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lunes, 8 de enero de 2018

Fragmentos y testimonios de Anaxímenes 585–525

I. Cronología
(D-K 13 A 1) D. Laercio, II 3:
!AnaximénhV Eu1rustrátou Milh'sioV h5kousen !Anaximándrou, e5nioi dè kaì Parmenídou fasìn a1koûsai au1tón. ou4toV a1rch>n a1éra ei3pen kaì tò a5peiron. kineîsqai dè tà a5stra ou1c u2pò gh<n, a1llà perì gh<n. kécrhtaí te léxei !Iádi a2plñ< kaì a1períttv. kaì gegénhtai mén, kaqá fhsin !ApollódwroV, perì th>n Sárdewn a7lwsin, e1teleúthse dè tñ< e2xhkostñ< trítñ o1lumpiádi.

El milesio Anaxímenes, hijo de Eurístrato, fue discípulo de Anaximandro, y según algunos, también de Parménides. Dijo que el principio material era el aire o lo infinito y que los astros no se mueven bajo la tierra, sino a su alrededor. Escribió en dialecto jónico en un estilo simple y conciso. Vivió, según Apolodoro, por el tiempo de la toma de Sardes, y murió en la Olimpíada 63 (528-525 a.n.e.).
(D-K 13 A 7) Hipólito, Ref., I 7, 9:
ou4toV h5kmase perì e5toV prw<ton th<V penthkosth<V o1gdóhV o1lumpiádoV.

(Anaxímenes) alcanzó su madurez en el primer año de la Olimpíada 58 (548-547 a.n.e.).
II. El aire como principio del proceso cósmico
(D-K 13 A 4) Arist., Met. I 3, 984a 5:
!AnaximénhV dè a1éra kaì DiogénhV próteron u7datoV kaì málist! a1rch>n tiqéasi tw<n a2plw<n swmátwn.

Anaxímenes y Diógenes dicen que el aire es anterior al agua, y, ante todo, principio de los cuerpos simples.
(D-K 13 A 5) Simplicio, Fís. 24, 26 – 25, 1:
!AnaximénhV dè Eu1rustrátou Milh'sioV, e2taîroV gegonw>V !Anaximándrou, mían mèn kaì au1tòV th>n u2pokeiménhn fúsin kaì a5peirón fhsin w7sper e1keînoV, ou1k a1óriston dè w7sper e1keînoV, a1llà w2risménhn, a1éra légwn au1th'n* diaférein dè manóthti kaì puknóthti katà tàV ou1síaV. kaì a1raioúmenon mèn pûr gínesqai, puknoúmenon dè a5nemon, ei3ta néfoV, e5ti dè mâllon u7dwr, ei3ta gh<n, ei3ta líqouV, tà dè a5lla e1k toútwn. kínhsin dè kaì ou4toV a1ídion poieî, di! h8n kaì th>n metabolh>n gínesqai.

El milesio Anaxímenes, hijo de Eurístrato, compañero de Anaximandro, dijo, como éste, que la naturaleza subyacente es una e infinita, pero no indeterminada, como él [Anaximandro], sino determinada, y la llamó «aire»; se diferencia en las sustancias particulares por rarefacción y condensación. Al hacerse más sutil se convierte en fuego, al condensarse en viento, luego en nube, más condensado aún en agua, tierra y piedra; las demás cosas se producen a partir de éstas. Hace también eterno al movimiento gracias al cual nace también el cambio.
(D-K 13 A 6), Ps. Plutarco, Strom., 3:
!Anaximénhn dé fasi th>n tw<n o7lwn a1rch>n tòn a1éra ei1peîn kaì toûton ei3nai tv< mèn megéqei a5peiron, taîV dè perì au1tòn poióthsin w2risménon*

Afirman que Anaxímenes dijo que el aire es el principio de todas los cosas y que es infinito en tamaño, y determinado respecto a su cualidad.
(D-K 13 A 7) Hipólito, Ref. I, 7:
(1) !AnaximénhV ... a1éra a5peiron e5fh th>n a1rch>n ei3nai, e1x ou4 tà ginómena kaì tà gegonóta kaì tà e1sómena kaì qeoùV kaì qeîa gínesqai, tà dè loipà e1k tw<n toútou a1pogónwn. (2) tò dè ei3doV toû a1éroV toioûton* o7tan mèn o2malw'tatoV ñ3, o5yei a5dhlon, dhloûsqai dè tv< yucrv< kaì tv< qermv< kaì tv< noterv< kaì tv< kinouménv. kineîsqai dè a1eí* ou1 gàr metabállein o7sa metabállei, ei1 mh> kinoîto. (3) puknoúmenon gàr kaì a1raioúmenon diáforon faínesqai* o7tan gàr ei1V tò a1raióteron diacuqh<i, pûr gínesqai, a1némouV dè pálin ei3nai a1éra puknoúmenon, e1x a1éroV {dè} néfoV a1poteleîsqai katà th>n pílhsin, e5ti dè mâllon u7dwr, e1pì pleîon puknwqénta gh<n kaì ei1V tò málista puknótaton líqouV. w7ste tà kuriw'tata th<V genésewV e1nantía ei3nai, qermón te kaì yucrón.

(1) Anaxímenes ... dijo que el principio es aire infinito, a partir del cual se generan las cosas actuales, las pasadas y las futuras, los dioses y las cosas divinas, y las demás cosas que proceden de aquél. (2) El aspecto del aire es éste: cuando es perfecto, es imperceptible a la vista; pero se manifiesta, en cambio, por medio de lo frío y lo caliente, lo húmedo y el movimiento. Se mueve siempre; ya que, en efecto, todas las cosas que se transforman no se transformarían si no se moviera. (3) Se manifiesta distinto al condensarse y al hacerse más sutil; pues cuando se disuelve en el grado más sutil, se genera el fuego. Los vientos, en cambio, son aire que se condensa; y la nube se forma a partir del aire, por comprensión; y al condensarse más surge el agua; y más condensado, la tierra; y condensado al máximo, las piedras. De este modo, las cosas más importantes de la generación son contrarias: lo caliente y lo frío.
(D-K 13 A 9) Cicerón, Acad. II, 37, 118:
post eius auditor Anaximenes infinitum aera, sed ea, quae ex eo orerentur, definita: gigni autem terram, aquam, ignem, tum ex iis omnia.

Después de éste [Anaximandro], Anaxímenes dijo que el aire es infinito, pero las cosas que de él nacen, finitas: la tierra, el agua, el fuego y, a partir de esto, todas las demás.
III. Condensación y rarefacción (ver D-K 13 A 5 y 13 A 7)
Simplicio, Fís. 180 14-16:
kaì oi2 e8n dè kaì kinoúmenon th>n a1rch>n u2poqémenoi, w2V Qalh<V kaì !AnaximénhV, manw'sei kaì puknw'sei th>n génesin poioûnteV, e1nantíaV kaì ou4toi a1rcàV e5qento th>n mánwsin kaì tn>n púknwsin.

Los que sostienen que el principio es uno y en movimiento, como Tales y Anaxímenes, al suponer la generación por condensación y rarefación, sostienen que la condesación y rarefacción son principios contrarios.
(D-K 13 B 1) Plutarco, De primo frigido, 7, 947 F:
h6 kaqáper !A. o2 palaiòV v5eto, mh'te tò yucròn e1n ou1síj mh'te tò qermòn a1poleípwmen, a1llà páqh koinà th<V u7lhV e1pigignómena taîV metabolaîV* tò gàr sustellómenon au1th<V kaì puknoúmenon yucròn ei3naí fhsi, tò d! a1raiòn kaì tò calaròn {ou7tw pwV o1nomásaV kaì tw<i \h'mati} qermón. o7qen ou1k a1peikótwV légesqai tò kaì qermà tòn a5nqrwpon e1k toû stómatoV kaì yucrà meqiénai* yúcetai gàr h2 pnoh> piesqeîsa kaì puknwqeîsa toîV ceílesin, a1neiménou dè toû stómatoV e1kpíptousa gígnetai qermòn u2pò manóthtoV. toûto mèn ou3n a1gnóhma poieîtai toû a1ndròV o2 !AristotélhV... [Problemata 34, 7, 964a 10]

No dejemos ni lo frío ni lo caliente a la sustancia, como pensó el viejo Anaxímenes, sino que son estados comunes de la materia producidas en las transformaciones; pues dice que lo comprimido y condensado es frío y que lo raro y «laxo» (lo llama así con esta palabra) es caliente. Por lo que no carece de fundamento su afirmación de que el hombre emite lo caliente y lo frío por la boca: el aliento se enfría cuando se comprime y se condensa con los labios; pero, cuando se abre la boca, el aliento se escapa y se calienta por rarefacción. Aristóteles atribuye esta opinión a la ignorancia de Anaxímenes.
IV. Lo divino y el alma
(D-K 13 A 10) Cicerón, De nat. deor., I 10, 26:
post A. aera deum statuit eumque gigni esseque immensum et infinitum et semper in motu, quasi aut aer sine ulla forma deus esse possit, cum praesertim deum non modo aliqua, sed pulcherrima specie deceat esse, aut non omne quod ortum sit mortalitas consequatur.

Después Anaxímenes estableció que el aire es dios y que es engendrado, inmenso, infinito y está siempre en movimiento, como si el aire sin forma alguna pudiera ser dios, siendo así que conviene no sólo que dios tenga alguna forma, sino también que debe ser la más bella, o como si todo lo que ha nacido no fuera mortal.
(D-K 13 A 10) Agustín, De civ. dei, VII, 2:
iste Anaximenen discipulum et successorem reliquit, qui omnes rerum causas aeri infinito dedit, nec deos negavit aut tacuit non tamen ab ipsis aerem factum, sed ipsos ex aere ortos credidit

Éste (Anaximandro) dejó por discípulo y sucesor a Anaxímenes, quien atribuyó todas las causas de las cosas al aire infinito y no negó a los dioses ni se calló con respecto a ellos; no creyó, sin embargo, que el aire fuera producido por ellos, sino que ellos mismos nacieron del aire.
(D-K 13 A 10) Aecio, I 7, 13:
!A. tòn a1éra qeòn ei3nai

Anaxímenes dice que el aire es dios.
(D-K 13 B 2) Aecio, I 3, 4:
!A. Eu1rustrátou Milh'sioV a1rch>n tw<n o5ntwn a1éra a1pefh'nato* e1k gàr toútou pánta gígnesqai kaì ei1V au1tòn pálin a1nalúesqai. oi3on h2 yuch', fhsín, h2 h2metéra a1h>r ou3sa sugkrateî h2mâV, kaì o7lon tòn kósmon pneûma kaì a1h>r periécei {légetai dè sunwnúmwV a1h>r kaì pneûma}. a2martánei dè kaì ou4toV e1x a2ploû kaì monoeidoûV a1éroV kaì pneúmatoV dokw<n sunestánai tà zw<ia*

Anaxímenes de Mileto, hijo de Eurístrato, declaró que el principio de las cosas existentes es el aire, pues de él se generan todas las cosas y en él se disuelven nuevamente. «Así como nuestra alma al ser aire, dice, nos mantiene unidos, así también el aliento o aire abarca a todo el cosmos» (toma por sinónimos aire y aliento). Se equivoca también cuando cree que los seres vivos se componen de aire y soplo simple y uniforme.
V. Cosmología
(D-K 13 A 7) Hipólito, Ref., I 7, 4:
th>n dè gh<n plateîan ei3nai e1p! a1éroV o1couménhn, o2moíwV dè kaì h7lion kaì selh'nhn kaì tà a5lla a5stra pánta púrina o5nta e1poceîsqai tv< a1éri dià plátoV.

La tierra es plana y cabalga sobre el aire. De modo semejante el sol, la luna y los demás astros ígneos cabalgan en el aire porque también son planos.
(D-K 13 A 15) Aecio, II 23, 1:
!A. u2pò pepuknwménou a1éroV kaì a1ntitúpou e1xwqoúmena tà a5stra tàV tropàV poieîsqai.

Anaxímenes dice que los astros giran al ser lanzados fuera por el aire condensado y resistente.
(D-K 13 A 15) Aecio, II 22, 1:
!A. platùn w2V pétalon tòn h7lion.

Anaxímenes dice que el sol es plano como una lámina.
(D-K 13 A 7) Hipólito, Refut., I 7,6:
ou1 kineîsqai dè u2pò gh<n tà a5stra légei, kaqw>V e7teroi u2peilh'fasin, a1llà perì gh<n, w2spereì perì th>n h2metéran kefalh>n stréfetai tò pilíon. krúptesqaí te tòn h7lion ou1c u2pò gh<n genómenon, a1ll! u2pò tw<n th<V gh<V u2yhlotérwn merw<n skepómenon kaì dià th>n pleíona h2mw<n au1toû genoménhn a1póstasin.

Dice que los astros no se mueven debajo de la tierra, como han supuesto otros, sino alrededor de ella, como gira el gorro de fieltro alrededor de nuestra cabeza. El sol no se oculta por estar debajo de la tierra sino porque lo cubren las partes más elevadas de la tierra, y porque aumenta la distancia en relación con nosotros.
(D-K 13 A 16) Teón Esm., De utilitate mathematicae, 198, 14:

Eu5dhmoV i2storeî...., !AnaximénhV dè o7ti h2 selh'nh e1k toû h2líou e5cei tò fw<V kaì tína e1kleípei trópon.

Eudemo narra... que Anaxímenes fue el primero que descubrió que la luna toma su luz del sol y de qué modo se eclipsa.

Anaxímenes de Mileto

1. Anaxímenes, hijo de de Eurístrato, según Diógenes Laercio (II 3) vivió en la época de la toma de Sardes por Ciro, en el tercer año de la Olimpíada 58 (546/45) y muere en la Olimpíada 63 (528-525). La fuente de Laercio coincide aproximadamente con la noticia de Hipólito (Ref. I 7) que pone su madurez en el primer año de la Olimpíada 58 (548/47). Si tomamos el año 545 (a.n.e.) como fecha de la acmé y supuesto que tenía entonces cuarenta años, Anaxímenes nacería aproximadamente el año 585 y habría muerto el año 525 a la edad de sesenta años.
Nada más sabemos sobre su vida y actividades prácticas. Se supone que escribió un libro pues según la noticia de Diógenes Laercio (II 3) “escribió en dialecto jónico en un estilo simple y conciso”.
La tradición considera a Anaxímenes, ante todo, como un filósofo, compañero y sucesor de Anaximandro. Según las fuentes procedentes de Teofrasto, Anaxímenes habría afirmado que el principio de todas las cosas existentes es el aire: «El milesio Anaxímenes, hijo de Eurístrato, compañero de Anaximandro, dijo, como éste, que la naturaleza subyacente es una e infinita, pero no indeterminada, como él [Anaximandro], sino determinada, y la llamó aire; se diferencia en las sustancias particulares por rarefacción y condensación. Al hacerse más sutil se convierte en fuego, al condensarse en viento, luego en nube, más condensado aún en agua, tierra y piedra; las demás cosas se producen a partir de éstas. Hace también eterno al movimiento gracias al cual nace también el cambio» (Simplicio, Fís. 24, 25-26).
2. Anaxímenes pone como arjé el aire que es un principio infinito, como el ápeiron de Anaximando; pero determinado, como el agua de Tales. Por ello podemos interpretar la filosofía de Anaxímenes como un intento de síntesis entre Tales y Anaximandro. El racionalismo de Anaximandro es un racionalismo abierto pues la transformación de unas cosas en otras sólo es posible por medio del ápeiron. En anaxímenes asistimos nuevamente al racionalismo cerrado del grupo de transformaciones. El aire como arjé sustituye al agua de Tales, pero a la vez incorpora alguna de las propiedades del ápeiron de Anaximandro. En Anaximandro el arjé es infinito e indeterminado. Para Anaxímenes el aire, como arjé, es un ápeiron (infinito) pero determinado.
¿Pero por qué elegir al aire como arjé y no al fuego, a la tierra, o al agua? Probablemente Anaxímenes encontró en el aire empírico una serie de propiedades que desempeñarían mejor que otros elementos las funciones de arjé.
En primer lugar la invisibilidad y la infinitud del aire. Según noticia de Hipólito (Ref. I 7, 3) el aire “cuando es perfecto es imperceptible a la vista”. El aire es infinito pero determinado. Pero la determinación del aire es más abstracta a los sentidos que la del agua: es invisible como el ápeiron. Tanto es así que se confunde con el vacío y su existencia como cuerpo no será demostrada hasta tiempos de Empédocles y Anaxágoras (experimento de la clepsidra). El aire es infinito y “abarca todo el cosmos” (Aecio, I 3, 4) pues el aire empírico parece no tener límites, ocupa una vasta región del mundo ya desarrollado y penetra todas las cosas (los huecos de la Tierra están ocupados por el aire): la omnipresencia extensiva del aire empírico es mayor que la del agua. El aire es además un principio activo y en movimiento (empuja los barcos, encrespa las olas, arrasa los poblados, etc.).
En segundo lugar el aire tiene carácter divino («Anaxímenes dice que el aire es dios», Aecio, I 7, 13) y se compara con el alma. El aire se emparenta desde antaño con las potencias anímicas (Aecio, I 3, 4):«Así como nuestra alma (yuch') al ser aire nos mantiene unidos, así también el aliento (pneûma) o aire abarca a todo el cosmos». En el texto anterior se mantiene una comparación entre el aire cósmico con el pneuma y con el alma aliento, en cuanto principio de vida.
3. El aire constituye mejor que el agua la materia adecuada para el racionalismo del grupo de transformaciones. La condensación (mánwsiV) y la rarefacción (púknwsiV) son atribuidas por Simplicio (Fís. 180 14-16) tanto a Tales como a Anaxímenes. Además, según noticia de Hipólito (Ref. I 7, 3) el aire «se manifiesta distintamente al condensarse y al hacerse más sutil». El aire al enrarecerse aumenta de volumen y se convierte en fuego. Al condensarse disminuye de volúmen y se transforma en agua y en tierra. Son por lo tanto los cambios cuantitativos (aumento o disminución de volumen) los que producen las diferencias cualitativas. Anaxímenes introduce pues un principio gradualista en el paso de la cantidad a la cualidad: natura non facit saltus.
Además los dos opuestos (caliente y frío) que Anaximandro extraía del ápeiron ex abrupto, Anaxímenes los construye por medio de la condensación y de la rarefacción: «lo comprimido y condensado es frío y lo raro y «laxo» (lo llama así con esta palabra) es caliente» (Plutarco, De primo frigido, 7, 947 F.
4. A partir de las noticias de Simplicio («las demás cosas se producen a partir de estas sustancias», Fís. 22, 26) y de Cicerón («Anaxímenes dijo que el aire es infinito, pero las cosas que de él nacen, finitas: la tierra, el agua, el fuego y, a partir de éstas, todas las demás», Acad. II, 37, 118), parece que Anaxímenes para explicar la formación de los cuerpos compuestos no necesita remontarse al aire como primer principio, sino que lo hace a partir de unas sustancias básicas o elementos simples (fuego, aire, viento, nubes, agua, tierra) de las que se componían los demás cuerpos. Si esto es cierto, Anaximando sería el pionero de la idea de elemento (stoiceîon), aunque esta idea no fue enunciada formalmente hasta Empédocles: conocer racionalmente los fenómenos no significa explicar las cosas por sus últimos principios (por ejemplo, a partir del aire) sino a partir de unos principia media o elementos.
5. Las noticias que tenemos de la cosmología de Anaxímenes son escasas y, por lo general, manifiestan opiniones bastante ingenuas. Así, la tierra, el sol, la luna y los demás astros ígneos cabalgan sobre el aire y son planos. Los astros no se mueven debajo de la tierra sino alrededor de ella “como gira un sombrero alrededor de nuestra cabeza”. El sol gira alrededor de la tierra en un plano horizontal y se oculta porque lo cubren las partes más elevadas de la tierra y porque aumenta la distancia en relación a nosotros (Hipólito, Ref. I 7, 6).
En otras ocasiones sus opiniones se acercan más a la verdad que las de su predecesor Anaximandro. Así mantiene la tesis de que la luna refleja la luz del sol, y que los eclipses de sol y de luna son consecuencia de haber sido tapados estos cuerpos por otros cuerpos celestes.

Fragmentos y testimonios de Anaximandro 610/9–545

I. Cronología
(D-K 12 A 1) D. Laercio, II 2:
!ApollódwroV o2 !AqhnaîoV ... fhsin au1tòn e1n toîV CronikoîV tv< deutérv e5tei th<V penthkosth<V o1gdóhV o1lumpiádoV e1tw<n ei3nai e2xh'konta tettárwn kaì met! o1lígon teleuth<sai {a1kmásantá ph málista katà Polukráth tòn Sámou túrannon}.

Apolodoro de Atenas... en sus Crónicas dice que [Anaximandro] tenía sesenta y cuatro años en el segundo año de la Olimpíada 58a. (547-546 a.n.e.), y murió poco después; de modo que alcanzó su acmé aproximadamente en el tiempo de Polícrates, tirano de Samos.
(D-K 12 A 11) Hipólito, Ref. I 6, 1-7:
Qaloû toínun !AnaxímandroV gínetai a1kroath'V. !A. Praxiádou Milh'sioV ... ou4toV e1géneto katà e5toV tríton th<V tessarakosth<V deutéraV o1lumpiádoV.

De Tales se hizo discípulo Anaximandro... Anaximandro de Mileto, hijo de Praxíades... nació en el tercer año de la Olimpíada 42a. (610 a.n.e.).
II. Escritos. El primer libro en prosa.
(D-K 12 A 7) Temistio, Orat. 36 p. 317:
e1qárrhse prw<toV w4n i5smen 9Ellh'nwn lógon e1xenegkeîn perì fúsewV suggegramménon.

[Anaximandro] fue el primero de los griegos que conocemos que se atrevió a publicar un tratado en prosa sobre la naturaleza.
(D-K 12 A 2) Suda:
e5graye Perì fúsewV, Gh<V períodon kaì Perì tw<n a1planw<n kaì Sfaîran kaì a5lla tiná.

Escribió Sobre la naturaleza, un Perímetro de la Tierra, Sobre las estrellas fijas, una Esfera celeste y algunas otras cosas.
III. Inventos y anécdotas.
(D-K 12 A 1) D. Laercio, II, 1-2:
!AnaxímandroV Praxiádou Milh'sioV. ou4toV e5fasken a1rch>n kaì stoiceîon tò a5peiron, ou1 diorízwn a1éra h6 u7dwr h6 a5llo ti ... eu4ren dè kaì gnw'mona prw<toV kaì e5sthsen e1pì tw<n skioqh'rwn e1n Lakedaímoni, kaqá fhsi FabwrînoV e1n Pantodapñ< i2storíj, tropáV te kaì i1shmeríaV shmaínonta kaì w2roskopeîa kateskeúase. kaì gh<V kaì qalásshV perímetron prw<toV e5grayen, a1llà kaì sfaîran kateskeúase.

Anaximandro, hijo de Praxíades de Mileto, dijo que el principio y el elemento es lo indefinido, sin distinguir el aire, el agua o cualquier otra cosa ... fue también el primero en inventar un gnomon y lo colocó sobre los relojes de Sol en Lacedemonia, según dice Favorino en su Historia varia, para marcar los solsticios y equinocios, y construyó relojes. Fue el primero en trazar el perímetro de la Tierra y el mar y construyó también una esfera celeste.
(D-K 12 A 3) Heródoto, II, 109:
Pólon mèn gàr kaì gnw'mona kaì tà duw'deka mérea th<V h2mérhV parà Babulwníwn e5maqon oi2 /EllhneV.

Los griegos adquirieron de los babilonios el conocimiento de la esfera celeste, del gnomon, y de las doce partes del día.
(D-K 12 A 6) Agatémero, Geographiae informatio, I, 1:
!A. o2 Milh'sioV a1kousth>V Qaléw prw<toV e1tólmhse th>n oi1kouménhn e1n pínaki gráyai* meq! o8n 9EkataîoV o2 Milh'sioV a1nh>r poluplanh>V dihkríbwsen, w7ste qaumasqh<nai tò prâgma.

Anaximandro de Mileto, discípulo de Tales, fue el primero que se atrevió a dibujar la tierra habitada en una tablilla. Después de él, Hecateo de Mileto, hombre que viajó mucho, lo perfeccionó, de modo que produjo admiración.
(D-K 12 A 6) Estrabón, I, 7:
toùV prw'touV meq! /Omhron dúo fhsìn !EratosqénhV, !Anaxímandrón te Qaloû gegonóta gnw'rimon kaì políthn kaì 9Ekataîon tòn Milh'sion* tòn mèn ou3n e1kdoûnai prw<ton gewgrafikòn pínaka, tòn dè 9Ekataîon katalipeîn grámma pistoúmenon e1keínou ei3nai e1k th<V a5llhV au1toû grafh<V.

Eratóstenes dice que los primeros [estudiosos de la geografía] después de Homero fueron dos: Anaximandro, amigo y conciudadano de Tales, y Hecateo de Mileto. El primero publicó un mapa geográfico, en tanto que Hecateo dejó un bosquejo que se puede creer que era suyo por el resto de sus escritos.
(D-K 12 A 5ª) Cicerón, De divinitate, I, 50, 112:
ab Anaximandro physico moniti Lacedaemonii sunt, ut urbem et tecta linquerent armatique in agro excubarent, quod terrae motus instaret, tum cum et urbs tota corruit et monte Taygeto extrema montis quasi puppis avolsa est.

Los lacedemonios fueron avisados por el físico Anaximandro de que abandonaran la ciudad y las casas y pasaran la noche preparados en el campo, porque estaba cerca un terremoto. En aquella ocasión la ciudad entera se derrumbó y la cumbre del monte Taigeto se resquebrajó como la popa de una nave.
(D-K 12 A 3) Ael., Hist. Varias III,17:
kaì !A. dè h2gh'sato th<V e1V !Apollwnían e1k Milh'tou a1poikíaV.

Y Anaximandro fue puesto al frente de la colonia de Mileto en Apolonia.
IV. El “Apeiron”.
a) El ápeiron como contenido del arjé
(D-K 12 A 9) Simplicio, Fís. 24, 13-25:
tw<n dè e8n kaì kinoúmenon kaì a5peiron legóntwn !A. mèn Praxiádou Milh'sioV Qaloû genómenoV diádocoV kaì maqhth>V a1rch'n te kaì stoiceîon ei5rhke tw<n o5ntwn tò a5peiron, prw<toV toûto tou5noma komísaV th<V a1rch<V. légei d! au1th>n mh'te u7dwr mh'te a5llo ti tw<n kalouménwn ei3nai stoiceíwn, a1ll! e2téran tinà fúsin a5peiron, e1x h4V a7pantaV gínesqai toùV ou1ranoùV kaì toùV e1n au1toîV kósmouV* e1x w4n dè h2 génesíV e1sti toîV ou3si, kaì th>n fqoràn ei1V taûta gínesqai “katà tò crew'n”. “didónai gàr au1tà díkhn kaì tísin a1llh'loiV th<V a1dikíaV katà th>n toû crónou táxin” poihtikwtéroiV ou7twV o1nómasin au1tà légwn.

Entre los que dicen que es uno, en movimiento e infinito, Anaximandro de Mileto, hijo de Praxíades, que fue sucesor y discípulo de Tales, dijo que el principio y elemento de todas las cosas existentes era el ápeiron [indefinido o infinito], y fue el primero que introdujo este nombre de «principio». Afirma que éste no es agua ni ningún otro de los denominados elementos, sino alguna otra naturaleza ápeiron, a partir de la cual se generan todos los cielos y los mundos que hay en ellos. Ahora bien, a partir de donde hay generación para las cosas, hacia allí también se produce la destrucción, «según la necesidad; en efecto, se pagan mutuamente culpa y retribución por su injusticia, de acuerdo con la disposición del tiempo», hablando así de estas cosas en términos más bien poéticos.
(D-K 12 A 10) Ps. Plutarco, Strom., 2:
... !Anaxímandron QálhtoV e2taîron genómenon tò a5peiron fánai th>n pâsan ai1tían e5cein th<V toû pantòV genésew'V te kaì fqorâV.

Anaximandro, compañero de Tales, dice que el ápeiron es la causa entera de la generación y destrucción de todo.
(D-K 12 A 11) Hipólito, Ref., I 6, 2
!AnaxímandroV ... ou4toV mèn a1rch>n kaì stoiceîon ei5rhke tw<n o5ntwn tò a5peiron, prw<toV tou5noma kalésaV th<V a1rch<V.

Anaximandro ... éste dijo que el principio y elemento de las cosas es el ápeiron, siendo el primero que utilizó este nombre de principio.
(12 A 14) Aecio, I, 3, 3:
!AnaxímandroV ... fhsi tw<n o5ntwn a1rch>n ei3nai tò a5peiron* e1k gàr toútou pánta gígnesqai kaì ei1V toûto pánta fqeíresqai.

Anaximandro... dijo que el principio de las cosas es el ápeiron, pues a partir de él se generan todas las cosas y en él todas perecen.
b) Apeiron como mezcla y como elemento intermedio
(D-K 12 A 16) Arist., Fís. I 4, 187a:
oi2 d! e1k toû e2nòV e1noúsaV tàV e1nantióthtaV e1kkrínesqai, w7sper !AnaxímandróV fhsi, kaì o7soi d! e8n kaì pollá fasin ei3nai, w7sper !Empedoklh<V kaì !AnaxagóraV* e1k toû mígmatoV gàr kaì ou4toi e1kkrínousi ta3lla.

Algunos piensan que de lo uno se separan los opuestos, como dicen Anaximandro y cuantos afirman que existe lo uno y lo múltiple, como Empédocles y Anaxágoras: pues ellos separan también las demás cosas a partir de la mezcla <TO&UCIRC; mígmatoV< font>).
Arist., De gen. y corr. II 1, 328b, 34-35:
dè th>n u2pokeiménhn u7lhn oi2 mén fasin ei3nai mían, oi4on a1éra tiqénteV h6 pûr h5 ti metaxù toútwn.

Algunos dicen que la materia sustrato de estos [cuerpos sensibles] es una, pensando que es aire o fuego o algo intermedio (metaxù) entre éstos.
Arist., De gen. y corr. II 5, 332a, 19-25:
ou1k e5stin e8n toútwn e1x ou4 tà pánta. Ou1 mh>n ou1d! a5llo tí ge parà taûta, oi4on méson ti a1éroV kaì u7datoV h6 a1éroV kaì puróV, a1éroV mèn pacúteron kaì puróV, tw<n dè leptóteron* ... w7st! ou1k e1ndécetai monoûsqai e1keîno ou1dépote, w7sper fasí tineV tò a5peiron kaì tò periécon.

No es de uno solo de estos [cuatro elementos] de donde proceden todas las cosas, ni tampoco de algo aparte de estos, tal como algo intermedio (méson) entre aire y agua o entre aire y fuego, más denso que el aire y el fuego, y más sutil que los otros..., de donde se sigue que no es posible que [lo intermedio] se reduzca jamás a uno sólo, tal como algunos dicen del ápeiron y de lo abarcante.
c) El gónimos y la generación de los contrarios
(D-K 12 A 10) Ps. Plutarco, Strom, 2:
fhsì dè tò e1k toû a1idíou gónimon qermoû te kaì yucroû katà th>n génesin toûde toû kósmou a1pokriqh<nai kaí tina e1k toútou flogòV sfaîran perifuh<nai tw<i perì th>n gh<n a1éri w2V tw<i déndrwi floión* h4stinoV a1porrageíshV kaì ei5V tinaV a1pokleisqeíshV kúklouV u2posth<nai tòn h7lion kaì th>n selh'nhn kaì toùV a1stéraV.

Dice también que, en la generación de este cosmos, el germen (tò gónimon) de lo caliente y lo frío fue segregado de lo eterno, y que de ello surgió una esfera de llamas en torno al aire que circunda a la tierra, como una corteza en torno al árbol; al romperse [la esfera] y quedar encerradas [sus llamas] en algunos círculos, se formaron el sol, la luna y los astros.
(D-K 12 A 9) Simplicio, Fís. 24, 23-25:
ou4toV dè ou1k a1lloiouménou toû stoiceíou th>n génesin poieî, a1ll! a1pokrinoménwn tw<n e1nantíwn dià th<V a1idíou kinh'sewV. diò kaì toîV perì !Anaxagóran toûton o2 !AristotélhV sunétaxen.

[Anaximandro] no deriva la generación de la alteración del elemento, sino de la separación de los contrarios por obra del movimiento eterno. Por eso Aristóteles lo conecta con los discípulos de Anaxágoras.
Simplicio, Fís. 150, 20-25:
ou1dè katà a1lloíwsin toû u2pokeiménou tàV genéseiV a1podidóasin, a1llà katà e5kkrisin* e1noúsaV gàr tàV e1nantióthtaV e1n tv< u2pokeiménv, a1peírv o5nti sw'mati, e1kkrínesqaí fhsin !AnaxímandroV, prw<toV au1tòV a1rch>n o1nomásaV tò u2pokeímenon. e1nantióthteV dé ei1si qermòn yucròn xhròn u2gròn kaì tà a5lla.

No explica las generaciones por alteración del sustrato, sino por separación, pues los contrarios están contenidos en el sustrato, que es un cuerpo ápeiron, y se separan, según dice Anaximandro, el primero que llamó principio al sustrato. Los contrarios son: lo caliente, lo frío, lo seco, lo húmedo, y otros.
d) El ápeiron como diferente de los cuatro elementos
D-K 12 A 16) Arist., Fís. G 5, 204b:
ei1sì gár tineV oi8 toûto poioûsi tò a5peiron, a1ll! ou1k a1éra h6 u7dwr, w2V mh> ta3lla fqeírhtai u2pò toû a1peírou au1tw<n* e5cousi gàr pròV a5llhla e1nantíwsin, oi4on o2 mèn a1h>r yucróV, tò d! u7dwr u2grón, tò dè pûr qermón* w4n ei1 h3n e8n a5peiron, e5fqarto a6n h5dh ta3lla* nûn d! e7teron ei3naí fasi, e1x ou4 taûta.

Hay algunos, en efecto, que suponen que esto [lo que existe fuera de los elementos] es ápeiron, y no aire o agua, de modo que los demás elementos no sean destruidos por ser ápeiron uno de ellos, ya que los elementos son contrarios entre sí: como por ejemplo, el aire es frío, el agua húmeda, el fuego caliente; y si uno fuera ápeiron, los otros serían destruidos. Por eso dicen que aquello de lo que proceden éstos es distinto.
Simpl., Fís. 479-480:
kaì o7ti ou1dèn tw<n stoiceíwn ei3nai dúnatai tò a5peiron, dh<lon mèn kaì e1x w4n !AnaxímandroV a5peiron ei3nai tò stoiceîon boulómenoV ou1k a1éra h6 pûr h5 ti tw<n tettárwn stoiceíwn e5qeto au1tò dià tò taûta e5cein pròV a5llhla e1nantíwV, kaì ei5per h3n ti toútwn a5peiron, fqarh<nai a6n u2p! au1toû tà e1nantía.

Y que ninguno de los elementos puede ser ápeiron es evidente también porque Anaximandro, deseando que el elemento fuera ápeiron, no propuso que fuera aire, fuego o alguno de los cuatro elementos; porque al comportarse éstos contrariamente entre sí, si alguno de ellos fuera ápeiron, sus contrarios serían destruidos por él.
V. El Cosmos
(D-K 12 A 18) Aecio, II, 15, 6:
!AnaxímandróV kaì MhtródwroV o2 CîoV kaì KráthV a1nwtátw mèn pántwn tòn h7lion tetácqai, met! au1tòn dè th>n selh'nhn, u2pò dè au1toùV tà a1planh< tw<n a5strwn kaì toùV plánhtaV.

Anaximandro, Metrodoro de Quíos y Crates dicen que arriba de todo está apostado el sol, después de él la luna y bajo ellos las estrellas fijas y los planetas.
(D-K 12 A 18) Aecio, II, 16, 5:
!A. u2pò tw<n kúklwn kaì tw<n sfairw<n, e1f! w4n e7kastoV [sc. a1sth'r] bébhke, féresqai [sc. toùV a1stéraV fhsín].

Anaximandro dice que los astros son arrastrados por los círculos y las esferas sobre las cuales cabalga cada astro.
(D-K 12 A 11) Hipólito, Ref., I 6, 4:
tà dè a5stra gínesqai kúklon puróV, a1pokriqénta toû katà tòn kósmon puróV, perilhfqénta d! u2pò a1éroV. ... ei3nai dè tòn kúklon toû h2líou e2ptakaieikosaplasíona {th>V gh>V, o1ktwkaidekaplasíona d``e tòn} th<V selh'nhV.

Los astros se generan como un círculo de fuego, separándose del fuego del mundo, circundado cada uno por aire ... El círculo del sol es 27 veces mayor que el de la tierra y 18 el de la luna.
(D-K 12 A 21) Aecio II, 24, 2:
!A. [sc.< gígnesqai th>n e5kleiyin h2líou] toû stomíou th<V toû puròV e1kpnoh<V a1pokleioménou.

Anaximandro dice que el eclipse de sol se produce al obstruirse la abertura de exhalación del fuego.
(D-K 12 A 11) Hipólito, Ref. I, 6, 3:
th>n dè gh<n ei3nai metéwron u2pò mhdenòV kratouménhn, ménousan dè dià th>n o2moían pántwn a1póstasin.

La tierra está suspendida en el aire, y nada la sostiene. Permanece en su sitio a causa de su equidistancia de todas las cosas.
(D-K 12 A 10) Ps. Plutarco, Strom., 2:
u2párcein dé fhsi tv< mèn sch'mati th>n gh<n kulindroeidh<, e5cein dè tosoûton báqoV o7son a6n ei5h tríton pròV tò plátoV.

Dice que la tierra tiene forma cilíndrica, y su espesor (altura) es un tercio de su anchura.
(D-K 12 A 11) Hipólito, Ref. I, 6, 3:
tò dè sch<ma au1th<V gurón, stroggúlon, kíoni líqw paraplh'sion* tw<n dè e1pipédwn w4i mèn e1pibebh'kamen, o8 dè a1ntíqeton u2párcei.

Su forma [la de la tierra], es circular, redonda, semejante a una columna de piedra; nosotros nos movemos en una de sus superficies planas, pues hay otra antípoda.
(D-K 12 A 25) Aecio, III, 10, 2:
!A. líqv kíoni th>n gh<n prosferh<

Anaximandro dice que la tierra se parece a una columna de piedra.
(D-K 12 A 27) Alejandro, In Arist. Meteor., 67, 3:
oi2 mèn gàr au1tw<n u2póleimma légousin ei3nai th>n qálassan th<V prw'thV u2gróthtoV* u2groû gàr o5ntoV toû perì th>n gh<n tópou ka5peita tò mén ti th<V u2gróthtoV u2pò toû h2líou e1xatmízesqai kaì gínesqai pneúmatá te e1x au1toû kaì tropàV h2líou te kaì selh'nhV ... tò dé ti au1th<V u2poleifqèn e1n toîV koíloiV th<V gh<V tópoiV qálassan ei3nai* diò kaì e1láttw gínesqai xhrainoménhn e2kástote u2pò toû h2líou kaì téloV e5sesqaí pote xhrán* taúthV th<V dóxhV e1géneto, w2V i2storeî QeófrastoV, !AnaxímandróV te kaì DiogénhV.

En efecto, algunos de ellos dicen que el mar es un residuo de la humedad primitiva; pues el espacio que rodeaba a la tierra era húmedo. Después una parte de la humedad se evaporó a causa del sol y se convirtió en vientos, y, por ello también, en rotaciones del sol y de la luna, ... En cuanto a la parte que quedó en las concavidades de la tierra, es mar. Por lo cual, al ser secado por el sol, va disminuyendo y llegará un momento en que se secará totalmente. De esta opinión, según narra Teofrasto, fueron Anaximandro y Diógenes.
VI. Origen de los animales y del hombre.
(D-K 12 A 30) Aecio, V, 19, 4:
!A. e1n u2grv< gennhqh<nai tà prw<ta zw<ia floioîV periecómena a1kanqw'desi, probainoúshV dè th<V h2likíaV a1pobaínein e1pì tò xhróteron kaì perirrhgnuménou toû floioû e1p! o1lígon crónon metabiw<nai.

Anaximandro dice que los primeros seres vivientes nacieron en lo húmedo, rodeados por cortezas espinosas, pero al avanzar en edad, se trasladaron a lo más seco, y al romperse la corteza, vivieron, durante un poco tiempo, una vida distinta.
(D-K 12 A 10) Ps. Plutarco, Strom., 2:
e5ti fhsín, o7ti kat! a1rcàV e1x a1lloeidw<n zw'iwn o2 a5nqrwpoV e1gennh'qh, e1k toû tà mèn a5lla di! e2autw<n tacù némesqai, mónon dè tòn a5nqrwpon polucroníou deîsqai tiqhnh'sewV* diò kaì kat! a1rcàV ou1k a5n pote toioûton o5nta diaswqh<nai.

Dice además que el hombre, originariamente, surgió de animales de otras especies, porque las demás especies se alimentan pronto por sí mismas, y sólo el hombre necesita de un largo período de crianza. Por ello, si originariamente hubiera sido como es [ahora], no hubiera podido sobrevivir.
(D-K 12 A 30) Censorino, 4, 7:
A. Milesius videri sibi ex aqua terraque calefactis exortos esse sive pisces seu piscibus simillima animalia in his homines concrevisse fetusque ad pubertatem intus retentos tunc demum ruptis illis viros mulieresque qui iam se alere possent processisse.

Anaximandro de Mileto opinaba que del agua y la tierra calientes se originaron unos peces o animales similares a peces: en éstos los hombres crecieron retenidos en su interior, como si fueran fetos, hasta la pubertad; sólo entonces se rompieron aquéllos y surgieron hombres y mujeres que ya podían alimentarse.
VII. Pluralidad de mundos
(D-K 12 A 10) Ps. Plutarco, Strom., 2:
!Anaxímandron ... tò a5peiron fánai th>n pâsan ai1tían e5cein th<V toû pantòV genésew'V te kaì fqorâV, e1x ou4 dh' fhsi toúV te ou1ranoùV a1pokekrísqai kaì kaqólou toùV a7pantaV a1peírouV o5ntaV kósmouV.

Anaximandro... dice que el ápeiron es la causa entera de la generación y destrucción de todo, a partir de lo cual —dice— se segregan los cielos y en general todos los mundos, que son infinitos.
(D-K 12 A 17) Simplicio, Fis. 1121, 5:
oi2 mèn gàr a1peírouV tv< plh'qei toùV kósmouV u2poqémenoi, w2V oi2 perì !A. kaì Leúkippon kaì Dhmókriton kaì u7steron oi2 perì !Epíkouron, ginoménouV au1toùV kaì fqeiroménouV u2péqento e1p! a5peiron, a5llwn mèn a1eì ginoménwn a5llwn dè fqeiroménwn kaì th>n kínhsin a1ídion e5legon*

Pues los que supusieron que los mundos eran infinitos en número, como los seguidores de Anaximandro, Leucipo y Demócrito y, después de ellos, los de Epicuro, supusieron que nacían y perecían durante un tiempo infinito, naciendo siempre unos y pereciendo otros; y afirmaban que el movimiento era eterno...
(D-K 12 A 17) Agustín., Civ. Dei, VIII, 2:
non enim ex una re sicut Thales ex umore, sed ex suis propriis principiis quasque res nasci putavit. quae rerum principia singularum esse credidit infinita, et innumerabiles mundos gignere et quaecumque in eis oriuntur eosque mundos modo dissolvi modo iterum gigni existimavit, quanta quisque aetate sua manere potuerit.

No pensó (Anaximandro) que cada cosa naciera de una sola, como Tales del agua, sino de sus propios principios, y creyó que los principios de las cosas singulares eran infinitos y daban origen a mundos innumerables y a cuantas cosas que en ellos nacen; y sostuvo que estos mundos, ora se disuelven, ora nacen otra vez, según la edad a la que cada uno pudo sobrevivir.



Anaximandro de Mileto

§1. Anaximandro. Tradición escolar y mítica
Anaximandro de Mileto1. Anaximandro de Mileto, hijo de Praxíades, compañero y discípulo de Tales, según las Crónicas de Apolodoro (D. Laercio, II, 2) tenía sesenta y cuatro años en el segundo año de la Olimpíada 58 (547/46 a.n.e.) y murió poco después. De acuerdo con esta datación, Anaximandro habría nacido en torno al año 610/609, fecha que coincide con la noticia de Hipólito (Ref. I, 6, 1-7) que fija su nacimiento en el tercer año de la Olimpíada 42. Se puede pues situar la vida de Anaximandro entre el 610/609 y el 545. La asociación, que establece D. Laercio, de la madurez de Anaximandro con la de Polícrates, tirano de Samos, es muy dudosa por cuanto éste sube al poder el 533/32 y muere el 522.
Suidas atribuye a Anaximandro la autoría de cuatro libros: Sobre la naturaleza, Perímetro de la tierra, Sobre las estrellas fijas y una Esfera celeste. La denominación Sobre la naturaleza (Perì fúsewV) era la titulación clásica que tendía a conferirse a los escritos de todos aquellos que Aristóteles denominó fusikoí, es decir a casi todos los presocráticos. Posiblemente el libro de Anaximandro no tenía título y los títulos de Suidas serían simplemente capítulos de un libro fundamental. Lo que sí parece cierto, a partir de los fragmentos subsistentes y de los testimonios (Temistio, Orat. 36 p. 317), que Anaximandro fue el primero de quien tenemos noticia que escribió un libro en prosa (lógon suggegramménon). La importancia del escrito en prosa reside en que Anaximandro, como filósofo que continúa la tradición de Tales, inaugura un género literario nuevo, distinto del verso utilizado por la tradición de los poetas y educadores.
Anaximandro, al igual que Tales, es presentado muchas veces como un científico interesado en cuestiones de astronomía (descubrimiento de los solsticios, de los equinoccios y de la oblicuidad del Zodíaco, Plinio, Hist. nat., II, 3) y que dio a conocer un esbozo de geometría (Suidas). Sin embargo, las anécdotas que de él tenemos nos ofrecen la imagen de un hombre práctico (inventor del gnomon, constructor de un mapa-mundi y de una carta de los cielos, predicción de un terremoto) y de un organizador político y militar, puesto al frente de una expedición colonizadora de Mileto en Apolonia (Aelianus, Varia historia, III, 17).
a) El gnomon. Favorino (D. Laercio, II, 1) dice que fue el primero que inventó un gnomon. Es posible que este descubrimiento no se pueda atribuir a Anaximandro pues según Herodoto (II, 29) «los griegos adquirieron de los babilonios el conocimiento de la esfera celeste, del gnomon, y de las doce partes del día». En todo caso Anaximandro habría sido el introductor del gnomon en Grecia. Sin embargo, es posible que también Tales haya conocido el gnomon, y puede verse incluso este instrumento como una realización técnica del teorema de la proporcionalidad de triángulos (utilizado por Tales para determinar la altura de las pirámides). La noticia de Favorino-Laercio es también confusa, pues el gnomon es una especie de reloj de sol que, según el testimonio, Anaximandro «colocó sobre los relojes de Sol en Lacedemonia». Acaso la novedad de Anaximandro resida en construir un gnomon, es decir una varilla o estilo, que, además de marcador de horas (como los relojes de sol al uso), sirviera también para marcar los solsticios y equinoccios.
b) Predicción de un terremoto. Lo que sí parece cierto es que Anaximandro visitó Lacedemonia pues aconsejó a los espartanos que abandonaran la ciudad ante la inminencia de un terremoto, y en aquella ocasión, según testimonio de Cicerón (De divinatione, I, 50, 112) «la ciudad entera se derrumbó y la cumbre del monte Táigeto se resquebrajó como la popa de un navío». La predicción de un terremoto la pudo haber llevado a cabo Anaximandro por alguna experiencia al respecto (por ejemplo, el vuelo alborotado de las cigüeñas), ya que Mileto está dentro de una zona sísmica.
c) El mapa-mundi. Diógenes Laercio (II, 2) nos dice que Anaximandro fue el primero en trazar el perímetro de la tierra y el mar y construyó también una esfera celeste (es decir una carta de los cielos). Agatémero (I, 1) y Estrabón (I, 7) informan también que Anaximandro dibujó un mapa de la tierra habitada, que fue perfeccionado posteriormente por Hecateo de Mileto. Su mapa-mundi es un diseño circular, en el que las regiones conocidas (Asia y Europa) formaban segmentos aproximadamente iguales y todo ello rodeado por el Océano (Herodoto, IV, 36). Los conocimientos geográficos de Anaximandro se basarían en las noticias de navegantes que serían abundantes y variadas en Mileto, centro comercial y de colonizaciones.
Pero la tradición considera a Anaximandro, ante todo, como un filósofo, sucesor y discípulo (diádocoV kaì maqhth<V) de Tales, cuya filosofía debemos interpretar como un desarrollo interno del racionalismo de su maestro. De acuerdo con la información de que disponemos, Anaximandro habría desarrollado, como crítica a la filosofía de Tales, las ideas filosóficas siguientes:
a) El ápeiron. Según las fuentes procedentes de Teofrasto, Anaximandro habría afirmado que el principio de todas las cosas existentes no es ninguno de los denominados elementos (agua, aire, tierra, fuego), sino alguna otra naturaleza ápeiron [indefinido o infinito] (Simplicio, Fís. 24, 13-25).
b) El cosmos. Del seno del ápeiron eterno se segrega un gónimos, germen de los elementos opuestos (Ps. Plutarco, Strom. 2). El ápeiron se determina en un orden de elementos contrarios (cosmos enantiológico). Este cosmos es un cosmos dinámico y temporal que tiene su origen y su fin en el ápeiron.
c) La pluralidad de mundos. Todas las fuentes procedentes de Teofrasto (Simplicio, Hipólito y Ps. Plutarco) atribuyen a Anaximandro la idea de mundos infinitos (simultáneos o sucesivos).
En Anaximandro nos encontramos con un problema semejante al que se nos planteaba en Tales de Mileto, pues en ambos pensadores las actividades científicas y filosóficas recaen en la misma persona subjetiva. Anaximandro podría ser interpretado desde un punto vista categorial (científico) como una especie de cosmólogo, del mismo modo que Tales podría ser interpretado como un fisiólogo o un biólogo. Pero la cosmología de Anaximandro, al igual que la physis de Tales está recorrida toda ella por ideas filosóficas. Las ideas de Anaximandro (el ápeiron, el cosmos, la dinámica y la temporalidad del mundo) sólo adquieren una escala adecuada al contemplarlas como un desarrollo interno de los problemas planteados en el racionalismo de Tales, de tal modo que se podría afirmar incluso que muchos de sus aportes científicos están cumpliendo funciones ontológicas, sólo pueden ser entendidos por medio de sus ideas filosóficas (el mapa-mundi de Anaximandro, en cuanto representación de la omnitudo universi, sólo adquiere sentido desde la idea de cosmos, en cuanto facies totius universi).

2. La consideración de las ideas de Anaximandro como un desarrollo interno (por lo tanto crítico) del racionalismo de Tales es el mejor freno a las interpretaciones que pretenden reducir su filosofía a ideas míticas y religiosas. Al igual que las ideas filosóficas de Tales podían ser pensadas como un transformado de las ideas míticas de Homero o de Hesíodo (un transformado que, sin embargo, mediante la aplicación de la racionalidad sensu stricto, terminaba por enfrentarse al mito), del mismo modo podríamos interpretar las ideas de Anaximandro como transformaciones de ideas míticas (por ejemplo, la reducción del ápeiron al caos de Hesíodo, o a la Noche del orfismo). Es decir podríamos interpretar el sistema de Anaximandro como una racionalización del esquema cosmogónico de los órficos tal como nos lo ofrece Guthrie (Orfeo y la religión griega, trad. de Eudeba, 1970, p. 226). El hecho de que Anaximandro hable de un gónimos (germen de lo caliente y de lo frío), segregado del seno del ápeiron, da pie a este autor para establecer su semejanza con el huevo órfico, y el ápeiron con la Noche de la mitología órfica. La correspondencia entre el sistema de Anaximandro y la doctrina órfica podría representarse así:

Ahora bien, la comparación de Guthrie no puede justificarse por las siguientes razones:
a) La doctrina órfica puesta en relación con Anaximandro por Guthrie es tan sólo un fragmento de una cadena más amplia: antes de la Noche está Fanes, que procede de un huevo, que procede a su vez de una serpiente monstruosa... La primacía de la Noche sobre el huevo procede de fuentes no específicamente órficas; aparece en Aristófanes (Aves, 693) y se remonta probablemente a Homero (Il., 14, 258) donde aparece «la Noche domadora de los dioses», pero sin referencia alguna al huevo. Contra las tesis de Guthrie, quien defendió que la doctrina órfica estaba ya escrita en libros sagrados en el siglo VI a.n.e., es opinión generalizada (C. Wilamowitz, I.M. Linforth, Kirk-Raven, ...) que no puede hablarse de un corpus escrito de la doctrina órfica antes del período helenístico. La fuente principal de las versiones órficas acerca de la formación del mundo procede de los neoplatónicos tardíos (Damascio, Atenágoras). Según estas fuentes la formación del mundo se produce en dos fases distintas, la primera por obra de Fanes, y la segunda por obra de Zeus. En la “teología órfica usual” de las Rapsodias, aparece ya clara la derivación de Fanes del huevo, y la Noche como hija de Fanes (Simplicio, De principiis, 316, 18). En la versión de Jerónimo y Helánico (Simplicio, De principiis, 317-319) se hace surgir todo del agua o barro donde se origina una serpiente gigantesca denominada Cronos o Heracles. La serpiente crea a Éter, Caos y Erebo. Éter fecundado por la serpiente da lugar a un huevo de plata del que procede Fanes (dios incorpóreo con alas y cabeza de animal). Fanes crea, por una parte, una raza de hombres anteriores y distintos a nosotros, y, por la otra, crea la Noche, de la que proceden Gea y Uranos, que unidos por Eros dan lugar a los Titanes y a los hombres procedentes de las cenizas de los Titanes). En este punto el mito de Orfeo incorpora la tradición de la cosmogonía de Hesíodo. La versión de Atenágoras (Legatio, 18, 4-6) coincide con la de Jerónimo y Helánico, pero en ella derivan directamente del huevo tanto Fanes, como Gea y Uranos, pero sin referencia ninguna a la Noche.
b) Estructuralmente la comparación tampoco está justificada. Es artificial ver en el gónimos el huevo, en el ápeiron la Noche obscura, y en lo húmedo a Eros. Lo único que subsiste es el dualismo de lo frío y lo caliente en relación con Gea y Uranos.
c) En un sentido genético es posible que Anaximandro haya recibido influjos órficos. Pero de todas maneras el esquema órfico estaría ya racionalizado. La doctrina órfica podría haber servido. en todo caso, como nuevo material de experiencia al que son aplicables los problemas planteados en la crítica al sistema de Tales.
En consecuencia, el sistema de Anaximandro se concibe como un desarrollo del racionalismo implícito en el pensamiento de Tales: 1) Tales significa la racionalización de un serie de ideas implícitas en el relato mítico, o, en otras palabras, el relato mítico es el material mundano de experiencia sobre el que reflexionaría el pensamiento de Tales. 2) El racionalismo de Tales plantea una serie de problemas sobre los cuales reflexionaría Anaximandro. 3) El orfismo podría haber servido a Anaximandro como nuevo material de experiencia para el ajuste de las ideas resultantes del desarrollo del racionalismo de Tales.
3. La actividad filosófica de los milesios va ligada a la idea de reflexión y de escuela filosófica. Pero reflexión no en el sentido subjetivo sino en sentido objetivo y cultural, como reflexión de segundo grado. Reflexión en primer lugar sobre la actividad científica presenta tanto en Tales como en Anaximandro. Reflexión sobre el material mítico mundano (Hesíodo, orfismo). Y reflexión, por último, en el caso de Anaximandro sobre las ideas acuñadas por Tales, lo que nos pone en presencia del concepto de escuela filosófica.
La distribución de los primeros filósofos en escuelas y la fijación de la relación maestro-discípulo dentro de ellas proviene de Teofrasto. El concepto de escuela filosófica (escuela de Mileto, escuela pitagórica, escuela de Elea, &c.) supone una sabiduría sobre la que reflexionar. La idea de reflexión tiene aquí un sentido objetivo, histórico-cultural: reflexión sobre el material acuñado por la escuela. Y este punto es necesario para comprender la diferencia entre las escuela filosóficas griegas de las escuelas de pensamiento orientales. El modelo oriental (las escuelas de Babilonia y de Egipto) tienen un carácter aristocrático, donde la sabiduría está encomendada a una casta sacerdotal. El modelo griego tiene un carácter urbano, laico y secular. Pero la principal diferencia que cabe establecer entre ambas es que, mientras las escuelas orientales tienen un carácter tradicionalista, pues en ellas se trata de mantenerse fiel a las palabras del maestro (magister dixit), y, por ende, solidarias de los métodos filológicos, en cambio las escuelas griegas tienen un carácter progresista, en las que la relación entre los miembros de la escuela, es la crítica del discípulo al maestro.
El modelo helénico de escuela filosófica es además plural. En principio se puede hablar, al menos, de dos modelos: el modelo milesio y el modelo pitagórico. El modelo de Mileto prefigura una «institución científica» que sería el antecedente del Liceo de Aristóteles. El modelo pitagórico prefigura, más bien, un «partido político», como «escuela de vida», que anticipa la Academia platónica. Ambas instituciones son el antecedente de nuestras universidades. Ahora bien las universidades son fundaciones públicas a diferencia de las escuelas griegas que son fundaciones privadas hasta la época romana (con la excepción del período alejandrino bajo el mecenazgo de los Ptolomeos). Por otra parte (en conexión con el carácter político del modelo pitagórico), originariamente las universidades no son el núcleo de actividades políticas y religiosas, pero ellas mismas están envueltas en organizaciones políticas y religiosas de las que son instrumentos (Universidad de la Iglesia medieval, Universidad prusiana, Universidad soviética). A su vez el modelo de Mileto puede adquirir una dimensión política de oposición «liberal» a la Iglesia y al Estado, y esta dimensión política busca la «privatización» (por ejemplo: la Institución Libre de la Enseñanza en España).
Como conclusión diremos que los primeros pensadores griegos se distribuyen en escuelas que exigen una tradición cultural, un vocabulario específico (las ideas filosóficas), y una relación crítica entre discípulo y maestro. Si caracterizamos el pensamiento de Tales como un racionalismo monista, el de Anaximandro sería un racionalismo crítico (del monismo de Tales). No obstante, si los dos pertenecen a la misma escuela es necesario un rasgo común, presente tanto en Tales como en Anaximandro: esta característica común sería el grupo de transformaciones.
Los principales términos acuñados por Anaximandro son el Ápeiron (M) y el Cosmos (Mi), que pueden ser pensados en relación alternativa: Mi(M) Ë M(Mi). En la fórmula Mi(M) el ápeiron se subordina o reduce al cosmos. En la fórmula M(Mi) el cosmos se absorbe en el ápeiron como un episodio suyo. Ambos casos son significativos para la Historia de la filosofía pues en los dos casos el ápeiron es un desarrollo crítico de la doctrina del a1rch' de Tales (monismo de la sustancia).


§2. El ápeiron
1. Según las fuentes de Teofrasto (Simplicio, Fís. 24, 13-25; Hipólito, Ref. I, 6, 2; y Ps. Plutarco, Strom. 2) y los testimonios de Aecio (I, 3, 3) y D. Laercio (II, 1) el ápeiron es el contenido del a1rch'. Ahora bien, concebido como contenido del arjé, se está definiendo positivamente al ápeiron. Y, sin embargo, la idea de ápeiron es una idea crítica-negativa, que no puede ser definida positivamente. Esta negación está contenida ya en su significado etimológico. El término ápeiron está compuesto de la partícula privativa a1 y del término péraV (límite, borde). Etimológicamente ápeiron significa lo sin límites.
La idea de ápeiron puede adquirir diferentes sentidos negativos según los diferentes parámetros que fijemos para lo limitado. Así, si tomamos como parámetros de lo limitado los objetos concretos del mundo de las formas (p. ej., un lámina metálica, una cinta), ápeiron será lo que no tiene bordes o extremos, porque se han unido en un anillo, o en una llanta. Aristóteles y Aristófanes testimonian la asociación del ápeiron con algo circular o esférico, según subrayaron Cornford y Diels. Ahora bien lo esférico puede ser tomado, a su vez, como referencia de lo limitado (p. ej., el cosmos esférico limitado por una superficie inmersa en un espacio vacío), y, entonces el ápeiron sería una esfera de radio infinito, sin límites, es decir una extensión (llena) infinita por todas sus partes. El ápeiron sería, pues, lo esférico, lo infinito en extensión espacial.
Estos sentidos de ápeiron aunque negativos son, en cambio, categoriales; es decir, no conciben la negación en sentido filosófico cultural en relación con el mundo de Tales. Ahora bien, si tomamos como modelo de lo limitado el agua de Tales en cuanto determinación del arjé, entonces el ápeiron de Anaximandro será la negación que, en su uso filosófico, se ejerce sobre la metafísica de Tales. El agua de Tales si es algo determinado no puede ser arjé. El ápeiron aparece así como una alternativa al monismo de la sustancia y, por ende, no puede ser ni el agua ni ninguno de los denominados elementos (aire, tierra, fuego).
En el racionalismo de Tales el arjé aparece siempre determinado en las formas del mundo [A, B, C, D, ..., N]. La unidad de estas formas es la unidad de las transformaciones mutuas (unidad por identidad). El racionalismo de Tales va unido a la reductibilidad de unas formas a otras (lo mismo es el bien que el mal, los griegos que los bárbaros, los amos que los esclavos, &c.). Ahora bien el proyecto de Tales comenzaría a desvanecerse cuando las formas del mundo empiezan a pensarse como irreductibles: los opuestos están separados por fronteras intraspasables, al menos de un modo directo. Sin embargo Anaximandro conservaría el grupo de transformaciones de Tales, pero no de un modo directo sino mediato. La transformación de unas cosas en otras está mediada por el ápeiron. El ápeiron se nos presenta así como la fuente inagotable de energía que garantiza la transformación y la unidad del cosmos.
Dos son las características del ápeiron de Anaximandro: Infinito e Indeterminado. En cuanto infinito el ápeiron es fuente de energía y movimiento para que en el mundo no cese la generación y corrupción (Simplicio, Fís. 24, 18-19; Ps. Plutarco, Strom. 2, Aecio, I, 3, 3). Pero además el ápeiron no es ninguno de los denominados elementos (stoiceía) sino algo indeterminado (a1óristoV). Esta indeterminación es relativa al mundo (kósmoV) generado en su seno como el embrión (gónimoV) en la placenta. Anaxímenes, el discípulo de Anaximandro, conservará de su maestro la infinitud del arjé, pero ya no será indeterminado como en Anaximandro sino algo determinado: el aire (a1h'r).
2. Es de suma importancia determinar las razones que llevaron a Anaximandro a oponerse al proyecto racionalista de Tales, en términos de discusión interna, propia de la Escuela. ¿Cuáles son las razones que llevan a Anaximandro a establecer la tesis de que el arjé infinito no puede ser algo determinado, no puede ser ninguno de los denominados elementos?
Según Gomperz (Pensadores griegos), el grupo de transformaciones no puede servir para explicar la transformación de unas cosas en otras. Así, por ejemplo, el aire para convertirse en fuego por rarefacción (aumento de volumen), necesita calentarse; las nubes al condensarse se convierten en agua, pero para ello necesitan enfriarse, etc.
Pero el argumento decisivo es que la condensación y rarefacción implican la finitud del mundo. Y si el mundo es finito entonces ninguna de sus partes, ninguna determinación, puede ser eleva a la categoría del arjé infinito. ¿Pero, por qué la condensación y rarefacción implican la finitud del mundo? Si partimos de la hipótesis de que el mundo es infinito, es decir, un mundo compuesto de infinitas partes [A, B, C, ........], entonces caben dos posibilidades: a) Cada parte es algo determinado y finito; pero en este caso la parte se desintegraría en la infinitud de transformaciones. b) La parte o determinación es algo infinito, pero entonces nunca se transformaría en otra parte, pues por más que condensemos el fuego, siempre obtendremos fuego, etc. Por reductio ad impossibilem se establece la tesis de que el mundo de las formas es un mundo finito. Luego si es posible la transformación en el mundo de las formas, lo es en tanto que ellas se absorben en un ápeiron indeterminado. La crítica directa a Tales lleva a establecer como primer principio o arjé algo indeterminado.
La interpretación del arjé como infinito e indeterminado, del ápeiron como aquello en que todas las formas del mundo, y en particular los opuestos, se reabsorben, como fuente inagotable de energía que garantiza la transformación y unidad del cosmos, indica el camino hacia la ontología general (M).
Y, sin embargo, también es posible la interpretación del ápeiron en los límites de la ontología especial (Mi). Las fuentes de Simplicio, Ps. Plutarco, Hipólito, Aecio, etc. nos informan que el ápeiron no es ninguno de los denominados elementos (tw<n kalouménwn stoiceíwn), pero al mismo tiempo nos dicen que el ápeiron es «principio y elemento (a1rch' kaì stoiceîon) de todas las cosas existentes». En este caso el ápeiron no es ningún elemento determinado sino un elemento indeterminado, en el cual las determinaciones se borran y desaparecen. Algunos testimonios de Aristóteles (Física, 187a; De ge. et corr. 328b, y 332a) nos presentan al ápeiron como una substancia intermedia (méson, ti metaxù) entre todos los elementos, o bien una mezcla (mígma) indiferenciada de todas las materias empíricas.
§3. El cosmos
1. La segunda idea de Anaximandro, que llega hasta nuestros días y bajo la cual estamos envueltos, es la idea de cosmos. El término kósmoV se traduce generalmente por «mundo» y por «naturaleza» (en el contexto de «mundo natural»). En la evolución semántica del término kósmoV pueden distinguirse los siguientes estadios:
a) Su significado etimológico es el «orden o disposición» (táxiV) de cierta cosa (por ejemplo, una tropa de hoplitas) y el de «ornato» (por ejemplo, el ornamento femenino, de donde proviene cosmética). Según Heidegger, este segundo significado debe interpretarse como belleza, noción ligada transcendentalmente a la idea de ser.
b) El orden del mundo.
c) El mundo como un orden.
d) El mundo en general sin especial referencia a la estructura ordenada (Guthrie).
Anaximandro habría efectuado el paso de (a) a (b) o (c). Ahora bien, este paso sólo es posible bajo la experiencia o representación de una ordenación concreta en el primer sentido (táxiV) de (a). ¿Pero qué ordenación concreta? Esto plantea el problema de los modelos (sociales, políticos, militares, o tecnológicos) de la idea de cosmos.
Para Paul Vernant, el cosmos de Anaximandro sería el emblema de la nueva polis democrática en la que el príncipe o monarca ha sido sustituido por el equilibrio de fuerzas democráticas que se contrapesan en torno a un centro: el ágora.
Pero, además de los modelos socio-políticos de este tipo, existen también los modelos tecnológicos que parecen gozar de una mayor potencia explicativa. Esta interpretación fue ya sugerida por Gomperz. La experiencia tecnológica de la rueda sería la correa de transmisión para la construcción de la idea de cosmos. Así, por ejemplo, Anaximandro asigna trayectorias circulares a los astros, no en cuanto cuerpos aislados, sino en cuanto fragmentos de ruedas de fuego envueltas en una especie de llanta de aire: «El sol es ... semejante a la “rueda” de un carro, tiene el borde “hueco” ... y se hace manifiesto ... como a través de un “torbellino ígneo entubado”» (Aecio, II, 20, 1). La rueda se nos presenta así como esquema inteligible de contigüidad o conservación de los astros. En todo caso el ágora puede ser considerada como un refuerzo del concepto de rueda.
2. «En la generación de este cosmos, el germen (tò gónimon) de lo caliente y lo frío fue segregado de lo eterno» (Ps. Plutarco, Strom., 2). La generación del cosmos a partir del ápeiron se produce no por alteración del elemento sino al separarse los contrarios: caliente/frío, seco/húmedo (Simplicio, Fís. 24, 23-25, y 150, 20-25). Lo esencial del ápeiron de Anaximandro no es que se determine en los elementos sino en un orden de elementos, formando un cosmos, pero un cosmos que es un cosmos enantiológico, un sistema de oposiciones.
El cosmos de Anaximandro es la unidad metafísica del mundo de las formas, pero esta unidad se realiza de un modo diferente a como ocurría en el mundo de Tales. En el monismo de la sustancia de Tales la unidad del mundo es la unidad propia de las formas que desaparecen unas en otras. En cambio, en el monismo del orden de Anaximandro, la unidad del cosmos es la unidad de las formas que aparecen: no de las otras, sino del ápeiron. El cosmos es, pues, la unidad que las formas deben mantener para subsistir como tales formas. Esta unidad es ya un concepto M3, que no se absorbe en ningún cuerpo (M1), ni en ninguna mente (M2).
El cosmos enantiológico forma un sistema de relaciones, una estructura, que se realiza en todos los campos, sobre todo en el astronómico. En este sentido Anaximandro, anticipándose a los pitagóricos, es el primero en iniciar el análisis matemático de la naturaleza, estableciendo relaciones numéricas entre los cuerpos celestes y el radio de la Tierra tomado como unidad: a) relaciones del radio de la Tierra con su altura (la altura es igual a un tercio del diámetro); b) relaciones de las distancia entre anillos con el radio terrestre (el anillo de las estrellas y de los planetas dista 9 radios, el de la luna 18 radios, y el anillo del sol 27 radios).
El cosmos de Anaximandro es un sistema de relaciones temporal pues «a partir de donde hay generación para las cosas, hacia allí también se produce la destrucción, según la necesidad ... de acuerdo con la disposición (táxiV) del tiempo» (Simplicio, Fís. 24, 18-20). La dinámica del cosmos se desarrolla conforme a dos fases: la primera es la de la formación del cosmos a partir del ápeiron, la segunda fase es la del retorno de todas las cosas al ápeiron.
3. El cosmos es un sistema de relaciones temporal pues sus términos no proceden de sí mismos (de la transformación de unos en otros), sino del ápeiron. Anaximandro explica la formación del cosmos a partir del ápeiron en dos etapas. En la primera etapa se explica la formación de la Tierra. La segunda será la de la formación de las Esferas o anillos.
Del seno del ápeiron eterno se segrega un gónimos, generador de lo caliente y lo frío. Frío y caliente son el primer par de opuestos. Lo caliente da lugar al fuego o masa ígnea que rodea totalmente a lo frío «como la corteza al árbol». Esta esfera ígnea tiene un movimiento circular. Lo frío a su vez se determina en otro par de opuestos: lo sólido y lo húmedo. Lo sólido da lugar a la Tierra. Lo húmedo se determina en líquido (agua) y gaseoso (aire). Los cuatro elementos (fuego, tierra, agua y aire) que forman nuestro cosmos han sido generados —«según la disposición del tiempo»— a partir de las cualidades opuestas.
a) Formación de la Tierra. El movimiento circular de la esfera ígnea da lugar a un torbellino que origina la Tierra a partir de lo frío. La tierra tiene forma cilíndrica, como «una columna de piedra» (Hipólito, Ref. I, 6, 3; Aecio, III, 10, 2), y el hombre habita una de sus superficies planas. La altura de la Tierra es un tercio de su diámetro (Ps. Plutarco, Strom., 2). En un principio, la Tierra está rodeada de agua (de lo húmedo) por todas las partes, pero el calor del fuego transforma parte del agua en aire, y el resto se convierte en mar salada, quedando libre parte de la tierra que, sin embargo, propende a secarse completamente: «el mar es un residuo de la humedad primitiva.... Después una parte de la humedad se evaporó a causa del sol y se convirtió en vientos...; en cuanto a la parte que queda en los lugares huecos de la tierra, es mar. Por lo cual, al ser secado por el sol, disminuye y alguna vez terminará por estar todo seco» (Alejandro, Meteor., 67, 3). La Tierra está en el centro del universo, suspendida libremente, sin estar sostenida por nada, y aunque se mueve en un espacio infinito, este movimiento queda neutralizado, pues, al estar en el centro, las fuerzas de atracción que actúan desde los distintos lugares de la bóveda se compensan entre sí. Así pues, la Tierra tiene que permanecer en su lugar. Anaximandro parte de la idea de movimiento y deduce de ella el reposo de la Tierra.
b) Formación de las esferas (sfaîrai). La cobertura ígnea que rodea a todo lo demás se desgarra para formar anillos separados. Este rompimiento se produce a causa del movimiento de la propia esfera ígnea o, también, porque la masa gaseosa al ser calentada penetra en la esfera ígnea. Estos anillos están envueltos por una masa atmosférica opaca y obscura; pero presentan orificios o aberturas a través de los cuales brilla el fuego que aprisionan. Lo que nosotros denominamos cuerpos celestes no son otra cosa que el fuego que nosotros percibimos a través de estos orificios. La obstrucción de estos orificios produciría, según Anaximandro, los eclipses y las fases de la luna (Hipólito, I, 6, 4-5). Existen tres clases de anillos: el del sol, el de la luna, y el de los planetas y estrellas fijas. El sol es el más alejado (dista de la Tierra 27 radios), tras él la luna (18 radios) y bajo ellos las estrella fijas y los planetas (9 radios) [Aecio, II, 15, 6, Hipólito, I, 6, 4-5].
c) Origen de los animales y del hombre. Anaximandro enuncia una tesis evolucionista, mediante generatio aequivoca, sobre el origen de los animales. Los primeros animales surgen del fango que se iba secando merced al calor del sol y estaban recubiertos de una piel erizada y espinosa para protegerse del mundo circundante (Aecio, V, 19, 4). Con ello enuncia una tesis lamarquista-darwinista de la defensa de las especies frente a su medio ambiente y del cambio de la forma de las especies en virtud de los cambios producidos en ese medio. El cambio de las condiciones de vida (el cambio hacia el elemento seco) ocasiona la desaparición de la corteza que rodeaba a estos seres.
Por otra parte, los hombres y mujeres primitivos nacieron ya adultos. En el fango calentado por el sol se originaron unos peces o animales semejantes a los peces en cuyo interior se habían desarrollaron los hombres que permanecieron allí hasta la madurez (Censorino, 4, 7). Anaximandro fundamenta esta tesis en lo siguiente: el hombre si hubiese llegado al mundo en la forma que llega actualmente, no habría sobrevivido (Ps. Plutarco, Strom., 2). La argumentación de Anaximandro vendría a ser la siguiente: 1) Todos los seres pueden valerse por sí mismos tan pronto como nacen, excepto el hombre que necesita, en cambio, un largo período de cuidados maternos. 2) Los primeros hombres necesitarían una protección especial (biológica) que sustituyera los cuidados maternos actuales. 3) Si no hubieran tenido esta protección, la especie humana habría perecido. 4) Pero la especie humana no ha perecido. 5) Luego los hombres primitivos no llegaron al mundo en la forma que lo hacen actualmente.
4. La dinámica del cosmos en su segunda fase consiste en el retorno de todas las cosas al ápeiron. El propio sistema conduce a su destrucción y absorción en el ápeiron.
Los anillos de fuego, el del sol particularmente, mientras giran van determinando una evaporación del agua terrestre, que terminará por desecar la tierra (sofocando la vida que hay en ella) y recalentándola acabará con el propio aire que envuelve a los anillos. Se producirá así una especie de «muerte térmica del universo». En términos más modernos, se podría decir que el cosmos de Anaximandro lleva en su seno la muerte entrópica, su desaparición por la conversión de todo en calor, en fuego.
El cosmos de Anaximandro es un equilibrio —un orden, una entropía mínima—, pero un equilibrio inestable, porque no hay perfecta y constante retribución (según el criterio del racionalismo de grupo) de unos términos a otros. Por ello dice Anaximandro que el mundo es injusto (a5dikoV) y por ello (según el texto de Simplicio) las cosas vuelven de nuevo al ápeiron según el orden del tiempo (katà th>n toû crónou táxin).
§4. La pluralidad de mundos
La dinámica del cosmos de Anaximandro nos muestra que éste tiene un comienzo y un término. El ápeiron se nos presenta dialécticamente en el principio y en el fin del cosmos. Pero el principio es diferente de la idea de Nada y de creación, y el fin no significa aniquilación. Por ello el ápeiron se nos presenta como la conjunción de dos imposibilidades: a) la imposibilidad de un cosmos eterno, y b) la imposibilidad de la creación y aniquilación.
Ahora bien, si el cosmos no es eterno y la aniquilación del cosmos no es posible, entonces el fin del cosmos tiene que dar origen a nuevos mundos. Anaximandro concibe al ápeiron fuera del tiempo, pero íntegramente orientado hacia el cosmos. El cosmos en que estamos comienza y acaba, y el ápeiron da lugar a nuevos mundos que empiezan y acaban.
Pero la multiplicidad de los mundos puede ser entendida como simultánea o como sucesiva. Defienden la pluralidad simultánea San Agustín, Burnet, W. Capelle, y otros, sobre todo Kirk y Raven al manifestar que, en el caso de atribuir la multiplicidad de mundos a Anaximandro, la observación de nuestro mundo sugiere más la pluralidad simultánea (la multiplicidad de astros) que la sucesiva. Defienden la multiplicidad sucesiva de mundos Zeller y Cornford (Principium Sapientiae) quien demostró la falacia de muchos de los argumentos de Burnet y logró que la interpretación de Zeller gozara del favor general.
El principal problema que plantea la pluralidad de los mundos es su compatibilidad con el monismo, y San Agustín no dudó en contraponer el pluralismo de Anaximandro al monismo de Tales pues «creía (Anaximandro) que los principios de las cosas singulares eran infinitos y daban origen a mundos innumerables» (Civ. Dei, VIII, 2). Efectivamente, si el ápeiron da origen a infinitos mundos coexistentes en el tiempo (simultáneos), entonces no es posible incluir a Anaximandro en el monismo milesio. La unidad del ápeiron implica la unidad del cosmos, pero esta unidad quedaría rota con la multiplicidad simultánea de mundos singulares. Por lo tanto la pluralidad de mundos coexistentes rompería la unidad del ápeiron en cuanto ésta se funda por referencia al cosmos.
Sin embargo la multiplicidad sucesiva de mundos sí parece compatible con el monismo, pues la unidad del ápeiron se mantiene por referencia a la singularidad de cada mundo. La sucesión infinita de mundos puede ser entendida de dos maneras:
a) Como continuidad cósmica. La sucesión entre dos mundos es ella misma una continuidad cósmica. Pero si la sucesividad entre dos mundos sucesivos se mantiene en el plano cósmico entonces existe una continuidad ininterrumpida de cosmos. Ello conduce a la tesis de que, en realidad, no existe propiamente una pluralidad ni sucesiva ni simultánea de mundos (idea de continuo que habíamos atribuido a Tales de Mileto).
b) Como hiatos acósmicos (metakósmia). Entre mundo y mundo existirían hiatos extracósmicos (ápeiron). La idea de inter-mundia (metakósmia) es una idea límite de cosmos, que no podemos conocer en sí y por eso se nos presenta como indeterminado.
Pero la idea de metacosmia tampoco es incompatible con la de simultaneidad, en el caso de que la multiplicidad de mundos aislados constituye un cosmos que tiene como límite la idea de metacosmos.