sábado, 13 de enero de 2018

Augusto Progo de Lis Grecia Frente a Roma Historia de la Liga Aquea Libro III  Polibio de Megalópolis 25 ¿VICTORIA O DERROTA?

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 ¿VICTORIA O DERROTA?

 La parcial victoria del cónsul Quinto Marcio y de los pro romanos en la política interna de la Liga Aquea no era suficiente para permitir a Roma ver el futuro de forma halagüeña. El senado, enfrentado a una situación cada vez más inquietante en el conjunto de Grecia, decidió movilizar todas las energías romanas. A principios de 168 se apresuró el proceso de elección de nuevos mandos, trámite al que se dio una urgencia y gravedad mayor que la que se desplegó en años anteriores. Resultó elegido como cónsul asignado a la provincia de Macedonia Lucio Emilio Paulo, miembro de una de las familias patricias más antiguas y nobles de Roma, aunque no destacaba por su riqueza. Su abuelo, Lucio Emilio, había muerto como cónsul en la batalla de Cannas. Desde su juventud se dio a conocer como jefe militar preocupado por la disciplina de sus tropas, lo que le dio fama de estricto. Su primer mando, como pretor, fue en España, en 191, donde mostró habilidad y energía. En 182 fue elegido cónsul y destinado al norte de Italia, luchando con éxito contra los ligures. En la vida política de la ciudad, por el contrario, tuvo poca fortuna, y estaba conceptuado como un aristócrata de conducta irreprochable pero sin gran patrimonio ni habilidad política. Dos de sus hijos terminaron por ser adoptados por dos de las familias más prestigiosas de Roma, los Fabios y los Escipiones. No era, por tanto, un personaje destacado o influyente, pero fue precisamente esa mezcla de austeridad y severidad lo que le empujó al mando en un momento de crisis.
 ... parecióles a los romanos que sería bueno dejarse de los favores y las consignas que daban los candidatos al consulado, y llamar al mando a un hombre de juicio que supiera conducirse en los negocios arduos. Este era Paulo Emilio, adelantado, sí, en edad, pues tenía unos sesenta años, pero fuerte todavía y robusto, y rodeado de yernos e hijos jóvenes y gran número de amigos y parientes poderosos en la república, los cuales le inclinaban a que se prestase a los votos del pueblo que le llamaba al consulado. Plutarco, Paulo Emilio, 10
 Una vez en el cargo Emilio desplegó una gran actividad, que a veces da la sensación de ser demasiado ampulosa y afectada, pero que tuvo como resultado una febril movilización de las fuerzas romanas. Se decidió reforzar el ejército de Macedonia, de dos legiones, añadiendo otras dos que llevaría el cónsul. El pretor Anicio sería enviado a Iliria con diez mil aliados itálicos, mientras que la flota sería engrosada con cinco mil hombres más, al mando del pretor Cneo Octavio. Por último, una embajada dirigida por Cayo Popilio Lenate sería enviada a Alejandría para detener la guerra entre Siria y Egipto.
 La urgencia que se puso en los preparativos romanos hizo que Emilio zarpara hacia Grecia antes de lo habitual, tomando el mando del ejército en plena primavera. La llegada del nuevo general y los refuerzos provocó una rápida reanimación de la moral de victoria, y empezó a prepararse el ataque final a Macedonia. Llegó en ese momento al campamento la embajada enviada desde Rodas, que tras anunciar que los rodios habían decidido mediar en el conflicto, exigieron al cónsul que detuviera sus operaciones e iniciara conversaciones de paz con Perseo bajo los auspicios de Rodas. La respuesta romana fue obvia.
 Así, mientras unos opinaban que los embajadores debían ser encarcelados y otros sacados a viva fuerza del campamento sin darles respuesta, el cónsul declaró que les contestaría pasados quince días. Entretanto, para que quedase claro el efecto que había tenido la autoridad de los rodios con su propuesta de paz, se puso a hacer consultas sobre la manera de hacer la guerra. Tito Livio 44. 35
 Ante la solidez de las tropas macedonias, veteranas, muy bien adiestradas y sólidamente fortificadas, Emilio, a pesar de la oposición de algunos de sus oficiales, partidarios de un asalto frontal, decidió emplear una maniobra de flanqueo. Una pequeña tropa, tras amagar con embarcar en la flota, realizó una rápida marcha nocturna para asaltar un paso montañoso de acceso a Macedonia y, tras derrotar a la guarnición enemiga, cogida por sorpresa, amenazó con desbaratar el flanco derecho de Perseo. El ejército macedonio tuvo que abandonar sus sólidas posiciones y, seguido por los romanos, terminó por volver a atrincherarse cerca de la ciudad de Pydna.
 Mientras, en Iliria, Anicio debía enfrentarse a la movilización de las tropas del rey Gentio, que demostró una completa incapacidad militar. Tras incorporar a su ejército las maltrechas fuerzas de Apio Claudio, el pretor atacó rápidamente y con firmeza el territorio ilirio. Una tras otra las ciudades ilirias se rindieron a los romanos sin combatir, mientras Gentio se mantenía inactivo en su capital, que terminó siendo asediada. Un ataque de los ilirios acabó en un costoso fracaso, y a los pocos días Gentio tuvo que entregarse al pretor. La guerra en Iliria había durado apenas unas semanas.
 Al mismo tiempo en Pydna, a mediados del mes de junio, los dos principales ejércitos estaban frente a frente, dispuestos a resolver la guerra en un único combate. En ambos bandos oficiales y soldados estaban ansiosos por luchar, mientras que sus generales permanecían a la expectativa. La causa de esta prudencia era la diferencia entre las dos fuerzas, más sólida la falange macedonia, más flexible la legión romana.



 3ª Guerra Macedónica. Campaña de 168
 Los más experimentados sabían que el bando que iniciara el combate estaría en situación de inferioridad. Un ataque de las legiones sería rechazado por la solidez de la falange, mientras que si fuera ésta la que avanzara perdería cohesión, lo que permitiría a los romanos fragmentarla y derrotarla. La batalla empezó de una forma imprevista. Un eclipse de Luna –mal agüero para un rey– hizo que Perseo se retirara a la mañana siguiente a la ciudad para ofrecer un sacrificio, algo que Polibio achacó a la cobardía. A mediodía un combate parcial por una fuente de agua fue progresivamente creciendo conforme nuevas fuerzas se unían a la lucha. En cierto momento, y quizás por la ausencia del rey, la falange macedonia empezó a avanzar hacia los romanos.
 Emilio... cuando después los macedonios, desprendiendo del hombro las adargas y recibiendo también a una señal con las lanzas en ristre a los legionarios romanos, vio la fortaleza de aquella reunión de escudos y el erizamiento de aquel frente de ataque, no dejó de sorprenderse y concebir temor, por no haber visto nunca espectáculo tan terrible; así que más tarde hacía mención frecuente de aquella sensación y de aquel espectáculo. Plutarco, Paulo Emilio 19
 Los contraataques romanos fueron rechazados con graves pérdidas, y Emilio llegó a pensar en un repliegue, pero fueron los suboficiales romanos los que salvaron el día. Pequeños destacamentos fueron infiltrándose en los huecos y vacíos que la formación de la falange iba dejando mientras avanzaba y combatía, y paulatinamente los macedonios perdieron la formación, desordenaron su despliegue y terminaron siendo superados. La retirada terminó en desastre y la mayor parte de los macedonios cayó en la huída. Perseo se escabulló rápidamente, acompañado de unos pocos fieles, primero a Pella, su capital, y luego al asilo sagrado del santuario de los Dioscuros en Samotracia.
 Cuando la noticia de la victoria en Pydna llegó a Roma, una embajada rodia, que llevaba el encargo de actuar como mediadora y exigir a los romanos detener las hostilidades, estaba a la espera de ser recibida por el senado. En un gesto de soberbia, los senadores le dieron audiencia a los pocos días, en medio de las celebraciones de la victoria, y los embajadores rodios tuvieron que justificarse de forma apresurada: ciertamente la embajada venía con el encargo de buscar la paz, preocupada Rodas por los enormes gastos a los que se veían obligados los romanos y por los efectos que en Grecia tendría la continuación de la guerra. Acabada ésta con la victoria de Roma, los rodios felicitaban al pueblo romano y a toda Grecia por el fin de la guerra. La respuesta romana fue extremadamente severa.
 El senado respondió que los rodios habían enviado aquella embajada no porque se preocupasen por los intereses de Grecia o por los gastos del pueblo romano, sino para favorecer a Perseo... Cuando habían oído que los romanos habían franqueado los desfiladeros y pasado a Macedonia y que tenían cercado a Perseo, entonces habían enviado una embajada, con el único propósito de salvar a Perseo de un peligro inminente. Tito Livio 45. 3
 En el momento de la victoria el senado no olvidaba las displicencias y desafecciones de algunos estados y políticos griegos, y demostraba con su respuesta que serían duramente castigados. La embajada rodia, que para los romanos era la prueba más evidente de la deslealtad de los griegos, fue despedida con una frialdad que no presagiaba nada bueno para Rodas.
 Perseo, refugiado en Samotracia, terminó por entender que su derrota era definitiva cuando el hombre de confianza al que había encargado preparar la huida de la isla, el cretense Oroandes, zarpó en solitario en cuanto se hubo embarcado el tesoro real, dejando a Perseo abandonado en la costa. Toda Macedonia se había rendido a los romanos, y el poco antes poderoso ejército de Perseo se había disuelto tras la derrota. Ante esto se entregó al cónsul romano. Terminaría sus días relegado en Italia. Mientras, la embajada de Cayo Popilio, enviada a Egipto para detener la guerra entre los Ptolomeos y Antíoco de Siria, hizo escala en la isla de Rodas, insistentemente llamado por los asustados rodios. Una vez ante la asamblea, sus palabras no dejaron espacio a la duda.
 ... pues Popilio recordó todas las cosas hostiles que individual y colectivamente habían dicho y hecho durante aquella guerra y, como hombre de carácter acre, con su expresión hosca y su tono de voz acusatorio imprimía mayor dureza a lo que decía, de modo que como no tenía ningún motivo personal para estar resentido contra la ciudad, por la aspereza de un solo senador romano podían deducir cuál era el sentir de todo el senado con respecto a ellos. Tito Livio 45. 10
 Alarmados por la intransigente hostilidad romana los rodios trataron de justificarse, enjuiciando y condenando a muerte a los pocos líderes del partido anti romano que permanecían en la ciudad. Pero Popilio continuó su viaje sin dar a Rodas ninguna señal de asentimiento. Era ya, tras la victoria de Pydna, el representante del mayor poder que había conocido hasta entonces el mundo mediterráneo. Esto quedó claramente plasmado cuando llegó a Egipto, al campamento de Antíoco, levantado frente a una Alejandría asediada. El rey sirio, rodeado de embajadores griegos que le pedían, inútilmente, que se retirara de Egipto, fue al encuentro de Popilio, que le entregó en mano una carta del senado en la que se le exigía la retirada a su reino. Cuando Antíoco pidió un tiempo para discutir el mensaje con su consejo, el arrogante gesto de Popilio fue el más evidente signo de la nueva situación internacional.
 ... tenía a mano un sarmiento y trazó un círculo en el suelo alrededor de Antíoco, ordenándole responder acerca del escrito antes de salir del redondel. El rey, estupefacto ante tamaña acción de soberbia, tras meditarlo brevemente dijo que atendería los consejos de los romanos. Entonces Popilio le estrechó la mano y todos los demás le saludaron amistosamente. Polibio 29. 27. 4-6
 Como veinte años antes tras la victoria frente a Antíoco III de Siria, Roma se descubrió a sí misma sin ningún rival enfrente capaz de desafiarla. Pero esta vez iba a asegurar su supremacía sometiendo a los estados griegos a su total control diplomático. Para el mundo griego la victoria romana implicó un terremoto político. Hasta Pydna, los estados griegos mantenían una soberanía real bajo la tolerante tutela romana, y sus políticas tendían a favorecer un cierto equilibrio diplomático que contrarrestara la hegemonía romana y permitiera a Grecia conservar parte de su independencia. Esa fue, como ya vimos, la política que con cierto éxito aplicó la Liga Aquea bajo la dirección de Filopemen y sus sucesores, sobre todo Licortas y Arcón. Cierto es que los enfrentamientos internos entre los distintos estados griegos, como en el caso de los conflictos con Mesenia y Esparta, daban al senado romano la capacidad de mediatizar esa autonomía. Pero tras cada crisis, la Liga fue capaz de recuperar una política soberana, y mantener la ficción de una alianza entre iguales con Roma. La 3ª Guerra Macedónica trastocó ese escenario en sus más profundos cimientos. Los estados griegos habían jugado una arriesgada partida contado con que Macedonia podría ser el poder que buscaban para equilibrar el poderío romano, pero perdieron la apuesta. Roma era completamente consciente, al final de la guerra, de la sorda hostilidad de la mayor parte de la sociedad griega, que la consideraba como una conquistadora sólo consentida por su superioridad militar. El poderío de Roma tenía que basarse, por tanto, en un control más estrecho del mundo griego.
 Cuando el senado romano discutió sobre la forma de intervenir en Grecia, la opción más sencilla que se le presentó fue la de utilizar políticamente los minoritarios grupos pro romanos existentes en cada estado griego. Fundamentalmente se trataba de aristócratas, que bien por convicción, bien por interés, consideraban que el dominio directo de Roma era la mejor forma de asegurar la estabilidad política de Grecia. No debemos considerarlos sin más, como hace Polibio en muchos casos, traidores a la causa de la libertad griega. Ya hemos visto en muchas ocasiones que Roma no tenía, hasta entonces, un interés territorial más allá del Adriático, contentándose con una influencia a distancia que asegurara una red de aliados en el Mediterráneo oriental. Para los aristócratas griegos conservadores la colaboración con Roma era un instrumento de poder en la política interna, que les permitiría asegurar el mantenimiento del orden social frente a la cada vez mayor pujanza de las ideas populistas, favorables a una reforma social basada en la redistribución de la tierra y la cancelación de las deudas.
 El gran problema, en sociedades basadas en instituciones representativas como eran la Liga y la mayor parte de las ciudades griegas, era que esos grupos estaban en clara minoría en las asambleas, lo que les condenaba a ser movimientos de oposición frente a aquellos que, aceptando la superioridad romana, defendían una política de independencia nacional. Tras la victoria romana, la cuestión para el senado era cómo llevar al poder a los pro romanos, manteniendo al mismo tiempo una apariencia de democracia. Al final el ejemplo de Rodas mostró el camino. Los rodios se encontraron, al final de la guerra, con la hostilidad manifiesta de Roma. La forma de intentar congraciarse con ella fue, como ya vimos, perseguir y condenar a todos sus líderes políticos convictos o sospechosos de maniobrar en contra de Roma y a favor de Perseo. El senado descubrió rápidamente que la amenaza, más o menos velada, de una guerra punitiva sobre las indefensas ciudades griegas, le facilitaría dominar de forma indirecta su acción política. Pronto los romanos comenzaron a presentar, en asambleas y cortes reales, la disyuntiva entre depurar sus élites políticas de líderes sospechosos de lo que entendían como ingratitud, o enfrentarse a la enemistad de Roma. La repuesta fue la misma en casi todos los lugares. Un ejemplo claro fue el de algunas ciudades epirotas que, apremiadas por la inminencia de la venganza romana tras su alianza con Perseo, trataron de aplacarla entregando a sus propios dirigentes, como fue el caso de la ciudad de Pasarón. Cuando los líderes de la ciudad llamaron al pueblo a una resistencia desesperada contra los romanos, emergió un movimiento popular espontáneo contra sus dirigentes políticos.
 ¿Qué arrebato de locura os arrastra, que hacéis de la ciudad un apéndice de la culpa de unos pocos individuos? De hombres que se enfrentaron a la muerte por su patria sí que he oído hablar repetidas veces, pero que considerasen justo que la patria pereciera por ellos son estos los primeros que he encontrado. ¿Por qué no abrimos las puertas y aceptamos un dominio que el mundo entero ha aceptado? Tito Livio 45. 26.
 Ese sentimiento era universal en toda Grecia, y pronto se convirtió en la acción política básica en todas las ciudades y reinos. En todas las asambleas los políticos conocidos por su buena relación con los romanos o por su defensa de la política romana fueron enviados tanto al campamento del cónsul victorioso, en Anfípolis, como a las embajadas destinadas al senado de Roma.
 Después de la derrota definitiva de Perseo que puso fin a la guerra, desde todas partes se enviaron legados a los generales [romanos] a felicitarles... en todas las ciudades llevaban la voz cantante los considerados amigos de Roma, que dispusieron embajadas y otras providencias... todos, incluso sus enemigos políticos, cedieron a las circunstancias y evitaron cuidadosamente enfrentamientos; los personajes citados habían alcanzado sin trabajo sus objetivos. Polibio 30. 13.
 Mientras las ciudades se inclinaban sumisas ante el poder romano, el senado discutía en Roma las condiciones que se impondrían a los estados derrotados. Se nombraron, de acuerdo a la tradición romana, diez delegados senatoriales, los decemviri, encargados de establecer, junto al cónsul victorioso, las disposiciones que restablecieran el orden en Grecia. Con respecto a los reinos derrotados, Macedonia e Iliria, la decisión era clara. Se abolirían las monarquías y los reinos serían fragmentados en pequeñas repúblicas, cuatro en el caso de Macedonia, tres en el de Iliria. Esas repúblicas serían libres, aunque sometidas al pago de un tributo, la mitad de lo que antes satisfacían a sus monarcas. El Epiro sería entregado al saqueo del ejército. En cuanto a la ordenación interna de los estados griegos nominalmente aliados, el senado dejaba al libre criterio de la comisión y del cónsul Emilio las decisiones a tomar, según la situación que encontraran.


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