Los siglos vii y vi a. C. fueron, y no solamente en
Grecia, sino en gran medida también en la historia de toda la época antigua, un
período de desarrollo excepcionalmente impetuoso e intenso de las fuerzas
productivas. Precisamente en esta época se observan grandes adelantos en todas
las ramas de producción. Glaucos, de Quíos, inventó el procedimiento de
soldadura del hierro, y Recos y Teodoros, maestros de Samos, introdujeron en
Grecia el arte de la fundición, ya conocido en aquel tiempo en el Oriente. El
tratamiento caliente del metal, su fundición y templanza, eran conocidos
también en la época anterior, pero entonces la fundición se realizaba vertiendo
el metal líquido en pequeños moldes; las piezas de pequeñas dimensiones se
fundían íntegras. Con semejante procedimiento era imposible fabricar objetos de
gran tamaño; éstos se hacían remachándolos con martillo sobre un patrón de
madera, es decir, con un procedimiento aún muy imperfecto.
La época anterior tampoco había conocido la explotación regular de
minas. En la época homérica, en Grecia, no había minas de hierro o cobre y los
pedazos de metal se adquirían, por trueque, a los comerciantes orientales. En
la época a que nos referimos, las minas de hierro aparecieron en muchos lugares
de Grecia. El cobre se extraía principalmente de Chipre, Eubea y la Argólida.
Comenzó también una intensa extracción en otros yacimientos. El oro se extraía
en cantidad considerable de las islas de Sifnos y Tasos, de Tracia y también de
algunos lugares del Asia Menor; la plata se obtenía en el Ática de las minas de
Laurión y también de Sifnos, Tracia, Macedonia, Epiro y Lidia. Antes se suponía
que el estaño llegaba a Grecia importado desde España y el lejano norte de
Europa. Actualmente se han encontrado yacimientos y antiguas minas de estaño en
el mismo territorio griego, en las cercanías de Delfos, donde todavía seguía
extrayéndose, aunque en cantidades insignificantes, durante la época bizantina.
Por lo visto el estaño era obtenido también en Tracia. Para el tratamiento del
mineral fueron inventados pequeños hornos. Samos, Cnosos, Corinto, Calcis,
Laconia, Egina y Lesbos se erigieron en centros principales de la metalurgia
griega.
Se observó también un considerable progreso en la producción de
tejidos. El hilado y el tejido en la Grecia temprana habían sido
predominantemente una producción doméstica, en la cual el trabajo fundamental
era realizado por las esclavas bajo la supervisión del ama de casa. Sin
embargo, ya en la Grecia homérica eran apreciados los tejidos finos, obra de
artífices fenicias (de Sidón). La difusión del lujo en la vida de la
aristocracia de Jonia, que imitaba las costumbres de Lidia, originó la demanda
de ricos tejidos purpúreos y de otros colores, lo que a su vez contribuyó a la
aparición de talleres textiles que trabajaban para el mercado.
La población del litoral griego del Asia Menor, igual que Frigia y
Lidia, se ocupaba de la ganadería ovina. Tenían fama especial las ovejas de
Mileto por la suavidad de su lana. En la época a que nos referimos se
desarrolló mucho el arte de batanar. El teñido de los tejidos se hacía con
diferentes procedimientos. En la isla de Creta se empleaba el zumo de una
planta local. Los moluscos purpuríferos que abundan en las cercanías de las
costas del Asia Menor eran empleados en gran escala para teñir tejidos. Los
tejidos de color para la vestimenta y las alfombras de Mileto tenían salida en
todo el litoral mediterráneo, hasta sus confines occidentales. La producción
textil que se desarrolló en Samos competía exitosamente con Mileto en la
fabricación de telas de color. El tirano de Samos, Polícrates, invitó con este
fin a los artesanos de Mileto y del Ática e importó ovejas famosas por su lana.
Entre otros centros de la producción textil, más tarde se destacó Megara. Pero
allí se fabricaban telas y ropas groseras que eran vendidas a la parte menos
acomodada de la población de las ciudades griegas.
La fabricación de tejido de lino no tuvo en esta época gran difusión
en Grecia. Se prefería importarlos de Egipto. La isla de Amorgos, famosa por
sus finos tejidos de lino, era un excepción.
Alcanzó un particular desarrollo en muchas ciudades, ante todo en
Atenas y Corinto, la producción de cerámica. Servía para satisfacer la demanda
más variada. Se empleaba tanto como recipiente para el transporte y
conservación de vinos y aceite de oliva, como para toda clase de vajilla,
vasijas de tocador, estatuillas de terracota, tejas, cráteras artísticamente
pintadas, en las cuales a veces se representaban escenas que describían las
condiciones de trabajo en los talleres de cerámica. Una curiosa escena aparece
representada en una vasija de figuras negras. El dueño del taller está sentado,
en una mano sostiene una copa y con la otra amenaza a un esclavo que escapa con
tres copas. Otro esclavo examina una vasija recién cubierta con laca; a su lado
hay un pote con laca y pincel. No presta ninguna atención a una escena que, por
lo visto, le es familiar: un hombre, quizá también un esclavo, castiga con un
látigo a otro esclavo, colgado del techo de una pierna y un brazo. Esta escena
reproduce muy elocuentemente las condiciones de trabajo de los esclavos en un
taller de cerámica.
Corresponde señalar que el desarrollo de la producción de cerámica
seguía no tanto la vía de la aplicación de nuevos procedimientos técnicos o de
creación de nuevas formas en las vajillas, cuanto la vía del crecimiento
cuantitativo de la producción en muchos talleres y de la elevación de la
calidad artística de los dibujos. También otros oficios artesanales se
desarrollaron ampliamente.
Con el desarrollo de las ciudades como centros artesanales,
comerciales y políticos, surgieron nuevas necesidades edilicias que las murallas
ciclópeas ya no satisfacían. Aunque en la construcción de viviendas
particulares las formas cambiaron relativamente poco y el material empleado
—madera y adobe— era el mismo de antes, en la construcción de los templos y
edificios públicos se crearon no solamente nuevos tipos arquitectónicos, sino
también una nueva técnica.
Antiguamente, la madera era el material básico en la construcción de
los templos y edificios públicos. En el siglo vii
los templos ya se construían con adobe, aunque las columnas se hacían de
madera. En los primeros templos de piedra se utilizó la caliza. Sólo a finales
del siglo vi comenzó a emplearse
el mármol, mas no en calidad de material básico, sino para la ornamentación.
La forma poligonal característica de la época micénica se conservó en
la construcción de las murallas alrededor de las ciudades y de los muros de
sustentación de las terrazas. Para los templos, la piedra se tallaba en forma
de paralelepípedo rectangular. En el siglo vi
la construcción se hizo más racional, ya que las muescas entre las piedras no
se colocaron una sobre otra, gracias a lo cual se consiguió mayor resistencia y
estabilidad. Las paredes de los templos se revistieron con estuco y se
pintaron. Las columnas se componían de varios cilindros y con frecuencia se
hacían monolíticas. El proceso de la construcción se dividía en una serie de
operaciones: se extraía la piedra de las canteras, se la sometía a un
tratamiento previo, se la transportaba al lugar de la construcción y allí se
tallaba definitivamente con el escoplo, la escofina de escultor, muchas clases
de cinceles y una sierra sin dientes para piedras duras. Jercifronte, el
constructor del templo de Artemisa en Efeso, inventó un dispositivo especial en
forma de marco biciclo para el transporte de bloques y columnas.
Mucho menos notable fue el progreso técnico en la agricultura. Esta se
consideraba entre los griegos como una ocupación honrosa en los siglos vii-vi
a. C., producía ingresos seguros y las personas vinculadas con la tierra,
especialmente los grandes terratenientes, en muchos lugares conservaban una
posición dirigente en la vida política. No obstante, la técnica de la
agricultura quedó en un estado relativamente primitivo. En todos los lugares,
los campos se subdividían en dos partes: una estaba sembrada y la otra quedaba
en barbecho; esta parte se abonaba, se araba tres veces y en otoño se hacía la
siembra, dejando la primera parte en barbecho; es decir, la rotación era
bienal. El arado era de estructura muy sencilla, sin reja metálica. La tracción
la efectuaban bueyes, o con menor frecuencia, mulas. Los terrones eran
desmenuzados con azadas, se segaba con una hoz curva y trillaba en la era,
utilizando a los vacunos como fuerza de tracción. Se cultivaba mayormente
cebada y escanda. En los terrenos más fértiles, especialmente en las colonias,
se cultivaba trigo. En las grandes propiedades, el grano no se trituraba ya con
molinos de mano, sino en grandes molinos cuyas muelas eran accionadas por
burros, mulas o esclavos que trabajaban bajo el látigo de los guardianes.
Entre los cultivos especiales, el del olivo, muy poco desarrollado en
la Grecia homérica, en los siglos vii-vi adquiere una creciente difusión,
particularmente en el Ática, donde el aceite de oliva era un importante
artículo de exportación. El cultivo del olivo en Atenas era fomentado con
medidas legislativas. Sin embargo, el nombre griego pentacosiomedimnos (medimno
era una medida de cuerpos áridos) demuestra que también en el Ática la
agricultura ocupaba un lugar mucho más importante que la olivicultura, ya que
esa denominación correspondía a la primera clase, según el censo de su fortuna.
La ganadería estaba menos desarrollada que la agricultura. El consumo
de carne por la mayoría de la población disminuyó en las ciudades griegas. La
carne se comía principalmente en los banquetes que eran acompañados de
sacrificios. De ahí proviene que el acto de matar animales domésticos se llame
«sacrificarlos». La carne se sustituía por el pescado. El lago Copais, en
Beocia, era famoso por sus anguilas. Además de carne y pescado, los griegos,
especialmente los atenienses, consumían gran cantidad de hortalizas y verduras
que se cultivaban en las afueras de las ciudades. Mas en la fuentes de
información nada se dice acerca de una horticultura metódica.
Paralelamente con el desarrollo de la técnica en los medios de
producción aumentó la división del trabajo. El trabajo rural (agropecuario) se
separa del trabajo urbano (artesanía); se especializan los trabajos
artesanales. Así en la metalurgia se diferencian las especialidades del herrero
y del fundidor; en la cerámica, las de los alfareros y de los artistas pintores
de las vasijas, etc. Al mismo tiempo, se observa la especialización de las
ciudades en diferentes industrias. En Mileto, por ejemplo, se concentró la
industria textil, en Corinto la de corazas y cerámica, en Calcis la de
armamentos, etc. Los artesanos en estas ciudades trabajaban contando con amplia
demanda para su producción.
La aparición en todas partes de monedas y sistemas generales de pesas y
medidas demuestra el desarrollo de la producción mercantil y del comercio en
los siglos vii-vi a. C. En esta época, en la
Grecia continental, se difundieron dos sistemas de pesas y medidas: el euboico
y el egineta. El sistema euboico tomaba por unidad el peso de un pie cúbico de
agua, correspondiente a 26,2 kilogramos; una vez y media el volumen de estos
cubos constituía la unidad de medida de los líquidos, el metrete, igual a 39,3
litros; el volumen de los cubos era la medida de los áridos, el medimno, igual
a 52,4 litros. La base del sistema de pesas era el talento. El talento era
también la base del sistema monetario. El talento euboico pesaba 26 kilogramos,
el egineta 37. Tanto uno como otro se dividían en sesenta minas, la mina en
cien dracmas o cincuenta estáteras y el dracma en seis óbolos. En la reforma
monetaria de Solón, que hizo adaptar a Atenas el sistema euboico, se nota la
tendencia al aumento del peso del dracma ático, que a mediados del siglo vi a. C. alcanzó a 4,36 gramos. De
otros sistemas monetarios merece mención el de Corinto: la estátera corintia se
dividía no en dos, como la euboica-ática, sino en tres dracmas (de 2,78 a 2,91
gramos). El sistema corintio estaba difundido en todas las regiones vinculadas
económicamente con Corinto: Italia, Sicilia, la Calcídica. (Corcira, por
rivalidad con Corinto, estableció su propio sistema monetario.) El sistema
egineta conservó su posición en el Peloponeso, la Grecia central y muchas islas
(Rodas entre ellas), hasta mediados del siglo v
a. C.
Con la aparición de la moneda como medida de valor, la circulación
monetaria se hizo cada vez más amplia en la vida económica. Es muy ilustrativo,
en este sentido, el hecho de que al mismo tiempo fue desapareciendo la
costumbre de colocar en los sepulcros el oro y las alhajas. No obstante,
grandes cantidades de oro y plata, en forma de donaciones, continuaron
afluyendo a los tesoros de los templos, desapareciendo de este modo de la
circulación.
En los siglos vii-vi a. C., las ciudades griegas de
las costas del Asia Menor fueron las ciudades comerciales más prósperas de
Grecia. Mileto ocupaba indiscutiblemente el primer lugar. Entre otras ciudades,
desde mediados del siglo vii se
destacó Egina, cuyos habitantes, debido a la poca fertilidad de su isla,
tuvieron que dedicarse al comercio. En manos de los comerciantes eginetas se
concentró un amplio comercio intermediario. Después de Egina se destacó
Corinto, gracias a su favorable ubicación en el cruce de los caminos que iban
del Peloponeso a la Grecia Central y de las vías marítimas del Oriente al
Occidente. Hacia comienzos del siglo vii
Corinto entabló relaciones comerciales con el Occidente y con las regiones
centrales de Iliria. A mediados del mismo siglo, los comerciante corintios
chocaron con la competencia de los habitantes de su propia colonia Corcira, y
en el año 664, entre las flotas de ambos Estados, se produjo el primer combate
naval en la historia de Grecia. Hacia el siglo vi,
en el Occidente, adquirieron importancia como grandes centros de producción
artesanal y de comercio varias de las que primitivamente habían sido colonias
puramente agrícolas, tales como Siracusa, Tarento, Síbaris. En el transcurso
del siglo vi fue creciendo
gradualmente la importancia de Atenas. Sin embargo, hasta finales del siglo vi y principios del v Corinto no había sufrido aún la
competencia de Atenas y mantenía con ésta relaciones amistosas.
Debido al crecimiento del comercio y de las relaciones comerciales, se
desarrollaron rápidamente la navegación y el arte naval. Una serie de
innovaciones técnicas permitió alargar considerablemente la temporada de
navegación. En el siglo viii
a. C. los marinos navegaban poco más de dos meses en el transcurso de todo
el año, y en el siglo vi la
temporada se alargó hasta siete y ocho meses por año. En esta época comenzaron
a realizarse construcciones portuarias especiales. Se atribuye a los habitantes
de la isla de Samos la construcción del muelle más grande, aunque no del
primero. Los corintios hicieron un canal a través del istmo de Léucade (mejor
dicho, limpiaron de arenas el estrecho que separa a la isla de Léucade del
continente), para permitir el paso de naves. El tirano corintio Periandro tuvo
la intención de unir con un canal las aguas del golfo Sarónico con las del de
Corinto, pero se limitó a la construcción en el istmo del dioicos, una vía de
madera por la cual pasaban las naves sobre ruedas de un golfo al otro.
En comparación con las vías marítimas, las terrestres tenían una
importancia secundaria y, además, limitada. Eran una excepción los magníficos
caminos del Asia Menor que unían las ciudades griegas del litoral con Sardes y
los mercados orientales más lejanos. En la Grecia europea, dividida por cadenas
y estribaciones montañosas que corren en varias direcciones, las regiones
estaban frecuentemente unidas nada más que por estrechos senderos, por los
cuales el transporte de mercancías era sólo posible a lomo de burro y de mula.
Para apreciar el cuadro de la economía de Grecia en su conjunto, debe
tenerse presente que sus diferentes regiones se desarrollaban de forma
desigual, tanto en la época que describimos como en las posteriores.
Simultáneamente con las ciudades donde tempranamente comenzaron a desarrollarse
la artesanía y el comercio, un número considerable de regiones griegas
continuaron manteniendo su carácter predominantemente agrícola. En tal estado
se encontraban la mayor parte del Peloponeso, la Grecia central y la
septentrional. Estas regiones habían experimentado muy poco la influencia de la
circulación monetaria, y en ellas la economía natural se veía desplazada muy
lentamente por las reformas más modernas de la vida económica.
Es esencial anotar una circunstancia más en la descripción del
desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción surgida
de las mismas en este período de la historia griega. Los nuevos instrumentos de
trabajo que aparecieron en esta época continuaron existiendo sin cambios
perceptibles hasta el fin de la época antigua. Nos estamos refiriendo, por
ejemplo, a las herramientas de herrería o al surtido mucho más amplio del
instrumental de carpintería, que conocemos por las pinturas de las vasijas. Ni
el período helénico, ni el romano, introdujeron en principio nada nuevo en esta
materia. En la única imagen conocida por nosotros, en una vasija llamada «de
Megara», del período helénico, que se encuentra en el museo de Louvre y que
representa una herrería, no aparece ningún instrumento que no fuera ya conocido
en la época arcaica.
Casi lo mismo se observa en el desarrollo de una rama de la técnica de
tan excepcional importancia para los griegos antiguos como la del arte naval.
Los pequeños navíos de fondo plano, que no eran más que botes, en los siglos vii-vi
a. C. fueron sustituidos por barcos más grandes y más rápidos, construidos
con maderas especiales. Se estableció la diferencia técnica entre los buques de
guerra y los cargueros o mercantes. Los primeros, llamados penteconteres (es
decir, barcos con cinco filas superpuestas de remeros), se construían más
angostos, con proas revestidas de metal, y su marcha dependía menos de las
velas que de los cincuenta remeros; los barcos mercantes se hacían más anchos y
se movían especialmente a velas. A finales del período arcaico se inventaron
costosas trieres o trirremes, con doscientos remeros distribuidos en tres
pisos. En esto, propiamente dicho, se detuvo el desarrollo de la técnica naval
antigua, por cuanto los períodos helénico y romano, según la opinión de los
especialistas, no trajeron en principio ninguna innovación esencial.
La historia de la técnica antigua proporciona ejemplos aún más
patentes. Algunos procedimientos técnicos inventados en los siglos vii-vi
fueron luego olvidados durante lapsos prolongados, renaciendo sólo mucho más
tarde. Tal, por ejemplo, fue el destino de los moldes de piedra para estampado
y fundición de piezas de metal, bien conocidos en el período arcaico. En los
siglos v y iv quedaron fuera de uso. Se llega a esta conclusión, en
primer término, por la total ausencia de hallazgos correspondientes, y en
segundo término, porque aun en las piezas de a pares, como los aros y
pendientes, de épocas posteriores, siempre volvieron a aparecer y se
difundieron ampliamente en la época helénica.
El desarrollo de las fuerzas productivas en la Grecia de los siglos vii y vi
a. C. adquirió ritmos tan acelerados, que se creó un cuadro de brusca
crisis, como no se observa igual ni siquiera en el período helenístico,
señalado por toda una serie de innovaciones técnicas.
Los cambios de las técnicas de la producción no pudieron
dejar de conducir a los cambios correspondientes en las relaciones de
producción, por cuanto «el modo de producción de la vida material condiciona el
proceso de vida social, política e intelectual en general». De este modo los
grandes cambios en los métodos de producción debieron inevitablemente provocar
una reestructuración social y política total.
Precisamente la reestructuración de esta índole, debida al desarrollo
de las fuerzas productivas y a las nuevas relaciones de producción, se produjo en
la vida social y política de todas las ciudades progresistas de Grecia en los
siglos vii y vi a. C. En esta época, las
instituciones gentilicias arcaicas se habían erigido en armas del dominio de la
aristocracia gentilicia; siendo ésta un fenómeno manifiestamente caduco, se
alzaba como un obstáculo en el camino del ulterior desarrollado libre de las
fuerzas de producción y de las nuevas relaciones; frenaba este proceso. Pero
aun siendo la representante de las fuerzas caducas de la sociedad griega, se resistía
desesperadamente al advenimiento de las nuevas fuerzas sociales, engendradas
por las relaciones esclavistas en desarrollo. En el curso de la lucha se
produjo el paso de las viejas formas de la organización económico-social a las
nuevas, desde la sociedad todavía vinculada a muchos resabios de la estructura
gentilicia, hacia la sociedad clasista esclavista y el Estado; un paso de
indiscutible progreso, por cuanto la estructura esclavista era un paso adelante
en comparación con la sociedad gentilicia primitiva. Las relaciones de
producción esclavista determinaron el desarrollo ulterior de las fuerzas de
producción, crearon mayores posibilidades para el desarrollo de la técnica en
muchas ramas de la economía de la antigua Grecia.
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