a. Orion, cazador de Hiria, en Beocia, y el más
bello de los hombres vivientes, era hijo de Posidón y Euríale. Un día fue a Hiria,
en Quíos, y se enamoró de Mérope, hija de Enopión, hijo de Dioniso. Enopión
había prometido a Orion que le daría a Mérope en matrimonio si liberaba a la
isla de las peligrosas fieras que la infestaban; él se dedicó a hacer eso, y
todas las noches llevaba las pieles a Mérope. Pero cuando por fin terminó su
trabajo y la reclamó como esposa, Enopión le dijo que circulaban rumores de que
todavía se escondían leones, osos y lobos en las montañas y se negó a
entregarle su hija; la realidad era que él mismo estaba enamorado de ella.
b. Una noche Orion, disgustado, bebió un odre de
vino de Enopión, lo que le inflamó de tal modo que irrumpió en el dormitorio de
Mérope y la obligó a acostarse con él. Cuando llegó la aurora Enopión invocó a
su padre Dioniso, quien envió a unos sátiros para que invitaran a Orion a beber
más vino, hasta que quedó dormido; entonces Enopión le sacó los dos ojos y los
arrojó a la orilla del mar. Un oráculo anunció que el ciego recobraría la vista
si viajaba hacia el oriente y volvía las cuencas de los ojos hacia Helio en el
punto en que se eleva del océano. Inmediatamente Orion remó mar adentro en una
pequeña embarcación y, siguiendo el sonido del martillo de un Cíclope, llegó a
Lemnos. Allí entró en la fragua de Hefesto, se apoderó de un aprendiz llamado
Cedalión y se lo llevó a hombros como guía. Cedalión condujo a Orion por tierra
y mar, hasta que por fin llegó a la parte más lejana del océano, donde Eos se
enamoró de él y su hermano Helio le devolvió la vista.
c. Después de visitar Délos en compañía de Eos,
Orion volvió para vengarse de Enopión, al que, sin embargo, no pudo encontrar
en ninguna parte de Quíos porque estaba oculto en una cámara subterránea que le
había construido Hefesto. Se embarcó para Creta, adonde creía que podía haber
huido Enopión en busca de la protección de su abuelo Minos, y se encontró con
Artemis. quien compartía con él su afición a la caza. Ella no tardó en
convencerle para que olvidara su venganza y en cambio saliese a cazar con ella[1].
d. Ahora bien, Apolo sabía que Orion no había
rechazado la invitación de Eos a acostarse con ella en la isla santa de Délos
—la Aurora se ruboriza todavía a diario recordando esa indiscreción— y, además,
se jactaba de que libraría toda la tierra de fieras y monstruos. Temiendo, por
lo tanto, que su hermana Ártemis fuese tan enamoradiza como Eos, Apolo apeló a
la Madre Tierra y, repitiendo chismosamente la jactancia de Orion, consiguió
que un escorpión monstruoso lo persiguiera. Orion atacó al escorpión, primeramente
con flechas, luego con su espada, pero, viendo que su coraza resistía cualquier
arma mortal, se sumergió en el mar y nadó en dirección a Délos, donde esperaba
que le protegiera Eos. Entonces Apolo fue a ver a Artemis y le dijo: «¿Ves ese
objeto negro que se mueve en el mar, allá lejos, cerca de Ortigia? Es la cabeza
de un malvado llamado Candaor que acaba de seducir a Opis, una de tus
sacerdotisas hiperbóreas. Te desafío a que le atravieses con una flecha». Ahora bien, Candaor era el apodo beocio de Orion, aunque Artemis no lo
sabía. Apuntó cuidadosamente, disparó y, al salir nadando a cobrar su presa, se
encontró con que había traspasado la cabeza a Orion. Con gran pesar, suplicó a
Asclepio, hijo de Apolo, que lo resucitara, y éste consintió, pero lo mató un
rayo de Zeus antes de que pudiera realizar su tarea. Entonces Artemis puso la
imagen de Orion entre las estrellas, perseguido eternamente por Escorpión; su
alma había descendido ya a los Campos de Asfódelos.
e. Algunos dicen, no obstante, que el escorpión picó
a Orion mortalmente y que Artemis estaba enojada con él porque había perseguido
amorosamente a sus compañeras vírgenes, las siete Pléyades, hijas de Atlante y
Pléyone. Ellas huyeron a través de las praderas de Beocia, hasta que los dioses
las transformaron en palomas y pusieron sus imágenes entre las estrellas. Pero
ésta es una información errónea, pues las Pléyades no eran vírgenes: tres de
ellas habían yacido con Zeus, dos con Posidón, una con Ares y la séptima estaba
casada con Sísifo de Corinto y no fue incluida en la constelación porque Sísifo
era un mero mortal[2].
f. Otros relatan la siguiente
extraña fábula sobre el nacimiento de Orion, para explicar su nombre (que a
veces se escribe Urión) y la tradición de que era hijo de la Madre Tierra.
Hirieo, un apicultor y labrador pobre, había jurado que no tendría hijos y se hizo
viejo e impotente. Un día en que Zeus y Hermes le visitaron disfrazados, él les
acogió hospitalariamente y ellos le preguntaron qué era lo que más deseaba.
Hirieo suspiró profundamente y contestó que lo que más deseaba, a saber, tener
un hijo, era ya imposible. Pero los dioses le dijeron que sacrificase un toro,
orinase en su piel y luego la enterrase en la tumba de su esposa. Él lo hizo y
nueve meses después le. nació un hijo al que llamó Urión, «el que orina», y
ciertamente tanto la salida como la puesta de la constelación llamada Orion
traen consigo la lluvia[3].
*
1. La fábula de Orion se
compone de tres o cuatro mitos inconexos y ensartados unos con otros. El
primero, expuesto de manera confusa, es el de Enopión. Éste se refiere a la
renuencia de un rey sagrado a abandonar su trono a la terminación de su
período, ni siquiera cuando el nuevo candidato a la dignidad real había ya
librado los combates rituales y se había casado con la reina, con los
acostumbrados festejos. Pero el nuevo rey es sólo un interrex que, después de reinar un día, es debidamente asesinado y
devorado por las Ménades (véase 30.1); el rey anterior, que ha estado
fingiéndose muerto en una tumba, vuelve a casarse entonces con la reina y
continúa su reinado (véase 123.4).
2. El detalle que no viene al caso del martillo del
Cíclope explica la ceguera de Orion: una descripción mitológica de Odiseo
chamuscando el ojo del Cíclope borracho (véase 170.d) se ha combinado, al
parecer, con una alegoría helena: cómo el titán Sol es cegado cada noche por
sus enemigos, pero le devuelve la vista la siguiente Aurora. Orion («el
habitante de la montaña») e Hiperión («el habitante en lo alto») son, en
realidad, identificados en esta versión. La jactancia de Orion de que exterminaría
las fieras no solo se refiere a sus combates rituales (véase 123.1), sino que
además es una fábula del sol naciente, al aparecer el cual todas las fieras se
retiran a sus guaridas (compárese con Salmo
civ.22).
3. El relato de Plutarco sobre el escorpión enviado
por el dios Set para matar al niño Horus, hijo de Isis y Osiris, en la parte
más calurosa del verano, explica la muerte de Orion por la picadura del
escorpión y la súplica de Ártemis a Asclepio (Plutarco: Sobre Isis y Osiris 191. Horus murió, pero Ra, el dios Sol, le
resucitó y más tarde vengó la muerte de su padre, Osiris; en el mito original
también debía resucitar Orion. Éste es en parte, asimismo. Gilgamesh. el
Heracles babilonio, al que atacan los hombres escorpiones en la Décima Tablilla
de la epopeya del calendario, mito relacionado con la herida mortal del rey
sagrado al salir el Sol en Escorpión. En qué estación exactamente se producía
esa herida depende de la antigüedad del mito; en el origen del Zodíaco,
Escorpión era probablemente un signo de agosto, pero en la época clásica la
precisión de los equinoccios lo había adelantado a octubre.
4. Otra versión de la muerte de Orion se registra en
una de las tablillas hititas de Ras Shamra. Anat, o Anatha, la diosa de la
Batalla, se enamoró de un bello cazador llamado Aqhat, y cuando él se negó
ofensivamente a entregarle su arco, pidió al sanguinario Yatpan que se lo
robara. Con gran pesar de ella, el torpe Yatpan no sólo mató a Aqhat, sino que
además dejo caer el arco en el mar. El significado astronómico de este mito es
que Orion y el Arco —una parte de la constelación a la que los griegos llamaban
«El Perro»— se hunden bajo el horizonte meridional durante dos meses enteros
cada primavera. En Grecia esta fábula parece haber sido adaptada a una leyenda
sobre como las sacerdotisas orgiásticas de Ártemis —Opis era el título de
Ártemis— mataron a un enamorado que visitaba su islote de Ortigia. Y en Egipto,
como la vuelta de la constelación de Orion trae consigo el calor del verano, se
la identificaba confusamente con Set, el enemigo de Horus, y las dos estrellas
brillantes que aparecen sobre él eran sus orejas de asno.
5. El mito del nacimiento de Orion es quizá más que
un cuento cómico modelado de acuerdo con el de Filemón y Baucis (Ovidio: Metamorfosis viii.670-724), y relatado
para explicar la primera sílaba de su antiguo nombre Urión, como si se derivase
de ourein, «orinar», y no de ouros, la forma homérica de oros,
«montaña». Pero un encantamiento africano primitivo para producir la lluvia, que
consiste en orinar en una piel de toro, puede haber sido conocido por los
griegos; y que Orion era hijo de Posidón, el dios del agua, es una clara
alusión a su poder de producir la lluvia.
6. El nombre de las Pléyades, de la raíz plei, «navegar». se refiere a su
aparición en la estación en que se acerca el buen tiempo para navegar. Pero la
forma Peleiades de Píndaro, que
significa «bandada de palomas», era quizá la original, puesto que las Híades son cochinillos. Parece ser que
una séptima estrella del grupo se extinguió hacia el final del segundo milenio
a. de C. (véase 67.j); pues Higinio (Fábula
192) dice que Electra desapareció apesadumbrada por la destrucción de la casa
de Dárdano. La inútil persecución de las Pléyades por
Orion, que se da en la constelación de Tauro, se refiere a su aparición sobre
el horizonte un poco antes de la reaparición de Orion.
[1]
Homero: Odisea xi.310; Apolodoro: i.4.3-4;
Partenio: Fábulas amorosas 20; Luciano:
Sobre el Salón 28; Teón: Sobre Arato 638; Higinio: Astronomía poética ii.34.
[2]
Apolodoro: loc. cit.
[3]
Servio sobre la Eneida de Virgilio i.539; Ovidio: Fasti 5.537 y ss.; Higinio: Astronomía poética ii.34.
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