a. Midas, hijo de la Gran Diosa del Ida y de un
sátiro cuyo nombre no se recuerda, era un rey amante de los placeres de Bromio,
en la Macedonia, donde gobernaba a los brigios (llamados también mosquios) y
tenía sus célebres jardines de rosas[1]. En su infancia se observó
una procesión de hormigas que transportaban granos de trigo por el costado de
su cuna y los ponían entre sus labios mientras dormía, prodigio que los
adivinos interpretaron como un presagio de la gran riqueza que acumularía; y
cuando creció le instruyó Orfeo[2].
b. Un día, el libertino y viejo sátiro Sueno, que
había sido pedagogo de Dioniso, se extravió del cuerpo principal del bullicioso
ejército de Dioniso cuando éste pasaba de Tracia a Beocia y lo encontraron
durmiendo su borrachera en los jardines de rosas. Los jardineros lo ataron con guirnaldas de flores y lo llevaron ante Midas, a quien hizo un
relato maravilloso de un continente inmenso situado más allá del océano
—completamente separado de la masa conjunta de Europa, Asia y África— y en el
que abundaban las ciudades magníficas, pobladas por habitantes gigantes, felices
y de larga vida y que gozaban de un notable sistema legal. Una gran expedición
—de por lo menos diez millones de personas— se puso en otro tiempo en camino
desde allí a través del océano para hacer una visita a los Hiperbóreos; pero al
ver que el suyo era el mejor país que podía ofrecer el viejo mundo, se retiraron,
asqueados. Entre otras maravillas. Sueno mencionó un remolino espantoso más
allá del cual no puede pasar ningún viajero. Dos arroyos corren por las
cercanías y los árboles que se alzan en las orillas del primero dan el fruto
que hace llorar, gemir y desfallecer a quienes lo comen. Pero el fruto que dan
los árboles que se alzan junto al otro arroyo renuevan la juventud incluso de
los muy ancianos; en realidad, después de pasar hacia atrás por la edad madura,
la juventud y la adolescencia, vuelven a ser niños y luego infantes, ¡y por fin
desaparecen! Midas, encantado con las fábulas de Sueno, le agasajó durante
cinco días y sus noches y luego ordenó que un guía le acompañara hasta la
residencia de Dioniso[3].
c. Dioniso, que había estado preocupado por la
suerte de Sueno, mandó que preguntaran a Midas cómo deseaba que se le recompensase.
Midas contestó sin vacilar: «Te ruego me concedas que todo lo que toque se
convierta en oro.» Pero no sólo las piedras, las flores y los muebles de su
casa se convertían en oro, sino también, cuando se sentaba a la mesa, los
alimentos que comía y el agua que bebía. Midas no tardó en suplicar que le
eximiesen de su deseo porque se moría de hambre y de sed; Dioniso, muy divertido,
le dijo que visitara la fuente del río Pactólo, cerca del monte Tmolo, y se
lavase en ella. Midas obedeció e inmediatamente quedó libre del tacto de oro,
pero las arenas del Pactólo siguen siendo doradas y brillantes aún en nuestros
días[4].
d. Midas entró así en Asia con su séquito de brigios
y le adoptó el rey frigio Gordias quien no tenía hijos. Cuando sólo era un
campesino pobre, Gordias se sorprendió un día al ver a un águila real posarse
en la vara de su carro de bueyes. Como parecía dispuesta a permanecer allí todo
el día, condujo la yunta hacia Telmiso, en Frigia, ahora parte de Galacia,
donde había un oráculo, digno de confianza, pero en la puerta de la ciudad se
encontró con una joven profetisa que, cuando vio al águila todavía posada en la
vara, insistió en que él ofreciera inmediatamente sacrificios a Zeus Rey.
—Déjame que vaya contigo, campesino —dijo ella— para
estar segura de que eliges las víctimas apropiadas.
—No faltaba más —contestó Gordias—. Pareces ser una
joven juiciosa y considerada. ¿Estás dispuesta a casarte conmigo?
—Tan pronto como hayas ofrecido los sacrificios
—replicó ella.
e. Entretanto, el rey de Frigia había muerto
repentinamente, sin sucesión, y un oráculo anunció: «Frigios, vuestro nuevo rey
se acerca con su novia, sentado en un carro de bueyes.»
Cuando el carro entró en la plaza
del mercado de Telmisa, el águila llamó inmediatamente la atención popular y
Gordias fue aclamado unánimemente rey. En agradecimiento, dedicó el carro a
Zeus, juntamente con su yugo, que había atado a la vara de una manera peculiar.
Un oráculo declaró que quien descubriera cómo se podía desatar el nudo se
convertiría en el señor de toda Asia. En consecuencia, el yugo y la vara fueron
depositados en la acrópolis de Gordión, ciudad que había fundado Gordias, donde
los sacerdotes de Zeus los guardaron celosamente durante siglos hasta que Alejandro
de Macedonia cortó petulantemente el nudo con su espada[5].
f. Cuando murió Gordias, le sucedió en el trono
Midas, quien promovió el culto de Dioniso y fundó la ciudad de Ancira. Los
brigios que habían venido con él se llamaron en adelante frigios y los reyes de
Frigia se han llamado alternativamente Midas y Gordias hasta el presente; por
lo que al primer Midas se le ha llamado equivocadamente hijo de Gordias[6].
g. Midas asistió al famoso certamen musical entre
Apolo y Marsias, arbitrado por el dios fluvial Tmolo. Tmolo concedió el premio
a Apolo, quien, al ver que Midas discrepaba del veredicto, lo castigó con un
par de orejas de asno. Durante largo tiempo Midas se las arregló para ocultar
esas orejas bajo un gorro frigio, pero a su barbero, que se enteró de la
deformidad, le fue imposible mantener el secreto vergonzoso, como le había
ordenado Midas bajo pena de muerte. En consecuencia, cavó un hoyo en la orilla
del río y, asegurándose antes de que no había nadie en los alrededores,
murmuró: «¡El rey Midas tiene orejas de asno!». Luego llenó el hoyo y se alejó,
en paz consigo mismo, hasta que brotó de la orilla una caña que susurraba el
secreto a todos los que pasaban. Cuando Midas se enteró de que su desgracia era
de conocimiento público, condenó a muerte al barbero, bebió sangre de toro y
pereció miserablemente[7].
*
1. A Midas se le ha identificado razonablemente
con Mita, rey de los mosquios («hombres terneros») o mushki, pueblo de origen
póntico que a mediados del segundo milenio a. de C. ocupó la parte occidental
de Tracia más tarde llamada Macedonia; cruzaron el Helesponto alrededor del año
1200 a. de C., destruyeron el poderío de los hititas en el Asia Menor y tomaron
Pteria, su capital. «Mosquios» se refiere quizás a un culto del ternero como el
espíritu sagrado. Las rosaledas de Midas y el relato de su nacimiento indican
un culto orgiástico de Afrodita, a la que estaban consagradas las rosas. La
fábula del toque que convertía todo en oro ha sido inventada para explicar las
riquezas de la dinastía de Mita y la presencia de oro en el río Pactólo, y se
ha dicho con frecuencia que las orejas de asno fueron sugeridas por la
representación de Midas como sátiro, con las orejas horriblemente alargadas, en
la comedia ateniense.
2. Pero como los asnos estaban consagrados a su
benefactor Dioniso, quien puso un par de ellos entre las estrellas (Higinio: Astronomía poética ii.23), es probable
que el Midas original se gloriase de su disfraz de asno. Un par de orejas de
asno en la punta de un cetro de caña era una señal de realeza que llevaban
todos los dioses dinásticos egipcios en memoria de la época en que Set, de
orejas de asno (véase 35.4), dirigía su panteón. El poder de Set había decaído
mucho hasta su restauración temporánea por los reyes hicsos de comienzos del
segundo milenio a. de C.; pero como los hititas formaban parte de la gran horda
de conquistadores nórdicos encabezados por los hicsos, el Midas de las orejas
de asno puede muy bien haber reclamado la soberanía sobre el imperio hitíta en
nombre de Set. En la época pre-dinástica, Set había gobernado durante la
segunda mitad del año y anualmente asesinaba a su hermano Osiris, el espíritu
de la primera mitad, cuyo emblema era un toro; eran, en realidad, los conocidos
mellizos rivales que disputaban perpetuamente los favores de su hermana, la
diosa Luna Isis.
3. Es probable que la ilustración de la que se
deriva la fábula del barbero de Midas representase la muerte del rey-asno. Su
cabello dorado, la sede de su poder regio, está trasquilado, como el de Sansón
(véase 91.1); su cabeza cortada está enterrada en un agujero para defender a la
ciudad de Ancira de la invasión. La caña es un símbolo ambivalente: como el
«árbol» del duodécimo mes (véase 52.3) le anuncia oracularmente la muerte
inminente; también confiere la dignidad real a su sucesor. A causa del gran
poder mágico de la sangre de toro, sólo las sacerdotisas de la Madre Tierra
podían bebería sin daño (véase 51.4 y 155.a), y como era la sangre de Osiris,
sería peculiarmente venenosa para un rey-asno.
4. El secreto del nudo gordiano parece haber sido
religioso, probablemente el nombre inefable de Dioniso, un monograma en forma
de nudo hecho en la correa de cuero crudo. Gordión era la llave para entrar en
Asia (Asia Menor), porque su ciudadela dominaba la única ruta comercial practicable
que iba de Troya a Antioquía; y la sacerdotisa o el sacerdote local
comunicarían el secreto al rey de Frigia solamente, como solamente al sumo
sacerdote se le confiaba el nombre inefable de Jehová en Jerusalén. El brutal
corte del nudo por Alejandro cuando formó su ejército en Gordión para la
invasión del Asia Menor puso fin a un designio divino antiguo al poner el poder
de la espada por encima del misterio religioso. Gordias (de gruzein, «gruñir» o «refunfuñar») se
llamaba así, quizá, por el murmullo que se oía en su altar oracular.
5. El motivo por el que la fábula del Continente
Atlántico debía atribuirse al borracho Sueno puede adivinarse por tres
episodios de que informa Plutarco (Vida
de Solón 25-9). El primero es que Solón viajó extensamente por Asia Menor y
Egipto; el segundo, que creía la fábula de la Atlántida (véase 39.b) y la
convirtió en un poema épico; el tercero, que altercó con el autor dramático
Tespis, quien, en sus comedias acerca de Dioniso, ponía frases ridículas, al
parecer llenas de alusiones locales, en boca de los sátiros. Solón preguntó:
«¿No te alarma, Tespis, decir tantas mentiras ante un auditorio tan grande?»
Cuando Tespis le contestó: «¿Qué importancia tiene si toda la obra es una
broma?», Solón golpeó violentamente el suelo con su bastón y replicó: «Si
fomentas bromas de esta clase en nuestro teatro, pronto se infiltrarán también
en nuestros negocios y contratos.» Eliano, quien cita a Teopompo como su
autoridad, parece haber tenido acceso de segunda o tercera mano a una comedia
de Tespis, o de su discípulo Pratinas, en la que se ponía en ridículo a Solón
por las mentiras utópicas que cuenta en el poema épico y en la que se le
presentaba como Sueno recorriendo sin trabas Egipto y el Asia Menor (véase
27.b). Sueno y Solón no son nombres disímiles, y así como Sueno era preceptor
de Dioniso, así también Solón era preceptor de Pisístrato, quien quizá por
consejo suyo, fundó los ritos dionisíacos en Atenas (véase 27.5).
6. Es posible que Solón recogiera en sus viajes
fragmentos de la tradición sobre la Atlántida que incorporó en su poema y que
se prestaban para la parodia teatral, como la leyenda gaélica de un país de la
Juventud situado más allá del océano y al que Niamh de la Cabellera de Oro
llevó a Oisin y desde donde regresó siglos más tarde
para hacer una visita a Irlanda. Se recordará que Oisin estaba disgustado con
la degeneración de su pueblo en comparación con el de Niamh y lamentaba
amargamente haber vuelto. El remolino innavegable es el famoso en el que, según
suponían los físicos de la antigüedad, el océano se vierte en el extremo del
mundo y desaparece. Parece que Solón también oyó a unos geógrafos que discutían
la posible existencia de un continente atlántico. Eratóstenes, Mela, Cicerón y
Estrabón especularon sobre él y Séneca predijo su descubrimiento en el segundo
acto de su Medea, en un pasaje que,
según se dice, causó una impresión profunda al joven Colón.
[1]
Higinio: Fábula 274; Filóstrato: Vida de Apolonio de Tiana vi.27;
Herodoto: i.14 y viii.138.
[2]
Cicerón: Sobre la adivinación 1.36; Valerio
Máximo: i.6.3; Ovidio: Metamorfosis
xi.92-3.
[3]
Eliano: Varia historia iii.18.
[4]
Plutarco: Minos 5; Ovidio: Metamorfosis xi.90 y ss.; Higinio: Fábula 191; Virgilio: Églogas
vi.13 y ss.
[5] Arriano:
Anábasis de Alejandro ii.3.
[6]
Justino: xi.7; Pausanias:
i.4.5; Eliano: Varia historia iv.17.
[7] Ovidio:
Metamorfosis xi.146 y ss.; Persio: Sátiras i.121; Estrabón: i.3.21.
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