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INTRIGAS Y RETOS
En el invierno de 170-169, antes de la llegada del nuevo cónsul a
Grecia, los dirigentes del partido “nacional” de la Liga Aquea, encabezados por
el estratego Licortas de Megalópolis, celebraron una conferencia secreta, para
discutir la situación general y decidir las políticas a seguir ante la
continuación de la guerra. Polibio, como miembro de la élite rectora de ese
grupo, participó en esa reunión y nos ha trasmitido el desarrollo de la misma.
Los participantes, provenientes sobre todo de Megalópolis y de algunas ciudades
del norte del Peloponeso, repasaron las distintas opciones posibles. Licortas
defendió continuar la línea seguida hasta entonces.
Licortas permanecía aferrado
a su plan inicial: creía que no debían apoyar en nada ni a los romanos ni a
Perseo e, igualmente, no combatirles en absoluto. Juzgaba, en efecto, que una
ayuda aquea [a cualquiera de los dos bandos] sería perjudicial para todos los griegos por el enorme poder de que iba
a disponer el bando vencedor... Polibio 28. 6
Esa era la política que había provocado las quejas del senado
romano, y la que hacía sospechoso de deslealtad al gobierno de la Liga. No
sabemos si los aqueos habían llegado al extremo de retirar en el verano de 170
las tropas auxiliares que operaban en el ejército romano pero, en cualquier
caso, su opinión aclara que los dirigentes griegos eran perfectamente
conscientes de que la victoria de Roma implicaba su dominio sobre toda Grecia.
La opción más extremista fue defendida por Apolónidas de Sición y
Estratio de Tritea, que seguían el que sin duda era el sentir mayoritario entre
la población aquea.
No aprobaban que los griegos
resistieran deliberadamente a los romanos, pero sostenían que era preciso
oponerse noblemente, estorbándoles, a los que los hundían hasta el cuello en el
peligro [los filorromanos],
marginando la salvación común para granjearse personalmente el favor de los
romanos contra toda ley y todo interés griego. Polibio, 28. 6
Esta opinión apuntaba directamente a Calícrates y el partido pro
romano que, aunque no contaban con un apoyo importante entre la población,
continuaban conspirando ante las autoridades romanas para desplazar al partido
“nacional” del poder. Las elecciones de la primavera siguiente podían ser
difíciles si la diplomacia romana presionaba a la asamblea aquea con amenazas o
insinuaciones. También nos permite ver que una victoria romana era vista,
mayoritariamente, como un desastre para Grecia en general y para la
independencia efectiva de la Liga en particular. Sólo la conciencia de la
superioridad de Roma impedía a estos grupos abogar por la intervención directa
a favor de Perseo.
En esta situación se impuso la opinión del estratego del año
anterior, Arcón, como Licortas otro de los lugartenientes megapolitanos de
Filopemen, que defendió que la situación no eran todavía lo suficientemente
clara como para tomar una decisión irreversible.
... se debían seguir los
acontecimientos y no dar motivo de acusación al enemigo... Polibio, 28. 6
El enemigo. Aunque con gran probabilidad se está refiriendo a los
rivales políticos internos, el partido pro romano, esto nos demuestra cómo la
Liga Aquea se había polarizado claramente entre los contrarios y los favorables
a la victoria romana. La estrategia política de los miembros de la dirección
del partido “nacional” obligaba así a un difícil equilibrio entre conservar la
confianza de Roma y maniobrar al mismo tiempo en secreto para favorecer a Perseo.
Sin embargo no se tomó una decisión definitiva y la mayoría de los presentes,
entre los que estaba Polibio, resolvió seguir la política contemporizadora de
Arcón. El propio Arcón fue elegido candidato a estratego del partido para las
siguientes elecciones de primavera de 169, y Polibio, con algo más de treinta y
cinco años de edad, sería presentado para la hiparquía, el mando de la
caballería federal, el segundo cargo en importancia de la Liga.
A principios de la primavera de 169 el cónsul Marcio llegó a
Tesalia y se hizo cargo del ejército. Se encontró con que las órdenes
senatoriales se habían cumplido, y las tropas habían recuperado el espíritu y
la disciplina. Tras un año perdido, las invectivas del senado y la llegada de
un nuevo cónsul, más enérgico y experimentado –era el segundo consulado de
Marcio– tuvieron un favorable impacto en la moral de las tropas. Rápidamente se
comenzó a planear la estrategia para la campaña de verano, que se centró en la
forma de romper las defensas macedonias, entrar en territorio enemigo y
derrotarlo decisivamente. Mientras Perseo, perdida la iniciativa, se limitó a
reforzar los pasos fronterizos y esperar el ataque romano.
La llegada de Marcio y la revitalización de la actividad romana
fueron rápidamente conocidas en toda Grecia. En la Liga Aquea tuvo
consecuencias inmediatas. Arcón y Polibio vencieron, como todo el mundo
esperaba, en las elecciones de mayo, pero al hacerse cargo de su mando Arcón
efectuó un giro radical en su política.
Arcón decidió que se debía colaborar
con los romanos y sus aliados. Polibio 28. 7
Ante la misma asamblea en la que fueron elegidos, Arcón y Polibio
afrontaron la llegada de unos emisarios de Atalo, el hermano del rey Éumenes,
que estaba al mando de las fuerzas de Pérgamo en Grecia. La embajada pretendía
una revocación de la retirada de los honores cívicos a Éumenes. En la asamblea
la opinión mayoritaria era que esos honores no debían ser restituidos, lo que
nos indica a las claras que las posturas anti romanas continuaban siendo preponderantes.
Arcón habló defendiendo la embajada de Pérgamo y mostrándose favorable a la
restitución, pero no llegó a convencer a la multitud. Tomó entonces la palabra
Polibio, que con un largo y farragoso discurso consiguió plantear una solución
de compromiso. Se restituirían sólo aquellos homenajes que se pudiera demostrar
que no eran ilegales. De esta forma, reconociendo la validez de la decisión de
la retirada de los honores, de acuerdo a los deseos mayoritarios de la
asamblea, se podía presentar a Atalo y Éumenes la restitución de algunos de
ellos. Pero ello demostraba el dilema de los nuevos dirigentes aqueos. Frente a
una corriente mayoritaria contraria a la alianza con Roma, el fortalecimiento
romano parecía presentir una victoria cercana, lo que obligaba a no hacer nada
que pudiera ser siquiera sospechoso de deslealtad, en un momento en que los
romanos recelaban de las declaraciones de amistad y alianza de los distintos
estados griegos. Tampoco debemos subestimar la presión de las conspiraciones de
los pro romanos de Calícrates junto al nuevo cónsul. Arcón se vio obligado, por
tanto, a utilizar su cargo para despejar esas suspicacias
Arcón resolvió defender otra
vez, mediante una acción positiva, a los aqueos de calumnias y sospechas.
Publicó un edicto, según el cual los aqueos debían realizar una marcha con
todos sus efectivos militares hacia Tesalia para colaborar, en todo y sin
reservas, con los romanos. Polibio 28. 12
Sin embargo, a pesar de las aparentemente firmes palabras de
Arcón, parece que el gobierno aqueo no estaba realmente interesado en una
intervención directa. Polibio fue nombrado legado y enviado junto al cónsul
Marcio, pero no se mostró muy diligente: llegó a Tesalia cuando los romanos ya
habían iniciado la marcha, y dejó pasar varias semanas antes de seguirlo. No
podemos dejar de pensar en instrucciones específicas de presentar la oferta de
colaboración una vez iniciados los combates.
Mientras tanto, y tras muchas discusiones, Marcio había resuelto
atacar a través del monte Olimpo, por unos desfiladeros casi intransitables que
no estaban defendidos. La operación estuvo a punto de acabar en desastre.
Las penalidades del descenso
fueron indescriptibles, con caídas de acémilas y bagajes. Cuando apenas habían
avanzado cuatro millas, su mayor deseo hubiera sido desandar lo andado si les
fuera posible... Sólo una mínima parte del camino se hizo andando, avanzaron
más bien echándose a rodar con armas y demás equipo, con toda suerte de
penalidades, hasta el extremo que el general, responsable de la elección de la
ruta tenía que reconocer que con una pequeña tropa se podía haber aniquilado a
todo el ejército. Tito Livio 44. 5
Pero
Perseo perdió los nervios en el momento culminante, sorprendido por la
irrupción del enemigo, y cuando un simple ataque de la caballería a los
desorganizados romanos podía ser decisivo, ordenó la retirada del ejército
macedonio hacia el norte, decisión amargamente lamentada por Polibio en su
obra, que llegó a acusar al rey de cobardía. Esto elimina cualquier duda sobre
donde estaba la inclinación de Polibio y los aqueos. Perseo se fortificó en el
río Elpeo, mientras Marcio ocupó sin oposición el inexpugnable valle del Tempe
y pudo, a duras penas, reabrir las comunicaciones con sus bases en Tesalia.
3ª Guerra Macedonica. Campaña de 169
Polibio llegó ante el
cónsul en ese momento, y transmitió, con un retraso evidente, la oferta de
intervención aquea. Marcio se mostró encantado con el ofrecimiento, y felicitó
calurosamente a los aqueos por su decisión, pero respondió que esas fuerzas no
eran necesarias, quizás la respuesta que habían buscado Arcón y Polibio con su
táctica dilatoria. En ese momento llegó un mensaje remitido por el pretor Apio
Claudio desde el Epiro, solicitando el envío allí de los refuerzos aqueos.
Polibio se encontró en un aprieto, a pesar de que el cónsul, movido por celos
políticos y militares, le animó, de forma privada, a resistir la petición. De
regreso en Acaya, Polibio defendió ante la asamblea que, al no venir refrendado
por un decreto senatorial, el requerimiento debía ser rechazado y remitido al
cónsul. El apuro fue así sorteado, pero Polibio fue desde entonces blanco de
las críticas de los pro romanos.
En una situación parecida a la de la Liga Aquea se encontraban
otros estados griegos. En Rodas la tensión alcanzaba niveles de ruptura, y los
pro romanos, que a duras penas alcanzaban a mantener el poder frente a una
opinión pública hostil, se vieron obligados a enviar una embajada a Roma en la
que, tras defender vehementemente su fidelidad, pedían el fin de las
hostilidades, lo que obviamente hizo aumentar las sospechas del senado,
perfectamente informado de la situación interna de la ciudad. Ya en ese momento
el partido anti romano de la ciudad estaba negociando con Perseo. La diplomacia
macedonia, cada vez más activa, seguía intentando abrir cauces de comunicación
con los principales estados griegos: Bitinia, Siria, Rodas, la misma Pérgamo,
el principal aliado griego de Roma. Un elemento clave en esa diplomacia era el
rey Gentio de Iliria. Los ilirios tenían una tradicional fama de combatientes
feroces, y su posición, amenazando el flanco de las rutas de comunicación entre
Italia y Grecia, los hacía parecer amenazantes para la estrategia romana. Las
conversaciones entre Perseo y Gentio estaban muy avanzadas, y se puede entrever
que muchos estados griegos tendían a pensar que una alianza entre ilirios y
macedonios obligaría a los romanos a retirarse de Grecia. Sin embargo, las
exigencias de dinero de Gentio, rechazadas por Perseo, estaban retrasando un
acuerdo que muchos griegos, entre ellos el propio Polibio, consideraban clave
para el resultado de la guerra.
Estancadas las operaciones, al estar los dos ejércitos principales
atrincherados en posiciones inexpugnables a ambos lados del Elpeo, Marcio trató
de dar un nuevo impulso a las operaciones empleando la flota. Fueron atacadas
las costas macedonias y calcídicas, pero sin éxito alguno, y sin conseguir que
Perseo distrajera parte de sus fuerzas para enfrentar la amenaza. La llegada de
la flota de Pérgamo, al mando del propio rey Éumenes, no cambió la situación, y
los romanos terminaron por abandonar la zona, centrando su interés en la base
macedonia de Demetrias, enclave de valor secundario pero de gran prestigio.
Tampoco allí se logró éxito alguno y el asedio tuvo que ser abandonado. En ese
momento se extendió una noticia alarmante para los intereses romanos.
Circuló el rumor de que el
cretense Cidante y Antímaco, que tenía el mando en Demetríade, habían mediado
entre Éumenes y Perseo con vistas a la negociación de una relación de amistad.
Lo cierto es que hubo retirada de Demetríade. Éumenes navegó al encuentro del
cónsul y, después de felicitarle por el éxito de su entrada en Macedonia,
marchó a Pérgamo, a su reino. Tito Livio 44. 13
Como casi siempre, la realidad de lo que pasó realmente se nos
escapa. Algunos autores hablan de un enfrentamiento entre Éumenes y el cónsul,
sin duda algo exagerado, pero que nos indica claramente la desconfianza romana
ante lo que parecía un desvío de la tradicional fidelidad de Pérgamo. Sin
embargo Atalo, el hermano de Éumenes, se quedó en el campamento romano. Quizás
se tratara simplemente de mantener abierto un canal de comunicación con los
romanos, pero más adelante veremos como la relación entre los dos hermanos se
hizo tirante.
Las noticias que llegaban a Roma eran, agravadas por la distancia,
cada vez más preocupantes. Ni por tierra ni por mar los ejércitos romanos eran
capaces de derrotar a Perseo y entrar en su reino. El Ilírico, que había
parecido al principio de la guerra una ruta para atacar Macedonia por la
retaguardia, se había convertido en un grave problema que la entrada en el
conflicto de Gentio amenazaba convertir en una catástrofe. Y por si faltaba
algo, después de tres años de guerra los aliados griegos, incluso aquellos en
los que se tenía más confianza, comenzaban a dar señales de desapego.
De hecho, durante el invierno la actividad diplomática en Grecia
fue muy intensa. Las conversaciones entre Perseo y Gentio, el rey de Iliria,
fructificaron cuando Perseo consiguió engañar al ilirio para que atacara a los
romanos, y quedara así comprometido a entrar en la guerra. Inmediatamente
comenzó a enviar embajadas para tratar de arrastrar al conflicto a otros
estados, sobre todo las otras monarquías:
El pueblo romano los atacaba
de uno en uno, y además, lo cual es inadmisible, atacaba a cada rey con las
fuerzas de los otros reyes... Si el reino de Macedonia era eliminado, a
continuación le tocaría a Asia, de la que ya se habían apropiado en parte con
el pretexto de liberar a las ciudades, y después a Siria. Tito Livio 44. 24
El rey Prusias de Bitinia ya había enviado una embajada a Roma
rogando que se llegara a un acuerdo de paz, intento que fue desdeñosamente
rechazado. Más grave fue la cuestión de Éumenes de Pérgamo. Como ya vimos, los
contactos secretos se habían iniciado el verano anterior y continuaron durante
el resto del año. En este momento Éumenes concretó su oferta.
... para permanecer al
margen y no salir en campaña en apoyo de los romanos ni por mar ni por tierra,
pedía quinientos talentos, y para poner fin a la guerra, mil quinientos. De
todo ello prometía entregar rehenes y ofrecer garantías inmediatamente. Polibio
29. 8
El acuerdo fue imposible puesto que no se pusieron de acuerdo en
la forma de pago –Polibio, de nuevo lamentando la oportunidad perdida de
derrotar a los romanos, centró la culpa en la avaricia de Perseo–. Más éxito
tuvo el rey macedonio con Rodas. Allí los líderes del partido anti romano,
Dinón y Poliarato habían conseguido por fin el apoyo mayoritario de la asamblea
y el pueblo. Siempre atento, Perseo envió una embajada acompañada de
representantes de Gentio, su nuevo aliado, mientras desplegaba toda su fuerza
naval en el Egeo. La exhibición de poder convenció a los rodios de que la
fuerza de Perseo le permitiría enfrentarse a Roma, y en una asamblea votaron el
envío de embajadas a los romanos para mediar en el conflicto. Tradicionalmente
Rodas había sido una ciudad neutral, cuyo prestigio en el mundo griego la convertía
en la más indicada para actuar como juez y mediadora en los conflictos
internacionales. Los rodios pensaron que, de acuerdo con los cánones griegos,
la situación de equilibrio en la lucha y la solicitud de una de las partes les
permitían intervenir como mediadores entre Macedonia y Roma. Se despacharon por
tanto dos embajadas, una al senado romano y otra al cónsul asignado a la guerra
de Macedonia, con instrucciones de exigir el fin de los combates y el inicio de
conversaciones de paz.
Por si faltaba poco, una nueva guerra asomaba por el horizonte.
Antioco de Siria, actuando como los rodios según los cánones tradicionales de
la diplomacia griega, pensó que la guerra en Macedonia y la situación de guerra
civil en Egipto, debida al enfrentamiento por el trono de dos hermanos de la
familia lágida, le permitiría obtener un viejo objetivo de su monarquía,
arrebatar definitivamente la región de la alta Siria y Palestina a los reyes de
Egipto. Ese conflicto envolvió pronto a la Liga Aquea, que tenía estrechas relaciones
con Egipto desde su fundación un siglo antes. Ptolomeo el joven, que controlaba
la corte de Alejandría, envió embajadores pidiendo el envío de ayuda militar.
La discusión sobre la conveniencia de enviar tropas pronto se convirtió en una
lucha directa entre el partido “nacional” en el poder, favorable a una
inmediata intervención militar en apoyo de Egipto, y los pro romanos, dirigidos
por Calícrates, Diófanes e Hipérbato, que se oponían a cualquier tipo de
decisión sin el permiso de los romanos. Los primeros debates se desarrollaron
en una asamblea en Corinto, reunida para recibir a la embajada egipcia.
Calícrates se opuso:
sostenía que no debían entrar en aquellos asuntos, principalmente en las
circunstancias presentes. Antes bien, debían favorecer al bando romano
permaneciendo neutrales. Polibio 29. 23
Licortas y Polibio recordaron que el verano anterior el cónsul
había rechazado el ofrecimiento de ayuda, lo que les daba libertad de decidir
enviar una fuerza a Egipto. Esta opinión era ampliamente mayoritaria entre los
aqueos, favorables a defender a un antiguo y popular aliado. La moción fue
aprobada así por mayoría. Pero Calícrates y su partido vieron la oportunidad de
comprometer a sus rivales. Aduciendo una ley de procedimiento, apelaron la nulidad
de la decisión, al haberse votado sobre una movilización militar en una
asamblea que no había sido específicamente reunida para ello, y forzaron la
convocatoria de una nueva reunión en Sición. La asistencia a esa asamblea fue
multitudinaria.
En el primer día un discurso de Polibio fijó la opinión del
partido “nacional”: los romanos no necesitaban la ayuda militar de los aqueos,
como él sabía personalmente gracias a sus conversaciones con el cónsul, y en el
caso de que la necesitaran en el futuro una pequeña fuerza enviada a Egipto no
impediría a la Liga alistar un gran ejército si fuera preciso. La mayoría de la
asamblea se mostró de acuerdo con las palabras de Polibio y parecía dispuesta a
apoyar una moción en ese sentido. El segundo día, según el reglamento de las
asambleas, se presentaron las mociones, Licortas una favorable al envío de la
ayuda y Calícrates otra en la que se pedía enviar embajadores que mediaran en
el conflicto. La asamblea discutió vehemente y, como el día anterior, el apoyo
al envío de ayuda fue mayoritario. El tercer día era el día de votación de la
moción, pero antes de que se efectuara se presentó en la asamblea un correo con
una carta del cónsul Marcio.
En la que se pedía a los
aqueos que, declarándose en favor de Roma, intentaran reconciliar a los reyes. Polibio
29. 25
El partido “nacional” retiró inmediatamente su moción, para no
aparecer públicamente como contrario a Roma, y la moción de Calícrates fue
aprobada. No se puede dejar de pensar en una conspiración entre Calícrates y el
cónsul para desacreditar al partido “nacional”: la convocatoria de una nueva
asamblea, la coincidencia entre la moción de los pro romanos y el contenido de
la carta de Marcio, la aparición del documento en el último momento. Calícrates
había impuesto así a la asamblea la decisión de Roma, y era sólo cuestión de
tiempo que utilizara el poderío romano para alcanzar sus propios objetivos
personales.
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