De acuerdo con el esquema
tripartito que presidió la primera sistematización de las culturas de la Edad
del Bronce del Egeo, el área cultural de la Grecia continental fue dividida
también en tres fases que, en este caso, se denominaron Heládico Antiguo, Medio
y Reciente, respectivamente. Estas clasificaciones, como en el ámbito Minoico y
en el Cicládico, han sido sometidas a todo tipo de críticas y sustituidas, en
todo o en parte, por otras definiciones más vinculadas en ocasiones a las
secuencias estratigráficas de sitios concretos. Sin embargo, eso ha determinado
una multiplicidad, a veces innecesaria, de etapas culturales lo que hace que,
aún hoy día, las líneas generales de ese primer esquema tripartito surgido a
principios del siglo XX sigan siendo válidas aun cuando matizadas por una gran
cantidad de subdivisiones del esquema básico inicial.
Diremos, pues, que a lo largo del
tercer milenio se desarrolla en la Grecia continental la cultura del Heládico
Antiguo que muestra, según los lugares, mayores o menores perduraciones del
Neolítico; aparecen poblados fortificados que agrupan a pequeños grupos
dedicados a actividades agrícolas y ganaderas básicas y en las viviendas se
detecta ya una estructura que tendrá un largo desarrollo durante el segundo milenio,
el mega-ron, cuadrangular o
rectangular con hogar central que deja escapar los humos a través de un tejado
abierto en su parte central con vertiente hacia el interior y soportado por
columnas. Sus no excesivos contactos exteriores parecen favorecidos por las
actividades de los marinos cicládicos. El paso del tiempo y tal vez un cierto
desahogo económico propician la aparición de edificios de mayor tamaño, que se
han considerado de carácter público, como la llamada "Casa de las
Tejas" en Lerna; se trata de estructuras de dos pisos, en cuya planta baja
(la única conservada) destaca la existencia de habitaciones agrupadas a lo
largo de corredores. El material de construcción básico es el ladrillo de
adobe, estando los muros apoyados sobre un zócalo de piedra y su cubrición se
realiza ya con tejas de terracota. De este período es el "Edificio
Redondo" de Tirinte, del que se ha sugerido que podría tratarse de un
granero comunal, lo que sería muestra de un cierto nivel desocialización en la
Grecia del Bronce Antiguo.
En el tránsito entre el Bronce
Antiguo y Medio se producen cambios en Grecia, saldados a veces con
destrucciones; empiezan a aparecer casas largas de planta rectangular con un
extremo absidado como muestra, entre otros, el yacimiento de Lefkandí I; parece
haber, sin embargo, diferencias entre la Grecia central y Tesalia y el
Peloponeso; en este último parecen perdurar más las estructuras arquitectónicas
herederas del esquema que había desarrollado la "Casa de las Tejas"
aunque ya al final del Heládico Antiguo III (últimos siglos del segundo
milenio) algunos rasgos de la cultura de Lefkandí I empiezan a fundirse con las
tradiciones locales (por ejemplo, la utilización de los ábsides).
Estos cambios que se producen, y
que parte de los especialistas atribuyen a la llegada de nuevas gentes, se
suceden en el período siguiente, el Heládico Medio (ca. 2000-ca 1550). El problema que subyace en todo este debate es
el del momento de la llegada de los griegos a Grecia que, a través de muchas
variantes, tiende a situarse bien a inicios del Heládico Medio bien en el
tránsito entre el Heládico Antiguo II y el III. Sin duda no podemos pensar en
invasiones que acaban con las culturas previas, puesto que ese modo de pensar
no concuerda con lo que muestra el registro material; quizá sea mejor creer en
grupos que van penetrando en Grecia, tal vez por distintas vías, y que poco a
poco van imponiendo (y quizá no necesariamente por la fuerza) su lengua. Lo
cierto es que la civilización micéni- ca, que vemos surgir a mediados del siglo
XVI (inicio del Heládico Reciente) la llevan a cabo gentes de lengua griega que
(al menos ellos) ejercen el control sobre los principados que surgirán. Pero no
nos adelantemos y consideremos ahora el Heládico Medio.
En este período el sitio típico
parece ser el poblado fortificado ubicado en lugares altos, mostrando una mayor
nucleación del hábitat frente a la dispersión de la fase previa. Ahora toda
Grecia, al menos hasta las partes más meridionales de Tesalia, muestra un
aspecto más o menos uniforme. Murallas como la de Malthi o asentamientos como
Lerna marcan la pauta. Las casas son del tipomegaronya sean rectangulares o absidales; los tipos de cerámicas se
homogeneizan también, como muestra la amplia difusión de la cerámica llamada
"Minia", de tono gris oscuro y bruñido. Frente a los defensores de la
teoría invasionista, que consideraban esta cerámica como una clase nueva que
habría sido introducida por los griegos invasores, hoy se sabe, sin lugar a
duda, que no es sino la evolución lógica de los tipos cerámicos propios de las
últimas fases del Heládico Antiguo.
El Heládico Medio es también un
momento de apertura al exterior; además de las relaciones comerciales con el
ámbito insular empiezan a aparecer con fuerza las primeras importaciones de
cerámicas minoicas en Grecia, desde el Peloponeso (Lerna, Argos, Ayios Ste-
fanos, Micenas) hasta Yolcos y Pefkakia en Tesalia, pasando por Egina y por
Atenas. Parece que los cretenses, que están construyendo sus primeros palacios,
empiezan a interesarse por los recursos del rico distrito minero de Laurión, en
Ática, que producía cobre, plata y plomo. Los rituales funerarios del momento
varían desde las tumbas a cista y a pithoshasta
un nuevo tipo de estructura funeraria que es el túmulo, en cuyo núcleo se
insertan los enterramientos. Los ajuares van siendo más abundantes según nos
acercamos al final del período y, de algún modo, preludian la riqueza que
observamos en las ricas tumbas de Micenas del Heládico Reciente I; en algunos
sitios, como en Kolonna (Egina) empiezan a aparecer las primeras tumbas de pozo
bien dotadas de artículos exóticos y de armas. Según avanza el tiempo, también
se observa una creciente influencia de los gustos cretenses sobre las gentes
heládicas tanto en cerámica como en objetos de metal.
En
algunos lugares, como en la mencionada Kolonna, la abundancia de las
importaciones (de las Cícladas y de Creta), la exportación de productos
eginetas así como unaserie de cerámicas con representaciones náuticas,
incluyendo navios de guerra, sugiere que las actividades marítimas pudieron
formar una parte importante de los intereses de estos grupos que parecen ir adquiriendo, al tiempo que
riquezas, poder dentro de sus comunidades.
Durante la primera mitad del
siglo XVI surgen en Micenas dos conjuntos de tumbas de pozo (los círculos A y
B) que marcan la aparición de una nueva cultura, a la que conocemos, por haber
sido en este centro donde se detectó por vez primera, como micénica. Las tumbas
de pozo aparecen entre el Heládico Medio III y el Heládico Reciente I, y esta
fase durará en torno a unos cien o ciento cincuenta años (hasta el Heládico
Reciente IIA); no son las únicas tumbas de este tipo y cronología que se
conocen, pero sí las mejor conservadas. El círculo A, que quedó incluido dentro
de la ciudadela de Micenas, construida siglos después, fue excavado por
Heinrich Schliemann en 1876 y, con él, se iniciaba la arqueología micénica. Se
trata de dos agrupaciones de enterramientos, ubicados en el interior de un
recinto funerario de forma circular, quizá cubierto en su momento por algún
tipo de estructura tumular. Las tumbas contienen, además de los enterramientos,
un rico repertorio de productos de muy diversos orígenes y procedencias;
espadas, dagas y puñales, escudos, vasijas de oro, plata y bronce de tipología
minoica, vasos de piedra, sellos, objetos de ámbar, cerámicas, marfiles, etc.
Una serie de estelas en piedra, con escenas de tipo guerrero y cinegético
parecen haber marcado esos enterramientos en el exterior.
Se trata de una extraordinaria
acumulación de riqueza que contrasta de modo espectacular con la situación
observable durante el Heládico Medio, de cierta modestia económica,
circunstancia que ha dado lugar a un auténtico aluvión de interpretaciones para
explicar ese súbito enriquecimiento de un grupo, limitado casi con seguridad a
una o dos familias o poco más, en la Argólide del siglo XVI. No conocemos nada
de los lugares donde residían estas gentes y, con seguridad, aún no han surgido
los palacios, pero no parece arriesgado sugerir que nos hallamos aquí ante el
germen de lo que, con el paso del tiempo, se convertirán en estados
burocratizados y que aspirarán a ejercer un amplio control sobre extensos
territorios. Por diversas razones, una serie de individuos habría logrado, además
de un control territorial amplio, que abarcaría no sólo la Argólide, sino que
se extendería tal vez también hacia la zona del istmo de Corinto, un acceso a
productos exóticos (entre ellos el ámbar) así como la capacidad de reinvertir
parte de la riqueza lograda en la elaboración de costosos objetos de prestigio,
en parte realizados con los materiales preciosos conseguidos. El origen de esa
riqueza puede estar tanto en un control eficiente de las áreas agrícolas,
incluyendo la introducción de sistemas de tasación e imposición adecuados,
cuanto en los beneficios logrados en ultramar; quizá ambos factores se combinen
a la hora de explicar el súbito enriquecimiento de esos a quienes podemos
llamar los primeros "príncipes micénicos". Podemos considerar, al menos
en el momento presente, que el período micénico se inicia con una exhibición de
poder y riqueza hasta entonces inusual en el continente, pero que incidirá en
temas luego frecuentes en época palacial, como el énfasis en los aspectos
relacionados con la guerra y con la caza, así como una cierta faceta de
celebración o de comensalidad centrada en el consumo de líquidos como puede ser
el vino. Por ello, y aunque para este momento inicial (Heládico Reciente I) no
disponemos apenas de los restos de sus residencias, lo que impide que podamos
hablar de palacios en sentido estricto, no cabe duda de que ya se está gestando
esta estructura, de clara herencia próximo-oriental, a través del intermediario
minoico, que caracterizará al mundo micénico en su época de mayor esplendor.
Además de la ya mencionada
capacidad de controlar y gestionar, en beneficio de una élite restringida, la
producción agrícola de la Argólide y, tal vez, de zonas aledañas, los objetos
presentes en las tumbas de fosa presuponen la existencia de un importante y
desarrollado artesanado cuyas influencias y técnicas parece que hay que
buscarlas en Creta, aun cuando en muchas de las piezas se detecta a artesanos
locales, por lo general bien imbuidos de las técnicas y modelos cretenses,
aunque también sean perceptibles influencias anatolias y levantinas. Este
artesanado, sobre todo el especializado en la elaboración de objetos realizados
en materiales preciosos, puede haber trabajado en exclusiva para el restringido
círculo de sus principescos clientes, que les habrían proporcionado las
materias primas y el soporte económico necesario para poder realizar sus
tareas, lo cual presupone, a su vez, ya un cierto embrión de organización
económica.
Habría, pues, que concluir este
esbozo de los orígenes del mundo micénico insistiendo en el papel que el
comercio a larga distancia desempeñó a la hora de explicar la aparición de
círculos prominentes dentro de la sociedad de fines del Heládico Medio, que
acaso habrían aprendido técnicas de navegación de la mano de los cretenses
minoicos y que pronto iniciaron por su cuenta la exploración del Mediterráneo;
en estas exploraciones pudieron acceder a nuevas fuentes de aprovisionamiento
de metales, que se unirían a las rutas tradicionales de llegada del ámbar desde
el Báltico al Mediterráneo y que permitieron ese súbito enriquecimiento y la
exhibición, casi de nuevo rico, de esa opulencia que tal enriquecimiento trajo
consigo. En cualquier caso, la posibilidad de fletar naves y comerciar puede
estar también en relación con el surgimiento de principados fuertes, cuyo
control del territorio y de los recursos agropecuarios les permiten dedicar
parte de los excedentes a la construcción naval y al fomento del comercio. Es
difícil saber, y más aún en los momentos iniciales del mundo micénico, si el
comercio es una actividad privada o, por el contrario, si está sustentada,
tanto financieramente como en la definición de sus objetivos, por estructuras
pre o protoestatales; no obstante, el sincronismo entre el surgimiento de
estructuras organizativas de mayor complejidad y la aparición de las primeras
huellas de la actividad comercial micénica pueden sugerir una relación mutua
entre ambas manifestaciones.
Este fenómeno, como era de
esperar, no se circunscribe a la Argólide, sino que afecta a buena parte de
Grecia, como muestran tumbas a tholosde
Mesenia y otras en Tebas y Tórico, lo que indica que el fenómeno de la
emergencia de grupos capaces de acumular en sus tumbas importantes riquezas
parece darse al tiempo en numerosas regiones. La culminación de ese proceso
tendrá lugar cuando las residencias de estos grupos, de las que apenas
conocemos nada durante las primeras fases del Heládico Reciente, empiecen a
adquirir un aspecto monumental, dando lugar a lo que conocemos como palacios micénicos.
Sobre ellos se hablará en el siguiente capítulo.
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