a. Níobe, hermana de Pélope, se había casado con
Anfión, rey de Tebas, al que dio siete hijos y siete hijas, de los que estaba
tan desmedidamente orgullosa que un día menospreció a la propia Leto por tener
sólo dos hijos: Apolo y Ártemis. Manto, la hija profetisa de Tiresias, oyó por
casualidad esa declaración temeraria y aconsejó a las tebanas que aplacasen a
Leto y sus hijos inmediatamente quemando incienso y adornándose el cabello con
ramas de laurel. Cuando el aroma del incienso flotaba ya en el aire apareció
Níobe seguida por una multitud de acompañantes y vestida con una espléndida
túnica frigia y el largo cabello suelto. Interrumpió el sacrificio y preguntó
furiosamente por qué Leto, mujer de ascendencia oscura con una hija hombruna y
un hijo afeminado, había de ser preferida a ella, Níobe, nieta de Zeus y
Atlante, terror de los frigios y reina de la casa real de Cadmo. Aunque el
destino o la mala suerte podían quitarle dos o tres de sus hijos, ¿no seguiría
siendo la más fértil?
b. Abandonando el sacrificio, las tebanas
aterrorizadas trataron de aplacar a Leto murmurando plegarias, pero era ya
demasiado tarde. Leto había enviado ya a Apolo y Artemis, armados con arcos,
para que castigaran la presunción de Níobe. Apolo encontró a los niños cazando
en el monte Citerón y les dio muerte uno por uno, perdonando únicamente a
Amidas, quien había ofrecido prudentemente una plegaria propiciatoria a Leto,
Artemis encontró a las muchachas hilando en el palacio y con una lluvia de
flechas las mató a todas, excepto a Melibea, que había seguido el ejemplo de
Amiclas. Los dos sobrevivientes se apresuraron a edificar un templo a Leto,
aunque Melibea se había puesto tan pálida a causa, del temor que se la seguía
apodando Cloris cuando se casó con Neleo algunos años después. Pero algunos
dicen que ninguno de los hijos de Níobe sobrevivió, y que Apolo mató también a
su marido Anfión.
c. Durante nueve días y nueve noches Níobe lloró a
sus muertos y no encontró a nadie que los enterrara, porque Zeus, poniéndose de
parte de Leto, había convertido a todos los tebanos en piedras. El décimo día
los olímpicos mismos se dignaron dirigir el funeral. Níobe huyó allende los
mares al monte Sípilo, la residencia de su Padre Tántalo, donde Zeus, movido
por la compasión, la convirtió en una estatua que se puede ver todavía llorando
copiosamente al comienzo del verano[1].
d. Todos los hombres guardaron luto por Anfión y
lamentaron la extinción de su estirpe, pero nadie guardó luto por Níobe, excepto
su hermano Pélope, tan orgulloso como ella[2].
*
1. Según Homero, los hijos de Níobe eran doce, y
(por lo que dicen varios escoliastas) según Hesíodo, veinte; según Herodoto,
cuatro, y según Safo, dieciocho; pero según la cuenta hecha por Eurípides y
Apolodoro, que parece la más acertada, tuvo siete hijos y siete hijas. Puesto
que Níobe, en la versión tebana del mito, era nieta del titán Adante, y en la
versión argiva, hija o madre de Foroneo (véase 57.a), descrito también como un
titán (Apolodoro: ii.1.1 y Escoliasta sobre Orestes
de Eurípides 932), y de Pelasgo; y podía pretender que era la primera mujer
mortal violada por Zeus (Diodoro Sículo: iv.9.14; Apolodoro: loc. cit.; Pausanias: ii.22.6), el mito
puede referirse a la derrota de los siete titanes y titánides por los
olímpicos. Si es así, registra el reemplazo del sistema calendario que
prevalecía en la Grecia pelasga, Palestina, Siria y la Europa noroccidental, el
cual se basaba en un mes dividido en cuatro semanas de siete días, cada uno
regido por uno de los siete planetas (véase 1.3 y 43.4). Anfión y sus doce
hijos, en la versión homérica del mito (Ilíada
xxiv.603-17), representan quizás los trece meses de ese calendario. El monte
Sípilo puede haber sido la última sede en el Asia Menor del culto de los
Titanes, como lo fue Tebas en Grecia. La estatua de Níobe es un risco de forma
aproximadamente humana que parece llorar cuando las flechas del sol golpean en
su casquete de nieve invernal, y refuerza el parecido una madre diosa hitita
tallada en una roca en la misma montaña y que data quizá de fines del siglo xv a. de C. «Níobe» significa
probablemente nivea, y la b
representa la v de la palabra latina nivis, o la ph de la griega nipha.
Higinio llama Quíade a una de sus hijas; es una palabra que no tiene sentido en
griego, a menos que sea una forma desgastada de chionos niphades, «copos de nieve».
2. Partenio (Fábulas amorosas 33) relata de manera
distinta el castigo de Níobe: mediante una treta de Leto, el padre de Níobe se
enamoró incestuosamente de ella y, al ser rechazado por su hija, quemó a los
hijos de ésta; su marido fue destrozado más tarde por un jabalí y ella se
arrojó desde una roca. Esta fábula, confirmada por el escoliasta sobre Las fenicias de Eurípides (159), está
influida por los mitos de Cíniras, Esmirna y Adonis (véase 18.h) y por la
costumbre de quemar niños como sacrificio al dios Moloch (véase 70.5 y 156.2).
[1]
Higinio: Fábulas 9 y 10; Apolodoro: iii.5.6;
Homero: Ilíada xxiv.612 y ss.; Ovidio:
Metamorfosis vi.146-312; Pausanias:
v.16.3; viii.2.5 y i.21.5; Sófocles: Electra
150-52.
[2]
Ovidio: Metamorfosis vi.401-4.
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