a. Todavía perseguido por las Erinias que no habían hecho caso de
las palabras elocuentes de Atenea, Orestes fue desesperado a Delfos, donde se
tendió en el suelo del templo y amenazó con quitarse la vida si Apolo no lo
salvaba de sus azotes. En respuesta, la Pitia le ordenó que se embarcara para
el Bosforo y navegara hacia el norte a través del Mar Negro; sus infortunios no
terminarían hasta que se apoderase de una antigua imagen de madera de Artemis
adorada en su templo del Quersoneso táurico y la llevara a Atenas, o (según
dicen algunos) a Argólide[1].
b. Ahora bien, el rey de los taurios era el rápido Toante, hijo de
Dioniso y Ariadna y padre de Hipsípila; y sus subditos, llamados taurios porque
Osiris en una ocasión unció toros (tauroi) y aró su tierra, eran de origen
escita[2].
Siguen viviendo de la rapiña, como en la época de Toante; y siempre que uno de
sus guerreros hace un prisionero lo decapita, lleva la cabeza a su casa y allí
la empala en una alta estaca colocada sobre la chimenea, para que su familia
pueda vivir bajo la protección del difunto. Además, todo marinero que ha
naufragado o ha sido arrojado a su puerto por el vendaval, es sacrificado
públicamente a Artemis Tauria. Después de realizar ciertos ritos preparatorios
lo derriban con un garrote y clavan su cabeza cortada a una cruz; después de lo
cual entierran el cadáver o lo arrojan al mar desde un precipicio coronado por
el templo de Artemis. Pero si cae en sus manos un extranjero principesco, lo
mata con una espada la sacerdotisa virgen de la diosa y arroja su cadáver al
fuego sagrado, proveniente del Tártaro, que arde en el recinto divino. Sin
embargo, algunos dicen que la sacerdotisa, aunque inspecciona los ritos y
realiza la lustración preliminar y corta el pelo a la víctima, no la mata
personalmente. La antigua imagen de la diosa de la que Orestes tenía la orden
de apoderarse había caído del cielo. Este templo está sostenido por grandes
columnas y se sube a él por cuarenta escalones; su altar de mármol blanco está
constantemente manchado de sangre[3].
c. Artemis Tauria tiene varios títulos griegos, entre ellos
Artemis Tauropolus o Taurópola, Artemis Dictina, Artemis Ortia, Toantea y
Hécate, y para los latinos es Trivia[4].
d. Ahora bien, Ifigenia se libró de ser sacrificada en Aulide
gracias a Artemis, que la envolvió en una nube y la llevó al Quersoneso
táurico, donde inmediatamente la nombró Suma Sacerdotisa y le concedió el
derecho exclusivo de manejar la imagen sagrada. Los taurios se dirigían a ella
en adelante llamándola Artemis, Hécate u Orsíloca. Ifigenia aborrecía los
sacrificios humanos, pero obedecía piadosamente a la diosa[5].
e. Orestes y Pílades no sabían nada de esto; seguían creyendo que
Ifigenia había muerto sacrificada en Aulide. Sin embargo, se apresuraron a ir
al país de los taurios en una embarcación de cincuenta remeros; al llegar
anclaron la embarcación, guardada por sus remeros, mientras ellos se ocultaban
en una cueva marina. Su propósito era acercarse al templo al anochecer, pero
les sorprendieron antes unos pastores crédulos que, tomándolos por los
Dioscuros o alguna otra pareja de inmortales, se postraron ante ellos y los
adoraron. En ese momento Orestes se enloqueció una vez más y comenzó a mugir
como un ternero y a ladrar como un perro; confundió a un rebaño de terneros con
las Erinias y salió corriendo de la cueva, espada en mano, para matarlos. Los
pastores desilusionados dominaron a los dos amigos, quienes, por orden de
Toante, fueron conducidos al templo para ser sacrificados inmediatamente[6].
f. Durante los ritos preliminares Orestes conversó en griego con
Ifigenia; pronto descubrieron alegremente su identidad mutua y cuando se enteró
de la naturaleza de su misión, Ifigenia comenzó a levantar la imagen para que
él se la llevara. Pero Toante se presentó de pronto, impaciente por la lentitud
con que se realizaba el sacrificio, y la ingeniosa Ifigenia simuló que estaba
apaciguando la imagen. Explicó a Toante que la diosa había apartado su mirada
de las víctimas que él había enviado, pues uno de ellos era matricida y el otro
su cómplice, por lo que ninguno de los dos servía para el sacrificio. Debía
enviarlos, juntamente con la imagen que habían mancillado con su presencia,
para que se limpiasen en el mar, y ofrecer a la diosa un sacrificio de
corderitos a la luz de las antorchas. Entretanto Toante debía purificar el
templo con una antorcha, cubrirse la cabeza cuando salieran los extranjeros y
ordenar que todos se quedasen en sus casas para evitar la contaminación.
g. Toante, completamente engañado, permaneció un rato admirado por
tanta sagacidad y luego comenzó a purificar su templo. Ifigenia, Orestes y
Pílades se apresuraron a llevar la imagen a la costa a la luz de las antorchas,
pero en vez de bañarla en el mar la introdujeron en la embarcación. Los
servidores del templo taurio que habían ido con ellos sospecharon la traición y
ofrecieron resistencia. Fueron dominados tras una dura lucha y después los
remeros de Orestes se alejaron con la embarcación. Pero se desencadenó de
pronto un vendaval que los llevó de vuelta a la costa rocosa y todos habrían
perecido si Posidón no hubiera calmado el mar a instancias de Atenea; con un viento
favorable llegaron a la isla de Esmintos[7].
h. Allí vivían Crises, el sacerdote de Apolo, y su nieto del mismo
nombre, cuya madre Criseida propuso que los fugitivos fueran entregados a
Toante. Pues, aunque algunos sostienen que Atenea visitó a Toante, quien
preparaba una flota para salir en persecución de los fugitivos, y le engatusó
con tan buen éxito que inclusive consintió en repatriar a las esclavas griegas
de Ifigenia, lo que sí es cierto es que llegó a Esmintos con intenciones
siniestras. Luego Crises el Viejo, enterado de la identidad de sus huéspedes,
reveló a Crises el Joven que no era, como Criseida había pretendido siempre,
hijo de Apolo, sino de Agamenón, y por lo tanto hermanastro de Orestes e
Ifigenia. Al saber eso, Crises y Orestes se unieron contra Toante, a quien
consiguieron matar, y Orestes, apoderándose de la imagen, navegó felizmente
hasta Micenas, donde las Erinias abandonaron por fin su persecución[8].
i. Pero algunos dicen que una tormenta llevó a Orestes a Rodas,
donde, de acuerdo con el Oráculo Heliano, colocó la imagen en una muralla de la
ciudad. Otros dicen que, como el Ática era el territorio al que Apolo había
ordenado que llevase la imagen, Atenea le visitó en Esmintos y le señaló como
destino la ciudad fronteriza de Braurón; debía alojarla allí en un templo de
Artemis Taurópola y aplacarla con sangre extraída de la garganta de un hombre.
Designó a Ifigenia sacerdotisa de ese templo, en el que estaba destinada a
terminar su vida pacíficamente; recibiría, entre otras cosas, las ropas de las
mujeres ricas que morían de sobreparto. Según esta versión, el barco llegó por
fin al puerto de Braurón, donde Ifigenia depositó la imagen y luego, mientras
se construía el templo, fue con Orestes a Delfos; encontró a Electra en el
templo y la llevó de vuelta a
Atenas para que se casase con Pílades[9].
j. La que se hace pasar por la auténtica imagen de madera de
Artemis Tauria puede ser vista todavía en Braurón. Algunos dicen, no obstante,
que no es sino una copia y que de la original se apoderó Jerjes durante su
desdichada expedición contra Grecia y la llevó a Susa; añaden que más tarde la
regaló el rey Seleuco de Siria a
los laodiceos, quienes
la adoran hasta el presente. Otros, que se resisten a atribuir
el hecho a Jerjes, dicen que Orestes mismo, en el viaje de regreso a la patria
desde el Quersoneso taurio, fue .llevado por una tormenta a la región ahora
llamada Seleucia, donde dejó la imagen; y que los nativos cambiaron el nombre
del Monte Melantio, donde por fin se curó de su locura, por el de Monte Amanón,
que quiere decir «no loco», en su memoria. Pero los lidios, que tienen un
templo de Ártemis Aneitis, pretenden también poseer la imagen, y lo mismo los
habitantes de la Comana capadocia, cuya ciudad se dice que tomó su nombre de las
trenzas (comai) que en señal de luto depositó allí Orestes cuando llevó los
ritos de Ártemis Taurópola a Capadocia[10].
k. Otros más dicen que Orestes ocultó la imagen en una gavilla de
leña y la llevó a la Aricia italiana, donde murió y fue enterrado, siendo
trasladados sus huesos más tarde a Roma; y que la imagen fue enviada de Aricia
a Eparta, porque la crueldad de sus ritos desagradaba a los romanos; y la
colocaron en el templo de Ártemis Erguida[11].
l. Pero los espartanos alegan que la imagen les pertenecía desde
mucho tiempo antes de la fundación de Roma y que Orestes la llevó cuando llegó
a ser su rey y la ocultó en un saucedal. Dicen que durante siglos se olvidó su
paradero, hasta que un día Astrábaco y Alopeco, dos príncipes de la casa real,
entraron en el saucedal por casualidad y enloquecieron a la vista de la tétrica
imagen, que mantenían erguida las ramas de un sauce enroscados a su alrededor,
y de aquí sus nombres de Ortia y Ligodesma.
m. Tan pronto como llevaron la imagen a Esparta se produjo una
pendencia siniestra entre los devotos rivales de Ártemis, que hacían
sacrificios conjuntamente en su altar; muchos de ellos fueron muertos en el
templo mismo y los restantes murieron apestados poco tiempo después. Cuando un
oráculo aconsejó a los espartanos que propiciaran a la imagen empapando el
altar con sangre humana, echaron suertes para elegir la víctima y la
sacrificaron; y esta ceremonia se repitió anualmente hasta que el rey Licurgo,
que aborrecía los sacrificios humanos, la prohibió, y ordenó que en cambio se
azotase a unos niños en el altar hasta que el lugar oliera fuertemente a sangre[12].
Los niños espartanos compiten ahora una vez al año para ver quién puede
soportar más golpes. La sacerdotisa de Ártemis se halla presente sosteniendo la
imagen, que, aunque pequeña y liviana, adquirió tal apetencia de sangre en la
época en que los taurios le ofrecían sacrificios humanos que, inclusive ahora,
si los azotadores lo hacen suavemente, por que el niño es de cuna noble, o
excepcionalmente bello, se hace casi demasiado pesada para que la sacerdotisa
la sostenga y ésta increpa a los azotadores diciéndoles: «¡Más fuerte, más
fuerte! ¡Hacéis que no pueda soportar el peso!»[13].
n. Poca fe se debe dar a la fábula de que Helena y Menelao fueron
en busca de Orestes y que cuando llegaron a la región de los taurios, poco
después de haber muerto él, ambos fueron sacrificados a la diosa por Ifigenia[14].
1.
El
anhelo de los mitógrafos de ocultar ciertas tradiciones bárbaras se pone
claramente de manifiesto en esta fábula y sus variantes. Entre los elementos
suprimidos se halla la manera en que Ártemis se venga de Agamenón por el
asesinato de Ifigenia y la manera en que Éax también se venga de Agamenón por
el asesinato de su hermano Palamedes. Originalmente, el mito parece haber sido,
más o menos, el siguiente: los jefes compañeros de Agamenón incitaron a éste a
ejecutar a su hija Ingenia por hechicera cuando la expedición griega contra
Troya quedó detenida por los vientos contrarios en Áulide. Ártemis, a quien
Ingenia había servido como sacerdotisa, hizo que Agamenón le pagara esa ofensa
y ayudó a Egisto a suplanterle y asesinarlo a su regreso. También por
inspiración suya, Éax se ofreció a llevar a Orestes en un viaje al territorio
ganado al río Escamandro y así le ayudó a escapar de las Erinias, pues Atenea
le protegería allí (véase 115.4). En lugar de eso, Éax lo dejó en Braurón,
donde Orestes fue aclamado como el pharmacos anual, víctima propiciatoria por
la culpabilidad del pueblo, y le degolló la virgen sacerdotisa de Ártemis. Éax,
en realidad, le contó a Electra la verdad cuando se encontraron en Delfos: que
Orestes había sido sacrificado por Ifigenia, que parece haber sido un título de
Ártemis (véase 117.1).
2.
A
los griegos patriarcales de una época posterior les debió desagradar este mito,
una versión del cual, que hacía a Menelao, y no a Orestes, el objeto de la
venganza de Ártemis, ha sido conservada por Focio. Disculpaban a Agamenón del
asesinato, y a Ártemis de oponerse a la voluntad de Zeus, diciendo que ella sin
duda salvó a Ingenia y se la llevó para que actuara como sacerdotisa de los
sacrificios, no en Braurón, sino entre los salvajes taurios, por cuyos actos no
se hacían responsables. Y aseguraban que no mató a Orestes (ni a ninguna
víctima griega), sino que, al contrario, le ayudó a llevar la imagen tauria a
Grecia por orden de Apolo.
3.
Esta
fábula destinada a salvar las apariencias, influida por el mito de la
expedición de Jasón al Mar Negro —en la versión de Servio, Orestes roba la
imagen en Cólquide, no en el Quersoneso táurico— explicaba la tradición de la
degollación humana en Braurón, ahora modificada a la extracción de una gota de
sangre mediante un pequeño corte, y sacrificios análogos que se realizaban en
Micenas, Aricia, Rodas y Comana. «Taurópolas» indica el sacrificio de toros
cretense, que sobrevivió en las Bufonias atenienses (Pausanias: i.28. 11); la
víctima original es probable que fuera el rey sagrado.
4.
Los
ritos de la fertilidad espartanos, de los que se dice también que comprendían
en un tiempo el sacrificio humano, se realizaban en honor de Ártemis Erguida. A
juzgar por la práctica primitiva en otras partes del Mediterráneo, la víctima
era atada con tiras de sauce, llenas de magia lunar, a la imagen, un tocón
sagrado, quizás de peral (véase 74.6) y agotada hasta que los latigazos
producían una reacción erótica y la víctima eyaculaba, fertilizando la tierra
con el semen y la sangre. El nombre Alopeco[15]
y la conocida leyenda del muchacho que dejó que una zorra le royera sus partes
vitales sin gritar, sugiere que la diosa Zorra de Teumeso también era adorada
en Esparta (véase 49.2 y 89.8).
5.
A
los meteoritos se les rendían con frecuencia honores divinos, y lo mismo a
pequeños objetos rituales de origen dudoso, que podían explicarse como habiendo
caído igualmente del cielo, como las puntas de lanza neolíticas cuidadosamente
trabajadas, identificadas con los rayos de Zeus por los griegos posteriores
(como a las flechas de pedernal se las llama «proyectiles de los elfos» en el
campo inglés), o con los almireces de bronce ocultos en la cofia que llevaba la
imagen de la Ártemis efesia. Las imágenes mismas, como la de Ártemis Brauronia
y la de madera de olivo de Atenea en el Erecteón, también, según se decía,
habían caído del cielo a través de un agujero en el techo (véase 158.k). Es
posible que la imagen de Braurón contuviera un antiguo cuchillo de obsidiana
destinado a los sacrificios —la obsidiana era un vidrio volcánico de la isla de
Melos— con el cual se cortaba el cuello a las víctimas.
6.
El
arado por Osiris del Quersoneso táurico (la Crimea) parece forzado, pero
Herodoto insiste en que existía un vínculo estrecho entre Cólquide y Egipto
(ii.104) y aquí se ha confundido a Cólquide con el país de los taurios. Se dice
que Osiris, como Triptólemo, introdujo la agricultura en muchos países (véase
24.fm).
[1] Apolodoro: Epítome vi.26; Eurípides: Ifigenia en Táuride 77 y 970
y ss.; Higinio: fábula 120
[2] Eurípides: Ifigenia en Táuride 32; Escoliasta sobre Apolonio de
Rodas: iii.997; Eustacio: Sobre Dioniso 306; Apolodoro: Epítome vi.26
[3] Herodoto: iv.103; Ovidio: Epístolas pónticas iii.2.45 y ss.;
Apolodoro: Epítome vi.26; Eurípides: Ifigenia en Táuride 40 y ss. y 88 y ss
[4] Diodoro Sículo: iv.44.7; Sófocles:
Ajax 172; Pausanias: i.23.9; Servio sobre la Eneida de Virgilio ii.116; Valerio
Flaco: viii.208; Ovidio: Ibis 384, Epístolas pónticas iii.2.71; Argonáutica
órfica 1065
[5] Eurípides: Ifigenia en Táuride 784
y 1045; Ovidio: Epístolas pónticas iii.2.45; Herodoto: iv.103; Hesíodo:
Catálogo de las mujeres, citado por Pausanias: i.43.1; Amiano Marcelino: xxii.
8.34
[6] Higinio: Fábula 120; Apolodoro: Epítome vi.27
[7] Ovidio: Epístolas pónticas
loc. cit.; Higinio: loc. cit.;
Eurípides: Ifigenia en Táuride 1037 y ss
[8] Higinio: Fábulas 120 y 121; Eurípides: Ifigenia en Táuride 1435 y
ss.; Higinio: Fábula 121
[9] Apolodoro: Epítome vi.27;
Eurípides: Ifigenia en Táuride 89-91 y 1446 y ss.; Pausanias:
i.33.1; Tzetzes: Sobre Licofrón 1374
[10] Pausanias: i.23.9, iii.16.6
y viii.46.2; Tzetzes: loc. cit.; Estrabón: xii.2.3
[11] Servio sobre la Eneida de Virgilio ii.116 y vi.136; Higinio:
Fábula 261
[12] Pausanias: iii.16.6-7
[13] Higinio: Fábula 261; Servio
sobre la Eneida de Virgilio ii.116;
Pausanias: loc. cit
[14] Tolomeo Hefestiono: iv.,
citado por Focio, p.479
[15] Del griego alwpekeh:
de piel de zorra (Nota edit. Electr)
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