Hasta la década del setenta del siglo xix,
la historia de la Grecia antigua comenzaba habitualmente con el llamado período
homérico, es decir, el período que halló su reflejo en la Ilíada y la Odisea.
Se consideraba entonces que en ambos poemas se reflejaba el cuadro de la
sociedad griega del siglo xi al viii a. C. Entretanto, entre los
mismos griegos se conservaba el recuerdo de un período considerablemente más
antiguo de la historia de su país, el que fue grabado en una serie de leyendas
y mitos que nos han sido transmitidos por los escritores antiguos de una época
posterior. Algunos monumentos de la época antigua que se encuentran en la Grecia
balcánica y en las islas, tales como ruinas de construcciones de piedra
toscamente tallada, también recordaban el pasado. Acerca de estas ciclópeas
construcciones, los mismos griegos antiguos no podían decir nada definido; la
tradición las atribuía a los grandes cíclopes monóculos. A estos escasos datos
de la tradición, la ciencia burguesa los pasaba por alto, lo que en
considerable medida se explica por el predominio de orientaciones hipercríticas
entre los científicos especializados de aquel entonces. Los partidarios de esta
orientación tuvieron como objetivos fijar límites claros, ya a menudo injustos,
entre el material histórico y el no histórico, es decir, el legendario. No se
orientaron hacia el análisis del material mitológico con el objeto de encontrar
en él reflejada la realidad histórica. En fin, al concepto de los antiguos
griegos sobre el pasado remoto de su país casi se lo ignoraba completamente. La
crisis en este sentido se produjo entre los años setenta y noventa del siglo
pasado, cuando, en directa vinculación con los grandes descubrimientos
arqueológicos, se aclaró que el período homérico de la historia de Grecia en la
cuenca del mar Egeo fue precedido en muchos siglos por la existencia de una
cultura desarrollada cuyos centros principales fueron Creta, la Hélade y la
ciudad de Troya. Las investigaciones del siglo xx
demostraron así que en el ii
milenio antes de nuestra era existieron allí civilizaciones casi tan
desarrolladas como sus contemporáneas egipcia, babilónica e hitita. El estudio
de la historia de las poblaciones que crearon esta cultura colocó frente a la
ciencia contemporánea una serie de importantes problemas de principio: el
problema de la clasificación en períodos, el problema de la pertenencia étnica
de las tribus egeas, lo que en modo estrechísimo se vinculaba con el estudio de
la lengua y de la escritura creto-micénica, el problema de las características
económico-sociales de la Creta antigua y de las antiguas ciudades del
Peloponeso, el problema de la conquista de los reinos aqueos por los dorios, y
otros.
El paso esencial para resolver todos estos problemas se esbozó sólo en
los últimos años, condicionado tanto por considerables acumulaciones de
material de investigaciones arqueológicas como por el trabajo perseverante de una
cantidad numerosa de científicos en el dominio de la interpretación de las
inscripciones creto-micénicas. En 1953, cuando dos científicos ingleses,
Ventris y Chadwick, publicaron sus investigaciones acerca de los nuevos métodos
para descifrar las inscripciones micénicas, estos trabajos fructificaron.
Aunque ello todavía ni de lejos puede considerarse como concluido y las
dificultades en el camino de un estudio más profundo de las inscripciones
micénicas son todavía muy grandes, los métodos propuestos por Ventris y
Chadwick para descifrarlas conquistan el reconocimiento cada vez mayor de los
científicos de todo el mundo. A la luz de una más rigurosa lectura de las
inscripciones, se abre una perspectiva completamente nueva y extremadamente
amplia en la investigación del período remoto de la historia griega, hasta los
tiempos posteriores, conocidos casi exclusivamente por los monumentos de la
cultura material.
Las tribus que poblaban la península balcánica, las islas del
archipiélago del mar Egeo y las costas del Asia Menor se encontraban desde los
tiempos antiguos en estrecho contacto unas con otras, lo que era posibilitado
por la vinculación por mar de todos estos países.
Esos íntimos vínculos determinaron no solamente los rasgos generales
en el desarrollo de la población que allí habitaba, sino que, comparativamente
con los primitivos países de la cuenca del mar Egeo, crearon originales centros
culturales que existieron contemporáneamente con otros antiguos focos de la
civilización, como la antigua Babilonia, Egipto, India y China.
Gran parte de la población de los países de la cuenca egea pertenecen,
de acuerdo con los datos científicos de que se dispone, al comienzo de la época
neolítica, es decir, aproximadamente del vii
al vi milenio a. C.
Muchos restos de población y tumbas de la época neolítica a lo largo
de los países mediterráneos hasta los límites del iv al iii
milenio a. C. fueron encontrados en las excavaciones de la península
balcánica, en el Asia Menor y en las islas del archipiélago del mar Egeo, Creta
entre ellas.
El estudio de los monumentos testimonia que en ese tiempo la comunidad
primitiva se basaba fundamentalmente en la agricultura de azada y la ganadería.
El estudio de estos monumentos arqueológicos de la península balcáncia, hacia
el sur de Duna, muestra que todos estos territorios eran habitados por tribus
que se encontraban casi a igual nivel de desarrollo. La cultura de las
poblaciones neolíticas, los futuros tracios, macedonios, tesalios y griegos, no
difería de la cultura de las poblaciones de las islas del mar Egeo. Gran
cantidad de restos de la época neolítica en Creta autorizan a sostener algunas
ideas acerca de la vida de la población de la isla.
Como muestran las excavaciones arqueológicas, los poblados comunales
estaban constituidos en aquel entonces por chozas hechas con materiales
calcáreos no elaborados, de forma cuadrangular. Para la cerámica cretense son
característicos los vasos en forma de torre, decorados con arabescos tallados.
El arte primitivo también estaba representado por figuras groseras de pájaros,
animales y hombres. La gran mayoría de las estatuillas representan la figura
femenina, lo que es el rasgo natural del arte de todos los pueblos en la época
del matriarcado.
Desde el iii milenio
a. C., en las tribus egeas se conocía el uso de los metales. Primero el
cobre, luego el bronce. Para la población de la cuenca egea éste fue un gran
paso adelante en el desarrollo de las fuerzas productivas.
La ciencia burguesa vincula la aparición de los metales con las
migraciones en la cuenca egea de nuevas tribus de Anatolia (Asia Menor). En el
fondo de esta opinión de muchos científicos burgueses yace la teoría de los
pueblos «elegidos y rectores» que, según ellos, serían la fuerza motriz de la
historia. Sin negar la importancia de las migraciones de tribus, nosotros
debemos señalar que el comienzo en la utilización de los metales no fue
consecuencia obligada de las mismas. De las investigaciones de las últimas
décadas se deduce que los metales se emplearon simultáneamente en diferentes
lugares de la cuenca egea, así como Chipre, costas del Asia Menor y Macedonia,
es decir, en todos aquellos países donde había yacimientos de cobre. Gracias al
nivel alcanzado por las tribus egeas en la producción y a la existencia entre
ellas de antiguos lazos, el arte de producir herramientas metálicas se difundió
relativamente pronto entre las poblaciones de los territorios vecinos. Los más
antiguos artículos de cobre datan aproximadamente de finales del iv milenio y comienzos y primera mitad
del iii a. C.
La unidad cultural de las tribus que habitaban en la cuenca
del mar Egeo, en la edad del bronce, autoriza su generalización bajo el nombre
de cultura egea.
La clasificación cronológica de la cultura egea fue realizada
detalladamente por A. Evans (véase más adelante), quien trazó la cronología de
Creta y, de acuerdo con ese modelo, otros científicos elaboraron la cronología
griega de la edad del bronce: la antigua cultura griega fue dividida en tres
períodos helénicos: antiguo, del año 2600 al 2000; medio, del 2000 al 1600;
tardío, del 1600 al 1100 a. C. Del mismo modo, la cultura en las islas
Cícladas (período antiguo, 3000 a 2200; medio, 2200 a 1600, y posterior, del
1600 al 1200 a. C). Esta clasificación es fundamentalmente formal, puesto que
no ha sido elaborada teniendo en cuenta las transformaciones de las relaciones
de producción entre las tribus egeas. Se basa, en lo esencial, en el desarrollo
de la cerámica. No obstante, esta clasificación puede cumplir un papel
auxiliar.
1. La Grecia continental desde el siglo xxv hasta el siglo xvii a. C.
Desde la primera mitad del iii
milenio a. C., la población de la península balcánica comenzó a utilizar
artículos de cobre. El territorio de Grecia es comparativamente pobre en
minerales de cobre. Aunque ahora se conocen algunas minas, que se utilizaban ya
hacia el iii milenio a. C.,
al principio el cobre fue, por lo visto, importado por mar desde Chipre y las
islas Cícladas (Siros). En la distribución de los artículos de cobre se
encuentra una secuencia conocida. Al principio surge en la parte sur de Grecia,
es decir, en el Peloponeso, y sólo paulatinamente penetra en las regiones
septentrionales del país. Por lo visto, el conocimiento de estos metales llegó a
la población de la Grecia continental de los habitantes de las islas de las
costas del Asia Menor.
En la época antigua del bronce surgió gran número de poblaciones en
las regiones antes despobladas del Peloponeso y la Grecia central. Precisamente
en ese tiempo aparece la población de puntos que posteriormente fueron tan
conocidos como Tirinto, Micenas, Orcómenos y Delfos. A la vez surge una serie
de poblaciones más pequeñas, como Cinuria, Asina, etc. El rasgo característico
de estas poblaciones muy antiguas era su distribución en colinas, que
garantizaban su capacidad defensiva. La arquitectura de sus viviendas era
diversa. Por ejemplo, en Orcómenos (Beocia) fueron descubiertas casas de forma
circular, con cimientos de piedra y paredes de adobe. Pero también se conocen
otros tipos de casas, de forma oval o rectangular con un lado redondeado. La
casa tenía dos cuartos unidos por puertas; en el centro del más grande había un
fogón, y en las paredes, muchas vasijas de arcilla en las cuales se guardaban
diferentes provisiones domésticas.
A la segunda mitad del iii
milenio a. C. pertenece la aparición de edificios más grandes, que se
diferenciaban netamente de las viviendas de las comunidades, más sencillas.
Tales construcciones redondeadas, con un diámetro de alrededor de 28 metros,
fueron descubiertas en la acrópolis de Tirinto. Sus paredes de adobe
descansaban sobre cimientos de piedra y están cubiertos por un techo de tejas.
Protegidos por dos fuertes murallas circulares, estos edificios constituían
poderosas ciudadelas. Por supuesto, eran las viviendas de los antiguos amos de
Tirinto. En otra población, Lerna (Argólida), fue erigido en ese período un
edificio con aspecto y características de palacio, que ha sido descubierto en
1945. Una parte del mismo era de forma rectangular, de más de 25 metros de
largo. Sus fuertes paredes de adobe (de aproximadamente 90 cm. de espesor)
descansaban sobre cimientos de piedra y estaban cubiertas con dos capas de
estucado de arcilla. Algunas escaleras comunicaban el primer piso con el
segundo. En el piso bajo fueron descubiertos más de diez locales destinados a
diferentes usos: grandes cuartos y pequeñas despensas.
Los habitantes de la Hélade, en el iii
milenio a. C., se ocupaban de manera principal de la ganadería y la
agricultura. Los habitantes de Cinuria, por ejemplo, tenían mucho ganado:
vacunos, lanares, caprinos y porcinos. La alfarería no había salido todavía del
estado de producción doméstica: las vasijas se hacían a mano. Sus formas eran
muy barrocas. El difícil juzgar acerca del significado de las vajillas
encontradas. Aunque se preparaban sin contar con la rueda del alfarero, la
calidad del trabajo de éste era relativamente elevada. Es de destacar que ya en
ese tiempo se hacían en Grecia las tejas que cubrían no sólo las casas de los
nobles (en Tirinto y Lerna), sino también las viviendas de las casas medias de
la población. Después del siglo xx
a. C., el arte de la preparación de tejas se perdió, para renacer sólo en
el siglo vii a, C. La metalurgia
hasta finales del iii milenio se
desarrolló débilmente. El cobre se utilizaba sólo para producir algunos
objetos, como puñales, alfileres, etc.
Aparecieron ya en esa época sellos e inscripciones en las vajillas.
Los dibujos de esos sellos recuerdan un poco las imágenes de los de la misma
época en la isla de Creta.
Las tribus de la Hélade, en el iii
milenio a. C., se encontraban en constante relación con los habitantes de
los países vecinos, es decir, Macedonia, Tracia y Asia Menor. Estas relaciones
no se limitaban a los simples cambios de artículos y llevaron a influencias
culturales mutuas, que se hicieron sentir particularmente en la producción de
cerámica. Más estrechas eran las relaciones con las poblaciones de las islas
del mar Egeo, ante todo con las Cícladas. De allí los habitantes de la Hélade
importaban obsidiana, vajillas de cerámica, figuras de mármol. Las colonias del
Peloponeso tenían fuertes vínculos con Creta, separada del continente sólo por
150-160 kilómetros. De allí procedían los sellos de piedra y las vajillas,
amuletos de esteatita y cerámica. Sin duda, el contacto entre la Hélade y
Egipto se hacía entonces por intermedio de los cretenses.
El problema de la historia social en el período que analizamos es muy
complicado. Su principio se remonta al período de predominio de las relaciones
matriarcales en el interior de la comunidad tribal, que luego dejan lugar a las
relaciones patriarcales. El régimen de la comunidad primitiva en la Hélade de
finales del iii milenio a. C.
se caracterizaba por la aparición de desigualdades económicas en el seno de la
comunidad.
Se observa ya el crecimiento de la riqueza de algunos, por ejemplo, de
la aristocracia en las tribus de Tirinto y Lerna, lo que atestigua el
surgimiento de las condiciones para una futura división en clases de la
sociedad.
Alrededor del año 2000 a. C. tuvieron lugar grandes
acontecimientos en la Hélade. Hasta Tucídides llega a recordar los grandes
desplazamientos de poblaciones en la antigua Hélade. Estos datos de la historiografía
antigua se ven confirmados por las recientes excavaciones. Por lo visto, en los
límites del iii y ii milenios a. C., las tribus que
habitaban en el norte se pusieron en movimiento hacia el sur, hacia Beocia y el
Peloponeso. Según la tradición griega, estas nuevas tribus eran aqueas.
Algunos científicos burgueses, por ejemplo, Glotz y Blieguer,
consideran que con la llegada de los aqueos a la Hélade se rompió con el
pasado, y que la razonable y fuerte asimilación de razas trajo el florecimiento
de la cultura de la península. Blieger llama a los aqueos «nuevos elementos
raciales». Ninguna de estas características determina el cuadro real de los
cambios étnicos que tienen lugar en la Hélade al final del iii milenio a. C.
Los aqueos que emigraron a la Grecia septentrional y meridional
probablemente eran parientes de las tribus que poblaban en aquel entonces la
Hélade. Es conocido que en la cultura de las tribus de la península balcánica,
en la segunda mitad del iii
milenio a. C., se siguen las huellas de los rasgos comunes, lo que explica
no sólo la uniformidad del nivel de su desarrollo económico y social, sino
también la cercanía étnica de estas tribus. El movimiento de las mismas entre
el iii y el ii a. C. se puede explicar por las
transformaciones que se produjeron en la sociedad primitiva, vinculadas al
crecimiento demográfico y a la baja productividad general del trabajo, que
dieron lugar al desplazamiento de unas tribus por otras como resultado de
guerras intertribales. La llegada de las tribus de Tesalia y Macedonia (cuya
residencia primitiva todavía no se ha definido con exactitud) a la Hélade fue
uno de los episodios de esta lucha intertribal. La invasión de dichas tribus
despertó la resistencia enconada de las tribus locales. El país sufrió
fuertemente las consecuencias de las largas luchas. Una serie de colonias y
ciudades: Cinuria, Tirinto, Asina y otras fueron destruidas; algunas de ellas,
como Cinuria, quedaron abandonadas por completo, mientras otras se
reconstruyeron, aunque con dimensiones más reducidas.
Los aqueos se asimilaron paulatinamente a las tribus locales. Sin
embargo, la cultura de la Hélade en los siguientes siglos (del xx al xvii
a. C.) no es uniforme. En las ramas de la arquitectura, por ejemplo, se
mantiene y alcanza difusión la planeación absidal de las casas, pero muy a
menudo se encuentra la forma rectangular del tipo megarense, con locales
centrales y patios interiores. En este último tiempo surgen las fortalezas en
los alrededores de algunos puntos poblados, como, por ejemplo, Tirinto, Malfi
(Mesenia) y otros lugares.
La producción se hace considerablemente más complicada. Al lado de la
ganadería se desarrolla la agricultura: los habitantes de la Grecia continental
cultivan ya trigo, cebada, guisantes y habas. Se desarrolla la producción
artesanal. Un gran logro de la metalurgia es el arte de elaborar el bronce
aleando el cobre con otros metales más duros y que se fundían más fácilmente
que él. La técnica de la producción del bronce se difunde rápidamente; muchos
de los artículos hallados datan de los siglos xviii
y xvii a. C. La
alfarería, gracias a la introducción de la rueda de alfarero, se transforma en
oficio independiente.
Las relaciones sociales en esta época sufrieron cambios considerables.
El desarrollo de la agricultura y de la ganadería llevó a la concentración de
riquezas en manos de algunas familias, a la ulterior separación y
fortalecimiento de la propiedad privada como contrapeso en la propiedad
comunal.
Es de suponer que la diferencia patrimonial dentro de la comunidad
primitiva complicó aún mucho más la desigualdad entre las tribus y poblaciones
locales y sus conquistadores aqueos, como mostró Marx: «El régimen tribal, por
sí mismo, llevó a la división entre clanes de elevada y baja producción. Estas
diferencias se desarrollan todavía más con la fusión de los vencedores con las
tribus subyugadas». Entre las tribus aisladas se produjeron choques bélicos, lo
que también posibilitó el crecimiento de las desigualdades entre las tribus y
en el interior de las mismas, la separación de los jefes militares y sus
guerreros en grupos aislados de la aristocracia tribal.
En el primer tercio del ii
milenio, los lazos externos de las tribus que poblaban la Hélade continuaron
ensanchándose. Lo prueban claramente las relaciones directas de la Grecia
balcánica con Troya. Los contactos con Creta se desarrollaron de forma
irregular. Inmediatamente después de la invasión de los aqueos, estas
relaciones, por lo visto, disminuyeron mucho y se restablecieron sólo después
de uno o dos siglos. Testimonio de esto son, por ejemplo, las vajillas de la
producción de Tirinto, hechas según la manera de la cerámica cretense de los
siglos xviii a xvi a. C. Por ejemplo, los toros en
relieve de Micenas son imitación de los relieves cretenses de ese tiempo, y lo
mismo ocurre con otros objetos. Se reforzaron los contactos con las islas
Cícladas, con la cultura de su población, y las Cícladas, a su vez,
experimentaron al mismo tiempo la influencia continental y de la isla de Creta.
El problema de las relaciones con las regiones septentrionales de la
península balcánica está todavía insuficientemente investigado. Se ha
encontrado en Macedonia la llamada cerámica minoica, la cual estaba distribuida
por toda Grecia, y permite suponer un contacto continuo de la población de
ambos lados. El desarrollo de la sociedad aquea alcanzó su apogeo en el período
comprendido entre el siglo xvi y
el xii a. C., y se
caracteriza por el avance de Micenas, Pilos y otros centros del Peloponeso.
2. Las islas del mar Egeo en el iii y comienzos del ii milenio a. C.
El desarrollo histórico del grupo septentrional de las islas del mar
Egeo: Lesbos, Lemnos, Imbros y Tasos, se diferencia un poco del desarrollo de
las islas del sur, es decir, de las Cícladas.
La cercanía de Lesbos, Lemnos y otras de las islas a las costas del
Asia Menor, donde el la mitad del iii
milenio se observa un potente ascenso de las culturas, condicionó su más
temprano desarrollo. Sin embargo, en el estado actual de nuestros conocimientos
no es posible todavía trazar un cuadro detallado del desarrollo de las islas
del grupo septentrional. Están considerablemente mejor estudiadas las del sur:
Andros, Tenos, Paros, Sifnos, Sérifos, Melos y otras, que constituían el grupo
de las islas Cícladas, y la de Quíos. Predominaba en ese tiempo el régimen
tribal, en el cual, por lo visto, se conservaban vestigios del matriarcado.
Los habitantes de las Cícladas habían vivido en colonias tribales
constituidas por chozas estrechamente unidas entre sí. La planificación de
estas colonias demuestra que los medios básicos de producción eran propiedad de
toda la comunidad tribal. La separación en familias aisladas dentro de la tribu
corresponde a la aparición de la vivienda individual del tipo megarense. Tales
poblaciones fueron descubiertas en muchas islas. La más antigua se encontraba
en la de Melos y la hoy llamada Filacopi. Aquí han sido descubiertas algunas
huellas de poblaciones que se fusionaron con otras. El hallazgo de las capas
que pertenecen al iii milenio
antes de nuestra era muestra que los habitantes de la isla de Filacopi conocían
el plomo, pintaban sus vajillas con colores brillantes, las adornaban con
dibujos espirales, etcétera. Sin duda, Filacopi fue en esta época un gran
centro cultural que conservó su significación posteriormente. Hacia el fin del iii milenio, los habitantes de las
Cícladas comenzaron a erigir fortalezas alrededor de sus poblaciones,
necesarias debido a las guerras intertribales.
Las condiciones naturales de las montañosas islas Cícladas no
permitieron el desarrollo de la agricultura y la ganadería como, por ejemplo,
en Tesalia. Pero hacia el comienzo del iii
milenio en las Cícladas ya se conocía el cobre, con cuya utilización se alcanzó
un extraordinario desarrollo en la elaboración de la piedra. En las islas
fueron descubiertos muchos yacimientos de mármol, obsidiana y otras rocas
duras. Los más antiguos habitantes de las Cícladas proveyeron de obsidiana a
todos los países vecinos e hicieron figuras humanas de mármol y otras rocas,
que penetraron en casi todos los rincones de la cuenca egea (se encontraron en
Grecia, Macedonia, Creta y otros lugares). A pesar de la aún muy primitiva
técnica de los maestros de las Cícladas, estas groseras estatuillas son
bastante representativas. Por su calidad artística se diferencian absolutamente
de las cabezas de mármol de la isla de Amorgos. El conjunto de los monumentos
arqueológicos atestigua que la sociedad de las Cícladas, en los límites ente el
iii y el ii milenios antes de nuestra era, alcanzó un desarrollo
superior al de las poblaciones de la Grecia continental.
En la vida de los isleños ocupaban un lugar importante la pesca y la
navegación. El mar les suministraba pescado y los comunicaba con otros pueblos.
Ya en la primera mitad del iii
milenio a. C., los habitantes de las islas Cícladas hacían con plomo
modelos de embarcaciones y dibujaban embarcaciones y peces en sus recipientes.
El comercio con los países vecinos posibilitó el desarrollo de la navegación, y
también de la piratería, como lo sostiene Tucídides.
Del siglo xviii al xvii, las Cícladas fueron subyugadas por
Creta y, como lo señala Tucídides, en ellas se fundaron colonias cretenses.
Desde entonces, la historia de las Cícladas se vincula estrechamente con el
destino de Creta.
3. Creta desde el siglo xxx hasta el xii a. C.
El florecimiento del antiguo Estado cretense, en el ii milenio anterior a nuestra era, dejó
profundas huellas en el recuerdo de las generaciones posteriores. Según las
antiguas leyendas, fue el rey Minos el fundador de la potencia marítima
cretense. Así quedó grabado en las obras de Herodoto y Tucídides. Los mitos se
refieren a Creta como centro cultural, de donde pasaron a Grecia muchos
inventos técnicos y ciertos cultos. Son habitualmente poco mencionadas fuentes
egipcias que se refieren a Creta; no obstante, tienen gran importancia. Durante
mucho tiempo, sin embargo, no se dio la debida significación a estas noticias.
La historia antigua de Creta fue conocida solamente después de las
excavaciones de 1893 a 1931, realizadas por Arthur Evans (1851-1941), quien
propuso también la división cronológica de la antigua historia de Creta hasta
la aparición de los griegos. Evans la dividió en tres períodos, llamándolos
minoicos, por el nombre del mítico rey Minos. Los límites cronológicos de estos
períodos fueron establecidos por Evans, de acuerdo con los hallazgos hechos en
Creta, fechándolos en estrecha correspondencia con los objetos de la
Mesopotamia y Egipto.
Con las rectificaciones posteriores, el esquema cronológico de Evans
es el siguiente:
Minoico antiguo:
1.° De 3000 a 2800
a. C.
2.° De 2800 a 2500
a. C.
3.° De 2500 a 2200
a. C.
Minoico medio:
1.° De 2200 a
1750 a. C. (para toda la isla). En
Cnosos y Festos termina alrededor del 2000 a. C.
2.° De 2000 a 1750
a. C. (solamente en Cnosos y
Festos).
3.° De 1750 a 1600
a. C.
Posminoico:
1.° De 1600 a 1400
a. C. (su iniciación coincide con
el comienzo del nuevo reino de Egipto).
2.° De 1450 a 1400
a. C. (solamente en Cnosos).
3.° De 1400 a
alrededor de 1250 a. C.
Recientes cambios en la cronología del Antiguo Egipto invitan a la
rectificación de la datación absoluta del comienzo del período minoico antiguo,
que se fecha actualmente alrededor del 2600 a. C.
Creta en el III
milenio a. C.
La sociedad cretense, en el iii
milenio antes de nuestra era, tenía un nivel más elevado de desarrollo que la
sociedad de la Grecia continental y la de las islas del mar Egeo. La
explicación de esto hay que buscarla en las condiciones extraordinariamente
favorables que existían en Creta para el desarrollo de las fuerzas productivas.
Desde muy antiguo era famosa por su fecundidad y riqueza. Los bosques que
cubrían el territorio de la Creta antigua retenían la humedad, lo que aumentaba
la fecundidad del suelo. Rodeadas por montañas, las mesetas de Creta eran aptas
para el desarrollo de la agricultura y la ganadería. En esa época, los
habitantes utilizaban primordialmente todo lo que les daba el mar: se ocupaban
de la pesca y comerciaban activamente con otros países.
La sociedad cretense del iii
milenio se caracterizaba por tener rasgos de desarrollo del régimen comunal.
Aunque predominaban las relaciones patriarcales, aún existían vestigios del
régimen matriarcal. La propiedad privada en algunos miembros trajo consigo la
división del patrimonio social. Alrededor del iii
milenio, en Creta existían ya familias ricas, que eran propietarias no
solamente de los medios de producción, sino también de objetos de lujo, como,
por ejemplo, adornos de oro. Las tribus más ricas eran las que vivían en la
parte oriental de la isla. Probablemente, el desarrollo de la producción fue
mayor en la parte oriental que en la occidental.
La población de Creta era bastante numerosa. Particularmente densa por
entonces era la de la fértil llanura alrededor de la actual Mesaria, en la
costa sur, donde durante muchos siglos existieron colonias tribales. Alrededor
de ellas se disponía gran número de tumbas gentilicias de forma circular y
cubiertas con un techo cónico de madera y paja. En estas bóvedas redondas se
enterraba, en el transcurso de mucho tiempo, a los miembros de un mismo clan.
La cantidad de inhumaciones en tumbas de clanes aislados alcanzaba algunos
centenares.
La cultura material de la sociedad cretense de ese tiempo se
manifiesta en el considerable desarrollo de sus fuerzas productivas. Los
cretenses empleaban en sus menesteres, con amplitud, las herramientas de cobre,
cuchillos, sierras, etc. La alfarería estaba muy desarrollada. Particularmente
notable era la producción de recipientes de piedra que se observa a mediados
del iii milenio: para ello se
utilizaban piedras locales, a veces muy duras; una serie de formas de estos
recipientes fue imitada de las de los recipientes de cerámica.
Hacia el final de este período abundaron los sellos de marfil o
esteatita coloreada. Su distribución, inicialmente en el sur de la isla,
permite suponer la imitación de los sellos egipcios; el mismo uso de los sellos
muestra el desarrollo de la propiedad privada dentro de la sociedad cretense.
En la segunda mitad del iii
milenio, los vínculos de Creta con el exterior eran amplios: en Creta fueron
encontrados objetos de Egipto, de las islas Cícladas, y probablemente de Siria.
La difusión del bronce en los países que carecían del mismo fue muy ventajosa
para la población, ya que Creta era intermediaria en el comercio de cobre y
bronce entre Chipre y las islas, y la Grecia continental. Es posible que ya en
este tiempo la flor de los cretenses participara en la importación de estaño
desde el Asia Menor y, como suponen algunos científicos, desde España. Hacia el
final del iii milenio, poblaciones
procedentes de las islas Moclos, Psira y Palecastros emigraron a Creta, donde
fundaron colonias distribuidas en la parte oriental y central de la isla, dando
lugar al desarrollo de Malia, Festos, Hagia-Triada y otras ciudades.
Origen y desarrollo del Estado en Creta
Ya a principios del ii
milenio antes de nuestra era, el proceso de descomposición de la sociedad
comunista primitiva mediante la formación de clases alcanzó en Creta un
desarrollo considerable. Los palacios reales son testimonio del crecimiento de
las diferenciaciones sociales que surgieron en Cnosos, Festos, Malia y otros
puntos. La diferencia entre la vida lujosa de los amos de los palacios de
Cnosos y Festos y las condiciones de vida de otras poblaciones de Creta muestra
que hacia los siglos xxi a xx a. C. ya había terminado el
proceso de formación del poder real hereditario. La desigualdad de fortunas en
la población de la isla se muestra claramente en el ritual fúnebre. En el ii milenio a. C. los cretenses
enterraban a las familias por separado y el inventario de lo hallado en las
tumbas testimonia acerca de la acumulación de riquezas en manos de los nobles y
de la vida modesta de grandes masas de la población. Asimismo aparecen con
claridad los contrastes cuando se comparan las viviendas de diferentes capas de
la población de Creta. En las placas de loza del siglo xviii a. C. se conservan las imágenes de las grandes
casas de dos y tres pisos construidas con grandes bloques de piedra.
Sobre la parte central de los techos planos se elevaban pequeñas
torres. Todos los detalles de estas casas muestran las riquezas de sus
moradores. Las viviendas de los pobres eran simples, pequeñas y estrechamente
unidas entre sí, en contraposición a las de los ricos, que estaban
perfectamente delimitadas unas de otras. El plano de la pequeña población de
Gurnia muestra la densidad que imperaba en los barrios de los pobres.
En los siglos xx a xviii a. C., Creta no era todavía
un Estado unificado. En el territorio de la isla existían algunas regiones que
se encontraban, por lo visto, bajo el poder de gobernantes independientes. La
situación de esos señores, particularmente en los comienzos del período
analizado, recordaba probablemente la situación de los basileus homéricos.
Acerca de la riqueza de los gobernantes cretenses de esa época, ilustra la
colección de lujosas armas de Malia adornadas con oro, marfil y cristales,
espadas y puñales de bronce, que fueron probablemente propiedad del basileu,
rey y jefe militar.
Las guerras entre los gobiernos de las regiones señalaron la necesidad
de construir fortalezas defensivas. Muchas de las poblaciones de Creta estaban
rodeadas, en ese tiempo, por fuertes murallas. En los límites entre el iii y el ii
milenios a. C., los poderosos gobiernos de Creta eran Cnosos y Festos.
Menos significativos, en cambio, eran los gobiernos de Malia y otras ciudades.
En el siglo xviii
tuvieron lugar en Creta ciertos acontecimientos, a consecuencia de los cuales
los palacios reales y una cantidad de poblaciones resultaron destruidos. Según
la opinión de algunos científicos (D. Pendelberg y A. Evans), la causa
radicaría en los terremotos, a los cuales Creta estaba muy expuesta. De acuerdo
con la opinión de otros (E. Meyer), el abandono de la población fue determinado
por circunstancias políticas exteriores: la incursión de los hicsos asiáticos
establecidos en el delta del Nilo. La ausencia de huellas de incendio en las
ruinas de construcciones de ese tiempo habla contra esta última suposición, a la
que se opone también la circunstancia de que el palacio de Festos, que se
encontraba en la costa meridional, resultó mucho menos destruido que el de
Cnosos. En caso de invasión de los hicsos que venían de Egipto, hubiera sido
víctima precisamente la costa meridional.
Los grandes trabajos de reconstrucción, comenzados en Creta a mediados
del siglo xviii, a. C. fueron
hechos de acuerdo con la planificación anterior. Esto demuestra que la
población de la isla conservaba sus rasgos culturales y sociales después de
producida la catástrofe, y desmiente la teoría de la conquista por los hicsos,
con las guerras intestinas y el reforzamiento paulatino del reino de Cnosos a
expensas de otras regiones. Por lo visto, hacia el principio del siglo xvi a. C., la dinastía de Cnosos
unificó a toda Creta bajo su poder.
La completa reconstrucción de todas las poblaciones de Creta tuvo
lugar aproximadamente en el siglo xvi,
cuando comienza el segundo período del florecimiento de Creta, que continuó
durante dos siglos. Ésta fue la época de mayor poderío de Creta, tanto interior
como exterior. Se puede suponer que tanto las leyendas griegas como los poemas
homéricos reflejaron precisamente este período.
La sociedad cretense, ya en los comienzos del ii milenio a. C., alcanzó un nivel considerable de
desarrollo económico y social. El desarrollo de las fuerzas productivas dio
lugar a la existencia de oficios desligados de la actividad agraria, al
desarrollo del cambio y a una gran ampliación del comercio marítimo. Los cambios
en la producción se acompañaron de importantes mutaciones en la estructura
social: separación de una aristocracia relativamente pequeña que explotaba
amplias masas de la población agrícola y artesana libre. Se produjo la división
de la sociedad en clases.
Esta fue una antigua sociedad de clases, que conservaba todavía muchos
rasgos del régimen de comunidad primitiva. Podemos suponer que el desarrollo de
la desigualdad social fue más intensivo en la parte oriental de la isla, donde
surgieron muchas ciudades y poblaciones de tipo urbano.
El progresivo desarrollo de las diferencias sociales internas entre
los libres corrió parejo a la aparición de la esclavitud. Sin duda, el trabajo
de los esclavos, hacia mediados del ii
milenio a. C., alcanzó una difusión considerablemente mayor que antes,
aunque la escala en que se empleó no permite afirmar su predominio en la
producción de aquellos tiempos.
Por desgracia, la extraordinaria pobreza de las fuentes impide aclarar
las particularidades concretas de las relaciones esclavistas en Creta. Por lo
visto, entre los cretenses la inmensa mayoría de los esclavos estaba
constituida por gentes tomadas en cautiverio o asignadas en calidad de tributos
vivientes. Algunas referencias se conservan en las leyendas de los griegos que
se refieren a la época del poder cretense. Las fuentes escritas que hoy se
conocen de los cretenses muestran el empleo del trabajo de los esclavos en los
palacios de los señores grandes y pequeños. Solamente en un palacio, el Cnosos,
para el servicio de las vastas posesiones del rey se utilizaba multitud de
esclavos. En los trabajos pesados, como por ejemplo el cuidado y recuento de
gran cantidad de productos y artículos de la artesanía en los depósitos reales,
se exigía un constante empleo de un elevado número de trabajadores. Sin duda,
en estos trabajos se empleaba esclavos.
Es posible que el trabajo de los esclavos se utilizara en algunas
actividades junto con el trabajo de los libres, como, por ejemplo, en la
erección de palacios, en la construcción de caminos, etc.
Sería incorrecto considerar que el trabajo de los esclavos desplazó en
Creta al de los productores libres. La perfección de los artículos cretenses de
esta época muestra el predominio, en los oficios, del trabajo de artesanos
libres. Las particularidades específicas de la economía agrícola en Creta,
entre ellas la ausencia del sistema de riego, que hubiera requerido gran
cantidad de esclavos, y las relativamente pequeñas dimensiones de las parcelas
de tierra labrantía, condicionaron sin duda el predominio del trabajo del
pequeño campesino libre. Por lo visto, el trabajo esclavo en la economía
campesina se empleaba en pequeña escala, y probablemente no en todas las
regiones de Creta. En las zonas más atrasadas de la isla las relaciones comunales
conservaban todavía una fuerza considerable y la esclavitud tenía un carácter
patriarcal.
De este modo, aunque en la isla de Creta la esclavitud se desarrollaba
hacia mediados del ii milenio
antes de nuestra era, no perdió significación para la producción social el
trabajo de los productores libres, artesanos y agricultores vinculados con la
comunidad.
Los cambios de la estructura social cretense condujeron al
fortalecimiento del Estado, y entre los siglos xvi
y xv a. C., la isla
constituía una monarquía unida. Esta unidad fue alcanzada por los habitantes de
Cnosos. En su relato, Herodoto (I,
173) se refiere a la lucha por el poder real en Creta entre los dos hijos de
Zeus y Europa —es decir, entre Minos y Sarpedón—, la que se encuentra reflejada
indirectamente en la larga lucha por la primacía entre los gobernantes de
Cnosos y de Festos. La formación del Estado unificado con poder real
hereditario colocó a Creta en la misma situación de los Estados clasistas más
antiguos: los egipcios, hititas y babilonios.
Se debe señalar que la definición de la sociedad cretense como
sociedad clasista, que se acerca por su tipo a las sociedades esclavistas
primitivas del Oriente, fue defendida por los historiadores soviéticos en lucha
contra las teorías modernizadoras de los científicos burgueses, así como contra
el erróneo punto de vista de V. L.
Bogaievski. A. Evans traspasaba las normas de la sociedad capitalista a la
sociedad cretense del segundo milenio antes de nuestra era y veía en el estado
cretense una potente monarquía marítima que había sometido y colonizado toda la
costa del mar Mediterráneo hasta España. V.
L. Bogaisevski, que había luchado contra las teorías modernizadoras de la
ciencia burguesa, no pudo, sin embargo, dar una explicación marxista correcta
de la estructura social de la sociedad cretense. Atendiendo exclusivamente al
régimen tribal gentilicio de Creta, Bogaievski definió a la sociedad cretense
como una sociedad preclasista, primitiva. Este punto de vista fue rechazado
decididamente por la mayoría de los historiadores soviéticos. Documentos
cretenses de la mitad del siglo xv
a. C., recientemente descifrados, confirman la justeza de la
caracterización de Creta como Estado esclavista primitivo.
Entre los siglos xvii y xv a. C., el Gobierno de Creta se
fortaleció y desarrolló. Los cortesanos
del rey estaban formados por los funcionarios estatales y por los servidores
personales del rey. Los escribas reales llevaban anotaciones detalladas; en el
palacio de Cnosos y en otros lugares se encontraron muchas inscripciones en
tablas de arcilla con listas de objetos y nombres de personas. Si para las
necesidades de la dirección estatal eran necesarias las anotaciones, hay que
hacer constar que existían, a la par de ellas, leyes y costumbres no escritas.
El rey de Creta, el legendario Minos, es presentado en el papel de sabio
legislador en las antiguas leyendas griegas. En ellas, el rey Minos aparece en
el reino subterráneo, con cetro de oro, juzgando a los muertos.
El Estado cretense se desarrolló a expensas de territorios de
ultramar. Sus reyes subyugaron a las islas Cícladas y trasladaron a ellas parte
de los habitantes de Creta. Hicieron lo posible por subyugar el Ática, pero,
según las leyendas, el ensayo de los cretenses de afirmarse en la Megárida no
tuvo éxito. La tradición ática recuerda las malogradas guerras de los cretenses
en Sicilia.
La expansión del Estado cretense dejó considerables huellas en la
tradición griega posterior, y Herodoto y Tucídides describen al rey Minos como
soberano del mar que subyugaba las islas del Egeo. Sin duda, los griegos se
basaban en ello para llamar al Estado cretense dominador del mar.
El proceso de formación del Estado cretense se extendió por lo visto
durante algunas centurias.
Es difícil determinar el carácter de las relaciones del reino de Creta
con pueblos nativos. La tradición griega se refiere a que el rey de Creta
conducía la lucha contra los piratas. Por ese medio, evidentemente, tendía a
garantizar vínculos sin obstáculos con las regiones que dominaba y libertad de
navegación para sus barcos mercantes, y a asegurar la percepción de tributos. A
esta circunstancia la considera Tucídides como la causa principal de las luchas
contra los piratas. Las rentas reales estaban probablemente constituidas
también por tributos pagados en especie. Los enormes depósitos de Cnosos
guardaban los tesoros que se recibían en tal concepto. El tributo también se
pagaba en seres humanos: algunas tribus suministraban al rey tripulación para
sus barcos, y el Ática, que era muy pobre, pagaba tributos en gente (de acuerdo
con la leyenda, jóvenes y doncellas), la cual, evidentemente, se transformaba
en esclava del rey de Creta.
Las huellas de la permanencia de los cretenses en las islas del mar
Egeo son muchísimas; se han encontrado no solamente artículos de la producción
de Creta, sino monumentos de las escrituras cretenses (por ejemplo, en las
islas de Melos y Tera).
Es difícil juzgar acerca de la organización interna de la potencia
cretense a mediados del segundo milenio antes de nuestra era. El testimonio de
Tucídides acerca de que Minos nombró a sus hijos gobernantes de las diferentes
islas permite suponer que los miembros de la familia real desempeñaron un papel
predominante en la administración del Estado, particularmente en las naciones conquistadas.
Es posible que Androgeo, legendario hijo de Minos, fuera uno de los gobernantes
de Creta que ejerció poder sobre el Ática a mediados del segundo milenio antes
de nuestra era.
La presencia de una fuerte flota permitió a Creta establecer su dominio
en el mar. Hay que señalar que los cretenses fueron los primeros de todos los
pueblos del Mediterráneo en crear una potente flota, constituida, como muestran
los grabados en recipientes, sellos, etc., por barcos a vela y a remo.
La principal fuerza militar en Creta era la infantería, armada con
largas lanzas, arcos, puñales y espadas. Las armas de defensa eran yelmos y
grandes escudos. Un importante papel en el ejército cretense lo desempeñaban
los carros de guerra, en los cuales combatían los reyes y los guerreros nobles.
En los depósitos del palacio de Cnosos se conservaron carros de guerra que, por
lo visto, constituían una parte importante de los bienes del rey. Las fuerzas
militares de Creta a veces incluían también inmigrantes de otros países: en uno
de los frescos cretenses se representaba un destacamento de negros.
La base de la economía cretense era la economía rural. Los labradores
de la «Creta feraz», como se la llama en los poemas de Hornero, desde muy
antiguo, ya a comienzos del ii
milenio antes de nuestra era, empleaban el arado, lo cual elevó
considerablemente la fertilidad del suelo. Cultivaban trigo, cebada, habas,
garbanzos y lentejas; conocían además cultivos tales como lino, azafrán, etc.,
y estaban muy difundidos los cultivos de huerta: olivo, vid, higuera, palma
datilera. Igualmente se dedicaban a la ganadería; los cretenses criaban
vacunos, lanares, porcinos y variados tipos de aves, como patos, gansos, etc.
Por lo visto, había propietarios individuales de grandes rebaños. En los
dibujos de los vasos, a principios del ii
milenio a. C., se encuentran representados rebaños. Sin duda, la mayor
importancia se otorgaba a la cría del vacuno, pues no sólo se obtenía de él
carne y leche, sino que se le utilizaba para el trabajo, por ejemplo, para el
laboreo de la tierra.
Importante papel desempeñó en Creta la pesca, de lo cual dan
testimonio las muchas imágenes de peces y otros animales marinos en el arte
cretense. La pesca, íntimamente ligada con la navegación, ocupó desde los tiempos
antiguos a una parte considerable de los habitantes del litoral de Creta. A
mediados del ii milenio a. C.
surgieron nuevas poblaciones ribereñas, las cuales se ocuparon
predominantemente de la pesca.
En este período, en Creta, la artesanía había cobrado ya un alto
desarrollo. La separación de los oficios de la economía rural se advertía á
fines del iii milenio. En el ii milenio existían ya muchos oficios.
Los artículos cretenses de esa época, especialmente los de piedra, bronce,
marfil, arcilla, loza y madera, impresionan por su elegancia. La metalurgia
alcanzó en Creta la perfección. En la época del desarrollo del bronce (desde el
siglo xx hasta el xii a. C.), los maestros cretenses
hacían armas de bronce: láminas de espada, puñales, escudos defensivos, puntas
para lanzas y flechas, etcétera, objetos de uso doméstico y herramientas
artesanales: hachas, azuelas, sierras, tenazas, martillos, etc. Especialmente
delicada era la manufactura de vajilla de bronce (gran número de ollas grandes,
diferentes tipos de copas, candelabros, etc.) en formas a menudo imitadas de
las de cerámica. La elaboración de todos estos objetos exigía un gran dominio
técnico de los procesos de fundición, forja y cincel. Los objetos de lujo para
uso de los reyes y aristócratas, y también los que pertenecían al culto, se
hacían de oro y plata. Así, entre las hachas dobles depositadas en el santuario
de la caverna de Arcalocori, se encuentran estos instrumentos bellamente
ornamentados de oro y plata (siglos xvi-xv antes de nuestra era). Al
florecimiento de la metalurgia en Creta contribuyó la aparición de sus
yacimientos de cobre, que se encuentran cerca de Gurnia. La alfarería ocupó un
importante lugar en la producción de los cretenses. Se desarrolló especialmente
después de la introducción de la rueda de alfarero, hacia fines del iii milenio. La calidad de la arcilla
amasada y del arte del alfarero alcanzaron su más alto desarrollo en la
manufactura de las tacitas de paredes muy finas llamadas «cáscaras de huevo»,
difundidas en el primer cuarto del ii
milenio antes de nuestra era, y en los jarrones de estilo «camares». Las formas
de los recipientes es muy variada. Al lado de grandes toneles de dos metros y
medio de altura, utilizados para guardar líquidos y como medidas de capacidad
para cuerpos áridos, se encuentra gran cantidad de copas, fruteras, recipientes
con pico, tazas, etc.
Considerable desarrollo alcanzó la elaboración de madera, que se
empleaba, sobre todo en la construcción de barcos, reparación de materiales de
construcción, producción de muebles y otros objetos de uso doméstico.
Probablemente, los cretenses exportaron también madera a otros países, ya que
en la isla abundaban cipreses y otros valiosos árboles.
El tallado de la piedra en Creta alcanzó su florecimiento a mediados
del ii milenio a. C. Por
entonces se utilizaban en gran cantidad los bloques de piedra y columnas.
Entre las actividades artesanales de Creta cabe destacar la textil.
Las telas eran teñidas con diferentes colores, lo que está testimoniado por las
vestimentas femeninas que aparecen representadas en los frescos. La amplia
difusión de la pintura mural, en el período del segundo florecimiento de Creta,
requirió sobre todo colores claros y vivos. Los cretenses los extraían de
plantas y algas marinas. Las joyas, muy elegantes, eran pendientes de oro,
abalorios y amuletos que se hacían de amatistas, ágatas, cornalinas y otras
piedras, vinchas doradas, revestimientos de piedra en los recipientes, sellos y
anillos. En el oficio de joyero, además del arte del tallado de la piedra se
utilizaba el tallado en los artículos hechos de marfil. Los talladores
cretenses adornaban los sellos con dibujos artísticos que interesan no
solamente como obras de arte, sino que constituyen un material ilustrativo para
el estudio de los oficios cretenses, la economía rural, la navegación, la
religión, etc.
Los transportes marítimos y terrestres de los cretenses representaron
un importante papel en el desarrollo de los oficios y del comercio. Ya a
comienzos del ii milenio, en Creta
fue construido el camino hacia el norte, de Cnosos a Festos, y las carreteras
que unían la costa septentrional con la meridional; asimismo, muchas carreteras
fueron trazadas en la parte central y oriental de la isla. Los cretenses
utilizaban carros de cuatro ruedas. Ya en el comienzo del siglo xviii a. C. aparecieron carros
ligeros de dos ruedas, tirados por caballos.
No cabe duda, sin embargo, de que el papel más importante en el Estado
cretense lo desempeñó no la vía terrestre, sino el transporte marítimo; sobre
esto se puede juzgar por las muchas representaciones de barcos a remo y vela.
La proa, particularmente en los barcos de guerra, estaba hecha de tal manera
que pudiera embestir. La dirección se hacía por intermedio del timón. Fue al
principio un timón reforzado, más tarde se pasó al sistema de dos remos que
hacen la vez de timón. En la cubierta se erigía a veces una vivienda, lo cual
demuestra una larga permanencia de los barcos en la ruta. La construcción de
barcos y de la flota marítima era una de las manifestaciones del espíritu
creador de los cretenses en la rama de la cultura y de la técnica. Es posible
que la técnica de la construcción se basara en la construcción naval de los
fenicios y de los griegos. El desarrollo de la navegación cretense estaba íntimamente
vinculado con el comercio y la piratería.
Dicho comercio, como ya se ha señalado, data de tiempos remotos. Al
principio no tenía un gran radio de acción y el volumen de intercambios era
pequeño, no yendo más allá de las Cícladas. Gran trascendencia para el
desarrollo del comercio cretense tuvo en esta época el establecimiento de la
llamada «talasocracia de Cnosos».
Creta estaba vinculada desde muy antiguo con la península balcánica,
en cuyas regiones más septentrionales, en la Tesalia, han sido hallados
artículos de los artesanos cretenses. Los jefes de las tribus utilizaron gran
número de artículos suntuarios de los cretenses: armas artísticas, recipientes,
joyas.
Es posible que en el primer
cuarto del ii milenio a. C.,
la cultura de Creta ejerciera ya gran influencia en la cultura helénica. Esta
influencia se observa en el hábitat de la aristocracia, y en medida
considerablemente menor, en las poblaciones de los pequeños centros agrícolas,
tales como Cinuria y otros. Evans y Pendelberg consideran que la fuerte
influencia de la cultura cretense sobre la aquea en los siglos xvii a xv
a. C. fue consecuencia del dominio político de Creta sobre el continente,
e identifican a los gobernantes aqueos como vasallos del rey de Creta, es
decir, como reyes cretenses que residían en castillos fortificados entre las
tribus subyugadas de la Hélade. Sin embargo, la suposición del dominio de Creta
sobre el Peloponeso es refutada por una serie de fuentes, en primer lugar por
la reciente lectura de las inscripciones micénicas, ninguna de las cuales da
base para suponer que el Peloponeso dependiera de Creta. En los estudios más
cuidadosos de la cultura de los aqueos del Peloponeso, realizadas en los
últimos tiempos, se aclara su gran diferencia con la cultura cretense, a pesar
de algunos rasgos de imitación (tinta de los frescos, corte de la vestimenta
femenina, etc.).
Los datos de la tradición antigua tampoco dan base para deducir el
predominio de los cretenses sobre la península helénica, pues tanto Herodoto
como Tucídides hablan sobre la sujeción a Creta sólo de las Cícladas y del
Ática.
En las dos últimas décadas, en la ciencia burguesa se difunde cada vez
más otro punto de vista: Weiss y otros científicos niegan la dependencia
política de la Grecia continental con respecto a Creta entre los siglos xvii y xiii
a. C., señalan considerables diferencias entre las culturas micénica y
cretense y observan mucha influencia de la misma península en la Creta de esta
época. Entre sus argumentos destaca el hecho, ahora ya establecido, de que las
mercancías cretenses fueran desplazadas por las micénicas en los países que
antes comerciaran activamente con Creta.
Todavía más audaces conclusiones sacaron los científicos burgueses del
hecho de que pertenezcan a mediados del ii
milenio a. C. los monumentos de la escritura griega (se trata de
documentos denominados «escritura lineal B», que veremos más adelante) que
fueron hallados en Creta solamente en una de las capas de Cnosos y que datan
aproximadamente de 1450 a 1400 a. C. Los documentos de la «escritura
lineal B» no fueron descubiertos en las restantes ciudades y poblaciones de
Creta; los científicos de que hablamos lo explican exclusivamente por el
sometimiento de Cnosos a los gobernantes micénicos y transforman de este modo a
Cnosos casi en colonia de los aqueos del Peloponeso. En nuestra opinión, tal
punto de vista no se justifica.
El encuentro de los documentos de la «escritura lineal B» solamente en
Cnosos se puede explicar por la concentración, durante muchas décadas, de todos
los vínculos comerciales con el Peloponeso en manos del rey de Cnosos. Si se
toma en cuenta cuán fuerte era la centralización de Creta bajo el poder de
Cnosos, en los siglos xvi a xv antes de nuestra era, es posible
comprender la situación monopolista del palacio de Cnosos en las relaciones con
los aqueos a mediados del siglo xv
a. C., es difícil suponerlo también, porque las fuentes arqueológicas no
constituyen prueba alguna de la conquista del palacio en esa época. El período
aqueo en la historia de Grecia comienza, como lo hemos señalado en forma
reiterada, solamente a finales del siglo xv
a. C., cuando fueron destruidos los palacios de Cnosos y Festos. No es
posible considerar los vínculos comerciales intensivos entre los países en
general, como prueba del dominio político y de la influencia de una cultura
sobre la otra.
Los vínculos de Creta con la Grecia continental no se limitan
solamente a la exportación de artículos de lujo. Para los artesanos cretenses
era importante recibir algunas variedades de materias primas desde Grecia; así,
por ejemplo, importaban excelente basalto de Laconia, que era elaborado por los
talladores de piedra de Cnosos. Los comerciantes de Creta comerciaban no
solamente su mercancía, sino que actuaban como intermediarios. En sus barcos,
posiblemente, llegaban a Grecia gran número de artículos de Egipto y Siria. Los
cretenses desempeñaron un gran papel en el comercio de la península helénica
con el sudeste del Mediterráneo, sólo hasta el siglo xv, cuando comenzaron a ser desplazados por los aqueos. El
comercio de Creta con los países del oeste del Mediterráneo está testimoniado
en tiempo relativamente más tardío, a mediados del ii milenio a. C. Probablemente los comerciantes
cretenses llegaron a España, rica en plata y estaño.
Las excavaciones llevadas a cabo en el Asia Menor y Siria muestran los
lejanos vínculos de las poblaciones de estos países con la cuenca egea, con
Creta, y más tarde con el Peloponeso. Las relaciones intensivas de Creta y
Chipre están probadas por los hallazgos, en Chipre, de gran cantidad de
artículos cretenses y micénicos. El comercio se hacía también con el Asia
Menor, con Troya, con el imperio hitita y con las otras regiones. Las
relaciones más intensas tuvieron lugar en la primera mitad del ii milenio a. C.
Son muy interesantes los datos existentes sobre las relaciones de
Creta con el reino de Ugarit, que existió al norte de Siria, desde finales del iii milenio a. C. hasta mediados
del ii. En Ugarit fueron
encontrados numerosos productos artesanales cretenses, y, por otra parte, la
misma producción artesanal de Ugarit en el ii
milenio a. C. pone de manifiesto la influencia de los motivos artísticos
cretenses en las pinturas decorativas, en las formas de los recipientes, etc.
Hasta en la arquitectura de las construcciones funerarias de los
siglos xviii a xvii a. C. se puede encontrar las
huellas de la influencia cretense. Tan profunda influencia de la cultura de
Creta no es posible explicarla solamente por vínculos comerciales.
Probablemente en Siria y, como se supone, también en Egipto existieron colonias
de artesanos y maestros artesanos cretenses, surgidas en la época de mayor
florecimiento del comercio con Creta.
Los artículos cretenses penetraron en el interior de los países,
alcanzando inclusive el curso medio del Eufrates, como muestran los motivos
ornamentales en espiral en las pinturas del palacio en Mari. En la misma Creta
fueron encontrados cilindros babilónicos de la época del rey Hamurabi (siglo xviii a. C.). Estos datos son, sin
duda, el resultado de las extensas relaciones de Creta con los países del Asia
Menor.
Sin embargo, en el período de decadencia de la potencia de Creta,
durante el siglo xvii y primera
mitad del xvi, el comercio con
Siria se interrumpe.
Un lugar importante en la política exterior de Creta, en el ii milenio, debió ocuparlo su potente
vecino meridional, Egipto. Los lazos económicos y culturales entre ambos están
testimoniados por gran número de fuentes determinadas por el hallazgo de
objetos egipcios en Creta y de artículos cretenses en Egipto. Particularmente
durante la época de los faraones de la XII
dinastía (alrededor del 2000 al 1740 a. C.). En los tiempos de estos
faraones, los egipcios importaban gran cantidad de mercancías cretenses, tales
como recipientes artísticos de estilo «camares», que fueron encontrados en
capas de esa época en un oasis en el Egipto medio: en tiempos de Amenenhat III (1849-1801 a. C.), en el Egipto
superior, no lejos de Luxor, fue inhumado un tesoro de objetos cretenses muy
valiosos conteniendo recipientes: uno de oro, 150 de plata (tesoro de Todd).
El fortalecimiento de Creta a mediados del ii milenio a. C., se reflejó también en sus relaciones
con los egipcios. En los tiempos del faraón Tutmosis o Tutmés III (1503 a 1491 a. C.) los
egipcios estaban particularmente orgullosos de sus relaciones pacíficas con los
príncipes de Creta. La llegada de los embajadores desde Creta se registraba en
los frescos que adornaban la tumba de Regmir, gran funcionario de Tutmosis III, y del mismo Tutmosis III. El himno de victoria en homenaje a
su dios Amón expresa: «Creta y Chipre os temen». Por lo visto, los reyes de
Creta no siempre se referían amistosamente a Egipto, y el establecimiento de
las más pacíficas relaciones era mirado por los egipcios como un considerable
triunfo diplomático. Se debe señalar que Tutmosis III no se decide a afirmar nada acerca del subyugamiento de
Creta: él señala solamente que ellos «os temen».
Algunos científicos burgueses, basados en estos textos y frescos en
tumbas, hablan del subyugamiento político de Creta a Egipto en los comienzos
del siglo xv a. C. Pero estos
datos son absolutamente insuficientes para tal afirmación. La comparación de la
fuerza militar de Egipto con la del Estado marítimo cretense hace esta
suposición todavía más inverosímil: Egipto no tenía una considerable flota
marítima.
Los prolongados vínculos económicos y políticos de Creta y Egipto
condicionaron su mutua influencia cultural. En el arte cretense aparece toda
una serie de métodos copiados del arte egipcio. En el valle del Nilo la
influencia cretense se manifiesta particularmente clara en algunos monumentos
artísticos descubiertos en el lugar de la antigua residencia del faraón Ignatón
(1424 a 1388 a. C.) excavados en el lugar de la contemporánea Tel-Amarni.
Sin duda, todas estas relaciones fueron las que condicionaron el
interés económico de Creta y Egipto en un activo intercambio. Los cretenses
enviaban artículos artesanales y en cambio recibían de Egipto productos rurales
y diferentes materias primas: oro, marfil, plumas de avestruz, huevos,
etcétera. Los mercaderes cretenses transportaban de Siria a Egipto cedro del
Líbano y probablemente otras mercancías.
A finales del siglo xv
a. C. el comercio de Creta con Egipto decayó considerablemente. Los
artículos cretenses fueron reemplazados por una gran cantidad de mercancías
importadas de la Grecia Continental. En Creta, que no estaba ya incluida en
este área de relaciones comerciales, casi no se encuentra este tipo de
mercancías.
Tal es el cuadro general del desarrollo del comercio en Creta en la
primera mitad del segundo milenio a. C.
La amplia difusión de las relaciones exteriores de los cretenses y el
importante volumen de su comercio condujeron a la creación de un sistema de
pesas y medidas y a una ulterior unidad monetaria. La mayor unidad del sistema
de pesas de Creta era, en medidas actuales, de 29 kilos, hecha con piedra y
cobre, de forma plana y piramidal. Sobre la superficie de la pesa de piedra se
esculpían a menudo figuras de pulpos, cuyos tentáculos la abarcaban totalmente.
Cualquier variación y deterioro del patrón de pesas era en estas condiciones
inmediatamente visible. La más pequeña unidad de peso era también de piedra, en
forma de disco grueso, y sus bordes redondeados o en forma de tonel. Se han
encontrado pesas de bronce en forma de cabeza de toro con plomo fundido en su
interior.
El peso de la medida muestra su parentesco con el sistema egipcio y
mesopotámico. El talento liviano de los egipcios pesa también 29 kilos, y esto
era aproximadamente el peso del talento babilónico. La pequeña unidad cretense
pesa de 6 a 6,5 gramos y correspondía a la mitad de la unidad de oro egipcia,
cuyo peso era de 13 gramos. Otras unidades de peso de 3,5 gramos correspondían
plenamente a la unidad del sistema babilónico. La unidad del sistema de pesas
de Creta, Egipto y Babilonia era consecuencia natural de los vínculos
comerciales intensivos entre estos países.
Las excavaciones en las ciudades cretenses proporcionan importantes
informes para la investigación de la historia de la sociedad clasista de
Creta. El estudio de las poblaciones de la época minoica casi se limita a
las excavaciones de ciudades medias y grandes. En cuanto a las aldeas, todavía
hoy se conoce poco.
Es interesante señalar que todas
las grandes ciudades de Creta estaban situadas no en la orilla del mar, sino
algo distantes de él. Tal distribución fue condicionada por la amplia difusión
de la piratería en aquella época.
La ciudad más importante de Creta, en el ii milenio a. C., fue Cnosos. Al principio, y hasta el
siglo xxi a xx a. C., las casas particulares
estaban unidas a las paredes del antiguo palacio. A mediados del siglo xvi, la capital de Minos fue construida
de tal modo, que las viviendas de la población más pobre estaban desplazadas
hacia los suburbios.
En el centro de la ciudad, en las cercanías del palacio y también en
parte de su anterior territorio fueron construidas las residencias de la
aristocracia y de los funcionarios del palacio.
Actualmente, en Cnosos se descubrieron muchos restos de casas
construidas en la primera mitad del ii
milenio. Su estudio muestra que la aristocracia de Cnosos construía sus casas
de varios pisos, a veces con sótano. Algunos edificios tenían espacios libres
entre sí. Las ventanas a menudo se distribuían en los pisos altos de la casa, y
de vez en cuando en los inferiores.
La casa se construía con grandes y pequeñas piedras con solución de
arcilla. En el interior, las paredes estaban recubiertas de estuco coloreado.
Fueron encontradas varias de color rojo. Las casas de los pobres eran pequeñas,
de un solo piso y de trazado simple.
Otras ciudades cretenses, como Tilisos, Gurnia, Festos, tenían rasgos
comunes con Cnosos. También en ellas las casas privadas de los ricos estaban
construidas en forma parecida: la entrada se hacía a través de los claros entre
casa y casa, en los pisos bajos estaban las salas de recepción y el santuario
familiar, en los pisos superiores las habitaciones privadas. Las calles de la
ciudad estaban empedradas y sus diferentes niveles estaban a menudo salvados
con peldaños. Como en Cnosos, en el centro de otras ciudades de Creta se
elevaban edificios que eran probablemente residencia de las autoridades de la
ciudad. Al costado se encontraba la plaza de espectáculos, de forma
rectangular, con escaleras que llevaban hacia ella. Existían también
poblaciones más pequeñas, especialmente en el siglo xv al xiv. A
mediados del ii milenio, el estado
sanitario de las ciudades cretenses era bastante bueno. El sistema de cloacas
aseguraba en ellas la limpieza. Por tubos de cerámica, el agua de los
depósitos, pozos y fuentes llegaba a las viviendas. Un admirable monumento de
la cultura cretense era el palacio de Cnosos, al cual los griegos llamaron
«Laberinto».
El plan general de los palacios cretenses recuerda fuertemente a los
palacios hititas de Hattusa (actual Bogazköy), que corresponde a la primera
mitad del ii milenio a. C.
Los palacios de los reyes hititas, a semejanza de los palacios cretenses,
ocupaban también amplias superficies y desempeñaban el mismo papel: en ellos
había locales para depósitos donde guardaban las provisiones y artículos de
artesanía, los tesoros del rey y archivos de tabletas de arcilla.
El palacio de Cnosos se desarrolló como resultado de muchos siglos de
actividad arquitectónica de los cretenses. La construcción de los palacios
corresponde a las cercanías del siglo xxi.
En el transcurso de su larga historia, el de Cnosos más de una vez fue
destruido y reconstruido. Después de la destrucción que tuvo lugar en los
límites del siglo xv al xiv, ya no se volvió a reconstruir de
verdad, y fueron habitados sólo algunos sectores.
En la actualidad permanece intacto únicamente un piso bajo. Es
necesario señalar lo relativo de la fidelidad de las reproducciones en la
reconstrucción de los monumentos originales, reproducciones que no pueden ser
miradas como exactas, por los convencionalismos de todo género, tanto en lo tocante
a la arquitectura como a las pinturas del palacio.
El palacio de Cnosos está constituido por estancias de recepción,
habitaciones privadas, depósitos de productos domésticos y talleres.
Su planificación, como la de otros palacios descubiertos en Creta, se
distingue por su extraordinaria sencillez y, al mismo tiempo, por la abundancia
de locales. Por ejemplo, en la parte occidental del palacio de Cnosos existen
18 depósitos situados a lo largo de un corredor, lo cual permitía conservar en
un mismo lugar las grandes reservas de artículos de artesanía y productos
rurales.
El enorme cuerpo del palacio ocupaba un terreno de alrededor de 16.000
metros cuadrados. Su centro era el patio principal, de forma rectangular, que
ocupaba la mitad del cuerpo arquitectónico a lo largo y un tercio a lo ancho.
Estaba vinculado al conjunto de grandes y pequeñas habitaciones del palacio y
servía para iluminarlas. El mismo papel lo representaban otros patios.
En el palacio de Cnosos predominaban las habitaciones rectangulares,
lo cual era, en general, la característica de las construcciones cretenses. En
las salas de los palacios de Creta se utilizaban ampliamente pilares en forma
de columna que se estrechaban hacia abajo y sostenían los cielos rasos y los
descansos de las escaleras. El palacio de Cnosos tenía tres y, según la opinión
de algunos científicos, hasta cuatro pisos. En el piso bajo se encontraban los
talleres reales y los enormes depósitos con productos destinados al consumo y
posiblemente para la venta. Acerca de las medidas de las reservas palaciegas,
se puede juzgar por los enormes recipientes de arcilla, que superaban la
estatura humana y que se guardaban en gran cantidad en los subterráneos del
palacio. Sólo en los depósitos occidentales se podían guardar cerca de 78.000
litros de aceite o de vino. Al lado de los depósitos con los productos había
locales de depósitos de armas, carros de guerra y tesoros reales. Locales
especiales estaban destinados a la servidumbre palaciega y los artesanos de los
talleres reales, así como también dedicados al culto.
Las salas de recepción del palacio estaban distribuidas,
preponderantemente, en los pisos superiores, vinculados con los inferiores por
todo un sistema de escaleras. De la pequeña sala del trono, que se encontraba en
el primer piso, por una escalera ancha se podía ascender a grandes salas, de
las cuales, en lo que respecta a la belleza de la ornamentación, hablan los
fragmentos de pinturas y cerámicas hallados, revestidos de baldosas adornadas
por relieves. La más grande de las salas conservadas es la denominada Sala de
la doble hacha, que se encontraba en la mitad oriental del palacio. Era
probablemente la gran sala del trono, destinada a las ceremonias oficiales y al
culto.
Al lado de la Sala de la doble hacha se encontraban las habitaciones
privadas de la reina, la sala de recepciones, la tesorería, etc. Para las
necesidades del palacio, como en general en las grandes casas cretenses, había
bañeras y cuartos de baño. Para el descenso de las aguas de lluvia y de desagüe
existía un sistema de canalización. El agua para los baños, servicios
sanitarios y piletas venía por tubería de cerámica desde las fuentes, que se
encontraban fuera del palacio.
A su interior conducían algunas entradas en las cuales se encontraban
locales para la guardia palaciega. En la época de la dominación de los mares,
el palacio no estaba fortificado; el poder de los reyes cretenses era tan
grande, que no había necesidad de fortalecer su residencia.
El palacio de Cnosos estaba situado en un lugar hermoso, desde el cual
se divisaba un pintoresco panorama sobre el río, los jardines circundantes, los
campos y huertas; a lo lejos se veían los montes Ida e Iuctas. A pequeña
distancia del palacio principal había otros dos edificios que pertenecían a su
cuerpo, los cuales llevaban el nombre de pequeño palacio y villa real.
Estaban unidos con el gran palacio por admirables caminos empedrados.
La sala principal de la villa, dividida en tres partes, tenía el cielo raso
sostenido por columnas.
La técnica de construcción de los palacios era diferente a la empleada
en las casas comunes. A principios del ii
milenio las paredes de los palacios estaban hechas de bloques de piedra muy
bien tallados. Más tarde, en los siglos xvi
y xv, las paredes se erigían de
trozos de piedra unidos con arcilla y revestidos de baldosas o de estuco. Los
pisos altos tenían paredes de adobe.
Además del de Cnosos, en la isla se descubren otros palacios en
Festos, Malia y Hagia-Tríada: los dos primeros, en principio, tenían el mismo
plano que el palacio de Cnosos.
En 1949, a 15 kilómetros de Cnosos, en Vatipietro, al excavar se
encontró otro palacio, por lo visto construido alrededor del 1600 a. C. y
que subsistió alrededor de un siglo. En la excavación aparecieron una serie de
locales (entre ellos alas con restos de columnas, grandes depósitos con 16
recipientes, que se descubrieron en 1953 y que son el abastecimiento del
santuario del palacio) y otros aún no terminados de excavar.
Creta del siglo xiv al xiii
a.C.
El desarrollo del Estado cretense bajo el poder de los reyes de la
dinastía mítica de Minos (se puede pensar que el nombre de Minos era en Creta
tan tradicional como el nombre del faraón Ramsés en Egipto del siglo xiii al xi
a. C.) se interrumpió bruscamente alrededor de 1400.
La causa de esto fue buscada en un gran terremoto. Sin embargo, las
excavaciones mostraron que en Cnosos, Festos, Hagia-Tríada, Malia, Zacro y
Moclos los palacios y poblaciones fueron destruidos y quemados. Esto prueba una
cierta agresión del exterior. El problema de quién destruyó la potencia
cretense, hasta ahora no ha sido resuelto. Los partidarios de la teoría del
auge de Micenas parten de la situación de Creta sometida al yugo de los
micenios, en el período 1450 a 1400 a. C., y suponen que la catástrofe se
produjo como consecuencia del levantamiento de las poblaciones locales de Creta
contra ese poder extranjero. En el actual estado de las fuentes, semejante
explicación no es convincente. Más probable es otra reconstrucción de los
acontecimientos, de acuerdo con la cual la potencia cretense —a finales del
siglo xv— fue aniquilada por los
aqueos que vinieron del Peloponeso. El golpe fue inferido, por lo visto, a los
más importantes centros de Creta. El problema no se limita a la rapiña de los
valores materiales de la isla, sino que parte de su población fue probablemente
reducida a esclavitud. La vida se interrumpió en muchos puntos (Palecastro,
Niru-Kani, Platis, Tilisos). Es posible que en el mito acerca de la permanencia
de los argonautas en Creta en el tiempo en el cual Medea aniquiló al gigante
que guardaba la isla, se conserve en recuerdo de la campaña de los aqueos
contra Creta.
De la destrucción de las ciudades cretenses se salvaron algunas
poblaciones que trataron de reconstituir sus viviendas y los edificios dañados.
En el siglo xiv a. C. fue en
parte limpiado y poblado el palacio de Cnosos, y se produjeron algunos
desplazamientos de poblaciones hacia la mitad occidental de la isla. Es
probable que entonces tuviera lugar el desplazamiento de habitantes desde el
continente, puesto que en algunos lugares se encuentran casas de tipo
megarense, característico para la Grecia del ii
milenio a. C. En Hagia-Tríada fueron descubiertas típicas tumbas de tipo
continental, con túmulos llamados tolos.
Desde mediados del siglo xiii
a. C., Creta pierde manifiestamente su independencia y cae en la esfera de
influencia de la Grecia continental. La población de este tiempo no era
numerosa, y puede creerse que los testimonios homéricos acerca de los 80 barcos
cretenses que participaron en el sitio de Troya eran un recuerdo del antiguo
poder cretense. El dominio aqueo sobre Creta fue evidentemente aniquilado por
los dorios. En lo sucesivo, la población doria predominó en Creta. Sin embargo,
y en tiempos históricos, de acuerdo con Herodoto, Creta era habitada por
cretenses autóctonos, que no sabían hablar en griego.
La escritura cretense
En muchas ciudades cretenses fueron halladas inscripciones. Su
abundancia permite seguir el gradual desarrollo de la cultura en Creta. Ya
alrededor del siglo xxii
a. C., los cretenses conocían la escritura pictográfica, que transmite a
través del dibujo conceptos aislados, es decir, vocablos, como hacían los
egipcios por medio de los jeroglíficos. Los diferentes pictogramas (figuras de
hombre, árbol, flecha, doble hacha, herramientas de trabajo, etc.) eran
tallados por los cretenses en sellos o grabados en recipientes. Se leía de
izquierda a derecha; a veces se utilizaban crucecitas para destacar los grupos
de signos.
En el siglo xviii
a. C., los cretenses elaboraron una escritura, el sistema llamado lineal,
en la que cada signo representaba una sílaba. La cantidad de monumentos
disponible de la antigua escritura lineal no es tan grande; son inscripciones
en sellos, en objetos, en precintos, etc. La escritura lineal, difundida en
toda Creta, estaba constituida por 137 signos. Un tercio de los signos estaba
vinculado, en cuanto a su origen, con la antigua escritura pictográfica. Los
restantes fueron introducidos por primera vez. Esta escritura, más antigua,
silábica, convencionalmente se designa en la ciencia contemporánea con la letra
«A». Hasta ahora el problema de en qué lengua está escrito el texto de la
«escritura lineal A» no ha quedado resuelto. En el mismo comienzo del corriente
siglo, en Cnosos, y luego en las excavaciones de 1939-1952 en Pilos, fueron
descubiertos unos archivos de escritura cuneiforme en tabletas de arcilla
recubiertas con la escritura lineal del tipo «B», los cuales, según la lectura
propuesta por Vendris y Chadwick, resultan escrituras de la variedad arcaica de
la lengua griega, muy cercanas al dialecto de Homero (como veremos más
adelante).
Además de los monumentos cretenses, una escritura lineal pictográfica fue encontrada en Festos, en ambos
lados de un disco de arcilla cocida. Los signos sobre el disco son diferentes
de los mencionados anteriormente del sistema de escritura cretense. El llamado
disco de Festos queda aún sin descifrar. La única deducción a la cual llegaron
los científicos es que el documento es de origen extranjero y fue enviado a
Creta desde no se sabe qué región del Asia Menor.
Al par de la escritura, los cretenses tenían nítidamente elaborado el
sistema de numeración. Estaba basado en el sistema decimal. No solamente tenía
cuatro reglas u operaciones aritméticas (suma, resta, multiplicación y
división), sino también quebrados. Los cretenses representaban las cifras de la
siguiente manera: unidad, I
; decena, — ; centena, o
y millar, x . Los quebrados se representaban con el signo I—.
Es importante señalar que, al representar las cifras, los cretenses guardaban
siempre un orden en la distribución de los signos. Por ejemplo, la cifra 7 la
representaban así: y no
; 5 solamente ; etc. También las decenas se
representaban de acuerdo con un esquema definido; por ejemplo: 40, ; 70,
; etc.
El arte cretense
La época del surgimiento y florecimiento del Estado en Creta fue
acompañada por un extraordinario ascenso del arte cretense, representado por
gran cantidad de obras arquitectónicas y decorativas.
El arte cretense era peculiar y se diferencia del arte contemporáneo
de otros pueblos del mundo antiguo.
Los cretenses no construyeron, como los egipcios, grandiosos templos y
pirámides. Sus principales creaciones de arquitectura eran palacios y
viviendas, que testimonian el carácter más gentil de toda la cultura cretense.
No crearon colosales estatuas de muchos dioses y jefes divinizados. Su arte
representativo sirvió predominantemente para adornar las viviendas y
diferentes, y habitualmente suntuosos, objetos de uso doméstico. Esto no podía
dejar de reflejarse del más favorable modo en el desarrollo de la cultura
artística. El arte cretense dependió en mucha menor medida de los cánones
religiosos, que ponían freno al arte egipcio, y su fantasía creadora podía
expresarse con mayor libertad. Fácil y directamente reflejaba la naturaleza que
lo rodeaba. En la cultura cretense en general no se nota tan acentuada
influencia de la casta sacerdotal como en Egipto.
Los artistas de la primera mitad del ii
milenio crearon no solamente admirables ornamentaciones, sino que representaron
escenas de la vida corriente y ceremonias del culto que se distinguen por su
forma viva, su aguda observación y el virtuosismo técnico, extraordinario para
aquel tiempo.
En los siglos xvi-xv, es decir, en la última época de la
potencia cretense (el posminoico del esquema cronológico de Evans), se pueden
notar algunos rasgos determinados, por lo visto, por la diferenciación de las
capas de la sociedad cretense. Tenemos en cuenta la aparición del, sui
generis, «arte de palacio».
Su rasgo característico era la estilización, la transición en los
motivos ornamentales hacia la consideración de la naturaleza viva.
En el tiempo del florecimiento de su arte, los cretenses prestaron
mucha atención a los adornos murales. En los siglos xix y xviii las
paredes de los palacios y de las casas de los cretenses ricos se adornaron con
tablillas de loza con relieves representativos y con relieves coloreados en
estuco. Como ejemplo de estos últimos puede servir el conocido relieve del
«rey-sacerdote», de Cnosos. Representan un joven esbelto, de talle fino y
musculatura bien desarrollada, vestido con un delantal ricamente adornado, que
rodea su cadera, y con una toca de vivos colores en su cabeza, que cuelga hacia
atrás.
En el siglo xvii la
pintura —frescos— desplaza al relieve. Los temas de los frescos tienen carácter
ritual y mundano, extraordinariamente diferente. La maestría de los artistas
cretenses aparece particularmente en la representación de la naturaleza viva.
Sin embargo, con el transcurso del tiempo, la aguda observación del mundo
circundante se debilita, aparecen representaciones artísticas estándar, más
abstractas y de carácter decorativo. Esta salida de la realidad hacia lo
convencional se siente con fuerza en Cnosos.
Una muestra de fresco de la época del «arte de palacio» es el llamado
«fresco de las sillas plegadizas», en las paredes del santuario de Cnosos. El
fresco consiste en dos franjas de dibujos, en que se utilizan los tonos azules,
amarillos y rojo ladrillo. Las figuras aquí representadas en iguales tipos
estilísticos son parejas de jóvenes y doncellas sentadas en sillas y que se
sirven mutuamente recipientes. Esto tenía probablemente significación ritual.
Parte de esta composición es la muy conocida representación de la doncella
(«Parisina») con cabellos peinados magistralmente y vestido azul y granate, de
cuello plegado.
En los últimos siglos anteriores a la caída de Cnosos, en las paredes
del palacio se hicieron muchas nuevas pinturas en las cuales muy a menudo se
representaron juegos con toros. Los artistas cretenses grabaron diferentes
momentos de este juego, que exigía gran destreza y audacia.
El estilo palaciego del siglo xv
aparece principalmente en Cnosos. En todas las ciudades de Creta se conservan
viejas tradiciones en el arte representativo de la naturaleza viva. Es
interesante observar que los dibujos de las paredes en los centros secundarios
de Creta representan sólo animales; no se encuentra en ellos la figura humana.
Pueden servir de ejemplo los conocidos frescos del palacio de Hagia-Tríada.
La escultura monumental, al parecer, no jugó un gran papel en el arte
cretense. Mayor significación tenía la pequeña escultura. A la época del
florecimiento del Estado cretense pertenecen las estatuillas de loza de diosas,
con serpientes en las manos, vestidas con suntuosas prendas, que dejan los
pechos al desnudo. De loza se hacían también imágenes con relieves de un solo
lado, que representaban escenas vivas; por ejemplo, representaciones de vacas y
terneros, cabras y cabritos.
Un lugar especial en el arte aplicado lo ocuparon los dibujos en
cerámica. En el iii milenio
a. C., las pinturas de recipientes se limitaban a dibujos geométricos; en
el ii milenio los dibujos eran
múltiples. Se representaban con líneas multicolores, espirales, pétalos y rosetas;
habitualmente se hacían diferentes motivos vegetales y animales
predominantemente marítimos (pulpos, moluscos, peces). Los dibujos en cerámica
en el período de desarrollo del estilo palaciego presentan las huellas de una
exquisita estilización.
Alrededor del 1600 al 1400 a. C., alcanzó significativo
desarrollo en Creta la talla artística en piedra, acerca de la cual testimonian
muchos grabados, y también recipientes de piedra con representaciones en
relieve de diferentes escenas de la vida campesina, en las casas, en el palacio
y otras.
Aunque la vida diaria de los nobles se diferencia marcadamente de la
existencia del pueblo simple, se puede pensar que en todos sus trabajos los
maestros cretenses siguieron las tradiciones populares del arte cretense. Esto
llevó a un avance de los oficios artísticos de Creta. Después de la destrucción
del Estado cretense y el aniquilamiento de una parte importante de su
población, las formas artísticas, creadas en el siglo anterior, en parte
cambiaron bruscamente, en parte degeneraron gradualmente y perdieron su
contenido inicial.
La religión cretense
La visión religiosa cretense en el período analizado sufrió un cambio
extraordinario. En el iii milenio
la representación religiosa de los habitantes de Creta era muy primitiva. El
totemismo (respecto a animales y plantas) y los cultos de la divinidad femenina
y de los antepasados, del período anterior a la época del matriarcado,
constituían la base de su religión.
Y en el ii milenio el
culto de la divinidad femenina era todavía el principal entre los cretenses. La
gran diosa (cuyo nombre en la lectura de las inscripciones es aún desconocido)
recibía culto de diferentes modos. Ante todo, era diosa de la naturaleza y así
se la consagraba en muchos santuarios de cavernas montañosas (en los montes
Iuctas, Ida y otros). En algunas cavernas (por ejemplo, en la de Pesixto)
servía para el culto local de manera interrumpida en el iii, ii y i milenios. Los árboles sagrados o las
ramas eran atributos de la diosa. Al parecer, en muchos templos campesinos
había altares y grupos de árboles sagrados. Los monumentos del arte cretense
conservan dibujos que representan plantaciones y riego de estos árboles. Con el
culto de los dioses de la naturaleza estaban vinculados los pájaros, sobre todo
las palomas. Se inclinaban a representarlas en danzas rituales que tenían
carácter orgiástico.
En los santuarios palaciegos y hogareños, a menudo se encuentran
representaciones de la divinidad femenina, cuyo principal atributo era la
serpiente. Cabe suponer que el culto de la diosa de la serpiente alcanzó
particular difusión entre los nobles cretenses en el último siglo de la
existencia de su Estado. Admirables figuras de esta divinidad, en loza y en
marfil con adornos de oro, encontradas en los palacios, se diferencian
agudamente de las toscas y acampanadas figuras de arcilla halladas en los
santuarios de las casas de los pobres.
A la gran diosa se la consideraba como la reina de las fieras.
Habitualmente se la representaba con esbelta figura, bellas vestimentas y el
pecho desnudo; a los pies, dos leones que miran a su soberana. En las gemas de
Cnosos ella aparece como cazadora que derrota a los jabalíes, y equivale al
arquetipo griego de Artemisa. Era la diosa de la naturaleza y de la tierra; y
al parecer la diosa del mundo subterráneo.
Junto a ella, en el panteón cretense, se encuentra un dios masculino,
que también era considerado la personificación de la fuerza de la naturaleza.
La representación de la doble hacha era el símbolo de este dios del cielo y del
trueno, extraordinariamente frecuente en Creta. Ambos dioses eran dibujados en
los vasos y grabados en las columnas de los palacios. Gran número de
representaciones de metal y piedra fueron encontradas en casas y palacios de
Creta. También se los colocaba en las tumbas.
Según parece, hacia mediados del ii
milenio a. C. adquirió significación en Creta la honra del dios en forma de
hombre-toro. Posteriormente, los griegos le llamaron Minotauro. Probablemente
en el tiempo de la aparición de la agricultura de arado, el antiguo culto
totémico recibió nueva significación y se vinculó con el dios masculino. En el
culto del dios-toro se introdujeron juegos con toros, cuya representación fue
también muy frecuente en el arte de Creta.
Los cretenses reverenciaban a dioses secundarios, menos
significativos, como protectores de diferentes ramas de la producción
artesanal. B. L. Bogaievski mostró cómo los puntos de vista religiosos de los
alfareros cretenses estaban relacionados con las profesiones de los mismos;
existían cultos a dioses particulares protectores del oficio del alfarero.
Los dioses de los cretenses aparecen siempre como antropomórficos. En
Creta casi no existían semidioses, semianimales, como en Egipto o en el Asia
Menor. Zoomórficos eran sólo los demonios, de esencia inferior comparados con
los dioses, y jugaban un papel menor en la religión cretense del ii milenio a. C.
El mundo de ultratumba estaba relacionado para los cretenses con la
idea de una existencia ultraterrena. A los difuntos se les proveía de armas y
utensilios y se les levantaban construcciones fúnebres. En honor de los dioses
se sacrificaban animales, toros y cabras; junto con el difunto se ponían
figuras de toros. El ritual fúnebre se representaba muy cuidadosamente en los
sarcófagos de arcilla de Hagia-Tríada, que pertenecen al siglo xiv o al siglo xiii a. C. Se exponían en ellos escenas de marchas
fúnebres, sacrificios y libaciones dedicados a los dioses, conducción del
muerto a la tumba. Esta pintura, así como la arquitectura de algunas cámaras
fúnebres cretenses (tumba del rey-sacerdote en Camo, tumba del rey en Isopate),
muestra algún parecido con el culto de los muertos de los egipcios.
Las ceremonias religiosas de los cretenses, a juzgar por las
representaciones que se conservan, se distinguían por su gran diversidad. Se
puede suponer que consistían en danzas, canciones, procesiones solemnes
semejantes a la marcha de los que recogen el olivo en la escena que aparece en
un jarrón de esteatita de Hagia-Tríada, holocaustos en los santuarios públicos
y privados. A juzgar por las inscripciones de Cnosos, en algunas fiestas se
sacrificaban decenas de animales.
En las ceremonias religiosas de los cretenses, el papel dominante
característico lo desempeñaba la mujer, que se ocupaba de las actividades del
culto. La representación de los hombres raramente aparece en las escenas del
culto, por lo demás sólo en los más tardíos.
Como se señaló antes, se nota en Creta la ausencia de templos
monumentales. Solamente en Gurnia se descubrieron pequeños templos. A menudo
los santuarios cretenses se encuentran en pequeños cuartos dedicados a un solo
culto o dos. En Cnosos, al lado de depósitos, talleres y habitaciones, una
serie de cuartos estaban destinados a los cultos rituales. En las casas de las
capas medias de la población había, a juzgar por lo hallado en las
excavaciones, santuarios domésticos que contenían imágenes divinas y mesas de
sacrificio, vajilla sagrada, cuernos sagrados, dobles hachas, etc.
La religión minoica muestra algunos rasgos parecidos con la religión
de los hititas de la Mesopotamia y Egipto, lo que se explica por el desarrollo
parecido de estos pueblos, así como por los vínculos culturales, desde hacía
mucho existentes entre ellos.
La cultura cretense y las representaciones religiosas ejercieron
indudable influencia en la cultura de los que posteriormente habitaron Grecia.
El recuerdo de la época del florecimiento de Creta encontró su reflejo en
muchos mitos griegos, en la época homérica y en las tradiciones históricas. En
la cultura de los griegos del i
milenio a. C. se encuentra una serie de rasgos heredados de la rica
civilización minoica. En la misma Creta, a lo largo del período romano, se
veneraron las cavernas que habían servido para el culto local de los dioses
minoicos. En la religión de los helenos se utilizaron objetos sagrados, que
tenían significación en los cultos cretenses del período anterior, por ejemplo,
el hacha y el cuerno sagrado. También se observa el parecido con los cultos
campesinos minoicos, reflejados en una serie de leyendas y mitos según los
cuales Creta fue el lugar del nacimiento (caverna de Disteica) y la muerte
(caverna de Iuctas) de Zeus; en esta isla transcurrió la niñez de Apolo,
Dionisos y Heracles. El que haya cierta sucesión no da base, sin embargo, para
deducir la mitología griega exclusivamente de las fuentes cretenses. No es
posible supervalorar la visión religiosa de los cretenses, como lo hizo A.
Evans, que consideraba el santuario de Nir-Jano el centro religioso del cual
habían surgido los cultos de los dioses minoicos, para penetrar en las más
alejadas regiones del Mediterráneo, hasta España. Muchos de los rasgos similares
pueden ser explicados no solamente por las tradiciones conservadas, sino por
las representaciones parecidas de las fuerzas de la naturaleza y su influencia
en la vida del hombre en las sociedades cretense y griega temprana.
4. Troya
Troya fue un gran foco de cultura del iii
al ii milenio antes de nuestra
era. La ciudad de Troya se encontraba en la costa noroeste del Asia Menor, a
una distancia de 25 a 30 kilómetros de la desembocadura del Bósforo (Bósforo
tracio). La colina (llamada también Ilión) se levanta sobre la planicie del río
Escamandro, y está limitada al sur y al este por montañas.
La historia de Troya está íntimamente vinculada a la de los pueblos
vecinos del Asia Menor. Aproximadamente en el siglo xii a. C., la floreciente población de los troyanos fue
destruida; la tradición griega considera esta destrucción obra de los aqueos:
los basileis de Micenas y de los otros centros de Grecia en aquel tiempo
figuran en las antiguas tradiciones de las campañas troyanas como jefes de los
ejércitos que sitiaron Troya. La información acerca de estos acontecimientos
está conservada en los poemas homéricos la Ilíada y la Odisea.
A mediados del siglo xix,
los representantes de la llamada orientación crítica en los estudios de los
poemas homéricos expresaban sus dudas sobre la existencia de Troya. Solamente
las excavaciones del arqueólogo aficionado Schliemann probaron su existencia.
Utilizando datos contenidos en los poemas homéricos, Schliemann comenzó a excavar
la colina de Hissarlik, descubriendo el lugar donde había estado Troya. Es
verdad que Schliemann se equivocó en la definición de las capas pertenecientes
a la Troya homérica, ya que dirigía las excavaciones sin tener en cuenta las
exigencias básicas de los métodos arqueológicos. Se rigió por las fechas que se
consignan en los poemas de Homero; los objetos que pertenecían a una época
fueron confundidos con material de épocas más antiguas, de diferentes
poblaciones, y fueron destruidas durante las excavaciones las murallas de la
Troya homérica. Las excavaciones siguientes establecieron la presencia de
muchas capas urbanas, en número no menor de nueve, pertenecientes a un período
que va del iii milenio a. C.
hasta los primeros siglos de nuestra era.
Antiguas poblaciones en el lugar de Troya
La más antigua colonia de Troya en la colina de Hissarlik corresponde
al comienzo del iii milenio
a. C. Los habitantes de esta población se encontraban todavía en el régimen
de la comunidad gentilicia primitiva. Se ocupaban de la agricultura y la
ganadería, a lo que contribuyó la fertilidad del territorio circundante. Los
instrumentos estaban hechos con piedra pulida. Sólo se puede hablar
presuntivamente del uso del cobre. Alrededor del 2000 a. C. aparecen aquí
recipientes importados de las islas Cícladas.
En la segunda mitad del iii
milenio, sobre las ruinas de la primera población, desaparecida según parece a
raíz de un incendio, surgió más rica, rodeada de gruesos muros, la población de
la segunda Troya. Los habitantes de esta ciudad utilizaron el bronce y los
metales preciosos, tales como el oro y la plata. Esta era la época de la
descomposición de la comunidad gentilicia primitiva. La riqueza de la
aristocracia alcanzó grandes proporciones. De ejemplo pueden servir los
considerables depósitos encontrados en Troya, tal como el hallado por
Schliemann y llamado «el tesoro de Príamo». Estaba constituido por lingotes de
plata, recipientes de cobre, plata y oro, armas de bronce y piedra, ornamentos
de oro finamente trabajado (diademas, brazaletes, pendientes, etcétera),
vajilla y otros. La cantidad de pequeños objetos de oro sobrepasa el número de
8.000. Particularmente llaman la atención grandes hachas pulidas de jaspe y jade,
muy bellas por su forma, adornadas con dibujos de extraordinaria elegancia.
En otros tesoros de esta época fue encontrada gran cantidad de objetos
de alto valor artístico, de oro, plata y bronce. La abundancia de tesoros
muestra que los oficios vinculados con la elaboración de los metales se
separaban como ramas autónomas dentro de la producción. Al rápido desarrollo de
la metalurgia contribuían las posibilidades de la riqueza mineral del Asia
Menor (ahí se extraían en la antigüedad cobre, estaño, plata, oro). El
desarrollo de la producción creaba las condiciones para un activo intercambio.
El comercio, a juzgar por los datos que se poseen, se realizaba no sólo con los
vecinos más cercanos, sino con las poblaciones de la parte oriental de la
cuenca egea. El hallazgo de aislados objetos troyanos en Creta y Egipto admite
suponer la existencia, en ese tiempo, de relaciones entre Troya y otros países.
Las excavaciones de las últimas décadas en Tracia, Macedonia y la Grecia
continental (en la Argólida) muestran que las relaciones no eran sólo
comerciales, sino culturales. Rasgos de similitud han sido descubiertos en la
cerámica y en algunos ritos (por ejemplo, en el fúnebre).
Los materiales que atañen a los vínculos exteriores de Troya, en la
segunda mitad del iii milenio
a. C., rechazan de manera decisiva la teoría de Meyer, según la cual a
finales del iii milenio Troya fue
centro de la llamada cultura de bronce, única que se extendió por toda el Asia
Menor. Se puede hablar solamente de las culturas afines de las tribus que allí
se encontraban en parecidos grados de desarrollo social.
Muchos de los tesoros hallados atestiguan también acerca de los
peligros que acechaban a Troya en la segunda mitad del iii milenio. La estratificación patrimonial o de bienes y la
acumulación de riquezas fueron la causa principal de la intensificación de las
luchas intertribales. Para los pueblos que se encuentran en el período de
descomposición del régimen gentilicio primitivo, la adquisición de la riqueza,
como dice Engels, se presenta ya como uno de los principales objetivos de su
vida. El pillaje de las riquezas ajenas les parece más fácil y más agradable
que el trabajo tenaz.
En esa época, Troya fue rodeada con gruesos muros, que alcanzaban la
altura de tres metros, con algunas torres y puertas. Toda la fortaleza ocupaba
relativamente poco espacio (de 175 a 190 metros de diámetro) y era, según
parece, residencia del basileus y de la aristocracia local. Como
atestiguan las excavaciones, los objetos más valiosos se conservaban precisamente
en los puntos más defendidos y fortificados de la Tróade.
La población que estamos describiendo pereció al finales del iii milenio entre las llamas. Es
interesante señalar que el momento de la destrucción de este rico centro
coincidió con el fortalecimiento de los aqueos que habitaban en el interior del
Asia Menor.
En el período del siglo xxi
al xviii a. C., sobre las
ruinas de la fortaleza destruida, consecutivamente surgieron y fueron
destruidas por el enemigo tres poblaciones que se reemplazaron una a otra. La
más antigua (la tercera Troya) tenía fuertes muros, que alcanzaban 12 metros de
ancho. La cuarta desapareció incendiada. La cultura de los habitantes de estas
poblaciones era menos brillante que la de los habitantes de la segunda Troya. Sin
embargo, los vínculos económicos con los vecinos, en particular con los
habitantes de las islas del mar Egeo, continuaron desarrollándose
paulatinamente.
La Troya homérica
Desde el siglo xviii se
observa un nuevo ascenso de Troya. En este tiempo surgió en la colina una
población de área considerablemente mayor que todas las precedentes: la sexta
Troya, que existió hasta mediados del siglo xvi,
cuando fue destruida por un terremoto. La reconstrucción de la ciudad de Troya,
la séptima, fue algo más pobre. La cultura de ambas poblaciones era casi la
misma. Los habitantes de la Troya séptima utilizaron las fortalezas defensivas
y otras construcciones de la época precedente. Se puede suponer que ambas
poblaciones estaban en la misma antigua Troya, que ocupaba tan importante lugar
en las tradiciones griegas.
El desarrollo de las fuerzas productivas y el crecimiento de los
recursos económicos permitió a los troyanos elevar alrededor de sus ciudades
nuevas y fuertes fortalezas, construidas probablemente en el siglo xvii a. C. La necesidad de tales
construcciones y de tan altos muros y torres fue debida, según parece, a
ininterrumpidas guerras. Al construirse los muros, el área de la ciudad fue
ampliada por medio de terrazas artificiales, distribuidas alrededor de la
colina.
Los admirables modos de colocación de los bloques en los muros de las
fortalezas y las casas de piedras talladas y los muchos artículos de artesanía,
de metal, de arcilla, etc., hablan del alto desarrollo de la economía de la
sociedad troyana al mediar el ii
milenio a. C. Los monumentos de la cultura material testimonian acerca de
la considerable estratificación patrimonial de la población de la Troya de esta
época. Responden plenamente al cuadro de la sociedad troyana reflejada en la Ilíada:
el pueblo que vivía aún en comunidad gobernado por los basileis poseía
numerosos rebaños. La esclavitud tenía un carácter patriarcal y era la fuente
complementaria de la riqueza del basileus, constituida también por
diferentes y ricos utensilios, armas, piedras preciosas, etcétera.
La población de Troya del siglo xvii
al xii a. C. mantenía activas
relaciones con los pueblos del mundo egeo. En la capa llamada por los
arqueólogos sexta Troya fueron encontrados objetos del Peloponeso y de las
islas del mar Egeo. La vajilla utilizada por los troyanos, denominada minoica,
fue a menudo hallada en las regiones de difusión de la cultura micénica. El
vínculo de Troya con el norte de la península balcánica se extendió hasta muy
lejos. Se ha encontrado en Moldavia el Tesoro de Borodín, conteniendo artículos
troyanos de la época de la sexta ciudad. Cerca del mismo, en el sur de la URSS,
fueron hallados otros artículos que provenían de la sexta Troya.
Un terremoto, hacia mediados del siglo xiv
a. C., destruyó esta ciudad. La población de la séptima ciudad, la
denominada arqueológicamente Troya VII,
tuvo que vérselas con la gran potencia de los hititas.
Es posible que jefes militares troyanos reconocieran el poder del rey
hitita (los troyanos participaron en la campaña de los hititas contra Egipto,
que terminó con la derrota de los egipcios en Kadesch, en Siria, en 1288
a. C.). En el límite del siglo xiii
al xii a. C., Troya ardió. El
incendio y la destrucción de la ciudad se produjeron, por lo visto, a
consecuencia de una invasión enemiga, de las cuales es tan rica su historia.
Como ya hemos dicho, la tradición antigua considera culpables de esta
destrucción a los aqueos. Dadas las fuentes con que contamos, es difícil afirmar
si fueron o no los aqueos.
Es posible suponer que las tradiciones griegas acerca de la guerra de
los troyanos con los aqueos se basan en acontecimientos reales. La campaña de
Peleo contra Laomedonte, rey de Troya, y la siguiente guerra de los hijos de
ambos, Aquiles y Príamo, podían ser el recuerdo de las reiteradas expediciones
de los aqueos contra el reino de Troya. En nuestro tiempo han aparecido nuevos
datos que testimonian acerca de la penetración de los aqueos, en el siglo xv a. C., en las costas del Asia
Menor. La población local de Anatolia, en el territorio de lo que luego sería
Mileto, presenta vestigios de la cultura micénica. Los aqueos tendieron,
probablemente, a poblar también otros lugares de la costa del Asia Menor. Los
documentos hititas hablan acerca del ataque de los aqueos en Caria, de las
devastaciones que los mismos llevaron a cabo en Chipre, en la segunda mitad del
siglo xiii a. C. Es posible
que Troya fuera destruida por los aqueos en los tiempos de dichas campañas, en
el noroeste de la costa del Asia Menor.
En el período del siglo xi
al x a. C. llegó a la Tróade una nueva ola migratoria desde Tracia,
testimoniada por los objetos de origen tracio hallados en el área de la Troya
de aquel entonces. Acerca de las migraciones de los micenios de la península
balcánica al Asia Menor hablan elocuentemente los nombres geográficos (Misia en
el Asia Menor, y Mesia en los Balcanes). Estas migraciones de las tribus
tracias las menciona también Herodoto (VII,
20), aunque, de acuerdo con su versión, los micenios y los teucros del Asia
Menor se trasladaron a través del Bósforo y sometieron a Tracia.
5. Micenas
Uno de los más grandes centros de elevada cultura que se extendió en
el territorio de la Grecia continental del siglo xvii al xiii
antes de nuestra era fue Micenas. Las tradiciones griegas hablan acerca de su
riqueza y poder. Hornero la llamaba «abundante en oro».
Micenas se encontraba en el Peloponeso, en la Argólida. Esta región no
casualmente es llamada en la Ilíada «Argos la muy sedienta». Está
rodeada por cadenas montañosas que se cruzan en algunos lugares con llanuras
onduladas, las cuales se consideran las más secas y estériles de todo el
Peloponeso. El río más importante de la región es el Inaco, que nace en las
montañas y atraviesa la Argólida de oeste a sudeste; se nutre principalmente
por la caída de las lluvias en las montañas, y en el verano se seca por
completo. Otras corrientes fluviales son todavía más pobres en agua. En tales condiciones,
en la Argólida, salvo puntos aislados que tienen tierras fértiles, sólo en una
región es posible ocuparse con cierto éxito de la agricultura. Se trata de la
planicie situada en la parte sudeste, que penetra hacia las orillas del golfo
de Argólida.
Aquí se encontraban las más antiguas ciudades de la Argólida: Argos,
Tirinto y Micenas, distante esta última 18 kilómetros de la costa. Las ruinas
de la ciudad de Micenas están situadas en una colina de 278 metros de altura
sobre el nivel del mar, entre dos mesetas. La colina está rodeada por profundas
barrancas rocosas. Estratégicamente, la ubicación de Micenas era
extraordinariamente ventajosa, ya que la colina domina toda la comarca
circundante. Al mismo tiempo estaba bien defendida de las invasiones de los
enemigos por la misma naturaleza. La situación de Micenas era ventajosa en el
sentido de que a través de estos lugares pasaban los antiguos caminos que unían
la costa del sur de la Argólida con su parte septentrional y con el istmo.
Antes de las excavaciones eran conocidas las ruinas de la ciudad que
se conservaban en la superficie. Las ruinas de las murallas que rodeaban
antiguamente la acrópolis micénica sorprendían ya en la antigüedad por su
estructura ciclópea. Se encuentra en ese lugar la llamada «puerta de los
leones»; dos pilastras colosales que tienen por dintel un grueso bloque sobre
el cual hay esculpida una columna que se ensancha en la parte superior y a
cuyos lados hay dos leones en postura heráldica. Aún antes de las excavaciones
se conoció una construcción en forma de cúpula, denominada Tesoro (depósito de
cosas preciosas) del rey Atreo.
El primero en comenzar las excavaciones en Micenas, en 1874, fue
Schliemann. Como resultado de estas excavaciones y de las investigaciones
arqueológicas realizadas en años posteriores en la Grecia continental, se
descubrió una serie de monumentos del mismo tipo que los micénicos, y a toda
esta cultura, sólidamente establecida, se la denomina micénica.
Las construcciones funerarias en Micenas
La población de la colina de Micenas surgió, al parecer, a comienzos
del ii milenio a. C. La
cerámica del período más antiguo no fue hallada. Es difícil decir qué es lo que
representaba en su principio esta población y si poseía muros de defensa en los
primeros siglos de su existencia. La fortaleza, el llamado palacio y otros
monumentos más antiguos de la construcción de Micenas se remontan a finales del
siglo xv y al siglo xiv a. C.
En la pendiente occidental de la colina, en los límites de las
posteriores fortalezas micénicas, pero evidentemente en los extramuros, si es
que, en general, existieron, fueron descubiertas por Schliemann seis tumbas que
datan de finales del siglo xvii y
la primera mitad del siglo xvi:
las llamadas catacumbas. Ellas representan criptas funerarias talladas en la
roca, fosas que tenían forma rectangular.
Durante largo tiempo las tumbas fueron consideradas antiguas
construcciones de la época micénica. Sin embargo, en 1951-53, en Micenas, en la
meseta rodeada por muros ciclópeos (diámetro de los sillares, 28 metros),
fueron cubiertas y excavadas otras 24 tumbas que datan igualmente del siglo xvii al xvi.
Por su tipo, estas tumbas están muy cerca de las catacumbas descubiertas por
Schliemann. Cada una de ellas representa un profundo hueco rectangular en la
roca básica del terreno. En la parte superior de los sepulcros fueron
descubiertos bloques de piedras, fijados sobre vigas y cubiertos de tierra. En
cada nueva inhumación la tumba se abría desde arriba, se hacía descender el
cadáver y los restos del anterior se ponían a un lado para dar lugar al nuevo,
después de lo cual el sepulcro se cubría nuevamente.
En el terraplén, sobre las tumbas, fueron descubiertas lápidas lisas y
cubiertas de ornamentos en espiral y con relieves, cuyo número y situación
coinciden con el número y situación de los inhumados. Algunas tumbas contienen
un solo esqueleto, otras hasta cuatro. Hay lápidas sobre las tumbas masculinas,
en medio de un espacio rodeado de ornamentos espirales en el que se contenía la
representación de los mismos muertos con sus armas y sus carros.
Por desgracia, la mayor parte de estas lápidas está muy deteriorada y
se conservaron de ellas sólo fragmentos. En una lápida, conservada
íntegramente, de las excavaciones de 1952, está la representación de la caza de
toros salvajes; en otra, el desarrollo en diversos cuadros, enmarcados por
espirales, de un combate de dos leones parados sobre sus patas traseras; es
decir, motivos parecidos al relieve de la puerta de los Leones.
En la mayoría de las catacumbas, el inventario fúnebre se distingue
por su relativa sencillez. En cambio, otras, por la cantidad de valores que en
ellas se descubrió, no pueden ser comparadas con ninguna de las tumbas
descubiertas en el territorio de la antigua Grecia. En calidad de ejemplo se
puede señalar, aunque se trate de una de las tumbas descubiertas por
Schliemann, una donde se encontraron hasta 870 pequeños objetos hechos en gran
parte con oro, entre ellos diademas y cadenitas, copas de plata y oro cubiertas
con relieves, gruesas placas de baúles ornamentados, espadas y puñales
admirablemente trabajados, sortijas, artículos de marfil, de vidrio, de loza,
de cristal de roca, vasos de alabastro, muchos pendientes y placas de oro en
forma de hojas de árboles, flores, mariposas, esfinges y animales marinos,
piedras preciosas, etc. Entre los hallazgos hay gran cantidad de diferentes
cerámicas, a menudo recipientes que contenían alimentos para los muertos, lo
que testimonia el desarrollo del culto de los muertos.
La gran mayoría de las cosas de metal encontradas son en estilo y
técnica muy cercanas a las cretenses. La influencia de Creta en la cultura
micénica no puede ofrecer en este caso ninguna duda. Acerca de los muchos
recipientes metálicos y gemas, no es posible saber con exactitud si están
hechos en la Argólida o importados desde Creta, hasta tal punto son parecidos
los de uno y otro lugar. Tales son, por ejemplo, las admirables copas en forma
de cabeza de toro con astas doradas, hechas en el mejor estilo de los maestros
cretenses en la época del florecimiento del arte de la isla. Parte de estos
objetos son, sin duda, importados, en primer lugar los de materiales que no
existían en la Argólida, como pueden ser piedras preciosas traídas del norte,
un huevo de avestruz, etc., todos ellos con los nombres grabados de faraones
egipcios del Nuevo Imperio.
Entre los muchos objetos que según todos los indicios fueron hechos en
las poblaciones micénicas, la mayor parte de la labor local puede reconocerse
por el tema representado. A diferencia de Creta, predominan aquí los motivos
guerreros y cinegéticos, utilizados incluso en los adornos femeninos. Tales,
por ejemplo, los anillos de oro hallados en la cuarta tumba descubierta por
Schliemann. En una de las representaciones, un guerrero se bate con dos
enemigos que lo atacan; en otra hay una escena de caza: el cazador, en un carro
de guerra, tiende el arco para cazar un ciervo. El modo de tratar las vestimentas
y el ornamento en estas representaciones es absolutamente no cretense, aunque
en el sentido técnico del grabado fueron utilizadas las mejores técnicas
cretenses. Todavía más característica es en este sentido la escena del asalto a
una fortaleza, representada en un recipiente de plata de la misma época. Creta
no conocía en absoluto fortalezas del tipo que allí se muestra. Este tema
corresponde a la campaña del rey de Micenas en las costas del Asia Menor,
aunque la técnica del trabajo en vasos sea cretense. En otros casos la
imitación de la técnica y del estilo es menos lograda; representa el
alejamiento consciente de los modelos cretenses. De esto dan testimonio los
pequeños adornos de oro con forma de figuras de animales, hechos a la manera
cretense, y también los encuentros entre bestias grabados en placas de baúles.
De este modo, la originalidad de los micenios no se agota bajo la fuerte
presión de la cultura cretense.
Esta originalidad se manifiesta no sólo en la predilección por los
temas guerreros y cinegéticos, sino también en la total ausencia de las escenas
del culto y de la vida palaciega, tan predilectas de las representaciones
cretenses. Son muy originales las armas representadas en gran cantidad en
algunos trabajos con ricos ornamentos. La técnica es en este caso también
cercana a la cretense, pero las formas de las espadas y los puñales micénicos
son otras y las medidas mayores.
Caballos de baja estatura enganchados en carros de guerra, en las
representaciones micénicas, tampoco son parecidos a los caballos de los
monumentos del tiempo posterior cretense. Con particular claridad resaltan los
rasgos originales de la cultura micénica en el grupo de objetos de estilos y
técnica locales, ante todo las seis máscaras encontradas en las tumbas masculinas,
con rasgos retratistas: los rostros de los muertos hechos de oro y ámbar.
Parecida máscara, pero de trabajo menos delicado, también de ámbar, fue
encontrada en 1952 al abrirse en Micenas la llamada «catacumba G». Estos
hallazgos deben ser tomados como únicos, por cuanto en Creta, y en general en
el mundo egeo, no se ha descubierto hasta ahora nada parecido. La técnica de la
preparación de estas máscaras es completamente propia. Diferentes rasgos se
destacan en gran cantidad de representaciones en relieves de guerreros armados.
La comparación con Creta no es en esto posible, por cuanto no se ha descubierto
ni una obra plástica, monumental, ejecutada en piedra. Entre las cerámicas
locales encontradas hay un solo recipiente de arcilla realizado en estilo cretense.
Todos los demás aparecen como pobre imitación de los modelos cretenses, y en la
vajilla de estilo local se advierte que la vieja tradición de la Hélade media
se mantuvo aquí firme contra la influencia extranjera y continuó su desarrollo.
De todo esto se deduce que aunque la influencia de la cultura cretense
en Micenas durante la primera mitad del siglo xvi
fue considerable, no aniquiló las peculiaridades locales. El material
arqueológico está representado en toda su plenitud por el inventario de las catacumbas,
que en conjunto conservan sin duda su originalidad. No es posible por ello
estar de acuerdo con las suposiciones de Evans acerca de la conquista de la
Argólida por los reyes de Creta y del aplastamiento total de la población
local. Mucho más convincente es la opinión de los contrarios a este punto de
vista, los que suponen que la destrucción de los palacios cretenses del siglo xvi, acerca de los cuales habla Evans,
así como los tesoros de las catacumbas, fueron el resultado de las conquistas
exitosas de los guerreros micenios, en la costa norte, mal defendida, de Creta.
Sin embargo, es difícil imaginar cómo tal cantidad de valores pudo concentrarse
en manos de los reyes micenios, sepultados en las catacumbas; la hipótesis más
atendible sostiene que entre los cautivos tomados en estas incursiones se podía
encontrar gente familiarizada con el arte cretense, los cuales fundaron en
Micenas su escuela. En apoyo de este punto de vista habla la postura de los
guerreros, inherente a todo el inventario fúnebre de las catacumbas. La mayoría
de esas pesadas espadas, puñales, lanzas y otras muchas armas, sin duda, no
estaban en reposo en vida de sus dueños.
Tampoco era casual, según parece, su inclinación hacia los temas
bélicos en las representaciones artísticas. En sus Incursiones, las huestes
micenias alcanzaron, por lo visto, la costa del Asia Menor, A tal suposición,
en particular, conducen las representaciones del sitio de la fortaleza que no
son cretenses, en el vaso de plata de la cuarta tumba, al que ya nos hemos
referido. El ulterior estudio de la escritura micénica y cretense está llamado
a aclarar este problema; sin embargo, por el estudio de las incursiones sólo se
podrá aclarar la cantidad de valores reunidos en un mismo lugar, pero no la
calidad del movimiento y desarrollo de la cultura local, tal como aparece con
claridad en los objetos materiales de las catacumbas. La original fusión de
muchas y exactas imitaciones del estilo cretense con la técnica y la temática
locales en el arte representativo, así como la conservación de la originalidad
micénica en otras ramas de la cultura material, son prueba de la reelaboración
activa de la influencia extranjera. Realmente, si la nueva técnica y estilo no
se hubieran impuesto a las exigencias y gusto de cierta parte de la sociedad
micénica, el arte de los maestros cretenses no hubiera podido encontrar tan
amplia resonancia en los oficios locales.
Todo esto muestra que la sociedad local había alcanzado ya un
considerable nivel de desarrollo y había percibido libremente la más elevada
cultura de Creta. En tales condiciones, los objetos con los nombres de los
faraones egipcios, como las piedras preciosas, es dudoso que se encontraran en
las catacumbas solamente en calidad de botín de guerra. Lo mismo puede decirse
acerca de los objetos de marfil, los cuales sólo podían conseguirse en Egipto y
Siria, donde en aquel entonces aún había elefantes. Como demostración indirecta
de que existieron condiciones para las relaciones comerciales pueden servir las
excavaciones realizadas de 1950 a 1952, de dos viviendas particulares: las
llamadas «casa de comercio de aceite» y «casa de comercio de vino». Ante todo
cabe decir que ambas casas, lo que es muy demostrativo, fueron descubiertas en
los extramuros micénicos. En el primer lugar fueron encontrados treinta grandes
recipientes con tapas de arcilla, ubicados a lo largo de la muralla y, entre
otros hallazgos, 39 tabletas de arcilla con signos de la «escritura línea B»
(éste es el primer caso de tabletas halladas no en el palacio, sino en una casa
particular). En la casa de comercio de vino también fue descubierto un gran
recipiente del tamaño de una persona y cerca de 50 recipientes, algunos
deteriorados y otros sanos, en los cuales, al parecer, se guardaba vino. Es
difícil imaginar que tales reservas de vino y aceite se destinaran sólo al
consumo de los moradores de estas casas y no al comercio. Ambas casas, sin
embargo, datan de un tiempo considerablemente posterior a los siglos xiv y xiii
a. C. De esta manera, las catacumbas micénicas, en tanto continuaron
siendo monumentos únicos —1650-1550 a. C.—, reflejan claramente el
comienzo del período de relaciones mutuas del continente con Creta y otros
países. Sobre esto se basa concretamente nuestra concepción acerca de la antigua
cultura micénica, puesto que nada sabemos acerca de otras tumbas contemporáneas
de las catacumbas, de monumentos, de fortalezas y de construcciones simples.
El siguiente grupo de monumentos micénicos pertenece a la segunda
mitad del siglo xvi y al siglo xv a.C. Comprende también, ante todo,
tumbas, pero ya de otras características. En ellas, la cámara fúnebre tiene
forma rectangular, oval o redondeada, y habitualmente se encuentra en roca
blanda, pero unida con la superficie de la tierra por un camino especial, largo
y estrecho, que se denomina dromos. La presencia del dromos facilitó
extraordinariamente la utilización frecuente de la cámara fúnebre. Para colocar
un nuevo cadáver era suficiente volcar la lápida que cubría la apertura de
entrada al dromos, mientras que para entrar en los sepulcros de las catacumbas
en el caso de otra inhumación había que volver a excavar y desarmar el
cielorraso del sepulcro para poder, desde arriba, hacer descender el cadáver.
El nuevo tipo de tumba conservó en el transcurso de todos los siguientes siglos
de existencia de la cultura micénica un aspecto más o menos invariable. La
única diferencia entre las más antiguas cámaras fúnebres y las que vinieron
después se limitaba al largo del dromos. En las tumbas de los siglos xvi y xv,
el largo habitualmente no sobrepasa los 3 ó 4 metros, alcanzando más tarde de
14 a 16 metros. Las más antiguas de las tumbas de este tipo conocidas hasta
ahora fueron encontradas cerca de Micenas y de Argos. Ambas pertenecen a
mediados del siglo xvi y en el
tiempo fueron cercanas a los sepulcros de las catacumbas. La gran mayoría de
las otras cámaras fúnebres conocidas, dispersas por toda la Grecia continental
y las islas, son considerablemente más recientes que los sepulcros de las
catacumbas.
En los casos en los que el suelo en el cual se excavaba la cámara
fúnebre resultaba demasiado blando, sus paredes se revestían con piedras. Esto
sirvió al principio para el desarrollo de un tipo de tumba en cúpula (tolos)
que existió casi paralelamente con las cámaras fúnebres. La particularidad
esencial de este tipo de tumba aparecía cuando el revestimiento de las paredes
se continuaba en el cielorraso tomando forma de cúpula y se apoyaba sobre
bloques de piedra algo combados. Se obtenía así una cúpula revestida de piedra,
colmeniforme, con dromos. La puerta del dromos en la cámara fúnebre estaba
ausente, pues en cada inhumación se hacía un orificio en la pared, para
introducir el cuerpo, que luego se tapiaba con piedra. Las más antiguas tumbas
de este tipo, a juzgar por hallazgos aislados, como por ejemplo dos tumbas
pequeñas cerca de Micenas y varias tumbas análogas en otros puntos del sur,
centro y norte de Grecia, se remontan a una época cercana a la existencia de
los sepulcros de las catacumbas.
En lo sucesivo, la construcción y el acabado de las tumbas en cúpula
se fueron perfeccionando continuamente. Las paredes de las cámaras fúnebres se
revistieron ya no con pequeñas calizas sin trabajar, sino con piedras de formas
regulares, y en casos aislados con mármol de Paros. Aparecen también las
puertas con dinteles especiales, con grandes vigas transversales que unen un
dromos revestido de piedra con la cámara fúnebre. Las paredes y el techo en
forma de cúpula se cubrían con adornos en relieve. Se aumentaron la superficie
y el volumen de todo el local, que, en conjunto y en algunos sepulcros
aislados, ya relativamente posteriores, llegaron a 14,5 metros de diámetro y a
13,4 de altura. Por fin, la cámara lateral del sepulcro llevaba a la superficie
de la tierra; sus paredes exteriores se revestían con gruesos bloques de
piedra, con el techo y los zócalos adornados con relieves. Así, paulatinamente,
fue creciendo y desarrollándose una nueva forma arquitectónica, que iba a
expandirse por todo el territorio de la Grecia continental y las islas.
Las tumbas en cúpula fueron descubiertas no sólo en Micenas, donde se
encuentran nueve, sino también cerca de Argos, en Tirinto, en Bafia, en Pilos,
en el Ática, cerca de Atenas, en Tesalia y en otros lugares. El contenido de
estas tumbas fue saqueado hace ya largo tiempo. Afortunada excepción la
constituyen una tumba en cúpula en Bafia, en el territorio de Laconia, cerca de
la antigua Amiclea, y otra en Midia, en la parte central de la Argólida. La de
Bafia data de principios del siglo xv
y representa la tumba de un guerrero de la aristocracia micénica. Allí se
conserva un rico acervo fúnebre: considerable cantidad de diferentes clases de
adornos, artículos de tocador, armas y recipientes ricamente ornamentados,
destinados estos últimos sobre todo al vino. De todas estas cosas merece
particular atención un anillo de hierro: se trata del primer hallazgo de hierro
de la época creto-micénica. La presencia del anillo hallado en el dedo de un
esqueleto, junto con otros dos anillos de oro y bronce, muestran que el hierro
comenzaba a usarse, y por su valor se igualaba con los objetos de oro. Entre
otros hallazgos se encuentran copas de oro con representaciones de toros,
gargantilla de doble cadena adornada con 80 amatistas, brazaletes construidos
con gemas. Casi todas estas cosas, particularmente los objetos de tocador y de
adorno, son de puro estilo y técnica cretense. El peso específico de las armas
en el conjunto de los otros objetos es relativamente pequeño, especialmente si
se lo compara con el contenido de los sepulcros de las catacumbas.
La tumba de Midia llegó a nosotros en condiciones considerablemente
peores, ya que en la antigüedad fue saqueada. Con todo, en el piso se
encontraron pequeños objetos, aunque escasos. La inspección de la sala fúnebre
condujo a descubrir las huellas de dos fosos, en los cuales fueron descubiertas
intactas tumbas de dos mujeres y de dos hombres. El contenido de estas tumbas
resultó estar también construido por adornos y recipientes valiosos. En una
copa de oro se representa el mar. En otra, de plata, la caza del ciervo y toros
que corren. Las cabezas estilizadas de cinco toros adornan una copa de plata
con revestimientos de oro, encontrada junto a un esqueleto femenino. Entre los
adornos hay grandes gemas, cuatro anillos de hierro, cobre, plomo y plata,
cadenas de oro con 36 rosetas, con gran cantidad de pequeños adornos de marfil,
bronce, loza, vidrio, y también cáscaras de huevo de avestruz. Fueron
descubiertas armas: cuatro espadas, cuchillos y puntas de lanza, las espadas de
tamaño considerablemente menor y más livianas que en las catacumbas. Este nuevo
tipo de arma se acerca más al modelo cretense que las armas del siglo xvi. Todos los objetos enumerados datan
de la segunda mitad de finales del siglo xv.
También se revela la gran influencia de la técnica y del estilo cretense.
La influencia cultural de Creta encontró su reflejo en el arte
representativo de aquel tiempo. Los temas guerreros y cinegéticos, tan
característicos para la primera mitad del siglo xvi,
fueron sustituidos por escenas del culto, juegos de toros, rondas y otras
representaciones muy conocidas en los monumentos de Creta. A diferencia del
período más antiguo, estas particularidades del arte pueden observarse ahora en
toda la Grecia continental y en las islas, por cuanto así lo permite el
material arqueológico de que se dispone. Se crea la impresión de una definida
unidad estilista cultural, procedente de centros comunes para todo este
territorio. La aparición de muchas imitaciones de los recipientes
cretenses del estilo «palaciego» demuestra que la cerámica micénica no evitó la
influencia de la cultura cretense, aunque ésta se percibe en mucho menor grado.
En las formas de los recipientes locales y en el carácter de su fabricación y
ornamentación se continúa conservando el tono local. Más aun; la aparición de
vasos micénicos en Creta habla de la influencia del estilo micénico sobre la
cerámica cretense. Este proceso se puede seguir no solamente en las cerámicas.
Los frescos de Cnosos, que datan de la segunda mitad del siglo xv, tienen mayor semejanza con los
frescos de Micenas y de Tirinto que Festos y Hagia-Tríada. Lo mismo se puede
decir del palacio de Cnosos, que por las alas del trono, por su planificación y
medida, adquiere cierta semejanza con los palacios de la Grecia continental. De
lo referente a la escritura hablaremos más adelante.
El local principal, que ocupó el lugar central del edificio micénico,
y las cámaras fúnebres con el dromos y las tumbas en cúpula, no tenían analogía
con Creta. Si tumbas de tal tipo aparecen del siglo xvi al xiii
a. C., al compararlas con las tumbas de la Hélade, se descubre con
claridad la imitación. De este modo, la segunda mitad del siglo xvi al xv
a. C. indica el punto culminante de la influencia cultural de Creta. La
influencia mutua entre ésta y la Grecia occidental conserva en cierta medida el
carácter bilateral.
Posteriormente, y en directa vinculación con la catástrofe que provocó
hacia finales del siglo xv la
definitiva destrucción de los palacios y la decadencia de la cultura cretense,
el proceso se debilitó. Pero toda la cultura cretense continuó influenciando en
el continente. Es interesante destacar que cuando el arte de Creta entra en el
período de su decadencia, en el continente se conservan todavía largo tiempo
sus formas jóvenes y sanas, hasta que, al final, el llamado estilo palaciego
—la última creación de la cultura cretense (siglos xiv, xiii y xii)— no alcanza un completo predominio.
Por otra parte, esto concierne tan sólo a los artículos de metal, marfil y
loza, a las piedras talladas y parcialmente a la cerámica. El arte de la
construcción continúa desarrollándose en la península balcánica por camino
propio. Correspondiente al siglo xiv
a. C., la llamada tumba o Tesoro de Atreo es de grandiosa construcción, de
técnica extraordinariamente perfecta. Las paredes internas y del dromos están
revestidas de loza de forma regular. Los dinteles de las puertas internas están
recubiertos por relieves y adornos de bronce. Si se compara estas construcciones
colmeniformes con sus semejantes del siglo xvi
a. C., resulta claro qué considerables cambios sufrió en su desarrollo
esta específica forma arquitectónica micénica.
Arquitectura de fortalezas y palacios
A los siglos xvi y xviii a. C. corresponden todos los
monumentos arquitectónicos que conocemos de palacios y fortalezas. La más
interesante de estas construcciones está representada por una fortaleza y un
palacio micénicos. La fortaleza es contemporánea y vecina de la tumba en cúpula
de Atreo. Puede ser que el mismo basileus micénico que construyó para sí aquel
lujoso sepulcro fuese también el que construyó las grandiosas murallas y torres
micénicas. El ancho de sus paredes alcanzaba a seis metros y estaban hechas con
piedras de tamaño enorme. La altura inicial de estas murallas no se logró
establecer, puesto que solamente se conservó la parte inferior, que cabe pensar
que guardaba proporción con la parte que ha quedado. La puerta norte de la
fortaleza es conocida como la Puerta de los Leones. Este es uno de los más
admirables monumentos heráldicos de todos los tiempos, puramente minoico por su
técnica, y completamente nada minoico por lo monumental. Las cabezas de ambos
leones están rotas. Por lo visto, miraban amenazadoramente hacia abajo a los
que entraban a la fortaleza. Debajo de los leones y del bloque transversal se
encontraba la gran puerta de dos hojas. Las huellas que se han conservado
fuerzan a suponer la existencia de por lo menos dos sistemas sucesivos de
cerrojos.
A través de la Puerta de los Leones, un camino conduce a una
plataforma rodeada por ruinas de construcciones aisladas. Ahí está el palacio
micénico con todos sus locales, viviendas y depósitos, y hacia el centro de
este conjunto de construcciones una escalera mal conservada que daba a una
terraza tallada en la roca. El ámbito principal es una sala con cuatro columnas
y hogar en el medio. Con él lindan cuartos contiguos y el patio, bajo el cual
se conserva el dispositivo sanitario. Se logró descubrir también un acueducto
subterráneo que conducía desde la fuente de la fortaleza, situada en lo alto,
hasta la cisterna secreta, que se encontraba al costado de los muros de la
fortaleza. Desde la cisterna, un pasillo, también secreto, conducía hacia el
interior de la fortaleza. Desde luego, semejantes medidas de precaución se
habían tomado para el caso de sitio. En las partes internas de las paredes que
se conservaban existen considerables fragmentos de frescos, cuya técnica se
aproxima a la cretense, o bien, como ya se señaló, los frescos cretenses de
este período recuerdan a los micénicos.
En los temas de los frescos, lo mismo que en los de ciento cincuenta
años antes, predominan los motivos locales. En los frescos se representa
predominantemente escenas bélicas: el arma guerrera, la vida de campamento, el
enganche de los caballos a los carros de guerra, el encuentro de dos veloces
carros uno contra otro, el asalto a la ciudad, con figuras de atacantes y de
guerreros que caen de los muros e imágenes de mujeres que observan desde un
costado el desarrollo de la batalla, el palacio de varios pisos con mujeres que
observan desde las ventanas.
Hacia el norte de estas construcciones hay un grupo de locales con
fuertes muros. Se los define como cuarteles, almacenes de abastecimientos y
locales destinados a otros menesteres económicos. Cerca de los mismos pasa la
muralla septentrional, con una segunda puerta. Su construcción recuerda a la
primera, pero el tamaño es más reducido y sin ningún escudo o representación.
A quince kilómetros de distancia de la fortaleza micénica y a muy poca
distancia de la orilla del mar, en Tirinto, se encuentra el segundo monumento
de este tipo de arquitectura. Esta población está cercada también por fuertes
muros hechos con gruesos bloques de piedra sin labrar.
En el centro se encuentra el palacio, cuya parte principal constituye
la gran sala (megarón), cuyas paredes estaban estucadas y pintadas al fresco;
el centro lo ocupa un fogón redondo alrededor del cual se elevan cuatro
columnas, que se ensanchan hacia lo alto como las columnas cretenses. A los
lados del fogón, en los pisos superiores e inferiores, se encuentran diferentes
locales destinados a los guerreros del rey y a sus parientes, así como para las
provisiones. En caso de peligro, semejante palacio era refugio seguro, donde
podían protegerse sus habitantes y la población de los alrededores. Todo este
conjunto de construcciones, dividido por patios, estaba orgánicamente vinculado
con las murallas de defensa. El área ocupada por la fortaleza de Tirinto era
algo menor que la de Micenas. En los muros internos de la sala central, de la
misma manera que en Micenas, se encontraron fragmentos de los frescos. Están
representados guerreros en excursiones con carros, escenas de caza de ciervos y
jabalíes con jaurías de perros, mujeres con lujosas vestimentas en los carros.
La gran mayoría de las construcciones de Tirinto y los objetos que se
encontraron datan del siglo xiii.
A este tiempo corresponde situar el extramuro, que consistía en casas aisladas,
mal conservadas y hasta ahora poco investigadas.
El tamaño de las monumentales construcciones de Micenas y de Tirinto
obliga a suponer que para erigirlas fue necesario mucho tiempo y trabajo. Es
poco probable que construcciones en tal escala, en las condiciones de aquella
época, pudieran ser realizadas sin una amplia utilización del trabajo de los
esclavos y de la población dependiente. En nuestros días, esta suposición
encontró firme apoyo en la investigación de los documentos de la contabilidad y
de la economía de Pilos. En una serie de estas inscripciones se mencionan
mujeres, niños y hombres. El autor publicó recientemente un trabajo sobre este
problema de investigación. Lenznan presentó una serie de convincentes
argumentos en favor de la tesis que refiere estos hombres, mujeres y niños a la
categoría de población no libre y dependiente. Según las cuentas de Lenznan, en
sólo tres subgrupos de las instrucciones ya leídas y revisadas, se mencionan
más de 500 de tales mujeres, que estaban junto con sus hijos en el registro de
la servidumbre del palacio de Pilos. En las inscripciones de Pilos es frecuente
encontrarse con el término doero, que, en opinión de Ventris, corresponde al
término doulos, el cual en lengua griega del último período habitualmente
designaba al esclavo. Si esto era así en Pilos, no hay ninguna base para pensar
que el trabajo de los esclavos y pobladores dependientes era utilizado en menor
escala en Micenas y en Tirinto. La existencia de dos fortalezas (en Micenas y
Tirinto), la una al lado de la otra, naturalmente plantea la cuestión de sus
relaciones mutuas. La idea de una existencia aislada entre una y otra no puede
tener validez, pues es imposible imaginarse a Micenas sin acceso al mar. Queda
por suponer que Tirinto dependía de Micenas, que en la Argólida antigua existió
una unidad territorial con Micenas al frente.
Esta suposición es reforzada por la existencia de una serie de caminos
que atraviesan la Argólida en diferentes direcciones y convergen en la colina
micénica. Los caminos estaban construidos a la manera ciclópea más que a la
manera de fortaleza. Sus pendientes están fortificadas por enormes bloques de
piedra y las cloacas estaban hechas con piedras grandes. En algunos lugares, al
lado del camino se conservan las ruinas de atalayas ciclópeas.
De este modo, se crea la impresión de que todo este territorio estaba
unificado bajo el poder de los gobernantes micenios y colocado bajo el control
militar de dos poderosas fortalezas. El carácter militar de toda la cultura
micénica de los siglos xiv a xiii a. C. se confirma también por
la aparición (después de una interrupción de ciento cincuenta años) de temas
bélicos en los monumentos del arte representativo. Todas estas circunstancias,
y especialmente la existencia de las fortalezas, aporta otro argumento en pro
de que allí existía una unidad de carácter estatal, acaudillada por los reyes
micenios. ¿Cómo se puede explicar de otro modo la concentración en manos de
estos reyes de tan considerables valores materiales? ¿Cómo comprender la
existencia en las poblaciones de poderosas fortalezas construidas por manos
esclavas y población dependiente y lujosas salas palaciegas, rodeadas por
locales y depósitos?
Pilos
Sobre la base de las últimas excavaciones y de las tradiciones
antiguas es posible ratificar hoy que Micenas no fue en el período analizado el
único centro político y cultural del sur del Peloponeso. En los antiguos mitos
se cuenta que el hijo del dios Poseidón, Neleo, desterrado del antiguo puerto
de Iolcos, en Tesalia, desde la cual salieron en largo viaje los argonautas,
fundó en la costa oeste del Peloponeso la ciudad de Pilos. Vasto fue el reino
de Neleo: en el este limitaba con el reino micénico de los Atridas; en el norte
abarcaba parte del territorio situado sobre la orilla opuesta del río Alfeo.
Sin embargo, hasta los últimos tiempos la ciencia contemporánea no había
logrado aún establecer la ubicación de la antigua Pilos. Este problema se
considera uno de los más complicados y enredados en la topografía histórica de
la antigua Grecia. En Grecia había varias ciudades con esa denominación. Una se
encontraba en Trifilia; otra, de acuerdo con la tradición, en Mesenia. Acerca
de esta última nada dice la tradición homérica. Según la descripción de la
visita al palacio de Néstor, hecho por Telémaco, hijo de Ulises, posiblemente
la tenida en cuenta por Hornero sea la Pilos de Trifilia, aunque la misma
tradición conservada en la Odisea, como se ha venido a aclarar ahora, se
remonta hasta la ciudad mesenia del mismo nombre. Generalmente exacto en sus
comunicaciones, Estrabón señala terminantemente a Trifilia como la región donde
se encontraba la ciudad capital de Néstor, hijo de Neleo. Al parecer, la
invasión doria dio lugar a la devastación de muchas ciudades en la época
micénica, y no sólo borró de la faz de la tierra a la ciudad de Pilos, mesenia,
sino que hasta desterró su recuerdo. Cuando la expedición arqueológica alemana,
en 1907, encontró cerca de la Pilos de Trifilia restos de las fortificaciones
del tiempo micénico y tres tolos derruidos, desaparecieron las últimas dudas
que se tenían a propósito de la ubicación en ese lugar de la ciudad mencionada
en la epopeya homérica. De esta manera, la misma tradición homérica recibía una
seria confirmación. Al lado de la homérica existía, sin embargo, otra tradición
más. Incluso en la época del Imperio Romano, en Mesenia, cerca de la bahía de
Navarino, en una pequeña ciudad, Pilos, fundada después de la expulsión de los
espartanos de Mesenia, producida en el siglo iv
a. C., se muestran los restos de una casa y del «sepulcro de Néstor».
Pausanias, en su conocida Periegesis o Descripción de la Hélade, llega
aún a recordar a la Pilos de Mesenia como la patria de Néstor. Esta última
tradición parecía menos verosímil y hasta 1939 la mayoría de los especialistas
consideraba que la «arenosa» Pilos de Homero se encontraba en Trifilia.
En 1919 y 1925 fueron descubiertas en Mesenia dos tolos con cerámica y
huellas de otros tolos. Estos hallazgos hicieron tambalear la opinión
establecida respecto de la ubicación de la antigua Pilos en Trifilia. Poco
después este criterio fue completamente rechazado.
Durante las excavaciones de 1939, en la región de la bahía de
Navarino, sobre la colina Epano Englianos, fueron encontrados los muros de una
construcción de tipo palaciego, perteneciente a la época micénica, que había
sido destruida por un incendio. Por plano y las medidas, por el estilo
arquitectónico, el palacio excavado se asemejaba a los palacios de Micenas y
Tirinto. Aquí fueron descubiertas las huellas de las murallas, igualmente
macizas, de bloques de piedra, pisos empedrados, paredes de habitaciones
interiores y pasillos cubiertas de estuco con huellas de pinturas al fresco. En
todas partes, huellas del fuego que destruyera el palacio. La cerámica,
característica para el final del período micénico, permitió definir que el
incendio destruyó el edificio hacia finales del siglo xiii. Los habitantes del palacio huyeron y luego el lugar
fue abandonado. De esta manera, los restos del palacio, después del incendio,
se conservaron intactos, lo cual permitió a los arqueólogos esperar valiosos
hallazgos, esperanzas que se vieron justificadas en ese mismo año.
En la parte suroccidental de la construcción, en un local pequeño,
fueron descubiertas 618 tabletas de arcilla, la gran mayoría con la «escritura
lineal B». Estas tabletas y el lugar en el cual fueron encontradas recordaron
vivamente el archivo de Cnosos. Por lo visto, las tabletas formaban parte del
archivo del palacio de Pilos y se conservaban en cajones de madera. Los goznes
de bronce de las cajas yacían allí mismo al costado. Por su aspecto, las
tabletas databan de un hierro no posterior al siglo xiii a. C.
Durante las excavaciones de 1952 y 1953 fue descubierto el megarón de
tipo continental clásico, constituido por una gran sala con vestíbulo y pórtico
de dos columnas. Al lado fue descubierta otra sala algo menor, estrecho patio
lateral y locales pequeños, al parecer despensas, ya que en ellos fueron
encontrados fragmentos de alrededor de 6.000 recipientes de diferentes tipos.
De estos recipientes se conservan en su integridad no más de 100. Sobre los
depósitos, como se puede juzgar por los restos de los muros, se encontraba
todavía un piso más, el cual se derrumbó durante un incendio. Tanto el megarón
como el vestíbulo estaban pintados al fresco. En algunos de estos frescos
quedaron intactas las representaciones humanas, como, por ejemplo, combates de
guerreros, procesiones, otros motivos vegetales semiestilizados y diferentes
animales, tanto terrestres como marinos. El piso del megarón estaba revestido
de estuco, ornamentado en forma de tablero de ajedrez. En las partes suroeste y
noroeste del palacio fueron descubiertos corredores, una escalera de veintiún
peldaños que conducía al piso superior, y todavía una serie de locales
destinados a la economía doméstica y a la vivienda; en los primeros había
recipientes. Más allá de los límites del palacio propiamente dicho, en la
ladera suroriental de la colina, fue descubierta la entrada principal, el
propileo (es decir, la entrada de columnas) de madera, con canaletas, de las
cuales se conservan intactas sólo las bases. Fragmentos de objetos de oro y
plata diseminados en el megarón y otros locales restan de las que fueron
riquezas de los habitantes del palacio. No lejos del archivo se ha descubierto
un cuarto en cuyo piso, en grupos separados, se hallaron aproximadamente 300
tabletas cubiertas con «escritura lineal B». A éstas se debe todavía agregar
cerca de 50 tabletas enteras y fragmentadas, que se encontraron en las
excavaciones de 1954.
En la misma región del palacio las excavaciones arqueológicas
localizaron algunas poblaciones contemporáneas y una serie de tumbas en cúpula,
de las cuales se habían excavado completamente por entonces sólo tres. A
semejanza del palacio, no tenían nada que envidiar a las micénicas.
Lamentablemente, una de ellas, en la cual, al parecer, habían sido inhumanos
cerca de doce hombres, resultó muy destruida por haber servido de base a la
casa de un campesino, y las otras resultaron saqueadas todavía en la
antigüedad. Sin embargo, lo poco que quedó intacto permite formarse un concepto
bastante claro acerca de los incalculables tesoros con los cuales a menudo se sepultaba
a los reyes y a sus familiares. En las tumbas fueron encontrados fragmentos de
adornos de oro, cuentas de ámbar, amatista, oro, pasta de vidrio, toda clase de
pendientes, anillos, sellos, etc. Pilos, según todos los indicios, era tan rica
en oro como Micenas, y su soberano, al parecer, no cedía en riqueza y poder a
los míticos reyes de la Argólida. Toda la comarca colindante de la antigua
Pilos era fértil y bien irrigada, y a juzgar por los datos proporcionados por
las exploraciones arqueológicas, a mediados del segundo milenio a. C.
estaba densamente poblada.
Así, por ejemplo, en la Mesenia anterior, en los alrededores del sitio
en que hoy se encuentra la aldea de Basílicos, en alta y empinada colina, se
descubrió una gran población que se remonta a principios del segundo milenio
a. C. En la época micénica existió allí un palacio rodeado por moradas de
artesanos y posiblemente también de agricultores; estos puntos poblados
recuerdan por su planificación a las poblaciones de Creta en el período minoico
medio.
La tradición griega conserva el recuerdo de las riquezas y el poder de
los gobernantes de Pilos, la mítica dinastía de los Neleidas. Hasta el
presente, a esta tradición, ahora robustecida por los materiales de las
investigaciones arqueológicas, no se le había prestado la debida atención. La
mención en la época homérica de la ciudad y casa de Néstor siempre se
acompañaba de epítetos tales como «opulenta», «ricamente adornada», etc.
Recordemos también que en la Ilíada se contienen menciones sobre las
exitosas guerras de Néstor con las tribus vecinas de la Arcadia y la Elida:
«... Logramos en aquel campo ricos trofeos que arrebatamos a los eleos.
Capturamos cincuenta rebaños de bueyes e igual cantidad de majadas de ovejas,
lo mismo de piaras de cerdos e innúmeros rebaños de cabras que apacentaban
sobre un gran área, y ciento cincuenta yeguas bayas, muchas con sus potrillos.
Y esa misma noche arreamos el botín hasta Pilos, la ciudad de Neleo».
Según parece, en la Ilíada no es por casualidad que se subraya
que de todos los participantes en la campaña de Troya, enumerados en el
denominado catálogo de los barcos, los más poderosos eran el rey de la
«abundante en oro» Micenas, el cual trajo consigo cien barcos, y el más anciano
y experimentado de todos los reyes que se prepararon para la guerra, el rey de
la Pilos «arenosa», Néstor, con el cual «noventa» barcos de empinadas bordas
llegaron a Troya. Merece atención también el trecho del Himno homérico a Apolo
referente a los lazos comerciales de Pilos con Creta: «... vio él (Apolo) en la
lejanía del oscuro ponto una velera nave tripulada por muchos varones
excelentes, cretenses de Cnosos, la ciudad de Minos... con riquezas y
mercancías, ellos, en su velera nave iban hacia la arenosa Pilos, hacia la
gente nacida en Pilos».
Al parecer, en el ángulo suroeste del Peloponeso, en el segundo
milenio a. C., existió uno de los más importantes centros culturales y
políticos. He aquí por qué a los términos científicos habituales, «cultura
micénica», «época micénica», hay que considerarlos como convencionales. Son
exactos, pero en el sentido de que las excavaciones de la antigua Micenas abren
por vez primera a la ciencia aquel período de la historia antigua que fue
designada con su nombre.
Escritura en la época micénica
En el curso de casi medio siglo, después del descubrimiento de los
monumentos de la cultura micénica, predominó en la ciencia la opinión de que la
sociedad de aquella época había carecido de escritura. En muchos trabajos,
inclusive especializados, este problema era por lo general pasado en silencio.
Casi nadie tuvo noción de la manifiesta falta de correspondencia entre la
ausencia aparente de escritura y el comparativamente alto nivel de desarrollo
cultural de la sociedad esclavista primitiva de Micenas, que formó un Estado y
que por lo mismo necesitaba una contabilidad, por elemental que ella fuera. En
la medida en que en las excavaciones arqueológicas aparecieron poblaciones de
la época micénica de la Grecia continental, pudieron descubrirse recipientes de
arcilla y fragmentos breves con inscripciones dedicatorias con pinturas hechas
con instrumentos agudos. Datan del siglo xv
al xii a. C. y prueban que en
aquella época el arte de la escritura era ya conocida.
En 1939 y 1952 fueron descubiertos un archivo con más de 900 tabletas
de arcilla en Pilos y 39 tabletas de arcilla en Micenas, con la «escritura
lineal B», que representa un desarrollo posterior de la escritura lineal A» y
que, sin duda, surgió de la misma, de lo cual da testimonio la coincidencia de
muchos signos. Nuevos hallazgos, ya mencionados, de monumentos y escrituras en
casas particulares de Micenas, en 1953, testimonian en forma bastante
convincente la amplia difusión de la alfabetización.
Los primeros modelos de esta escritura fueron conocidos por los
hallazgos efectuados en Creta, todavía a comienzos del presente siglo, y
predominantemente en Cnosos, donde se encontraron cerca de 3.000 tabletas. Esta
circunstancia creó la convicción falsa de que la «escritura lineal B», a
semejanza de la «A», era cretense. En el transcurso de un tiempo considerable,
cerca de cuarenta años después del descubrimiento del archivo de Cnosos, no se
logró descubrir en la península balcánica ninguna tableta con escritura lineal.
Inmediatamente después de descubiertas las primeras tabletas de Pilos por el
filólogo alemán Krechmer, se expuso la suposición, más tarde transmitida por el
científico soviético S. I. Lurie,
de que estaban escritas en griego, a lo cual, sin embargo, la mayoría de los
científicos no prestó la debida atención.
Esto contribuye a explicar por qué Georgiev, que consagró sus trabajos
a descifrar la «escritura lineal B» y a proponer un método correcto de lectura
de los textos que la emplearon, no pudo con todo lograr un éxito definitivo.
Expuso que la «escritura lineal B» tenía letras que no pertenecían a la lengua
griega, sino a alguna otra lengua afín o cercana a la misma.
En 1953, como ya se señaló, los sabios ingleses Ventris y Chadwick,
siguiendo el método de Georgiev, propusieron otro para descifrar los signos de
la «escritura lineal B», que usaba la población de Pilos y Micenas,
definiéndola precisamente como escritura que transmite palabras y sonidos de la
lengua griega arcaica. Esta lengua la utilizaron los aqueos que estaban en
Creta. De esta forma se aclara la presencia en el palacio de Cnosos del archivo
de tabletas lineales cubiertas con la «escritura lineal B». Por supuesto, los
trabajos de Ventris y Chadwick necesitaban una seria y esmerada verificación.
Para esto es necesario, en primer término, investigar todos los textos,
particularmente el sistema de escritura señalado, de modo que tenemos por
delante todavía un gran trabajo, lo cual no impide que desde ya y ahora se
reconozca y aprecie la importancia de los resultados alcanzados por Ventris y
Chadwick en la tarea del desciframiento de la escritura micénica, resultados
que ya recibieron el amplio reconocimiento de la ciencia.
Aunque todavía es imposible determinar cuándo y dónde apareció la
«escritura linea B», se cree que más bien surgió en la Grecia continental,
donde la cretense «escritura lineal A» se adoptaba para la lengua griega en el
período del florecimiento de la cultura minoica, es decir, cerca del siglo xvi a. C. Más tarde, con el fortalecimiento
de Micenas y algunas otras ciudades del Peloponeso, la «escritura lineal B» fue
llevada a Creta. Como ya se ha mencionado, precisamente en Creta, en Cnosos,
fueron encontradas las muestras más antiguas de la «escritura lineal B», que
pertenece al período del predominio de los aqueos, es decir, hacia mediados y
finales del siglo xiii a. C.
Lo que se logró establecer del contenido de las tabletas es bastante
limitado. En lo fundamental son notas, listas, cuentas, etc., en una palabra,
documentos de la contabilidad. En considerablemente menor cantidad hay textos
rituales, sobre todo consagratorios, con enumeración de los sacrificios y
presentes ofrendados a los dioses.
Debido al descubrimiento de nuevas tabletas con «escritura lineal B» y
al trabajo de desciframiento, adquirió más probabilidades de certeza la
suposición enunciada por algunos científicos soviéticos de que Creta se hallaba
bajo el poder de los aqueos y que desde finales del siglo xv al xiv
a. C. la dinastía de los Minos era griega y no local.
Los portadores de la cultura micénica
El problema relativo a la ubicación étnica de los portadores de la
cultura micénica, como problema de la antigüedad de la población de Creta, fue
considerado durante largo tiempo uno de los más complicados, y por muchos uno
de los no resueltos de la historia antigua, y provocaba entre los científicos
divergencias esenciales.
En nuestro tiempo, y en directa relación con el desciframiento de la
«escritura lineal B», se ha afirmado la opinión de que los portadores de la
cultura micénica fueron aqueos. La lectura de las inscripciones de Pilos
fundamentan sólidamente esta opinión. Un lugar destacado en el estudio de este
problema lo ocupó también la cuestión de las migraciones, alrededor del siglo xiv, de un considerable grupo de aqueos,
de Creta y de las costas del Asia Menor. En tiempos relativamente no lejanos,
en las excavaciones de Bogazköy, fueron encontradas tabletas de arcilla que datan
del siglo xiv al xiii a. C., en las cuales aparece
mencionado el reino de «Ahhiyawa».
Algunos científicos confrontaron de inmediato este nombre con Acaya,
el nombre del reino aqueo, y se estableció la suposición de que una
considerable cantidad de aqueos había emigrado al Asia Menor y fundado allí su
Estado. Esta formación estatal, que resultó de muy corta duración, se situó en
la costa sur del Asia Menor, en la región que más tarde recibió el nombre de
Panfilia.
Si esta suposición es correcta, el reino aqueo, «reino de los
Ahhiyawas», en el siglo xvi
mantenía vínculos con el poderoso reino hitita. Desde ese punto de vista, es
muy interesante la observación de los lingüistas que por vía del análisis de
algunos nombres que se encuentran en los mitos griegos descubrieron en ellos
raíces hititas. Después de la caída de los hititas, alrededor del 1200, los
recuerdos sobre su potencia se borraron y los últimos autores griegos, por
ejemplo, Herodoto, no la mencionan en absoluto, pero en los tiempos en que fueron
compuestos los poemas épicos de los griegos, éstos, por lo visto, aún no habían
olvidado a su potente vecino oriental. En la Odisea, por ejemplo, en la
descripción de la hazaña de Neoptólemo, encontramos lo siguiente: «Así a
Aurípilo, hijo de Télefo, con el cobre mortífero abatió y alrededor del joven
jefe todos los heteos cayeron...».
Homero recuerda de esta manera, en calidad de participantes de las
actividades guerreras bajo los muros de Troya, a los heteos o hititas. A esto
puede agregarse que el nombre del padre del glorificado jefe hitita mencionado
por Homero, Télefo, según la convincente explicación del académico G.
Kapansian, es equivalente al nombre del dios hitita Telefina. Este mismo nombre
fue también adoptado por uno de los reyes hititas. Es cierto que la tradición
épica atribuía a Télefo procedencia griega, pero en esto se puede ver el
resultado de la reelaboración mítica posterior. Es posible, de esta manera,
considerar que en la antigua tradición épica se encontraban reflejados los
recuerdos que habían subsistido en algún tiempo de las relaciones entre aqueos
e hititas.
La identificación del «reino de los Ahhiyawas» con el reino aqueo no
es del todo reconocida todavía, y todo lo antes mencionado sobre los vínculos
de los aqueos y los hititas se mantiene en un terreno hipotético. En cambio, es
poco probable que se pueda dudar acerca de que alrededor del 1400 a. C.
los aqueos del Peloponeso conquistaron a Creta. Por ese entonces tuvo lugar la
destrucción de los palacios cretenses. La catástrofe que se abatió sobre Creta
trajo aparejado el traslado de algunas tribus cretenses a otros lugares. Así,
por ejemplo, los licios, que al principio habitaron en Creta, atravesaron el
mar hacia el Asia Menor y se radicaron en la región que recibió el nombre de
Licia.
Cabe pensar, acerca de Panfilia, que los aqueos penetraron y se
radicaron también en la costa norte de la isla de Chipre, la cual, en relación
con esto, fue llamada «el litoral aqueo». En este sentido, es muy demostrativo
que los dialectos panfilios y chipriotas fueran afines al lenguaje de las
poblaciones de la Arcadia, en el Peloponeso, es decir, la lengua aquea.
Se entiende que mientras existió el reino hitita, a los aqueos les fue
difícil establecerse sólidamente en la costa occidental del Asia Menor. Pero
cuando dicho reino dejó de existir, grupos aislados de aqueos comenzaron a
radicarse en ella. Un indicio, por lo menos, es el hecho de que en las
excavaciones efectuadas en Mileto fueron encontradas cerámicas del período
micénico tardío, del siglo xii.
Esto proporciona algunas bases para suponer que en este lugar existía una
población aquea. Todavía antes de la consolidación de los aqueos en la costa
del Asia Menor, fueron ocupadas por ellos algunas grandes islas, como la de
Lesbos. Los aqueos que habitaron en esta isla descendían, al parecer, de los
aqueos del norte, de Tesalia. Afirmándose en la costa del Asia Menor, los
aqueos emigrantes solamente en raros casos penetraron en el interior del país,
que continuó siendo habitado por la población autóctona. La disgregación del
Estado hitita abrió de esta manera camino hacia la costa occidental del Asia
Menor, simultáneamente, a los aqueos del norte y del sur del Peloponeso. Tanto
unos como otros tendían desde hacía mucho tiempo a cruzar el Helesponto y
afirmarse en la Tróade.
Existen motivos suficientes para pensar que los acontecimientos
vinculados con las incursiones conquistadoras de las huestes aqueas en la
Tróade fueron la base histórica para el tema de la Ilíada. En la epopeya
griega se reflejan de este modo, en su forma específica, los acontecimientos
reales que tuvieron lugar en el Asia Menor del siglo xiii al xii
a. C.
Esos acontecimientos que dejaron su huella en los poemas épicos, y a
los cuales a menudo denominamos la guerra de Troya, fueron por lo visto los
últimos grandes acontecimientos en la historia de los micenios. El reflujo de
la población aquea, que se intensificó hacia el Oriente y el Asia Menor, y al
mismo tiempo el aflujo desde el norte de la península balcánica de nuevas tribus
guerreras, fueron según parece una de las importantes causas de la rápida
decadencia de la cultura micénica.
Como ya se señaló, la destrucción del palacio de Pilos, el cual no
volvió a revivir, puede situarse con bastante exactitud en las últimas décadas
del siglo xiii a. C. Es
dudoso que pueda considerarse casual la coincidencia de este acontecimiento con
la incursión de los dorios en el Peloponeso, ubicada, según la tradición
antigua, aproximadamente a finales del siglo xiii
y principios del xii. A la luz de
las investigaciones arqueológicas ulteriores y no lejanas es difícil
menospreciar la fuerza destructora de esta invasión. Tras ella desaparecieron
los palacios ciclópeos y las tumbas de la época micénica. Por mucho tiempo, y
casi por completo, se interrumpieron los vínculos entre la península balcánica
y otros países, descendiendo en general el nivel de la cultura material. Esto
es particularmente notable en las ramas de la producción de cerámica, donde se
observa en este tiempo el paso del estilo micénico a los más primitivos
protogeométrico y geométrico. Todo esto muestra que la sociedad micénica, que
ya conocía los procesos de diferenciación social y de fortuna y la influencia
de los mismos, así como las contradicciones del régimen esclavista, no pudo
detener la presión de los conquistadores dorios. Se puede estar de acuerdo con
la opinión de John Thompson, un sabio progresista inglés que se atiene a
posiciones marxistas, quien considera que la victoria de los dorios se explica
por la unicidad de la organización tribal y de las gens. El hecho es que la
cultura micénica, a juzgar por los datos arqueológicos, estaba difundida entre
capas relativamente muy poco numerosas de la población de la Grecia
continental, pues la mayor parte continuaba viviendo en condiciones
incomparablemente más atrasadas del régimen de la comunidad primitiva. De lo
mismo hablan los nuevos datos lingüísticos, en particular algunas observaciones
del científico soviético Lurie, el cual señaló que, en las inscripciones micénicas
descifradas, al final de las sílabas desaparecen las consonantes v, c, p, con
las cuales volvemos a encontrarnos en la lengua griega del período posterior.
En relación con esto, Lurie adopta una posición convincente, según la cual la
lengua de las inscripciones micénicas era la lengua de un grupo dominante
relativamente pequeño. Entre las capas amplias de la población se conservaba la
lengua que sobrevivió a la invasión de los dorios y a partir de la cual se
desarrollaron los dialectos griegos posteriores. La desaparición de la
escritura micénica casi sin dejar huellas es un hecho que indudablemente
concuerda con estas suposiciones y las confirma. De esta manera, la falta de
interés de las masas populares en la defensa del Estado, que los aplastaba con
lo que sabemos, un papel decisivo en el éxito de la conquista doria.
Lamentablemente, acerca de todo esto sólo se puede hacer conjeturas, pues no se
conservan noticias de fuentes históricas que permitan estudiar el ambiente
concreto que acompañó a la caída de Micenas y Pilos. Sea como fuere, del siglo xiii al xii
a. C. dejaron de existir los centros principales de la cultura micénica en
el Peloponeso, y la antigua Grecia entró en un nuevo período de su desarrollo
histórico.
El régimen social de la sociedad micénica. El
Estado.
Del conjunto de datos que se poseen se desprende como indudable que la
sociedad micénica conocía ya la división en clases y llegó, en su desarrollo,
hasta la organización del Estado. Conocemos poco todavía acerca de las
particularidades concretas del Estado micénico y no podemos establecer si
existieron en la época micénica, en el territorio sur del Peloponeso,
formaciones estatales separadas, creyéndose más bien que se trataba de dos
formaciones separadas.
De acuerdo con todos los indicios, Micenas estaba dirigida por reyes.
De las características del poder de esos reyes sólo podemos formarnos una idea
aproximada. En diversos trechos de la epopeya homérica, que, como se sabe, dejó
estampada una serie de diferentes estadios del desarrollo de la sociedad
antigua con sus particularidades características en lo que se refiere al
régimen político, el poder de los reyes, los basileus, es descrito de distintas
maneras. Si en algunos casos los basileus aparecen en calidad de jefes de
tribus que comparten su poder con el Consejo de Ancianos y el Consejo Popular,
en otros, por el contrario, se subraya su poder absoluto.
Los rasgos reales de la estructura estatal de Micenas, indudablemente,
se deben buscar en la segunda de esas formas. Es posible que por analogía con
la antigua Pilos, acerca de la cual tenemos mayor cantidad de datos, se pueda
juzgar sobre el carácter del poder real en Micenas. S. I. Lurie, en una publicación reciente, parte de las interpretaciones
de las escrituras de Pilos efectuadas según el método de Ventris y Chadwick, y
traza el complicado cuadro que muestra el desarrollo de la vida
económico-social de la sociedad de Pilos.
Sobre esta base se llega a la suposición de que en el territorio
perteneciente a Pilos existieron grandes latifundios. El rey (Wanax) y el jefe
militar (lawagetas) encabezaban el Estado de Pilos, tenían el llamado temenos,
es decir, la posesión de fincas, cuya magnitud, de acuerdo con el sistema de
Pilos, se definía entre 1.800 y 600 medidas del grano que se obtenía de ellas.
Algunos de los funcionarios de Pilos, teretas, también tenían parcelas
equivalentes a 600 medidas de grano, es decir, iguales a la parcela del jefe
del ejército. Es curioso que en las inscripciones estas tierras aparezcan
mencionadas como recibidas «del pueblo». Grandes latifundios eran propiedad de
los templos. Considerables cantidades de tierra, tanto «del pueblo» como de los
templos, se daban en arriendo a grandes y pequeños arrendatarios. Entre los
grandes se encontraban los sacerdotes. En las inscripciones se menciona a
ciertas personas en cuyas manos se ponía el ganado para que lo mantuvieran y
cuidaran. La tierra era trabajada por los esclavos y la población dependiente
(dependencia cuyo carácter no ha sido aclarado) y por pequeños arrendatarios
que tenían parcelas equivalentes a nueve y diez medidas de grano. En las mismas
inscripciones se mencionan artesanos: carpinteros, albañiles, alfareros,
panaderos, sastres, joyeros y muchos otros. Teniendo en cuenta los monumentos
que conocemos de la producción artesanal de aquel tiempo, se puede considerar
que en la artesanía micénica la división del trabajo alcanzó un grado de
desarrollo considerablemente más elevado que en la época homérica. Un relativamente
alto desarrollo del intercambio y los continuos encuentros bélicos
contribuyeron al crecimiento dentro de la sociedad micénica de diferencias
sociales y de fortuna. Acerca de esto en particular dan testimonio las tumbas,
que reflejan los diferentes grados del bienestar económico de que gozaban los
allí sepultados: desde las tumbas de los guerreros de fila y los agricultores
con escaso inventario, hasta los lujosos tolos de los reyes.
El Estado de Pilos, según todos los datos que se tienen, era una
monarquía centralizada con un sistema administrativo desarrollado. La misma
ciudad de Pilos y todo el territorio que pertenecía al Estado —en el cual, de
acuerdo con la suposición de Lurie, puede ser incluida una parte de la Arcadia—
fueron divididos en regiones administrativas, dirigidas por funcionarios
especiales. Las inscripciones mencionan una serie de tales funcionarios en el
centro y en las administraciones locales, y testimonian que, con la ayuda de
estos funcionarios, el Estado cobraba los impuestos a la población sometida,
los que eran pagados en especie: trigo, mijo, aceite de oliva, uva y también
ganado: determinadas cantidades se mencionan en las inscripciones, aunque no en
forma suficientemente clara.
En su conjunto, el régimen político-social de Micenas y de otros
Estados aqueos debería ser caracterizado, al parecer, como esclavista
primitivo, cercano en su estructura al cretense. Tenía muchos rasgos comunes
con los Estados esclavistas primitivos del Antiguo Oriente. Es también posible
que la sociedad micénica, por su carácter, según lo expresan algunos
científicos, se asemejara en mucho a la sociedad de los hititas, con los cuales
guerrearon los aqueos.
La cultura micénica
Las ruinas ciclópeas de murallas y torres, y las tumbas y cementerios
de la misma época, fueron descubiertas como resultado de las excavaciones e
investigaciones arqueológicas, efectuadas no solamente en la Argólida, Mesenia,
Elida y Laconia, sino también en el Ática (en la región de Atenas), Beocia y
una serie de otras regiones de la Grecia europea y la Macedonia.
Los siglos xiv y xii a. C. fueron el período de más
intensa y amplia difusión por todo el Mediterráneo oriental, no ya de la
cultura cretense, sino de la micénica. Recipientes y otros objetos de estilo
micénico de esa época se encontraron y se encuentran en las diferentes islas
del mar Egeo, en la costa tracia, en la parte occidental del Asia Menor, en
Chipre, en Siria, en Egipto, en el sur de Italia y en Sicilia. Con certeza
puede considerarse a todos esos países e islas como unidos en el tiempo
micénico tardío por firmes vínculos económicos y culturales. En los últimos
tiempos, gracias a una más exacta demarcación de los monumentos de las culturas
micénica y cretense, especialmente en cuanto a las representaciones existentes
que se refieren al comercio micénico y a los vínculos con los otros países,
todo esto devino considerablemente más definido. Una serie de objetos que se
consideraban antes como enviados a Egipto desde Creta han sido definidos ya
como artículos de los artesanos micénicos. Los vínculos comerciales de Micenas
con Egipto datan de los comienzos mismos del siglo xvi. Algunos investigadores se inclinan ahora a aceptar el
pueblo mencionado en los textos egipcios, el pueblo de Canebú, no como
cretense, como se pensaba antes, sino como micénico. Es digna de consideración
la hipótesis no probada de acuerdo con la cual los gobernantes micenios
ayudaron al faraón Iajmos (1584-1559 a. C.) en su lucha contra los hicsos.
En el tiempo de Ecnatón (1424-1388), en su capital Aquetatón estaba ampliamente
difundida la cerámica micénica. En los artículos de los maestros micénicos que
se hallaron en Grecia se observa cierta influencia de la cultura egipcia.
En esa época el florecimiento y la amplia difusión de la cultura
micénica en la Grecia continental sobrepasó a la influencia cretense. Antes, a
finales del siglo xvi y xv a. C., cuando la influencia de
Creta en la Grecia continental era más fuerte, las influencias culturales
micénicas no representaban la traslación mecánica de una cultura exótica y, por
ejemplo, como lo hemos observado ya, en las pinturas al fresco de las paredes
de los palacios de Micenas y Tirinto la técnica artística cretense se combinaba
con temas locales. En la época a que nos referimos ahora se observa
precisamente lo contrario.
Desde finales del siglo xv
se descubren en los frescos de Cnosos huellas de la influencia del arte de la
Grecia continental. Lo mismo puede decirse sobre la cerámica de Creta, que
también experimentó la influencia de las formas y métodos estilísticos
micénicos. En lo que se refiere a la arquitectura y construcción de caminos, la
Grecia continental sobrepasó a Creta.
A la luz de nuevas investigaciones arqueológicas y del desciframiento
de la escritura micénica, es imposible dejar de plantear el problema de la
revisión crítica del punto de vista que en su tiempo destacó Evans, quien
consideraba a la cultura micénica como una ramificación de la cretense, carente
de toda originalidad. Los rasgos de la profunda originalidad inherente a la
cultura micénica demuestran que en la Grecia continental existían firmes
tradiciones propias, que tenían sus raíces en la remota antigüedad, es decir,
su propio camino de desarrollo. La invasión doria retardó este desarrollo
durante cierto tiempo, e hizo retroceder a la Grecia continental, pero no lo
interrumpió. El período que siguió a la época micénica heredó mucho de ésta.
Por ejemplo, instrumentos de trabajo, como el arado, la rueda de alfarero,
veleros, algunos tipos de armas, etc. Pero lo principal es que el período que
siguió al micénico, llamado período homérico, era ya de la Edad del Hierro.
La religión micénica
Hasta no hace mucho nuestros conceptos sobre la religión micénica se
basaban casi enteramente en los materiales de las investigaciones arqueológicas
y las excavaciones. Puesto que muchos de los monumentos arqueológicos en mayor
o menor medida reflejan las concepciones religiosas micénicas del tiempo
correspondiente al período de la mayor influencia de Creta sobre la Grecia
continental, muchos científicos llegaron a la conclusión de que había afinidad
entre la religión micénica y la cretense. Es dudoso que esta opinión pueda ser
hoy admitida sin una revisión crítica, particularmente cuando en las tabletas
halladas en Pilos se leen los nombres de los dioses, bien conocidos por
nosotros, de la religión posterior de los griegos: Zeus, Hera, Poseidón, Ares,
Dionisos. Si estos nombres han sido leídos correctamente, cabe llegar a la
conclusión de que el panteón de los dioses del Olimpo comenzó a crearse ya en
la época micénica entre la población aquea que sobrevivió a la invasión doria,
y fue luego heredado por la sociedad homérica. Todo indica que al lado de estos
exponentes religiosos del tiempo micénico subsistían muchas supervivencias del
antiguo fetichismo. No cabe duda de que en la sociedad micénica alcanzaron
amplia difusión la creencia en la vida de ultratumba y el culto de los muertos,
de los cuales son testimonio las tumbas micénicas. A juzgar por algunos
hallazgos casuales de restos de cadáveres en estas tumbas, es probable que los
antiguos micenios conocieran algunos métodos de embalsamamiento según el
sistema egipcio.
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