La antigua Macedonia se extendía
desde las laderas septentrionales del monte Olimpo en el sur hasta los lagos
Licnítide y Prespa y el monte Orbelo en el Norte, y desde la cordillera del
Pindó en el Oeste hasta la orilla derecha del río Estrimón en el Este. Sus
treinta mil kilómetros cuadrados se dividían en tres grandes regiones: la Baja
Macedonia de las ricas llanuras aluviales en la costa y los macizos del Bermión
y el Olimpo; la Alta Macedonia, la zona montañosa al Oeste y las tierras
situadas al Este del río Axio.
Al menos en el siglo VIII, los
macedonios constituían un grupo grecohablante de pastores trashumantes, que se
movían desde los pastos de la Alta Macedonia a los pastos estivales de las
llanuras litorales. Hacia la última parte del siglo VIII, emprenderían la
conquista de toda Macedonia (cf. Hdt.,
8.138 y Th., 2.99.3-6), en el curso de la cual una parte de los habitantes
originarios fueron expulsados o exterminados y otros permanecieron y se
asimilaron a los macedonios. Dicha expansión, que pudo concluir a finales del
siglo VI, no parece haber afectado a todos los macedonios por igual: parte de
ellos se establecieron en las llanuras de la Baja Macedonia, se convirtieron en
agricultores sedentarios y ocuparon determinados asentamientos que los autores
antiguos denominan póleis; por el
contrario, en la Alta Macedonia permaneció una sociedad agropastoral,
organizada en una serie de comunidades (ethne)
subdivididas en aldeas.
Todos los macedonios estaban
obligados a reconocer el dominio del rey de Macedonia, un miembro de la
dinastía de los argéadas o teménidas, pero, en realidad, el soberano sólo
ejercía su poder de manera directa sobre la Baja Macedonia y el este del Axio.
Los pueblos de la Alta Macedonia conservaban sus propios reyes (cf. Th., 4.83.1), que en teoría se
hallaban sometidos al rey argéada, pero que en la práctica se comportaban con
bastante independencia. Una vez que Macedonia se liberó del dominio persa en 479, a lo largo de los
siglos V y IV, los reyes de Macedonia, en medio de períodos recurrentes de
luchas dinásticas y de debilidad, impulsaron la difusión de la cultura griega,
trataron de controlar a los dinastas de la Alta Macedonia, de asegurar las
fronteras de Macedonia frente a la periódica amenaza de otros pueblos balcánicos
(ilirios, tracios, dardanios, epirotas y peonios) y de limitar las apetencias
de atenienses y calcidios y las presiones espartanas.
La organización interna de
Macedonia, especialmente en la época anterior a Filipo, es bastante mal
conocida. El reino tenía la capital en Pela (anteriormente la capitalidadhabía
estado en Egas -que permaneció como necrópolis real-) y contaba con una
Asamblea, constituida por la reunión de todos los macedonios, que tenía algunas
atribuciones como la elección (a veces aclamación) del monarca dentro de la
dinastía real y el juicio de los casos de traición. La Asamblea era convocada
por el rey de manera irregular y no existía un consejo, que vinculado
estrechamente a la Asamblea y no al rey, la convirtiera en un órgano más efectivo.
El rey era el nexo de unión entre
la comunidad étnica de los macedonios y los dioses, y, en consecuencia, ofrecía
sacrificios en nombre de los macedonios y organizaba y dirigía las principales
fiestas religiosas. Además controlaba el reclutamiento y la movilización del
ejército, y solía mandarlo y luchar personalmente. Se encargaba de la política
exterior, convocaba a la asamblea y ejercía en ella la acusación en los
procesos capitales. No existía derecho escrito y, salvo algunos aspectos
consuetudinarios, su palabra era la ley. Finalmente, poseía extensas
propiedades, bosques, cotos de caza y todas las minas, percibía impuestos
ordinarios y extraordinarios y acuñaba moneda con su nombre.
El rey se rodeaba de una serie de
consejeros o amigos (philoi), elegidos
personalmente por él, que formaban el consejo real, asesoraban al monarca,
ocupaban puestos destacados en la administración (como tesoreros) o en el
ejército (generales), desempeñaban misiones diplomáticas y servían como
guardias reales (somatophylakes).
Desde su ascenso al poder en el
otoño de 360, Filipo introdujo importantes modificaciones en el panorama
político macedonio. En primer lugar, sometió a su control toda la Alta
Macedonia y sus dinastas, incluidos ahora entre los amigos y consejeros del
rey, quedaron convertidos así en nobleza cortesana. Creó o más bien potenció la
Escuela de Pajes, donde jóvenes escogidos se educaban con el príncipe heredero.
Los pajes eran los asistentes personales del rey, compartían su mesa, le
custodiaban y combatían a su lado. Esta educación reforzaba la fidelidad al rey
y creaba el círculo de amigos íntimos y compañeros del futuro soberano.
Posiblemente dividió también el reino en distritos administrativos y de leva
militar, que habrían de perdurar hasta la época romana.
Filipo aumentó considerablemente
el número de la caballería aristocrática de los hetai- roi, que pasaron de seiscientos en 358 a dos mil ochocientos en
336. La caballería estaba dividida en escuadrones (hilas) de unos ciento cincuenta jinetes cada uno. Uno de los
escuadrones de caballería formaba la guardia real (hila basiliké). Incrementó asimismo la infantería pesada de los pezhetairoi que sumaba diez mil infantes
en 358 y que contaba ya con veintisiete mil en 336 (quizá dentro de ellos se
llamaran asthetairoi a los infantes
procedentes de la Alta Macedonia). Además, transformó el armamento y la
disposición de la falange. Los infantes pesados contaron a partir de entonces
con una enorme lanza (sarisa) de unos
seis metros de longitud y de siete kilogramos de peso y que se llevaba con las
dos manos y, además, un pequeño escudo redondo, sujeto al antebrazo por la
guarda y al cuello por un tirante de cuero, casco, coraza de lino o metal,
grebas y espada. Los soldados de la falange se distribuían en batallones (taxeis) de mil quinientos infantes y
éstos a su vez en compañías (lochoi)
de cien hombres y se disponían normalmente en dieciséis filas en fondo.
Constituyó, asimismo, un cuerpo de infantería escogida, los hipas- pistas,
divididos en quiliarquías de mil hombres (quizá había tres quiliarquías)
dotados posiblemente del mismo armamento que la falange. Una de las
quiliarquías de hipaspis-tas componía la guardia real de infantería (agema). Filipo empleó también bastantes
tropas auxiliares de los pueblos que fue sometiendo: jinetes tesalios,
contingentes tracios, peonios, ilirios; contrató mercenarios griegos y usó
tropas especializadas (caballería auxiliar, arqueros, honderos, dardistas) y
grupos de artillería (catapultas) y asedio (arietes, torres, tortugas).
Filipo acrecentó de forma
considerable los ingresos de la monarquía, sus conquistas ampliaron el
patrimonio real, ya de por sí extenso, se hizo también con el control de las
minas tracias (sólo las del monte Pangeo le reportaban mil talentos anuales) y
su política de fundación de nuevos centros elevó la recaudación de la hacienda
real. El rey cobraba impuestos extraordinarios y sobre bienes raíces, percibía
derechos de aduanas y gravó con tributos a algunos pueblos balcánicos
sometidos. Este fortalecimiento económico aportó a Filipo recursos muy
superiores a los que contaban los estados griegos de la época e hicieron
posible financiar sus continuas campañas militares y la propaganda favorable a
Macedonia en la Hélade.
Filipo transformó buena parte de
las estructuras sociales y demográficas, especialmente de la Alta Macedonia y
de otras zonas adyacentes al reino. Creó colonias y fortalezas en las zonas más
expuestas o en las áreas más ricas, donde asentó campesinos de la Baja
Macedonia y también poblaciones nómadas. Los nuevos asentamientos impulsaron el
desarrollo agrícola y comercial y sobre todo, facilitaron el reclutamiento
militar y la fusión cultural entre las poblaciones macedonias, quizá los dos
objetivos más importantes perseguidos por Filipo. Con el alejamiento de las
amenazas externas, el botín de las expediciones militares y la colonización de
nuevos territorios, la política de Filipo favoreció al campesinado macedonio y
solidificó la unión entre el pueblo y su rey, la verdadera base del Estado.
Cuando Filipo accedió al poder,
en el otoño de 360, quizá como regente de su sobrino Amintas IV, Macedonia
atravesaba un momento crítico de debilidad interna y de amenazas exteriores.
Los ilirios ocupaban gran parte de la Alta Macedonia; los peonios habían
invadido el norte del país; los tracios ambicionaban parte del reino; Atenas
intentaba recuperar Anfípolis; los calcidios apetecían nuevos territorios en la
Macedonia oriental; los dinastas locales se independizaban y por doquier
surgían nuevos pretendientes al trono.
En primer lugar, Filipo compró la
retirada de los peonios y la alianza de los tracios y se sometió a los ilirios
(360), lo que le dio el tiempo suficiente para acabar con todos los
pretendientes y reformar el ejército hasta convertirlo en el mejor de la época.
A partir de entonces Filipo empleó las fuerzas de Macedonia en tres teatros de
operaciones principales: los pueblos balcánicos que rodeaban a Macedonia; las
ciudades griegas del Norte, aliados de Atenas o miembros de la Confederación
calcídica bajo la hegemonía de Olinto; y, por último, Tesalia y Grecia central.
En 359, invadió y ocupó la Peonia
y, acto seguido, obligó a los ilirios a evacuar la Alta Macedonia, que quedó
estrechamente sometida a Filipo. Quizá en 358 Filipo firmó una alianza con el
Épiro por la cual se casaba con la princesa Olimpíade, la futura madre de
Alejandro. Como dote, Olimpíade aportó la Tinfea, que amplió el sudoeste del
reino macedonio (357). En 356, Filipo penetró en Tracia donde fundó
Filipópolis, lo que le aseguró el control de las minas de oro del monte Pangeo;
después derrotó a lospeonios e ilirios que habían formado una alianza urdida
por Atenas. En 351, sometió nuevamente a los ilirios e intervino en el Épiro,
que quedó convertido en un Estado dependiente, al que además arrebató la
Paravea. Nuevas campañas en Tracia tuvieron lugar en 351 y 346. En los años 345
y 344 Filipo atacó a los ilirios y dardanios y en 343 destronó a Aribas, el rey
del Épiro, entronizando a Alejandro (El moloso), que se había educado en la
corte de Pela y que era favorable a los intereses macedonios. Finalmente, entre
los años 342 y 339, los macedonios emprendieron la conquista de toda Tracia
hasta la línea del Danubio y la costa del Mar Negro con la intención de
asegurar definitivamente las fronteras orientales del reino. Filipo batió a los
escitas en la desembocadura del Danubio pero fue derrotado por los tríbalos que
permanecieron independientes.
En 358, Atenas contaba con la
alianza de un buen número de póleis situadas
en las costas de Macedonia y Tracia y llevaba largo tiempo tratando de hacerse
con Anfípo- lis, puerta de salida de las mercancías tracias, especialmente
metales preciosos y madera. Filipo atacó en el momento en que los atenienses
tenían comprometidas el grueso de sus fuerzas en Eubea y en la guerra contra
sus aliados. En 357, ocupó Anfípolis, al año siguiente (356) tomó Pidna y dos
años más tarde conquistó Metone, Abdera y Maronea expulsando así a los
atenienses de las costas macedonias (354). Tiempo después, en 349 y 348, ocupó
la Calcídica. Los repetidos éxitos de Filipo obligaron a los atenienses a
firmar la llamada Paz de Filócrates (346), por la cual Atenas conservaba
únicamente el Quersoneso tracio.
Filipo intervino por primera vez
en Tesalia, en 358, con la intención de frenar la amenaza que el expansionismo
de los tiranos de Feras podía suponer para la frontera sur de Macedonia. En
353, en el contexto de la Tercera Guerra Sagrada, en la que entró como aliado
de los beocios y enemigo de los focidios, penetró en Tesalia pero fue rechazado
por los focidios. Regresó al año siguiente, derrotó a los focidios y logró
establecer su dominio sobre la totalidad de Tesalia (352). En 346, Filipo
atravesó las Termópilas y provocó la rendición de los focidios. Utilizando el
Consejo anfictiónico de Delfos, el macedonio forzó la disolución de la
Confederación focidia y la destrucción de todas las póleis focidias. Los dos votos focidios del Consejo anfictiónico
fueron traspasados a Filipo, que selló así su control de Grecia central.
Desde este momento, aunque habían
firmado la Paz de Filócrates, los macedonios y los atenienses, galvanizados
estos últimos por Demóstenes, se dirigieron hacia el enfren- tamiento decisivo.
Tras varios años de tensión, ambos estados entraron oficialmente en guerra
(340). Primero los atenienses y sus aliados del norte del Egeo obligaron a
Filipo a levantar los asedios de Perinto y Bizancio (primavera del 339) y luego
consiguieron también la alianza de la Confederación beocia. La batalla decisiva
tuvo lugar en Quero- nea (Beocia, Grecia central), en el verano de 338, donde
Filipo derrotó a atenienses, beocios y sus aliados y aniquiló toda resistencia.
Tras la batalla toda Grecia se sometió al macedonio.
En la primavera de 337, todos los
estados griegos, salvo los lacedemonios, fueron convocados en Corinto por
Filipo para sumarse a un acuerdo de paz general y establecer una alianza
militar, la llamada Liga de Corinto, que contaba con un sinedrio de aliados y
un hegemón, Macedonia. Filipo fue nombrado strategos autokratorla primavera de 336, un cuerpo
expedicionario bajo el mando de Parmenio cruzó el Heles- ponto y estableció una
cabeza de puente en Asia Menor. Filipo debía seguirles ese mismo año pero fue
asesinado en Pela en el transcurso de las ceremonias nupciales entre su hija
Cleopatra y Alejandro el Moloso (octubre de 336). La conquista del imperio
persa habría de ser obra de Alejandro.
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