La aparición de la cultura
micénica provocó que buena parte de la Grecia central y del Peloponeso quedase
poco a poco bajo el control de una serie de individuos o familias que se nos
presentan, a partir del registro arqueológico, como auténticos "señores de
la guerra". El énfasis que encontrábamos en las tumbas de pozo de Micenas
en estos aspectos sugiere la existencia de una ética guerrera que serviría,
acaso, como medio de legitimar o reforzar el poder de estos sujetos. Las
relaciones con el mundo cretense, que está viviendo su momento de máximo
apogeo, parecen ser bastante intensas, aunque sea difícil precisar qué tipo de
contactos, más allá de los evidentes del intercambio de productos, se mantenían
entre el mundo minoico y el continente griego.
Esta situación va a empezar a
cambiar a partir del siglo XV, cuando en Grecia va a introducirse la estructura
que había caracterizado a la administración minoica, el palacio, aunque con
algunos rasgos peculiares. Se conocen, con diferente profundidad, varios
palacios en Grecia y, aun cuando la situación en cuanto a la publicación de los
mismos no es siempre demasiado aceptable, sí tenemos informaciones acerca de
sus cronologías. El que existió donde luego surgió el Meneleo de Esparta se
habría construido en el tránsito entre el Heládico Reciente IIB y el IIIA1, lo
que nos lleva a una fecha en torno a mediados del siglo XV; por su parte, los
palacios de Micenas, Tirinte y Tebas se datarían ya entre finales del siglo XV
y la primera mitad del XIV, mientras que los de Pilo y Gla se construirían
durante la segunda mitad de los siglos XIV y XIII. Otros centros palaciales,
como los de Atenas u Orcómeno, son apenas conocidos, y en Yolco, que en los
últimos tiempos se identifica con el yacimiento de Dimini, se habla de su
máximo desarrollo en los siglos XIV y XIII. Además de ellos, habría que
mencionar el palacio de Cnoso que, a partir de las destrucciones del Minoico
Reciente IB a principios del siglo XV, parece haber pasado a estar controlado,
más o menos pronto, por gentes procedentes de Grecia.
Es difícil saber con exactitud
qué determinó la aparición de los palacios en Grecia, pero no parecen caber
demasiadas dudas de que se ha tratado de un elemento tomado del mundo cretense,
donde, como se vio en su momento, los palacios tenían ya una larga trayectoria.
Las hipótesis oscilan desde pensar que se ha producido, a principios del siglo
XV, una invasión de griegos del continente hasta Creta, responsable de la
destrucción de los palacios a excepción de Cnoso, pero que provocaría el
conocimiento del modelo de primeramano y su adopción en la propia Grecia, hasta
suponer que el peso de la influencia cultural cretense sobre el continente pudo
haber determinado que las élites que hemos visto ya en pleno proceso formativo
desde el siglo XVI hayan acabado por aceptar el modelo palacial como el idóneo
para reforzar el poder que ya ejercían sobre determinados territorios.
El palacio micénico se configuró
como el espacio de residencia del gobernante, y también como el lugar desde el
que ejercía su autoridad sobre un territorio concreto y sobre toda una serie de
actividades económicas. Ello se conseguía gracias a una compleja
administración; en efecto, en varios de esos palacios se hallaron documentos
correspondientes a sus archivos administrativos, y que estaban vigentes en el
momento mismo de su destrucción por el fuego y que, una vez descifrados por
Ventris y Chadwick en 1952, han dado nacimiento a la micenología moderna. La
existencia de estos documentos, que recogen una parte de la actividad realizada
por los palacios, relacionada con la circulación de bienes y de personas, junto
con la adopción del propio sistema palacial, nos lleva al convencimiento de que
las élites aristocráticas guerreras del Heládico Reciente I, que se enterraron
en tumbas de fosa como las halladas en Micenas, han ido buscando los medios de
incrementar su capacidad de acaparar riquezas, tanto en bienes de consumo como
de prestigio; esta acumulación de bienes, consecuencia tal vez de la coerción
ejercida sobre las comunidades rurales y aldeanas preexistentes, permite a
estas élites ejercer un destacable papel de intermediarios entre diferentes
ámbitos económicos que, poco a poco, van englobando tanto el Mediterráneo
central como el oriental, zonas de la Europa centro occidental y centro
septentrional, el Levante Mediterráneo y Egipto. La presencia micénica en Creta
permitiría a los micénicos un acceso más fácil a los dos ámbitos mencionados en
último lugar, y ya a mediados del siglo XIV los griegos micénicos habrían
suplantado a los minoi- cos como los grandes intermediarios comerciales del
Mediterráneo.
Si podemos hablar ya de griegos
como quienes ejercen el poder desde los palacios micénicos es porque el
desciframiento de la escritura que utilizaban, la llamada "Lineal B"
demostró que ésta transcribía una lengua griega, muy arcaica, pero reconocible
como tal, lo que ha permitido que podamos disponer para el análisis de esta cultura
de documentación escrita y no sólo material. Los documentos escritos en Lineal
B, en su mayoría simples instrumentos provisionales de la contabilidad
palacial, nos presentan a un rey, un wanax,supervisando
una compleja maquinaria burocrática en la que figuran una serie de individuos, lawagetas,heqetas,telestai,koreter,prokoreter,basileus,
responsables, a distintos niveles, de ejecutar órdenes emanadas desde el propio
centro del poder. El wanaxaparece
como uno de los principales beneficiarios de tierras de uso específico, temene, y figura encabezando ofrendas a
las divinidades, lo que sugiere que su figura gozaba de una cierta protección
por parte de las mismas.
Es
posible que tras la complicada maquinaria burocrática que muestran las
tablillas en Lineal B se escondan complejos equilibrios de poder entre los
círculos familiares más poderosos de entre los que integran cada principado o,
incluso, estemos asistiendo a un completo monopolio del poder por parte de los
miembros del mismo círculo familiar del príncipe; es algo que no podemos saber
con certeza, si bien el aparente carácter hereditario de la realeza micénica
sugiere un fuerte trasfondo de interrelaciones que queda oculto por la
terminología administrativa que muestran las tablillas. Objeto también de
interés es la relación entre los centros de poder y el territorio circundante,
del que el palacio extrae su base de sustento económico y que constituye al
tiempo la zona sobre la que el palacio ejerce su autoridad, a través de los
funcionarios pertinentes. Es ejemplar al respecto el caso del palacio de Pilo,
del que lo preciso de sus documentos ha permitido reconstruir buena parte de su
articulación territorial. La sensación que produce lo que vamos conociendo de
la estructura política y económica micénica es que la economía agropecuaria
sigue en manos de las comunidades aldeanas (damos)
que ven sujetas sus tierras a diferentes sistemas fiscales, en beneficio tanto
de la propia administración dirigida desde el palacio cuanto de la
administración periférica desplegada por el territorio. Estas comunidades
aldeanas pueden estar sujetas a prestaciones personales o de servicios, a modo
de corveas, entre los que quizá pueda estar incluido algún tipo de servicio
militar. Si el sistema se basa en la coerción, física o ideológica, o en algún
mecanismo de contraprestación y redistribución, resulta problemático afirmarlo,
aunque acaso ambas posibilidades no sean contradictorias entre sí, sino, por el
contrario, complementarias.
En todo caso, hay usos por parte
de los estados micénicos de la fuerza de trabajo disponible que no han dejado
huella en la documentación escrita, como pueden ser las tareas de fortificación
de las residencias palaciales o, incluso, empresas más ambiciosas, como la
desecación parcial del lago Copáis en Beocia (Heládico Reciente IIIB [segunda
mitad del siglo XIV?]) o el gran dique y los canales para evitar la inundación
de la llanura de Tirinte (Heládico Reciente IIIB2) o el recién detectado puerto
interior de Pilo, obras todas ellas que nos hablan de un grado de control y
centralización que, aunque atisbable a través de la documentación en Lineal B,
supera con mucho lo en ella reflejado. Además, y como también hemos apuntado,
el palacio disponía de toda una serie de trabajadores que eran controlados
desde el mismo, y cuya actividad se centraba en la manufactura de artículos de
especial interés para una economía como la micénica que tenía en los bienes de
prestigio uno de los posibles artículos comercializables; así, los hay
dedicados a la fabricación de textiles, bronce, vinos y aceites perfumados.
Estos trabajadores reciben raciones de grano del palacio como pago a sus
servicios.
Como veíamos líneas atrás, son
varios los palacios micénicos que, de mejor o peor manera, conocemos en la
actualidad, lo que hace que su trazado no sea siempre uniforme, puesto que tal
vez responden a criterios y a necesidades diferentes. Sin embargo, sí hay
algunos rasgos que, en general, todos ellos comparten. Frente a lo que era
habitual en los palacios minoicos, donde dominaba el gran patio central, los
palacios micénicos parecen haber tenido como núcleo organizativo el megaron, un tipo de estructura de gran
raigambre en la Grecia continental. En los palacios esta estructura está
bastante monu- mentalizada y es ya un complejo tripartito, compuesto por un
porche, un vestíbulo y la sala principal, que se alinean en torno al mismo eje.
La sala principal, llamada por lo general "salón del trono" es una
estancia más o menos cuadrangular, en cuyo centro se alza un gran hogar
circular cuyos humos salen por una abertura practicada en el tejado, la cual
puede realizarse porque las vigas que consienten esa abertura central se hallan
sustentadas sobre cuatro grandes columnas ubicadas en torno a ese hogar
central. En alguno de los palacios, como el de Pilo, se ha hallado, junto a una
de las paredes, lo que puede haber sido un trono o asiento de carácter
especial. Todo el conjunto se encuentra muy decorado con estucos pintados al
fresco. El megaronsuele hallarse en
un lugar pro-mínente del conjunto, con frecuencia precedido de un patio
porticado. Es también frecuente que en los palacios haya megarasecundarios; que correspondan o no a la "reina"
como en ocasiones se ha sugerido es algo que no puede certificarse.
Junto a esos espacios
representativos u "oficiales", en el palacio hay toda una serie de
estancias dedicadas a la residencia del gobernante, pero también otras
destinadas al almacenaje de distintos productos (vino, aceite, cereales), a
talleres, a fines religiosos y asimismo a la administración del palacio y del
territorio que desde él se controlaba. Los palacios están ubicados en posición
dominante sobre el entorno y en su mayor parte suelen estar fortificados,
aunque como muestran sobre todo los casos de Pilo y de Tirinte, la relación de
las áreas palaciales con las fortificaciones no es siempre directa. En casos
como Micenas, puede observarse con claridad cómo el palacio ocupa la parte
superior de una colina que, toda ella, ha sido rodeada de murallas y convertida
en una ciudadela; el acceso principal, en Micenas, se hacía por medio de la
llamada "puerta de los leones" y, dentro de la fortificación, se
incluyó el llamado "círculo A" en el que se hallaban enterrados los
ricos personajes del inicio del Heládico Reciente, que tal vez eran en verdad,
o se les consideraba así, los antepasados de los gobernantes que, un siglo
después, construirían el palacio. Este hecho reforzaría el carácter
"dinástico" que, al menos en Micenas, puede haber asumido el poder
ejercido desde el palacio. Sobre las ciudades o áreas urbanas que rodeaban con
frecuencia a los palacios es aún poco lo que se sabe.
A partir de mediados del siglo
XIII este sistema empieza a mostrar signos de debilidad; destrucciones quizá en
parte provocadas por fenómenos naturales, pero no seguidas por
reconstrucciones, reforzamiento de las murallas y aumento de la capacidad de
almacenamiento así como realización de obras para captar agua pueden ser
síntomas de que la inseguridad está aumentando. Hacia finales del siglo XIII (Heládico
Reciente IIIB) buena parte de los palacios desaparecen como consecuencia de
destrucciones seguidas de incendios y no vuelven a ser reconstruidos; se inicia
un período a partir de inicios del siglo XII (Heládico Reciente IIIC) de
despoblación de buena parte de los territorios en los que estos palacios habían
florecido (Argólide, Mesenia, Laconia, Beocia, etc.), lo que sugiere que el
fenómeno de las destrucciones no está aislado de un contexto más amplio en el
que todo el sistema está desestructurándose.
Las teorías para explicar este
proceso han sido muy abundantes y, al tiempo, contradictorias; durante mucho
tiempo han partido de la idea de que una nueva oleada de pueblos también
grecohablantes (conocidos como dorios) habrían sido los responsables, pero es
algo que hoy día es ya sólo admitido por cada vez menos investigadores. Las
causas tal vez haya que buscarlas en una conjunción de factores entre los que
habría que incluir el contexto general del Mediterráneo, en especial el
oriental, durante estos momentos, unido a un incremento de la inseguridad en
las rutas comerciales, sin descartar tampoco causas naturales. Es probable que,
dentro de los principados micénicos, los equilibrios entre la producción y la
redistribución hayan sido precarios, por lo que cualquier coyuntura continuada,
en relación con las causas apuntadas, pudo provocar problemas, al menos en un
plano regional; no obstante, la más que posible interrelación entre los
distintos centros palaciales pudo hacer que los problemas se extendieran a
otros territorios, causando un colapso generalizado del sistema. La
descentralización de los territorios pudo provocar una marcha de la población a
otras regiones del Mediterráneo, en busca de nuevas oportunidades, lo que se
refleja en el registro arqueológico en la ya mencionada despoblación; no es
improbable, sino todo lo contrario, que gentes desplazadas procedentes de
Grecia, y que se trasladaban en barco, puedan haber añadido un ingrediente más
a la situación de inestabilidad en la que se mueve el Mediterráneo oriental por
estos años y de la que hay ecos en la tradición egipcia, con sus referencias a
los Pueblos del Mar, pero también en los archivos de ciudades cananeas como
Ugarit.
En esta situación, grupos que
vivían en las márgenes del territorio controlado por los palacios, pudieron
haber aprovechado esa situación de despoblación para desplazarse a los mismos y
ocuparlos. Las formas políticas micénicas, representadas en los palacios, no
tendrán continuidad a partir del siglo XII, lo que obligará a los griegos de
los siglos sucesivos a crear nuevas formas de organización; el mundo micénico
quedará olvidado por el mundo griego posterior, y persistirá sólo el débil
recuerdo que las tradiciones míticas y épicas preservarán para el futuro.
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