a. Cuando termina cada noche, Eos, la de los dedos
rosados y la túnica de color de azafrán, hija de los titanes Hiperión y Tía, se
levanta de su lecho en el oriente, monta en su carro tirado por los caballos
Lampo y Faetonte y se dirige al Olimpo, donde anuncia la aproximación de su
hermano Helio. Cuando aparece Helio se convierte en Hémera y lo acompaña en su
viaje hasta que, como Hesperia, anuncia su llegada, sanos y salvos, a las
costas occidentales del océano[1].
b. Afrodita se enojó en una ocasión al encontrar a
Ares en el lecho de Eos y la maldijo con un deseo constante de los mortales
jóvenes, a los que inmediatamente comenzó a seducir uno tras otro secreta y
vergonzosamente. El primero fue Orion, el siguiente Céfalo, y luego Clito,
nieto de Melampo; aunque se casó con Astreo, que pertenecía a la raza de los
Titanes y con quien tuvo no sólo a los vientos
norte, oeste y sur, sino también a Eósforo y, según dicen algunos, a todas las
otras estrellas del firmamento[2].
c. Finalmente, Eos se llevó a Ganimedes y Titono,
hijos de Tros o Ilo. Cuando Zeus le quitó a Ganimedes, ella le suplicó que concediera
a Titono la inmortalidad, a lo que él asintió. Pero Eos se olvidó de pedir
también la juventud perpetua, don que consiguió Selene para Endimión, y Titono
se hacía cada día más viejo, más canoso y más encogido, su voz se hizo chillona
y cuando Eos se cansó de cuidarle lo encerró en su dormitorio, donde se
convirtió en una cigarra[3].
*
1. La doncella de la Aurora era una fantasía helena
aceptada de mala gana por los mitógrafos como Titánide de la segunda
generación; su carro de dos caballos y su anuncio de la llegada del sol son
alegorías más bien que mitos.
2. Los amoríos constantes de Eos con jóvenes mortales
son también alegorías: la aurora trae a los amantes de medianoche una
renovación de la pasión erótica y es el momento en que más habitualmente los
hombres mueren de fiebre. La alegoría de su unión con Astreo es sencilla: las
estrellas se funden con la aurora en el oriente y Astreo, el viento del
amanecer, sopla como si fuera su emanación. Luego, porque se sostenía que el
viento era un agente fertilizante, Eos se convirtió en la madre por Astreo, del
Lucero del Alba, que quedaba solo en el firmamento. (Astreo era otro nombre de
Céfalo, de quien también se dice que engendró con ella al Lucero del Alba.) De
ello se deducía filosóficamente que, puesto que el Lucero de la Tarde es
idéntico al Lucero de la Mañana, y puesto que el Atardecer es la última aparición
de la Aurora, todas las estrellas tienen que haber nacido de Eos, y por lo
tanto todos los vientos tienen que ser el viento de la aurora. Pero esta
alegoría se contradice con el mito de la creación de Bóreas por la diosa Luna,
Eurínome (véase 1.1).
3. En el arte griego Eos y Hémera son personajes
indistinguibles. El alegorista hace que Titono signifique «una concesión de
prolongarse» (de teiño y oñe), referencia a la prolongación de su
vida por petición de Eos, pero es probable que sea más bien una forma masculina
del nombre de Eos, Titoné —de tito,
«día» (Tzetzes: Sobre Licofrón 941) y
one, «reina»— y que haya significado
«compañero de la Reina del Día». Las cigarras entran en actividad tan pronto
como aumenta el calor del día, y la cigarra de oro era un emblema de Apolo como
el dios Sol entre los colonos griegos de Asia Menor.
[1]
Homero: Odisea v.i y xxiii.244-6; Teócrito: Idilios ii.148.
[2]
Apolodoro: i.4.4; Homero: Odisea xv.250; Hesíodo: Teogonía 378-82.
[3] Escoliasta
sobre Apolonio de Rodas: iii.115; Himno
homérico a Afrodita 218-38; Hesíodo: Teogonía
984; Apolodoro: iii.12.4; Horacio: Odas
iii.20; Ovidio: Fasti i.461.
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