El Mar Negro fue conocido por los
griegos como el "Ponto Euxino", el Mar Hospitalario; sin duda esta
percepción se debió a la gran cantidad de ciudades que allí consiguieron fundar
los griegos, lo que convirtió a este territorio en un importante foco de la historia
griega. El Mar Negro y sus accesos desempeñan un papel importante en los
relatos míticos griegos, pues ya en él se desarrolló uno de sus importantes
ciclos, como fue el de Jasón y los Argonautas. Este legendario rey tesalio se
habría internado en el Ponto hasta llegar a la Cólquide (que se ubicaría en la
actual Georgia) para allí hacerse con el mítico Vellocino de Oro tras realizar
un viaje plagado de peligros. Del mismo modo, el ciclo épico centrado en Troya
se ha considerado también vinculado con los intentos griegos de penetrar en el
Mar Negro, puesto que la posición estratégica de la ciudad, a la entrada del
Helesponto (actual estrecho de los Dardanelos) en su parte asiática podía tener
que ver según algunos con el control de la navegación hacia y desde el Ponto.
Sea como fuere, durante el
período colonizador griego, todo el Egeo septentrional primero, y el Mar Negro
después, fueron objeto de atención para estos griegos que buscaban nuevas áreas
para establecerse. Así, toda la costa macedonia y tracia empieza a ser ocupada
por distintas fundaciones griegas durante la primera mitad del siglo VII, así
como el Helesponto y la Propóntide (el Mar de Mármara); puede que haya intentos
de exploración a aguas más septentrionales, que quizá se habrían iniciado ya
durante el siglo VIII, aunque sin
que parezcan haberse producido aún asentamientos griegos permanentes en esas
regiones. Un momento importante de todo el proceso lo marcará la fundación, por
parte de griegos de Mégara, de dos ciudades que, situadas enfrente una de otra,
controlarán la entrada al último de los estrechos que comunicaba el
Mediterráneo con el Mar Negro. Se trata de Calcedonia, en la costa asiática del
Bósforo, y Bizancio (más tarde Constantinopla y en la actualidad Estambul) en
la europea. Ambas debieron de fundarse hacia mediados del siglo VII; parecía
que la ciudad de Mégara, que también había mostrado interés en el Mediterráneo
occidental, iba a dominar el Ponto Euxino.
Sin embargo, esas visiones de
controles exclusivos y excluyentes de estrechos y puntos estratégicos
corresponden muchas veces más a nuestras proyecciones sobre el pasado que a las
realidades históricas. En efecto, a pesar de que fuesen ciudades de origen
megá- reo las que flanqueaban las dos orillas del Bósforo, no serán los griegos
de este origen los que colonicen con más intensidad el Mar Negro, a pesar de
que sí fundaron alguna que otra colonia como Heraclea, a mediados del siglo VI,
en la costa anatolia, en conjunción con colonos beocios, o Mesembria, actual
Nesebar, a finales del mismo. Quienes desarrollarán una intensísima política
colonizadora en el Ponto serán, sobre todo, los griegos de Mileto. La ciudad de
Mileto, en Jonia, será una de las ciudades griegas más importantes y avanzadas
durante buena parte del Arcaísmo; ubicada en un emplazamiento harto favorable,
en un inmenso golfo (hoy rellenado por los sedimentos del río Meandro), Mileto
gozó de una excelente posición tanto por sus relaciones con el interior de
Anatolia como por sus intereses navales. Eso determinará que ya durante la
segunda mitad del siglo VII los milesios establecieran sus primeras fundaciones
en la costa septentrional de Anatolia, en puntos como Sínope y Amisos, pero
también en la costa occidental del Ponto, fundando Histria, cerca de la
desembocadura del río Danubio. Por fin, y también antes de finalizar el siglo
VII, surge el establecimiento milesio de Berezan (llamado Borístenes por los
griegos) en la costa septentrional del Ponto. En todos estos casos son sobre
todo los testimonios arqueológicos los que nos permiten aproximarnos a estas
cronologías; las fuentes literarias, que siguen construcciones cronológicas
mucho más alambicadas, no aportan siempre informaciones precisas.
En cualquier caso, estas
fundaciones marcarán una tendencia que también los autores clásicos tenderán a
exagerar, como muestra por ejemplo Estrabón (14.1.6), que asegura que todo el
Ponto fue colonizado por Mileto, o Plinio el Viejo (NH, 5.112), que afirmaba
que los milesios fundaron más de noventa colonias en el Mar Negro. Hoy se tiende
a rebajar esas cifras pero, en todo caso, entre centros más importantes o
simples puntos de control costero o establecimientos comerciales (emporio), el total sí puede alcanzar las tres o cuatro decenas que
abarcaron todas las costas del Ponto. En cualquier caso, las actividades mile-
sias muestran una gran intensidad durante la segunda mitad del siglo VII, que
continuará en el siglo siguiente. La primera mitad del siglo VI ve la
prosecución de las fundaciones griegas en diversos entornos pónticos, lo que
implicó tanto el crecimiento de establecimientos ya existentes, como por
ejemplo Berezan, que parece extenderse a través de pequeños asentamientos por
el estuario del Dniéper y el Bug, o como en Histria, que conoce un interesante
crecimiento urbano desde los inicios de este siglo. Del mismo modo, surgen
también nuevas fundaciones como Tomis u Olbia, cuya chora o territorio conoció una gran extensión, al tiempo que los
milesios empiezan a abrir nuevas áreas apenas visitadas antes. Es, sobre todo,
la zona del llamado Bosforo cimerio, que abarca la parte oriental de la
península de Crimea y la occidental de la península de Taman la que ahora
empieza a recibir una importante cantidad de ciudades, tales como Panticapeo,
Ninfeo, Teodosia, Mirmecio y Tiritace en la parte europea del estrecho y Cepos,
Patreo y Hermonasa (esta última cofundada también por Mitilene), en la parte
asiática. Todas ellas parecen haber surgido en un período bastante breve de
tiempo, entre 580 y 560, estando bien situadas desde el punto de vista de su
relación con las áreas portuarias.
En los años sucesivos los
milesios proseguirán su política de fundaciones coloniales y llegarán incluso a
una región que apenas había sido objeto de su interés, la costa oriental del
Ponto, donde surgirían Fasis, Gieno y Dioscurias, tal vez a mediados del siglo
VI. Procedente de Teos, no de Mileto, surgiría en la parte asiática del Bosforo
cimerio Fanagoria, también hacia mediados del siglo VI. Es de destacar que este
período de gran núme-ro de fundaciones coloniales milesias durante la primera
mitad del siglo VI coincide con una época en la que la ciudad de Mileto tiene
que enfrentarse con los lidios que, según Heródoto, realizaron guerras contra
la ciudad desde la creación de la dinastía de los Mérmnadas con Giges ya a
inicios del siglo VII, aunque el momento decisivo de estas guerras continuas
llegó con el rey Aliates (617-560) (Hdt., 1.14-22). Hay que destacar, sin
embargo, que a pesar de la táctica que llevó a cabo este rey de quemar las
cosechas milesias, en Mileto no hubo escasez de alimentos, sino todo lo
contrario, lo que sugiere que la ciudad se surtía, al menos en parte, de las
importaciones de cereales del Mar Negro; ya Heródoto nos informa de la
existencia de naves cargadas de trigo que cruzan el Helesponto con destino a
distintos punto de Grecia hacia 480 (Hdt., 7.147) y es bien sabido cómo en
época clásica el Ponto será uno de los principales graneros de Grecia. No cabe
duda, pues, de que junto con otros recursos uno de los principales objetivos de
las ciudades griegas del Ponto era la producción cerealística, en buena medida
destinada a las muchas veces necesitadas ciudades griegas, pero sin que se
puedan descartar, más bien al contrario, otros recursos de interés, como puede
ser la pesca, puesto que hay entornos en el Ponto muy aptos para tal actividad
(entre otros, Sínope, Apolonia Pónti- ca, Berezan).
Los años que siguieron a la caída
de Jonia en manos persas (hacia mediados del siglo VI) ven la huida masiva de
muchos individuos a ciudades ya existentes, aunque quizá alguna de ellas, cuyas
cronologías no siempre son precisas, pudo haber surgido también en estos
momentos. De cualquier modo, se atestigua una importante llegada de población,
que se traduce en el crecimiento de muchas de esas ciudades y en la ampliación
en muchos casos de sus áreas habitadas o del territorio que controlaban.
También en el tránsito entre el siglo VI y el V, y como consecuencia del
desastroso resultado para los griegos de la Revuelta Jonia, sobre la que
volveremos en un capítulo posterior, otra oleada de emigrantes parece haber
elegido el Mar Negro como zona de refugio; sería la época de la fundación de
Kerkinitis, en la costa noroccidental de Crimea (actual Eupa- toria), cuyos
primeros habitantes no parecen haber superado el centenar. El proceso colonial
en el Ponto, de cualquier modo, queda cancelado, en líneas generales, a partir
de la segunda mitad del siglo VI, como resultado de la pérdida de independencia
política de Jonia, sometida a los persas. Habrá que esperar a finales del siglo
V (en concreto hacia 422 o 421) para ver surgir una nueva ciudad, Quersoneso,
fundada en la costa suroccidental de la península de Crimea, cerca de la actual
Sebastopol, por Heraclea Póntica, la colonia megáreo-beocia de la costa norte
de Anatolia a la que ya nos hemos referido; no insistiremos aquí en fundaciones
posteriores ya de época clásica avanzada o de época helenística.
A pesar del origen milesio de
buena parte de las ciudades griegas del Ponto, cada una de ellas desarrolló sus
propios rasgos culturales, así como sus relaciones con el entorno indígena. Por
lo que se refiere a este último, un hecho que destaca es la gran diversidad de
las diferentes culturas que se asomaron al Mar Negro durante la Antigüedad.
Grandes grupos, como los tracios, los escitas, los tauros, los colcos, los
paflagonios, los bitinios, los frigios y los misios, por trazar un recorrido grosso modo siguiendo las agujas del
reloj alrededor de este mar, subdivididos a su vez en infinidad de tribus y
pueblos, en muchos casos nómadas o seminómadas, pueden darnos una idea de la
complejidad del poblamiento no griego en la región; todo ello, por no mencionar
tan siquiera que muchos de estos pueblos se verán empujados y sustituidos, a lo
largo del tiempo, por otros que se desplazarán a través de las áreas esteparias
del centro y del sur de Rusia y Ucrania, y que también influirán en el
desarrollo histórico de esos territorios.
Poco a poco, el creciente número
de excavaciones y proyectos arqueológicos en los diferentes estados ribereños
del Mar Negro van aportando informaciones cada vez más precisas acerca de las
distintas fases cronológicas de buena parte de esas ciudades; del mismo modo,
vamos conociendo lo esencial de sus estructuras urbanas, cómo en muchas de ellas
las primeras fases de presencia griega se caracterizan por la adaptación a las
costumbres locales, lo que implica la existencia de casas semienterradas en el
suelo (sobre todo en las regiones septentrionales del Ponto) y cómo a partir
del Arcaísmo avanzado y en época clásica se inicia la monumentalización de
estos centros, con el surgimiento de un urbanismo de tipo mediterráneo, así
como de templos y santuarios de carácter monumental. Todo ello, con el tiempo,
permitirá ir matizando con mayor precisión tanto el desarrollo particular de
cada centro cuanto los motivos que, en cada caso, pudieron determinar allí el
establecimiento de los griegos. Del mismo modo, todo ello podrá repercutir
mejor en el conocimiento histórico de la metrópoli principal, Mileto, y de cómo
pudo articular durante cerca de un siglo un proyecto colonial único en toda la
historia de la colonización griega. Hay además indicios suficientes, sobre todo
de tipo epigráfico, que muestran constantes relaciones y vínculos con el
santuario de Apolo en Dídima, uno de los principales lugares de culto de
Mileto, que parece haber ejercido un papel importante en la dirección de la
empresa colonial milesia y que, a juzgar por esos mismos testimonios, ha
seguido velando con sus oráculos y sus consejos por la buena marcha del proceso
una vez producidas las fundaciones coloniales.
En otro orden de cosas, ni las
fuentes literarias ni el registro arqueológico atestiguan de forma directa
conflictos con las poblaciones indígenas, aun cuando hay indicios de que en
algunos momentos pudo haber problemas. La visión que nos da Heródoto,
contemporánea y retrospectiva, sobre el helenismo póntico es de gran interés y
aporta noticias valiosas; por ejemplo, es este autor quien nos habla de
Anacarsis, el sabio escita asesinado por sus propios compatriotas por haber
adoptado costumbres griegas (Hdt., 4.76-77), y de Esciles, un rey escita cuya
madre era griega de Histria pero a quien le gustaba pasar largas temporadas en
Borístenes viviendo según las costumbres griegas, lo que le condujo a la muerte
(Hdt., 4.78-80). Esta información, junto con otros indicios, ha llevado a
algunos autores a sugerir que a partir del primer tercio del siglo V algunas
ciudades del Ponto septentrional, sobre todo Olbia, pudieron caer bajo el protectorado
de reyes escitas, que exigían tributos a la pólis
griega pero, al tiempo, garantizaban su seguridad, lo que pudo traducirse
en un proceso de consolidación política y económica e, incluso, de expansión
territorial. Como en otros ámbitos, también la Atenas de Pericles mostró su
interés por el Ponto, tal vez para asegurarse un suministro regular de trigo,
lo que se tradujo en una campaña que dirigió el estratego ateniense en 437
(Plu., Per., 20) cuyos objetivos y
resultados, salvo por lo que se refiere a Sinope, que recibió un contingente de
colonos de Atenas, no son concluyentes.
Otra interesante innovación
política que vemos en el Ponto es el llamado reino del Bósforo, que abarcó
pronto la mayor parte de las ciudades que se asomaban a las dos orillas del
Bósforo Cimerio. Según asegura Diodoro Sículo (12.31), hacia 480 se habría
hecho con el poder la familia de los Arqueanáctidas, que sería sustituida, a
partir de 438, por Espartoco que, a su vez, daría lugar a una dinastía que
gobernaría allí hasta fines del siglo II.
El centro de este Estado estuvo en Panticapeo (actual Kerch), desde donde estos
gobernantes que asumieron títulos como rey o arconte llevaron a cabo una serie
de actividades de carácter sobre todo defensivo. Éste puede haber sido uno de
los motivos de la creación de este Estado, que procuró mantener a sus miembros
libres de los movimientos de poblaciones no griegas que afectaban a otras
partes del Ponto; al tiempo, también llevaron a cabo una política anexionista
contra otras ciudades que, como Ninfeo o Teodosia, no habían formado parte al
principio de este Estado. Sus gobernantes aparecen con frecuencia mencionados
en las fuentes literarias y epigráficas porque durante bastante tiempo fueron
unos de los aliados más sólidos que tuvo Atenas en aquellos territorios, lo que
le proporcionó a esta ciudad un suministro estable de trigo, algo necesario
sobre todo en épocas de conflicto.
El Ponto Euxino constituye, pues,
una región de especial entidad dentro de la cultura helénica, con ciudades de
muy diverso tipo, origen y orientación, con interesantes relaciones con los
entornos no griegos, apenas conocidas en otras áreas griegas, y con
experimentos políticos, como el reino del Bósforo, que en cierto modo es
precursor de lo que serán, en mayor escala, los futuros reinos helenísticos.
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