jueves, 14 de diciembre de 2017

83. MIDAS

a. Midas, hijo de la Gran Diosa del Ida y de un sátiro cuyo nombre no se recuerda, era un rey amante de los placeres de Bromio, en la Macedonia, donde gobernaba a los brigios (llamados también mosquios) y tenía sus célebres jardines de rosas[1]. En su infancia se observó una procesión de hormigas que transportaban granos de trigo por el costado de su cuna y los ponían entre sus labios mientras dormía, prodigio que los adivinos interpretaron como un presagio de la gran riqueza que acumularía; y cuando creció le instruyó Orfeo[2].
b. Un día, el libertino y viejo sátiro Sueno, que había sido pedagogo de Dioniso, se extravió del cuerpo principal del bullicioso ejército de Dioniso cuando éste pasaba de Tracia a Beocia y lo encontraron durmiendo su borrachera en los jardines de rosas. Los jardineros lo ataron con guirnaldas de flores y lo llevaron ante Midas, a quien hizo un relato maravilloso de un continente inmenso situado más allá del océano —completamente separado de la masa conjunta de Europa, Asia y África— y en el que abundaban las ciudades magníficas, pobladas por habitantes gigantes, felices y de larga vida y que gozaban de un notable sistema legal. Una gran expedición —de por lo menos diez millones de personas— se puso en otro tiempo en camino desde allí a través del océano para hacer una visita a los Hiperbóreos; pero al ver que el suyo era el mejor país que podía ofrecer el viejo mundo, se retiraron, asqueados. Entre otras maravillas. Sueno mencionó un remolino espantoso más allá del cual no puede pasar ningún viajero. Dos arroyos corren por las cercanías y los árboles que se alzan en las orillas del primero dan el fruto que hace llorar, gemir y desfallecer a quienes lo comen. Pero el fruto que dan los árboles que se alzan junto al otro arroyo renuevan la juventud incluso de los muy ancianos; en realidad, después de pasar hacia atrás por la edad madura, la juventud y la adolescencia, vuelven a ser niños y luego infantes, ¡y por fin desaparecen! Midas, encantado con las fábulas de Sueno, le agasajó durante cinco días y sus noches y luego ordenó que un guía le acompañara hasta la residencia de Dioniso[3].
c. Dioniso, que había estado preocupado por la suerte de Sueno, mandó que preguntaran a Midas cómo deseaba que se le recompensase. Midas contestó sin vacilar: «Te ruego me concedas que todo lo que toque se convierta en oro.» Pero no sólo las piedras, las flores y los muebles de su casa se convertían en oro, sino también, cuando se sentaba a la mesa, los alimentos que comía y el agua que bebía. Midas no tardó en suplicar que le eximiesen de su deseo porque se moría de hambre y de sed; Dioniso, muy divertido, le dijo que visitara la fuente del río Pactólo, cerca del monte Tmolo, y se lavase en ella. Midas obedeció e inmediatamente quedó libre del tacto de oro, pero las arenas del Pactólo siguen siendo doradas y brillantes aún en nuestros días[4].
d. Midas entró así en Asia con su séquito de brigios y le adoptó el rey frigio Gordias quien no tenía hijos. Cuando sólo era un campesino pobre, Gordias se sorprendió un día al ver a un águila real posarse en la vara de su carro de bueyes. Como parecía dispuesta a permanecer allí todo el día, condujo la yunta hacia Telmiso, en Frigia, ahora parte de Galacia, donde había un oráculo, digno de confianza, pero en la puerta de la ciudad se encontró con una joven profetisa que, cuando vio al águila todavía posada en la vara, insistió en que él ofreciera inmediatamente sacrificios a Zeus Rey.
—Déjame que vaya contigo, campesino —dijo ella— para estar segura de que eliges las víctimas apropiadas.
—No faltaba más —contestó Gordias—. Pareces ser una joven juiciosa y considerada. ¿Estás dispuesta a casarte conmigo?
—Tan pronto como hayas ofrecido los sacrificios —replicó ella.
e. Entretanto, el rey de Frigia había muerto repentinamente, sin sucesión, y un oráculo anunció: «Frigios, vuestro nuevo rey se acerca con su novia, sentado en un carro de bueyes.»
Cuando el carro entró en la plaza del mercado de Telmisa, el águila llamó inmediatamente la atención popular y Gordias fue aclamado unánimemente rey. En agradecimiento, dedicó el carro a Zeus, juntamente con su yugo, que había atado a la vara de una manera peculiar. Un oráculo declaró que quien descubriera cómo se podía desatar el nudo se convertiría en el señor de toda Asia. En consecuencia, el yugo y la vara fueron depositados en la acrópolis de Gordión, ciudad que había fundado Gordias, donde los sacerdotes de Zeus los guardaron celosamente durante siglos hasta que Alejandro de Macedonia cortó petulantemente el nudo con su espada[5].
f. Cuando murió Gordias, le sucedió en el trono Midas, quien promovió el culto de Dioniso y fundó la ciudad de Ancira. Los brigios que habían venido con él se llamaron en adelante frigios y los reyes de Frigia se han llamado alternativamente Midas y Gordias hasta el presente; por lo que al primer Midas se le ha llamado equivocadamente hijo de Gordias[6].
g. Midas asistió al famoso certamen musical entre Apolo y Marsias, arbitrado por el dios fluvial Tmolo. Tmolo concedió el premio a Apolo, quien, al ver que Midas discrepaba del veredicto, lo castigó con un par de orejas de asno. Durante largo tiempo Midas se las arregló para ocultar esas orejas bajo un gorro frigio, pero a su barbero, que se enteró de la deformidad, le fue imposible mantener el secreto vergonzoso, como le había ordenado Midas bajo pena de muerte. En consecuencia, cavó un hoyo en la orilla del río y, asegurándose antes de que no había nadie en los alrededores, murmuró: «¡El rey Midas tiene orejas de asno!». Luego llenó el hoyo y se alejó, en paz consigo mismo, hasta que brotó de la orilla una caña que susurraba el secreto a todos los que pasaban. Cuando Midas se enteró de que su desgracia era de conocimiento público, condenó a muerte al barbero, bebió sangre de toro y pereció miserablemente[7].

*

1. A Midas se le ha identificado razonablemente con Mita, rey de los mosquios («hombres terneros») o mushki, pueblo de origen póntico que a mediados del segundo milenio a. de C. ocupó la parte occidental de Tracia más tarde llamada Macedonia; cruzaron el Helesponto alrededor del año 1200 a. de C., destruyeron el poderío de los hititas en el Asia Menor y tomaron Pteria, su capital. «Mosquios» se refiere quizás a un culto del ternero como el espíritu sagrado. Las rosaledas de Midas y el relato de su nacimiento indican un culto orgiástico de Afrodita, a la que estaban consagradas las rosas. La fábula del toque que convertía todo en oro ha sido inventada para explicar las riquezas de la dinastía de Mita y la presencia de oro en el río Pactólo, y se ha dicho con frecuencia que las orejas de asno fueron sugeridas por la representación de Midas como sátiro, con las orejas horriblemente alargadas, en la comedia ateniense.
2. Pero como los asnos estaban consagrados a su benefactor Dioniso, quien puso un par de ellos entre las estrellas (Higinio: Astronomía poética ii.23), es probable que el Midas original se gloriase de su disfraz de asno. Un par de orejas de asno en la punta de un cetro de caña era una señal de realeza que llevaban todos los dioses dinásticos egipcios en memoria de la época en que Set, de orejas de asno (véase 35.4), dirigía su panteón. El poder de Set había decaído mucho hasta su restauración temporánea por los reyes hicsos de comienzos del segundo milenio a. de C.; pero como los hititas formaban parte de la gran horda de conquistadores nórdicos encabezados por los hicsos, el Midas de las orejas de asno puede muy bien haber reclamado la soberanía sobre el imperio hitíta en nombre de Set. En la época pre-dinástica, Set había gobernado durante la segunda mitad del año y anualmente asesinaba a su hermano Osiris, el espíritu de la primera mitad, cuyo emblema era un toro; eran, en realidad, los conocidos mellizos rivales que disputaban perpetuamente los favores de su hermana, la diosa Luna Isis.
3. Es probable que la ilustración de la que se deriva la fábula del barbero de Midas representase la muerte del rey-asno. Su cabello dorado, la sede de su poder regio, está trasquilado, como el de Sansón (véase 91.1); su cabeza cortada está enterrada en un agujero para defender a la ciudad de Ancira de la invasión. La caña es un símbolo ambivalente: como el «árbol» del duodécimo mes (véase 52.3) le anuncia oracularmente la muerte inminente; también confiere la dignidad real a su sucesor. A causa del gran poder mágico de la sangre de toro, sólo las sacerdotisas de la Madre Tierra podían bebería sin daño (véase 51.4 y 155.a), y como era la sangre de Osiris, sería peculiarmente venenosa para un rey-asno.
4. El secreto del nudo gordiano parece haber sido religioso, probablemente el nombre inefable de Dioniso, un monograma en forma de nudo hecho en la correa de cuero crudo. Gordión era la llave para entrar en Asia (Asia Menor), porque su ciudadela dominaba la única ruta comercial practicable que iba de Troya a Antioquía; y la sacerdotisa o el sacerdote local comunicarían el secreto al rey de Frigia solamente, como solamente al sumo sacerdote se le confiaba el nombre inefable de Jehová en Jerusalén. El brutal corte del nudo por Alejandro cuando formó su ejército en Gordión para la invasión del Asia Menor puso fin a un designio divino antiguo al poner el poder de la espada por encima del misterio religioso. Gordias (de gruzein, «gruñir» o «refunfuñar») se llamaba así, quizá, por el murmullo que se oía en su altar oracular.
5. El motivo por el que la fábula del Continente Atlántico debía atribuirse al borracho Sueno puede adivinarse por tres episodios de que informa Plutarco (Vida de Solón 25-9). El primero es que Solón viajó extensamente por Asia Menor y Egipto; el segundo, que creía la fábula de la Atlántida (véase 39.b) y la convirtió en un poema épico; el tercero, que altercó con el autor dramático Tespis, quien, en sus comedias acerca de Dioniso, ponía frases ridículas, al parecer llenas de alusiones locales, en boca de los sátiros. Solón preguntó: «¿No te alarma, Tespis, decir tantas mentiras ante un auditorio tan grande?» Cuando Tespis le contestó: «¿Qué importancia tiene si toda la obra es una broma?», Solón golpeó violentamente el suelo con su bastón y replicó: «Si fomentas bromas de esta clase en nuestro teatro, pronto se infiltrarán también en nuestros negocios y contratos.» Eliano, quien cita a Teopompo como su autoridad, parece haber tenido acceso de segunda o tercera mano a una comedia de Tespis, o de su discípulo Pratinas, en la que se ponía en ridículo a Solón por las mentiras utópicas que cuenta en el poema épico y en la que se le presentaba como Sueno recorriendo sin trabas Egipto y el Asia Menor (véase 27.b). Sueno y Solón no son nombres disímiles, y así como Sueno era preceptor de Dioniso, así también Solón era preceptor de Pisístrato, quien quizá por consejo suyo, fundó los ritos dionisíacos en Atenas (véase 27.5).
6. Es posible que Solón recogiera en sus viajes fragmentos de la tradición sobre la Atlántida que incorporó en su poema y que se prestaban para la parodia teatral, como la leyenda gaélica de un país de la Juventud situado más allá del océano y al que Niamh de la Cabellera de Oro llevó a Oisin y desde donde regresó siglos más tarde para hacer una visita a Irlanda. Se recordará que Oisin estaba disgustado con la degeneración de su pueblo en comparación con el de Niamh y lamentaba amargamente haber vuelto. El remolino innavegable es el famoso en el que, según suponían los físicos de la antigüedad, el océano se vierte en el extremo del mundo y desaparece. Parece que Solón también oyó a unos geógrafos que discutían la posible existencia de un continente atlántico. Eratóstenes, Mela, Cicerón y Estrabón especularon sobre él y Séneca predijo su descubrimiento en el segundo acto de su Medea, en un pasaje que, según se dice, causó una impresión profunda al joven Colón.





[1] Higinio: Fábula 274; Filóstrato: Vida de Apolonio de Tiana vi.27; Herodoto: i.14 y viii.138.

[2] Cicerón: Sobre la adivinación 1.36; Valerio Máximo: i.6.3; Ovidio: Metamorfosis xi.92-3.

[3] Eliano: Varia historia iii.18.

[4] Plutarco: Minos 5; Ovidio: Metamorfosis xi.90 y ss.; Higinio: Fábula 191; Virgilio: Églogas vi.13 y ss.

[5] Arriano: Anábasis de Alejandro ii.3.

[6] Justino: xi.7; Pausanias: i.4.5; Eliano: Varia historia iv.17.

[7] Ovidio: Metamorfosis xi.146 y ss.; Persio: Sátiras i.121; Estrabón: i.3.21.


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