domingo, 24 de diciembre de 2017

Atlas histórico del mundo griego antiguo Adolfo J Domínguez José Pascual Capítulo 36 Filipo II y el ascenso de Macedonia

La antigua Macedonia se extendía desde las laderas septentrionales del monte Olimpo en el sur hasta los lagos Licnítide y Prespa y el monte Orbelo en el Norte, y desde la cordillera del Pindó en el Oeste hasta la orilla derecha del río Estrimón en el Este. Sus treinta mil kilómetros cuadrados se dividían en tres grandes regiones: la Baja Macedonia de las ricas llanuras aluviales en la costa y los macizos del Bermión y el Olimpo; la Alta Macedonia, la zona montañosa al Oeste y las tierras situadas al Este del río Axio.
Al menos en el siglo VIII, los macedonios constituían un grupo grecohablante de pastores trashumantes, que se movían desde los pastos de la Alta Macedonia a los pastos estivales de las llanuras litorales. Hacia la última parte del siglo VIII, emprenderían la conquista de toda Macedonia (cf. Hdt., 8.138 y Th., 2.99.3-6), en el curso de la cual una parte de los habitantes originarios fueron expulsados o exterminados y otros permanecieron y se asimilaron a los macedonios. Dicha expansión, que pudo concluir a finales del siglo VI, no parece haber afectado a todos los macedonios por igual: parte de ellos se establecieron en las llanuras de la Baja Macedonia, se convirtieron en agricultores sedentarios y ocuparon determinados asentamientos que los autores antiguos denominan póleis; por el contrario, en la Alta Macedonia permaneció una sociedad agropastoral, organizada en una serie de comunidades (ethne) subdivididas en aldeas.
Todos los macedonios estaban obligados a reconocer el dominio del rey de Macedonia, un miembro de la dinastía de los argéadas o teménidas, pero, en realidad, el soberano sólo ejercía su poder de manera directa sobre la Baja Macedonia y el este del Axio. Los pueblos de la Alta Macedonia conservaban sus propios reyes (cf. Th., 4.83.1), que en teoría se hallaban sometidos al rey argéada, pero que en la práctica se comportaban con bastante independencia. Una vez que Macedonia se liberó del dominio persa en 479, a lo largo de los siglos V y IV, los reyes de Macedonia, en medio de períodos recurrentes de luchas dinásticas y de debilidad, impulsaron la difusión de la cultura griega, trataron de controlar a los dinastas de la Alta Macedonia, de asegurar las fronteras de Macedonia frente a la periódica amenaza de otros pueblos balcánicos (ilirios, tracios, dardanios, epirotas y peonios) y de limitar las apetencias de atenienses y calcidios y las presiones espartanas.
La organización interna de Macedonia, especialmente en la época anterior a Filipo, es bastante mal conocida. El reino tenía la capital en Pela (anteriormente la capitalidadhabía estado en Egas -que permaneció como necrópolis real-) y contaba con una Asamblea, constituida por la reunión de todos los macedonios, que tenía algunas atribuciones como la elección (a veces aclamación) del monarca dentro de la dinastía real y el juicio de los casos de traición. La Asamblea era convocada por el rey de manera irregular y no existía un consejo, que vinculado estrechamente a la Asamblea y no al rey, la convirtiera en un órgano más efectivo.
El rey era el nexo de unión entre la comunidad étnica de los macedonios y los dioses, y, en consecuencia, ofrecía sacrificios en nombre de los macedonios y organizaba y dirigía las principales fiestas religiosas. Además controlaba el reclutamiento y la movilización del ejército, y solía mandarlo y luchar personalmente. Se encargaba de la política exterior, convocaba a la asamblea y ejercía en ella la acusación en los procesos capitales. No existía derecho escrito y, salvo algunos aspectos consuetudinarios, su palabra era la ley. Finalmente, poseía extensas propiedades, bosques, cotos de caza y todas las minas, percibía impuestos ordinarios y extraordinarios y acuñaba moneda con su nombre.
El rey se rodeaba de una serie de consejeros o amigos (philoi), elegidos personalmente por él, que formaban el consejo real, asesoraban al monarca, ocupaban puestos destacados en la administración (como tesoreros) o en el ejército (generales), desempeñaban misiones diplomáticas y servían como guardias reales (somatophylakes).
Desde su ascenso al poder en el otoño de 360, Filipo introdujo importantes modificaciones en el panorama político macedonio. En primer lugar, sometió a su control toda la Alta Macedonia y sus dinastas, incluidos ahora entre los amigos y consejeros del rey, quedaron convertidos así en nobleza cortesana. Creó o más bien potenció la Escuela de Pajes, donde jóvenes escogidos se educaban con el príncipe heredero. Los pajes eran los asistentes personales del rey, compartían su mesa, le custodiaban y combatían a su lado. Esta educación reforzaba la fidelidad al rey y creaba el círculo de amigos íntimos y compañeros del futuro soberano. Posiblemente dividió también el reino en distritos administrativos y de leva militar, que habrían de perdurar hasta la época romana.

Filipo aumentó considerablemente el número de la caballería aristocrática de los hetai- roi, que pasaron de seiscientos en 358 a dos mil ochocientos en 336. La caballería estaba dividida en escuadrones (hilas) de unos ciento cincuenta jinetes cada uno. Uno de los escuadrones de caballería formaba la guardia real (hila basiliké). Incrementó asimismo la infantería pesada de los pezhetairoi que sumaba diez mil infantes en 358 y que contaba ya con veintisiete mil en 336 (quizá dentro de ellos se llamaran asthetairoi a los infantes procedentes de la Alta Macedonia). Además, transformó el armamento y la disposición de la falange. Los infantes pesados contaron a partir de entonces con una enorme lanza (sarisa) de unos seis metros de longitud y de siete kilogramos de peso y que se llevaba con las dos manos y, además, un pequeño escudo redondo, sujeto al antebrazo por la guarda y al cuello por un tirante de cuero, casco, coraza de lino o metal, grebas y espada. Los soldados de la falange se distribuían en batallones (taxeis) de mil quinientos infantes y éstos a su vez en compañías (lochoi) de cien hombres y se disponían normalmente en dieciséis filas en fondo. Constituyó, asimismo, un cuerpo de infantería escogida, los hipas- pistas, divididos en quiliarquías de mil hombres (quizá había tres quiliarquías) dotados posiblemente del mismo armamento que la falange. Una de las quiliarquías de hipaspis-tas componía la guardia real de infantería (agema). Filipo empleó también bastantes tropas auxiliares de los pueblos que fue sometiendo: jinetes tesalios, contingentes tracios, peonios, ilirios; contrató mercenarios griegos y usó tropas especializadas (caballería auxiliar, arqueros, honderos, dardistas) y grupos de artillería (catapultas) y asedio (arietes, torres, tortugas).
Filipo acrecentó de forma considerable los ingresos de la monarquía, sus conquistas ampliaron el patrimonio real, ya de por sí extenso, se hizo también con el control de las minas tracias (sólo las del monte Pangeo le reportaban mil talentos anuales) y su política de fundación de nuevos centros elevó la recaudación de la hacienda real. El rey cobraba impuestos extraordinarios y sobre bienes raíces, percibía derechos de aduanas y gravó con tributos a algunos pueblos balcánicos sometidos. Este fortalecimiento económico aportó a Filipo recursos muy superiores a los que contaban los estados griegos de la época e hicieron posible financiar sus continuas campañas militares y la propaganda favorable a Macedonia en la Hélade.
Filipo transformó buena parte de las estructuras sociales y demográficas, especialmente de la Alta Macedonia y de otras zonas adyacentes al reino. Creó colonias y fortalezas en las zonas más expuestas o en las áreas más ricas, donde asentó campesinos de la Baja Macedonia y también poblaciones nómadas. Los nuevos asentamientos impulsaron el desarrollo agrícola y comercial y sobre todo, facilitaron el reclutamiento militar y la fusión cultural entre las poblaciones macedonias, quizá los dos objetivos más importantes perseguidos por Filipo. Con el alejamiento de las amenazas externas, el botín de las expediciones militares y la colonización de nuevos territorios, la política de Filipo favoreció al campesinado macedonio y solidificó la unión entre el pueblo y su rey, la verdadera base del Estado.
Cuando Filipo accedió al poder, en el otoño de 360, quizá como regente de su sobrino Amintas IV, Macedonia atravesaba un momento crítico de debilidad interna y de amenazas exteriores. Los ilirios ocupaban gran parte de la Alta Macedonia; los peonios habían invadido el norte del país; los tracios ambicionaban parte del reino; Atenas intentaba recuperar Anfípolis; los calcidios apetecían nuevos territorios en la Macedonia oriental; los dinastas locales se independizaban y por doquier surgían nuevos pretendientes al trono.
En primer lugar, Filipo compró la retirada de los peonios y la alianza de los tracios y se sometió a los ilirios (360), lo que le dio el tiempo suficiente para acabar con todos los pretendientes y reformar el ejército hasta convertirlo en el mejor de la época. A partir de entonces Filipo empleó las fuerzas de Macedonia en tres teatros de operaciones principales: los pueblos balcánicos que rodeaban a Macedonia; las ciudades griegas del Norte, aliados de Atenas o miembros de la Confederación calcídica bajo la hegemonía de Olinto; y, por último, Tesalia y Grecia central.
En 359, invadió y ocupó la Peonia y, acto seguido, obligó a los ilirios a evacuar la Alta Macedonia, que quedó estrechamente sometida a Filipo. Quizá en 358 Filipo firmó una alianza con el Épiro por la cual se casaba con la princesa Olimpíade, la futura madre de Alejandro. Como dote, Olimpíade aportó la Tinfea, que amplió el sudoeste del reino macedonio (357). En 356, Filipo penetró en Tracia donde fundó Filipópolis, lo que le aseguró el control de las minas de oro del monte Pangeo; después derrotó a lospeonios e ilirios que habían formado una alianza urdida por Atenas. En 351, sometió nuevamente a los ilirios e intervino en el Épiro, que quedó convertido en un Estado dependiente, al que además arrebató la Paravea. Nuevas campañas en Tracia tuvieron lugar en 351 y 346. En los años 345 y 344 Filipo atacó a los ilirios y dardanios y en 343 destronó a Aribas, el rey del Épiro, entronizando a Alejandro (El moloso), que se había educado en la corte de Pela y que era favorable a los intereses macedonios. Finalmente, entre los años 342 y 339, los macedonios emprendieron la conquista de toda Tracia hasta la línea del Danubio y la costa del Mar Negro con la intención de asegurar definitivamente las fronteras orientales del reino. Filipo batió a los escitas en la desembocadura del Danubio pero fue derrotado por los tríbalos que permanecieron independientes.
En 358, Atenas contaba con la alianza de un buen número de póleis situadas en las costas de Macedonia y Tracia y llevaba largo tiempo tratando de hacerse con Anfípo- lis, puerta de salida de las mercancías tracias, especialmente metales preciosos y madera. Filipo atacó en el momento en que los atenienses tenían comprometidas el grueso de sus fuerzas en Eubea y en la guerra contra sus aliados. En 357, ocupó Anfípolis, al año siguiente (356) tomó Pidna y dos años más tarde conquistó Metone, Abdera y Maronea expulsando así a los atenienses de las costas macedonias (354). Tiempo después, en 349 y 348, ocupó la Calcídica. Los repetidos éxitos de Filipo obligaron a los atenienses a firmar la llamada Paz de Filócrates (346), por la cual Atenas conservaba únicamente el Quersoneso tracio.
Filipo intervino por primera vez en Tesalia, en 358, con la intención de frenar la amenaza que el expansionismo de los tiranos de Feras podía suponer para la frontera sur de Macedonia. En 353, en el contexto de la Tercera Guerra Sagrada, en la que entró como aliado de los beocios y enemigo de los focidios, penetró en Tesalia pero fue rechazado por los focidios. Regresó al año siguiente, derrotó a los focidios y logró establecer su dominio sobre la totalidad de Tesalia (352). En 346, Filipo atravesó las Termópilas y provocó la rendición de los focidios. Utilizando el Consejo anfictiónico de Delfos, el macedonio forzó la disolución de la Confederación focidia y la destrucción de todas las póleis focidias. Los dos votos focidios del Consejo anfictiónico fueron traspasados a Filipo, que selló así su control de Grecia central.
Desde este momento, aunque habían firmado la Paz de Filócrates, los macedonios y los atenienses, galvanizados estos últimos por Demóstenes, se dirigieron hacia el enfren- tamiento decisivo. Tras varios años de tensión, ambos estados entraron oficialmente en guerra (340). Primero los atenienses y sus aliados del norte del Egeo obligaron a Filipo a levantar los asedios de Perinto y Bizancio (primavera del 339) y luego consiguieron también la alianza de la Confederación beocia. La batalla decisiva tuvo lugar en Quero- nea (Beocia, Grecia central), en el verano de 338, donde Filipo derrotó a atenienses, beocios y sus aliados y aniquiló toda resistencia. Tras la batalla toda Grecia se sometió al macedonio.
En la primavera de 337, todos los estados griegos, salvo los lacedemonios, fueron convocados en Corinto por Filipo para sumarse a un acuerdo de paz general y establecer una alianza militar, la llamada Liga de Corinto, que contaba con un sinedrio de aliados y un hegemón, Macedonia. Filipo fue nombrado strategos  autokratorla primavera de 336, un cuerpo expedicionario bajo el mando de Parmenio cruzó el Heles- ponto y estableció una cabeza de puente en Asia Menor. Filipo debía seguirles ese mismo año pero fue asesinado en Pela en el transcurso de las ceremonias nupciales entre su hija Cleopatra y Alejandro el Moloso (octubre de 336). La conquista del imperio persa habría de ser obra de Alejandro.

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