sábado, 13 de enero de 2018

Augusto Progo de Lis Grecia Frente a Roma Historia de la Liga Aquea Libro III  Polibio de Megalópolis 24 INTRIGAS Y RETOS

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 INTRIGAS Y RETOS
  
 En el invierno de 170-169, antes de la llegada del nuevo cónsul a Grecia, los dirigentes del partido “nacional” de la Liga Aquea, encabezados por el estratego Licortas de Megalópolis, celebraron una conferencia secreta, para discutir la situación general y decidir las políticas a seguir ante la continuación de la guerra. Polibio, como miembro de la élite rectora de ese grupo, participó en esa reunión y nos ha trasmitido el desarrollo de la misma. Los participantes, provenientes sobre todo de Megalópolis y de algunas ciudades del norte del Peloponeso, repasaron las distintas opciones posibles. Licortas defendió continuar la línea seguida hasta entonces.
 Licortas permanecía aferrado a su plan inicial: creía que no debían apoyar en nada ni a los romanos ni a Perseo e, igualmente, no combatirles en absoluto. Juzgaba, en efecto, que una ayuda aquea [a cualquiera de los dos bandos] sería perjudicial para todos los griegos por el enorme poder de que iba a disponer el bando vencedor... Polibio 28. 6
 Esa era la política que había provocado las quejas del senado romano, y la que hacía sospechoso de deslealtad al gobierno de la Liga. No sabemos si los aqueos habían llegado al extremo de retirar en el verano de 170 las tropas auxiliares que operaban en el ejército romano pero, en cualquier caso, su opinión aclara que los dirigentes griegos eran perfectamente conscientes de que la victoria de Roma implicaba su dominio sobre toda Grecia.
 La opción más extremista fue defendida por Apolónidas de Sición y Estratio de Tritea, que seguían el que sin duda era el sentir mayoritario entre la población aquea.
 No aprobaban que los griegos resistieran deliberadamente a los romanos, pero sostenían que era preciso oponerse noblemente, estorbándoles, a los que los hundían hasta el cuello en el peligro [los filorromanos], marginando la salvación común para granjearse personalmente el favor de los romanos contra toda ley y todo interés griego. Polibio, 28. 6
 Esta opinión apuntaba directamente a Calícrates y el partido pro romano que, aunque no contaban con un apoyo importante entre la población, continuaban conspirando ante las autoridades romanas para desplazar al partido “nacional” del poder. Las elecciones de la primavera siguiente podían ser difíciles si la diplomacia romana presionaba a la asamblea aquea con amenazas o insinuaciones. También nos permite ver que una victoria romana era vista, mayoritariamente, como un desastre para Grecia en general y para la independencia efectiva de la Liga en particular. Sólo la conciencia de la superioridad de Roma impedía a estos grupos abogar por la intervención directa a favor de Perseo.
 En esta situación se impuso la opinión del estratego del año anterior, Arcón, como Licortas otro de los lugartenientes megapolitanos de Filopemen, que defendió que la situación no eran todavía lo suficientemente clara como para tomar una decisión irreversible.
 ... se debían seguir los acontecimientos y no dar motivo de acusación al enemigo... Polibio, 28. 6
 El enemigo. Aunque con gran probabilidad se está refiriendo a los rivales políticos internos, el partido pro romano, esto nos demuestra cómo la Liga Aquea se había polarizado claramente entre los contrarios y los favorables a la victoria romana. La estrategia política de los miembros de la dirección del partido “nacional” obligaba así a un difícil equilibrio entre conservar la confianza de Roma y maniobrar al mismo tiempo en secreto para favorecer a Perseo. Sin embargo no se tomó una decisión definitiva y la mayoría de los presentes, entre los que estaba Polibio, resolvió seguir la política contemporizadora de Arcón. El propio Arcón fue elegido candidato a estratego del partido para las siguientes elecciones de primavera de 169, y Polibio, con algo más de treinta y cinco años de edad, sería presentado para la hiparquía, el mando de la caballería federal, el segundo cargo en importancia de la Liga.
 A principios de la primavera de 169 el cónsul Marcio llegó a Tesalia y se hizo cargo del ejército. Se encontró con que las órdenes senatoriales se habían cumplido, y las tropas habían recuperado el espíritu y la disciplina. Tras un año perdido, las invectivas del senado y la llegada de un nuevo cónsul, más enérgico y experimentado –era el segundo consulado de Marcio– tuvieron un favorable impacto en la moral de las tropas. Rápidamente se comenzó a planear la estrategia para la campaña de verano, que se centró en la forma de romper las defensas macedonias, entrar en territorio enemigo y derrotarlo decisivamente. Mientras Perseo, perdida la iniciativa, se limitó a reforzar los pasos fronterizos y esperar el ataque romano.
 La llegada de Marcio y la revitalización de la actividad romana fueron rápidamente conocidas en toda Grecia. En la Liga Aquea tuvo consecuencias inmediatas. Arcón y Polibio vencieron, como todo el mundo esperaba, en las elecciones de mayo, pero al hacerse cargo de su mando Arcón efectuó un giro radical en su política.
 Arcón decidió que se debía colaborar con los romanos y sus aliados. Polibio 28. 7
 Ante la misma asamblea en la que fueron elegidos, Arcón y Polibio afrontaron la llegada de unos emisarios de Atalo, el hermano del rey Éumenes, que estaba al mando de las fuerzas de Pérgamo en Grecia. La embajada pretendía una revocación de la retirada de los honores cívicos a Éumenes. En la asamblea la opinión mayoritaria era que esos honores no debían ser restituidos, lo que nos indica a las claras que las posturas anti romanas continuaban siendo preponderantes. Arcón habló defendiendo la embajada de Pérgamo y mostrándose favorable a la restitución, pero no llegó a convencer a la multitud. Tomó entonces la palabra Polibio, que con un largo y farragoso discurso consiguió plantear una solución de compromiso. Se restituirían sólo aquellos homenajes que se pudiera demostrar que no eran ilegales. De esta forma, reconociendo la validez de la decisión de la retirada de los honores, de acuerdo a los deseos mayoritarios de la asamblea, se podía presentar a Atalo y Éumenes la restitución de algunos de ellos. Pero ello demostraba el dilema de los nuevos dirigentes aqueos. Frente a una corriente mayoritaria contraria a la alianza con Roma, el fortalecimiento romano parecía presentir una victoria cercana, lo que obligaba a no hacer nada que pudiera ser siquiera sospechoso de deslealtad, en un momento en que los romanos recelaban de las declaraciones de amistad y alianza de los distintos estados griegos. Tampoco debemos subestimar la presión de las conspiraciones de los pro romanos de Calícrates junto al nuevo cónsul. Arcón se vio obligado, por tanto, a utilizar su cargo para despejar esas suspicacias
 Arcón resolvió defender otra vez, mediante una acción positiva, a los aqueos de calumnias y sospechas. Publicó un edicto, según el cual los aqueos debían realizar una marcha con todos sus efectivos militares hacia Tesalia para colaborar, en todo y sin reservas, con los romanos. Polibio 28. 12
 Sin embargo, a pesar de las aparentemente firmes palabras de Arcón, parece que el gobierno aqueo no estaba realmente interesado en una intervención directa. Polibio fue nombrado legado y enviado junto al cónsul Marcio, pero no se mostró muy diligente: llegó a Tesalia cuando los romanos ya habían iniciado la marcha, y dejó pasar varias semanas antes de seguirlo. No podemos dejar de pensar en instrucciones específicas de presentar la oferta de colaboración una vez iniciados los combates.
 Mientras tanto, y tras muchas discusiones, Marcio había resuelto atacar a través del monte Olimpo, por unos desfiladeros casi intransitables que no estaban defendidos. La operación estuvo a punto de acabar en desastre.
 Las penalidades del descenso fueron indescriptibles, con caídas de acémilas y bagajes. Cuando apenas habían avanzado cuatro millas, su mayor deseo hubiera sido desandar lo andado si les fuera posible... Sólo una mínima parte del camino se hizo andando, avanzaron más bien echándose a rodar con armas y demás equipo, con toda suerte de penalidades, hasta el extremo que el general, responsable de la elección de la ruta tenía que reconocer que con una pequeña tropa se podía haber aniquilado a todo el ejército. Tito Livio 44. 5
 Pero Perseo perdió los nervios en el momento culminante, sorprendido por la irrupción del enemigo, y cuando un simple ataque de la caballería a los desorganizados romanos podía ser decisivo, ordenó la retirada del ejército macedonio hacia el norte, decisión amargamente lamentada por Polibio en su obra, que llegó a acusar al rey de cobardía. Esto elimina cualquier duda sobre donde estaba la inclinación de Polibio y los aqueos. Perseo se fortificó en el río Elpeo, mientras Marcio ocupó sin oposición el inexpugnable valle del Tempe y pudo, a duras penas, reabrir las comunicaciones con sus bases en Tesalia.



 3ª Guerra Macedonica. Campaña de 169
 Polibio llegó ante el cónsul en ese momento, y transmitió, con un retraso evidente, la oferta de intervención aquea. Marcio se mostró encantado con el ofrecimiento, y felicitó calurosamente a los aqueos por su decisión, pero respondió que esas fuerzas no eran necesarias, quizás la respuesta que habían buscado Arcón y Polibio con su táctica dilatoria. En ese momento llegó un mensaje remitido por el pretor Apio Claudio desde el Epiro, solicitando el envío allí de los refuerzos aqueos. Polibio se encontró en un aprieto, a pesar de que el cónsul, movido por celos políticos y militares, le animó, de forma privada, a resistir la petición. De regreso en Acaya, Polibio defendió ante la asamblea que, al no venir refrendado por un decreto senatorial, el requerimiento debía ser rechazado y remitido al cónsul. El apuro fue así sorteado, pero Polibio fue desde entonces blanco de las críticas de los pro romanos.
 En una situación parecida a la de la Liga Aquea se encontraban otros estados griegos. En Rodas la tensión alcanzaba niveles de ruptura, y los pro romanos, que a duras penas alcanzaban a mantener el poder frente a una opinión pública hostil, se vieron obligados a enviar una embajada a Roma en la que, tras defender vehementemente su fidelidad, pedían el fin de las hostilidades, lo que obviamente hizo aumentar las sospechas del senado, perfectamente informado de la situación interna de la ciudad. Ya en ese momento el partido anti romano de la ciudad estaba negociando con Perseo. La diplomacia macedonia, cada vez más activa, seguía intentando abrir cauces de comunicación con los principales estados griegos: Bitinia, Siria, Rodas, la misma Pérgamo, el principal aliado griego de Roma. Un elemento clave en esa diplomacia era el rey Gentio de Iliria. Los ilirios tenían una tradicional fama de combatientes feroces, y su posición, amenazando el flanco de las rutas de comunicación entre Italia y Grecia, los hacía parecer amenazantes para la estrategia romana. Las conversaciones entre Perseo y Gentio estaban muy avanzadas, y se puede entrever que muchos estados griegos tendían a pensar que una alianza entre ilirios y macedonios obligaría a los romanos a retirarse de Grecia. Sin embargo, las exigencias de dinero de Gentio, rechazadas por Perseo, estaban retrasando un acuerdo que muchos griegos, entre ellos el propio Polibio, consideraban clave para el resultado de la guerra.
 Estancadas las operaciones, al estar los dos ejércitos principales atrincherados en posiciones inexpugnables a ambos lados del Elpeo, Marcio trató de dar un nuevo impulso a las operaciones empleando la flota. Fueron atacadas las costas macedonias y calcídicas, pero sin éxito alguno, y sin conseguir que Perseo distrajera parte de sus fuerzas para enfrentar la amenaza. La llegada de la flota de Pérgamo, al mando del propio rey Éumenes, no cambió la situación, y los romanos terminaron por abandonar la zona, centrando su interés en la base macedonia de Demetrias, enclave de valor secundario pero de gran prestigio. Tampoco allí se logró éxito alguno y el asedio tuvo que ser abandonado. En ese momento se extendió una noticia alarmante para los intereses romanos.
 Circuló el rumor de que el cretense Cidante y Antímaco, que tenía el mando en Demetríade, habían mediado entre Éumenes y Perseo con vistas a la negociación de una relación de amistad. Lo cierto es que hubo retirada de Demetríade. Éumenes navegó al encuentro del cónsul y, después de felicitarle por el éxito de su entrada en Macedonia, marchó a Pérgamo, a su reino. Tito Livio 44. 13
 Como casi siempre, la realidad de lo que pasó realmente se nos escapa. Algunos autores hablan de un enfrentamiento entre Éumenes y el cónsul, sin duda algo exagerado, pero que nos indica claramente la desconfianza romana ante lo que parecía un desvío de la tradicional fidelidad de Pérgamo. Sin embargo Atalo, el hermano de Éumenes, se quedó en el campamento romano. Quizás se tratara simplemente de mantener abierto un canal de comunicación con los romanos, pero más adelante veremos como la relación entre los dos hermanos se hizo tirante.
 Las noticias que llegaban a Roma eran, agravadas por la distancia, cada vez más preocupantes. Ni por tierra ni por mar los ejércitos romanos eran capaces de derrotar a Perseo y entrar en su reino. El Ilírico, que había parecido al principio de la guerra una ruta para atacar Macedonia por la retaguardia, se había convertido en un grave problema que la entrada en el conflicto de Gentio amenazaba convertir en una catástrofe. Y por si faltaba algo, después de tres años de guerra los aliados griegos, incluso aquellos en los que se tenía más confianza, comenzaban a dar señales de desapego.
 De hecho, durante el invierno la actividad diplomática en Grecia fue muy intensa. Las conversaciones entre Perseo y Gentio, el rey de Iliria, fructificaron cuando Perseo consiguió engañar al ilirio para que atacara a los romanos, y quedara así comprometido a entrar en la guerra. Inmediatamente comenzó a enviar embajadas para tratar de arrastrar al conflicto a otros estados, sobre todo las otras monarquías:
 El pueblo romano los atacaba de uno en uno, y además, lo cual es inadmisible, atacaba a cada rey con las fuerzas de los otros reyes... Si el reino de Macedonia era eliminado, a continuación le tocaría a Asia, de la que ya se habían apropiado en parte con el pretexto de liberar a las ciudades, y después a Siria. Tito Livio 44. 24
 El rey Prusias de Bitinia ya había enviado una embajada a Roma rogando que se llegara a un acuerdo de paz, intento que fue desdeñosamente rechazado. Más grave fue la cuestión de Éumenes de Pérgamo. Como ya vimos, los contactos secretos se habían iniciado el verano anterior y continuaron durante el resto del año. En este momento Éumenes concretó su oferta.
 ... para permanecer al margen y no salir en campaña en apoyo de los romanos ni por mar ni por tierra, pedía quinientos talentos, y para poner fin a la guerra, mil quinientos. De todo ello prometía entregar rehenes y ofrecer garantías inmediatamente. Polibio 29. 8
 El acuerdo fue imposible puesto que no se pusieron de acuerdo en la forma de pago –Polibio, de nuevo lamentando la oportunidad perdida de derrotar a los romanos, centró la culpa en la avaricia de Perseo–. Más éxito tuvo el rey macedonio con Rodas. Allí los líderes del partido anti romano, Dinón y Poliarato habían conseguido por fin el apoyo mayoritario de la asamblea y el pueblo. Siempre atento, Perseo envió una embajada acompañada de representantes de Gentio, su nuevo aliado, mientras desplegaba toda su fuerza naval en el Egeo. La exhibición de poder convenció a los rodios de que la fuerza de Perseo le permitiría enfrentarse a Roma, y en una asamblea votaron el envío de embajadas a los romanos para mediar en el conflicto. Tradicionalmente Rodas había sido una ciudad neutral, cuyo prestigio en el mundo griego la convertía en la más indicada para actuar como juez y mediadora en los conflictos internacionales. Los rodios pensaron que, de acuerdo con los cánones griegos, la situación de equilibrio en la lucha y la solicitud de una de las partes les permitían intervenir como mediadores entre Macedonia y Roma. Se despacharon por tanto dos embajadas, una al senado romano y otra al cónsul asignado a la guerra de Macedonia, con instrucciones de exigir el fin de los combates y el inicio de conversaciones de paz.
 Por si faltaba poco, una nueva guerra asomaba por el horizonte. Antioco de Siria, actuando como los rodios según los cánones tradicionales de la diplomacia griega, pensó que la guerra en Macedonia y la situación de guerra civil en Egipto, debida al enfrentamiento por el trono de dos hermanos de la familia lágida, le permitiría obtener un viejo objetivo de su monarquía, arrebatar definitivamente la región de la alta Siria y Palestina a los reyes de Egipto. Ese conflicto envolvió pronto a la Liga Aquea, que tenía estrechas relaciones con Egipto desde su fundación un siglo antes. Ptolomeo el joven, que controlaba la corte de Alejandría, envió embajadores pidiendo el envío de ayuda militar. La discusión sobre la conveniencia de enviar tropas pronto se convirtió en una lucha directa entre el partido “nacional” en el poder, favorable a una inmediata intervención militar en apoyo de Egipto, y los pro romanos, dirigidos por Calícrates, Diófanes e Hipérbato, que se oponían a cualquier tipo de decisión sin el permiso de los romanos. Los primeros debates se desarrollaron en una asamblea en Corinto, reunida para recibir a la embajada egipcia.
 Calícrates se opuso: sostenía que no debían entrar en aquellos asuntos, principalmente en las circunstancias presentes. Antes bien, debían favorecer al bando romano permaneciendo neutrales. Polibio 29. 23
 Licortas y Polibio recordaron que el verano anterior el cónsul había rechazado el ofrecimiento de ayuda, lo que les daba libertad de decidir enviar una fuerza a Egipto. Esta opinión era ampliamente mayoritaria entre los aqueos, favorables a defender a un antiguo y popular aliado. La moción fue aprobada así por mayoría. Pero Calícrates y su partido vieron la oportunidad de comprometer a sus rivales. Aduciendo una ley de procedimiento, apelaron la nulidad de la decisión, al haberse votado sobre una movilización militar en una asamblea que no había sido específicamente reunida para ello, y forzaron la convocatoria de una nueva reunión en Sición. La asistencia a esa asamblea fue multitudinaria.
 En el primer día un discurso de Polibio fijó la opinión del partido “nacional”: los romanos no necesitaban la ayuda militar de los aqueos, como él sabía personalmente gracias a sus conversaciones con el cónsul, y en el caso de que la necesitaran en el futuro una pequeña fuerza enviada a Egipto no impediría a la Liga alistar un gran ejército si fuera preciso. La mayoría de la asamblea se mostró de acuerdo con las palabras de Polibio y parecía dispuesta a apoyar una moción en ese sentido. El segundo día, según el reglamento de las asambleas, se presentaron las mociones, Licortas una favorable al envío de la ayuda y Calícrates otra en la que se pedía enviar embajadores que mediaran en el conflicto. La asamblea discutió vehemente y, como el día anterior, el apoyo al envío de ayuda fue mayoritario. El tercer día era el día de votación de la moción, pero antes de que se efectuara se presentó en la asamblea un correo con una carta del cónsul Marcio.
 En la que se pedía a los aqueos que, declarándose en favor de Roma, intentaran reconciliar a los reyes. Polibio 29. 25
 El partido “nacional” retiró inmediatamente su moción, para no aparecer públicamente como contrario a Roma, y la moción de Calícrates fue aprobada. No se puede dejar de pensar en una conspiración entre Calícrates y el cónsul para desacreditar al partido “nacional”: la convocatoria de una nueva asamblea, la coincidencia entre la moción de los pro romanos y el contenido de la carta de Marcio, la aparición del documento en el último momento. Calícrates había impuesto así a la asamblea la decisión de Roma, y era sólo cuestión de tiempo que utilizara el poderío romano para alcanzar sus propios objetivos personales.

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