sábado, 23 de diciembre de 2017

Atlas histórico del mundo griego antiguo Adolfo J Domínguez José Pascual Capítulo 6 La expansión cretomicénica

Junto a los aspectos de las civilizaciones cretense y micénica que hemos ido estudiando en los capítulos previos, merece la pena detenerse en el relativo a la expansión de estas culturas egeas fuera del ámbito geográfico originario. Podría decirse que, en cierto modo, uno de los rasgos principales tanto de la cultura minoica como de la micénica es, precisamente, el de su gran capacidad expansionista. Se trata de unos procesos que obedecen a dinámicas diferentes pero que tienen como denominador común la búsqueda de materias primas así como la distribución de productos ya manufacturados en los centros económicos y políticos que se desarrollarán en la isla de Creta y en el continente griego. Ya antes de la aparición de estructuras palaciales complejas en estos ámbitos, sin embargo, los contactos entre las islas, Creta y el continente fueron algo bastante habitual, del mismo modo que lo eran con las costas anatolias. Todo este ámbito, aun con diferencias de matiz según las épocas, formó parte de un circuito económico interrelacionado que se mantendría durante el segundo milenio, poco a poco controlado desde los palacios minoicos en Creta para pasar, más adelante, a estar bajo la influencia de los palacios micénicos en la Grecia continental. Por ello, no insistiremos en las relaciones durante las etapas más antiguas y nos concentraremos en estos dos últimos ámbitos, el minoico y el micénico.
La expansión minoica por el Egeo se inicia en un momento temprano; ya al inicio del Minoico Medio (a finales del tercer milenio) la isla de Citera se convierte en una auténtica cabeza de puente de la presencia e influencia cretense en el continente griego y durante la época de los primeros palacios las islas egeas quedan integradas, en mayor o menor medida, en la economía impulsada desde los palacios cretenses. Pero también en esos momentos, poco después del inicio del segundo milenio, empiezan a aparecer cerámicas y otros testimonios artesanales minoicos en Chipre, pero también en la costa sirio-palestina y, poco después, Egipto, países con los que los palacios minoicos mantendrán importantísimos contactos, atestiguados también por productos de esos orígenes presentes en el registro arqueológico cretense. Como ocurre en tantos otros períodos históricos, los restos materiales que se encuentran, sobre todo cerámicas, no dan cuenta exacta de los artículos que eran objeto de intercambio y que solían ser, sobre todo, metales, en especial aquellos que escaseaban en el ámbito egeo, como el estaño, y que era imprescindible para la manufactura del bronce, sobre el que se basa buena parte del utillaje minoico. Aunque los especialistas debaten el detalle de estas actividades comerciales, da la impresión, como ocurrirá luego en el mundo micénico, de que son los palacios quienes gestionarían estos intercambios.
Durante el período Neopalacial en Creta estas actividades se expanden y quizá impliquen también contactos diplomáticos, bien con los príncipes que gobernaban en las ciudades sirio- palestinas bien, incluso, con círculos de poder más elevados en Egipto, como muestran las posibles estructuras de tipo palacial descubiertas en Tell el-Daba'a, identificada con la ciudad de Avaris, la capital del Egipto hicso, y que sugieren estrechas relaciones entre ambos ámbitos durante las últimas etapas del período Neopalacial. Del mismo modo, la presencia de restos, sobre todo cerámicas, de época minoica en Anatolia no es desdeñable; sin embargo, de entre todos los lugares en los que han aparecido restos de esa presencia, no demasiado bien definidos, es en Mileto donde los estudios más recientes parecen indicar que el interés minoico en ese emplazamiento va más allá de una simple presencia comercial, como mostraría la existencia de un área cultual de tipo minoico decorada con pinturas al fresco semejantes a las aparecidas en los palacios cretenses; además, la constatación de que la mayor parte de la cerámica minoica aparecida es de fabricación local y la existencia de siete inscripciones en Lineal A refuerzan la idea de que allí existió una colonia minoica; su función habría sido controlar el comercio de minerales (cobre, oro, plata); el interés cretense por Mileto parece haberse iniciado ya en época Pre- palacial, continuando hasta la época de los segundos palacios. Es posible que también otros sitios de la costa anatolia como Yaso e islas anexas fuesen de interés especial para los cretenses, como Rodas y Cos.
Del mismo modo, la presencia minoica también se detecta en el Mediterráneo central, con restos materiales en las costas italianas y sicilianas.

Por lo que se refiere al mundo micénico, las informaciones, sobre todo de base arqueológica, son más abundantes. Haremos un breve recorrido por las zonas en las que se atestiguan contactos micénicos. Empezando por las áreas más remotas, parece que, aunque utilizando otras zonas (ante todo la costa sirio-palestina) como intermediarios, se atestiguan relaciones entre el mundo micénico y Mesopotamia, como muestran los hallazgos de objetos de manufactura mesopotámica en Creta y en el continente; sin duda el conjunto más sorprendente es el del caché hallado en Tebas (Heládico Reciente IIIB1-2; ca.1220), donde aparecieron 38 cilindros-sellos de fayenza y lapislázuli, de los que la mitad son imitaciones chipriotas, sirio- palestinas o micénicas, pero la otra mitad es de origen mesopotámico, con ejemplares que van desde el tercer milenio al propio siglo XIII; sin embargo, resulta difícil saber en qué contexto llegó este conjunto a Tebas, aunque hay quien ha sugerido que podría tratarse de un regalo de algún rey oriental (¿Asiría?). Por el contrario, en Mesopotamia se pueden contar con los dedos de una mano los objetos de manufactura micénica encontrados, lo que sugiere que no había relaciones comerciales regulares entre ambos ámbitos aun cuando, en ocasiones, productos de un círculo llegasen al otro, sobre todo desde Mesopotamia al ámbito egeo. Sin embargo, y como muestran los pecios que conocemos para época micénica (Uluburun, Cabo Gelidonya, Punta Iría), los productos mesopotámicos habrían terminado por llegar a la costa mediterránea, donde se integrarían en cargamentos heterogéneos, acabando algunos objetos en el mun-do micénico; sin embargo, no podemos hablar en propiedad de un comercio mesopotá- mico sino de la inclusión de artículos de esta procedencia en cargamentos formados en el área sirio- palestina; lo mismo valdría para los escasos productos egeos hallados en Mesopotamia, y que podrían haber sido encaminados hasta allí desde las áreas costeras a las que, sin duda, llegaban.




En Egipto la situación es diferente, pues se conocen allí bastantes cerámicas minoi- cas y micénicas que eran contenedores de vino, aceite o perfumes, ya desde el Heládico Reciente I-II, aunque será durante el Heládico Reciente III (siglos XIV-XII) cuando su número aumente, al tiempo que su distribución por el país del Nilo; del mismo modo, parece que las rutas de distribución se consolidan y siguen itinerarios constantes, que tocan tanto puertos cretenses como continentales. La presencia en el Egeo de productos egipcios es constante, tanto los que han dejado huella material cuanto los que han quedado reflejados en la iconografía egipcia y en sus textos. Es, incluso, posible que las relaciones del mundo micénico con Egipto aumentasen a lo largo del período de la Dinastía XVIII, con la presencia de mercenarios de origen griego al servicio egipcio. Además, y frente a lo que había ocurrido con anterioridad, los objetos de origen egipcio empiezan a ser más numerosos en el continente que en Creta a partir del Heládico Reciente IIIB (a partir de ca. 1330) y durante el Heládico Reciente IIIC y, sobre todo, en la Argólide, por encima de otras regiones griegas, lo que sugiere que Micenas pudo haber ejercido un cierto control sobre el comercio con Egipto dentro del ámbito Egeo.
La región sirio-palestina muestra también intensos contactos con el mundo micénico, a pesar de la atomización política existente en el área y de ser un territorio siempre en disputa por parte de los grandes poderes de la época, sobre todo Egipto y el reino hiti- ta. Sin embargo, los centros comerciales sirio-palestinos parecen haber estado abiertos al comercio con el Egeo, tanto el dirigido desde esos puertos como el que llevaban a cabo los micénicos, quizá combinando el comercio privado con uno de carácter oficial, revestido a veces de contactos diplomáticos. La abundancia de objetos sirio-palestinos en los centros micénicos, así como la gran cantidad de cerámicas micénicas halladas en el Levante mediterráneo nos habla de la gran intensidad y continuidad de esas transacciones. Uga- rit parece haber sido uno de los centros más activos en estos tráficos comerciales, a los que podrían añadirse otros puntos como Tell Abu Hawan o Tell el Ajjul. La intensidad de los contactos ha llevado a sugerir en ocasiones la posible presencia de enclaves de comerciantes y artesanos levantinos en algunos centros del Egeo, lo cual no resulta problemático desde un punto de vista teórico y puede resolver algunos problemas relativos a la transferencia de tecnología desde Oriente al Egeo.
El papel de Chipre en las relaciones entre el Próximo Oriente y el Egeo fue destacadísimo, tanto por los productos chipriotas que se exportaron a otros ámbitos (cobre, pero también cerámicas de calidad) cuanto por el evidente papel de intermediario que la isla desempeñó durante buena parte de la Edad del Bronce Reciente; la reciprocidad de estos intercambios se puede observar también en la gran cantidad de productos micénicos, cerámica sobre todo, hallados en Chipre.
En cuanto a Anatolia, la situación es paradójica puesto que mientras que los artículos de esa procedencia son bastantes escasos en el Egeo, la presencia de objetos e, incluso, tal vez, de colonias micénicas en las costas anatolias durante el Heládico Reciente IIIC parece cada vez más clara, aunque los objetos micénicos en Anatolia están ya presentes desde el Heládico Reciente I-II. Las costas anatolias debieron de ser bien conocidas para los marinos micénicos, que parecen haber mantenido un intenso comercio con toda su costa occidental llegando hasta la Tróade y, tal vez, asomándose al Mar Negro. Ello viene demostrado por la proliferación de hallazgos micénicos, a partir sobre todo del Heládico Reciente IIB (mediados del siglo XV). La cerámica micénica encuentra una amplia difusión por toda la costa aunque sólo en unos cuantos lugares (Troya, Yaso, Müs- gebi, Mileto) alcanza cifras importantes. También se revela importante la presencia micénica en diversos puntos de la isla de Rodas. Más allá de la valoración que se le dé a este panorama, sí que se puede afirmar que desde mediados del siglo XV se asiste a un reemplazo absoluto de las cerámicas minoicas por las micénicas, quizá en relación con la propia micenización de Creta y con la sustitución generalizada de los cretenses por los griegos del continente como principales vectores comerciales del Mediterráneo oriental.
El último ámbito que podemos mencionar se sitúa en el Mediterráneo central; la presencia de testimonios comerciales egeos en esa zona es antigua, remontando ya a la época de las tumbas de fosa de Micenas. No obstante, para estos tempranos momentos (Heládico Reciente I- II; siglo XVI) podemos pensar ante todo en contactos cada vez más intensos pero aún esporádicos que, sin embargo, y aunque apenas han dejado restos arqueológicos en Grecia, debían de aportar valiosos metales y materias primas (¿cobre?, ¿estaño?, ¿ámbar?). No obstante, habrá que esperar al Heládico Reciente IIIA para ver una importante expansión de estas actividades; serán las islas del archipiélago flegreo y Cerdeña, en el Tirreno, la Sicilia suroriental y el sur de Italia los principales puntos donde se observe la intensificación del comercio micénico; al tiempo, productos de origen itálico, cerámica sobre todo, empiezan a aparecer en Grecia, un indicio más del incremento de los contactos.
Aunque el número de puntos donde aparecen cerámicas y otros productos micénicos va aumentando según avanza la investigación, ya desde el principio empiezan a destacar algunos sitios tales como el Scoglio del Tonno, en las proximidades de Tarento, y Thapsos, en la Sicilia suroriental, que parecen haber desempeñado un papel más importante dentro de esta red de intercambios; no obstante, también en otros puntos, como Bro- glio di Trebissace, en la Sibaritide o Nuraghe Antigori en Cerdeña, la arqueología revela importantes intercambios culturales entre las poblaciones indígenas y los micénicos, como muestran los estilos cerámicos desarrollados pot aquéllos y que atestiguan importantes innovaciones de origen egeo. Las modalidades de los contactos siguen siendo objeto de investigación y, además de comercio propiamente dicho, pueden implicar movimientos de individuos especializados en las dos direcciones, incluyendo desde artesanos a mercenarios; del mismo modo, los ritmos y las áreas afectadas por este proceso conocen también sus modificaciones a lo largo del período micénico.

Aun cuando no existe unanimidad a la hora de considerar quién está detrás de este movimiento de expansión micénico, parece difícil dudar de que hayan sido los palacios y las monarquías que en ellos residen los responsables últimos de poner en marcha estas actividades que, no lo olvidemos, requerían no sólo de una importante infraestructura sino también de la capacidad necesaria para producir artículos intercambiables así como para integrar en la esfera económica palacial las materias primas obtenidas en el ínter-cambio. Que junto a los palacios, pero no en competencia con ellos, pudo haber existido actividad comercial privada no puede descartarse por completo, pero la propia estructura económica micénica convierte a los palacios en los principales acumuladores de materias primas y productos manufacturados susceptibles de ser intercambiados.

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