sábado, 23 de diciembre de 2017

Atlas histórico del mundo griego antiguo Adolfo J Domínguez José Pascual Capítulo 7 Los dialectos griegos

La Grecia micénica, que parece haber alcanzado los niveles máximos de su desarrollo económico, cultural y expansionista durante el siglo XIII conocerá, a partir del inicio del siglo XII un lento pero inexorable proceso de declive. Coincidiendo con los momentos finales de la etapa arqueológica Heládico Reciente IIIB los centros palaciales van siendo abandonados como consecuencia de una serie de fenómenos, naturales y humanos, que poco a poco van siendo dilucidados por la investigación, pero sin que aún se vislumbre la solución definitiva para explicar las causas e, incluso, el desarrollo histórico detallado de este período de "Oscuridad" que ahora se inicia. A principios del Heládico Reciente IIIC no parecen quedar palacios en pie en Grecia.
Nos movemos en una horquilla cronológica muy amplia que abarcaría desde el inicio del siglo XII hasta casi la mitad del VIII y que, a partir de la cultura material, basada sobre todo en el estudio del desarrollo de los estilos cerámicos, se divide a su vez en varias subfases. Éstas serían el Submicénico, que abarcaría desde finales del siglo XII hasta mediados del XI, el Protogeométrico que iría hasta finales del siglo X, y el Geométrico, cuyas dos primeras fases, Antiguo y Medio, nos llevarían hasta mediados del siglo VIII; los cambios que se produjeron en Grecia en estos siglos fueron extraordinarios y ven el tránsito de una sociedad muy organizada y jerarquizada a otra en la que, poco a poco, van desapareciendo las estructuras organizativas del período anterior, se producen fenómenos de abandono de territorios, mayor precariedad económica, menor intensidad de los contactos exteriores, procesos migratorios, etc.
Sólo a partir del siglo X Grecia o, quizá, por mejor decir, algunas regiones de Grecia, empiezan a mostrar signos de recuperación, a los que no es ajena la nueva situación por la que atraviesa el Mediterráneo oriental, donde las ciudades de la franja costera sirio- palestina, Tiro, Sidón, Biblos, etc., a las que los griegos englobaron bajo el nombre de fenicios, inician sus primeras empresas ultramarinas en busca de las materias primas (metales sobre todo), tan necesarias para la buena marcha de las muy organizadas sociedades orientales.
Este largo período, que una visión historiográfica ya caduca tildó de "Siglos Oscuros", representa uno de los períodos más sugerentes de toda la Historia de los Griegos; bien es cierto que aún no disponemos de todos los elementos de juicio para valorarlo deforma cabal, pero baste para mostrar su importancia y, en la línea de lo dicho en párrafos previos, su vitalidad, insistir en que durante el mismo los griegos, que habían visto desmoronarse todo su sistema político, cultural e ideológico, tuvieron que ir reconstruyendo paso a paso unas condiciones de vida estables, una red de intercambios, un sistema ideológico y, en definitiva, una vida de carácter urbano. Al final de este proceso, a mediados del siglo VIII los griegos volvían a ser capaces de recorrer de nuevo las rutas marítimas del Mediterráneo no sólo emulando sino, incluso, superando, a sus lejanos antepasados del siglo XIII. Pero, para entonces, más de cuatrocientos años habían pasado en los que la ausencia de escritura, otra de las consecuencias del final de los palacios micénicos, nos deja sin testimonios directos que nos iluminen sobre dicho período.
La época histórica que se inicia a mediados del siglo VIII nos presenta un panorama muy diferente al del siglo XIII por lo que se refiere a las áreas ocupadas por gentes griegas; nuevos territorios, no habitados por griegos al final de la época micénica, han sido poblados por ellos durante esos siglos intermedios y, además, según vaya avanzando el tiempo, comprobaremos cómo las modalidades de la lengua que hablan nos permiten observar que la misma se halla fragmentada en numerosas variantes dialectales. Es este hecho el que nos va a permitir acercarnos a lo que pueden haber sido las líneas generales de los cambios producidos en el poblamiento griego durante esas épocas aún poco conocidas.
Hasta el desciframiento de la escritura empleada en los palacios micénicos, y que conocemos con el nombre de "Lineal B", en 1952, los testimonios más antiguos de la lengua griega que conocíamos eran los poemas homéricos, la Ilíada y la Odisea. El desciframiento del Lineal B demostró, más allá de toda duda, que la lengua transcrita en ese sistema de escritura era el griego; ni que decir tiene que al ser cerca de cuatrocientos años más antigua que la lengua que encontramos en los poemas homéricos, las dificultades para su correcta comprensión eran grandes, a lo que se unían los problemas derivados del sistema de escritura Lineal B que, al no ser alfabético, dificultaba la correcta representación gráfica de los sonidos de la lengua griega.
La lengua griega, pues, era la que empleaba la administración de los palacios o centros micénicos de Micenas, Pilo, Cnoso, La Canea, Tebas, Yolco y era, sin duda, la que hablaban y entendían los príncipes y reyes que gobernaban en esos palacios así como los miembros de su entorno y de la administración que se desarrollaba en ellos. Aunque faltan datos de otros palacios, y aunque se han detectado en algunos casos matices lingüísticos que pueden sugerir o bien variantes dialectales ocultas o bien hablantes de distintos niveles o extracción social, el hecho cierto es que ya desde finales del siglo XIV y durante todo el XIII se atestigua una misma lengua, o un mismo dialecto, desde el sur de Tesalia (Yolco) hasta Creta (Cnoso y La Canea), pasando por la Grecia central (Tebas) y el Peloponeso (Pilo); por ende, recientes hallazgos en Anatolia (Mileto) certifican el uso del Lineal B en los enclaves o colonias micénicos en Asia y, tal vez, de la misma variante dialectal. No es improbable que en ese amplio territorio pudiesen hablarse variedades dialectales diferentes del griego o que, incluso, que no todos los habitantes de ese territorio fuesen grecohablantes, pero lo único que puede constatarse, de momento, es aquella porción de la lengua hablada que fue además escrita.

Antes de continuar desarrollando este tema conviene que nos detengamos un momento en explicar qué entendemos por dialectos griegos. La lengua griega antigua, tal y como ha llegado hasta nosotros a través de la literatura y la epigrafía se nos presenta como una lengua fragmentada en una serie de dialectos, que representan variantes de tipo morfológico, fonético o sintáctico de una lengua originaria (a la que llamaremos protogriego), que se ha visto sometida a modificaciones llevadas a cabo por grupos de hablantes de esa lengua originaria como resultado de la evolución en condiciones de aislamiento o poca intercomunicación entre sus hablantes respectivos. Sin entrar en los rasgos concretos de cada grupo dialectal, sí podemos decir que los diversos dialectos se relacionan entre sí de tal modo que pueden establecerse, a priori, dos grandes grupos: los dialectos del grupo oriental y los del occidental. A ellos se añadiría otro grupo, del que hablaremos más adelante. Al tratarse de modificaciones y evoluciones de una misma lengua originaria, hay toda una serie de rasgos comunes entre todos los dialectos griegos, así como una serie de "isoglosas", término que alude a la existencia de rasgos comunes entre los diversos dialectos que permite la intercomunicación entre sus diferentes hablantes. En efecto, y en líneas generales, los hablantes de no importa qué variante dialectal del griego pueden entenderse entre sí, aun cuando la intercomunicabilidad suele ser mucho más intensa cuando se ve favorecida por la vecindad. Del mismo modo, el que los dialectos sean variantes de una misma lengua hace que las interacciones entre ellos hayan sido muy abundantes, lo que determina que su evolución se haya visto muy afectada por los contactos establecidos entre comunidades vecinas, responsables de muchos de los cambios que los dialectos sufrirán con el paso del tiempo. Veremos en los párrafos siguientes los diferentes dialectos griegos y cómo su ubicación sobre el mapa nos puede permitir explicar parte de los procesos que tienen lugar desde el final del período micénico.

La variedad dialectal que transcriben las tablillas en Lineal B corresponde a un dialecto del grupo oriental, aunque algunos autores creen detectar algunas palabras o giros que sugerirían que ya en el siglo XIII este dialecto podía estar en contacto con otros del grupo occidental. El ámbito del dialecto "micénico", por tanto, abarcaría como se decía antes, desde el sur de Tesalia hasta Creta, siendo posible que esta variante conviva con dialectos del grupo occidental, pero que no han dejado huella escrita. De los dialectos que conocemos en época histórica el que presenta más semejanzas y relaciones con el dialecto micénico es el llamado "arcado-chipriota", que en época clásica se hablaba tan sólo en Arcadia, en el corazón del Peloponeso, y en la remota isla de Chipre, con algunas manifestaciones en el sur de Anatolia (Panfilia). Es tentador, y así se ha venido haciendo, relacionar el ámbito geográfico de este dialecto con procesos históricos que implicarían, por una parte, procesos migratorios que habrían llevado a gentes que hablaban el dialecto de los palacios hasta la lejana isla de Chipre, mientras que otros habrían quedado "encerrados" en Arcadia, una de las regiones más inaccesibles y retardatarias de toda Grecia. En ambos casos su aislamiento habría permitido la preservación de numerosísimos arcaísmos, fruto de los pocos contactos con otras variantes dialectales más innovadoras. La preservación del dialecto arcado-chipriota en Arcadia y en Chipre apuntaría, pues, a dos procesos diferentes al final del período micénico, la emigración y la búsqueda de refugio frente a peligros no del todo claros aún hoy día.
El otro gran dialecto, dentro del grupo de los orientales, es el ático-jónico. Vinculado con el anterior, muestra sin embargo importantes novedades que obedecen sin duda a contactos con otros dialectos, sobre todo del grupo occidental, fruto de una mayor apertura de sus hablantes, lo que contrasta con el aislamiento del arcado-chipriota. En la Grecia continental este dialecto se habla en el Ática y en la isla de Eubea; en el caso del primer territorio, es sabido que en Atenas existió un reino micénico cuyo centro principal era el palacio que se alzó en la acrópolis de Atenas, pero del que apenas conocemos nada y que no ha dado documentación escrita. En las tradiciones griegas Atenas figuraba como lugar de asilo y acogida para príncipes micénicos del Peloponeso que acabarían refugiándose en la ciudad. En época arcaica y clásica el Ática era una "isla" lingüística rodeada por hablantes de dialectos diferentes, pero fueron sin duda los contactos con ellos los que determinaran los cambios que transformaron el viejo dialecto micénico en el dialecto ático. Lo interesante de la distribución geográfica del dialecto es que se habló también en buena parte de las islas Cícladas y en un amplio tramo de costa ubicado en las costas occidentales de la península de Anatolia, lo que con el tiempo se llamaría Jonia. La explicación más plausible para esta difusión geográfica pasa por aceptar procesos migratorios que, vinculados con el mundo ático y eubeo, se expanden por esos territorios y acaban por imponer su lengua, acaso como consecuencia de su dominio político. El hecho de que, dentro del dialecto jonio haya también diferentes variedades, que ya los autores antiguos, como Heródoto (1.142), percibieron, sugiere la existencia de distintos sustratos lingüísticos sobre los que se impusieron los recién llegados emigrantes, portadores del dialecto. Aunque aún sujeto a revisiones, el momento de la emigración a Jonia de gentes hablantes del dialecto jonio tiende a situarse en torno al tránsito entre los siglos XI y X, y la tradición griega posterior ha recogido las diferentes modalidades en las que se produjo la emigración.
El arcado-chipriota y el ático-jónico cierran la nómina de dialectos del grupo oriental; cabe destacar cómo este grupo dialectal, muy bien representado en Grecia en época micénica, ha perdido mucho terreno en los siglos subsiguientes, al tiempo que ha conocido nuevas vías de expansión en las islas y en Anatolia.
Los dialectos occidentales son, como se ha dicho, apenas conocidos en época micénica, aunque hay argumentos para sospechar que ya parte de sus hablantes vivían en Grecia aunque sin oportunidades para dejar testimonio escrito de los mismos. Dos son los principales dialectos de ese grupo; por una parte, el griego del Noroeste, que en época histórica encontramos localizado en buena parte de la Grecia central (Etolia, Acarnania, Fócide, las Lócrides, sur del Epiro) pero también al otro lado del golfo de Corinto en las regiones septentrionales y noroccidentales del Peloponeso (Acaya, Élide). Por su parte, el otro dialecto, el dorio, sólo se hallaba representado en época histórica en el Peloponeso, ocupando una serie de territorios contiguos que iban desde la Megáride y la Corintia hasta la Argólide, Laconia y Mesenia. La fuerte presencia de los dialectos occidentales en el Peloponeso, con excepción de Arcadia, se ha puesto en relación con una serie de tradiciones míticas de los griegos que sugieren movimientos de población procedentes del Norte. Sea como fuere, da la impresión de que los hablantes de los dialectos del grupo occidental se han aprovechado de la debilidad del mundo post-micénico y del evidente abandono del territorio por parte de sus habitantes anteriores, para ocuparlo durante los últimos siglos del segundo milenio. La propia distribución de esos dialectos sugiere movimientos distintos, unos cruzando el golfo de Corinto por mar (griegos del Noroeste), otros siguiendo rutas terrestres a través del istmo de Corinto. Por ende, el dialecto doriose expandirá también por las islas, en especial por el Dodecaneso, asentándose sus hablantes en las costas anatolias al sur del territorio ocupado por los jonios, y también hacia la isla de Creta, donde contribuirán a complicar el ya de por sí complejo panorama lingüístico de la isla.
El último gran grupo dialectal griego es el constituido por el eolio, que no puede adscribirse a ninguno de los dos grupos previos por presentar rasgos que sugieren un fuerte proceso de hibridación; el área principal donde este dialecto se habló es Tesalia, territorio con una fuerte impronta micénica. Da la impresión de que en esta región no se han producido los procesos migratorios que se dieron en el Peloponeso y allí ha tenido lugar la convivencia de grupos hablantes de dialectos orientales (sin duda ya asentados en época micénica) con gentes portadoras de dialectos del grupo occidental. Esos contactos han propiciado cambios que han dado lugar a un dialecto nuevo, que es asimismo fruto de procesos históricos posteriores a la desaparición de los palacios micénicos. La expansión de los hablantes del dialecto eolio alcanza por el Sur, a modo de cuña, a Beocia y por el Este, a la isla de Lesbos y una franja en la costa occidental anatolia, justo al norte de Jonia.
Así pues, como vemos, la distribución de los dialectos griegos históricos nos permite entender, siquiera a grandes rasgos, los procesos históricos que tuvieron lugar tras la desaparición del mundo micénico, y que preparan el terreno para la Grecia de época histórica. Este panorama dialectal se verá, con el tiempo, enriquecido también con el proceso colonial que los griegos iniciarán a partir del siglo VIII.

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