domingo, 24 de diciembre de 2017

Atlas histórico del mundo griego antiguo Adolfo J Domínguez José Pascual Capítulo 40 El reino de Macedonia en época antigónida. Póleis y confederaciones en el mundo helenístico

Con el ascenso de Antígono Gónatas al trono de Macedonia en 276 se establece definitivamente la dinastía antigónida y el reino goza de un período de estabilidad y de cierta prosperidad, que habría de perdurar hasta la intervención romana en la primera mitad del siglo II. Como reyes balcánicos, los monarcas de Macedonia debieron hacer frente a los ataques de ilirios, dardanios, epirotas y tracios y, como reyes helenos, más allá de Tesalia, ejercieron una fuerte influencia en Grecia, aunque no trataron de conquistarla ni unieron parte alguna de ella al reino; su política consistía en evitar las incursiones de pueblos balcánicos y que cualquier otro poder (como los lágidas, Pirro o los etolios) pudiera amenazar la seguridad de la propia Macedonia. En Grecia guarnecieron una serie de puntos estratégicos, como Demetríade, Calcis y Acrocorinto, los llamados cerrojos de la Hélade (Plb., 18.11), y algunos otros como Atenas (hasta 281 y entre 261 y 229), que les permitieran controlar la ruta marítima entre Macedonia y el Peloponeso, y establecieron una serie de regímenes promacedonios, muchas veces tiranías, en diferentes ciudades como Sición o Megalópolis. Por último, la flota antigónida trató de mantener el control de algunas zonas del norte del Egeo.
El Estado macedonio estaba compuesto por dos partes: el rey y los macedonios (koinon tôn Makedonôn) cada una de ellas dotada de entidad jurídica propia. El rey de Macedonia dirigía la política exterior del reino y era el único competente para firmar tratados. Sin embargo, en cuestiones de guerra y paz debía consultar primero con su consejo (Livio., 42.50) y llevar la decisión ante la asamblea. Como comandante supremo del ejército decretaba la movilización y dirigía, pagaba y equipaba al ejército. Elegía también buena parte de sus colaboradores, convocaba al consejo, decidía el momento y el lugar de llevar a cabo los juicios capitales ante la asamblea y emitía órdenes en forma de cartas y circulares (diagrammata). También gozaba del monopolio de minas y bosques, disponía de grandes propiedades y del derecho de imponer tasas a todos los habitantes del reino. A diferencia de otros monarcas helenísticos, los reyes antigónidas fueron fieles a la tradición real macedónica de sencillez y modestia, nunca recibieron culto real y el reino se mantuvo siempre como patrimonio de todos los macedonios y no del monarca y, por tanto, no podía ser dividido.
En la corte, junto al rey, figuraba el Consejo real o Sinedrio compuesto por los guardias personales (somatophylakes) del rey, los parientes, los amigos (philoi) y los altos comandantes militares. Presumiblemente los miembros del Sinedrio eran designados de manera vitalicia y gozaban de libertad de expresión (parresía) y de igualdad en el debate (isegoría) en relación con el rey. Todas las cuestiones importantes debían ser, al parecer sin excepción, examinadas por el consejo que publicaba sus decisiones (dogmata) en forma de diagrammata reales. El Sinedrio investigaba también los casos capitales, era la primera y última instancia judicial en casos no capitales y poseía poderes probuléuticos (preparaba las decisiones) con relación a la asamblea. La corte contaba también con los pajes reales (basilikoi paides) de los que el rey extraía buena parte de sus amigos y colaboradores y los llamados syntrophoi, que se educaban con los futuros monarcas. Conocemos algunos altos cargos que dirigían los principales departamentos en los que se encontraba dividida la administración central como el "encargado de los asuntos" (similar a un Primer Ministro) y el secretario que atendía la correspondencia real. Por último, la corte animó también una notable vida cultural, en ella vivieron y trabajaron, por ejemplo, el filósofo estoico Arato de Solos y los historiadores Jerónimo de Cardia y Marsias de Pela.
La Asamblea macedonia se reunía regularmente dos veces al año, aunque podía ser convocada de manera extraordinaria, y estaba formada por todos los ciudadanos macedonios (Plb., 23.10.4: politikoi andres). La Asamblea desempeñaba un papel más o menos importante en la sucesión real ya que elegía, deponía o aclamaba a los reyes o regentes. Juzgaba, además, los casos de alta traición (Plb., 5.29.5; Polieno, 4.6.14), tenía sus propias finanzas, acuñaba su propia moneda, votaba honores y enviaba embajadas.
La base de la administración territorial y del control del reino reposaba sobre la división de Macedonia en distritos, posiblemente cuatro, mandados cada uno por un estratego de nombramiento real (quizá en la época de Filipo V fueran elegidos por las ciudades). Los distritos acuñaban moneda y servían también de unidad de reclutamiento. Aunque estaban sometidas al rey, las póleis macedonias no eran controladas directamente por el monarca, que no parece haber tenido ningún representante en ellas. Las ciudades poseían su propia ciudadanía, territorio, leyes, finanzas y tasas y entrenaban su propia milicia ciudadana. Disfrutaban de una organización democrática con un cuerpo ciudadano dividido en tribus, y demos y con las instituciones tradicionales del mundo griego: magistrados, consejo, asamblea y tribunales. El magistrado principal de cada pólis parece haber sido el epístata, elegido anualmente, que fue sustituido posteriormente por un politarco o por un sacerdote epónimo. Conocemos también un buen número de magistrados locales como dicastas (jueces), nomofilaques (guardianes de las leyes), tamías (tesoreros) o agoranomos (encargados del mercado). Los pueblos sometidos, que no fueron unidos al reino, como peonios, tracios o tesalios mantuvieron sus propias instituciones, aunque pagaban tributo, aportaban contingentes militares y carecían de política exterior.

El ejército comprendía un núcleo permanente formado por los hipaspistas, por la guardia real de infantería, ambos cuerpos de número desconocido, y por los peltastas, que incluían dos mil hombres de la agema de los macedonios y otros tres mil peltastas normales. Los falangitas, un máximo de veinticuatro mil, eran reclutados en cada expedición y su armamento no parece haber evolucionado demasiado desde los días de Filipo. Los falangitas pudieron estar divididos en doce mil chalcáspides ("escudos de bronce") y otros tantos leukáspides ("escudos blancos"). La caballería comprendía tres mil jinetes repartidos en un escuadrón real (hila basiliké) de trescientos hombres y seis escuadrones (hilas) de doscientos cincuenta cada uno. Al ejército se añadían también contingentes de los pueblos sometidos y era normal además el empleo de mercenarios.
La estructura social y económica del reino de Macedonia es prácticamente desconocida. El rey poseía las minas, canteras y bosques del reino y exigía algunas tasas pero sus ingresos no podían compararse con los que percibían otros grandes monarcas. Tanto el rey como los philoi disponían de extensos latifundios trabajados posiblemente por aparceros a los que se trataba de vincular a la tierra. La base social del reino descansaba sobre los pequeños y medianos campesinos y los pastores, que constituían posiblemente una actividad económica muy importante de la Alta Macedonia. Los reyes prosiguieron la política de transferencia de poblaciones característica del período anterior. Así, poblaciones macedonias fueron asentadas en la Peonía, mientras que en la misma Macedonia se instalaban tracios e ilirios. Asimismo, los monarcas trataron de establecer amplias relaciones comerciales con el Egeo especialmente a través de Tesalónica y existió también un cierto desarrollo artesanal.
Frente a determinadas afirmaciones que han hecho algunos autores modernos, la batalla de Queronea y la posterior derrota griega en la Guerra Lamíaca no significaron en modo alguno el final de la pólis como Estado independiente. De hecho pocas póleis fueron totalmente independientes en época clásica y ciertamente, aunque el auge de las monarquías helenísticas comprometió su libertad, las póleis independientes siguieron existiendo en el período helenístico, muchas escaparon de la tutela y el control de los reyes y algunas desempeñaron un papel digno de ser tenido en cuenta.
Rodas, nacida en 408 por el sinecismo de las tres póleis de la isla, Lindos, Yalisos y Cámi- ros, se convirtió en el período helenístico, por un lado, en punto fundamental del tráfico naval entre el Ponto, Egipto y el Egeo, desplazando así a Atenas y, por otro, en centro financiero, de cambio y bancario principal. La ciudad tenía un trazado hipodámico y contaba con cinco puertos, bien protegidos con arsenales y diques de primer orden (junto a la entrada principal se alzaba la famosa estatua del Coloso, el dios Helios, entre 293 y 227). Rodas disponía de una constitución democrática con una asamblea y un consejo (bulé) y tenía como principales magistrados al navarco y a los pritanos, copados todos ellos por la aristocracia mercantil. Los pritanos formaban un colegio de cinco o seis miembros, presidían la asamblea, dirigían los debates y nombraban y enviaban embajadores. El navarco era un magistrado único, elegido anualmente y renovable, desempeñaba el mando militar y podía firmar tratados sin la necesidad de que éstos fueran ratificados por la asamblea rodia. Durante el siglo III, la ciudad supo defender su independencia y, en la última parte de esta centuria, emergió como gran potencia. En el siglo II, su flota llegó a dominar el Mediterráneo Oriental haciendo frente a la piratería y su alianza con los romanos le permitió extender sus dominios en Asia Menor, en Licia y Caria (la llamada Perea rodia) (véase mapa del capítulo 39). Más tarde, fue castigada por Roma por adoptar una postura equívoca en la Tercera Guerra Macedónica (171-168). De hecho, la declaración romana de la isla de Delos como puerto franco del Mediterráneo (167) inició una decadencia que culminaría en 43, año en que Rodas fue ocupada y devastada por Casio, uno de los asesinos de César.
Aunque lejos de su determinante poder de la época clásica, Atenas aún fue capaz gió la sublevación griega en la Guerra Lamíaca (323-322) pero la derrota llevó a la ocupación lacedemonia y al establecimiento de una oligarquía que se convirtió en tiranía durante los años de predominio de Demetrio de Falero (317-307). En 307 se restableció la democracia y en 281 se liberó de la ocupación macedonia. En alianza con Esparta y Tolomeo II, combatió a los macedonios en la Guerra de Cremónides (268/7-261) pero fue nuevamente batida y ocupada por los macedonios. En 229 compró la retirada de la guarnición macedonia y, posteriormente, como aliada de Roma, sufrió los ataques de Filipo V. A principios del siglo I, abandonó el campo romano y se alió con Mitrídates VI del Ponto pero Sila asedió y ocupó la ciudad (86). Tras la derrota se estableció también un nuevo régimen político. La asamblea (al menos hasta el último tercio del siglo II d. C.) siguió reuniéndose y la Bulé de los Quinientos llegó a publicar decretos en solitario, lo que entrañaba un aumento de sus competencias. Sin embargo, fue el Areópago la principal institución de la ciudad, dotado ahora de amplias competencias judiciales y de la capacidad de votar decretos. Subsistió el colegio de arcontes, un cargo más bien honorífico, los estrategos se redujeron a uno solo, el de los hoplitas, y el heraldo del Areópago se convirtió en el magistrado más importante.
Al menos desde la última parte del siglo V, Esparta se hallaba aquejada por el grave problema de la oligantropía, esto es, la progresiva disminución del número de ciudadanos de pleno derecho, que, a mediados del siglo III, sumaban únicamente setecientos. Si se quería restaurar el poder espartano, era necesario acometer reformas, pensadas como una restauración de la antigua constitución de Licurgo, que proporcionaran una base social y militar suficiente. El primer intento reformista estuvo protagonizado por el rey Agis IV (245-241) que pretendía la abolición de las deudas y un reparto de tierra que permitiera el acceso a la ciudadanía de miles de espartanos empobrecidos y de periecos. Agis logró el destierro del otro diarca, Leónidas, opuesto a la reforma, y consiguió la abolición de las deudas pero no la redistribución de la tierra, puesto que los propietarios, libres ya de sus deudas, se negaron a compartir la ciudadanía. Finalmente, Leónidas regresó y logró que Agis fuera condenado a muerte y ejecutado. El testigo de la reforma fue recogido por el rey Cleóme- nes III (235-222) que repartió unos cuatro mil lotes de tierra entre periecos y extranjeros y liberó a seis mil hilotas, que se convirtieron también en ciudadanos propietarios, pero la renovación del poder militar espartano suscitó la alianza de macedonios y aqueos cuyos ejércitos destrozaron a los espartanos en Selasia (222). Como consecuencia de ello, las medidas de Cleómenes fueron abolidas. Años después, el rey Nabis (207-192) confiscó las propiedades de los ricos, las repartió entre espartanos empobrecidos y mercenarios extranjeros y trató de extender la influencia política de Esparta y la reforma social a otras partes del Peloponeso, pero los aqueos y los romanos aplastaron a los espartanos en 192. La derrota supuso el final de la historia de Esparta como Estado independiente. Las reformas fueron abolidas, el hilotismo desapareció gradualmente, las ciudades periecas fueron separadas del Estado espartano y, junto con Esparta, fueron introducidas en la Confederación aquea. Por último, Esparta recibió un sistema de gobierno de corte aqueo.
Durante la época helenística existieron un buen número de confederaciones como las formadas por beocios, aqueos, etolios, etc., de modo que puede decirse que, junto con el auge de las monarquías, el desarrollo del federalismo fue una de las grandes características del Helenismo. Etolios y aqueos además desempeñaron el papel de potencias de primer orden y fueron capaces de desafiar a Macedonia. La Confederación etolia contaba con una Asamblea (Plb., 20.9-10, 21.4-5) a la que podían acudir todos los etolios adultos. Ésta se reunía de forma ordinaria dos veces al año, aunque podía ser convocada de manera extraordinaria, y era la máxima autoridad al menos en materia de relaciones exteriores y en la elección de los magistrados federales. La reunión principal de la asamblea, celebrada en el mes de septiembre, tenía lugar en el santuario federal de Apolo en Termo. Un Sinedrio de quinientos a mil miembros estaba formado por los representantes de las ciudades de manera proporcional a su población (Livio, 45.28.7). El estratego anual y reelegible era el magistrado principal y estaba asistido por un secretario (posteriormente se le añadió otro). Existieron también un hiparco, un colegio de siete tesoreros y un ago- noteta encargado de organizar los festivales federales. La Confederación aquea llegó a incluir, a principios del siglo II, todo el Peloponeso. Ninguna pólis parece haber desempeñado un papel hegemónico y todas ellas aportaban contribuciones económicas al tesoro federal, reconocían la jurisdicción de un tribunal federal y utilizaban el mismo sistema de pesos y medidas. Su organización interna es poco conocida y bastante discutida. Al parecer, antes de 200, la asamblea, de la que formaban parte quizá todos los aqueos, se llamaba Sínodo y se reunía en el templo de Zeus Hamario en Egio. La asamblea extraordinaria se denominaría synkletoi (Plb., 29.23.5) y en ella el voto era por ciudades. Después de 200 existió una Bulé federal compuesta por los representantes de las ciudades en relación a la población y el Sínodo parece referirse ahora a la reunión conjunta de la Bulé federal y los magistrados principales (synarchai). Conocemos, asimismo, un colegio de diez demiurgos con competencias en materia de política exterior. Entre 280 y 255 la confederación contaba con dos estrategos que se reducen posteriormente a uno. Además del estratego, se elegían también un secretario, un hiparco y un navarco.

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