jueves, 14 de diciembre de 2017

36. TIFÓN

a. En venganza por la destrucción de los gigantes, la Madre Tierra yació con Tártaro y poco tiempo después, en la Cueva Coriciana de Cilicia, dio a luz a su hijo menor, Tifón, el monstruo más grande que jamás haya existido[1]. Desde los muslos para abajo no era más que serpientes enroscadas, y sus brazos, cuando los extendía, llegaban a centenares de leguas de distancia en cada dirección, y en vez de manos tenía innumerables cabezas de serpientes. Su cabeza de asno bestial tocaba las estrellas, sus enormes alas oscurecían el sol, arrojaba fuego por los ojos y de su boca salían rocas inflamadas. Cuando echó a correr hacia el Olimpo, los dioses huyeron aterrados a Egipto, donde se transformaron en animales: Zeus en un macho cabrío, Apolo en un cuervo, Dioniso en una cabra, Hera en una vaca blanca, Artemis en un gato, Afrodita en un pez, Ares en un oso, Hermes en un ibis, etc.
b. Sólo Atenea se mantuvo en su puesto y se mofó de la cobardía de Zeus, hasta que éste, reasumiendo su verdadera forma, lanzó contra Tifón un rayo seguido de un golpe con la misma hoz de pedernal que le había servido para castrar a su padre Urano. Herido y gritando, Tifón huyó al monte Casio que se alza sobre Siria por el norte, y allí los dos se trabaron en lucha. Tifón envolvió a Zeus en sus millares de enroscamientos, le despojó de la hoz y, después de cortarle los tendones de las manos y pies con ella, lo arrastró a la Cueva Coriciana. Zeus es inmortal, pero no podía mover ni un dedo, y Tifón había escondido los tendones en una piel de oso que vigilaba Delfine, una hermana monstruo con cola de serpiente.
c. La noticia de la derrota de Zeus sembró la consternación entre los dioses, pero Hermes y Pan fueron secretamente a la cueva, donde Pan asustó a Delfine con un grito súbito y horrible, mientras Hermes sustraía hábilmente los tendones y volvía a colocarlos en los miembros de Zeus[2].
d. Pero algunos dicen que fue Cadmo quien engatusó a Delfine para que le entregara los tendones, alegando que los necesitaba para hacer con ellos las cuerdas para una lira con la que iba a tocarle una música deliciosa[3].
e. Zeus volvió al Olimpo y, montado en un carro tirado por caballos alados, persiguió una vez más a Tifón con sus rayos. Tifón había ido al monte Nisa, donde las tres Parcas le ofrecieron frutos efímeros, alegando que con ellos recobraría su vigor, aunque, en realidad, le condenaron a una muerte cierta. Llegó al monte Hemo en Tracia y, levantando montañas enteras, las lanzó contra Zeus, quien interpuso sus rayos, de modo que rebotaban contra el monstruo causándole espantosas heridas. Los chorros de la sangre de Tifón dieron su nombre al monte Hemo. El monstruo huyó a Sicilia, donde Zeus puso fin a la lucha en retirada arrojando sobre él el monte Etna, cuyo cráter vomita fuego hasta nuestros días[4].

*

1. «Coriciana», que, según se dice, significa «del saco de cuero», puede ser un testimonio de la antigua costumbre de encerrar los vientos en sacos, seguida por Éolo (véase 170.g) y conservada por las brujas medievales. En otra cueva coriciana de Delfos a la serpiente compañera de Delfine se la llamaba Pitón y no Tifón. Pitón («serpiente») personificaba el Viento Norte destructor —a los vientos se los representaba habitualmente con colas de serpiente— que desciende sobre Siria desde el monte Casio y sobre Grecia desde el monte Hemo (véase 21.2). Tifón, por otra parte, significa «humo estupefaciente» y su aspecto es el de una erupción volcánica; de aquí que se dijera que Zeus lo había enterrado finalmente bajo le monte Etna. Pero el nombre de Tifón significaba también el ardiente siroco del desierto meridional que causa estragos en Libia y Grecia, tiene un olor volcánico y era representado por los egipcios como un asno del desierto (véase 35.4 y 83.2). El dios Set, cuyo aliento se decía que era Tifón, mutiló a Osiris casi del mismo modo en que Pitón mutiló a Zeus, pero ambos fueron finalmente vencidos; y la analogía ha hecho que se confunda a Pitón con Tifón.
2. Este vuelo divino a Egipto, como observa Luciano (Sobre los sacrificios 14), fue inventado para explicar el culto egipcio de los dioses en forma animal: Zeus-Amon como macho cabrío (véase 133.j), Hermes-Thoth como ibis o grulla (véase 52.6), Hera-Isis como vaca (véase 56.2), Artemis-Pasht como gato, etcétera; pero también puede referirse históricamente a un éxodo de sacerdotes y sacerdotisas asustados desde el archipiélago Egeo cuando una erupción volcánica se extendió por más de la mitad de la gran isla de Tera poco antes del año 2000 a. de C. Los gatos no estaban domesticados en la Grecia clásica. Otra fuente de esta leyenda parece ser el Enuma Elish, poema épico babilonio de la creación, según el cual, en la versión anterior de Damascio, la diosa Tiamat, su consorte Apsu y su hijo Mummi («confusión») soltaron a Kingu y una horda de otros monstruos para que se lanzaran contra la recién nacida trinidad de dioses formada por Ea, Anu y Bel. Al pánico siguió una huida, pero poco después Bel reunió a sus hermanos, se hizo cargo del mando y derrotó a las fuerzas de Tiamat, aplastando el cráneo de la diosa con una maza y partiéndola en dos «como un pez plano».
3. El mito de Zeus, Delfine y la piel de oso constata la humillación que infligió a Zeus la Gran Diosa, adorada como Osa, cuyo oráculo principal estaba en Delfos; la ocasión histórica es desconocida, pero los cadmeos de Beocia parecen haber tenido interés en conservar el culto de Zeus. Los «frutos efímeros» que le dieron a Tifón las tres Parcas parecen ser las habituales manzanas de la muerte (véase 18.4, 32.4, 33.7, etcétera). En una versión proto-hitita del mito, la serpiente Illiunka vence al dios de la Tormenta y le quita los ojos y el corazón, que él recupera mediante una estratagema. El Consejo Divino llama luego a la diosa Inara para que ejecute la venganza. Illiunka, invitada por ella a un banquete, come hasta hartarse, y entonces ella lo ata con una cuerda y le mata el dios de la Tormenta.
4. El monte Casio (ahora Jebel-el-Akra) es el monte Hazzi que figura en la fábula hiriu de Ullikummi, el gigante de piedra que crecía a una velocidad enorme, y a quien ordenó su padre, Jumarbi, que destruyera a los setenta dioses del Cielo. El dios Tormenta, el dios Sol, la diosa de la Belleza y todos los demás dioses fracasaron en su tentativa de matar a Ullikummi, hasta que Ea, el dios de la Sabiduría, utilizando el cuchillo que originalmente había separado al Cielo de la Tierra, cortó los pies del monstruo y lo arrojó estrepitosamente al mar. Elementos de esta fábula se dan en el mito de Tifón, y también en el de los Aleadas, que crecían con la misma velocidad y utilizaron montañas como escalera para llegar al Cielo (véase 37.b). Es probable que los cadmeos llevaran estas leyendas a Grecia desde el Asia Menor (véase 6.1).





[1] Hesíodo: Teogonía 819 y ss.; Píndaro: Odas píticas i.15 y ss.; Higinio: Fábula 152.

[2] Apolodoro: i.6.3.

[3] Nono: Dionisíacas i.481 y ss.

[4] Apolodoro: loc. cit.; Píndaro: loc. cit.

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