sábado, 13 de enero de 2018

Augusto Progo de Lis Grecia Frente a Roma Historia de la Liga Aquea Libro II  Filopmen de Megalópolis 16. ¿QUÉ HACEMOS CON LOS ROMANOS?

 16.
 ¿QUÉ HACEMOS CON LOS ROMANOS?
  
  
 En la asamblea que se reunió en Corinto en la primavera de 194 Flaminio anunció por sorpresa la completa retirada de todas las tropas romanas de Grecia, en cumplimiento de la solemne promesa de libertad pronunciada en la declaración de Corinto de 196. Ahora rememoraba ante los aqueos las falsas acusaciones de los dirigentes de la Liga Etolia sobre los romanos como nuevos tiranos de Grecia en sustitución de Filipo de Macedonia. Después, en su discurso, se permitió a aconsejar a los aqueos sobre su futuro, exponiendo un programa político claro.
 ...que usasen la libertad con moderación... que velasen por la concordia en las ciudades los jefes y los estamentos sociales entre sí, y todas las ciudades en común: si se mantenían unidos, no habría rey ni tirano alguno que tuviese fuerza suficiente contra ellos... que pusieran cuidado en salvaguardar y defender la libertad conseguida con las armas de otros y restituida por la lealtad de los extranjeros, para que el pueblo romano supiera que había otorgado la libertad a quienes eran dignos de ella. Tito Livio, 34. 49
 Ningún otro texto explicaría con más exactitud lo que esperaba Roma del porvenir: una Grecia libre, unida, dominada por los propietarios, pero con la conciencia clara de que esa libertad y prosperidad se debía a Roma y dependía de ella. Roma no deseaba una expansión territorial en una Grecia que le era ajena, aunque, plenamente consciente de su poderío, estaba firmemente implicada en mantener una influencia directa sobre sus asuntos internos y un orden favorable a sus intereses.
 

  La Liga Aquea en 194
 Terminado el discurso de Flaminio se abrieron las puertas de la fortaleza de Acrocorinto, y la guarnición romana comenzó a marchar entre los vítores de los asistentes. En las semanas siguientes Flaminio fue retirando las otras guarniciones de Calcis, Oreo y Demetrias, y con las legiones reunidas embarcó hacia Italia. A principios del verano no quedaba ningún soldado romano en Grecia.
 Una vez en Roma, Flaminio celebró un espectacular triunfo de tres días, y se convirtió en uno de los líderes más influyentes de la política romana. Mientras, en el Peloponeso, se abrió el turno de los reproches y los enfrentamientos. Evidentemente el partido pro macedonio había desaparecido, tras la derrota de Filipo y el descalabro de Argos, donde había estado su principal núcleo de apoyo. Sólo en algunos grupos populares se mantuvo el recuerdo de los reyes macedonios como monarcas benefactores. La entrega por el rey Filipo de la ciudad de Argos al tirano Nabis de Esparta, en 198, volatilizó cualquier rastro de activismo pro macedonio entre sus traicionados ciudadanos, y redujo la influencia argiva en la política federal. Pero también el partido pro romano de Aristeno había sufrido un duro golpe tras la guerra con Esparta. Las decisiones de Flaminio respecto a Nabis, desoyendo las peticiones aqueas de asaltar la ciudad y derrocarlo, demostraron a muchos que Roma seguiría, evidentemente, una política propia en Grecia, guiada por sus propios intereses y no los de los aqueos.
 Debemos tener en cuenta que para los aqueos, y sobre todo para los megapolitanos, la cuestión espartana era un elemento esencial de su política interior y exterior. Además de enemigo tradicional, Esparta era la gran amenaza exterior para la Liga, como se había visto desde la Guerra de Cleómenes en 227-223. Además Esparta era el foco de las ideas de reforma social que defendían la abolición de deudas y la redistribución de la propiedad. Y por si faltara poco, Esparta era el gran obstáculo para la consecución del objetivo final de la Liga: la unificación del Peloponeso. Cuando Flaminio accedió, contrariando los ruegos y peticiones del gobierno aqueo, al mantenimiento de Nabis en el gobierno espartano, la Liga Aquea sufrió una decepción muy profunda. La defensa que hacía Aristeno de una colaboración absoluta y sin condiciones con el poder romano quedaba así desacreditada. La Liga Aquea debía tener buenas relaciones con Roma, pero no convertirse simplemente en un instrumento de las decisiones del senado romano.
 Estas ideas fueron desarrolladas pronto por una nueva facción aquea, que la historiografía del siglo XIX llamó el partido “nacional”. Su idea fundamental era la de conservar la alianza con Roma, pero manteniendo una política independiente, basada en los intereses de la Liga. Defendía que los aqueos deberían estar dispuestos, cuando Roma actuara contra los objetivos aqueos, a enfrentarse a las decisiones romanas. A discutir con los romanos de igual a igual, y ceder a sus exigencias sólo tras tratar, por todos los medios, de convencer a los romanos de lo inadecuado de sus mandatos. Este partido tuvo su origen en Megalópolis, donde la confianza en la autonomía política y militar de la Liga respecto a poderes externos crecía en torno a la figura de Filopemen, de la misma forma que la idea gaullista de una Europa independiente de los estadounidenses y los soviéticos convirtió a Francia en el centro de la diplomacia europea en los años sesenta. Filopemen regresó a su ciudad en fecha incierta, quizás después de 196, de su auto-exilio en Creta, con gran seguridad debido al final de las guerras internas en las que había participado como general mercenario al servicio de la ciudad de Gortina. Pronto se rodeó de sus antiguos subordinados de las campañas contra Esparta de 207-201, un grupo de jóvenes unidos por su común origen megapolitano, que habían servido en las unidades de élite de caballería que Filopemen organizó desde su hiparquía de 210, y que compartían una admiración incondicional por su general. Personajes como Diófanes, Arcón o Licortas, oficiales de la caballería megapolitana, llegaron a ser pronto los hombres de confianza de Filopemen, asegurando para él el control absoluto de la política en Megalópolis, y permitiéndole convertirse en la principal alternativa al desacreditado liderazgo de Aristeno y su partido pro romano.
 No conocemos los pasos concretos de esa lucha, pero sí, a través de Polibio, los términos de la discusión, que dominó el enfrentamiento político interno de la federación en las décadas siguientes. Para Aristeno y los pro romanos, las bases de la política aquea estaban claras.
 Aristeno dirigía la política de un modo tal, que estaba dispuesto a hacer lo conveniente a los romanos, algunas cosas incluso antes de que estos las indicaran. Sin embargo, no se puede negar que procuraba siempre dar la impresión de respetar las leyes aqueas, y que ponía el máximo interés en gozar de tal reputación. Pero si alguna ley chocaba con las instrucciones llegadas de Roma, en tal caso cedía. Polibio, 24. 11
 Aristeno siempre defendió la sumisión a Roma como forma de fortalecer la independencia y la seguridad de la Liga. Pudo presentar el ejemplo de Flaminio, el representante del senado en Grecia, un filo-heleno interesado en el bienestar y progreso de los griegos, como reflejo del respeto que Roma sentía ante la cultura helena. No había necesidad de oponerse a Roma. Roma defendía el mismo tipo de sociedad que los propietarios aqueos querían conservar frente a las amenazas exteriores –las monarquías helenísticas y sus intentos de dominar Grecia–, y las amenazas internas –la revolución social, el reparto de tierras y la abolición de deudas–. Pero su rival político, Filopemen, se rebeló ante lo que consideraba la humillación de los griegos bajo un poder extranjero y bárbaro, que había que sufrir, evidentemente, pero manteniendo la autonomía hasta donde fuera posible.
 ...cuando los romanos solicitaban algo que no caía dentro de los límites establecidos [por las leyes y los intereses aqueos], no se prestaba [Filopemen] voluntariamente a hacerlo. Respondía que, en principio, los romanos debían argüir sus puntos de vista y efectuar, luego, una segunda demanda... Polibio, 24. 11
 Estas posturas no eran, en ningún caso, oportunistas, sino el resultado de una meditación consciente, por parte de ambos líderes, sobre las consecuencias a largo plazo que los distintos tipos de política respecto a los romanos tendrían sobre el desarrollo de la Liga. Para Aristeno, la superioridad militar de Roma dejaba a los griegos una única opción.
 Si tenemos la potencia necesaria para resistir, y estamos en condiciones de hacerlo, hagámoslo, pero, si no podemos, ¿por qué vamos a aspirar a lo imposible y a descuidar lo posible?... o bien se debe demostrar que somos capaces de no obedecer sumisamente, o bien, si ni siquiera nos atrevemos a decir esto, entonces debemos estar dispuestos a acatar todas las órdenes. Polibio, 24. 12
 Aquí Aristeno estaba hablando a los propietarios del norte del Peloponeso, y a los de las pequeñas ciudades del interior sin tradición militar, poco interesados en problemas políticos o diplomáticos, y cuya principal preocupación era asegurarse un marco pacífico en el que desenvolver la vida cotidiana. De hecho, tras los grandes ataques romanos y etolios de los años 211-208, estas ciudades habían disfrutado de más de una década de tranquilidad y seguridad, que no podían dejar de ver se debía al benevolente dominio del mar por la armada romana. ¿Qué sentido tenía arriesgarse al enfrentamiento o a las represalias de Roma? Pero existía otra Liga, la de las grandes ciudades como Megalópolis, Argos o, desde 196, Corinto, todas ellas con una gloriosa historia, con una consolidada tradición militar y diplomática, que no podían aceptar que la recién obtenida independencia no viniera acompañara de una política autónoma, propia. Grecia no podía quedar reducida a ser un apéndice del poder romano. Esas ideas se vieron reflejadas en el discurso de Filopemen y su partido.
 ...si nosotros mismos, desconociendo nuestros derechos, nos declaramos dispuestos a hacer cualquier cosa que se nos ordene, ¿qué diferencia habrá entre el linaje aqueo y el de los sicilianos, el de los capuanos y los de otros ya esclavizados desde antiguo?... usemos de nuestro derecho y no nos abandonemos, teniendo como tenemos grandes y espléndidas oportunidades de colaborar con los romanos. Digo lo que sé. A los griegos les llegará el momento en que se verán forzados a obedecer las órdenes que se les den, pero ¿querrá acaso alguno ver que esto ocurra en nuestro tiempo? Polibio, 24. 13
 Las diferencias entre los dos partidos eran claras, pero no debemos olvidar que tanto Aristeno como Filopemen tenían la misma base social y los mismos intereses. No existían dudas sobre la necesidad de asegurar, como puntal de la política aquea, la alianza con Roma. A pesar de sus reservas, Filopemen no dudó, ni por un momento, que Roma no era sólo el poder fundamental en Grecia. Los romanos defendían el tipo de mundo y sociedad en el que él creía. Era un propietario, interesado como Aristeno en defender la estabilidad social y económica de las ciudades de la Liga, enemigo radical de las reformas sociales que buscaban una redistribución de la propiedad y la influencia política. Lo cual conduce al elemento central de la discusión entre los dos grupos. Tanto los pro romanos como el partido “nacional” estaban de acuerdo en que el poderío romano era incontestable, e incluso que era bueno apoyarse en él como forma de proteger la Federación Aquea de enemigos externos e internos. Incluso los “nacionalistas” aceptaban que tarde o temprano Grecia quedaría bajo control diplomático de Roma. ¿Qué sentido tenía por tanto oponerse a ella? Para Filopemen una postura de defensa del interés y el prestigio griego no hacía más que ralentizar el proceso, no lo impedía, con el agravante de que estaba plantando las raíces de una tensión progresiva entre Grecia y Roma, que podría desembocar en un conflicto directo. Las comunidades griegas de Italia y Sicilia se integrarían lenta y pacíficamente dentro del orden romano, y compartirían sus oportunidades y beneficios. ¿Por qué no pasó lo mismo en Grecia? Porque en la lucha política entre Filopemen y Aristeno salió vencedor el primero.
 El momento del primer enfrentamiento entre las dos posturas fue en los años 194-193. Aristeno había dominado el gobierno aqueo desde 198, pero en 193 la crítica general ante lo que se consideró una debilidad, aceptar sin resistencia que Flaminio pactara con Nabis de Esparta su permanencia en el poder, le llevó a la derrota en las elecciones federales de mayo. Filopemen logró la victoria apoyado en una opinión pública cada vez más preocupada por las injerencias romanas en la vida cotidiana de la federación, y receptiva a la postura de Filopemen de desarrollar una política más agresiva con Esparta a pesar de las previsibles protestas romanas. La Liga Aquea, como muchos estados de la Europa de finales del siglo XX, se hizo cada vez más susceptible ante el predominio de Roma en Grecia.
 De hecho, la Europa de principios del siglo XXI se enfrenta a una elección semejante a la que tuvieron que responder los griegos de mediados del siglo II antes de Cristo. Ante diversas amenazas exteriores –ya no interiores, presumiblemente–, el poderío militar estadounidense se presenta como un apoyo esencial para asegurar el modelo de sociedad occidental. ¿Qué camino seguir? Alinearse con los Estados Unidos significa, es evidente, defender que Washington se convierta en el centro de poder mundial, y el triunfo del modelo de sociedad capitalista, asumiendo una posición subordinada de Europa a medio plazo. Por el contrario, enfrentarse a los Estados Unidos, aun a la manera de Filopemen, tratando de persuadir de la bondad de un mundo basado en un poder multipolar, defender que Nueva York –sede de Naciones Unidas– se convierta en un centro de poder mundial alternativo, puede implicar una tensión que lleve al conflicto. Estados Unidos, como la Roma de mediados del siglo II antes de Cristo, es ahora demasiado consciente de su posición en la estrategia mundial como para aceptar una retirada de su papel de superpotencia militar y mucho menos para poner ese poderío al servicio de intereses ajenos. La cuestión central para la Europa de nuestros días es cómo enfrentarse a ese dilema –alinearse con Estados Unidos o defender la multipolaridad–. En las páginas siguientes veremos cómo respondieron a ese reto los griegos en una situación equivalente, y las consecuencias de sus actos. Obviamente ni la historia se repite ni lo que pudo pensar un griego antiguo tiene relación directa con nuestra forma de ver el mundo, pero no está de más estudiar la historia completa que los griegos vivieron, y que nosotros sólo hemos recorrido en parte.
 

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