1. Anaxímenes, hijo de de Eurístrato, según
Diógenes Laercio (II 3) vivió en la época de la toma de Sardes por Ciro, en el
tercer año de la Olimpíada 58 (546/45) y muere en la Olimpíada 63 (528-525). La
fuente de Laercio coincide aproximadamente con la noticia de Hipólito (Ref.
I 7) que pone su madurez en el primer año de la Olimpíada 58 (548/47). Si
tomamos el año 545 (a.n.e.) como fecha de la acmé y supuesto que tenía
entonces cuarenta años, Anaxímenes nacería aproximadamente el año 585 y habría
muerto el año 525 a la edad de sesenta años.
Nada más sabemos sobre su vida y actividades
prácticas. Se supone que escribió un libro pues según la noticia de Diógenes
Laercio (II 3) “escribió en dialecto jónico en un estilo simple y conciso”.
La tradición considera a Anaxímenes, ante
todo, como un filósofo, compañero y sucesor de Anaximandro. Según las fuentes
procedentes de Teofrasto, Anaxímenes habría afirmado que el principio de todas
las cosas existentes es el aire: «El milesio Anaxímenes, hijo de Eurístrato,
compañero de Anaximandro, dijo, como éste, que la naturaleza subyacente es una
e infinita, pero no indeterminada, como él [Anaximandro], sino determinada, y
la llamó aire; se diferencia en las sustancias particulares por rarefacción y
condensación. Al hacerse más sutil se convierte en fuego, al condensarse en
viento, luego en nube, más condensado aún en agua, tierra y piedra; las demás
cosas se producen a partir de éstas. Hace también eterno al movimiento gracias
al cual nace también el cambio» (Simplicio, Fís. 24, 25-26).
2. Anaxímenes pone como arjé el aire
que es un principio infinito, como el ápeiron de Anaximando; pero
determinado, como el agua de Tales. Por ello podemos interpretar la filosofía
de Anaxímenes como un intento de síntesis entre Tales y Anaximandro. El
racionalismo de Anaximandro es un racionalismo abierto pues la transformación
de unas cosas en otras sólo es posible por medio del ápeiron. En
anaxímenes asistimos nuevamente al racionalismo cerrado del grupo de
transformaciones. El aire como arjé sustituye al agua de Tales, pero a
la vez incorpora alguna de las propiedades del ápeiron de Anaximandro.
En Anaximandro el arjé es infinito e indeterminado. Para Anaxímenes el
aire, como arjé, es un ápeiron (infinito) pero determinado.
¿Pero por qué elegir al aire como arjé y no
al fuego, a la tierra, o al agua? Probablemente Anaxímenes encontró en el aire
empírico una serie de propiedades que desempeñarían mejor que otros elementos
las funciones de arjé.
En primer lugar la invisibilidad y la infinitud
del aire. Según noticia de Hipólito (Ref. I 7, 3) el aire “cuando es
perfecto es imperceptible a la vista”. El aire es infinito pero determinado.
Pero la determinación del aire es más abstracta a los sentidos que la del agua:
es invisible como el ápeiron. Tanto es así que se confunde con el vacío
y su existencia como cuerpo no será demostrada hasta tiempos de Empédocles y
Anaxágoras (experimento de la clepsidra). El aire es infinito y “abarca todo el
cosmos” (Aecio, I 3, 4) pues el aire empírico parece no tener límites, ocupa
una vasta región del mundo ya desarrollado y penetra todas las cosas (los
huecos de la Tierra están ocupados por el aire): la omnipresencia extensiva del
aire empírico es mayor que la del agua. El aire es además un principio activo y
en movimiento (empuja los barcos, encrespa las olas, arrasa los poblados,
etc.).
En segundo lugar el aire tiene carácter
divino («Anaxímenes dice que el aire es dios», Aecio, I 7, 13) y se compara con
el alma. El aire se emparenta desde antaño con las potencias anímicas (Aecio, I
3, 4):«Así como nuestra alma (yuch') al ser
aire nos mantiene unidos, así también el aliento (pneûma) o aire
abarca a todo el cosmos». En el texto anterior se mantiene una comparación
entre el aire cósmico con el pneuma y con el alma aliento, en cuanto
principio de vida.
3. El aire constituye mejor que el agua la
materia adecuada para el racionalismo del grupo de transformaciones. La
condensación (mánwsiV) y la rarefacción (púknwsiV) son atribuidas por Simplicio (Fís. 180 14-16)
tanto a Tales como a Anaxímenes. Además, según noticia de Hipólito (Ref.
I 7, 3) el aire «se manifiesta distintamente al condensarse y al hacerse más
sutil». El aire al enrarecerse aumenta de volumen y se convierte en fuego. Al
condensarse disminuye de volúmen y se transforma en agua y en tierra. Son por
lo tanto los cambios cuantitativos (aumento o disminución de volumen) los que
producen las diferencias cualitativas. Anaxímenes introduce pues un principio
gradualista en el paso de la cantidad a la cualidad: natura non facit
saltus.
Además los dos opuestos (caliente y frío) que
Anaximandro extraía del ápeiron ex
abrupto, Anaxímenes los construye por medio de la condensación y de la
rarefacción: «lo comprimido y condensado es frío y lo raro y «laxo» (lo llama
así con esta palabra) es caliente» (Plutarco, De primo frigido, 7, 947
F.
4. A partir de las noticias de Simplicio
(«las demás cosas se producen a partir de estas sustancias», Fís. 22,
26) y de Cicerón («Anaxímenes dijo que el aire es infinito, pero las cosas que
de él nacen, finitas: la tierra, el agua, el fuego y, a partir de éstas, todas
las demás», Acad. II, 37, 118), parece que Anaxímenes para explicar la
formación de los cuerpos compuestos no necesita remontarse al aire como primer
principio, sino que lo hace a partir de unas sustancias básicas o elementos
simples (fuego, aire, viento, nubes, agua, tierra) de las que se componían los
demás cuerpos. Si esto es cierto, Anaximando sería el pionero de la idea de elemento
(stoiceîon), aunque esta idea no fue enunciada
formalmente hasta Empédocles: conocer racionalmente los fenómenos no significa
explicar las cosas por sus últimos principios (por ejemplo, a partir del aire)
sino a partir de unos principia media o elementos.
5. Las noticias que tenemos de la cosmología
de Anaxímenes son escasas y, por lo general, manifiestan opiniones bastante
ingenuas. Así, la tierra, el sol, la luna y los demás astros ígneos cabalgan
sobre el aire y son planos. Los astros no se mueven debajo de la tierra sino
alrededor de ella “como gira un sombrero alrededor de nuestra cabeza”. El sol
gira alrededor de la tierra en un plano horizontal y se oculta porque lo cubren
las partes más elevadas de la tierra y porque aumenta la distancia en relación
a nosotros (Hipólito, Ref. I 7, 6).
En otras ocasiones sus opiniones se acercan
más a la verdad que las de su predecesor Anaximandro. Así mantiene la tesis de
que la luna refleja la luz del sol, y que los eclipses de sol y de luna son
consecuencia de haber sido tapados estos cuerpos por otros cuerpos celestes.
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