Una de las características más
notables del mundo griego residía en la organización de competiciones
atléticas, poéticas y musicales. De entre todas ellas destacaban las cuatro que
se celebraban, respectivamente, en Olimpia, Delfos, el istmo de Corinto y Nemea
y que, por estar ampliamente difundidas por todo el mundo griego, poseían un
carácter panhelénico. Desgraciadamente conocemos poco sobre el origen de estas
competiciones y de los primeros siglos de su desarrollo ya que los restos arqueológicos
son muy escasos hasta el siglo VI; antes de este período estos lugares debían
contar con unos pocos edificios, la mayor parte de los cuales debían de ser
endebles construcciones de madera.
El santuario de Zeus en Olimpia,
el más famoso de toda Grecia, se encontraba en el noroeste del Peloponeso,
sobre el anchuroso y hermoso valle
del río Alfeo, en la confluencia del río Cladeo con el propio Alfeo, a los pies
de una boscosa colina de forma cónica llamada Crono (123 metros ). El
santuario constaba de dos partes, el recinto sagrado en sentido estricto,
denominado Altis (de alsos, bosque sagrado), y los edificios
que, fuera del terreno sacro, rodeaban el Altis.
Ambos estaban separados por un doble muro, uno del siglo IV y otro de la época
de Nerón.
Los primeros vestigios de
poblamiento en Olimpia se remontan a la Edad del Bronce, sin embargo, no hay
trazas de que hubiera un centro cultual en esta época y los restos conservados
parecen relacionarse más bien con un lugar de habitación del que han aparecido,
asimismo, algunas tumbas. Tras el final de la Edad del Bronce, Olimpia siguió
poblada y, hacia 1100, aparecen los primeros indicios de un lugar de culto en
forma de figurillas de terracota y algunos bronces femeninos, masculinos y
carros con caballos y auriga. Entre 1050 y la primera parte del siglo VIII el
santuario tuvo únicamente una trascendencia local limitada a la región de la
Élide. De creer a la tradición, el culto fue reorganizado en 776, fecha de los
Primeros Juegos Olímpicos. Hacia 700 se amplió y acondicionó todo el recinto y
se construyó el estadio. A partir de entonces el santuario adquirió primero una
importancia regional y finalmente una categoría panhelénica. A mediados del
siglo VII, con la construcción del Hereo, comenzó el período de esplendor de
Olimpia. Durante el siglo VI Olimpia cayó bajo el control de la ciudad de Elis
(c. 580) y se construyeron los principales tesoros y santuarios en piedra en la
ladera del Crono; en el siglo V se erigió el magnífico templo de Zeus
(472-465), para el que Fidias hizo la espléndida estatua criselefantina de Zeus
sedente de 12,4 metros
de altura, y en el IV se elevaron el Tolo del Filipeo, el Leonídeo (la gran
hostería), la Estoa (o pórtico) Sur, la Estoa Sudeste (quizá el santuario de
Hestia) y el Teocoleo, residencia de los sacerdotes. Un estadio de la primera
mitad del siglo VI existía en la parte oriental del Altis (posiblemente hubiera uno más antiguo, una simple hendidura
delimitada en el centro del Altis).
El estadio se reformó en el ecuador del siglo VI y, a mediados del IV, fue
desplazado fuera del Altis al lugar
en que puede verse hoy día. Tenía cabida para unos cuarenta mil espectadores
(sobre gradas de madera salvo la tribuna principal), medía unos 212 metros y, desde la
línea de salida (afesis) a la llegada
(termo), 197,27 metros ,
exactamente la longitud de un estadio olímpico. Poseía además una cripta o
galería abovedada (de finales del m o principios del n), que servía para el
acceso de los atletas y los jueces de las competiciones.
Olimpia empezó a declinar a
partir del siglo III. Con todo, aún se edifica el gimnasio, que contaba con dos
estadios, uno cubierto (xystos) y
otro descubierto (paradromos), y una
Palestra cuadrangular. En época romana, el santuario fue saqueado por Sila
(86). Nerón realizó algunas obras como su mansión y, hacia 160, Herodes Ático
levantó el Ninfeo. La decadencia de Olimpia sufrió un dramático agravamiento
con la destrucción del santuario por parte de los hérulos hacia 270 d. C.
Después, durante poco más de un siglo, el santuario, semiarruinado y reducido,
continuó existiendo hasta la 291.a Olimpiada del 393 d. C., la última, tras la
cual Teodosio I ordenó su supresión. En 426 los edificios de Olimpia fueron
desmontados. Una basílica funcionaba aún en los siglos V y VI pero Olimpia
sufrió dos violentos terremotos en los años 522 y 551, lo que llevó al abandono
del lugar.
Los Juegos Olímpicos se
celebraban cada cuatro años en la segunda luna llena tras el solsticio de
verano, esto es, entre el 26 de julio y el 27 de agosto y duraban cinco o seis
días. Inaugurados como juegos funerarios en honor de Pélope, que obtuvo la mano
de Hipodamia, hija del rey Enomao, en una mítica carrera de cuádrigas y cuyo
túmulo, el Pelópeo, se encontraba en el recinto del Altis, partir de 648 (33.a Olimpiada) encontramos ya todas las
competiciones (o agones) importantes.
Sólo podían competir los griegos (los romanos fueron admitidos más tarde), y
los bárbaros podían acudir como espectadores, lo cual estaba vedado a las
mujeres y los esclavos. En el año en que se celebraban los Juegos, los
ciudadanos de Elis elegían la Bulé o Consejo Olímpico, que se encargaba del
control de los magistrados y de los ingresos y que tenía su sede en el Pritaneo
de Olimpia, y a los cargos olímpicos, entre los que se encontraban los
agonotetas, organizadores de los Juegos, los helenódicas o jueces, al principio
dos y más tarde diez, los tres teocolos o altos sacerdotes y los tres
espodónforos, encargados de viajar por toda la Héla- de proclamando la fecha
del festival y la tregua sagrada (ekecheiria).
Diez meses antes de los Juegos los distintos estados participantes inscribían a
los atletas que habrían de competir. Un mes antes los atletas debían residir ya
en Olimpia. El día anterior al inicio de los Juegos tenía lugar el desfile de
los atletas y se tomaba el juramento olímpico. El primer día se dedicaba a la
trompeta para heraldos, en el segundo comenzaban las competiciones para jóvenes
menores de dieciocho años, en el tercero tenían lugar los concursos hípicos y los
sacrificios a Pélope y Aquiles, en el cuarto las disciplinas de lucha y la
hecatombe consagrada a Zeus, en el quinto las competiciones principales y en el
quinto o sexto el reparto de coronas a los vencedores. Después de cada prueba
el heraldo proclamaba el nombre del vencedor, que recibía la palma de la
victoria, y en el último día se concedía a los olimpiónicos una corona cortada
del olivo sagrado (kótinos), que se
alzaba junto al ángulo sudoccidental del templo de Zeus.y la hecatombe
consagrada a Zeus, en el quinto las competiciones principales y en el quinto o
sexto el reparto de coronas a los vencedores. Después de cada prueba el heraldo
proclamaba el nombre del vencedor, que recibía la palma de la victoria, y en el
último día se concedía a los olimpiónicos una corona cortada del olivo sagrado
(kótinos), que se alzaba junto al
ángulo sudoccidental del templo de Zeus.
Los atletas competían desnudos y
descalzos. Se dividían en tres categorías: juveniles, adolescentes o imberbes (agenoioi) y adultos. No había ni segundo
ni tercer premio. Buena parte de los atletas eran jóvenes ricos y, aunque los
había también de extracción humilde, la aristocracia griega estaba representada
muy por encima de su importancia numérica en el conjunto de la sociedad griega.
En época helenística y romana existieron también atletas profesionales que,
asociados en gremios, viajaban de agón en
agónt de competición en competición
para ganarse la vida, pero conviene no exagerar la profesionalización y
comercialización que se achaca al deporte griego a partir del período
helenístico.
Entre las disciplinas de lucha se
contaban propiamente la lucha (palé),
en la que los contrincantes se dividían de acuerdo con la edad y no el peso y
que consistía en hacer caer al adversario tres veces de modo que tocara el
suelo con la espalda o los hombros en un máximo de cinco asaltos sin descanso
entre ellos; el pancracio, que combinaba la lucha y el boxeo, y donde el
combate proseguía hasta el abandono del contrario, y el boxeo, que tampoco conocía
asaltos y finalizaba igualmente cuando el adversario abandonaba o caía
inconsciente. En las disciplinas de lanzamiento se incluían el salto de
longitud, la disco- bolia y la jabalina. En el salto de longitud (halma) se lanzaba el cuerpo humano y no
un objeto. Se trataba de un salto múltiple (las marcas conocidas de más de
dieciséis metros excluyen un único salto), o bien un salto triple con carrera
o, más probablemente, uno quíntuple sin carrera ni pausas, más fácil de
realizar con pesas en las manos (halteras)
con las que se alcanzaba hasta un metro más. El salto sólo era válido si la
huella de la arena mostraba los dos pies en paralelo. En el lanzamiento de
disco (discobolia) se arrojaba una placa metálica redonda (solos) desde la balbis,
una zona delimitada por una barrera por delante y los lados y abierta por
detrás, en un movimiento similar al actual y las marcas más importantes giraban
en torno a los treinta metros. En el lanzamiento de jabalina (akontismos) los atletas, en una carrera
muy parecida a la actual, se servían para el lanzamiento de una correa de cuero
(ankile) de unos cuarenta
centímetros, enrollada en el centro del asta y terminada en un lazo por la que
se introducían dos dedos de la mano. En las carreras era desconocida la salida
en posición agachada y el atleta disponía de unos soportes de piedra en el
suelo con muescas para apoyar los dedos del pie y servirse de ayuda en la
arrancada. Las salidas falsas podían castigarse con unos azotes. Entre las
distintas especialidades de velocidad podemos enumerar el estadio o dromos; el diaulos, la carrera de ida y vuelta con postes (kampteres) en un extremo de la pista en
torno a los cuales se daba la vuelta; el hipio,
la carrera de cuatro estadios; el dolichos
o carrera de fondo o medio fondo, que variaba de siete a veinticuatro
estadios (1.400 a
4.400 metros ),
y el hoplitódromos que se corría con
casco, escudo y grebas –estas últimas se eliminaron más adelante–. Finalmente,
quedaba el pentatlón que incluía en eliminatorias el lanzamiento de disco y
jabalina, el salto de longitud, la carrera y el pugilato. La carrera de relevos
o lampadromía (carrera de antorchas) que se celebraba en varias ciudades, no
formaba parte de los Juegos.
Los concursos hípicos fueron
introducidos oficialmente en Olimpia en 680 (25.a Olimpiada) y comprendían la
carrera de cuádrigas para caballos (la prueba reina) y potros; las de caballos
y potros con jinetes y las de bigas para caballos y potros. Sólo los ricos
propietarios, fueran hombres o mujeres, podían presentarse a estas
competiciones y no era necesario que condujeran o montaran personalmente. Las
pruebas ecuestres se celebraban en el hipódromo, muy mal conocido, que parece
contar con una longitud de dos estadios (unos 380 metros ) con hitos en
los dos extremos para girar. La línea de meta era la misma de salida y había
que dar seis vueltas con doce giros a los hitos. Por último, en Olimpia se
celebraban también los Juegos Hereos dedicados a las mujeres, que se componían
de una carrera femenina (Arist., Pol., 1339a
1-4) en la que el estadio se reducía en una sexta parte (160,2 metros ) y en el
que las competidoras se repartían en tres categorías de edad.
El honor, la fama y la gloria
esperaban al vencedor en los Juegos. Tras la solemne proclamación del último
día, su nombre era inscrito en las listas oficiales y el ganador del estadio
daba nombre a la Olimpiada. Podía también hacerse erigir una estatua en el Altis siempre y cuando no excediese el
tamaño real. Al llegar a las puertas de su ciudad natal, recibía oficialmente la
enhorabuena de manos de los magistrados, subía en un carro de cuatro caballos y
recorría las calles acompañado por un cortejo siendo vitoreado por la multitud.
En algunos sitios se le concedía una recompensa en metálico, una estatua,
manutención vitalicia, un asiento preferente en el teatro e incluso la exención
de impuestos (ateleia:). Muchas veces
lo proclamaban ciudadano de honor y en numerosas ocasiones sus parientes y
amigos se ocupaban de que se compusiese una canción de homenaje, un epinicio, a
cargo de los mejores (y más caros) poetas como Píndaro, Simónides o Baquílides.
Inicialmente los Juegos Píticos
eran competiciones musicales que conmemoraban la lucha del dios Apolo contra la
serpiente Pitón. Fueron reorganizados en 582 y, desde entonces, se celebraron
cada cuatro años en el tercer año de cada Olimpiada, hacia el mes de
septiembre. Los concursos incluían un himno a Apolo con cítara o flauta, coros,
tragedia y comedia. En 568 se introdujeron las competiciones atléticas e
hípicas al modo olímpico. No obstante, los certámenes musicales mantuvieron su
importancia.
Seis meses antes del comienzo de
los Juegos Píticos se enviaban teoros por todo el mundo griego para anunciar
los juegos mientras que los epimeletas se encargaban de la dirección de los mismos.
Las competiciones se prolongaban algo más que las de Olimpia. El primer día se
efectuaban los sacrificios propiciatorios y se representaba el "drama
sagrado", que recordaba la victoria de Apolo sobre la serpiente Pitón. En
el segundo día tenía lugar la procesión solemne hasta el altar de Apolo para
ofrecerle una hecatombe; el tercer día se organizaba un banquete y, al día
siguiente, se celebraban las competiciones musicales en el teatro, en el quinto
día las gimnásticas y en el sexto (y a veces el séptimo) las hípicas. Los
vencedores recibían una corona de laurel.
Los Juegos Ístmicos empezaron en
582, organizados por Corinto en honor de Meli- certes-Palemón, un joven mortal
que se convirtió en un dios marino benévolo. Tenían lugar cada dos años en primavera
(abril) en el santuario de Posidón en el Istmo; duraban varios días y
comprendían un programa idéntico a los Juegos Olímpicos, si bien se hacía un
especial hincapié en las competiciones hípicas. En el siglo V se inauguraron
los concursos musicales e incluso se introdujo uno de pintura.
Los Juegos Nemeos comenzaronLos
esclavos eran propiedad de su amo como cualquier a disputarse en 573, regulados
por la ciudad de Cleonas, aunque Argos se los disputó, en el santuario de Zeus
en Nemea y rememoraban la muerte del pequeño Ofeltes por una serpiente (la
creencia de que los juegos se relacionaban con la muerte del león a manos de
Heracles se impuso en época romana). Los Juegos se celebraban cada dos años,
hacia julio o agosto, en el segundo y cuarto año de cada Olimpiada.
Se denominaban periodónicos a los
atletas que habían obtenido al menos una victoria en cada uno de los cuatro
Juegos panhelénicos como Milón de Crotona, el más famoso de todos, que, desde
la 60.a Olimpiada de 540 fue seis veces periodionikes
en lucha. La cumbre de la gloria se alcanzaba cuando se vencía en los
cuatro Juegos en el período de una sola Olimpiada como Hermes de Antioquía en 16 a . C. (191.a Olimpiada).
Los grandes juegos constituían
también la ocasión para la exhibición del prestigio de determinadas personas
como Temístocles (476) o Filipo y eran lugar de contactos tendentes, por
ejemplo, a la creación de alianzas como la Liga Helénica (481), o de
proclamaciones como la de la libertad de los griegos por Tito Quinctio
Flaminino en 196.
Además de estos cuatro grandes
juegos, cada pólis griega, por
pequeña que fuera, organizaba sus propias competiciones –se han podido
contabilizar unas trescientas en época romana– y las grandes ciudades podían
tener varias (destacaban las Panateneas atenienses), muchas de las cuales
atraían a atletas de todas partes y cuyos premios constituían un aliciente nada
despreciable. Por último, los Juegos estimularon el arte y el estudio de la
anatomía y del cuerpo humano desnudo; no en vano los motivos atléticos gozaron
de amplia aceptación en todo el mundo griego.
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