a. Ganímedes, el hijo del rey Tros que dio su nombre
a Troya, era el joven más bello de los vivientes y en consecuencia lo eligieron
los dioses para que fuera el copero de Zeus. Se dice que Zeus, quien deseaba a
Ganimedes también como compañero de lecho, se disfrazó con plumas de águila y
lo raptó en la llanura troyana[1].
b. Luego, en nombre de Zeus, Hermes regaló a Tros
una vid de oro, obra de Hefestos, y dos hermosos caballos en compensación por
la pérdida de su hijo, asegurándole al mismo tiempo que Ganimedes se había
hecho
inmortal, estaba exento de las miserias de la vejez
y sonreía, con la jarra de oro en la mano, mientras escanciaba el brillante néctar
al Padre del Cielo[2].
c. Algunos dicen que Eos fue la primera que raptó a
Ganimedes para que fuera su amante y que Zeus se lo quitó. Fuera como fuese, lo
cierto es que Hera lamentó el insulto de que habían sido objeto ella y su hija
Hebe, hasta entonces copera de los dioses, pero lo único que consiguió fue
irritar a Zeus, quien puso la imagen de Ganimedes entre las estrellas como
Acuario, el portador de agua[3].
*
1. La tarea de Ganímedes como escanciador de vino de
todos los dioses —y no sólo de Zeus en los relatos primitivos— y los dos
caballos regalados al rey Tros como compensación por su muerte, sugieren la
interpretación equivocada de un icono que mostraba al rey nuevo preparándose
para su casamiento sagrado. La escudilla de Ganímedes contenía sin duda una libación
que hacía en honor del ánima de su regio predecesor; y el sacerdote oficiante
que aparece en la pintura y al que simbólicamente hace- resistencia ha sido
tomado erróneamente por el enamorado Zeus. Igualmente a la novia que espera la
confundió con Eos un mitógrafo que recordaba el rapto por Eos de Titono, hijo
de Laomedonte porque también Eurípides ha dicho (Las troyanas 822) que Laomedonte era el padre de Ganímedes. Este
icono podría ilustrar igualmente el casamiento de Peleo con Tetis, que los
dioses presenciaron desde sus doce tronos; los dos caballos eran instrumentos rituales
de su renacimiento como rey tras una muerte simulada (véase 81.4). El supuesto
rapto de Ganímedes por el águila lo explica un ánfora ceretana de figuras
negras: un águila que se lanza sobre los muslos de un rey recién entronizado
llamado Zeus simboliza el poder divino que se le confiere —su ka u otro yo—, así como un halcón solar
descendía sobre los Faraones en su coronación. Sin
embargo, la tradición de la juventud de Ganimedes indica que el rey que aparece
en la imagen era el sustituto regio, o interrex,
que gobernaba un solo día, como Faetonte (véase 42.2), Zagreo (véase 30.1),
Crisipo (véase 105.2) y los demás. Puede decirse, por lo tanto, que el águila
de Zeus no sólo le hizo rey, sino que además lo transportó al Olimpo.
2. La ascensión de un rey al cielo montado en un
águila, o en la forma de un águila, es una fantasía religiosa muy difundida.
Aristófanes la caricaturiza en La paz
(1 y ss.) haciendo subir a su protagonista montado en un escarabajo. El alma
del héroe celta Lugh —Llew Llaw en el Mabinogion—
voló al cielo como un águila cuando su sucesor lo mató en el solsticio de
verano. Etana, el héroe babilonio, después de su casamiento sagrado en Kish, se
remontó montado en un águila hacia los patios celestiales de Ishtar, pero cayó
en el mar y se ahogó. La muerte de Etana, dicho sea de paso, no fue el
sacrificio de fin de año habitual, como en el caso de Ícaro (véase 92.3), sino
un castigo por las malas cosechas que habían caracterizado su reinado; volaba
para descubrir una hierba mágica que producía la fertilidad. Su fábula está
entretejida en un relato de la continua lucha entre el Águila y la Serpiente
—el año creciente y el menguante, el Rey y el sucesor— y como en el mito de
Llew Llaw, el Águila, que lanza su último aliento en el solsticio invernal,
recupera mágicamente su vida y su fuerza. Así leemos en el Salmo ciii.5: «Tu juventud se renueva, como la del águila.»
3. El mito de Zeus-Ganimedes consiguió inmensa
popularidad en Grecia y Roma porque proporcionaba una justificación religiosa
del amor apasionado de un hombre maduro por un niño. Hasta entonces la sodomía
era tolerada sólo como una forma extrema de adoración a las diosas. Los devotos
varones de Cibeles trataban de conseguir la unión extática con ella emasculándose
y vistiéndose como mujeres. Así pues, un sacerdocio sodomítico era una
institución reconocida en los templos de la Gran Diosa en Tiro, Hierápolis y
Jerusalén (1 Reyes xv.12 y 2 Reyes xxiii.7) hasta poco antes del
Exilio. Pero esta nueva pasión, la introducción de la cual atribuye Apolodoro a
Tamiris (véase 21.m), ponía de relieve la victoria del patriarcado sobre el
matriarcado. Convirtió a la filosofía griega en un juego intelectual al que los
hombres podían jugar sin ayuda de las mujeres, ahora que habían encontrado un
nuevo campo de amorío homosexual. Platón explotó esto plenamente y utilizó el
mito de Ganimedes para justificar sus propias emociones sentimentales en
relación con sus discípulos (Fedro
79); aunque en otras partes (Leyes
i.8) censura la sodomía como contraria a la naturaleza y llama al mito en el
que Zeus cede a este deseo «una malvada invención cretense». (En esto le apoya
Estéfano de Bizancio [sub Harpagia],
quien dice que el rey Minos de Creta raptó a Ganimedes para que fuera su
compañero de lecho, «habiendo recibido las leyes de Zeus»); Con la difusión de
la filosofía platónica la mujer griega, hasta entonces intelectualmente
dominante, degeneró en una trabajadora gratuita y paridora de hijos en todos
aquellos lugares en los que Zeus y Apolo eran los dioses gobernantes.
4. El nombre de Ganimedes se refiere, propiamente, a
la gozosa excitación de su deseo ante la perspectiva del casamiento, no a la de
Zeus cuando le vivificaba el néctar que le escanciaba su compañero de lecho;
pero, convertido en catamitus en
latín, ha dado a los ingleses la palabra catamite,
que significa el objeto pasivo de la lujuria homosexual masculina.
5. La constelación Acuario, identificada como Ganimedes,
era originalmente el dios egipcio que gobernaba en la fuente del Nilo y vertía
agua y no vino de un jarro (Píndaro: Fragmento
110); pero los griegos se interesaban poco por el Nilo.
6. El néctar de Zeus, que los mitógrafos posteriores
describieron como un vino tinto sobrenatural, era, en realidad, una aguamiel
morena primitiva (véase 27.2); y la ambrosía, el delicioso alimento de los
dioses, parece haber sido unas gachas de cebada, aceite y frutas picadas (véase
98.7), con que se regalaban los reyes cuando sus súbditos más pobres todavía
subsistían comiendo asfódelos (véase 31.2), malva y bellotas.
[1]
Homero: Ilíada xx.231-5; Apolodoro: ii.12.2;
Virgilio: Eneida v.252 y ss.; Ovidio:
Metamorfosis x.155 y ss.
[2]
Escoliasta sobre Orestes de Eurípides 1391; Hornero: Ilíada v.266; Himno homérico a Afrodita 202-17; Apolodoro: ii.5.9; Pausanias:
v.24.1.
[3]
Escoliasta sobre Apolonio
de Rodas: iii.115; Virgilio: Eneida
i.32, con escoliasta; Higinio: Fábula
224; Virgilio: Geórgicas iii.304.
No hay comentarios:
Publicar un comentario