a. Tereo, hijo de Ares, gobernó a los tracios que
entonces ocupaban la Dáulide fócida —aunque algunos dicen que era rey de Pagas[1]— y, habiendo actuado como
mediador en una disputa fronteriza en nombre de Pandión, rey de Atenas y padre
de los mellizos Butes y Erecteo, se casó con su hermana Procne, quien le dio un
hijo, Itis.
b. Desgraciadamente Tereo, encantado con la voz de
la hermana más joven de Pandión, Filomela, se enamoró de ella; un año después
ocultó a Procne en una cabaña rústica cerca de su palacio de Dáulide y anunció
su muerte a Pandión, quien dio el pésame a Tereo, le ofreció generosamente a
Filomela para que ocupase el lugar de Procne, haciéndola acompañar por guardias
atenienses cuando fue a Dáulide para la boda. Tereo asesinó a los guardias y
cuando Filomela llegó al palacio ya la había obligado a acostarse con él.
Procne no tardó en enterarse de lo sucedido, pero, como medida de precaución,
Tereo le cortó la lengua y la encerró en las habitaciones de las esclavas,
donde sólo pudo comunicarse con Filomela tejiendo un mensaje secreto en un
vestido nupcial destinado a ella. Decía sencillamente: «Procne está entre las
esclavas».
c. Entre tanto, un oráculo había advertido a Tereo que
Itis moriría a manos de un pariente consanguíneo y, sospechando que su hermano
Driante tramaba un plan con asesinato para apoderarse
del trono, lo mató inesperadamente con un hacha. Ese mismo día Filomela leyó el
mensaje tejido en el vestido. Corrió a las habitaciones de las esclavas,
encontró una de las habitaciones cerrada, derribó la puerta y puso en libertad
a Procne, que charlaba ininteligiblemente y corría describiendo círculos.
—¡Oh, quien pudiera vengarse de Tereo, que decía que
habías muerto y me sedujo! —gimió Filomela, horrorizada.
Como Procne no tenía lengua, no podía contestar,
pero salió de allí, se apoderó de su hijo Itis, lo mató, lo destripó y lo
hirvió en un caldero de cobre para que lo comiera Tereo a su regreso.
d. Cuando Tereo comprendió qué carne había comido,
tomó el hacha con la que había matado a Driante y persiguió a las dos hermanas
mientras huían del palacio. No tardó en alcanzarlas y estaba a punto de cometer
un doble asesinato cuando los dioses transformaron a los tres en pájaro; Procne
se convirtió en golondrina, Filomena en ruiseñor y Tereo en abubilla. Y los
focios dicen que ninguna golondrina se atreve a anidar en Dáulide o sus
alrededores, y que ningún ruiseñor canta por temor a Tereo. Pero la golondrina,
como carece de lengua, grita y vuela describiendo círculos, en tanto que la
abubilla revolotea persiguiéndola y gritando «¿Pou? ¿Pou?» (¿Dónde, dónde?).
Mientras tanto el ruiseñor se retira a Atenas, donde llora sin cesar por Itis,
cuya muerte causó inadvertidamente cantando «¡Itu! ¡Itu!»[2].
e. Pero algunos dicen que Tereo se transformó en
halcón[3].
*
1. Esta novela extravagante parece haber sido
inventada para explicar una serie de pinturas murales tracio-pelasgas que
encontraron los invasores focios en un templo de Dáulide («velludo») y. que
ilustraban diferentes métodos de profecía en uso en la localidad.
2. La cortadura de la lengua de Procne es una
tergiversación de una escena en que aparece una sacerdotisa en arrobamiento
profético provocado por la masticación de hojas de laurel; tiene el rostro
contorsionado por el éxtasis y no el dolor, y la lengua que parece haber sido
cortada es en realidad una hoja de laurel que le entrega el sacerdote encargado
de interpretar sus desvariados balbuceos. El tejido de las letras en la rúnica
nupcial tergiversa otra escena: una sacerdotisa ha arrojado un puñado de
palillos oraculares en un paño blanco, a la manera celta descrita por Tácito (Germania x), o a la manera escita
descrita por Herodoto (iv.67); los palillos forman letras que ella se dispone a
leer. En la supuesta escena en que Tereo come a Itis, una sacerdotisa del culto
del sauce examina para hacer sus augurios las entrañas de un niño sacrificado
en beneficio del rey. La escena de Tereo y el oráculo probablemente lo mostraba
dormido sobre una piel de oveja en un templo y recibiendo en sueños una
revelación (véase 5l.g); los griegos no habrían interpretado eso
equivocadamente. La del asesinato de Driante probablemente representaba un
roble y sacerdotes haciendo agüeros bajo él, a la manera druida, por el modo en
que un hombre caía cuando moría. La transformación de Procne en una golondrina
debió deducirse de una escena en que aparecía una sacerdotisa con una túnica
emplumada haciendo augurios por el vuelo de una golondrina; la transformación
de Filomela en un ruiseñor y la de Tereo en una abubilla parecen el resultado
de análogas interpretaciones equivocadas. El nombre de Tereo, que significa
«vigilante», indica que un augur varón figuraba en la pintura de la abubilla.
3. Se pueden suponer otras dos escenas: un héroe
oracular con cola de serpiente que recibe sacrificios de sangre; y un joven que
consulta a un oráculo abeja. Estos son, respectivamente, Erecteo y Butes (véase
47.1), que era el apicultor más famoso de la antigüedad, los hermanos de Procne
y Filomela. Su madre era Zeuxipe, «la que unce caballos», sin duda una Deméter
con cabeza de yegua.
4. Todos los mitógrafos menos Higinio dicen que
Procne se transformó en ruiseñor y Filomela en golondrina; pero ésta es una
tentativa torpe de rectificar un error cometido por algún poeta anterior: que
Tereo cortó la lengua de Filomela y no la de Procne. La abubilla es un pájaro
regio porque tiene una cresta de plumas, y es particularmente apropiado para la
fíbula de Terco porque sus nidos son notorios por su hedor. Según el Corán, la
abubilla comunicó a Salomón secretos proféticos.
5. Dáulide, luego llamada Fócide, parece haber sido
el centro de un culto de las aves. Foco, el fundador epónimo del nuevo estado,
era llamado el hijo de Ornitión («pájaro de la luna»; véase 81.b) y un rey
posterior se llamaba Juto («gorrión»; véase 43.l). Higinio informa que Terco se
convirtió en halcón, ave regia de Egipto, Tracia y el noroeste de Europa.
[2]
Apolodoro: iii.14.8; Nono;
Dionisíacas iv.320; Pausanias: i.5.4:
i.41.8 y x.4.6; Higinio: Fábula 45;
Fragmentos del Tereo de Sófocles;
Eustacio sobre la Odisea de Homero
xix.418; Ovidio: Metamorfosis
vi.426-674; Primer Mitógrafo Vaticano 217.
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