a. Hera, hija de Crono y Rea, nació en la isla de
Samos o, según algunos, en Argos, y la crió en Arcadia Temeno, hijo de Pelasgo.
Las Estaciones fueron sus nodrizas[1]. Después de desterrar a su
padre Crono, el hermano gemelo de Hera, Zeus, fue a verla en Cnosos, Creta, o
según dicen algunos, en el monte Tórnax (llamado ahora Montaña del Cuco) en
Argólide, donde la cortejó, al principio sin éxito. Ella se compadeció del dios
solamente cuando éste se disfrazó de cuco enlodado, y le calentó cariñosamente
en su seno. Allí él reasumió inmediatamente su verdadera forma y la violó, y
ella se vio obligada a casarse con él[2] por vergüenza.
b. Todos los dioses asistieron a la boda con
regalos, entre los que destacó el de la Madre Tierra, quien le regaló a Hera un
árbol con manzanas de oro, que luego guardaron las Hespérides en el jardín que
Hera poseía en el monte Atlas. Ella y Zeus pasaron su noche de bodas en Samos,
y esa noche duró trescientos años. Hera se baña regularmente en la fuente de
Canatos, cerca de Argos, y así renueva su virginidad[3].
c. De Hera y Zeus nacieron los dioses Ares, Hefesto
y Hebe, aunque algunos dicen que Ares y su hermana gemela Eris fueron
concebidos cuando Hera tocó cierta flor, y Hebe cuando tocó una lechuga[4], y que Hefesto también era
su hijo partenogénito, prodigio que él no quiso creer hasta que la aprisionó en
una silla mecánica con brazos que se cerraban alrededor del que se sentaba en
ella, y así le obligó a jurar por el río Estigia que no mentía. Otros dicen que
Hefesto era hijo suyo con Talos, el sobrino de Dédalo[5].
*
1. El nombre de Hera, habitualmente considerado como
una palabra griega que significa «señora», podría representar una Herwá («Protectora») original. Era la
Gran Diosa prehelénica. Samos y Argos eran las principales sedes de su culto en
Grecia, pero los arcadios afirmaban que su culto era el más antiguo y que era
contemporáneo de su antepasado nacido de la tierra Pelasgo («antiguo»). El
casamiento forzoso de Hera con Zeus conmemora las conquistas de Creta y la
Grecia micénica —es decir, cretanizada— y el derrocamiento de su supremacía en
ambos países. Probablemente Zeus se transformó en un cuco enlodado en el
sentido de que ciertos helenos que fueron a Creta como fugitivos aceptaron
empleo en la guardia regia, hicieron una conspiración palaciega y se apoderaron
del reino. Cnosos fue saqueada dos veces, al parecer por helenos: alrededor de
1700 a. de C. y alrededor de 1400 a. de C.; y Micenas cayó en poder de los
aqueos un siglo después. El dios Indra en el Ramayana también había cortejado a
una ninfa disfrazado de cuco y Zeus se apropió entonces del cetro de Hera,
coronado por un cuco. Figurillas de pan de oro de una diosa argiva desnuda con
cucos se han encontrado en Micenas; y los cucos se posan en un templo modelo de
pan de oro del mismo lugar. En el muy conocido sarcófago cretense de Hagia
Triada se posa un cuco sobre un hacha doble.
2. Hebe, la diosa como niña, fue convertida en
copera de los dioses en el culto olímpico. Finalmente se casó con Heracles
(véase 145.i y 5), después que Ganímedes le usurpara el cargo (véase 29.c).
«Hefesto» parece haber sido un título del rey sagrado como semidiós solar;
«Ares», un título de su jefe de guerra, o heredero, cuyo emblema era el jabalí.
Ambos se convirtieron en nombres divinos cuando el culto olímpico quedó
establecido y fueron elegidos para desempeñar los papeles, respectivamente, de
dios de la Guerra y dios de los Herreros. La «cierta flor» es probable que
fuera la epigea o espina blanca. Ovidio hace que la diosa Flora —con cuyo culto
estaba asociada la epigea— la muestre a Hera. La epigea o espina blanca se
relaciona con la concepción milagrosa en el mito popular europeo; en la
literatura celta su «hermana» es la espina negra o endrino, un símbolo de la
Discordia, o sea Eris, hermana gemela de Ares.
3. Talos, el herrero, era un héroe cretense nacido
de Perdix («perdiz»), hermana de Dédalo, con la que el mitógrafo identifica a
Hera. Las perdices, consagradas a la Gran Diosa, figuraban en las orgías del
equinoccio de primavera del Mediterráneo Oriental, ocasiones en las que se
realizaba una danza renqueante imitando a las perdices macho. Aristóteles,
Plinio y Eliano dicen que las hembras concebían con sólo oír la voz del macho.
El cojo Hefesto y Talos parecen ser el mismo personaje partenogenésico; ambos
fueron arrojados desde un lugar alto por rivales airados (véase 23.b y 92.b),
originalmente en honor de su diosa madre.
4. En Argos, la famosa estatua de Hera aparecía
sentada en un trono de oro y marfil; la fábula de su aprisionamiento en una
silla puede haber nacido de la costumbre griega de encadenar las estatuas
divinas a sus tronos «para impedir que se escaparan». Al perder una antigua
estatua de su dios o su diosa, una ciudad podía perder el derecho a la
protección divina y consecuentemente, los romanos tomaron por costumbre lo que
se llamaba cortésmente «atraer» los dioses a Roma, que
en la época imperial se había convertido ya en un nido de imágenes robadas.
«Las Estaciones fueron sus nodrizas» es una manera de decir que Hera era una
diosa del año civil o natural. Por eso llevaba en el cetro el cuco primaveral,
y en la mano izquierda la granada madura del final del otoño, símbolo de la
muerte del año.
5. Un héroe, como indica la palabra, era un rey
sagrado que había sido sacrificado a Hera, cuyo cuerpo estaba a salvo bajo
tierra y cuya alma había ido a disfrutar de su paraíso detrás del Viento Norte.
Sus manzanas de oro, en los mitos griego y celta, eran pasaportes para ese
paraíso (véase 53.7, 133.4 y 159.3).
6. El baño anual con el que Hera renovaba su
virginidad lo tomaba también Afrodita en Pafos; parece haber sido la ceremonia
de purificación prescrita a una sacerdotisa de la Luna después del asesinato de
su amante, el rey sagrado (véase 22.1 y 150.1). Como Hera era la diosa del año
vegetativo, primavera, verano y otoño (simbolizado también por la luna nueva,
llena y vieja), se le rendía culto en Estinfalo como Niña, Novia y Viuda
(Pausanias: viii.22.2; véase 128.d).
7. La noche de bodas en Samos duró trescientos años:
quizá porque el año sagrado samio, como el etrusco, se componía de sólo diez
meses de treinta días, omitiendo enero y febrero (Macrobio: 1.13). Cada día se
prolongó hasta un año. Pero el mitógrafo podría estar insinuando con esto que
los helenos tardaron trescientos años en imponer la monogamia entre los
adoradores de Hera.
[1]
Pausanias: vii.4.4 y
viii.22.2; Estrabón: ix.2.36; Olen, citado por Pausanias: ii.13.3.
[2]
Diodoro Sículo: v.72;
Pausanias: ii.36.2 y 17.4.
[3]
Escoliasta sobre la Ilíada de Homero: i.609; Pausanias:
ii.38.2.
[4] Homero:
Ilíada iv.441; Ovidio: Fasti v.255; Primer Mitógrafo del
Vaticano: 204
[5]. Servio sobre las Églogas de Virgilio: iv.62; Cineton,
citado por Pausanias: viii.53.2.
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