de Erictonio de erion, «lana» o de «eris», «lucha», y chthónos, «tierra», e inventaron el mito de su nacimiento para explicar la presencia en las pinturas arcaicas de un niño-serpiente que atisba desde la égida de la diosa. La parte de Posidón en el nacimiento de Erictonio puede haber sido originalmente más sencilla y directa, ¿pues por qué otro motivo había de introducir Erictonio en Atenas el carro posidoniano tirado por cuatro caballos?
2. Atenea había sido la diosa triple y cuando la persona central, la diosa como ninfa, fue suprimida y los mitos relacionados con ella transferidos a Afrodita, Oritía (véase 48.b) o Alcipe (véase 19.b) quedó la Doncella vestida con pieles de cabra, que se especializaba en la guerra (véase 8.1) y la Vieja, que inspiraba los oráculos y dirigía todas las artes. Erictonio es quizás una forma ampliada de Erecteo (véase 47.1) y significa «de la tierra del brezo» (véase 18.1) más bien que «mucha tierra», como se ha dicho habitualmente; los atenienses lo representaban como una serpiente con cabeza humana, porque era el héroe, o espíritu, del rey sacrificado que hacía saber los deseos de la Vieja. En este aspecto de Vieja acompañaban a Atenea un buho y un cuervo. La antigua familia real de Atenas pretendía descender de Erictonio y Erecteo y sus miembros se llamaban a sí mismos erectidas; solían llevar serpientes doradas como amuletos y guardaban una serpiente sagrada en el Erecteón. Pero Erictonio era también un viento procreador proveniente de las montañas cubiertas de brezos, y la égida de Atenea (o una copia) era dedicada a todas las parejas de recién casados de Atenas para asegurar su fertilidad (Suidas sub Égida).
3. Se sabe que algunas de las ollas de cerámica más bellas de Creta fueron hechas por mujeres y así lo fueron originalmente, sin duda, todos los instrumentos útiles inventados por Atenea; pero en la Grecia clásica el artesano tenía que ser hombre. La plata era al principio un metal más valioso que el oro, pues costaba más refinada y estaba consagrada a la luna; la Atenas de Pericles debió su preeminencia en gran parte a las ricas minas de plata del Laurium, explotadas, primeramente por los cretenses, que le permitían importar productos alimenticios y comprar aliados.
4. La ocasión en que las hijas de Cécrope saltaron desde la Acrópolis puede haber sido una toma de Atenas por los helenos, después de la cual se intentó imponer por la tuerza la monogamia a las sacerdotisas de Atenea, como en el mito de Halirrotio (véase 19.b). Prefirieron la muerte al deshonor, y de aquí provenía el juramento que hacían las jóvenes atenienses en el templo de Agraulo. La otra fábula de la muerte de Agraulo es meramente una anécdota moral: una advertencia contra la violación de los misterios de Atenea. «Agraulo» era un título más de la diosa Luna. Agraulos y su transliteración aglauros significan casi lo mismo; agraulos es un epíteto homérico para los pastores, y aglauros (como herse y pandrosos) se refieren a la luna como la supuesta fuente del rocío que refrescaba los pastos. En Atenas las muchachas salían a la luz de la luna llena en el solsticio de verano para recoger rocío —la misma costumbre sobrevivió en Inglaterra hasta el siglo pasado— para fines sagrados. El festival se llamaba las Herseforias, o «recolección de rocío»; Agraulo o Agraule era en realidad un título de Atenea, y se dice que a Agraule se le rendía culto en Chipre hasta muy tarde (Porfirio: Sobre vegetarianismo 30) con sacrificios humanos. Un anillo de oro de Micenas muestra tres sacerdotisas avanzando hacia un templo; las dos primeras desparraman rocío y la tercera (probablemente Agraulo) tiene una rama atada al codo. La ceremonia quizá tuvo su origen en Creta. La seducción de Herse por Hermes, por la cual pagó oro a Aglauro, tiene que referirse a la prostitución ritual de las sacerdotisas ante una imagen de la diosa: Aglauro convertida en piedra. Los cestos sagrados llevados en esas ocasiones contenían sin duda serpientes fálicas y objetos orgiásticos análogos. La prostitución ritual por las devotas de la diosa Luna se practicaba en Creta, Chipre, Siria, Asia Menor y Palestina.
5. La expulsión del cuervo por Atenea es una variante mítica del destierro de Crono. —Cronos significa «cuervo» (véase 6.2)—, en realidad el triunfo del olimpismo, la introducción del cual se ha atribuido erróneamente a Cécrope, quien es realmente Ofión-Bóreas, el demiurgo pelasgo (véase 1.1). El cambio de color del cuervo recuerda el nombre de la equivalencia galesa de Atenea: Branwen, «cuervo blanco», hermana de Bran (véase 57.1). Según parece, Atenea tenía el título de «Coronis».
6. Su venganza de Aracne puede ser algo más que una bonita fábula si constata una primitiva rivalidad comercial entre los atenienses y los talasócratas, o gobernantes del mar, lidio-carios de origen cretense. Numerosos sellos con una araña como emblema que se han encontrado en la cretense Mileto —la ciudad madre de la Mileto caria y la mayor exportadora de ropas de lana teñida en el mundo antiguo— indican que allí existía una industria textil pública a comienzos del segundo milenio a. de C. Durante un tiempo los milesios dominaron el provechoso comercio del Mar Negro y tuvieron un centro de distribución en Naucratis, Egipto. Atenea tenía buenos motivos para sentirse celosa de la araña.
7. En Hornero se da una aparente contradicción. Según el Catálogo de los barcos (Ilíada ii. 547 y ss.), Atenea instala a Erecteo en su rico templo de Atenas, pero, según la Odisea (vii.80), ella va a Atenas y entra en su fortaleza. La realidad era que el rey sagrado tenía su morada en el palacio de la Reina, donde se guardaba la imagen de la diosa. En Creta y la Grecia micénica no había templos, sino solamente altares domésticos o cuevas oraculares.




[1] Tzetzes: Sobre Licofrón 520; Hesiquio sub Hippia; Servio sobre la Eneida de Virgilio iv.402; Píndaro: Odas olímpicas xiii.79; Livio: vii.3; Pausanias: i.24.3; Homero: Ilíada 1.199 y ss y 736; v.840-863; xxi.391-422; Esquilo: Euménides.753.
[2] Higinio: Astronomía poética ii.13; Apolodoro: iii.14.6; Higinio: Fábula 166.

[3] Pausanias: i.5.3; viii.2.1; Apolodoro: iii.14.1; Estrabón: ix.1.20; Aristófanes: Pluto 773; Ateneo: p. 555c; Eustacio: Sobre Homero p. 1156; Mármol de Paros: líneas 2-4.

[4] Apolodoro: iii.14.3 y 6; Inscripciones griegas xiv.1389; Higinio: Fábula 166.

[5] Antígono Caristio: 12; Calímaco: Hecale 1.2.3; Filóstrato: Vida de Apolonio de Tiana vii.24; Higinio: Astronomía poética ii.13; Fábula 274; Apolodoro: iií.14.1.

[6] Suidas y Hesequio sub Agraulos; Plutarco: Alcibíades 15.

[7] Calímaco: El baño de Palas.

[8] Ovidio: Metamorfosis vi.1-145; Virgilio: Geórgicas iv.246.

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