sábado, 13 de enero de 2018

Augusto Progo de Lis Grecia Frente a Roma Historia de la Liga Aquea Libro I Arato de Sición

6.
 EL RETORNO DEL REY.
  
 Arato de Sición, el líder natural de los grupos aristocráticos peloponesios, aun permaneciendo desplazado del gobierno federal aqueo, no podía de forma alguna consentir que Cleómenes de Esparta, con sus ideas revolucionarias de reforma social, obtuviera la supremacía en el Peloponeso. Su experiencia política le hizo entender desde muy pronto, -quizás desde los primeros momentos de la guerra-, que el rey espartano representaba una energía popular que, si se desbordaba, se llevaría por delante todos los pilares en los que descansaba la estructura política y social que él mismo, desde hacía décadas, defendía. Es muy posible que al resistirse, en 228 y 227, a las ansias de Aristómaco de Argos y Lidíades de Megalópolis de enfrentarse en campo abierto con los espartanos, presintiese el desastre que podía producirse en el enfrentamiento entre el mediocre ejército aqueo y el ejército popular espartano, una auténtica nación en armas que los griegos, acostumbrados al empleo de mercenarios, no conocían desde hacía tiempo. La solución a la crisis debía encontrarse fuera de la Liga Aquea. De hecho, tanto Polibio como Plutarco trasmiten la idea de que Arato, a la búsqueda de salidas de la crisis provocada por las victorias del rey espartano, entabló conversaciones con el rey de Macedonia desde el mismo 227, seguramente tras la tumultuosa asamblea federal de Egio que le había desautorizado como estratego. Sólo Macedonia podía desplegar la fuerza necesaria para detener a Cleómenes, respaldado a su vez con el apoyo diplomático del reino de Egipto.
 La catástrofe de 225 empujó a Arato hacia la solución más drástica. Las conversaciones con el enemigo tradicional, Macedonia, debían convertirse en una colaboración efectiva a cualquier precio. Tras la muerte de Demetrio II en 229, justo antes del inicio de la guerra, había ocupado el trono Antígono Dosón. Durante los primeros años el nuevo rey macedonio mostró ante la guerra en el Peloponeso una actitud de cautela, esperando las oportunidades que aparecieran, la misma estrategia de prudencia que aplicaron los etolios. Arato, por su parte, fue abriendo con él vías de comunicación reservadas desde su retiro político. Pensaba, sin duda, en los peligros que para su propio grupo social representaba la revolución que Cleómenes había iniciado en Esparta. Pero también, y quizás sobre todo, en su propia posición de líder político en desgracia, necesitado de un golpe de efecto para volver al primer plano. Las aristocracias de todo el Peloponeso no podían menos que sentir temor ante Cleómenes, ni Arato aceptar que su propia posición como líder político del Peloponeso, su imagen como renovador de la unidad griega, fuera “usurpada” por alguien a quien consideraba un joven advenedizo.
 Los primeros pasos los había dado ya en 226, a través de Megalópolis, todavía bajo el impacto de la desaparición de Lidíades, que se veía dramáticamente enfrentada a la posibilidad real de ser ocupada y absorbida por su tradicional rival, Esparta. Una petición de ayuda de los megapolitanos a Antígono Dosón parecía razonable, por la larga tradición de colaboración de la ciudad con Macedonia, y una embajada de Megalópolis fue consentida por la asamblea aquea. Pero Arato trasmitió a los embajadores, encabezados por Cércidas, sus propias indicaciones reservadas. El secreto era vital, puesto que los macedonios eran rechazados en toda Grecia. De hecho, Arato continuó presentándose hasta el final como rival de Macedonia. Pero como Wiston Churchill diría ante el Parlamento británico en el verano de 1941, ...si Hitler invadiera el Infierno, tendría al menos una buena palabra para el Diablo. Bajo cuerda, Arato mostró a Antígono Dosón los peligros de una victoria de Cleómenes, que le permitiría controlar todo el Peloponeso y, aliado con los etolios, disputar a Macedonia la hegemonía en toda Grecia. Podemos tomar a Polibio, que sin duda usó la autobiografía, hoy perdida, de Arato, como voz de sus opiniones:
 Era evidente para todos que los aqueos no podrían sostener una guerra en dos frentes, pero era más evidente aún, para un buen observador [aquí sin duda Polibio se refiere a las opiniones de Arato], que “Cleómenes y los etolios, una vez vencidos los aqueos, no quedarían satisfechos ni iban a permanecer así como así: la avaricia de los etolios no se contentaría con alcanzar los límites del Peloponeso, ni tan siquiera los de Grecia, y el celo de Cleómenes, por su parte, su intención, de momento sólo era alcanzar el dominio del Peloponeso, pero una vez logrado pretendería la hegemonía de toda Grecia. Ahora bien: no le era posible alcanzarla si antes no destruía el imperio macedonio”. De modo que los embajadores solicitaban de Antígono Dosón una previsión de futuro, y que examinara sus propios intereses. Polibio, 2. 49
 La situación hizo crisis en la primavera de 224. Ante la defección de Corinto, y con el resto del territorio federal amenazado por el ejército espartano, una debilitada asamblea aquea pidió a Arato que volviera al poder. Para entonces sus conversaciones con Antígono Dosón eran ya públicamente conocidas. Al mismo tiempo Arato, que se encontraba en Sición, asediado por el ejército espartano, recibió la propuesta de Cleómenes de colaborar entre sí para mantener a los macedonios fuera del Peloponeso, la misma propuesta que Hitler presentó a un debilitado Churchill en junio-julio de 1940 contra la URSS. Cleómenes le ofrecía salvaguardar la Liga Aquea, reforzada por Esparta, y asegurar su propio porvenir con una importante oferta económica, a cambio de aceptar al rey espartano como estratego y líder de la federación. El origen de la oferta estaba en Egipto, que siempre había apoyado a Arato y a la Liga, pero que no podía permitir que Macedonia recuperara la hegemonía sobre el Peloponeso. Arato, como Churchill, no lo dudó. No toleraría que la Liga Aquea, su Liga, su obra de décadas, le fuera arrebatada. Autores griegos posteriores, como Plutarco, se dolieron de esa decisión.
 Perjudicó mucho este accidente a los negocios de Grecia, que hubiera podido reponerse de los males presentes y librarse de los insultos y codicia de los macedonios; pero Arato, o por desconfianza y temor de Cleómenes, o quizá por envidia a su no esperada prosperidad, dándose a entender que habiendo él hombreado por treinta y tres años sería cosa terrible que se apareciese de pronto un joven a arrebatarle su gloria y su poder, y a ponerse al frente de unos negocios que por él habían recibido aumento y que él había mantenido a la misma altura por tan largo tiempo. Plutarco, Arato
 Rápidamente Arato burló el bloqueo espartano y se presentó ante la asamblea federal aquea en Egio, con la propuesta de ofrecer a Macedonia la fortaleza de Acrocorinto a cambio de la alianza contra Cleómenes. Antígono Dosón, para el que la posesión del Acrocorinto significaba recuperar una posición de hegemonía en Grecia, se apresuró a confirmar el acuerdo. En el verano, tras burlar el bloqueo etolio de las Termópilas, que intentaba cerrarle el paso hacia Grecia, cruzando la isla de Eubea, un gran ejército macedonio, encabezado por el rey apareció frente a Corinto. Cleómenes se atrincheró allí, dispuesto a impedirle el acceso al Peloponeso, lo que consiguió durante algún tiempo, pero al poco estalló una rebelión en Argos, sin duda animada por los contactos e influencias que Arato conservaba en la ciudad. Las tropas aqueas, al mando del estratego Timoxeno, tomaron la ciudad e hicieron prisionero a Aristómaco, que fue ejecutado poco después entre torturas.
 La pérdida de Argos dejó a Cleómenes aislado de sus bases en Lacedemonia, y aunque se esforzó por recuperar la ciudad, al final tuvo que desistir y retirarse a Esparta. Todas las conquistas de los años 227-225 se perdieron inmediatamente. Corinto volvió a entrar en la Liga Aquea, y Antígono Dosón ocupó el Acrocorinto, conforme al acuerdo establecido con Arato. A partir de ese momento el ejército macedonio y los aqueos fueron recuperando las posiciones perdidas y bloqueando a Cleómenes en Esparta. En 223, tras ser nombrado el rey Antígono estratego de la Liga aquea, los aliados ocuparon Tegea y Orcómeno. Mantinea, acusada de traición, fue arrasada y sus habitantes vendidos como esclavos.
 Parece también que no pudo ser cosa griega lo que los aqueos ejecutaron con Mantinea, porque apoderándose de ella con las fuerzas de Antígono, a los más distinguidos y principales ciudadanos les quitaron la vida; de los demás, a unos los vendieron, y a otros los enviaron aprisionados con grillos a Macedonia, y a los niños y mujeres los esclavizaron. Del dinero que se recogió le dieron la tercera parte, y las dos restantes las distribuyeron entre los soldados macedonios... Plutarco, Arato

 Los aqueos levantaron cerca de las ruinas de Mantinea otra ciudad poblada por colonos a la que llamaron Antigonea, en honor de Antígono Dosón. En lo que quedó de campaña fueron conquistadas las ciudades arcadias de Herea y Telfusa.

 Las campañas de Antioco Dosón, 224-222
 Cleómenes, al no encontrar suficiente ayuda en Egipto, recurrió a medidas desesperadas, movilizando a los hilotas, los siervos espartanos, y atacó con violencia Megalópolis en el otoño, entregándola al saqueo de sus tropas después al no ser capaz de llegar a un armisticio con los megapolitanos, atrincherados con sus familias en las cercanías. Décadas de rivalidad y enfrentamiento no pudieron ser borrados. En 222 tuvo lugar el combate decisivo. Antígono avanzó hacia Esparta y Cleómenes le salió al encuentro en Selasia, cerca de la ciudad. El inevitable enfrentamiento, donde descolló un joven megapolitano llamado Filopemen, terminó con la completa victoria de la falange macedonia. Cleómenes huyó a Egipto, y Antigono Dosón entró en Esparta sin más resistencia. Fue restaurado el orden anterior, se llamó a los antiguos propietarios exiliados, y las reformas de Cleómenes fueron revocadas.
 El final de la guerra significó, fundamentalmente, la recuperación de la hegemonía de Macedonia sobre el Peloponeso, de una forma semejante a la que la Unión Soviética dominó gran parte de Europa Oriental tras la Segunda Guerra Mundial. Con el recobrado control de la fortaleza de Acrocorinto, y la obtención de Orcómeno como plaza fuerte en el interior de la región, los macedonios tenían abierto el paso hacia cualquier punto de la península. Corinto quedó también bajo la influencia macedonia, y fue separada de la Liga, lo mismo que Megara, aislada ahora del resto de la federación, que pasó a integrarse en la confederación beocia, bajo la protección de Macedonia.
 
 La Liga aquea en 222
 El rey macedonio se convirtió en protector de la Liga Aquea, que le dio todo tipo de honores y derechos, entre ellos el de poder convocar a la asamblea federal. La Liga, dejando a un lado la tradicional política de resistencia a la hegemonía macedonia, pasó a ser aliada de Antigono Dosón, apoyo que éste consolidó repartiendo grandes cantidades de dinero entre ciudades y líderes políticos. Décadas más tarde la liberalidad del rey era todavía recordada. Macedonia se aseguró también una amplia coalición de aliados por toda Grecia, en una reedición de lo que había sido la liga de Corinto en tiempos de su abuelo Demetrio Poliercetes. Egipto, cada vez más decadente, y gravemente amenazado por el reino seleúcida de Siria, no tenía ya capacidad de luchar por el control de Grecia.
 En 222 Arato podía pensar que había conseguido una gran victoria, al mantener la Liga Aquea indemne después de graves peligros. Sin embargo, en la tradición historiográfica griega posterior se oyen voces con una visión negativa de su actuación durante la década anterior:
 ...reprenden en Arato que, viendo a la república agitada con tan grande fluctuación y tormenta, se condujese como piloto que se amilana y abandona el timón, cuando hubiera sido justo que aun contra su voluntad permaneciera al frente de los aqueos y salvara la patria común, o si ya daba por perdidos los negocios y el poder de los aqueos, que cediera a Cleómenes, y no volver a condenar a la barbarie el Peloponeso con las guarniciones de los macedonios, no llenar el Acrocorinto de armas ilíricas y galas, ni hacer árbitros de las ciudades, bajo el blando nombre de aliados, a aquellos mismos [los macedonios] a quienes siempre había vencido como general y como hombre de estado, y de quienes habla con continuo desdén y vilipendio en sus memorias. Plutarco, Arato
 Estas ideas se generalizaron pronto en todo el mundo griego, y el prestigio de Arato se vio muy comprometido desde entonces, acusado de traicionar la causa de la libertad para sostener su propio poder con el apoyo de los enemigos tradicionales de Grecia, los macedonios. A pesar de todo, la actuación de Arato difícilmente podría haber sido otra. Después de 222 escribió unas memorias, en las que intentó justificar su actuación en la guerra. Aunque esa obra se ha perdido, podemos intentar reconstruir su contenido básico a través de los textos de Polibio y Plutarco. Arato desarrolló en su libro, fundamentalmente, toda su trayectoria como líder de la Liga Aquea.
 Arato, después que incorporó su persona y su ciudad en la Liga de los aqueos, se hizo apreciar de los magistrados, militando en la caballería, por su subordinación y obediencia; pues con haber puesto en la sociedad partes tan principales como su propia gloria y la fuerza de su patria, se prestó siempre a servir como cualquiera ciudadano particular bajo las órdenes del que ejercía la autoridad entre los aqueos, ora fuese de Dime, ora de Tritea, o de otra ciudad más pequeña... ninguna otra cosa anteponía al aumento y prosperidad de la Liga de los aqueos, porque creía que, siendo débiles las ciudades cada una de por sí, se salvaban unas con otras enlazadas con el vínculo de la utilidad común... Plutarco, Arato
 En sus memorias, además, presentó a los reyes macedonios, siempre dispuestos a extender su hegemonía, como los grandes rivales contra los que debía defenderse el proceso de unión de Grecia. Polibio, que también sigue las memorias de Arato, incide en la misma idea, permitiéndonos ver cuál fue su justificación para explicar la alianza anti natural con los macedonios de 224. Para ello, utilizó las acciones de la Liga Etolia como excusa para explicar su acercamiento a Macedonia. Aprovechó para ello el estado de guerra que existiría entre aqueos y etolios a partir de 221, nada más acabar la guerra con los espartanos. Presentó en sus memorias su política ante los etolios como guiada por la buena fe, explicando su alianza con ellos en 230 como un intento de formar un frente común griego frente a la amenazante expansión macedonia. Pero a continuación los presenta como traidores, que tramaban con los reyes macedonios y Cleómenes la destrucción de la Liga.
 Los etolios se llenaron de envidia: su injusticia y su avaricia eran congénitas. Abrigaron la esperanza de desunir las ciudades, tal como tiempo atrás habían desunido las de Acarnania en favor de Alejandro y habían intentado hacerlo con las aqueas en favor de Antígono Gonatas. Entonces les exaltaron esperanzas semejantes y tuvieron la osadía de aliarse con Antígono, a la sazón jefe de los macedonios y tutor de Filipo, todavía niño. Se aliaron también con Cleómenes, rey de Esparta: a ambos les dieron las manos. Polibio 2.45
 No podemos saber si este de punto de vista era real o no. No olvidemos que los etolios no intervinieron directamente, en ningún momento, en la guerra en el Peloponeso, fuera de las habituales expediciones de depredación que todos los griegos conocían desde hacía décadas. Pero Arato no escribía ya para los contemporáneos de la Guerra de Cleómenes, sino para los aqueos que se enfrentaban, desde 220, en una lucha sin cuartel a los etolios, y que podían aceptar sin reparos cualquier nota de infamia para sus enemigos.
 Suponían [los etolios] que si infundían a los lacedemonios odio contra el pueblo aqueo y lograban así hacerles colaboradores de sus planes atacando a los aqueos en el momento justo, ellos, los etolios, levantarían guerra contra los aqueos desde todas partes y les vencerían fácilmente. Y lo hubieran logrado con una rapidez lógica si en su planteamiento no se les hubiera pasado lo más importante: no atinaron que, en sus intentos, iban a tener a Arato por antagonista, hombre capaz de salirse de cualquier dificultad. Los etolios se lanzaron a intrigas y a manejos injustos, pero no sólo no lograron nada de lo que se habían propuesto, sino que, al contrario, consolidaron el mando de Arato y fortalecieron a la nación aquea. Arato, en efecto, mediante una hábil operación de distracción, les echó abajo todos los planes. Polibio, 2. 45
 Con lo cual Arato completa su argumentación: eran los traidores etolios los enemigos reales, y la alianza con Macedonia no podía entenderse como el reconocimiento de la hegemonía de los reyes macedonios, sino como una hábil maniobra para frustrar los planes etolios de destruir la Liga aquea y, por extensión, a la Grecia "civilizada". Estas ideas fueron aceptadas sin crítica por Polibio, aqueo él mismo, pero en el resto de Grecia la opinión fue distinta. Esta impresión se nos ha trasmitido en la obra de Plutarco. Para él, los actos de Arato no se guiaron por el interés de Grecia, por la defensa de su libertad, sino por su propia ambición de gloria y prestigio individual, negándose a aceptar la idea de que otro líder político, ahora Cleómenes de Esparta o antes Lidíades de Megalópolis o Aristómaco de Argos. Un expediente de veinte años como líder de los aqueos y más de treinta como político, hacen altamente improbable que hubiera pensado siquiera en ceder su posición a nadie, y menos que nadie a Cleómenes. De hecho, su retirada política en 226 fue coyuntural, y sus tratos con Antígono demuestran que estaba planeando su regreso. En segundo lugar, Arato era un representante de la aristocracia, y Cleómenes encarnaba una revolución social que los aristócratas de las ciudades aqueas no estaban dispuestos, de ninguna manera, a asumir. Enfrentados al dilema, entre preservar la autonomía de los griegos y defender su posición económica y social, no tuvieron ninguna duda, y su entusiasmo ante la llegada de los macedonios lo demuestra.
 Por último, para Arato la alianza con Macedonia no representaba nada nuevo. Su ciudad, Sición, mantuvo estrechas relaciones con Macedonia desde el siglo IV antes de Cristo. Él mismo, cuando siendo un joven de apenas veinte años urdía el regreso a su patria, buscó en la corte macedonia los apoyos necesarios. A pesar de décadas de guerra, los reyes macedonios, como los de Egipto, eran, para Arato y otros muchos aristócratas del Peloponeso, una clara opción cuando se hizo necesario un apoyo económico o militar con el que apuntalar el control político y social sobre sus ciudades. Quizás Arato, que ya desde 228 tenía un contacto diplomático directo con la República Romana, pudo llegar a pensar en atraerla a la política griega como contrapeso de Macedonia, de la misma forma que la intervención de Estados Unidos en 1943-1947 impidió la expansión del dominio soviético en Europa central y occidental, pero en 224 el aislacionismo romano respecto a los asuntos griegos era todavía total, y enfrentado al peligro inmediato representado por Cleómenes, Arato, como hubiera hecho Churchill con la Unión Soviética en su época de no haber podido contar con la alianza estadounidense, se vio obligado a ponerse en manos del viejo rival macedonio. La hegemonía macedonia sobre Grecia parecía así en aquel momento sólidamente afirmada, casi al mismo nivel que la que habían conseguido los reyes del siglo IV a. de C., cuando inesperadamente, en 221, durante una campaña punitiva contra unas tribus ilirias, murió Antígono Dosón. Le sucedió en el trono su hijo adoptivo Filipo V, hijo de Demetrio II, que tenía sólo 17 años de edad. Macedonia parecía condenada a un nuevo periodo de inestabilidad.

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