a. Algunos helenos dicen que Atenea tenía un padre
llamado Palas, un gigante cabrío alado, que más tarde trató de ultrajarla y
cuyo nombre agregó al suyo después de despojarlo de la piel, con la que hizo la
égida, y de las alas, que se puso en sus propios hombros[1]; si, en verdad, la égida
río era la piel de la gorgona Medusa, a la que desolló después de que Perseo le
decapitase[2].
b. Otros dicen que su padre era un tal Itono, un rey
de Itón en Ftiótide, cuya hija Yodama fue muerta por Atenea al dejarla ver
accidentalmente la cabeza de la Gorgona[3], convirtiéndola así en un
bloque de piedra, cuando penetró sin derecho en el recinto de noche.
c. Otros aun dicen que su padre era Posidón, pero
que ella lo repudió y pidió a Zeus que la adoptara, cosa que él hizo de buena
gana[4].
d. Pero los propios sacerdotes de Atenea relatan la
siguiente fábula acerca de su nacimiento. Zeus codiciaba a la Titánide Metis,
quien adoptó muchas formas para eludirlo, hasta que por fin la atrapó y la dejó
encinta. Un oráculo de la Madre Tierra declaró entonces que daría a luz a una
niña y que, si Metis volvía a concebir, pariría un varón que estaba destinado a
destronar a Zeus, como Zeus había destronado a Crono y Crono había destronado a
Urano. En consecuencia, habiendo instado a Metis con palabras melosas, a que se
acostara sobre un lecho, Zeus abrió de pronto la boca y se la tragó; éste fue el
fin de Metis, aunque él pretendía luego que ella le aconsejaba desde dentro de
su vientre. Cuando transcurrió el tiempo debido Zeus sintió un furioso dolor de
cabeza al dirigirse a las orillas del lago Tritón, hasta el extremo de que
parecía que le iba a estallar el cráneo, y lanzaba tales gritos de ira que todo
el firmamento resonaba con su eco. Corrió a su encuentro Hermes, quien
inmediatamente adivinó la causa del. Malestar de Zeus. Convenció a Hefesto, o,
según dicen algunos, a Prometeo, para que tomase su cuña y su martinete y
abriese una brecha en el cráneo de Zeus; de ella salió Atenea, plenamente
armada y dando un potente grito[5].
*
1. J. E. Harrison describió con gran acierto la fábula del nacimiento
de Atenea de la cabeza de Zeus como «un recurso teológico desesperado para
despojarla de sus condiciones matriarcales». Es también una insistencia
dogmática en la sabiduría como prerrogativa masculina; hasta entonces solamente
la diosa había sido sabia. En efecto, Hesíodo se las arregló para conciliar
tres opiniones contradictorias:
1. Atenea, la diosa de la ciudad de Atenas, era hija
partenogénita de la inmortal Metis, Titánide del cuarto
día y del planeta Mercurio, quien gobernaba toda la sabiduría y los
conocimientos.
2. Zeus devoró a Metis, pero con eso no perdió la
sabiduría (es decir, que los aqueos suprimieron el culto de los Titanes y
atribuyeron toda la sabiduría a su dios Zeus).
3. Atenea era hija de Zeus (es decir, que los aqueos
insistían en que los atenienses debían reconocer, el señorío supremo patriarcal
de Zeus).
Había tomado el mecanismo de su mito de ejemplos
análogos: Zeus persiguiendo a Némesis (véase 32.b); Cronos devorando a sus hijos e hijas (véase 7.a);
Dioniso renaciendo del muslo de Zeus (véase 14.c); y la apertura de la cabeza
de la Madre Tierra por dos hombres con hachas, al parecer para dar salida a
Core (véase 24.3), como se ve, por ejemplo, en una zafra con figuras negras de
la Biblioteca Nacional de París. Posteriormente, Atenea es la portavoz
obediente de Zeus y suprime deliberadamente sus antecedentes. Emplea sacerdotes
y no sacerdotisas.
2. Palas, con el significado de «doncella», es un
nombre inapropiado para el gigante alado cuyo atentado contra la castidad de
Atenea se deduce probablemente de una representación gráfica de su casamiento
ritual, como Atenea Lafria, con un rey cabra (véase 89.4) tras una lucha armada
con su rival (véase 8.1). Esta costumbre libia del casamiento con cabras se
extendió al norte de Europa, formando parte de las fiestas de la Víspera de Mayo.
Los akan, un pueblo libio, desollaban en un tiempo a sus reyes.
3. El repudio por Atenea de la paternidad de Posidón
se relaciona con un cambio temprano en el señorío de la ciudad de Atenas (
véase 16.3).
4. El mito de Itono («hombre-sauce») representa la
pretensión de los itomanos de que adoraban a Atenea incluso antes de que lo
hicieran los atenienses; y su nombre demuestra que ella tenía un culto del
sauce en Ftiótide, como el de su equivalente, la diosa Anatha en Jerusalén,
hasta que los sacerdotes de Jehová la expulsaron y recabaron el sauce hacedor
de la lluvia como su árbol en la Fiesta de los Tabernáculos.
5. Habría significado la muerte para un hombre
quitar una égida —la túnica de castidad de piel de cabra que llevaban las
muchachas libias— sin el consentimiento de su propietaria;
de aquí la máscara de gorgona profiláctica puesta sobre ella, y la serpiente
oculta en el zurrón o saco de cuero. Pero como a la égida de Atenea se la
describe como un escudo, yo sugiero en La
diosa blanca que se trataba de una bolsa para cubrir un disco sagrado, como
el que contenía el secreto alfabético de Palamedes y cuya invención se le
atribuye (véase 52.a y 162.5). El profesor Richter sostiene que las figurillas
chipriotas, que sostienen discos del mismo tamaño proporcionado que el famoso
de Festo, el cual lleva en forma de espiral una leyenda sagrada, eran
anteriores a Atenea y su égida. Los escudos de los héroes tan minuciosamente
descritos por Hornero y Hesíodo parecen haber llevado pictografías grabadas en
una faja en forma de espiral.
6. Yodama que significa probablemente «novilla de
Io», puede haber sido una antigua imagen de piedra de la diosa Luna (véase
56.1) y la fábula de su petrificación es una advertencia a las muchachas
curiosas contra la violación de los Misterios (véase 25.d).
7. Sería un error considerar a Atenea como única o
predominantemente la diosa de Atenas. Varias acrópolis antiguas estaban
consagradas a ella, incluyendo las de Argos (Pausanias: ii.24.3), Esparta (ibíd.: 3.17.1), Troya (Ilíada, vi.88), Esmirna (Estrabón:
iv-1.4), Epidauro (Pausanias: ii.32.5), Trecén (Pausanias: iii.23.10) y Feneo
(Pausanias: x.38.5). Todos éstos son lugares pre-helenos.
[1]
Tzetzes: Sobre Licofrón 355.
[2]
Eurípides: Ion 995.
[3] Pausanias:
ix.34.1.
[4]
Herodoto: iv.180.
[5]
Hesíodo: Teogonía 886-900; Píndaro: Odas olímpicas vii.34 y ss.; Apolodoro:
i.3.6.
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