jueves, 14 de diciembre de 2017

37. LOS ALÓADAS

a. Efialtes y Oto eran hijos bastardos de Ifimedia, hija de Tríopas. Se había enamorado de Posidón y solía agazaparse en la costa del mar para recoger las olas en sus manos y derramarlas luego en su seno; así consiguió tener un hijo. A Efialtes y Oto se los llamaba, no obstante, Alóadas porque Ifimedia se casó luego con Aloco, a quien había hecho rey de la Asopia beocia su padre Helio. Los Alóadas crecían un codo en anchura y una braza en altura cada año y cuando tenían nueve años de edad, con nueve codos de anchura y nueve brazas de altura, declararon la guerra al Olimpo. Efialtes juró por el río Estigia que ultrajaría a Hera, y Oto juró igualmente que violaría a Artemis[1].
b. Después de decidir que Ares, el dios de la Guerra, debía ser su primer prisionero, fueron a Tracia, lo desarmaron, lo ataron y lo encerraron en una vasija de bronce que escondieron en la casa de su madrastra Eribea, pues Ifimedia había muerto. Luego comenzó su sitio del Olimpo; hicieron un baluarte para su ataque colocando el monte Pelión sobre el monte Ossa, y además amenazaron con arrojar montañas al mar hasta que se secase, aunque las tierras bajas quedaran inundadas por las aguas. Su confianza era inextinguible, porque les habían profetizado que ningún otro hombre ni ningún dios podría matarlos.
c. Por consejo de Apolo, Ártemis envió a los Alóadas un mensaje: si levantaban el sitio se encontraría con ellos en la isla de Naxos y allí se sometería a los abrazos de Oto. Éste rebosaba de júbilo, pero Efialtes, que no había recibido un mensaje análogo de Hera, se puso celoso e irritado. Una pendencia cruel estalló en Naxos, adonde fueron juntos; Efialtes insistía que debían rechazarse las condiciones a menos que él, por ser el mayor de los dos, fuese el primero en gozar de Ártemis. La discusión llegaba a su culminación cuando apareció Artemis en la forma de una gama blanca, y cada Alóada tomó su jabalina dispuesto a demostrar que era el mejor tirador haciendo blanco en ella. Ártemis se lanzó entre ellos rápida como el viento, y cuando dispararon sus jabalinas se atravesaron mutuamente. Ambos perecieron y así se cumplió la profecía de que no los podrían matar ni otros hombres ni los dioses. Sus cadáveres fueron llevados de regreso para enterrarlos en Antedón, en Beocia, pero los naxos siguen rindiéndoles los honores debidos a los héroes. Se los recuerda también como fundadores de Ascra, en Beoda, y como los primeros mortales que adoraron a las Musas del Helicón[2].
d. Una vez levantado el sitio del Olimpo, Hermes fue en busca de Ares y obligó a Eribea a ponerlo en libertad, y sacarlo de la vasija de bronce, medio muerto. Pero las almas de los Alóadas descendieron al Tártaro, donde fueron fuertemente atados a una columna con nudosas cuerdas de víboras vivas. Allí se hallan, espalda contra espalda, y la ninfa Estigia está posada torvamente en lo alto de la columna para recordar sus juramentos incumplidos[3].

*

1. Esta es otra versión popular de la Rebelión de los Gigantes (véase 35.6). El nombre de Efialtes, el ataque al Olimpo, la amenaza a Hera y la profecía de su invulnerabilidad se dan en ambas versiones. Efialtes y Oto, «hijos de la era o campo de trilla» con «la que fortalece los órganos genitales», nietos de Hécate, la diosa de «tres Rostros» y adoradores de las salvajes Musas, personifican el íncubo o pesadilla orgiástica que ahoga y violenta a las mujeres dormidas. Igual que la Pesadilla en la leyenda británica, están asociados con el número nueve. El mito se confunde con un oscuro episodio histórico del que informa Diodoro Sículo (v.50 y ss.), quien dice que Aloco, un tesalio, envió a sus hijos para que liberaran a su madre, Ifimedia, y su hermana Páncratis («toda fuerza») de los tracios, que se las habían llevado a Naxos; su expedición tuvo buen éxito, pero se pelearon en el reparto de la isla y se mataron mutuamente. Sin embargo, aunque Estéfano de Bizancio recuerda que la ciudad de Aloeo en Tesalia se llamó así por los Alóadas, los mitógrafos primitivos dicen que son beocios.
2. El asesinato mutuo de los hermanos gemelos recuerda la eterna rivalidad por el amor de la Diosa Blanca entre el rey sagrado y su heredero, quienes eran muertos alternativamente el uno por el otro. El hecho de que se les llamara «hijos de la era» y escaparan a la destrucción por el rayo de Zeus, los relaciona con el culto del cereal más bien que el culto del roble. Su castigo en el Tártaro, como el de Teseo y Pirítoo (véase 103.c), parece haberse deducido de un antiguo símbolo del calendario que mostraba a las cabezas de los gemelos dándose la espalda, uno a cada lado de la columna, como están en la Silla del Olvido. La columna, en la que se posa la Diosa de la Muerte-en-Vida, marca el apogeo del verano, cuando termina el reinado del rey sagrado y comienza el del sucesor. En Italia este mismo símbolo se convirtió en el Jano de dos cabezas; pero el Año Nuevo italiano comenzaba en enero y no en el orto helíaco del bicéfalo Sirio (véase 34.3).
3. El encarcelamiento de Ares durante trece meses es un fragmento mítico inconexo de fecha insegura y que quizá se refiere a un armisticio de todo un año —el año pelasgo tenía trece meses— convenido entre los tesalo-beocios y los tracios con prendas bélicas de ambas naciones confiadas a una vasija de bronce en un templo de Hera Eribea. Pelión, Osa y Olimpo son montañas al este de Tesalia, con una vista distante del Quersoneso tracio, donde puede haberse librado la guerra a que puso fin ese armisticio.




[1] Apolodoro: i.7.4; Pausanias: ii.3.8; Píndaro: Odas píticas iv.88-92.

[2] Homero: Odisea xi.305-20; Pausanias: ix.29.1-2.

[3] Apolodoro: i.7.4; Higinio: Fábula 28.

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