jueves, 14 de diciembre de 2017

80. EL JABALÍ DE CALIDÓN

a. Éneo, rey de Calidonia en la Etolia, se casó con Altea. Ella le dio en primer lugar a Toxeo, a quien Éneo mató con sus propias manos por haber saltado groseramente por encima del foso excavado para defensa de la ciudad. Luego le dio a Meleagro, de quien se dice que era en realidad hijo de Ares. Cuando Meleagro tenía siete días de edad, las Parcas se presentaron en el dormitorio de Altea y le anunciaron que su hijo viviría solamente mientras no se quemara cierto tizón que había en el hogar. Inmediatamente ella sacó el tizón del fuego, lo apagó con un jarro de agua y lo ocultó en un cofre.
b. Meleagro creció y llegó a ser un guerrero audaz e invulnerable y el mejor lanzador de venablos de Grecia, como lo demostró en los juegos fúnebres de Acasto. Habría podido seguir viviendo de no haber sido por una indiscreción que cometió Éneo, quien, un verano, se olvidó de incluir a Artemis en sus sacrificios anuales a los doce dioses del Olimpo. Cuando Helio informó a Artemis de ese descuido, ella envió a un jabalí gigantesco para que matara al ganado y los peones de Éneo y destruyese sus mieses; pero Éneo despachó heraldos para que invitasen a los guerreros más valientes de Grecia a cazar el jabalí, prometiéndoles que quien los matase recibiría su piel y sus colmillos.
c. Muchos respondieron a su invitación, entre ellos Castor y Pólux de Esparta, Idas y Linceo de Mesena, Teseo de Atenas y Pirítoo de Larisa, Jasón de Yolco y Admeto de Feras, Néstor de Pilos, Peleo y Euritión de Ftia, Ificles de Tebas, Anfiarao de Argos, Telamón de Salamis, Ceneo de Magnesia y finalmente Anceo y Cefeo de Arcadia, seguidos por su compatriota, la casta Atalanta de pies rápidos, hija única de Yaso y Clímene[1]. Yaso deseaba un heredero varón y el nacimiento de Atalanta le decepcionó tan cruelmente que la abandonó en el Monte Paternio, cerca de Calidón, donde la amamantó una osa que Artemis envió para socorrerla. Atalanta se hizo mujer entre un clan de cazadores que la encontraron y criaron, pero conservó su virginidad y siempre iba armada. En una ocasión llegó desfallecida por la sed a Cifanta y allí, invocando a Ártemis y golpeando una roca con la punta de su lanza, hizo que fluyera una corriente de agua. Pero todavía no se había reconciliado con su padre[2].
d. Éneo agasajó regiamente a los cazadores durante nueve días; y aunque Anceo y Cefeo se negaron al principio a cazar en compañía de una mujer, Meleagro declaró, en nombre de Éneo, que a menos que retirasen su objeción cancelaría por completo la cacería. La verdad era que Meleagro se había casado con Cleopatra, la hija de Idas, pero ahora se había enamorado repentinamente de Atalanta y deseaba congraciarse con ella. Sus tíos, los hermanos de Altea, sintieron una aversión inmediata por la muchacha, convencidos de que su presencia sólo podía ocasionar problemas, pues él no hacía sino suspirar profundamente y exclamar: «¡Ah, qué feliz será el hombre con quien ella se case!». Por lo tanto, la cacería comenzó bajo malos auspicios, Ártemis se había ocupado de ello.
e. Anfiarao y Atalanta estaban armados con arcos y flechas; y los otros con jabalinas, venablos y hachas, y todos se sentían tan ansiosos de conseguir la piel que descuidaron la disciplina propia de la caza. Por indicación de Meleagro avanzaron desplegados en media luna, con algunos pasos de intervalo, a través del bosque donde tenía su guarida el jabalí.
f. La primera sangre derramada fue humana. Cuando Atalanta se apostó en la extremidad del flanco derecho a cierta distancia de los otros cazadores, dos centauros. Hileo y Reco, que se habían agregado a la cacería, decidieron violarla, cada uno de ellos ayudando por turno al otro. Pero tan pronto como corrieron hacia ella, Atalanta los mató con sus flechas y siguió cazando al lado de Meleagro.
g. Poco después el jabalí salió de un arroyo cubierto de sauces. Se acercó saltando, mató a dos de los cazadores, desjarretó a otro y obligó a Néstor, quien más tarde luchó en Troya, a subirse a un árbol. Jasón y varios otros lanzaron contra el jabalí venablos mal dirigidos y sólo Ificles consiguió rozarle el brazuelo. Luego Telamón y Peleo le atacaron temerariamente con jabalinas, pero Telamón tropezó con la raíz de un árbol y mientras Peleo le ayudaba a levantarse el jabalí los vio y embistió. Atalanta disparó una flecha oportuna que fue a clavarse detrás de la oreja del jabalí y lo puso en fuga. Anceo hizo un gesto de desprecio y exclamó: «¡Esa no es una manera de cazar! ¡Observadme!». Lanzó su hacha de combate contra el jabalí cuando éste atacaba, pero no lo hizo con la rapidez suficiente: un instante después yacía castrado y destripado. En su excitación, Peleo mató a Euritión con un venablo dirigido al jabalí, al que Anfiarao había conseguido cegar con una flecha. Luego corrió hacia Teseo, cuyo venablo no dio en el blanco, pero Meleagro disparó también y traspasó el costado derecho del animal, y cuando éste empezó a dar vueltas dolorido, tratando de extraer el proyectil, le clavó su lanza de caza profundamente bajo el omóplato izquierdo hasta el corazón.
El jabalí cayó muerto por fin.
Meleagro lo desolló inmediatamente y ofreció la piel a Atalanta diciendo: «Tú has derramado la primera sangre y si hubiéramos dejado al animal solo, pronto habría sucumbido a tu flecha.»
h. Sus tíos se sintieron muy agraviados. El mayor, Plexipo, alegó que Meleagro mismo había ganado la piel y que, si él se negaba a recibirla, se le debía dar a la más ilustre de las personas presentes, es decir a él mismo como cuñado de Éneo. El hermano menor de Plexipo le apoyó alegando que Ificles y no Atalanta había derramado la primera sangre. Meleagro, con la ira de un enamorado, mató a los dos.
i. Altea, al ver los cadáveres que llevaban de vuelta, echó una maldición sobre Meleagro, que le impidió defender a Calidón cuando sus dos tíos sobrevivientes declararon la guerra a la ciudad y mataron a muchos de sus defensores. Por fin su esposa Cleopatra le convenció para que tomase las armas, y él mató a sus dos tíos, a pesar de que éstos contaban con el apoyo de Apolo; inmediatamente las Furias ordenaron a Altea que sacara el tizón del cofre y lo arrojara al fuego. Meleagro sintió de pronto que le quemaban las entrañas y los enemigos vencieron con facilidad. Altea y Cleopatra se ahorcaron y Ártemis transformó a todas menos dos de las chillonas hermanas de Meleagro en gallinas de Guinea y las llevó a su isla de Leros, la residencia de los malvivientes[3].
j. Complacido con el triunfo de Atalanta, Yaso la reconoció por fin como hija, pero cuando ella llegó al palacio sus primeras palabras fueron: «Hija mía, prepárate para tomar marido», anuncio desagradable, pues el oráculo de Delfos le había advertido contra el matrimonio. Atalanta contestó: «Padre, consiento con una condición. Cualquier pretendiente a mi mano debe vencerme en una carrera pedestre o permitir que le mate.» «Así sea», dijo Yaso.
k. Muchos príncipes infortunados perdieron la vida como consecuencia, pues ella era la mortal más rápida, pero Melanión, hijo del arcadio Anfidamante, invocó la ayuda de Afrodita. Ésta le dio tres manzanas de oro y le dijo: «Demora a Atalanta dejando caer, una tras otra, estas manzanas durante la carrera.» La estratagema dio resultado. Atalanta se detuvo para recoger cada manzana y llegó a la meta inmediatamente después de Melanión.
l. La boda se celebró, pero la advertencia del oráculo estaba justificada, porque un día, cuando pasaban junto a un recinto de Zeus, Melanión indujo a Atalanta a entrar y acostarse con él allí. Irritado porque habían profanado su recinto, Zeus transformó a ambos en leones, pues los leones no se aparean con leones, sino sólo con leopardos, y así les impidió que volvieran a disfrutar de su unión. Este fue el castigo de Afrodita en primer lugar por la obstinación de Atalanta en permanecer virgen, y en segundo lugar por no haberse mostrado agradecida por la manzanas de oro[4]. Pero algunos dicen que con anterioridad Atalanta había sido infiel a Melanión y que le había dado a Meleagro un hijo llamado Partenopeo, al que abandonó en la misma montaña en que la había amamantado la osa. También él sobrevivió y posteriormente venció a Idas en Jonia y marchó con los siete paladines contra Tebas. Según otros, Ares, y no Meleagro, fue el padre de Partenopeo[5]; el marido de Atalanta no era Melanión, sino Hipómenes; y ella era hija de Esqueneo, quien gobernaba en Onquesto, Beocia. Se añade que ella y él profanaron un templo, no de Zeus, sino de Cibeles, quien los convirtió en leones y los unció a su carro[6].

*

1. Los médicos griegos atribuían al malvavisco (althaia, de althainein «curar») virtud curativa y como era la primera flor primaveral en la que libaban la miel las abejas, tenía casi la misma importancia mítica que la flor de hiedra, la última. La cacería calidonia es una saga heroica que se basa quizás en una famosa cacería del jabalí y en una enemistad entre clanes etolios ocasionada por ella. Pero la muerte del rey sagrado atacado por un jabalí —cuyos colmillos curvos lo dedicaban a la luna— es un mito antiguo (véase 18.3) y explica la introducción en esta teoría de héroes de diferentes Estados griegos que habían sufrido ese destino. El jabalí era peculiarmente el emblema de Calidón (véase 106.c) y estaba consagrado a Ares, el padre putativo de Meleagro.
2. El salto de Toxeo por encima del foso es análogo al salto de Remo por encima de la pared de Rómulo; indica la difundida costumbre de sacrificar a un príncipe real en la fundación de una ciudad (1 Reyes xvi.34). El tizón de Meleagro recuerda varios mitos celtas: la muerte de un héroe se produce cuando es destruido algún objeto externo: un fruto, un árbol o un animal.
3. A Ártemis se le rendía culto como una meleagris, o pintada, en la isla de Leros y en la acrópolis de Atenas; el culto es de origen africano oriental, a juzgar por esta variedad particular de gallina de Guinea —que tenía barba azul, a diferencia de la barba roja del ave italiana introducida desde Numidia— y sus extraños cloqueos eran interpretados como gemidos de duelo. Quienes no rendían culto a Ártemis ni a Isis podían comer gallinas de Guinea. La reputación de malvivir de los lerianos podía deberse a su conservadurismo religioso, como la reputación de mentirosos de los cretenses (véase 45.2).
4. Las osas estaban consagradas a Ártemis (véase 22.4) y la carrera de Atalanta contra Melanión ha sido deducida, probablemente, de una ilustración gráfica en la que aparecía el rey condenado, con las manzanas de oro en la mano (véase 32.1 y 53.5), perseguido a muerte por la diosa. Otra ilustración compañera mostraría una imagen de Ártemis apoyada por dos leones, como en la puerta de Micenas y en varios sellos micénicos y cretenses. La segunda versión del mito parece ser más antigua, aunque sólo sea porque Esqueneo, el padre de Atalanta, está en lugar de Esquénide, un título de Afrodita, y porque Zeus no figura en ella.
5. Por qué fueron castigados los amantes —y aquí los mitógrafos se refieren equivocadamente a Plinio, aunque Plinio dice, al contrario, que los leones castigan enérgicamente a las leonas por ayuntarse con leopardos (Historia natural viii.17)— es un problema que tiene un interés mucho mayor que el que le concede Sir James Frazer en sus notas sobre Apolodoro. Parece referirse a una vieja disposición exogámica según la cual los miembros del mismo clan totémico no podían casarse entre ellos, ni podían los miembros del clan del león casarse con miembros del clan del leopardo, que pertenecía a la misma sub-fratría; así como los miembros de los clanes del cordero y la cabra no podían casarse unos con otros en Atenas (véase 97.3).
6. Éneo no fue el único rey heleno que omitió un sacrificio a Ártemis (véase 69.b y 72.i). Las exigencias de esa diosa eran mucho más severas que las de los otros dioses olímpicos, e inclusive en la época clásica incluían holocaustos de animales vivos. Éneo difícilmente le habría negado éstos, pero la práctica arcadia y beocia consistía en sacrificar al rey mismo, o a un sustituto, como el ciervo Acteón (véase 22.1); y Éneo pudo muy bien haberse negado a que lo descuartizaran.





[1] Eliano: Varia historia xiii.l; Calímaco: Himno a Ártemisa 216.

[2] Apolodoro: iii.9.2.

[3] Homero: Ilíada ix.527-600; Apolodoro: i.8.2-3; Higinio: Fábulas 171, 174 y 273; Ovidio: Metamorfosis viii.270-545; Diodoro Sículo: iv.48; Pausanias: iv.2.5; viii.4.7 y x.31.2; Calímaco: Himno a Ártemisa 220-24; Antoninus Liberalis 2; Ateneo: xiv.71.

[4] Apolodoro: iii.9.2; Higinio: Fábula 185; Servio sobre la Eneida de Virgilio iii.113; Primer Mitógrafo Vaticano: 39.

[5] Higinio: Fábulas 70.99 y 270; Primer Mitógrafo Vaticano: 174.

[6] Apolodoro: iii.9.2, citando Meleagro de Eurípides; Ovidio: Metamorfosis x.565 y ss.; Tzetzes: Milenios xiii.453; Lactancio sobre la Tebaida de Estacio vi.563; Higinio: Fábula 185.

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