a. Crono se casó con su hermana Rea, a quien está
consagrado el roble[1].
Pero la Madre Tierra y su moribundo padre Urano profetizaron que uno de sus
hijos lo destronaría. En consecuencia, cada año
devoraba a los hijos que le daba Rea: primeramente a Hestia, luego a Deméter y
Hera, y más tarde a Hades y Posidón[2].
b. Rea estaba furiosa. Dio a luz a Zeus, su tercer
hijo, en plena noche en el monte Liqueo de Arcadia, donde ninguna criatura
proyecta su sombra[3]
y, después de bañarlo en el río Neda, lo entregó a la Madre Tierra, quien lo
llevó a Licto en Creta y lo ocultó en la cueva de Dicte en el monte Egeo. La
Madre Tierra lo dejó allí para que lo criaran Adrastea, una ninfa del Fresno,
su hermana Io, hijas ambas de Meliseo, y la ninfa-cabra Amaltea. Se alimentaba
de miel y bebía la leche de Amaltea, con el chivo Pan, su hermano adoptivo.
Zeus estaba agradecido a las tres ninfas por su bondad y cuando llegó a ser el
Señor del Universo puso la imagen de Amaltea entre las estrellas, como
Capricornio[4]
y También tomó uno de sus cuernos, que parecía el de una vaca, y se lo dio a
las hijas de Meliseo; se convirtió en la famosa Cornucopia, o cuerno de la
abundancia, que está siempre lleno de todos los alimentos o bebidas que su
poseedor pueda desear. Pero algunos dicen que Zeus fue amamantado por una cerda
y cabalgaba montado en su lomo, y que perdió su cordón umbilical en Onfalión, cerca de Cnosos[5].
c. Alrededor de la cuna dorada
del niño Zeus, la cual colgaba de un árbol (para que Cronos no lo pudiera
encontrar ni en el cielo, ni en la tierra, ni en el mar) se hallaban los Cúreles
armados, hijos de Rea. Golpeaban sus lanzas contra los escudos y gritaban para
ahogar el llanto del niño, por temor a que Crono pudiera oírlo desde lejos. Rea
había envuelto una piedra en pañales y la había entregado a Crono en el monte
Taumacio de Arcadia y él la había devorado, creyendo que devoraba al niño Zeus.
Sin embargo, Crono descubrió lo que había sucedido y persiguió a Zeus, quien se
transformó a sí mismo en una serpiente y a sus nodrizas en osos: de aquí las
constelaciones de la Serpiente y las Osas[6].
d. Zeus llegó a la virilidad entre los pastores del
Ida, ocupando otra cueva; luego buscó por todos lados a Metis y la Titánide,
quien vivía junto a la corriente del Océano. Por consejo de ella visitó a su
madre Rea y le pidió que le nombrara copero de Crono. Rea le ayudó de buena
gana en su venganza; le proporcionó la pócima emética que Metis le había
encargado mezclar con la bebida dulce de Crono. Cuando Crono hubo bebido en
abundancia vomitó primeramente la piedra y luego a los hermanos y hermanas
mayores de Zeus. Salieron ilesos y, en agradecimiento, le pidieron que los
encabezara en una guerra contra los Titanes, quienes eligieron al gigante
Atlante como jefe, pues Crono había pasado ya de la flor de la vida[7].
e. La guerra duró diez años, pero al final la Madre
Tierra profetizó la victoria para su nieto Zeus si éste tomaba como aliados a
aquellos a quienes Crono había confinado en el Tártaro; en consecuencia, se
acercó secretamente a Campe, la vieja carcelera del Tártaro, la mató, le quitó
las llaves y después de poner en libertad a los Cíclopes y a los gigantes de
las cien manos, los fortaleció con comida y bebida divinas. En consecuencia los
Cíclopes le dieron a Zeus el rayo como arma ofensiva, a Hades un yelmo que la
hacía invisible, y a Posidón un tridente. Después de celebrar los tres hermanos
un consejo de guerra. Hades se presentó invisible ante Crono para robarle sus
armas; y mientras Posidón le amenazaba con el tridente, desviando de este modo
su atención, Zeus lo derribó con el rayo. Los tres gigantes de las cien manos alzaron rocas y las arrojaron contra los demás Titanes y un
grito súbito de la Cabra-Pan los puso en fuga. Los dioses los persiguieron.
Crono y todos los Titanes vencidos, excepto Atlante, fueron desterrados a una
isla británica del lejano oeste (o, según algunos, confinados en el Tártaro),
bajo la guardia de los gigantes de las cien manos. No volvieron a perturbar la
Hélade. A Atlante pese a ser su jefe de guerra, se le impuso un castigo
ejemplar, ordenándole sostener el firmamento sobre sus espaldas; pero se
perdonó a las Titánides, en atención a Metis y Rea[8].
f. Zeus mismo instaló en Belfos la piedra que había
vomitado Crono. Está todavía allí, se la unta constantemente con aceite y se
ofrecen sobre ella hebras de lana destejida[9].
g. Algunos dicen que Posidón no fue devorado ni
vomitado, sino que Rea dio a Crono en lugar de él un potro, y lo ocultó entre
las manadas de caballos[10]. Y los cretenses, que son
mentirosos, refieren que Zeus nace cada año en la misma cueva con un fuego
centelleante y un chorro de sangre, y que cada año muere y lo en-tierran[11].
*
1. Rea, igualada con Crono como Titánide del séptimo
día, puede ser igualada con Dione, o Diana, la triple diosa del culto de la
paloma y el roble (véase 11.2). La podadera que llevaba Saturno, el equivalente
latino de Crono. tenía la forma de pico de cuervo y al parecer se utilizaba en
el séptimo mes del año sagrado de trece meses para castrar el roble podándole
el muérdago (véase 50.2), del mismo modo en que se utilizaba una hoz ritual
para segar la primera espiga de trigo. Esto daba la señal para el sagrado sacrificio
de Zeus-rey; y en Atenas, Crono, que compartía un templo con Rea, era adorado
como el dios de la Cebada, Sábado, anualmente cercenado en el sembrado y
llorado como Osiris o Litierses o Mañeros (véase 136.e). Pero en la época a que
se refieren estos mitos se permitía ya a los reyes prolongar sus reinados hasta
un Año Grande de cien lunaciones y ofrecer víctimas anuales de niños en su
lugar; de aquí que se describa a Crono como devorando a sus propios hijos para
evitar el destronamiento. Porfirio (Sobre
la abstinencia, ii.56) nos cuenta que los Curetes cretenses solían ofrecer
sacrificios de niños a Crono en la antigüedad.
2. En Creta se sustituyó pronto a la víctima humana
por un cabrito; en Tracia, por un ternero; entre los adoradores eolios de
Posidón, por un potro; pero en los distritos atrasados de Arcadia todavía se
comía sacrificialmente a niños, incluso en la era cristiana. No está claro si
el ritual eleo era antropófago, o si, por ser Crono un Cuervo-Titán, se
alimentaba a los cuervos sagrados con la víctima sacrificada.
3. El nombre de Amaltea. «tierna», demuestra que fue
una diosa doncella; lo era una diosa-ninfa orgiástica (véase 56.1); Adrastea
significa «la Inevitable», la Vieja oracular del otoño. Juntas formaban la
habitual tríada de la Luna. Los griegos posteriores identificaron a Adrastea
con la diosa pastoral Némesis, del fresno que produce la lluvia, la que se
había convertido en una diosa de la venganza (véase 32.2). lo era representada
en Argos como una vaca blanca en celo —algunas monedas cretenses de Praesus
muestran a Zeus amamantado por ella—, pero Amaltea, que vivía en la «Colina de
la Cabra», fue siempre una cabra; y Meliseo («hombre de miel»), el padre de
Adrastea e Io, es en realidad su madre Melisa, la diosa como abeja-reina, quien
mataba anualmente a su consorte varón. Tanto Diodoro Sículo (v.70) como
Calímaco (Himno a Zeus, 49) hacen que
las abejas alimenten al niño Zeus. Pero a su madre adoptiva se la describe también
a veces como una cerda, porque ése era uno de los emblemas de las diosas viejas
(véase 74.4 y 96.2). En las monedas cidonias es una perra, como la que amamantó
a Neleo (véase 68.d). Las osas son los animales de Ártemis (véase 22.4 y 80.c)
—los Curetes asistían a sus holocaustos— y Zeus como serpiente es Zeus Ctesio,
protector de los almacenes, porque las serpientes acaban con los ratones.
4. Los Curetes eran los compañeros armados del rey
sagrado, y el chocar de sus armas tenía por finalidad ahuyentar a los demonios durante las ceremonias rituales (véase 30.a). Su
nombre, que los griegos posteriores interpretaban como «jóvenes que se han
afeitado el cabello», probablemente significaba «devotos de Ker o Car», título
muy difundido de la triple diosa (véase 57.2). Heracles obtuvo su cornucopia
del toro Aqueloo (véase 142.d), y el enorme tamaño de los cuernos de las cabras monteses de Creta ha
hecho que los mitógrafos que no conocen Creta hayan dado a Amaltea un cuerno de
vaca anómalo.
5. Los helenos invasores parecen haber ofrecido su
amistad a la población pre-helénica que profesaba el culto de los Titanes, pero
poco a poco separaron de ellos a sus súbditos aliados e invadieron el
Peloponeso. La victoria de Zeus en alianza con los gigantes de cien manos sobre
los Titanes de Tesalia, según Thallus, historiador del siglo primero, citado
por Taciano en su Alocución a los griegos,
tuvo lugar «322 años antes del sitio de Troya», es decir, en 1505 a. de C.,
fecha admisible para una extensión del poderío heleno en Tesalia. La concesión
de la soberanía a Zeus recuerda un acontecimiento análogo de la epopeya de la
creación babilonia, cuando Marduk recibió poderes para luchar contra Tiamat de
sus hermanos mayores Lahmu y Lahamu.
6. La hermandad de Hades. Posidón y Zeus recuerda la
de la trinidad masculina védica —Mitra, Varuna e Indra— (véase 3.1 y 132.5) que
aparece en un tratado hitita que ha sido fechado alrededor de 1380 a. de C.;
pero en este mito parecen representar tres invasiones helenas sucesivas
llamadas comúnmente jonia, eolia y aquea. Los adoradores pre-helenos de la
diosa Madre asimilaron a los jonios, que se convirtieron en hijos de Io; domeñaron
a los eolios, pero fueron arrollados por los aqueos. Los caudillos helenos
primitivos, quienes se convirtieron en reyes sagrados de los cultos del roble y
del fresno, adoptaron los títulos de «Zeus» y «Posidón» y se les obligaba a
morir al final de su reinado establecido (véase 45.2). Esos dos árboles tienden
a atraer el rayo y, por lo tanto, figuran en las ceremonias populares para
conseguir la lluvia y el fuego en toda Europa.
7. La victoria de los aqueos puso fin a la tradición
de los sacrificios reales. Clasificaron a Zeus y Posidón entre los inmortales,
y representaban a ambos armados con el rayo: un hacha doble de pedernal que en
otro tiempo había manejado Rea y que en las religiones minoica y micénica no
podía ser utilizada por los varones (véase 131.6). Más tarde el rayo de Posidón se convirtió en un arpón de pesca de tres púas, pues sus
principales devotos se habían hecho marinos; en tanto que Zeus conservó el suyo
como símbolo de la soberanía suprema. El nombre de Posidón, que a veces se
escribía Potidan, puede haber sido
tomado del de su diosa madre, del cual recibió el suyo la ciudad de Potidea,
«la diosa del agua del Ida»; Ida significaba toda montaña boscosa. Que los
gigantes de las cien manos guardaran a los Titanes en el lejano oeste puede
significar que los pelasgos, entre cuyos restos se hallaban los centauros de
Magnesia —centauro es quizás análogo al latino centuria, «grupo guerrero de
cien hombres»— no abandonaron su culto de los Titanes y siguieron creyendo en
un Paraíso situado en el Lejano Oeste y en que Atlante sostenía el firmamento.
8. El nombre de Rea es probablemente una variante de
Era. «tierra»; su ave principal era la paloma y su animal más importante el
león de montaña. El nombre de Deméter significa «diosa de la Cebada»; Hestia
(véase 20.c) es la diosa del hogar doméstico. La piedra de Delfos, utilizada en
las ceremonias para provocar la lluvia, parece haber sido un meteorito de gran
tamaño.
9. Dicte y el monte Liqueo eran antiguas sedes del
culto de Zeus. Un sacrificio de fuego se ofrecía probablemente en el monte;
Liqueo, donde ninguna criatura proyectaba su sombra; es decir, al mediodía en
el solsticio de verano; pero Pausanias añade que si bien en Etiopía cuando el
sol está en Cáncer los hombres no proyectan sombras, éste es invariablemente el
caso en el monte Liqueo. Quizás se trate de un juego de palabras: a nadie que
violaba aquel recinto se le permitía seguir viviendo (Arato: Fenómenos, 91), y era bien sabido que
los muertos no arrojan sombras (Plutarco: Cuestiones
griegas 39). La caverna de Psicro, considerada habitualmente como la
Caverna Dictea, está mal ubicada para que sea la verdadera, que todavía no ha
sido descubierta. Onfalión («ombliguito») sugiere la ubicación de un oráculo
(véase 20.2).
10. El grito súbito de Pan que aterrorizó a los
Titanes se hizo proverbial y ha dado la voz «pánico» (véase 26.c).
[1]
Escoliasta sobre Apolonio
de Rodas: i.1124.
[2]
Apolodoro: i.1.5; Hesíodo:
Teogonía 453-67.
[3]
Polibio: xvi.12.6 y ss.;
Pausanias: viii.38.5.
[4] Higinio:
Astronomía poética ii.13; Arato: Fenómenos 163; Hesíodo:
loc. cit.
[5]
Filemón: Fragmento Ptergio i.l y ss.; Apolodoro:
i.1.6; Ateneo: 375f. y 376a; Calímaco: Himno a Zeus 42.
[6]
Hesíodo: 485 y ss.;
Apolodoro: i.1.7; Primer Mitógrafo Vaticano: 104: Calímaco: Himno a Zeus 52 y ss.; Lucrecio:
ii.633-9; Escoliasta sobre Arato: v.46; Higinio: Fábula 139.
[7]
Higinio: loc. cit.; Apolodoro:
loc. cit.; Hesíodo: loc. cit.
[8]
Hesíodo: loc. cit.;
Higinio: fábula 118; Apolodoro: i.1.7 y i.2.1; Calímaco: Himno a Zeus 52 y ss.; Diodoro Sículo: v.70; Eratóstenes: Catasterismoi 21; Pausanías: viii.8.2;
Plutarco: Por qué callan los oráculos
16.
[9]
Pausanias: x.24.5.
[10]
Ibíd.: viii.8.2.
[11]
Antonino Liberalis: Transformaciones 19; Calímaco: Himno a Zeus 8.
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