«Yo escribí el decreto para tu
vuelta a la patria, y en junta lo propuse: obra fue mía y así, formalizado el
decreto, realicé esta obra».
Estos versos, un dístico
elegiaco, son de Critias, quien fue identificado como genio del mal: su memoria fue borrada hasta donde fue posible,
especialmente sus escritos. Simbólicamente los atenienses borraron incluso de
la lista de los arcontes el nombre de Pitodoro, bajo cuyo arcontado (404/403)
Critias había gobernado; ese año fue denominado «anarquía».[916] Sin
embargo, no se consiguió la completa supresión de sus escritos, como por lo
general no se consigue tal eliminación ni siquiera en épocas de férrea censura.
Platón, sobrino de Critias y en un principio favorable a su gobierno, no honró
su memoria. Jenofonte, en su «diario de la guerra civil»,[917]
relata sin benevolencia los actos de gobierno y busca además, indirectamente,
pasar por secuaz, estrictamente hablando, del antagonista de Critias, Terámenes
(como tantos, después del final del infausto régimen), aunque guarda consigo y
saca partido a los escritos del genio del
mal: imita la Constitución de los
espartanos, donde inserta el diálogo sobre el ordenamiento ateniense[918]
(que, así, ha llegado hasta nosotros, y no por casualidad, entre las obras de
Jenofonte). Se sabe —ya lo hemos recordado— que en el siglo II d. C.
Herodes Ático, exponente destacado de la llamada «Segunda sofística», «exhumó»
obras de Critias consideradas perdidas e impulsó su relanzamiento. Pero ya
Plutarco (siglo I d. C.) leía las elegías de Critias, y obviamente,
en el siglo siguiente, en los tiempos de Herodes Ático, las leían también
Hefestión el gramático (en el capítulo «Sobre la sinéresis») y Ateneo cita un
buen trozo en los Deipnosofistas.
A Plutarco («Vida de Alcibíades»,
cap. 33) debemos estos dos versos, procedentes de una elegía de Critias, sin
duda dirigida a Alcibíades: «El decreto para el retorno de Alcibíades», escribe
Plutarco, «había sido aprobado antes [es decir, con anterioridad a que
Alcibíades efectivamente volviera a Atenas] y lo había presentado y sometido a
votación Critias, hijo de Calescro, como él mismo lo ha dicho en versos, en las
elegías, allí donde rememora a Alcibíades el favor realizado, y se expresa de
este modo: Yo escribí el decreto para tu
vuelta, etc.».
En estos versos, Critias se
dirige directamente a Alcibíades («el decreto para tu vuelta a la patria»): lo apostrofa como si estuviera presente.
¿Se debe pensar, entonces, que ambos estaban en Atenas en ese momento, y que la
situación concreta en que aquellas palabras se dirigen de uno a otro deben
identificarse con el contexto de un banquete? Ayuda, acaso, otro fragmento
elegiaco de Critias, también éste dirigido a Alcibíades, que debemos a
Hefestión. Nos ha favorecido una peculiaridad métrica. Dice en efecto Hefestión
en el capítulo «Sobre la sinéresis» que el fenómeno por el que dos sílabas
breves valen como una «es raro en versos hexamétricos, como por ejemplo en
Critias, en la Elegía a Alcibíades».[919]
Cita, en este punto, dos dísticos, el primero del cual es: «Y ahora coronaré al
hijo de Clinias, ateniense, Alcibíades, loándolo de un modo nuevo»; el segundo
explica por qué el dístico anterior no podía ser compuesto en un hexámetro y un
pentámetro, sino que está compuesto, excepcionalmente, de un hexámetro y un
pentámero yámbico:[920] «tu nombre Ἀλκιβιάδης no puede, en efecto,
adaptarse al pentámetro, y por eso ahora se encontrará, sin violar el metro, en
un verso yámbico».
No aburriríamos al lector con
cuestiones de prosodia y de métrica griega si no tuviéramos aquí un doble
testimonio precioso. La escena aquí representada es, en efecto, la del
banquete, en el curso del cual Critias se dirige a los presentes —entre los
cuales está obviamente Alcibíades— y anuncia que «coronará» a éste. Además,
Hefestión cita con exactitud «en la elegía a Alcibíades» y testimonia con ello
que los dos fragmentos elegiacos de Critias dirigidos a Alcibíades pertenecen a
la misma composición. Por tanto se deduce que Critias se dirige, con sus
versos, a Alcibíades regresado del exilio y lo corona (probablemente en el contexto
de un banquete). Es decir, que Critias está en Atenas en 408, cuando Alcibíades
regresa; y probablemente la elegía surgió en el contexto del regreso de
Alcibíades y de los solemnes festejos que en esa ocasión se produjeron, de los
que Plutarco da cuenta en el mismo contexto.
Pero dos años más tarde (406),
cuando tiene lugar el monstruoso proceso contra los generales vencedores en las
Arginusas, Critias ya no está en Atenas, está «en el exilio» en Tesalia, como
le reprocha Terámenes en el tan duro como ineficaz discurso que Jenofonte le
hace pronunciar en su Diario de la guerra
civil: «Cuando sucedían esos hechos [los juicios], él no estaba aquí sino
en Tesalia, con Prometeo, instaurando la violencia popular y armando a los
penestes contra los jefes.»[921] Se ha exiliado para evitar el
juicio a que quería someterlo Cleofón. (En el ínterin, después de Noto, se
exilió también Alcibíades). Es cierto que Critias desaparece de Atenas después
de 408 y que sólo vuelve con la capitulación de abril de 404, cuando una de las
cláusulas impuestas por Esparta fue, precisamente, «el regreso de los
exiliados», gente por lo general condenada o que había huido de las condenas
por delitos políticos de alguna clase.
Pero si, en la loa —con la
elegía— a Alcibíades, al coronarlo, Critias le recuerda que el decreto para su
regreso lo había presentado él, ¿a qué decreto se refiere y cuándo lo hizo
votar «en presencia de todos» (ἐν ἅπασι)?
Critias, que en 415 había sido
denunciado por Dioclides como uno de los responsables de la mutilación de los
hermes, pero había sido exculpado gracias a la delación de Andócides y había
permanecido al margen de la política, en 411 —cuando tenía ya cuarenta años—
fue, junto a Calescro, su padre, uno de los jefes más activos de la oligarquía
de los Cuatrocientos.[922] Sin embargo, a pesar de ser sospechoso de
figurar entre quienes se disponían a acoger, por sorpresa, a los espartanos en
el muelle de Eetionea, Critias consiguió no verse implicado en el cambio de
bando de Terámenes, cuando éste se volvió patriota, liquidó a los jefes
abiertamente filoespartanos de los Cuatrocientos (Antifonte y Artitarco in primis), desenfundó la lista de los
Cinco Mil ciudadanos de pleno derecho y consideró que podía mandar largo tiempo
en una Atenas regida por un sistema político moderadamente oligárquico o, como
dice Tucídides, «mixto».[923] Fue desconcertante el cambio de
Critias, no menos que el imprevisto viraje de Terámenes. El hijo de Calescro,
el «terrorista» probablemente corresponsable de la bravata de los hermes
mutilados con la intención de consternar a la mojigatería democrática, ahora se
ponía, de un día para otro, al servicio de Terámenes. Eso es lo que da a
entender la noticia contenida en la Elegía
a Alcibíades. Con esos versos Critias se reivindica como autor del decreto
para el regreso de Alcibíades; y del relato casi periodístico de Tucídides
sobre el golpe de Estado de 411 sabemos también con exactitud cuándo sucedió:
inmediatamente después de la deserción de Eubea y el consecuente derrocamiento
de los Cuatrocientos, al día siguiente del desenmascaramiento de la maniobra
urdida en Eetionea. Se suceden en esos días una serie de asambleas, mientras huyen
los jefes más comprometidos; el poder pasó a los Cinco Mil (que se convirtieron
en el nuevo cuerpo cívico, en lugar de los cerca de treinta mil) y «es cuando
parece, al menos en mi tiempo», escribe Tucídides, «que los atenienses han
tenido mejor gobierno»,[924] porque el ordenamiento político fue de
tipo «mixto» («equilibrio [ξύγκρασις] del principio oligárquico y del
democrático» lo llama). En ese «feliz» momento —prosigue— «decretaron que
volvieran Alcibíades y sus compañeros de exilio», y además enviaron mensajes a
la flota ateniense en Samos, que había permanecido irreductiblemente hostil a
los oligarcas, exhortándolos a «proseguir gallardamente las operaciones bélicas
(ἀνθάπτεσθαι τῶν πραγμάτων)».
Por tanto Critias presenta en ese
momento, bajo la égida de Terámenes —el nuevo dueño de la situación en Atenas—,
la propuesta, el decreto para el regreso de Alcibíades «y sus compañeros de
exilio».[925] No puede ser otro que el decreto del que Critias se
jacta en la Elegía a Alcibíades. ¿Fue
un decreto ad personam o acumulativo
(quizá para otros condenados por los mismos delitos sacramentales)? El hecho de
que el decreto lo haya debido presentar materialmente el propio Critias —que
cuatro años antes había sido imputado por los mismos delitos— es una de las
muchas «obras maestras» de Terámenes (podía ser peligroso someter a votación la
nulidad de una condena por delito sacramental). ¿Dónde tuvo lugar la votación?
Critias, en la elegía, dice «en la junta» (ἐν ἅπασι), pero obviamente no puede
sino referirse a los Cinco Mil reunidos en asamblea, como cuerpo cívico y como
órgano deliberante. Hábilmente, en 408, cuando ya había sido restaurada
(410/409) la democracia tradicional y el cuerpo cívico volvió a ser el de
siempre (los teóricos treinta mil ciudadanos de pleno iure), dice «en la junta», sin precisar más: porque, en 408,
ese cuerpo cívico de cinco mil no era ya un órgano legítimo. Además, él había
actuado a las órdenes de Terámenes,[926] quien en cambio con el
regreso de Alcibíades, nuevo dueño de la situación en Atenas, había pasado a
una segunda o tercera fila.
[916]
Helénicas, II, 3, 1. <<
[917] Helénicas, II, 3 y 4. <<
[918] Cfr., más arriba, Introducción, cap. I, n.º 24.
<<
[919] Hefestión, 2, 3 (= 88B4 Diels-Kranz): ἐν τῇ εἰς Ἀλκιβιάδην
ἐλεγείᾳ. <<
[920] Primer ejemplo de estrofa «pitiyámbica». <<
[921] Helénicas, II, 3, 35-36. <<
[922] [Demóstenes], Contra Teócrines, 67: «Critias y sus
cómplices se aprestaban a acoger a los espartanos en el muelle de Eetionea».
Erróneamente los modernos ignoran este indiscutible testimonio. Según Libanio (Hipótesis),
«la mayoría pensaba que el autor del discurso era Dinarco». <<
[923] Tucídides, VIII, 97, 2. <<
[924] VIII, 97. <<
[925] Tucídides, VIII, 97, 3: ἐψηφίσαντο δὲ καὶ Ἀλκιβιάδην καὶ ἄλλους
μετ᾿αὐτοῦ κατιέναι. <<
[926] Diodoro, XIII, 42, 2 y Cornelio Nipote, Vida de
Alcibíades, 5, 4 indican únicamente a Terámenes como promotor del regreso
de Alcibíades. Detrás de Diodoro, en este libro, está sin duda Éforo. Las
palabras usadas por éste (con frecuencia Diodoro lo transcribe al pie de la
letra) son muy interesantes: «aconsejó al pueblo que hiciera volver a
Alcibíades (τῷ δήμῳ συνεβούλευσε κατάγειν τὸν Ἀλκιβιάδην)». Por tanto ha
apoyado, en la asamblea, la propuesta, evidentemente formalizada por otro, es
decir por Critias, quien por ello en la elegía dice que «sobre esta obra [el
regreso de Alcibíades] está la σφραγίς [el sello] de mi lengua». Las
palabras del decreto eran las suyas, Terámenes había apoyado la iniciativa,
y eso había sido decisivo. Por eso Cornelio Nipote dice, no menos puntualmente
que Eforo-Diodoro: «postulador Terámenes». Todas las demás interpretaciones de
la palabra σφραγίς en este verso de Critias corren el riesgo de quedar fuera de
lugar. Es evidente, por otra parte, el guiño culto (la referencia a la σφραγίς
de Teognis), que un «gran señor» como Alcibíades, instrumentalmente amigo del
pueblo pero que íntimamente despreciaba la democracia, podía percibir y
apreciar con facilidad. <<
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