domingo, 24 de diciembre de 2017

Atlas histórico del mundo griego antiguo Adolfo J Domínguez José Pascual Capítulo 41 El Imperio seléucida. Las póleis del Oriente helenístico

El reino seléucida, nacido de la desmembración del imperio de Alejandro y fundado por uno de los Diádocos, Seleuco, subsistió en el Oriente durante unos dos siglos y medio, entre 312-301 y 63. Los seléucidas reunieron la mayor parte del Asia aqueménida y de la herencia de Alejandro en un extenso imperio que se extendía desde las costas del Mediterráneo a la Bactriana en el actual Afganistán. Sin embargo, no se trataba de una agregación de territorios separados e incoherentes: el imperio poseía un núcleo relativamente bien definido, centrado en el amplio arco que iba desde Cilicia, el norte de Siria, Mesopotamia y el oeste del Irán. Por consiguiente, Anatolia y el este del Irán pueden ser consideradas áreas periféricas. En su evolución histórica cabe distinguir varios períodos, una primera etapa de formación (312-281), una época de consolidación y desarrollo (281-189) y un último período de decadencia (188-63). Esta postrera fase puede ser, a su vez, subdividida en otros dos períodos: entre 188 y 164, donde subsiste todavía un Estado sólido dotado de unidad política y económica y una etapa final de desintegración (164-63). Ciertamente, la Paz de Apamea (188) hizo que el reino perdiera todos sus territorios al otro lado del Tauro, pero los seléucidas conservaron, después de ella, un extenso imperio. Fueron la recurrencia de las luchas dinásticas, a partir de 164, y la expansión del reino parto, desde mediados del siglo II, las que provocaron el hundimiento definitivo del reino.
El Estado seléucida era en esencia una monarquía de tipo, militar y multiétnico que se componía, según su propia expresión, del rey (basileus), los amigos del rey (philoi) y las fuerzas armadas del rey (dinameis). Aunque incluía elementos aqueménidas, la realeza destacaba por sus componentes macedonios: la dinastía era de origen macedonio, su imperio había surgido de Alejandro, sus modelos eran Alejandro y Antígono Monoftalmo, los macedonios constituían el elemento dominante y muchas de sus instituciones políticas y la organización y el armamento del ejército eran de raíz macedonia. Los reyes seléucidas ejercían sus poderes con pocas limitaciones legales al igual, al menos, que los lágidas. Después de un primer período en el que la capital estaba en Mesopotamia, en Seleucia del Tigris (c. 311-301) y, tras una transferencia momentánea a Seleucia de Pieria, en la costa siria, la capitalidad quedó fijada definitivamente en Antioquía del Orontes, donde tenían su sede las instituciones principales que, en lo poco que conocemos de ellas, parecen asemejarse a las de otras monarquías helenísticas. De esta manera, el Estado seléucida contaba en primer lugar con los parientes (syngeneis) y amigos del rey (philoi) que formaban el Consejo real o Sinedrio y entre los que el monarca extraía sus altos funcionarios y comandantes militares. Los parientes y amigos componían el círculo áulico (cortesano) de la monarquía y se distribuían en una jerarquía más o menos rígida. Además tenemos atestiguados a los syntrophoi (Plb., 5.82.8, 31.21.2), que se habían educado con el rey, a los pajes reales (Plb., 5.82.13, 31.3.17) y a varios comandantes militares, especialmente los de la guardia real. La administración civil estaba dirigida por un primer ministro (literalmente "encargado de los asuntos") y existía también un jefe de la administración financiera (un "encargado de los ingresos") y un canciller o epistológrafo. Un alto secretario de las fuerzas armadas (archigrammateus ton dinameon) parece haber controlado la organización del ejército y de la flota. Los textos conservan noticias muy difusas de la existencia de una asamblea, formada probablemente por los soldados de guarnición en la capital, que elige o aclama a los reyes y a los tutores o guardianes del rey en los casos de minorías (Ap., Syr,f 61; Plu., Demetrio, 38; Justino, 34.3.6, 36.1.7). Finalmente, la corte albergó una intensa actividad cultural de la que sobreviven pocas referencias: por ejemplo, en Antioquía vivió el filósofo epicúreo Filónides y el poeta Euforión fue director de la biblioteca capitalina.
El ejército tenía como base la organización macedonia en su combinación de infantería pesada, caballería e infantería ligera y en su núcleo formado por la falange de tipo macedónico e incluía grecomacedonios, orientales y mercenarios de todas partes. Los reyes seléucidas contaban con una falange de veinte mil hombres dividida en diez mil argiráspidas ("los de los escudos de plata") y otros diez mil "macedonios", posiblemente descendientes de grecomacedonios o bien, simplemente, soldados armados como falangitas, sin atender a su origen étnico. La caballería comprendía la guardia real de caballería (agema) con mil jinetes, la caballería pesada o catafractos, de unos tres mil hombres, y otros contingentes de caballería ligera y arqueros montados. Además de los cuerpos de infantería ligera, tiradores de jabalina, honderos y arqueros, los seléucidas emplearon elefantes y carros. La propia capital y Apamea del Orontes constituían las bases militares más importantes. Una serie de guarniciones se encontraban repartidas por todo el reino y, en período de guerra, se procedía a reclutar más tropas en el interior del reino y a contratar mercenarios en el exterior.

Sabemos muy poco de la organización y la estructura de la flota seléucida. Existieron tres flotas principales estacionadas respectivamente en el Mediterráneo, con sus bases principales en Seleucia del Pieria y Éfeso, en el Golfo Pérsico y en el Mar Caspio. Quizá hasta la época de Antíoco I no se creara el cargo de navarco como almirante en jefe de la flota, nombre que serviría hasta entonces para designar a los comandantes de escuadrones navales. Con todo, salvo un efímero período (200-188) durante el reinado de Antíoco III, la armada seléucida tuvo escasa importancia. Los lágidas dominaron los puertos fenicios y los bosques libaneses, lo que impidió el desarrollo naval seléucida y enfrentados, además, a formidables amenazas terrestres, los seléucidas dirigieron sus recursos principales hacia el ejército terrestre.
El monarca seléucida gobernaba sobre un territorio que incluía múltiples entidades diferentes como dinastas o príncipes, santuarios, pueblos (<;ethne) de laxa estructura y póleis. Sobre una parte de su imperio ejercían una soberanía indirecta, caso, por ejemplo, de los reyes de Armenia y de varios de pueblos montañeses de los Zagros (como los coseos, por ejemplo, situados entre la Susiana y la Media) o de Anatolia (misios), que, sometidos al monarca seléucida, debían aportar, al menos, contingentes militares en caso de guerra, y que no fueron anexionados. Las zonas administradas directamente por los reyes seléucidas se hallaban divididas en provincias o satrapías. La administración provincial reposaba sobre la creación de dos grandes sistemas administrativos, oriental y occidental, que reagrupaban grandes conjuntos. Así, el estratego de las satrapías superiores con sede en Seleucia del Tigris dominaba las regiones iranias y a veces también Mesopotamia, y el estratego de Sardes ejercía su autoridad sobre toda la línea al este del Tauro. Estos mandos especiales eran confiados, con desigual fortuna y fidelidad, a miembros de la dinastía reinante. Por debajo de estas dos grandes divisiones subsistían una veintena de satrapías de origen aqueménida (catorce están atestiguadas en época seléucida), algunas relativamente modestas (como en Asia Menor) y otras inmensas (en el Irán), que fueron progresivamente divididas. En la satrapía varios funcionarios se repartían las atribuciones principales, el estratego era el gobernador provincial y asumía las funciones civiles y administrativas y el mando militar y un dieceta se encargaba de la administración financiera y tributaria y tenía como subordinados a varios ecónomos. Quizá dentro de la satrapía existieran otras subdivisiones como las hiparquías y, por debajo de ellas, las toparquías. El control se articulaba, en la medida de lo posible, a través de ciudades en las que un epístata, un inspector, nombrado por el rey, representaba sus intereses. Existían también jueces reales que podían intervenir en la justicia local.
Al igual que ocurrió en otros ámbitos, como el religioso o administrativo, la política seléucida trató de mantener en lo posible las estructuras sociales y económicas anteriores. Los cambios más importantes en el terreno social se refieren al desplazamiento del anterior sector dominante, sustituido ahora por los grecomacedonios, y al asentamiento de griegos en el Oriente. En general, puede afirmarse que la esclavitud tuvo un desarrollo limitado y que la mano de obra principal estaba compuesta en gran medida por campesinos en situación de dependencia. En el ámbito económico la tierra real, explotada directamente por la corona, incluía casas, aldeas (unidades primordiales de la estructura social y de la producción), zonas de cultivos, campesinos (laoi basilikoi), vinculados a la tierra y esclavos (oiketai), quizá algunos de ellos supervisores. Determinados santuarios poseían extensas propiedades (hiera chora) que eran cultivadas básicamente por hieródulos, campesinos dependientes. En general, los seléucidas fueron favorables a los templos y les otorgaron algunas concesiones, donaciones e inmunidades, aunque debían aportar un tributo a la monarquía. Existían, asimismo, territorios de dinastas y de otros pueblos sin realeza como los judíos, que gozaron de cierta autonomía. A cambio de ello carecían de política exterior, debían contribuir con contingentes al ejército real y estaban sometidos a tributo y al resto de obligaciones impositivas. La fundación de póleis llevó a la constitución de un territorio adscrito a cada ciudad (politiké chora), propiedad de sus ciudadanos, trabajados por ellos mismos o por arrendatarios, esclavos o campesinos dependientes. A veces algunas comunidades indígenas cultivaban parte del territorio de una pólis y pagaban por ello un tributo a la ciudad. En ocasiones los griegos se establecían también en las llamadas katoikiai, colonias militares que no alcanzaban el rango de pólis y se asemejaban mucho a las aldeas.
La base del sistema impositivo seléucida descansaba sobre el antiguo tributo de época aqueménida, un impuesto fijo, sustituido quizá en Asia Menor por un diezmo sobre la tierra. Además existían otros muchos impuestos y tasas, que podían variar en cada satrapía, por ejemplo, sobre las ventas, la sal, el uso de puertos y derechos de aduanas. La capitación (epikephalaion) está únicamente atestiguada en Jerusalén y no sabemos si era un recurso extendido con carácter general.
Los reyes seléucidas prosiguieron la política de Alejandro asentando griegos en todo el reino, en Mesopotamia, Irán y Bactriana, y especialmente en el norte de Siria, en la famosa tetrápolis formada por Antioquía en el Orontes, Seleucia de Pieria, Apa- mea del Orontes y Laodicea del Mar. La extensión de la colonización y la heleniza- ción, al menos parcial, de Siria y Asia Menor fueron dos de los logros más asombrosos de los seléucidas.
Las razones de esta colonización seléucida fueron principalmente de orden administrativo y militar: servían para el control del país y las comunicaciones y como reserva militar. Además, se convirtieron en focos de irradiación de helenismo y en grandes centros económicos y comerciales; aseguraron la presencia griega, fomentaron el desarrollo agrícola y la sedentarización de las poblaciones indígenas y garantizaron la percepción de impuestos. En la segunda mitad del siglo II, cuando la emigración griega tendió a agotarse, varias antiguas colonias militares y algunas ciudades indígenas fueron promocionadas al estatuto de póleis. La creación (o promoción) de una pólis implicaba la existencia de un centro político, construido sobre un trazado ortogonal, la creación de un cuerpo cívico repartido en tribus, de un entramado institucional de corte democrático con asamblea, Bulé o Consejo y magistrados y de un territorio delimitado.
Las ciudades seléucidas eran libres y autónomas, lo que significaba que poseían su propio territorio e instituciones y se servían de sus propias leyes, pero obviamente no eran independientes. Podían verse libres de determinados elementos de sujeción como el pago de tributo (phoros) o el estacionamiento de tropas, pero su libertad y autonomía eran otorgadas por el rey y podían ser revocadas. Además la administración real podía intervenir en los asuntos internos de las póleis si lo consideraba necesario. Con todo, ambas estructuras, monarquía y póleis, se necesitaban y complementaban: las ciudades mantenían una situación privilegiada y se veían protegidas por el Estado y, a su vez, para la monarquía suponían una decisiva simplificación administrativa y una base indispensable de su gobierno.

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