lunes, 25 de diciembre de 2017

Jenofonte .- Las Helénicas Libro I

 I

 

El libro I refiere los acontecimientos de la guerra del Peloponeso desde el año 411 al 406 a. C., localizados principalmente en Asia Menor, con las intervenciones de Alcibíades, Farnabazo, Trasilo, Ciro, Lisandro y Calicrátidas, entre otros. Se cierra con la batalla naval de las islas Arginusas y el proceso de los estrategos en Atenas,
Enfrentamientos en el Helesponto
No muchos días después de estos 1acontecimientos [1], vino de Atenas Timó cares [2] con algunas naves, e inmediatamente lucharon de nuevo por mar lacedemonios y atenienses, venciendo los lacedemonios mandados por Agesándridas [3].
Poco después de esto, a comienzos del invierno, 2Dorieo [4], hijo de Diágoras, navegaba al amanecer con catorce naves desde Rodas al Helesponto [5]. Al verlo el vigía ateniense, se lo comunicó mediante señales a los estrategos. Éstos zarparon contra él con veinte naves; Dorieo las esquivó y, como estaba en alta mar, intentó 3traer sus trirremes a tierra cerca del cabo Retio. Mas como los atenienses se acercaron, lucharon desde las naves y desde tierra hasta que éstos se alejaron por mar hacia Mádito, junto al resto de la flota, sin conseguir nada.
4Míndaro [6], que percibió el combate cuando sacrificaba a Atenea en Ilion, acudió al mar para ayudar, y después de botar sus trirremes partió para alcanzar a 5las de Dorieo. Pero los atenienses vinieron a su encuentro y lucharon por mar cerca de Abido, junto a la costa, desde la mañana a la tarde. Y cuando vencían en unos puntos y eran vencidos en otros, aparece Alcibíades [7] con dieciocho naves.
Intervención de Alcibíades
6Entonces se produjo la huida de los peloponesios hacia Abido. Farnabazo [8] acudió en su ayuda, y entrando a caballo en el mar hasta donde podía, luchaba y animaba a los demás, a su caballería e infantería.
7Los peloponesios luchaban uniendo sus naves y alineándolas junto a la costa. Mas los atenienses marcharon hacia Sesto después de apresar treinta naves enemigas sin la tripulación y recoger aquellas que ellos 8mismos perdieron. Salvo cuarenta, las demás naves partieron desde allí en distintas direcciones para recoger dinero fuera [9] del Helesponto. Trasilo, que era uno de los estrategos, embarcó para Atenas para comunicar estos acontecimientos y pedir tropas y naves.
Después de esos hechos Tisafernes [10] llegó al Heles9ponto. Detuvo a Alcibíades, que había venido con una sola trirreme a verle con presentes de hospitalidad y regalos, y lo encarceló en Sardes, alegando que el rey [11] le dio órdenes de luchar contra los atenienses. Treinta 10días después Alcibíades junto con Mantíteo [12], el que fue hecho prisionero en Caria, consiguieron unos caballos y huyeron de noche de Sardes a Clazómenas.
Los atenienses de Sesto, cuando se enteraron de que 11Míndaro se disponía a navegar contra ellos con sesenta naves, huyeron de noche a Cardia. Allí también llegó Alcibíades desde Clazómenas con cinco trirremes y una embarcación pequeña. Informado de que las naves peloponesias habían sido llevadas de Abido a Cícico, vino por tierra a Sesto y ordenó a las naves costear hacia allá. Después que llegaron, cuando él se disponía 12a marchar para una batalla naval, aparece Terámenes con veinte naves de Macedonia y a la vez Trasibulo con otras veinte de Tasos. Ambos habían estado recogiendo dinero. Después de decir también a éstos que le siguie13ran con las velas mayores plegadas, Alcibíades se dirigió a Parió. Una vez reunidas las naves en Parió, ochenta y seis en total, zarparon a la noche siguiente y llegaron a Proconeso al otro día hacia la hora de la comida. Allí se informaron de que Míndaro estaba en 14Cícico y que también estaba Farnabazo con la infantería. Durante ese día, pues, permanecieron allí. Al día siguiente, Alcibíades convocó la asamblea y les dijo que era necesario luchar por mar, por tierra y en las murallas. «Nosotros, añadió, no tenemos dinero, pero los 15enemigos lo reciben del rey sin regateos». El día anterior, después de haber anclado, agrupó en torno a sí todas las embarcaciones grandes y pequeñas para que nadie revelara a los enemigos el número de las mismas y anunció mediante un heraldo la pena de muerte para quien fuese cogido pasándose hacia el otro lado.
16Después de la asamblea se preparó para el combate y zarpó para Cícico en medio de una fuerte lluvia. Cuando estaba cerca de Cícico, como escampó y brillaba el sol, vio las naves de Míndaro, que eran sesenta, haciendo maniobras lejos del puerto y separadas de éste 17por él. Los peloponesios huyeron a tierra al ver que las trirremes de los atenienses eran muchas más que antes y que estaban junto al puerto. Anclando juntas las naves, se disponían a combatir con los contrarios que 18venían a su encuentro. Alcibíades dio un rodeo con veinte naves y desembarcó. Al verlo Míndaro también desembarcó y murió luchando en tierra; y los que estaban con él huyeron. Los atenienses marcharon para Proconeso llevando todas las naves excepto las siracusanas. Aquéllas los propios siracusanos las quemaron.
Desde allí los atenienses partieron al día siguiente 19para Cícico. Los peloponesios y Farnabazo habían abandonado la ciudad y los cicicenos recibieron a los ate20nienses. Alcibíades permaneció allí veinte días y tomó mucho dinero de los cicicenos, y, sin causar ningún daño más en la ciudad, volvió por mar a Proconeso. 21Desde allí marchó a Perinto y Selimbria. Los perintios acogieron la flota dentro de la ciudad. Los selimbrios 22no la recibieron, pero le dieron dinero. Desde aquí llegaron a Crisópolis de Calcedonia y la fortificaron; establecieron en ella una aduana y exigían la décima parte a los barcos que venían del Ponto [13]. También dejaron una guarnición de treinta naves y dos estrategos, Terámenes y Éumaco, para encargarse de la plaza y de los barcos que salían del estrecho y causar todo el daño posible al enemigo. Los demás estrategos partieron para el Helesponto.
Farnabazo reconstruye la flota peloponesia
Una carta [14] enviada a Lacedemonia [15] 23por Hipócrates, secretario de Míndaro, fue interceptada y remitida a Atenas. Decía lo siguiente: «Las naves están perdidas. Míndaro pereció. Los hombres están hambrientos. No sabemos qué hacer». Mas 24Farnabazo exhortaba a todo el ejército peloponesio y a los aliados a no desanimarse por unos maderos [16] —pues había muchos en el territorio del rey—, mientras los hombres estuvieran sanos y salvos, y dio a cada uno un manto y provisiones para dos meses, equipó a los marineros y los empleó como guardianes de la costa de su satrapía. Convocó también a los estrategos y 25trierarcos [17] de las ciudades y les mandó construir en Antandro todas las trirremes que había perdido cada uno, y al mismo tiempo les dio dinero y ordenó traer madera del Ida.
Intervención de los estrategos siracusanos y destierro de sus estrategos
Mientras se construían las naves, los 26siracusanos terminaron a la vez con los de Antandro parte de la muralla y se ganaron las simpatías de todos en el servicio de guardia. Por eso los siracusanos tienen en Antandro los títulos de bienhechores y de ciudadanía. Farnabazo, después de tomar estas medidas, inmediatamente acudió en ayuda de Calcedonia.
27Por este tiempo se comunicó a los estrategos siracusanos desde su patria que quedaban desterrados por el partido democrático. Convocaron, pues, a sus soldados y Hermócrates [18], hablando en su nombre, se lamentaba de su desgracia, porque injustamente, a su juicio, habían sido desterrados ilegalmente todos a la vez [19]. Les exhortaba a ser celosos en adelante como antes y dóciles ante cualquier mandato. Ellos les ordenaban también elegir jefes, hasta que llegaran los elegidos en 28su lugar. Pero éstos, sobre todo los trierarcos, los soldados de cubierta [20] y los pilotos, exigían a gritos que siguieran en el mando.
Ellos decían que no debían sublevarse contra su propia ciudad. Mas por si alguien les reprochaba algo, declararon que debían defenderse «recordando en cuántos combates navales vosotros mismos habéis vencido y cuántas naves habéis cogido solos y en cuántos con otros aliados habéis sido invencibles bajo nuestra dirección, manteniendo el puesto mejor gracias a la vez a nuestro mérito y a vuestro celo, manifestado tanto en 29tierra como en mar». Mas nadie les acusó de nada y permanecieron en sus puestos como exigían hasta que llegaron para reemplazarlos los estrategos Demarco, hijo de Epícides, Miscón, hijo de Menécrates, y Pótamis, hijo de Gnosias. La mayoría de los trierarcos juraron traerlos de nuevo a su patria cuando llegaran a Siracusa, y elogiándoles colectivamente los enviaron a donde querían. Y particularmente los que trataron a 30Hermócrates añoraban su preocupación, celo y camaradería; pues cada día por la mañana y por la tarde reunía ante su tienda a los más discretos de aquellos que conocía, tanto trierarcos como pilotos y soldados de cubierta, y trataba en común lo que iba a decir o realizar y los formaba también al ordenarles exponer unos temas de improviso, otros después de reflexionar. Por 31eso Hermócrates gozaba de una grande y general estimación en la asamblea general, pues daba la impresión de hablar y proponer lo más adecuado. Como había acusado a Tisafernes en Lacedemonia, testificando también Astíoco [21], y había probado los hechos que decía, cuando llegó Hermócrates ante Farnabazo recibió dinero antes de pedirlo y empezó a preparar mercenarios y trirremes para el regreso a Siracusa. Mientras tanto llegaron a Mileto los sustitutos siracusanos y tomaron el mando de las naves y las tropas.
Rebelión en Tasos
Por esta época se produjo en Tasos 32una sublevación y fueron expulsados los partidarios de Laconia y también el harmoste [22] laconio Eteónico. Como había sido acusado de llevar a cabo esta sublevación con Tisafernes, el laconio Pasípidas fue desterrado de Esparta. Al frente de la flota que aquél había reunido de entre los aliados fue enviado Cratesípidas y tomó el mando en Quíos.
Agis en Decelia
33Por este tiempo, cuando estaba Trasilo en Atenas [23], Agis [24], mientras hacía una expedición para aprovisionarse de forraje desde Decelia, llegó hasta las mismas murallas atenienses. Trasilo sacó a los atenienses y a todos los demás que estaban en la ciudad y los formó en orden de batalla frente al 34Liceo [25] para luchar si avanzaban. Al ver esto Agis se retiró rápidamente y unos pocos de su retaguardia fueron muertos por las tropas ligeras. Así, por este hecho, los atenienses estaban mejor dispuestos con Trasilo respecto a lo que había solicitado y votaron que hiciera una leva de mil hoplitas, cien jinetes y cincuen35ta trirremes. Agis, que desde Decelia veía enfilar numerosas embarcaciones de trigo hacia el Pireo, decía que de nada servía que sus tropas bloqueasen a los atenienses por tierra si no se tenían también las zonas de donde venía regularmente el trigo por mar, y que lo más adecuado era enviar a Clearco, hijo de Ranfias, a Calcedón y Bizancio, puesto que era próxeno [26] de los 36bizantinos. Aprobada esta moción, se equipó por los megarenses y los demás aliados quince naves pesadas de transporte de soldados y zarpó. Tres naves fueron destruidas allá en el Helesponto por las nueve naves áticas que vigilaban constantemente los barcos en esa zona; el resto huyó a Sesto [27] y desde allí se pusieron a salvo en Bizancio.
 [Y finalizaba el año en que los cartagineses hicieron 37una expedición a Sicilia con un ejército de cien mil hombres mandados por Aníbal, y se apoderaron de dos ciudades griegas, Selinunte e Hímera, en tres meses] [28].
Trasilo en Asia Menor
Al año siguiente  [que fue el de la 2nonagésima tercera olimpíada, en la cual se había añadido la carrera de un tronco de caballos y venció el del eleo Evágoras, y en el estadio [29] el cireneo Eúbatas, siendo Evarquipo éforo en Esparta y Euctemón arconte en Atenas], los atenienses fortificaron Tórico [30] y Trasilo tomó el mando de las naves concedidas por votación, se aseguró cinco mil peltastas de los marineros, pues pensaba emplearlos también como tales, y partió para Samos al comenzar el verano. Des2pués de permanecer allí tres días zarpó para Pígela. Y entonces saqueaba la comarca y atacaba la muralla. Desde Mileto vinieron algunos en ayuda de los pigeleos y persiguieron a las tropas ligeras atenienses que estaban dispersas. Pero los peltastas y dos compañías 3de hoplitas acudieron en ayuda de sus tropas ligeras, mataron a todos los de Mileto salvo a unos pocos, cogieron unos doscientos escudos y erigieron un tro4feo [31]. Al día siguiente zarparon para Notio y desde allí, una vez equipados, se pusieron en camino hacia Colofón. Y los colofonios cedieron. A la noche siguiente penetraron en Lidia, cuando el trigo estaba en sazón [32], incendiaron muchas aldeas y se apoderaron de dinero, esclavos y de otras muchas cosas en abundancia como 5botín. El persa Estages [33], que estaba en esa región, como los atenienses se habían dispersado lejos del campamento para coger individualmente botín, apresó sólo a uno y mató a otros siete, ya que acudió la caballería. 6Trasilo después de esto retiró el ejército al mar con la intención de zarpar para Éfeso. Cuando Tisafernes se enteró de este plan, reunió un numeroso ejército y envió unos jinetes para ordenar a todos acudir a Éfeso 7en ayuda de Ártemis. Trasilo zarpó para Éfeso diecisiete días después de la incursión y desembarcó a los hoplitas junto al monte Coreso, pero a la caballería, peltastas, soldados de cubierta y a todos los demás, junto al pantano, en el otro lado de la ciudad; y al ama8necer acercaba a la ciudad a los dos grupos. Los de la ciudad salieron al encuentro, efesios y aliados, los que trajo Tisafernes y los siracusanos de las veinte naves primeras [34] y los de las otras cinco que se presentaron entonces casualmente, que acababan de llegar a las órdenes de los estrategos Eucles, hijo de Hipón, y Heraclides, hijo de Aristógenes, y dos naves selinusias. To9dos estos atacaron primero a los hoplitas del monte Coreso. Los hicieron retroceder, mataron a un centenar de ellos, los persiguieron hasta el mar y luego se volvieron contra los del pantano. Los atenienses también allí huyeron y perecieron unos trescientos de ellos.
Los efesios erigieron un trofeo ahí y otro junto al monte 10Coreso. Dieron premios colectivos al valor a los siracusanos y selinusios, que fueron los mejores, y numerosos individuales y exención perpetua de impuestos a quienes desearan residir en Éfeso. A los selinusios les otorgaron también el derecho de ciudadanía, porque su ciudad había sido destruida [35]. Los atenienses después 11de recoger los cadáveres bajo tregua regresaron a Notio, allí los enterraron y marcharon directamente a Lesbos y al Helesponto. Cuando estaban anclados en 12Metimna de Lesbos vieron pasar delante a las veinticinco naves siracusanas de Éfeso; se dirigieron contra ellas y apresaron cuatro con la tripulación incluso y persiguieron a las otras hasta Éfeso. Trasilo envió a 13Atenas a todos los demás prisioneros, pero lapidó al ateniense Alcibíades [36], primo y compañero de destierro del estratego Alcibíades. Desde aquí zarpó para Sesto junto al resto de la flota y desde allí toda la flota cruzó a Lámpsaco.
Y vino el invierno en el que los prisioneros siracu14sanos encerrados en las canteras del Pireo, horadaron la roca y escaparon de noche marchando unos a Decelia y otros a Mégara. Al intentar Alcibíades reunir todo el 15ejército en Lámpsaco los soldados del primero no querían formar con los de Trasilo, porque ellos no habían sido vencidos y aquellos llegaban derrotados. Allí, al fin, pasaron todos el invierno fortificando Lámpsaco. 16También atacaron Abido. Farnabazo acudió con numerosa caballería, y, derrotado en un combate, huyó. Pero Alcibíades le persiguió con la caballería y ciento veinte hoplitas, a los que mandaba Menandro, hasta que la 17oscuridad se lo impidió. Después de esta batalla se avinieron los soldados entre sí y fraternizaban con los de Trasilo. Realizaron otras salidas al continente en invierno y saquearon el territorio del rey.
Operaciones en Pilos y Traquis
18En la misma época los lacedemonios dejaron retirarse bajo tregua a los hilotas [37] que desde el cabo Malea habían pasado a Corifasio [38]. También por la misma época en Heraclea de Traquis los aqueos traicionaron a los colonos, enfrentándose todos a los eteos, que eran sus enemigos, de modo que perecieron unos setecientos de ellos con el harmoste lace demonio Labotas.
19 [Y terminó este año [39], en el que los medos se separaron de Darío, el rey de los persas, y de nuevo se unieron a él.]
Los atenienses sitian Calcedón
3Al año siguiente el templo de Atenea en Focea se incendió por la caída de un rayo. Cuando el invierno terminaba  [era éforo Pantacles, arconte Antígenes, al comenzar la primavera, pasados veintidós años de la guerra], los atenienses partieron para 2Proconeso con toda la flota. Desde allí zarparon para Calcedón y Bizancio y acamparon cerca de Calcedón. Los calcedonios, al ver a los atenienses acercarse, entregaron todo lo que podía ser objeto de botín a los tracios bitinios, que eran sus vecinos. Alcibíades con 3unos pocos hoplitas y la caballería, después de ordenar que las naves costeasen, entró en el territorio de los bitinios y exigió los bienes de los calcedonios. En caso contrario, dijo, lucharía contra ellos. Éstos se lo entregaron. Alcibíades, cuando llegó al campamento con 4el botín después de hacer un pacto con toda la flota, bloqueó Calcedonia de mar a mar y la parte del río que pudo con una empalizada. Entonces el harmoste 5lacedemonio Hipócrates sacó de la ciudad a los soldados para luchar. Los atenienses formaron enfrente de él. Farnabazo acudió por la parte exterior del cerco con las tropas y numerosa caballería. Hipócrates y Tra6silo lucharon, pues, hasta que acudió Alcibíades con algunos hoplitas y la caballería. E Hipócrates murió y sus tropas huyeron a la ciudad. A la vez Farnabazo, 7como no podía unirse a Hipócrates por la estrechez del paso, pues el río y las fortificaciones estaban contiguos, se retiró al Heracleo de los calcedonios, donde tenía su campamento. Después de esto Alcibíades mar8chó al Helesponto y al Quersoneso para conseguir dinero. Los demás estrategos llegaron a un convenio con Farnabazo sobre Calcedón: Farnabazo daría veinte talentos a los atenienses y llevaría sus embajadores ante el rey. Además juraron y tomaron juramento de Farna9bazo: pagarían los calcedonios a los atenienses el tributo acostumbrado y abonarían lo adeudado [40]; los atenienses, a su vez, no combatirían con los calcedonios mientras no llegaran los embajadores enviados al rey. Alcibíades no se hallaba presente en los juramentos, 10pues estaba en Selimbria. Después de tomarla vino a Bizancio con los quersonesitas en masa, soldados de 11Tracia y más de trescientos jinetes. Farnabazo, como creía necesario que también aquél prestase juramento, esperaba en Calcedón hasta que viniera de Bizancio. Pero cuando llegó, declaró que no prestaría juramento 12si no juraba ante él el otro. Al fin juró el uno en Crisópolis ante los enviados por Farnabazo, Mitrobates y Arnapes, el otro en Calcedón ante Euriptólemo y Diotimo en nombre de Alcibíades, el juramento público y 13además hicieron individualmente un pacto mutuo. Pues Farnabazo marchó en seguida y ordenó a los embajadores que iban ante el rey presentarse en Cícico. Fueron enviados los atenienses Doroteo, Filocides, Teógenes, Euriptólemo y Mantíteo [41] y con éstos los argivos Cleóstrato y Pirróloco. Iban también embajadores lacedemonios, Pasípidas [42] entre otros, y con éstos Hermócrates, ahora desterrado de Siracusa, y su hermano Próxeno.
Toma de Bizancio
14Farnabazo los llevaba. Mientras, los atenienses sitiaban Bizancio rodeándola de fortificaciones y hacían disparos a distancia contra las murallas y ata15ques directos. En Bizancio estaba Clearco, harmoste lacedemonio, y con él algunos periecos y no muchos neodamodes [43] y megarenses con su jefe Helixo de Mégara y beodos con su jefe Ceráta16das [44]. Los atenienses, como no podían conseguir nada por la fuerza, persuadieron a algunos bizantinos a entregar la ciudad. El harmoste Clearco, confiado en que 17nadie haría esto, después de disponer todo lo mejor que pudo y encargar los asuntos de la ciudad a Cerátadas y Helixo, pasó al otro lado ante Farnabazo, para recibir de él la paga de los soldados y reunir naves, tanto las que habían sido dejadas por Pasípidas en diversos lugares del Helesponto de vigilancia como las que tenía en Tracia Agesándridas [45], lugarteniente de Míndaro, y para construir otras en Antandro, pues reunidas todas y dañando a los aliados de los atenienses podrían arrancar el ejército de Bizancio. Después que marchó Clear18co, los bizantinos que tramaban entregar la ciudad, Cidón, Aristón, Anaxícrates, Licurgo, Anaxilao —éste, 19acusado más tarde en Lacedemonia por la traición, se libró de la pena de muerte alegando que no quería traicionar la ciudad, sino salvarla, al ver a los niños y mujeres perecer de hambre, pues era bizantino y no lacedemonio; porque Clcarco daba el trigo que había dentro a los soldados lacedemonios. Declaró que por esto, en efecto, dejó entrar a los enemigos y no por dinero ni por odio a los lacedemonios—. Cuando quedó 20preparado por ellos [46], abrieron de noche las puertas que dan al lugar llamado Tracio [47] e introdujeron al ejército con Alcibíades. Helixo y Cerátadas, que no sa21bían nada de esto, acudieron con todos los hombres al ágora; pero como los enemigos dominaban en todos los puntos y no podían hacer nada, se entregaron. Éstos 22fueron enviados a Atenas, y Cerátadas huyó sin ser advertido entre la multitud de los que desembarcaron en el Pireo y se puso a salvo en Decelia.
Llegada de Ciro y retención de los embajadores atenienses
4Farnabazo y los embajadores oyeron lo ocurrido en Bizancio durante el invierno cuando estaban en Gordio de 2Frigia. Al comenzar la primavera, cuando caminaban para ver al rey, les salieron al encuentro los embajadores lacedemonios que regresaban, Beocio y sus acompañantes y otros mensajeros, y decían que los lacedemonios habían conseguido 3del rey todo lo que pedían, y también Ciro [48], que iba para ponerse al frente de todos los pueblos de la costa y luchar con los lacedemonios, traía una carta con sello real para todos los pueblos de la costa, en la que había escrito entre otras cosas lo siguiente: «Envío a Ciro como Káranos de los que se reúnen en Castolo» (Kára4nos quiere decir «señor»). Los embajadores atenienses al oír esto y después que vieron a Ciro, querían con 5insistencia ir ante el rey y si no, volver a su patria. Pero Ciro dijo a Farnabazo que le entregase los embajadores o que no los enviase aún a su patria, pues quería que los atenienses no supieran lo que estaba realizando. 6Farnabazo mientras tanto retenía a los embajadores, declarando unas veces llevarlos ante el rey, otras devolverlos a su patria, «de modo que nada me repro7chéis». Pero al cabo de tres años pidió a Ciro que los soltara, declarando que había jurado llevarlos al mar, ya que no ante el rey. Los enviaron a Ariobarzanes y le ordenaron escoltarlos. Éste los llevó a Cíos de Misia; desde aquí volvieron por mar junto al resto de la flota.
Alcibíades regresa a Atenas
8Alcibíades, que quería regresar a su patria con los soldados, zarpó directamente para Samos; y desde allí con veinte naves partió para el golfo Cerámico de Caria. Después de reunir cien 9talentos, volvió desde allí a Samos. Trasibulo marchó para Tracia con treinta naves y allí sometió, además de otras regiones que se habían pasado a los lacedemonios, también a Tasos, que estaba en muy mala situación por las guerras, revueltas y hambre [49]. Trasilo 10volvió a Atenas con el resto de la flota. Antes de llegar él, los atenienses eligieron estrategos a Alcibíades que estaba desterrado, y a Trasibulo, que estaba fuera, y a un tercero, Conón, de los que estaban en la ciudad. Alcibíades partió desde Samos con el dinero para Paros 11con veinte naves; desde allí zarpó directamente para Giteo para recoger información sobre la trirremes —las treinta que sabía que construían allí los lacedemonios— y sobre el regreso a su patria, y de cómo estaba la ciudad con él. Como vio que le era favorable, pues 12le habían elegido estratego y sus partidarios lo reclamaban personalmente, volvió al Pireo en un día en que la ciudad celebraba las Plinterias, cuando el trono de Atenea estaba velado, lo que algunos auguraban desfavorable para él y la ciudad [50], ya que ningún ateniense se habría atrevido a emprender ningún trabajo serio en ese día. Mientras él desembarcaba, una multitud del 13Pireo y de la ciudad se amontonó ante las naves, admirando y deseando ver a Alcibíades; unos decían que era el mejor ciudadano y que alegó únicamente en su defensa que no fue desterrado con justicia, sino por las intrigas de quienes tenían menor poder que él, decían más necedades y gobernaban en propio beneficio personal, pero que él entonces [51] acrecentaba sin cesar el bien común tanto por sus recursos como por los de la ciudad. Quería ser juzgado entonces, inmediatamente, 14cuando estaba reciente la acusación de haber actuado con irreverencia respecto a los Misterios, pero aplazando los enemigos una decisión justa le privaron de 15su patria cuando estaba fuera [52]. En este tiempo, esclavizado por la impotencia, se vio obligado a servir a sus peores enemigos, exponiéndose sin cesar al peligro de perecer cada día, y mientras veía a los más íntimos, ciudadanos y parientes y a la ciudad entera fracasar, no sabía cómo ayudarles, impedido por el destierro. 16Decían que hombres como él no eran adecuados para necesitar revoluciones y cambios políticos, pues del régimen democrático obtenía más poder que los de su generación [53] y no menor que los mayores; y sus enemigos le tenían por el mismo de antes [54]. Pero más tarde, cuando pudieron aniquilar a los mejores y quedarse ellos solos, eran estimados por los ciudadanos por eso mismo, porque no podían tratar con otros mejores. 17Mas otros decían que era sólo él el causante de los males pasados y que se corría el riesgo de que fuese el guía de males terribles para la ciudad, al ser nombrado.
18Alcibíades, anclando junto a la costa, no desembarcó en seguida por temor a los enemigos, mas, puesto en pie sobre la cubierta, miraba si estaban presentes sus 19partidarios. Cuando vio a Euriptólemo, hijo de Pisianacte, su primo, y a los demás familiares y a los amigos con ellos, entonces desembarcó y subió a la ciudad en medio de hombres dispuestos a no permitir que nadie 20le tocara. En el consejo y en la asamblea alegó en su defensa que no había cometido irreverencia, al contrario, dijo que había sido víctima de una injusticia y otras declaraciones semejantes, y nadie replicó, pues no lo habría tolerado la asamblea; fue proclamado jefe supremo con plenos poderes, confiados en que era capaz de restablecer el poderío anterior de la ciudad. Y antes los atenienses llevaban los Misterios [55] por mar por causa de la guerra, pero él lo hizo por tierra sacando a todos los soldados.
Campaña contra Andros
Después de esto reclutó un ejército 21de mil quinientos hoplitas, ciento cincuenta caballería y cien naves, Al quinto mes del regreso zarpo para Andros, que se había separado de los atenienses, y con él fueron enviados Aristócrates y Adimanto, hijo de Leucolófides, elegidos estrategos para las operaciones de tierra. Alcibíades desembarcó el ejér22cito en Gaureo, en territorio de Andros. Hicieron retroceder y encerrarse en la ciudad a los andrios que habían salido, dieron muerte a algunos, no muchos, y a los laconios que estaban allí. Alcibíades erigió un 23trofeo, y después de permanecer allí unos días partió para Samos, que utilizaba como base de sus ataques.
Lisandro en Asia Menor
Los lacedemonios no mucho antes de 5esos acontecimientos enviaron a Lisandro como navarco, una vez terminada la navarquía de Cratesípidas. Éste llegó a Rodas, tomó allí unas naves y partió para Cos y Mileto, y desde aquí para Éfeso, y permaneció allí con setenta naves hasta que Ciro llegó a Sardes. Después que llegó, fue a verle con los embajadores de Lacedemonia [56]. Allí entonces criticaban a Tisa2fernes por lo que había hecho y pedían a Ciro mismo que tomase más interés por la guerra. Ciro dijo que 3su padre le había ordenado eso y que él mismo no tenía otras intenciones que realizar todo; que había venido con quinientos talentos y que, si éstos no bastaban, emplearía sus propios bienes, además de los que su padre le dio, y si también éstos eran insuficientes, destruiría el trono sobre el que estaba sentado, que era de oro 4y plata. Ellos le elogiaban por ello y le instaban a fijar un sueldo de una dracma ática diaria por tripulante, explicando que si el sueldo fuera éste, los remeros atenienses dejarían las naves y él gastaría menos di5nero. Ciro dijo que ellos tenían razón, pero que no podía hacer más que lo que el rey le ordenó; que había además unos convenios redactados así, dar treinta minas a cada nave al mes [57], cuantas quieran equipar los 6lacedemonios. Lisandro se calló entonces; pero después de la cena, cuando Ciro brindó por él y le preguntó qué le agradaría más que hiciese, dijo: «Que añadas un 7óbolo al sueldo de cada tripulante». Desde ese momento el sueldo fue de cuatro óbolos; antes, de un trióbolo. Además pagó lo que debía y adelantó incluso el sueldo de un mes, de modo que el ejército estaba mucho más 8dispuesto. Los atenienses estaban desanimados al oír esto, y enviaron a Ciro embajadores a través de Tisa9fernes. Pero éste no los recibió, aunque Tisafernes insistía y decía —lo mismo que había hecho él persuadido por Alcibíades— que velara de modo que ningún pueblo griego fuera fuerte, sino todos débiles, peleándose entre 10sí. Lisandro, después que reunió la flota, varó las noventa naves que estaban en Éfeso y se mantuvo inactivo, reparándolas y calafateándolas.
Batalla de Notio
Alcibíades, cuando oyó que Trasibulo, 11que había llegado del Helesponto, fortificaba Focea, cruzó el mar para ir a su encuentro y dejó en las naves a Antíoco, su comandante, ordenándole que no atacara las naves de Lisandro. Pero Antíoco con 12otra nave y la suya se dirigió de Notio al puerto de Éfeso y pasó delante de las proas mismas de las naves de Lisandro. Lisandro primero botó unas pocas naves 13y lo persiguió; pero cuando los atenienses vinieron en ayuda de Antíoco con más naves, formando entonces ya todas sus naves, atacó. Después de esto también los atenienses, botando las restantes trirremes, ¿arparon de Notio, como pudo cada uno. Luego lucharon algunos 14en orden, pero los atenienses con las naves dispersas, hasta que huyeron perdiendo quince trirremes. La mayor parte de los hombres escaparon, pero otros fueron cogidos prisioneros. Lisandro, después de recoger las naves y erigir un trofeo en Notio, pasó a Éfeso y los atenienses a Samos. Después de esto Alcibíades vino a 15Samos y zarpó para el puerto de Éfeso con todas las naves y formó en línea delante de la entrada por si querían luchar. Como Lisandro no salió al encuentro por ser inferior debido a las numerosas naves, volvió a Samos. Los lacedemonios poco después toman Delfinio y Teos.
Malestar contra Alcibíades y elección de nuevos estrategos
En Atenas, después que se anunció 16la batalla naval, hubo quejas contra Alcibíades, porque creían que por su negligencia y falta de autoridad habían perdido las naves, y eligieron a otros diez estrategos: Conón, Diomedonte, León, Pericles, Erasínides, Aristócrates, Arquéstrato, Protómaco, Trasilo y Aristógenes. Así, pues, Alcibíades, mal visto incluso en 17el ejército, marchó para el Quersoneso con una sola trirreme, a una fortificación particular. Después de esto, 18Conón, con las veinte naves que tenía, partió de Andros para Saraos al frente de la flota, como habían votado los atenienses. Para sustituir a Conón enviaron a An19dros a Fanóstenes, con cuatro naves. Éste se encontró fortuitamente con dos trirremes turias y las apresó con la tripulación; los atenienses encarcelaron a todos los prisioneros, pero a su jefe Dorieo, que era rodio, antiguo desterrado de Atenas y Rodas, condenado a muerte él y sus familiares por votación de los atenienses, y que gozaba del derecho de ciudadanía entre los turios, 20lo perdonaron y lo soltaron incluso sin rescate. Conón, cuando llegó a Samos y tomó la flota, que estaba desanimada, equipó completamente setenta trirremes en lugar de las primeras, que eran más de cien, y, levando anclas con éstas junto con los demás estrategos, saquea21ba la comarca enemiga desembarcando aquí y allá.  [Y terminaba el año en el que los cartagineses hicieron una expedición a Sicilia de ciento veinte naves y un ejército de infantería de ciento veinte mil y tomaron Agrigento por hambre, después de ser derrotados en un combate, sitiándola durante siete meses.]
Calicrátidas en Asia Menor
6Al año siguiente, en el que se eclipsó la luna al atardecer [58] y se incendió el antiguo templo de Atenea en Atenas  [cuando era éforo Pitias, Calias arconte en Atenas], los lacedemonios enviaron al frente de las naves a Calicrátidas, pues ya había 2expirado el plazo de Lisandro. Cuando iba a entregar las naves Lisandro, decía a Calicrátidas que se las entregaba dueño del mar y victorioso en un combate. Pero éste le invitó a costear Samos por la izquierda, donde estaban las naves atenienses, y entregarle las naves en Mileto; entonces reconocería que dominaba el mar. 3Como Lisandro se negó a inmiscuirse en asuntos de otro jefe, el mismo Calicrátidas además de las naves que recibió de Lisandro equipó cincuenta de Quíos, Rodas y de otras zonas. Reunió todas éstas, que eran ciento cuarenta y se preparaban para enfrentarse a los enemigos. Observó que era atacado por las maqui4naciones de los partidarios de Lisandro, quienes además de prestar sus servicios de mala gana, también difundían en las ciudades que los lacedemonios se engañaban totalmente en el cambiar a los navarcos, ya que eran muchas veces inadecuados y recién metidos en la flota, sin conocer a los soldados como era necesario, pues enviaban a hombres inexpertos del mar y no conocidos en el país y corrían peligro de tener algún disgusto por ello; en consecuencia, Calicrátidas convocó por fin a los lacedemonios allí presentes y les dijo lo siguiente:
«Yo me avengo a permanecer en la patria, y si Lis5andro o cualquiera más experto quiere encargarse de la flota, no me opongo en lo que a mi persona respecta. Pero como yo he sido enviado por la ciudad al frente de las naves, no puedo hacer más que lo ordenado lo mejor que pueda. Mas vosotros, a pesar de que yo me considero honrado y la ciudad nuestra es acusada, deliberad lo que os parezca mejor sobre si yo me quedo o vuelvo a la patria para decir lo ocurrido aquí.»
Como ninguno se atrevió a decir nada que no fuera 6obedecer las órdenes de Esparta y hacer aquello para lo que había venido, fue a ver a Ciro y le pidió la paga de la tripulación. Éste le dijo que esperase dos días. Calicrátidas, molesto por el aplazamiento e irritado 7por sus frecuentes esperas ante las puertas, decía que los griegos eran muy desgraciados porque adulaban a los bárbaros por dinero y afirmaba, si llegaba con vida a su patria, que haría lo posible por reconciliar a atenienses y lacedemonios, y marchó para Mileto. Desde a 8allí envió unas trirremes a Lacedemonia por dinero, reunió la asamblea de los milesios y dijo lo siguiente:
«A mí me es necesario, milesios, obedecer a las autoridades de Esparta, y yo considero justo que vosotros seáis muy celosos en la guerra porque habéis sufrido ya males numerosísimos por habitar entre bárbaros. 9Vosotros debéis dar ejemplo a los demás aliados, de modo que causemos el mayor daño posible a los enemigos en el menor tiempo, mientras llegan los de Láce10demonia, que yo envié para traer dinero, pues el que había aquí, Lisandro se lo devolvió a Ciro al marchar, como si sobrara. Ciro, cuando yo fui a verle, me aplazaba constantemente la entrevista, y yo no pude convencerme a mí mismo a ir continuamente a sus puertas. 11Prometo daros una remuneración justa por los servicios que nos prestéis mientras esperamos aquel dinero. Mas, con los dioses, mostraremos a los bárbaros que sin hacerles reverencias podemos castigar a los enemigos.»
Operaciones en Lesbos
12Después de hablar así, muchos se levantaron, y, sobre todo los acusados de enfrentársele, llenos de temor, proponían medios para conseguir dinero y ellos mismos se comprometieron personalmente. Él lo tomó y se procuró de Quíos como provisión cinco dracmas para cada tripulante y zarpó 13para Metimna de Lesbos, que era enemiga. Como los metimneos no querían acogerlos, al contrario había guarniciones atenienses y los que tenían el poder eran partidarios de Atenas, atacó y tomó la ciudad por la 14fuerza. Los soldados arrebataron todos los bienes, pero Calicrátidas reunió todos los esclavos en el ágora y aunque los aliados exigían que vendiese incluso a los metimneos se negó a esclavizar a un solo heleno, mientras 15él fuese el jefe, en lo que de él dependía. Mas al día siguiente soltó a los hombres libres; pero a los miembros de la guarnición ateniense y a los prisioneros que eran esclavos a todos los vendió. Y mandó decir a Conón que le haría desistir de «cometer adulterio con el mar» [59]. Y al verle zarpar al amanecer le perseguía para cortarle el paso a Samos, de modo que no pudiese huir hacia allí. Pero Conón huía con las naves a buena velo16cidad porque había reunido los mejores remeros de muchas tripulaciones en unas pocas [60] y se refugiaba en Mitilene de Lesbos y con él León y Erasínides, dos de los diez estrategos. Pero Calicrátidas entró a la vez en el puerto, persiguiendo con ciento <cuarenta naves> a setenta [61]. Conón, como fue impedido de antemano por 17los ciudadanos, se vio forzado a combatir ante el puerto y perdió treinta naves, pero los hombres huyeron a tierra; y arrastró las restantes naves —que eran cuarenta— hasta la muralla. Calicrátidas ancló en el puerto 18entonces y le sitiaba dominando la salida. Hizo venir también por tierra a los metimneos en masa y transportó el ejército de Quíos; le llegó también dinero de Ciro. Conón, como estaba sitiado por tierra y mar y no 19tenía medio de proveerse de víveres, ya que los hombres de la ciudad eran muchos y los atenienses no acudían en ayuda por no estar informados de estos hechos, arrastró al mar las dos naves más rápidas y las equipó antes de amanecer escogiendo los mejores remeros de todas las naves, colocando a los soldados en la bodega y echando las telas protectoras  [62]. Durante el 20día se mantenían así preparados, pero al atardecer, cuando estaba oscuro, los hacía desembarcar para que al realizar estas maniobras no fueran vistos por los enemigos. Pero al quinto día cargaron víveres suficientes y cuando ya era mediodía y los que bloqueaban estaban descuidados e incluso algunos descansaban, salieron del puerto y una enfiló hacia el Helesponto y la 21otra hacia alta mar. Los que bloqueaban acudían desordenados cortando las áncoras y apresurándose como cada uno podía, pues se hallaban en tierra comiendo; embarcaron y perseguían a la que se lanzó hacia alta mar, y al ponerse el sol la atraparon, se apoderaron de ella luchando, la pusieron a remolque y la llevaron al 22campamento con la tripulación. Pero la que huyó hacia el Helesponto burló las naves, llegó a Atenas y anunció el asedio. Diomedonte que venía en socorro de Conón, que estaba sitiado con doce naves, ancló en el canal de 23los mitileneos. Calicrátidas le atacó de improviso y tomó diez naves, pero Diomedonte huyó con la suya y otra.
24Los atenienses, cuando oyeron lo ocurrido y el asedio, aprobaron por votación enviar una ayuda de ciento diez naves, embarcando a todos los de edad adecuada, esclavos y libres; equiparon las ciento diez naves en treinta días y partieron. Embarcaron también muchos 25de la clase de los caballeros [63]. Después de esto se dirigieron a Samos y de allí tomaron diez naves samias. Reunieron también más de treinta de los demás aliados, obligando a todos a embarcar, incluso a los que tenían alguna nave fuera, con los atenienses; y eran en total más de ciento cincuenta.
Batalla de las islas Arginusas
Calicrátidas, cuando oyó que la expe26dición de socorro estaba ya en Samos, dejó allí cincuenta naves y a Eteónico como jefe, zarpó con las ciento veinte y llegó a la hora de la cena al cabo Malea de Lesbos  [enfrente de Mitilene]. En el mismo 27día casualmente estaban a la hora de la cena los atenienses en las islas Arginusas. Éstas están  [enfrente de Lesbos sobre el cabo Malea] enfrente de Mitilene. Al 28ver de noche los fuegos y comunicarles algunos que eran los atenienses, intentó zarpar a media noche para caer de improviso; pero una lluvia intensa y los truenos que sobrevinieron impidieron la salida. Cuando cesó, marchaba al amanecer sobre las islas Arginusas. Los ate29nienses salieron a su encuentro hacia alta mar por su izquierda y formados de la siguiente manera: Aristócrates en el ala izquierda mandaba quince naves, después de éste Diomedonte con otras quince; Pericles estaba formado detrás de Aristócrates y Erasínides detrás de Diomedonte; al lado de Diomedonte, los samios con diez naves, formados en una sola fila; era su estratego el samio  [de nombre] Hipeo; a continuación las diez de los taxiarcos [64], también en una sola fila; detrás de éstas las tres de los navarcos y algunas [65] aliadas más. Protómaco tenía el ala derecha con quince naves; junto 30a él Trasilo con otras quince; detrás de Protómaco, Lisias con igual número de naves; detrás de Trasilo, Aristógenes. Formaron así para no permitir rupturas 31de líneas, pues eran más lentas. Las de los lacedemonios estaban todas formadas enfrente, en una sola línea, dispuestas para la ruptura de las filas enemigas y 32el cerco [66], porque eran más rápidas. Calicrátidas tenía el ala derecha. El megarense Hermón, piloto de Calicrátidas, le dijo que estaría bien retirarse, pues las trirremes atenienses eran mucho más numerosas. Calicrátidas le respondió que, si él moría, Esparta no seria en absoluto peor administrada, y es vergonzoso huir, afir33mó. Después de esto lucharon mucho tiempo, primero reunidas, luego dispersas. Pero cuando Calicrátidas cayó al mar y desapareció al atacar su nave, y Protómaco y sus hombres en el ala derecha vencieron a la izquierda enemiga, entonces se produjo la huida de la mayor parte de los peloponesios a Quíos y algunos a Focea. Los atenienses volvieron de nuevo a las islas Ar34ginusas. Perdieron los atenienses veinticinco naves con su tripulación salvo unos pocos que fueron llevados a tierra; los peloponesios nueve laconias —eran diez en 35total—, el resto de los aliados, más de sesenta. Los estrategos atenienses decidieron que Terámenes y Trasibulo que eran trierarcos [67] y algunos taxiarcos se dirigieran con cuarenta y siete naves a las que estaban hundiéndose en ayuda de su tripulación y con el resto marchar contra las de Eteónico ancladas en Mitilene. Cuando intentaban hacer esto, el viento y una fuerte tempestad que se produjo se lo impidió. Levantaron un 36trofeo y se quedaron allí mismo. A Eteónico le informó de todo lo ocurrido en la batalla naval una lancha rápida de servicio. Pero éste la despachó de nuevo ordenando a los que estaban dentro salir en silencio y no hablar con nadie, e inmediatamente volver de nuevo a su campamento coronados y gritando que Calicrátidas había vencido en una batalla naval y que las naves atenienses habían perecido todas.
Hicieron esto y él, cuando aquéllos regresaron, hizo 37un sacrificio de gracias por la feliz noticia y mandó a los soldados cenar y a los comerciantes colocar en silencio sus mercancías en barcos y marchar para Quíos (pues era el viento favorable) y a las trirremes a la velocidad máxima. Llevó a Metimna el ejército de tie38rra después de incendiar el campamento. Conón entonces arrastró las naves al mar y, como los enemigos habían huido y el viento era más moderado, salió al encuentro de los atenienses que ya se habían hecho a la mar desde las islas Arginusas y comunicó lo hecho por Eteónico. Los atenienses entraron en Mitilene y desde allí volvieron a zarpar para Quíos y sin hacer nada marcharon de nuevo a Samos.
Proceso en Atenas a los estrategos de las Arginusas
En Atenas destituyeron a estos es 7trategos salvo a Conón; a más de a éste, eligieron a Adimanto y a un tercero, Filocles. De los estrategos que habían participado en la batalla naval Protómaco y Aristógenes no regresaron a Atenas. Cuan2do los otros seis volvieron —Pericles, Diomedonte, Lisias, Aristócrates, Trasilo y Erasínides—, Arquedemo, que estaba entonces al frente del partido democrático y encargado de la diobelia [68], impuso una multa [69] a Erasínides y le acusó ante el tribunal declarando que tenía dinero del Helesponto que era del pueblo. Le acusaba también por su gestión como estratego. Y el tribunal 3decidió arrestar a Erasínides. Después de esto los estrategos informaron en el Consejo sobre la batalla naval y la violencia de la tempestad. Como Timócrates propuso que se debía arrestar también a los demás y entre4garlos a la asamblea, el consejo los arrestó. Luego se celebró la asamblea en la que Terámenes sobre todo y otros acusaban a los estrategos de que era de justicia rendir cuentas porque no recogieron a los náufragos. Como testimonio de que no invocaban nada más mostraba una carta que enviaron los estrategos al Consejo y a la asamblea en la que echaban la culpa únicamente 5a la tempestad. A continuación cada estratego se defendió brevemente —pues no se les fijó el tiempo de exposición que marca la ley  [70]— y exponían los hechos: que ellos marchaban contra los enemigos, que habían ordenado la recogida de los náufragos a hombres competentes de entre los trierarcos y que ya habían sido 6estrategos, a Terámenes, a Trasilo y a otros tales [71], y que si era necesario acusar a alguien por la recogida, ellos no podían acusar a nadie más que a estos a quienes fue encomendado. «Y no porque nos acusen a nosotros, afirmaron, vamos a mentir declarando que ellos son los culpables, sino que la violencia de la tempestad 7fue lo que impidió la recogida.» Como testigos de estos hechos presentaban a los pilotos y a otros muchos compañeros de a bordo. Con tales argumentos empezaban a convencer a la asamblea y, levantándose, querían salir fiadores muchos particulares. Mas se decidió aplazarlo a la siguiente asamblea —pues era ya tarde y no podrían ver las manos en la votación— y que el consejo estudiara previamente una moción sobre el modo de juzgarlos [72]. Más tarde se celebraban la fiesta de las 8Apaturias [73] en la que los miembros de las fratrías y los parientes se reúnen entre sí. Entonces los partidarios de Terámenes prepararon a hombres con mantos negros y con el pelo cortado a rape, pues había muchos en esta fiesta, para que vinieran a la asamblea como si fueran parientes de los que habían perecido y convencieron a Calíxeno de que acusara a los estrategos en el Consejo. Entonces celebraban la asamblea a la que 9el consejo propuso su moción, la siguiente, que leyó Calíxeno: «Puesto que han oído a los acusadores de los estrategos y a la defensa de éstos en la asamblea anterior, todos los atenienses han de dar su voto por tribus [74]; que se coloquen dos urnas por cada tribu; que un heraldo anuncie en cada tribu que, quien considere que los estrategos son culpables al no recoger a los vencedores en la batalla naval, vote en la primera, quien 10no, en la siguiente; si se declaran culpables, que sean condenados a muerte y entregados a los Once [75] y confiscados sus bienes, y que la décima parte sea para la 11diosa [76]. Se presentó uno en la asamblea afirmando que se había salvado en un tonel de harina y que le habían encargado los que perecían, si se salvaba, que anunciara al pueblo que los estrategos no recogieron a los que 12habían sido los mejores en defensa de la patria. Euriptólemo [77], hijo de Pisianacte, y algunos más demandaron a Calíxeno, alegando que había redactado propuestas ilegales [78]. Algunos de la asamblea lo aprobaban, pero la multitud gritaba que era monstruoso por uno no dejar 13a la asamblea hacer lo que quería. A todo ello, como Licisco propuso juzgar también a éstos con el mismo voto que a los estrategos, si no deponían la demanda, y la masa de nuevo prorrumpió en gritos de aprobación, 14se vieron forzados a retirar las demandas. Algunos prítanos [79] se negaban a proponer la votación ilegal y otra vez subió Calíxeno a la tribuna, y los acusaba de lo mismo. La multitud pedía a gritos citar a juicio a los 15que se negaban. Los prítanos tuvieron miedo y todos convinieron en proponerla excepto Sócrates, hijo de Sofronisco. Éste se negó a hacer algo que no fuese legal [80].
Discurso de Euriptólemo
A continuación Euriptólemo subió a 16la tribuna y dijo lo siguiente en defensa de los estrategos: «Atenienses, en parte subí a esta tribuna para acusar, aunque Pericles es pariente y partidario mío y Diomedonte, amigo; en parte para defenderlos; en parte para aconsejar lo que me parece ser mejor para la ciudad entera. En efecto, los acuso porque 17disuadieron a sus colegas que querían enviar un escrito al consejo y a vosotros diciendo que ordenaron a Terámenes y a Trasibulo recoger los náufragos con cuarenta y siete trirremes, pero éstos no los recogieron. En consecuencia, ahora tienen una acusación común 18con aquellos que personalmente obraron mal, y, a cambio de la buena acción de entonces, ahora corren peligro de perecer por ser objeto de las intrigas de aquéllos y algunos más. No ocurrirá, al menos si vosotros 19me obedecéis y hacéis lo justo y bueno y aquello sobre todo de donde conoceréis la verdad, y no os encontraréis más tarde, cuando cambiéis de manera de pensar, con que habéis errado vosotros mismos en lo más importante ante los dioses y ante vosotros mismos. Os aconsejo, y en ello no es posible que vosotros seáis engañados ni por mí ni por ningún otro, castigar a los culpables, una vez convictos, con la pena que queráis, y todos juntos o uno por uno, mas otorgándoles al menos un día, si no se puede más, para defenderse, de modo que no creáis más en otros que en vosotros mismos. Todos sabéis, atenienses, que el decreto de Ca20nono [81] es muy riguroso, que ordena, si uno comparece en juicio ante el pueblo ateniense, que se defienda se-parado, y si es reconocido culpable, sea arrojado muerto al Báratro [82], sus bienes confiscados y la décima 21parte sea para la diosa. Según este decreto exijo juzgar a los estrategos, y, por Zeus, si vosotros lo decidís, a Pericles el primero, mi allegado —es para mí una ver22güenza estimar más a aquél que a la ciudad entera—. Pero si preferís otro, juzgarlos según la siguiente ley, la que hay contra los saqueadores de templos y traidores: si uno traiciona a la ciudad o roba objetos sagrados, sea juzgado ante un tribunal, si fuese condenado, que no sea enterrado en el Ática, y sus bienes 23sean confiscados. Con el que queráis de estos dos, oh atenienses, sean juzgados los hombres uno por uno, dividiendo el día en tres partes, pues es necesaria una para reuniros vosotros y decidir con el voto con qué procedimiento conviene que ellos sean juzgados, tanto si consideráis que son culpables como si no; y otra 24para acusarlos; y una tercera para defenderse. Si se hace esto, los culpables conseguirán el máximo castigo, los inocentes serán absueltos por vosotros, oh atenien25ses, y no perecerán injustamente. Vosotros juzgadlos según la ley, obrando piadosamente y jurando con sinceridad, y no luchéis como aliados de los lacedemonios contra aquellos que les arrebataron setenta naves y los vencieron, condenando a éstos sin juicio, ilegalmente. ¿Y qué estáis temiendo tanto que así os apresuráis? 26¿Es que, si juzgáis según la ley, vosotros no podéis condenar a muerte o absolver a quien queráis; mas no sucede lo mismo si juzgáis contra la ley, como Calíxeno persuadió al consejo a proponerlo al pueblo con un 27solo voto? Mas quizá os arrepentiréis, si condenáis a muerte a uno que no es culpable, y arrepentirse más tarde, recordad que es penoso e inútil entonces, y más aún si os habéis equivocado en cuestiones de vidas humanas. Haríais cosas horribles, si a Aristarco [83] que de28rrocó primero el régimen democrático y luego entregó Énoe a los tebanos, que eran nuestros enemigos [84], disteis un día para defenderse como quisiera y le concedisteis otros derechos según la ley, pero a los estrategos que hicieron todo según vuestro plan y que vencieron a los enemigos, los vais a privar de estos mismos derechos. No intentéis, atenienses, hacer nada fuera de las 29leyes, mas sed dueños de vosotros mismos y guardad éstas por las que principalmente sois muy poderosos. Y volved a los hechos mismos, en los que incluso parece que los estrategos tuvieron errores. Pues cuando volvieron a tierra después de vencer en la batalla naval, Diomedonte propuso a todos hacerse a la mar en columna y recoger los restos y a los náufragos y Erasínides marchar todos juntos a toda velocidad contra los enemigos de Mitilene. Pero Trasilo dijo que podían realizar ambas proposiciones si dejaban allí unas naves y con las otras marchaban contra los enemigos. Y si de30cidían esto, que cada uno dejara tres naves de su grupo —los estrategos eran ocho— y las diez de los taxiarcos, las diez de los samios y las tres de los navarcos [85]; todas eran en total cuarenta y siete, cuatro por cada nave siniestrada, que eran doce [86]. De los trierarcos, que 31se quedaban, eran Trasibulo y Terámenes, el que en la asamblea anterior acusó a los estrategos, y con las demás naves marcharían contra las enemigas. ¿Y qué proyectos no realizaron adecuadamente y bien? En efecto, es justo que rindan cuenta de lo que no hicieron bien ante los enemigos los encargados de éstos y también que sean juzgados los encargados de la recogida, si no realizaron lo que ordenaban los estrategos, ya que no 32los recogieron. Pero algo importante tengo que decir en favor de ambos: que la tempestad impidió hacer algo de lo que los estrategos dispusieron. Son testigos de ello los que se salvaron por sí mismos, entre quienes hay uno de nuestros estrategos que se salvó sobre una nave que se estaba hundiendo, a quien exigen ser juzgado con el mismo voto —aunque él entonces tenía necesidad de salvación— que juzga a los que no ejecu33taron las órdenes. No hagáis, pues, oh atenienses, lo mismo que los derrotados e infortunados a cambio de nuestra victoria y buena fortuna, no decidáis obrar desconsideradamente ante hechos fatales de un dios, culpando de traición en lugar de impotencia, ya que no fueron capaces de ejecutar lo ordenado a causa de la tempestad. Mas sería mucho más justo premiar a los vencedores con coronas que condenarlos a muerte por obedecer a hombres perversos.»
Ejecución y arrepentimiento

34Después que dijo este discurso Euriptólemo redactó una moción: que los acusados sean juzgados uno a uno por separado conforme al decreto de Canono. Pero la del consejo era juzgar a todos en bloque con un solo voto. Los presentes votaron a mano alzada y aprobaron en un principio la de Euriptólemo. Pero Menecles la declaró ilegal bajo juramento [87] e hicieron una nueva votación a mano alzada y aprobaron la del consejo. Luego condenaron por votación a los estrategos que participaron en la batalla naval, que eran ocho. Fueron ejecutados los seis 35presentes. No mucho tiempo después se arrepintieron los atenienses y votaron que fueran demandados [88] aquellos que engañaron a la asamblea y que eligieran fiadores hasta que fueran juzgados y que Calíxeno era uno de ellos. Otros cuatro fueron también demandados y encarcelados por sus fiadores. Pero más tarde [89] se produjo una revuelta en la que Cleofonte [90] fue ejecutado y éstos huyeron antes de ser juzgados. Calíxeno regresó cuando los del Pireo [91] entraron en la ciudad y murió de hambre odiado por todos.

 [1] Muchos autores opinan que Jenofonte se refiere a los últimos acontecimientos (batalla de Cinosema) descritos por Tucídides, cuya obra pretende continuar. Véase para este problema la introducción, pág. 5. <<
 [2] Jefe de la flota ateniense. Cf. TUC., VIII 95. <<
 [3] Jefe de la flota lacedemonia. Cf. TUC., VIII 91, 94 y ss. <<
 [4] Jefe de la flota lacedemonia. Cf. TUC., VIII 35. 84. <<
 [5] Hoy Dardanelos. <<
 [6] Jefe de la flota lacedemonia en Cinosema. Cf. TUC., VIII 85, 102 y ss. <<
 [7] Viene de Samos, como se ve en TUC., VIII 108. Aunque estaba desterrado, la tripulación lo eligió estratego. <<
 [8] Sátrapa de Dascilio, aliado de los lacedemonios. <<
 [9] Se trata del tributo que aportaban las ciudades de la liga ático-délica. <<
 [10] Sátrapa de Caria y jefe militar de toda Asia Menor, que desempeñó un importante papel entre los estados griegos y el poder persa. Intentaba debilitar a los griegos enfrentando a Atenas y Esparta. <<
 [11] Se refiere al rey de Persia como el rey por excelencia. Darío II (425-404) y Artajerjes II (404-359) llenan el período de las Helénicas (410-362). <<
 [12] Ateniense. Tres años más tarde será embajador ante el rey (I 3, 13). <<
 [13] Hoy día Mar Negro. <<
 [14] La carta está escrita en dialecto laconio. <<
 [15] Lacedemonia es el territorio, y su capital Esparta. <<
 [16] Se refiere a las naves de madera, como se las designaba en la carta por metonimia. <<
 [17] Jefes de las trirremes o naves de guerra. <<
 [18] Jefe del partido oligárquico en Siracusa después de la derrota ateniense del 413, a la cual contribuyó de un modo decisivo. Cf. TUC., VI-VII. De este destierro también habla Tucídides (VIII 85). Es uno de los personajes de los diálogos platónicos Timeo y Critias y de un tercero que tenía en proyecto. De Tucídides y Platón le viene la fama de estadista más dotado de su época. <<
 [19] Debían ser juzgados uno por uno. Cf. I 7, 15, proceso de las Arginusas. <<
 [20] Epibátai, soldados armados que luchaban en cubierta como los hoplitas en tierra, sobre todo hasta que las trirremes gozaron de facilidad de maniobra, pues en un principio una batalla naval se parecía a una de tierra pero con lucha en naves. Con el progreso de la táctica naval se fue reduciendo su papel. Entre los lacedemonios epibátes es también un oficial de la flota que manda una escuadra a las órdenes del navarco, I 3, 17, TUC., VIII 61, 2. <<
 [21] Cf. TUC., VIII 83, 85. <<
 [22] Equivalente en términos generales a «gobernador militar». <<
 [23] Véase I 1, 8. <<
 [24] Rey de Lacedemonia que fortificó Decelia en el Ática durante la expedición de Sicilia. Cf. TUC., VII y VIII. <<
 [25] Liceo, barrio a las afueras de Atenas con un santuario de Apolo Liceo. Lugar de un gimnasio en donde más tarde Aristóteles impartiría sus enseñanzas. <<
 [26] Próxenos. «Sujeto que tomaba a su cargo en una ciudad la guarda de los intereses de los ciudadanos de otra, especie de cónsul». Esta definición, del diccionario griego de Pabón-Echauri, creo que da una idea bastante exacta de la función del próxenos, que tenía otras tareas parecidas a las de un cónsul moderno. <<
 [27] Quizás hay un error de transmisión, pues Sesto estaba en poder de Atenas, según I 1, 11. <<
 [28] Los datos incluidos en este paréntesis, que ayudan a fijar la cronología, no proceden de Jenofonte, sino de otras manos; son inexactos y no se relacionan del todo entre sí. Los que se refieren a Sicilia, Italia y Cartago están tomados del historiador Timeo, quien los tomó a su vez de Filisto. Jenofonte da el año 410/9, pero en realidad ocurrieron en el 408, según Hatzfeld. <<
 [29] Carrera de 185 ms. aproximadamente. <<
 [30] En el Ática, para proteger las minas de plata de Laurión. Recuérdese que los lacedemonios están, en Decelia. <<
 [31] Trópaion: Señal de victoria dedicada a Zeus. Era levantado en el lugar de la victoria, según ciertas convenciones, donde las líneas enemigas habían sido arrolladas; una de las primeras normas era que se reconocía oficialmente la derrota cuando se pedía la entrega de cadáveres bajo un pacto. El trofeo se hacía de material perecedero, generalmente con armas colgadas capturadas al enemigo, con una inscripción en una tabla; en una batalla naval con una nave capturada, que se arrastraba a tierra en las inmediaciones. <<
 [32] Esto es, en mayo, comienzos de junio. <<
 [33] Lugarteniente de Tisafernes: TUC., VIII 16. <<
 [34] Véase I 1, 18, 25, 26. Cf. TUC., VIII 26. <<
 [35] Selinunte, destruida por Cartago en la primavera del 409. <<
 [36] Probablemente Alcibíades de Fego, que había participado en la destrucción de los Hermes y fue desterrado. Es mencionado en el discurso De mysteriis de ANDÓCIDES, I 65. <<
 [37] Población predoria que perdió la libertad en la invasión de los dorios y cultivaban sus tierras como esclavos. <<
 [38] Nombre lacedemonio de Pilos (Cf. TUC., IV 3), en poder de los atenienses desde 425 y defendido por mesenios e hilotas hasta este tiempo. <<
Malea, en la costa laconia frente a la isla de Citera. <<
 [39] Año 409/408. <<
 [40] Calcedón fue miembro de la liga ático-délica hasta el 411, y como tal pagaba el tributo correspondiente. La cantidad adeudada se cuenta desde esa fecha de separación. <<
 [41] Cf. I 1, 10. <<
 [42] Véase I 1, 32. <<
 [43] Periecos: Ciudadanos libres laconios y mesenios, generalmente descendientes de la población predoria, que no tenían derechos políticos a diferencia de los espartiatas, pero debían servir en el ejército.
Neodamódes: Grupo de hilotas libertos, que sólo en la guerra del Peloponeso y después hasta 370/69 (Cf. VI 5, 24) se emanciparon (TUC., V 34; VII 58). <<
 [44] Cerátadas; Véase Anáb. VII 1, 33 y ss. <<
 [45] Véase I 1. 1. Aquí un ayudante del navarco con el título de epibátes. <<
 [46] Hay aquí un anacoluto o ruptura de la construcción sintáctica. <<
 [47] Explanada dentro de la ciudad. Cf. Anáb. VII 24. <<
 [48] Cf. Anáb. I 1, 2, y I 9, 7. <<
 [49] Véase I 1, 32, y TUC., VIII 64. <<
 [50] Plyntéria: fiesta en la mitad de junio, en la cual la antigua imagen de madera de Atenea Polias, protectora de la ciudad, era llevada al mar y lavada. En ese día se cerraban los templos y era considerado como de mala suerte. <<
 [51] En los años anteriores a su destierro, cuando gozaba de influencia en Atenas, antes de salir con la expedición a Sicilia (415). <<
 [52] Cf. TUC., VI 27-29 y 61. <<
 [53] Cf. TUC., V 43 y VI 16. <<
 [54] Hay una laguna en el texto. <<
 [55] La procesión anual en septiembre desde Atenas a Eleusis. <<
 [56] Véase I 4, 2. <<
 [57] Una mina = 100 dracmas; 1 dracma = 6 óbolos. <<
Calculando por término medio 200 los hombres que forman la tripulación, sale cada uno a 3 óbolos o media dracma al día. <<
 [58] El 15 de abril del año 406 a. C. <<
 [59] Jenofonte cita probablemente un conocido dicho. <<
 [60] Véase I 5, 20. <<
 [61] Según conjeturas de Hatzfeld, el número está en contradicción con I 6, 3. <<
 [62] Una especie de láminas o planchas, probablemente de pieles de cabra, para protegerse de la intemperie y del mar, contra la vista del enemigo y contra el disparo de dardos. <<
 [63] Según la división de Solón, los ciudadanos se agrupaban en cuatro clases para las cargas económicas y militares: 1) los pentakosiomédimnoi, que ingresaban al año 500 medimnos al menos; 2) los caballeros, 300 como mínimo; 3) los zeugltai, 150 como mínimo, y 4) los thétes, menos de 150 medimnos de ingreso, o sea los jornaleros. Primero sólo servían como remeros los de la última clase, que no podían pagar la armadura pesada del hoplita o mantener un caballo. <<
 [64] Jefes de táxeis o contingentes de cada tribu. Puede tratarse de naves con hoplitas para luchar en tos islotes si fuera preciso. <<
 [65] El término de navarco se aplica con propiedad sólo al jefe de la flota espartana. Aquí aparece aplicado, al parecer, a secciones de la flota. <<
 [66] Diekploún, periploún: complicadas maniobras de táctica naval. Cf. HERÓD., VI 12, 15, donde se citan por primera vez, y TUC., II 83, 84. Por la primera se irrumpe a toda velocidad en las líneas enemigas, y se pretende inutilizar sus naves, principal mente con la ruptura de remos y timones; se rodea al enemigo por detrás de sus líneas y se le ataca por detrás o por los flancos con los espolones, con la segunda. Cf. HERÓD., VIII II, TUC., II 83. <<
 [67] Jefe de una trirreme o nave de guerra. Los más ricos ciudadanos de Atenas debían cargar con los gastos de conservación y manutención de la tripulación. Era una de las leitourgíai o servicios públicos. <<
 [68] Fondo de ayuda a los pobres y desamparados por la guerra, o quizás compensación por la asistencia a la asamblea, fijado desde el 410/9. Cf. ARIST., Constit. aten. 28, 3. Como se ve eran dos óbolos al día. <<
 [69] Los magistrados tenían el derecho y el deber de sancionar con una multa un delito contra las leyes o contra la desobediencia a la autoridad, y si se trataba de un delito de mayor castigo podía llevarse el caso ante un jurado. <<
 [70] Cf. I 7, 23. En los procesos privados se mide el tiempo, igual para ambas partes, con la clepsidra o reloj de agua o arena. <<
 [71] Véase I 6, 35. <<
 [72] La asamblea ateniense no podía tratar o decidir nada que antes no hubiera sido estudiado en una sesión del consejo y propuesto (Proboúleuma) en el orden del día de la asamblea. Véase también VII 1, 2. <<
 [73] Apaturias: fiestas de las fratrías en las cuales los muchachos, que habían llegado a la edad de efebos, las mujeres recién casadas, los niños recién nacidos y los niños que habían pasado la fiesta de los Coes, eran incluidos en la lista de las fratrías.
Fratrías: hermandades familiares con cultos y normas propios. <<
 [74] Clístenes dividió el Ática en diez tribus; cada una comprendía una parte de la ciudad de Atenas, una parte de la costa y una parte del interior. Las unidades políticas menores se llamaban demos, en cuyas listas estaban incluidos los ciudadanos libres. Cada tribu tenía por año 50 consejeros que durante una décima parte del año dirigían la administración (prítanos). Estos 50 de cada tribu formaban el Consejo de los 500. Además cada tribu aportaba una unidad militar (tádxis) con su estratego y una sección de caballería. <<
 [75] Encargados de los prisioneros condenados y de la ejecución de la sentencia capital. <<
 [76] A la pena de muerte iba siempre unida la confiscación de bienes. <<
 [77] Sobrino de Alcibíades. Véase I 4, 19. <<
 [78] Era ilegal la proposición de Calixeno, ya que, desestimando el procedimiento normal, al juzgar por tribus, no garantizaba el secreto del voto y sobre todo establecía un solo juicio para todos los acusados. <<
 [79] Comisión de la bulé o consejo de 50 miembros —cf. n. 74— de servicio permanente. Se turnaban cada 36 ó 37 días (décima parte del año). <<
 [80] Para la postura de Sócrates véase PLATÓN, Ap 32 b; JEN., Mem. I 1, 18, y IV 42. <<
 [81] Cf. ARISTÓFANES, Asamblea 1089. <<
 [82] Cf. TUC., II 67, 4. <<
 [83] Uno de los que establecieron el régimen oligárquico de los Cuatrocientos en 411 a. C. Cf. TUC., VIII 90; 92; 98. <<
 [84] Cf. TUC., VIII 98, también 90 y 92. <<
 [85] Véase I 6, 29. <<
 [86] Cf. I 6, 34. <<
 [87] La hypomosía, procedimiento por el cual se declara con juramento incoar contra el autor de un decreto o ley una acción de ilegalidad (graphé paránomos). El autor del decreto o ley era libre de retirar su proposición. <<
 [88] Probolé: demanda presentada ante la asamblea alegando una ofensa contra el Estado. Véase nota anterior. <<
 [89] En el año 405/4 después de la derrota de Egospótamos. <<
 [90] Jefe del partido democrático. <<

 [91] Los del partido democrático que acabaron con los Treinta. <<

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