domingo, 24 de diciembre de 2017

Atlas histórico del mundo griego antiguo Adolfo J Domínguez José Pascual Capítulo 27 Olimpia y los Juegos

Una de las características más notables del mundo griego residía en la organización de competiciones atléticas, poéticas y musicales. De entre todas ellas destacaban las cuatro que se celebraban, respectivamente, en Olimpia, Delfos, el istmo de Corinto y Nemea y que, por estar ampliamente difundidas por todo el mundo griego, poseían un carácter panhelénico. Desgraciadamente conocemos poco sobre el origen de estas competiciones y de los primeros siglos de su desarrollo ya que los restos arqueológicos son muy escasos hasta el siglo VI; antes de este período estos lugares debían contar con unos pocos edificios, la mayor parte de los cuales debían de ser endebles construcciones de madera.
El santuario de Zeus en Olimpia, el más famoso de toda Grecia, se encontraba en el noroeste del Peloponeso, sobre el anchuroso y hermoso valle del río Alfeo, en la confluencia del río Cladeo con el propio Alfeo, a los pies de una boscosa colina de forma cónica llamada Crono (123 metros). El santuario constaba de dos partes, el recinto sagrado en sentido estricto, denominado Altis (de alsos, bosque sagrado), y los edificios que, fuera del terreno sacro, rodeaban el Altis. Ambos estaban separados por un doble muro, uno del siglo IV y otro de la época de Nerón.
Los primeros vestigios de poblamiento en Olimpia se remontan a la Edad del Bronce, sin embargo, no hay trazas de que hubiera un centro cultual en esta época y los restos conservados parecen relacionarse más bien con un lugar de habitación del que han aparecido, asimismo, algunas tumbas. Tras el final de la Edad del Bronce, Olimpia siguió poblada y, hacia 1100, aparecen los primeros indicios de un lugar de culto en forma de figurillas de terracota y algunos bronces femeninos, masculinos y carros con caballos y auriga. Entre 1050 y la primera parte del siglo VIII el santuario tuvo únicamente una trascendencia local limitada a la región de la Élide. De creer a la tradición, el culto fue reorganizado en 776, fecha de los Primeros Juegos Olímpicos. Hacia 700 se amplió y acondicionó todo el recinto y se construyó el estadio. A partir de entonces el santuario adquirió primero una importancia regional y finalmente una categoría panhelénica. A mediados del siglo VII, con la construcción del Hereo, comenzó el período de esplendor de Olimpia. Durante el siglo VI Olimpia cayó bajo el control de la ciudad de Elis (c. 580) y se construyeron los principales tesoros y santuarios en piedra en la ladera del Crono; en el siglo V se erigió el magnífico templo de Zeus (472-465), para el que Fidias hizo la espléndida estatua criselefantina de Zeus sedente de 12,4 metros de altura, y en el IV se elevaron el Tolo del Filipeo, el Leonídeo (la gran hostería), la Estoa (o pórtico) Sur, la Estoa Sudeste (quizá el santuario de Hestia) y el Teocoleo, residencia de los sacerdotes. Un estadio de la primera mitad del siglo VI existía en la parte oriental del Altis (posiblemente hubiera uno más antiguo, una simple hendidura delimitada en el centro del Altis). El estadio se reformó en el ecuador del siglo VI y, a mediados del IV, fue desplazado fuera del Altis al lugar en que puede verse hoy día. Tenía cabida para unos cuarenta mil espectadores (sobre gradas de madera salvo la tribuna principal), medía unos 212 metros y, desde la línea de salida (afesis) a la llegada (termo), 197,27 metros, exactamente la longitud de un estadio olímpico. Poseía además una cripta o galería abovedada (de finales del m o principios del n), que servía para el acceso de los atletas y los jueces de las competiciones.
Olimpia empezó a declinar a partir del siglo III. Con todo, aún se edifica el gimnasio, que contaba con dos estadios, uno cubierto (xystos) y otro descubierto (paradromos), y una Palestra cuadrangular. En época romana, el santuario fue saqueado por Sila (86). Nerón realizó algunas obras como su mansión y, hacia 160, Herodes Ático levantó el Ninfeo. La decadencia de Olimpia sufrió un dramático agravamiento con la destrucción del santuario por parte de los hérulos hacia 270 d. C. Después, durante poco más de un siglo, el santuario, semiarruinado y reducido, continuó existiendo hasta la 291.a Olimpiada del 393 d. C., la última, tras la cual Teodosio I ordenó su supresión. En 426 los edificios de Olimpia fueron desmontados. Una basílica funcionaba aún en los siglos V y VI pero Olimpia sufrió dos violentos terremotos en los años 522 y 551, lo que llevó al abandono del lugar.

Los Juegos Olímpicos se celebraban cada cuatro años en la segunda luna llena tras el solsticio de verano, esto es, entre el 26 de julio y el 27 de agosto y duraban cinco o seis días. Inaugurados como juegos funerarios en honor de Pélope, que obtuvo la mano de Hipodamia, hija del rey Enomao, en una mítica carrera de cuádrigas y cuyo túmulo, el Pelópeo, se encontraba en el recinto del Altis, partir de 648 (33.a Olimpiada) encontramos ya todas las competiciones (o agones) importantes. Sólo podían competir los griegos (los romanos fueron admitidos más tarde), y los bárbaros podían acudir como espectadores, lo cual estaba vedado a las mujeres y los esclavos. En el año en que se celebraban los Juegos, los ciudadanos de Elis elegían la Bulé o Consejo Olímpico, que se encargaba del control de los magistrados y de los ingresos y que tenía su sede en el Pritaneo de Olimpia, y a los cargos olímpicos, entre los que se encontraban los agonotetas, organizadores de los Juegos, los helenódicas o jueces, al principio dos y más tarde diez, los tres teocolos o altos sacerdotes y los tres espodónforos, encargados de viajar por toda la Héla- de proclamando la fecha del festival y la tregua sagrada (ekecheiria). Diez meses antes de los Juegos los distintos estados participantes inscribían a los atletas que habrían de competir. Un mes antes los atletas debían residir ya en Olimpia. El día anterior al inicio de los Juegos tenía lugar el desfile de los atletas y se tomaba el juramento olímpico. El primer día se dedicaba a la trompeta para heraldos, en el segundo comenzaban las competiciones para jóvenes menores de dieciocho años, en el tercero tenían lugar los concursos hípicos y los sacrificios a Pélope y Aquiles, en el cuarto las disciplinas de lucha y la hecatombe consagrada a Zeus, en el quinto las competiciones principales y en el quinto o sexto el reparto de coronas a los vencedores. Después de cada prueba el heraldo proclamaba el nombre del vencedor, que recibía la palma de la victoria, y en el último día se concedía a los olimpiónicos una corona cortada del olivo sagrado (kótinos), que se alzaba junto al ángulo sudoccidental del templo de Zeus.y la hecatombe consagrada a Zeus, en el quinto las competiciones principales y en el quinto o sexto el reparto de coronas a los vencedores. Después de cada prueba el heraldo proclamaba el nombre del vencedor, que recibía la palma de la victoria, y en el último día se concedía a los olimpiónicos una corona cortada del olivo sagrado (kótinos), que se alzaba junto al ángulo sudoccidental del templo de Zeus.
Los atletas competían desnudos y descalzos. Se dividían en tres categorías: juveniles, adolescentes o imberbes (agenoioi) y adultos. No había ni segundo ni tercer premio. Buena parte de los atletas eran jóvenes ricos y, aunque los había también de extracción humilde, la aristocracia griega estaba representada muy por encima de su importancia numérica en el conjunto de la sociedad griega. En época helenística y romana existieron también atletas profesionales que, asociados en gremios, viajaban de agón en agónt de competición en competición para ganarse la vida, pero conviene no exagerar la profesionalización y comercialización que se achaca al deporte griego a partir del período helenístico.
Entre las disciplinas de lucha se contaban propiamente la lucha (palé), en la que los contrincantes se dividían de acuerdo con la edad y no el peso y que consistía en hacer caer al adversario tres veces de modo que tocara el suelo con la espalda o los hombros en un máximo de cinco asaltos sin descanso entre ellos; el pancracio, que combinaba la lucha y el boxeo, y donde el combate proseguía hasta el abandono del contrario, y el boxeo, que tampoco conocía asaltos y finalizaba igualmente cuando el adversario abandonaba o caía inconsciente. En las disciplinas de lanzamiento se incluían el salto de longitud, la disco- bolia y la jabalina. En el salto de longitud (halma) se lanzaba el cuerpo humano y no un objeto. Se trataba de un salto múltiple (las marcas conocidas de más de dieciséis metros excluyen un único salto), o bien un salto triple con carrera o, más probablemente, uno quíntuple sin carrera ni pausas, más fácil de realizar con pesas en las manos (halteras) con las que se alcanzaba hasta un metro más. El salto sólo era válido si la huella de la arena mostraba los dos pies en paralelo. En el lanzamiento de disco (discobolia) se arrojaba una placa metálica redonda (solos) desde la balbis, una zona delimitada por una barrera por delante y los lados y abierta por detrás, en un movimiento similar al actual y las marcas más importantes giraban en torno a los treinta metros. En el lanzamiento de jabalina (akontismos) los atletas, en una carrera muy parecida a la actual, se servían para el lanzamiento de una correa de cuero (ankile) de unos cuarenta centímetros, enrollada en el centro del asta y terminada en un lazo por la que se introducían dos dedos de la mano. En las carreras era desconocida la salida en posición agachada y el atleta disponía de unos soportes de piedra en el suelo con muescas para apoyar los dedos del pie y servirse de ayuda en la arrancada. Las salidas falsas podían castigarse con unos azotes. Entre las distintas especialidades de velocidad podemos enumerar el estadio o dromos; el diaulos, la carrera de ida y vuelta con postes (kampteres) en un extremo de la pista en torno a los cuales se daba la vuelta; el hipio, la carrera de cuatro estadios; el dolichos o carrera de fondo o medio fondo, que variaba de siete a veinticuatro estadios (1.400 a 4.400 metros), y el hoplitódromos que se corría con casco, escudo y grebas –estas últimas se eliminaron más adelante–. Finalmente, quedaba el pentatlón que incluía en eliminatorias el lanzamiento de disco y jabalina, el salto de longitud, la carrera y el pugilato. La carrera de relevos o lampadromía (carrera de antorchas) que se celebraba en varias ciudades, no formaba parte de los Juegos.
Los concursos hípicos fueron introducidos oficialmente en Olimpia en 680 (25.a Olimpiada) y comprendían la carrera de cuádrigas para caballos (la prueba reina) y potros; las de caballos y potros con jinetes y las de bigas para caballos y potros. Sólo los ricos propietarios, fueran hombres o mujeres, podían presentarse a estas competiciones y no era necesario que condujeran o montaran personalmente. Las pruebas ecuestres se celebraban en el hipódromo, muy mal conocido, que parece contar con una longitud de dos estadios (unos 380 metros) con hitos en los dos extremos para girar. La línea de meta era la misma de salida y había que dar seis vueltas con doce giros a los hitos. Por último, en Olimpia se celebraban también los Juegos Hereos dedicados a las mujeres, que se componían de una carrera femenina (Arist., Pol., 1339a 1-4) en la que el estadio se reducía en una sexta parte (160,2 metros) y en el que las competidoras se repartían en tres categorías de edad.
El honor, la fama y la gloria esperaban al vencedor en los Juegos. Tras la solemne proclamación del último día, su nombre era inscrito en las listas oficiales y el ganador del estadio daba nombre a la Olimpiada. Podía también hacerse erigir una estatua en el Altis siempre y cuando no excediese el tamaño real. Al llegar a las puertas de su ciudad natal, recibía oficialmente la enhorabuena de manos de los magistrados, subía en un carro de cuatro caballos y recorría las calles acompañado por un cortejo siendo vitoreado por la multitud. En algunos sitios se le concedía una recompensa en metálico, una estatua, manutención vitalicia, un asiento preferente en el teatro e incluso la exención de impuestos (ateleia:). Muchas veces lo proclamaban ciudadano de honor y en numerosas ocasiones sus parientes y amigos se ocupaban de que se compusiese una canción de homenaje, un epinicio, a cargo de los mejores (y más caros) poetas como Píndaro, Simónides o Baquílides.
Inicialmente los Juegos Píticos eran competiciones musicales que conmemoraban la lucha del dios Apolo contra la serpiente Pitón. Fueron reorganizados en 582 y, desde entonces, se celebraron cada cuatro años en el tercer año de cada Olimpiada, hacia el mes de septiembre. Los concursos incluían un himno a Apolo con cítara o flauta, coros, tragedia y comedia. En 568 se introdujeron las competiciones atléticas e hípicas al modo olímpico. No obstante, los certámenes musicales mantuvieron su importancia.
Seis meses antes del comienzo de los Juegos Píticos se enviaban teoros por todo el mundo griego para anunciar los juegos mientras que los epimeletas se encargaban de la dirección de los mismos. Las competiciones se prolongaban algo más que las de Olimpia. El primer día se efectuaban los sacrificios propiciatorios y se representaba el "drama sagrado", que recordaba la victoria de Apolo sobre la serpiente Pitón. En el segundo día tenía lugar la procesión solemne hasta el altar de Apolo para ofrecerle una hecatombe; el tercer día se organizaba un banquete y, al día siguiente, se celebraban las competiciones musicales en el teatro, en el quinto día las gimnásticas y en el sexto (y a veces el séptimo) las hípicas. Los vencedores recibían una corona de laurel.
Los Juegos Ístmicos empezaron en 582, organizados por Corinto en honor de Meli- certes-Palemón, un joven mortal que se convirtió en un dios marino benévolo. Tenían lugar cada dos años en primavera (abril) en el santuario de Posidón en el Istmo; duraban varios días y comprendían un programa idéntico a los Juegos Olímpicos, si bien se hacía un especial hincapié en las competiciones hípicas. En el siglo V se inauguraron los concursos musicales e incluso se introdujo uno de pintura.
Los Juegos Nemeos comenzaronLos esclavos eran propiedad de su amo como cualquier a disputarse en 573, regulados por la ciudad de Cleonas, aunque Argos se los disputó, en el santuario de Zeus en Nemea y rememoraban la muerte del pequeño Ofeltes por una serpiente (la creencia de que los juegos se relacionaban con la muerte del león a manos de Heracles se impuso en época romana). Los Juegos se celebraban cada dos años, hacia julio o agosto, en el segundo y cuarto año de cada Olimpiada.
Se denominaban periodónicos a los atletas que habían obtenido al menos una victoria en cada uno de los cuatro Juegos panhelénicos como Milón de Crotona, el más famoso de todos, que, desde la 60.a Olimpiada de 540 fue seis veces periodionikes en lucha. La cumbre de la gloria se alcanzaba cuando se vencía en los cuatro Juegos en el período de una sola Olimpiada como Hermes de Antioquía en 16 a. C. (191.a Olimpiada).
Los grandes juegos constituían también la ocasión para la exhibición del prestigio de determinadas personas como Temístocles (476) o Filipo y eran lugar de contactos tendentes, por ejemplo, a la creación de alianzas como la Liga Helénica (481), o de proclamaciones como la de la libertad de los griegos por Tito Quinctio Flaminino en 196.
Además de estos cuatro grandes juegos, cada pólis griega, por pequeña que fuera, organizaba sus propias competiciones –se han podido contabilizar unas trescientas en época romana– y las grandes ciudades podían tener varias (destacaban las Panateneas atenienses), muchas de las cuales atraían a atletas de todas partes y cuyos premios constituían un aliciente nada despreciable. Por último, los Juegos estimularon el arte y el estudio de la anatomía y del cuerpo humano desnudo; no en vano los motivos atléticos gozaron de amplia aceptación en todo el mundo griego.

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