jueves, 14 de diciembre de 2017

41. ORION

a. Orion, cazador de Hiria, en Beocia, y el más bello de los hombres vivientes, era hijo de Posidón y Euríale. Un día fue a Hiria, en Quíos, y se enamoró de Mérope, hija de Enopión, hijo de Dioniso. Enopión había prometido a Orion que le daría a Mérope en matrimonio si liberaba a la isla de las peligrosas fieras que la infestaban; él se dedicó a hacer eso, y todas las noches llevaba las pieles a Mérope. Pero cuando por fin terminó su trabajo y la reclamó como esposa, Enopión le dijo que circulaban rumores de que todavía se escondían leones, osos y lobos en las montañas y se negó a entregarle su hija; la realidad era que él mismo estaba enamorado de ella.
b. Una noche Orion, disgustado, bebió un odre de vino de Enopión, lo que le inflamó de tal modo que irrumpió en el dormitorio de Mérope y la obligó a acostarse con él. Cuando llegó la aurora Enopión invocó a su padre Dioniso, quien envió a unos sátiros para que invitaran a Orion a beber más vino, hasta que quedó dormido; entonces Enopión le sacó los dos ojos y los arrojó a la orilla del mar. Un oráculo anunció que el ciego recobraría la vista si viajaba hacia el oriente y volvía las cuencas de los ojos hacia Helio en el punto en que se eleva del océano. Inmediatamente Orion remó mar adentro en una pequeña embarcación y, siguiendo el sonido del martillo de un Cíclope, llegó a Lemnos. Allí entró en la fragua de Hefesto, se apoderó de un aprendiz llamado Cedalión y se lo llevó a hombros como guía. Cedalión condujo a Orion por tierra y mar, hasta que por fin llegó a la parte más lejana del océano, donde Eos se enamoró de él y su hermano Helio le devolvió la vista.
c. Después de visitar Délos en compañía de Eos, Orion volvió para vengarse de Enopión, al que, sin embargo, no pudo encontrar en ninguna parte de Quíos porque estaba oculto en una cámara subterránea que le había construido Hefesto. Se embarcó para Creta, adonde creía que podía haber huido Enopión en busca de la protección de su abuelo Minos, y se encontró con Artemis. quien compartía con él su afición a la caza. Ella no tardó en convencerle para que olvidara su venganza y en cambio saliese a cazar con ella[1].
d. Ahora bien, Apolo sabía que Orion no había rechazado la invitación de Eos a acostarse con ella en la isla santa de Délos —la Aurora se ruboriza todavía a diario recordando esa indiscreción— y, además, se jactaba de que libraría toda la tierra de fieras y monstruos. Temiendo, por lo tanto, que su hermana Ártemis fuese tan enamoradiza como Eos, Apolo apeló a la Madre Tierra y, repitiendo chismosamente la jactancia de Orion, consiguió que un escorpión monstruoso lo persiguiera. Orion atacó al escorpión, primeramente con flechas, luego con su espada, pero, viendo que su coraza resistía cualquier arma mortal, se sumergió en el mar y nadó en dirección a Délos, donde esperaba que le protegiera Eos. Entonces Apolo fue a ver a Artemis y le dijo: «¿Ves ese objeto negro que se mueve en el mar, allá lejos, cerca de Ortigia? Es la cabeza de un malvado llamado Candaor que acaba de seducir a Opis, una de tus sacerdotisas hiperbóreas. Te desafío a que le atravieses con una flecha». Ahora bien, Candaor era el apodo beocio de Orion, aunque Artemis no lo sabía. Apuntó cuidadosamente, disparó y, al salir nadando a cobrar su presa, se encontró con que había traspasado la cabeza a Orion. Con gran pesar, suplicó a Asclepio, hijo de Apolo, que lo resucitara, y éste consintió, pero lo mató un rayo de Zeus antes de que pudiera realizar su tarea. Entonces Artemis puso la imagen de Orion entre las estrellas, perseguido eternamente por Escorpión; su alma había descendido ya a los Campos de Asfódelos.
e. Algunos dicen, no obstante, que el escorpión picó a Orion mortalmente y que Artemis estaba enojada con él porque había perseguido amorosamente a sus compañeras vírgenes, las siete Pléyades, hijas de Atlante y Pléyone. Ellas huyeron a través de las praderas de Beocia, hasta que los dioses las transformaron en palomas y pusieron sus imágenes entre las estrellas. Pero ésta es una información errónea, pues las Pléyades no eran vírgenes: tres de ellas habían yacido con Zeus, dos con Posidón, una con Ares y la séptima estaba casada con Sísifo de Corinto y no fue incluida en la constelación porque Sísifo era un mero mortal[2].
f. Otros relatan la siguiente extraña fábula sobre el nacimiento de Orion, para explicar su nombre (que a veces se escribe Urión) y la tradición de que era hijo de la Madre Tierra. Hirieo, un apicultor y labrador pobre, había jurado que no tendría hijos y se hizo viejo e impotente. Un día en que Zeus y Hermes le visitaron disfrazados, él les acogió hospitalariamente y ellos le preguntaron qué era lo que más deseaba. Hirieo suspiró profundamente y contestó que lo que más deseaba, a saber, tener un hijo, era ya imposible. Pero los dioses le dijeron que sacrificase un toro, orinase en su piel y luego la enterrase en la tumba de su esposa. Él lo hizo y nueve meses después le. nació un hijo al que llamó Urión, «el que orina», y ciertamente tanto la salida como la puesta de la constelación llamada Orion traen consigo la lluvia[3].

*

1. La fábula de Orion se compone de tres o cuatro mitos inconexos y ensartados unos con otros. El primero, expuesto de manera confusa, es el de Enopión. Éste se refiere a la renuencia de un rey sagrado a abandonar su trono a la terminación de su período, ni siquiera cuando el nuevo candidato a la dignidad real había ya librado los combates rituales y se había casado con la reina, con los acostumbrados festejos. Pero el nuevo rey es sólo un interrex que, después de reinar un día, es debidamente asesinado y devorado por las Ménades (véase 30.1); el rey anterior, que ha estado fingiéndose muerto en una tumba, vuelve a casarse entonces con la reina y continúa su reinado (véase 123.4).
2. El detalle que no viene al caso del martillo del Cíclope explica la ceguera de Orion: una descripción mitológica de Odiseo chamuscando el ojo del Cíclope borracho (véase 170.d) se ha combinado, al parecer, con una alegoría helena: cómo el titán Sol es cegado cada noche por sus enemigos, pero le devuelve la vista la siguiente Aurora. Orion («el habitante de la montaña») e Hiperión («el habitante en lo alto») son, en realidad, identificados en esta versión. La jactancia de Orion de que exterminaría las fieras no solo se refiere a sus combates rituales (véase 123.1), sino que además es una fábula del sol naciente, al aparecer el cual todas las fieras se retiran a sus guaridas (compárese con Salmo civ.22).
3. El relato de Plutarco sobre el escorpión enviado por el dios Set para matar al niño Horus, hijo de Isis y Osiris, en la parte más calurosa del verano, explica la muerte de Orion por la picadura del escorpión y la súplica de Ártemis a Asclepio (Plutarco: Sobre Isis y Osiris 191. Horus murió, pero Ra, el dios Sol, le resucitó y más tarde vengó la muerte de su padre, Osiris; en el mito original también debía resucitar Orion. Éste es en parte, asimismo. Gilgamesh. el Heracles babilonio, al que atacan los hombres escorpiones en la Décima Tablilla de la epopeya del calendario, mito relacionado con la herida mortal del rey sagrado al salir el Sol en Escorpión. En qué estación exactamente se producía esa herida depende de la antigüedad del mito; en el origen del Zodíaco, Escorpión era probablemente un signo de agosto, pero en la época clásica la precisión de los equinoccios lo había adelantado a octubre.
4. Otra versión de la muerte de Orion se registra en una de las tablillas hititas de Ras Shamra. Anat, o Anatha, la diosa de la Batalla, se enamoró de un bello cazador llamado Aqhat, y cuando él se negó ofensivamente a entregarle su arco, pidió al sanguinario Yatpan que se lo robara. Con gran pesar de ella, el torpe Yatpan no sólo mató a Aqhat, sino que además dejo caer el arco en el mar. El significado astronómico de este mito es que Orion y el Arco —una parte de la constelación a la que los griegos llamaban «El Perro»— se hunden bajo el horizonte meridional durante dos meses enteros cada primavera. En Grecia esta fábula parece haber sido adaptada a una leyenda sobre como las sacerdotisas orgiásticas de Ártemis —Opis era el título de Ártemis— mataron a un enamorado que visitaba su islote de Ortigia. Y en Egipto, como la vuelta de la constelación de Orion trae consigo el calor del verano, se la identificaba confusamente con Set, el enemigo de Horus, y las dos estrellas brillantes que aparecen sobre él eran sus orejas de asno.
5. El mito del nacimiento de Orion es quizá más que un cuento cómico modelado de acuerdo con el de Filemón y Baucis (Ovidio: Metamorfosis viii.670-724), y relatado para explicar la primera sílaba de su antiguo nombre Urión, como si se derivase de ourein, «orinar», y no de ouros, la forma homérica de oros, «montaña». Pero un encantamiento africano primitivo para producir la lluvia, que consiste en orinar en una piel de toro, puede haber sido conocido por los griegos; y que Orion era hijo de Posidón, el dios del agua, es una clara alusión a su poder de producir la lluvia.
6. El nombre de las Pléyades, de la raíz plei, «navegar». se refiere a su aparición en la estación en que se acerca el buen tiempo para navegar. Pero la forma Peleiades de Píndaro, que significa «bandada de palomas», era quizá la original, puesto que las Híades son cochinillos. Parece ser que una séptima estrella del grupo se extinguió hacia el final del segundo milenio a. de C. (véase 67.j); pues Higinio (Fábula 192) dice que Electra desapareció apesadumbrada por la destrucción de la casa de Dárdano. La inútil persecución de las Pléyades por Orion, que se da en la constelación de Tauro, se refiere a su aparición sobre el horizonte un poco antes de la reaparición de Orion.





[1] Homero: Odisea xi.310; Apolodoro: i.4.3-4; Partenio: Fábulas amorosas 20; Luciano: Sobre el Salón 28; Teón: Sobre Arato 638; Higinio: Astronomía poética ii.34.

[2] Apolodoro: loc. cit.

[3] Servio sobre la Eneida de Virgilio i.539; Ovidio: Fasti 5.537 y ss.; Higinio: Astronomía poética ii.34.

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