a. En venganza por la destrucción de los gigantes,
la Madre Tierra yació con Tártaro y poco tiempo después, en la Cueva Coriciana
de Cilicia, dio a luz a su hijo menor, Tifón, el monstruo más grande que jamás
haya existido[1].
Desde los muslos para abajo no era más que serpientes enroscadas, y sus brazos,
cuando los extendía, llegaban a centenares de leguas de distancia en cada dirección,
y en vez de manos tenía innumerables cabezas de serpientes. Su cabeza de asno bestial
tocaba las estrellas, sus enormes alas oscurecían el sol, arrojaba fuego por
los ojos y de su boca salían rocas inflamadas. Cuando echó a correr hacia el
Olimpo, los dioses huyeron aterrados a Egipto, donde se transformaron en
animales: Zeus en un macho cabrío, Apolo en un cuervo, Dioniso en una cabra,
Hera en una vaca blanca, Artemis en un gato, Afrodita en un pez, Ares en un
oso, Hermes en un ibis, etc.
b. Sólo Atenea se mantuvo en su puesto y se mofó de la cobardía de Zeus, hasta que éste, reasumiendo su verdadera forma,
lanzó contra Tifón un rayo seguido de un golpe con la misma hoz de pedernal que
le había servido para castrar a su padre Urano. Herido y gritando, Tifón huyó
al monte Casio que se alza sobre Siria por el norte, y allí los dos se trabaron
en lucha. Tifón envolvió a Zeus en sus millares de enroscamientos, le despojó
de la hoz y, después de cortarle los tendones de las manos y pies con ella, lo
arrastró a la Cueva Coriciana. Zeus es inmortal, pero no podía mover ni un
dedo, y Tifón había escondido los tendones en una piel de oso que vigilaba
Delfine, una hermana monstruo con cola de serpiente.
c. La noticia de la derrota de Zeus sembró la
consternación entre los dioses, pero Hermes y Pan fueron secretamente a la
cueva, donde Pan asustó a Delfine con un grito súbito y horrible, mientras
Hermes sustraía hábilmente los tendones y volvía a colocarlos en los miembros
de Zeus[2].
d. Pero algunos dicen que fue Cadmo quien engatusó a
Delfine para que le entregara los tendones, alegando que los necesitaba para
hacer con ellos las cuerdas para una lira con la que iba a tocarle una música
deliciosa[3].
e. Zeus volvió al Olimpo y,
montado en un carro tirado por caballos alados, persiguió una vez más a Tifón
con sus rayos. Tifón había ido al monte Nisa, donde las tres Parcas le
ofrecieron frutos efímeros, alegando que con ellos recobraría su vigor, aunque,
en realidad, le condenaron a una muerte cierta. Llegó al monte Hemo en Tracia
y, levantando montañas enteras, las lanzó contra Zeus, quien interpuso sus
rayos, de modo que rebotaban contra el monstruo causándole espantosas heridas.
Los chorros de la sangre de Tifón dieron su nombre al monte Hemo. El monstruo
huyó a Sicilia, donde Zeus puso fin a la lucha en retirada arrojando sobre él
el monte Etna, cuyo cráter vomita fuego hasta nuestros días[4].
*
1. «Coriciana», que, según se dice, significa «del
saco de cuero», puede ser un testimonio de la antigua costumbre de encerrar los
vientos en sacos, seguida por Éolo (véase 170.g) y conservada por las brujas medievales.
En otra cueva coriciana de Delfos a la serpiente compañera de Delfine se la
llamaba Pitón y no Tifón. Pitón («serpiente») personificaba el Viento Norte
destructor —a los vientos se los representaba habitualmente con colas de
serpiente— que desciende sobre Siria desde el monte Casio y sobre Grecia desde
el monte Hemo (véase 21.2). Tifón, por otra parte, significa «humo
estupefaciente» y su aspecto es el de una erupción volcánica; de aquí que se
dijera que Zeus lo había enterrado finalmente bajo le monte Etna. Pero el
nombre de Tifón significaba también el ardiente siroco del desierto meridional
que causa estragos en Libia y Grecia, tiene un olor volcánico y era
representado por los egipcios como un asno del desierto (véase 35.4 y 83.2). El
dios Set, cuyo aliento se decía que era Tifón, mutiló a Osiris casi del mismo
modo en que Pitón mutiló a Zeus, pero ambos fueron finalmente vencidos; y la
analogía ha hecho que se confunda a Pitón con Tifón.
2. Este vuelo divino a Egipto, como observa Luciano
(Sobre los sacrificios 14), fue
inventado para explicar el culto egipcio de los dioses en forma animal:
Zeus-Amon como macho cabrío (véase 133.j), Hermes-Thoth como ibis o grulla
(véase 52.6), Hera-Isis como vaca (véase 56.2), Artemis-Pasht como gato,
etcétera; pero también puede referirse históricamente a un éxodo de sacerdotes
y sacerdotisas asustados desde el archipiélago Egeo cuando una erupción
volcánica se extendió por más de la mitad de la gran isla de Tera poco antes
del año 2000 a. de C. Los gatos no estaban domesticados en la Grecia clásica.
Otra fuente de esta leyenda parece ser el Enuma
Elish, poema épico babilonio de la creación, según el cual, en la versión
anterior de Damascio, la diosa Tiamat, su consorte Apsu y su hijo Mummi
(«confusión») soltaron a Kingu y una horda de otros monstruos para que se
lanzaran contra la recién nacida trinidad de dioses formada por Ea, Anu y Bel.
Al pánico siguió una huida, pero poco después Bel reunió a sus hermanos, se
hizo cargo del mando y derrotó a las fuerzas de Tiamat, aplastando el cráneo de
la diosa con una maza y partiéndola en dos «como un pez plano».
3. El mito de Zeus, Delfine y la piel de oso
constata la humillación que infligió a Zeus la Gran Diosa, adorada como Osa,
cuyo oráculo principal estaba en Delfos; la ocasión histórica es desconocida,
pero los cadmeos de Beocia parecen haber tenido interés en conservar el culto
de Zeus. Los «frutos efímeros» que le dieron a Tifón las tres Parcas parecen
ser las habituales manzanas de la muerte (véase 18.4, 32.4, 33.7, etcétera). En
una versión proto-hitita del mito, la serpiente Illiunka vence al dios de la
Tormenta y le quita los ojos y el corazón, que él recupera mediante una
estratagema. El Consejo Divino llama luego a la diosa Inara para que ejecute la
venganza. Illiunka, invitada por ella a un banquete, come hasta hartarse, y
entonces ella lo ata con una cuerda y le mata el dios de la Tormenta.
4. El monte Casio (ahora Jebel-el-Akra) es el monte
Hazzi que figura en la fábula hiriu de Ullikummi, el gigante de piedra que
crecía a una velocidad enorme, y a quien ordenó su padre, Jumarbi, que
destruyera a los setenta dioses del Cielo. El dios Tormenta, el dios Sol, la
diosa de la Belleza y todos los demás dioses fracasaron en su tentativa de
matar a Ullikummi, hasta que Ea, el dios de la Sabiduría, utilizando el
cuchillo que originalmente había separado al Cielo de la Tierra, cortó los pies
del monstruo y lo arrojó estrepitosamente al mar. Elementos de esta fábula se
dan en el mito de Tifón, y también en el de los Aleadas, que crecían con la
misma velocidad y utilizaron montañas como escalera para llegar al Cielo (véase
37.b). Es probable que los cadmeos llevaran estas leyendas a Grecia desde el
Asia Menor (véase 6.1).
[1]
Hesíodo: Teogonía 819 y ss.; Píndaro: Odas píticas i.15 y ss.; Higinio: Fábula 152.
[2]
Apolodoro: i.6.3.
[3]
Nono: Dionisíacas i.481 y
ss.
[4]
Apolodoro: loc. cit.;
Píndaro: loc. cit.
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