Al justificar su pasado ante los
espartanos, Alcibíades distingue entre el «esquema tradicional», es decir, la
vieja constitución surgida tras la caída de los tiranos y que había permitido
la grandeza y la libertad de Atenas, y la posterior hegemonía del demo (demokratia), aceptada como una fatalidad,
que «nosotros los sensatos» —así se expresa— sabíamos que era, según lo sabe
todo el mundo, una verdadera locura.[367] Éste es uno de los textos
en los que aflora con mayor claridad la distinción entre demo como valor
positivo, en cuanto antítesis de la tiranía, y «democracia» como forma
degenerativa y, para usar la imagen de Alcibíades, «enloquecida» del régimen
popular. Es un texto en el que claramente demokratia
porta toda su carga de negatividad originaria.
Todo hace pensar que, en
realidad, demokratia nació como
término polémico o violento, acuñado por los enemigos del demo.[368]
No es casualidad que, en el siglo V, los usos más abundantes del término
sean los hostiles y despreciativos, que aparecen en la Athenaion Politeia y en el discurso de Alcibíades a Esparta, o los
cautelosos y restrictivos del epitafio de Pericles.[369] Se puede
observar también que demokratia es
una palabra relativamente tardía —antes que en el anónimo aparece en un par de
ocasiones en Heródoto—,[370] y que el uso del término sigue siendo
cauto en autores que, como por ejemplo Aristóteles, no se sitúan en una
posición rígidamente oligárquica. Por tanto, no se ha desactivado, con el uso,
el valor pleno de ambos términos, demos
y kratos, que lo componen. Hablamos
evidentemente de demokratia como
palabra ya formada, no del uso separado, quizá dentro del mismo contexto, de
sus dos términos constitutivos. La famosa «mano poderosa del pueblo» de Las suplicantes de Esquilo (v. 604)
forma parte de la «prehistoria» de demokratia,
y alude al soberano escrutinio por mano levantada en la asamblea popular. Las suplicantes fue puesto en escena no
mucho antes de la reforma de Efialtes.[371]
Demokratia no nace entonces como palabra de
conveniencia política sino de ruptura, y expresa el predominio de una parte más
que la participación en igualdad de condiciones de todos, indistintamente, en
la vida de la ciudad (que se expresa mejor con isonomía). La democracia nace en todo caso, según Platón, con un
acto de violencia: «la democracia nace cuando los pobres obtienen la victoria y
a los del otro bando a unos los matan, a otros los obligan a exiliarse, y al
resto los hacen partícipes en igualdad de condiciones del gobierno de la ciudad
y de los cargos, que por lo general en este sistema político son por sorteo»;[372]
y continúa observando que esta instauración violenta se realiza o bien
directamente con las armas o bien por una espontánea autoexclusión del partido
adverso «que se retira presa del terror». Demokratia
no encierra en sí ni siquiera la implícita legitimación derivada del concepto
de «mayoría»; concepto éste mucho más presente en plethos que en demos. No
por casualidad Otanes, en el debate constitucional que habría tenido lugar,
según Heródoto, en la corte persa en el curso de la crisis posterior a la
muerte de Cambises, dice que plethos
archon, es decir «el gobierno de la mayoría», tiene el mejor de los
nombres, isonomia.[373]
Acerca de este punto Aristóteles es muy claro y explícito:
Es un error grave, aunque muy
común, hacer descansar exclusivamente la democracia en la soberanía del número;
porque en las mismas oligarquías, y puede decirse que en todas partes, la
mayoría es siempre soberana. De otro lado, la oligarquía no consiste tampoco en
la soberanía de la minoría. Supongamos un Estado compuesto de mil trescientos
ciudadanos, y que mil de ellos, que son ricos, despojan de todo poder político
a los otros trescientos, que aunque pobres, son tan libres como los otros e
iguales en todo, excepto en la riqueza; dada esta hipótesis, ¿podrá decirse que
tal Estado es democrático? Y en igual forma, si los pobres, estando en minoría,
son superiores políticamente a los ricos, aunque estos últimos sean más
numerosos, tampoco se podrá decir que ésta sea una oligarquía, si los otros
ciudadanos, los ricos, están alejados del gobierno.[374]
Aristóteles describe bien,
mediante el exemplum fictum de los
mil trescientos ciudadanos, un caso límite; en efecto, añade poco después que
en la realidad el demo, «es decir los pobres», es más numeroso que los ricos,
por lo que «existe democracia cuando los libres pobres, siendo más numerosos,
son jefes, son los dueños de las magistraturas, mientras existe oligarquía
cuando mandan los ricos y los nobles, los que por lo general constituyen una
minoría».[375] Si, entonces, formula el ejemplolímite de los mil
trescientos ciudadanos, lo hace para mostrar cuál es el contenido de la democracia: consiste en la hegemonía de los más
pobres. La terminología que utiliza es inequívoca: «ser más fuertes, ser los
dueños de las magistraturas», etc. Se trata del predominio ligado a las
relaciones de fuerza, de un dominio
cuya eficacia puede extenderse también a las manifestaciones artísticas y del
pensamiento.[376] Quien, en el escenario, cuestiona la política de
la ciudad, puede verse en problemas, como le sucede a Aristófanes tras el éxito
de Los babilonios; mientras que el
pensamiento crítico independiente, el escepticismo, la irrisión típica de las
clases altas hacia «los dioses de la ciudad», son perseguidos con medios
políticos, precisamente por su efecto de disgregación (del proceso de
Anaxágoras al de Sócrates, de la represión de la parodia de los misterios a la
acusación de «impiedad» que Cleón dirige contra Eurípides: son otros tantos
signos de la intolerancia liberticida de la demokratia).[377]
De hecho, en la clasificación tipológica de las constituciones, la democracia
(como la oligarquía o la tiranía) es para Aristóteles una forma degradada, cuyo
correlato positivo es la politeia.
Por tanto, demokratia vale
esencialmente como dominio de un grupo social —el demo—, no necesariamente de
la mayoría; y demo son «los pobres entre los ciudadanos», según la definición
de Jenofonte[378] o, mejor dicho, como precisa Aristóteles, «los
agricultores, artesanos, soldados, obreros y comerciantes».[379]
Pero si demokratia comienza a aflorar con mayor frecuencia a finales del
siglo V, cuando en efecto comenzamos a encontrar testimonios de su uso, y
entonces es adoptado sobre todo en su significado etimológico de «dominio», es
decir, que tiene una raíz concreta en el hecho de que precisamente por
entonces, en los veinticinco años que van de la muerte de Pericles (429)
al advenimiento de los Treinta (404), tal dominio efectivamente toma
cuerpo y caracteriza la vida política de Atenas. Naturalmente, el término está
en uso ya desde antes, pero siempre como espejo de la tensión oligárquica (o
moderada) frente al demo. En efecto, Pericles, en el epitafio, se apresura a
aclarar que la forma política original de Atenas, «que no se parece a ninguna politeia de sus ciudades vecinas», es
denominada demokratia, pero ello no
implica exactamente un predominio de
los «pobres»: el rico y el pobre cuentan del mismo modo por lo que valen
intrínsecamente y no por lo que son socialmente.[380] Por eso
Platón, en el Menéxeno, cuando tiene
que definir el régimen vigente en Atenas, dice que siempre ha habido una
«aristocracia»: «algunos la llaman democracia, otros de otra manera, en los
hechos es un gobierno de los mejores con la aprobación de la masa»;[381]
a continuación secunda fielmente el pensamiento de Pericles, en un parlamento
que concluye en el nombre de isonomia
(«y nadie es excluido por su endeblez física, por ser pobre o de padres
desconocidos»; la única «regla» es que se «concede las magistraturas y la
autoridad a quienes parecen ser en cada caso los mejores»).
El Pericles tucidídeo pone el
acento sobre la igualdad (τὸ ἴσον), entendida —el Menéxeno lo refleja fielmente— como antitética respecto del
predominio de una sola parte. Puesto que τὸ ἴσον significa a la vez «lo que es
igual» y «lo que es justo». Lo que podía parecer un elogio perícleo de la
«democracia» ateniense, en ocasiones imputado incluso al mismo Tucídides, es en
cambio uno de los textos que mayor distancia toman respecto de esa forma
política.[382] En el famoso diálogo jenófonteo entre el viejo
Pericles y el joven Alcibíades en torno a la violencia y a la ley, la
conclusión es que, cuando la masa legisla predominando sobre los ricos, se
trata de violencia, no de ley.[383]
[368] Véanse los ensayos de A. Debrunner, Δημοκρατία, Festschrift E. Tièche, Berna, 1947, pp. 11-24; V. Ehrenberg, «Origins of Democracy», Historia, 1, 1950, pp. 515548 [= Polis und Imperium, Zúrich, 1965, pp. 264-297]; C. Meier, Drei Bemerkungen zur Vor— und Frügeschichte des Begriffs Demokratie, en Discordia concors, Festschrift Bonjour, Basilea, 1968, pp. 3-29 (y después en Entstehung des Begriffs Demokratie, Suhrkam, Frankfurt am Main, 19773, pp. 7-69); R. Sealey, «The Origins of Demokratia», California Studies in Classical Antiquity, 6, 1973, pp. 253-295; K. H. Kimzl, Δημοκρατία, Gymnasium, 85, 1978, pp. 117-127 y 312-326. <<
[369] Tucídides, II, 37, 1. <<
[370] VI, 43, 3 y 131, 1. En el primer caso se trata de la iniciativa de Mardonio de instaurar «democracias» en las ciudades griegas durante las primeras fases de la invasión persa. En el segundo caso (Clístenes estableció τὰς φυλὰς καὶ τὴν δημοκρατίην) es probable —como notó Kinzl (art. cit., pp. 312-313)— que se trate más bien del ordenamiento de Ática en tribus y demos, instaurado precisamente por Clístenes. En el bien conocido F 5 West de Solón, la cita aristotélica (Athenaion Politeia, 12, 1) aporta el texto más digno de atención: δήμωι μὲν γὰρ ἔδωκα τόσον γέρας (no κράτος, como se lee en la cita de Plutarco). Acerca de la formación tardía del término, véase también Von Schoeffer, Demokratia, RE, supl. 1, 1903, col. 346, ll. 44-50. <<
[371] De lo que se ha hablado más arriba, Primera parte, cap. III. Mientras se mantuvo la idea de que Los suplicantes de Esquilo se remontaba a los años noventa del siglo V, se dedujo que esta aparición en el v. 604 era una de las primeras del concepto, si no del término democracia (o mejor dicho de la conexión, con valor político, de los elementos que lo componen). Pero en 1952 fue publicado un papiro con una didascalia que desplazó definitivamente la fecha de Los suplicantes a 467-463 (P. Oxy. XX, n.º 2256, fr. 3). <<
[372] La República, VIII, 557a [trad. esp. de R. M. M. Sánchez-Elvira, S. Mas Torres y F. García Romero, Akal, Madrid, 2009, p. 519]. <<
[373] Heródoto, III, 80. <<
[374] Política, IV, 1290a 30-40 [trad. de Manuel Azcárate]. <<
[375] Política, IV, 1290b 18-20. <<
[376] Sobre el sistema político de los atenienses, II, 18. <<
[377] Acerca del fenómeno de la represión intelectual nunca faltan las actitudes absolutorias: cfr. K. J. Dover, «The Freedom of the Intellectual in Greek Society», Talanta, 7, 1976, pp. 24-54. <<
[378] Memorables, IV, 2, 36-37. <<
[379] Política, IV, 1291b 17-29. Precioso testimonio del concepto de «pobreza», sobre el cual cfr., más arriba, el epimetron en el cap. III. <<
[380] El sentido de las palabras de Pericles es que, aunque el término usual para indicar este régimen sea demokratia (término que Pericles muestra haber adoptado por la única razón de que el sistema político que quiere describir no está limitado a los «pocos»), ello no significa que el poder popular no tenga contrapesos. La oposición fundamental, instituida por Pericles, es: «se llama demokratia […] pero nosotros vivimos en un sistema político libre (ἐλευθέρως δὲ πολιτεύομεν)»: oposición, precisamente, entre democracia en el sentido pleno del término y libertad. Una precisa paráfrasis y explicación de este famoso pasaje está en G. P. Landmann, «Das Lob Athens in der Grabrede des Perikles», Museum Helveticum, 31, 1974, pp. 80-82, el cual saca justamente a la luz que con ἐλευθέρως πολιτεύομεν se expresa finalmente «das wichtigste Stichwort: Freiheit». También otros puntos del texto han suscitado discusiones: por ejemplo, allí donde Pericles observa que en el sistema político ateniense quien «emerge» lo hace por su propia capacidad, no «por la pertenencia a un determinado grupo social» (οὐκ ἀπὸ μέρους). Esta última expresión, que el escolio malinterpretaba, se despliega convenientemente con las palabras de Atenágoras siracusano, según las cuales los oligarcas constituyen un meros de la politeia (VI, 39). Cfr., más abajo, cap. XIII. <<
[381] Menéxeno, 238d: ἔστι δὲ τῇ ἀληθείᾳ μετ’εὐδοξίας πλήθους ἀριστοκρατία. <<
[382] El uso perícleo de demokratia es circunspecto y despreciativo o, mejor dicho, intenta vaciarlo de significado. Parece como si —así lo ha observado Landmann (p. 80)el término fuera introducido «como palabra que indica otra realidad». <<
[383] Memorables, I, 2, 45. <<
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