Con el ascenso de Antígono
Gónatas al trono de Macedonia en 276 se establece definitivamente la dinastía
antigónida y el reino goza de un período de estabilidad y de cierta
prosperidad, que habría de perdurar hasta la intervención romana en la primera
mitad del siglo II. Como reyes balcánicos, los monarcas de Macedonia debieron
hacer frente a los ataques de ilirios, dardanios, epirotas y tracios y, como
reyes helenos, más allá de Tesalia, ejercieron una fuerte influencia en Grecia,
aunque no trataron de conquistarla ni unieron parte alguna de ella al reino; su
política consistía en evitar las incursiones de pueblos balcánicos y que
cualquier otro poder (como los lágidas, Pirro o los etolios) pudiera amenazar
la seguridad de la propia Macedonia. En Grecia guarnecieron una serie de puntos
estratégicos, como Demetríade, Calcis y Acrocorinto, los llamados cerrojos de
la Hélade (Plb., 18.11), y algunos otros como Atenas (hasta 281 y entre 261 y
229), que les permitieran controlar la ruta marítima entre Macedonia y el
Peloponeso, y establecieron una serie de regímenes promacedonios, muchas veces
tiranías, en diferentes ciudades como Sición o Megalópolis. Por último, la flota
antigónida trató de mantener el control de algunas zonas del norte del Egeo.
El Estado macedonio estaba
compuesto por dos partes: el rey y los macedonios (koinon tôn Makedonôn) cada una de ellas dotada de entidad jurídica
propia. El rey de Macedonia dirigía la política exterior del reino y era el
único competente para firmar tratados. Sin embargo, en cuestiones de guerra y
paz debía consultar primero con su consejo (Livio., 42.50) y llevar la decisión
ante la asamblea. Como comandante supremo del ejército decretaba la
movilización y dirigía, pagaba y equipaba al ejército. Elegía también buena
parte de sus colaboradores, convocaba al consejo, decidía el momento y el lugar
de llevar a cabo los juicios capitales ante la asamblea y emitía órdenes en
forma de cartas y circulares (diagrammata).
También gozaba del monopolio de minas y bosques, disponía de grandes
propiedades y del derecho de imponer tasas a todos los habitantes del reino. A
diferencia de otros monarcas helenísticos, los reyes antigónidas fueron fieles
a la tradición real macedónica de sencillez y modestia, nunca recibieron culto
real y el reino se mantuvo siempre como patrimonio de todos los macedonios y no
del monarca y, por tanto, no podía ser dividido.
En la corte, junto al rey,
figuraba el Consejo real o Sinedrio compuesto por los guardias personales (somatophylakes) del rey, los parientes,
los amigos (philoi) y los altos
comandantes militares. Presumiblemente los miembros del Sinedrio eran
designados de manera vitalicia y gozaban de libertad de expresión (parresía) y de igualdad en el debate (isegoría) en relación con el rey. Todas
las cuestiones importantes debían ser, al parecer sin excepción, examinadas por
el consejo que publicaba sus decisiones (dogmata)
en forma de diagrammata reales. El Sinedrio
investigaba también los casos capitales, era la primera y última instancia
judicial en casos no capitales y poseía poderes probuléuticos (preparaba las
decisiones) con relación a la asamblea. La corte contaba también con los pajes
reales (basilikoi paides) de los que
el rey extraía buena parte de sus amigos y colaboradores y los llamados syntrophoi, que se educaban con los
futuros monarcas. Conocemos algunos altos cargos que dirigían los principales
departamentos en los que se encontraba dividida la administración central como
el "encargado de los asuntos" (similar a un Primer Ministro) y el
secretario que atendía la correspondencia real. Por último, la corte animó
también una notable vida cultural, en ella vivieron y trabajaron, por ejemplo,
el filósofo estoico Arato de Solos y los historiadores Jerónimo de Cardia y
Marsias de Pela.
La Asamblea macedonia se reunía
regularmente dos veces al año, aunque podía ser convocada de manera
extraordinaria, y estaba formada por todos los ciudadanos macedonios (Plb.,
23.10.4: politikoi andres). La
Asamblea desempeñaba un papel más o menos importante en la sucesión real ya que
elegía, deponía o aclamaba a los reyes o regentes. Juzgaba, además, los casos
de alta traición (Plb., 5.29.5; Polieno, 4.6.14), tenía sus propias finanzas,
acuñaba su propia moneda, votaba honores y enviaba embajadas.
La base de la administración
territorial y del control del reino reposaba sobre la división de Macedonia en
distritos, posiblemente cuatro, mandados cada uno por un estratego de nombramiento
real (quizá en la época de Filipo V fueran elegidos por las ciudades). Los
distritos acuñaban moneda y servían también de unidad de reclutamiento. Aunque
estaban sometidas al rey, las póleis macedonias
no eran controladas directamente por el monarca, que no parece haber tenido
ningún representante en ellas. Las ciudades poseían su propia ciudadanía,
territorio, leyes, finanzas y tasas y entrenaban su propia milicia ciudadana.
Disfrutaban de una organización democrática con un cuerpo ciudadano dividido en
tribus, y demos y con las instituciones tradicionales del mundo griego:
magistrados, consejo, asamblea y tribunales. El magistrado principal de cada pólis parece haber sido el epístata,
elegido anualmente, que fue sustituido posteriormente por un politarco o por un
sacerdote epónimo. Conocemos también un buen número de magistrados locales como
dicastas (jueces), nomofilaques (guardianes de las leyes), tamías (tesoreros) o
agoranomos (encargados del mercado). Los pueblos sometidos, que no fueron unidos
al reino, como peonios, tracios o tesalios mantuvieron sus propias
instituciones, aunque pagaban tributo, aportaban contingentes militares y
carecían de política exterior.
El ejército comprendía un núcleo
permanente formado por los hipaspistas, por la guardia real de infantería,
ambos cuerpos de número desconocido, y por los peltastas, que incluían dos mil
hombres de la agema de los macedonios
y otros tres mil peltastas normales. Los falangitas, un máximo de veinticuatro
mil, eran reclutados en cada expedición y su armamento no parece haber
evolucionado demasiado desde los días de Filipo. Los falangitas pudieron estar
divididos en doce mil chalcáspides ("escudos
de bronce") y otros tantos leukáspides
("escudos blancos"). La caballería comprendía tres mil jinetes
repartidos en un escuadrón real (hila
basiliké) de trescientos hombres y seis escuadrones (hilas) de doscientos cincuenta cada uno. Al ejército se añadían
también contingentes de los pueblos sometidos y era normal además el empleo de
mercenarios.
La estructura social y económica
del reino de Macedonia es prácticamente desconocida. El rey poseía las minas,
canteras y bosques del reino y exigía algunas tasas pero sus ingresos no podían
compararse con los que percibían otros grandes monarcas. Tanto el rey como los philoi disponían de extensos latifundios
trabajados posiblemente por aparceros a los que se trataba de vincular a la
tierra. La base social del reino descansaba sobre los pequeños y medianos
campesinos y los pastores, que constituían posiblemente una actividad económica
muy importante de la Alta Macedonia. Los reyes prosiguieron la política de
transferencia de poblaciones característica del período anterior. Así,
poblaciones macedonias fueron asentadas en la Peonía, mientras que en la misma
Macedonia se instalaban tracios e ilirios. Asimismo, los monarcas trataron de
establecer amplias relaciones comerciales con el Egeo especialmente a través de
Tesalónica y existió también un cierto desarrollo artesanal.
Frente a determinadas afirmaciones
que han hecho algunos autores modernos, la batalla de Queronea y la posterior
derrota griega en la Guerra Lamíaca no significaron en modo alguno el final de
la pólis como Estado independiente.
De hecho pocas póleis fueron
totalmente independientes en época clásica y ciertamente, aunque el auge de las
monarquías helenísticas comprometió su libertad, las póleis independientes siguieron existiendo en el período
helenístico, muchas escaparon de la tutela y el control de los reyes y algunas
desempeñaron un papel digno de ser tenido en cuenta.
Rodas, nacida en 408 por el
sinecismo de las tres póleis de la
isla, Lindos, Yalisos y Cámi- ros, se convirtió en el período helenístico, por
un lado, en punto fundamental del tráfico naval entre el Ponto, Egipto y el Egeo,
desplazando así a Atenas y, por otro, en centro financiero, de cambio y
bancario principal. La ciudad tenía un trazado hipodámico y contaba con cinco
puertos, bien protegidos con arsenales y diques de primer orden (junto a la
entrada principal se alzaba la famosa estatua del Coloso, el dios Helios, entre
293 y 227). Rodas disponía de una constitución democrática con una asamblea y
un consejo (bulé) y tenía como
principales magistrados al navarco y a los pritanos, copados todos ellos por la
aristocracia mercantil. Los pritanos formaban un colegio de cinco o seis
miembros, presidían la asamblea, dirigían los debates y nombraban y enviaban
embajadores. El navarco era un magistrado único, elegido anualmente y
renovable, desempeñaba el mando militar y podía firmar tratados sin la
necesidad de que éstos fueran ratificados por la asamblea rodia. Durante el
siglo III, la ciudad supo defender su independencia y, en la última parte de
esta centuria, emergió como gran potencia. En el siglo II, su flota llegó a
dominar el Mediterráneo Oriental haciendo frente a la piratería y su alianza
con los romanos le permitió extender sus dominios en Asia Menor, en Licia y
Caria (la llamada Perea rodia) (véase mapa del capítulo 39). Más tarde, fue
castigada por Roma por adoptar una postura equívoca en la Tercera Guerra
Macedónica (171-168). De hecho, la declaración romana de la isla de Delos como
puerto franco del Mediterráneo (167) inició una decadencia que culminaría en
43, año en que Rodas fue ocupada y devastada por Casio, uno de los asesinos de
César.
Aunque lejos de su determinante
poder de la época clásica, Atenas aún fue capaz gió la sublevación griega en la
Guerra Lamíaca (323-322) pero la derrota llevó a la ocupación lacedemonia y al
establecimiento de una oligarquía que se convirtió en tiranía durante los años
de predominio de Demetrio de Falero (317-307). En 307 se restableció la
democracia y en 281 se liberó de la ocupación macedonia. En alianza con Esparta
y Tolomeo II, combatió a los macedonios en la Guerra de Cremónides (268/7-261)
pero fue nuevamente batida y ocupada por los macedonios. En 229 compró la
retirada de la guarnición macedonia y, posteriormente, como aliada de Roma,
sufrió los ataques de Filipo V. A principios del siglo I, abandonó el campo
romano y se alió con Mitrídates VI del Ponto pero Sila asedió y ocupó la ciudad
(86). Tras la derrota se estableció también un nuevo régimen político. La
asamblea (al menos hasta el último tercio del siglo II d. C.) siguió
reuniéndose y la Bulé de los Quinientos llegó a publicar decretos en solitario,
lo que entrañaba un aumento de sus competencias. Sin embargo, fue el Areópago
la principal institución de la ciudad, dotado ahora de amplias competencias
judiciales y de la capacidad de votar decretos. Subsistió el colegio de
arcontes, un cargo más bien honorífico, los estrategos se redujeron a uno solo,
el de los hoplitas, y el heraldo del Areópago se convirtió en el magistrado más
importante.
Al menos desde la última parte
del siglo V, Esparta se hallaba aquejada por el grave problema de la
oligantropía, esto es, la progresiva disminución del número de ciudadanos de
pleno derecho, que, a mediados del siglo III, sumaban únicamente setecientos.
Si se quería restaurar el poder espartano, era necesario acometer reformas,
pensadas como una restauración de la antigua constitución de Licurgo, que
proporcionaran una base social y militar suficiente. El primer intento
reformista estuvo protagonizado por el rey Agis IV (245-241) que pretendía la
abolición de las deudas y un reparto de tierra que permitiera el acceso a la
ciudadanía de miles de espartanos empobrecidos y de periecos. Agis logró el
destierro del otro diarca, Leónidas, opuesto a la reforma, y consiguió la
abolición de las deudas pero no la redistribución de la tierra, puesto que los
propietarios, libres ya de sus deudas, se negaron a compartir la ciudadanía.
Finalmente, Leónidas regresó y logró que Agis fuera condenado a muerte y
ejecutado. El testigo de la reforma fue recogido por el rey Cleóme- nes III
(235-222) que repartió unos cuatro mil lotes de tierra entre periecos y
extranjeros y liberó a seis mil hilotas, que se convirtieron también en
ciudadanos propietarios, pero la renovación del poder militar espartano suscitó
la alianza de macedonios y aqueos cuyos ejércitos destrozaron a los espartanos
en Selasia (222). Como consecuencia de ello, las medidas de Cleómenes fueron
abolidas. Años después, el rey Nabis (207-192) confiscó las propiedades de los
ricos, las repartió entre espartanos empobrecidos y mercenarios extranjeros y
trató de extender la influencia política de Esparta y la reforma social a otras
partes del Peloponeso, pero los aqueos y los romanos aplastaron a los
espartanos en 192. La derrota supuso el final de la historia de Esparta como
Estado independiente. Las reformas fueron abolidas, el hilotismo desapareció
gradualmente, las ciudades periecas fueron separadas del Estado espartano y,
junto con Esparta, fueron introducidas en la Confederación aquea. Por último,
Esparta recibió un sistema de gobierno de corte aqueo.
Durante la época helenística
existieron un buen número de confederaciones como las formadas por beocios,
aqueos, etolios, etc., de modo que puede decirse que, junto con el auge de las
monarquías, el desarrollo del federalismo fue una de las grandes características
del Helenismo. Etolios y aqueos además desempeñaron el papel de potencias de
primer orden y fueron capaces de desafiar a Macedonia. La Confederación etolia
contaba con una Asamblea (Plb., 20.9-10, 21.4-5) a la que podían acudir todos
los etolios adultos. Ésta se reunía de forma ordinaria dos veces al año, aunque
podía ser convocada de manera extraordinaria, y era la máxima autoridad al
menos en materia de relaciones exteriores y en la elección de los magistrados
federales. La reunión principal de la asamblea, celebrada en el mes de
septiembre, tenía lugar en el santuario federal de Apolo en Termo. Un Sinedrio
de quinientos a mil miembros estaba formado por los representantes de las
ciudades de manera proporcional a su población (Livio, 45.28.7). El estratego
anual y reelegible era el magistrado principal y estaba asistido por un
secretario (posteriormente se le añadió otro). Existieron también un hiparco,
un colegio de siete tesoreros y un ago- noteta encargado de organizar los
festivales federales. La Confederación aquea llegó a incluir, a principios del
siglo II, todo el Peloponeso. Ninguna pólis
parece haber desempeñado un papel hegemónico y todas ellas aportaban
contribuciones económicas al tesoro federal, reconocían la jurisdicción de un tribunal
federal y utilizaban el mismo sistema de pesos y medidas. Su organización
interna es poco conocida y bastante discutida. Al parecer, antes de 200, la
asamblea, de la que formaban parte quizá todos los aqueos, se llamaba Sínodo y
se reunía en el templo de Zeus Hamario en Egio. La asamblea extraordinaria se
denominaría synkletoi (Plb., 29.23.5)
y en ella el voto era por ciudades. Después de 200 existió una Bulé federal
compuesta por los representantes de las ciudades en relación a la población y
el Sínodo parece referirse ahora a la reunión conjunta de la Bulé federal y los
magistrados principales (synarchai).
Conocemos, asimismo, un colegio de diez demiurgos con competencias en materia
de política exterior. Entre 280 y 255 la confederación contaba con dos
estrategos que se reducen posteriormente a uno. Además del estratego, se
elegían también un secretario, un hiparco y un navarco.
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