jueves, 14 de diciembre de 2017

13. ZEUS Y HERA

a Sólo Zeus, el Padre del Cielo, podía manejar el rayo y con la amenaza de su fulguración fatal dominaba a su familia pendenciera y rebelde del monte Olimpo. También ordenaba los cuerpos celestes, dictaba leyes, hacía cumplir los juramentos y pronunciaba oráculos. Cuando su madre Rea, previendo la perturbación que iba a causar su lujuria, le prohibió que se casara, el ,e amenazó airadamente con violarla. Aunque ella se convirtió inmediatamente en una serpiente amenazadora, eso no atemorizó a Zeus, quien se convirtió en una serpiente macho, se enroscó alrededor de Rea formando un lazo indisoluble y cumplió su amenaza[1]. Fue entonces cuando inició su larga serie de aventuras amorosas. Engendró a las Estaciones y a las Tres Parcas en Temis, a las Carites en Eurínome; a las tres Musas en Mnemósine, con quien estuvo acostado durante nueve noches; y, según dicen algunos, a Perséfone, la Reina del mundo subterráneo, con quien se casó forzosamente su hermano Hades, en la ninfa Éstige[2]. Por lo tanto, no carecía de poder ni sobre la tierra ni debajo de ella, y su esposa Hera sólo le igualaba en una cosa: en que todavía podía otorgar el don de la profecía a cualquier hombre o animal que desease[3].
b. Zeus y Hera altercaban constantemente. Ofendida por sus infidelidades, Hera humillaba a Zeus frecuentemente con sus intrigas. Aunque él le comunicaba sus secretos y a veces aceptaba sus consejos, nunca confiaba plenamente en Hera y ésta sabía que si le ofendía más allá de cierto punto él la azotaría y hasta descargaría un rayo sobre ella. Por lo tanto recurría a intrigas despiadadas, como en el caso, del nacimiento de Heracles, y a veces tomaba prestado el ceñidor de Afrodita para excitar su pasión y debilitar así su voluntad[4]. Él afirmaba ahora ser el primogénito de Crono.
c. Llegó un tiempo en que el orgullo y el mal genio de Zeus se hicieron tan intolerables que Hera, Posidón, Apolo y todos los demás olímpicos, con excepción de Hestia, lo rodearon de pronto cuando dormía en su lecho y lo ataron con correas de cuero crudo, enlazadas en cien nudos, de modo que no pudiera moverse. Él les amenazó con matarlos al instante, pero ellos habían puesto el rayo fuera de su alcance y se rieron de él de modo insultante. Mientras los dioses celebraban su victoria y discutían celosamente quién iba a ser su sucesor, la Nereída Tetis, previendo uña guerra civil en el Olimpo, corrió en busca del gigante de cien manos Briareo, quien rápidamente desató las correas empleando todas sus manos al mismo tiempo, y liberó a su señor. Ya que Hera había encabezado la conspiración contra él, Zeus la colgó del firmamento con un brazalete de oro en cada muñeca y un yunque atado a cada tobillo. Las demás deidades estaban indignadísimas, pero no se atrevieron a liberarla a pesar de sus gritos lastimeros. Al final Zeus se decidió a ponerla en libertad si ellos juraban que no volverían a rebelarse contra él, cosa que hicieron todos ellos por turno y a regañadientes. Zeus, castigó a Posidón y Apolo enviándolos como siervos al rey Laomedonte, para quien construyeron la ciudad de Troya, pero perdonó a los demás por, haber actuado bajo coacción[5].

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1. Las relaciones maritales de Zeus y Hera reflejan las de la época doria bárbara, cuando las mujeres habían sido despojadas de todo su poder mágico, con excepción del de la profecía, y llegaron a ser consideradas como bienes muebles. Es posible que la ocasión en que solamente Tetis y Briareo salvaron el poderío de Zeus .después de haber conspirado contra él los otros olímpicos fuera una revolución palaciega de los príncipes vasallos del rey supremo heleno quienes estuvieron a punto de destronarlo; y que la ayuda le vino de una compañía de soldados leales helenos reclutados en Macedonia, la patria de Briareo, y de un destacamento de magnesios, adoradores de Tetis. De ser así, la conspiración la habría instigado la suma sacerdotisa de Hera. a la que el rey supremo habría humillado luego como describe el mito.
2. La violación por Zeus de la diosa de la Tierra, Rea, implica que los helenos adoradores de Zeus se hicieron cargo de todas las ceremonias agrícolas y fúnebres. Ella le había prohibido que se casase, en el sentido de que hasta entonces la monogamia había sido desconocida; las mujeres podían elegir libremente a sus amantes. Su paternidad de las Estaciones con Temis significa que los helenos asumieron también la regulación del calendario: Temis («orden») era la Gran Diosa que ordenó el año de trece meses, divididos en dos estaciones por los solsticios de verano y de invierno. En Atenas esas estaciones estaban personificadas como Talo y Carpo (originalmente «Carpho»), que significan, respectivamente, «germinando» y «marchitando», y su templo contenía un altar dedicado al fálico Dioniso (véase 27.5). Aparecen en una talla hecha en la roca en Hatusa, o Pteria, donde son aspectos gemelos de la diosa-león Hepta, transportada sobre las alas de un águila-sol de dos cabezas.
3. Caris («gracia») había sido la diosa en el aspecto cautivador que presentaba cuando la suma sacerdotisa elegía al rey sagrado como su amante. Homero menciona dos Carites: Pasítea y Cale, lo que parece ser una separación forzada de tres palabras: Pasi thea cale, «la Diosa que es bella para todos los hombres». Las dos Carites, Auxo («crecimiento») y Hegémone («dominio»), a las que honraban los atenienses, correspondían a las dos Estaciones. Más tarde se rindió culto a las Carites como una tríada, para que hicieran juego con las tres Parcas: la triple diosa en su aspecto más inflexible. El que fuesen hijas de Zeus, nacidas de Eurínome, la Creadora, quiere decir que el señor supremo heleno podía disponer a su voluntad de todas las muchachas casaderas.
4. Las Musas («diosas montañesas»), 'originalmente una tríada (Pausanias: ix.29.2), son la triple diosa en su aspecto orgiástico. La pretensión de Zeus de ser su padre es posterior; Hesíodo las llama hijas de la Madre Tierra y del Aire.


[1] Fragmento órfico 58; Hesíodo: Teogonía 56.

[2] Apolodoro: i.3.1-2.

[3] Homero: Ilíada xix.407.

[4] Ibíd. i.547; xvi.458; viii.407-8; xv.17; viii.397-404; xiv.197-223.

[5] Escoliasta sobre la Ilíada de Homero: xxi.444; Tzetzes: Sobre Licofrón 34; Homero: Ilíada i.399 y ss. y xv.18-22.

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