domingo, 24 de diciembre de 2017

Atlas histórico del mundo griego antiguo Adolfo J Domínguez José Pascual Capítulo 11 El Ponto Euxino

El Mar Negro fue conocido por los griegos como el "Ponto Euxino", el Mar Hospitalario; sin duda esta percepción se debió a la gran cantidad de ciudades que allí consiguieron fundar los griegos, lo que convirtió a este territorio en un importante foco de la historia griega. El Mar Negro y sus accesos desempeñan un papel importante en los relatos míticos griegos, pues ya en él se desarrolló uno de sus importantes ciclos, como fue el de Jasón y los Argonautas. Este legendario rey tesalio se habría internado en el Ponto hasta llegar a la Cólquide (que se ubicaría en la actual Georgia) para allí hacerse con el mítico Vellocino de Oro tras realizar un viaje plagado de peligros. Del mismo modo, el ciclo épico centrado en Troya se ha considerado también vinculado con los intentos griegos de penetrar en el Mar Negro, puesto que la posición estratégica de la ciudad, a la entrada del Helesponto (actual estrecho de los Dardanelos) en su parte asiática podía tener que ver según algunos con el control de la navegación hacia y desde el Ponto.
Sea como fuere, durante el período colonizador griego, todo el Egeo septentrional primero, y el Mar Negro después, fueron objeto de atención para estos griegos que buscaban nuevas áreas para establecerse. Así, toda la costa macedonia y tracia empieza a ser ocupada por distintas fundaciones griegas durante la primera mitad del siglo VII, así como el Helesponto y la Propóntide (el Mar de Mármara); puede que haya intentos de exploración a aguas más septentrionales, que quizá se habrían iniciado ya durante el siglo VIII, aunque sin que parezcan haberse producido aún asentamientos griegos permanentes en esas regiones. Un momento importante de todo el proceso lo marcará la fundación, por parte de griegos de Mégara, de dos ciudades que, situadas enfrente una de otra, controlarán la entrada al último de los estrechos que comunicaba el Mediterráneo con el Mar Negro. Se trata de Calcedonia, en la costa asiática del Bósforo, y Bizancio (más tarde Constantinopla y en la actualidad Estambul) en la europea. Ambas debieron de fundarse hacia mediados del siglo VII; parecía que la ciudad de Mégara, que también había mostrado interés en el Mediterráneo occidental, iba a dominar el Ponto Euxino.
Sin embargo, esas visiones de controles exclusivos y excluyentes de estrechos y puntos estratégicos corresponden muchas veces más a nuestras proyecciones sobre el pasado que a las realidades históricas. En efecto, a pesar de que fuesen ciudades de origen megá- reo las que flanqueaban las dos orillas del Bósforo, no serán los griegos de este origen los que colonicen con más intensidad el Mar Negro, a pesar de que sí fundaron alguna que otra colonia como Heraclea, a mediados del siglo VI, en la costa anatolia, en conjunción con colonos beocios, o Mesembria, actual Nesebar, a finales del mismo. Quienes desarrollarán una intensísima política colonizadora en el Ponto serán, sobre todo, los griegos de Mileto. La ciudad de Mileto, en Jonia, será una de las ciudades griegas más importantes y avanzadas durante buena parte del Arcaísmo; ubicada en un emplazamiento harto favorable, en un inmenso golfo (hoy rellenado por los sedimentos del río Meandro), Mileto gozó de una excelente posición tanto por sus relaciones con el interior de Anatolia como por sus intereses navales. Eso determinará que ya durante la segunda mitad del siglo VII los milesios establecieran sus primeras fundaciones en la costa septentrional de Anatolia, en puntos como Sínope y Amisos, pero también en la costa occidental del Ponto, fundando Histria, cerca de la desembocadura del río Danubio. Por fin, y también antes de finalizar el siglo VII, surge el establecimiento milesio de Berezan (llamado Borístenes por los griegos) en la costa septentrional del Ponto. En todos estos casos son sobre todo los testimonios arqueológicos los que nos permiten aproximarnos a estas cronologías; las fuentes literarias, que siguen construcciones cronológicas mucho más alambicadas, no aportan siempre informaciones precisas.
En cualquier caso, estas fundaciones marcarán una tendencia que también los autores clásicos tenderán a exagerar, como muestra por ejemplo Estrabón (14.1.6), que asegura que todo el Ponto fue colonizado por Mileto, o Plinio el Viejo (NH, 5.112), que afirmaba que los milesios fundaron más de noventa colonias en el Mar Negro. Hoy se tiende a rebajar esas cifras pero, en todo caso, entre centros más importantes o simples puntos de control costero o establecimientos comerciales (emporio), el total sí puede alcanzar las tres o cuatro decenas que abarcaron todas las costas del Ponto. En cualquier caso, las actividades mile- sias muestran una gran intensidad durante la segunda mitad del siglo VII, que continuará en el siglo siguiente. La primera mitad del siglo VI ve la prosecución de las fundaciones griegas en diversos entornos pónticos, lo que implicó tanto el crecimiento de establecimientos ya existentes, como por ejemplo Berezan, que parece extenderse a través de pequeños asentamientos por el estuario del Dniéper y el Bug, o como en Histria, que conoce un interesante crecimiento urbano desde los inicios de este siglo. Del mismo modo, surgen también nuevas fundaciones como Tomis u Olbia, cuya chora o territorio conoció una gran extensión, al tiempo que los milesios empiezan a abrir nuevas áreas apenas visitadas antes. Es, sobre todo, la zona del llamado Bosforo cimerio, que abarca la parte oriental de la península de Crimea y la occidental de la península de Taman la que ahora empieza a recibir una importante cantidad de ciudades, tales como Panticapeo, Ninfeo, Teodosia, Mirmecio y Tiritace en la parte europea del estrecho y Cepos, Patreo y Hermonasa (esta última cofundada también por Mitilene), en la parte asiática. Todas ellas parecen haber surgido en un período bastante breve de tiempo, entre 580 y 560, estando bien situadas desde el punto de vista de su relación con las áreas portuarias.

En los años sucesivos los milesios proseguirán su política de fundaciones coloniales y llegarán incluso a una región que apenas había sido objeto de su interés, la costa oriental del Ponto, donde surgirían Fasis, Gieno y Dioscurias, tal vez a mediados del siglo VI. Procedente de Teos, no de Mileto, surgiría en la parte asiática del Bosforo cimerio Fanagoria, también hacia mediados del siglo VI. Es de destacar que este período de gran núme-ro de fundaciones coloniales milesias durante la primera mitad del siglo VI coincide con una época en la que la ciudad de Mileto tiene que enfrentarse con los lidios que, según Heródoto, realizaron guerras contra la ciudad desde la creación de la dinastía de los Mérmnadas con Giges ya a inicios del siglo VII, aunque el momento decisivo de estas guerras continuas llegó con el rey Aliates (617-560) (Hdt., 1.14-22). Hay que destacar, sin embargo, que a pesar de la táctica que llevó a cabo este rey de quemar las cosechas milesias, en Mileto no hubo escasez de alimentos, sino todo lo contrario, lo que sugiere que la ciudad se surtía, al menos en parte, de las importaciones de cereales del Mar Negro; ya Heródoto nos informa de la existencia de naves cargadas de trigo que cruzan el Helesponto con destino a distintos punto de Grecia hacia 480 (Hdt., 7.147) y es bien sabido cómo en época clásica el Ponto será uno de los principales graneros de Grecia. No cabe duda, pues, de que junto con otros recursos uno de los principales objetivos de las ciudades griegas del Ponto era la producción cerealística, en buena medida destinada a las muchas veces necesitadas ciudades griegas, pero sin que se puedan descartar, más bien al contrario, otros recursos de interés, como puede ser la pesca, puesto que hay entornos en el Ponto muy aptos para tal actividad (entre otros, Sínope, Apolonia Pónti- ca, Berezan).


Los años que siguieron a la caída de Jonia en manos persas (hacia mediados del siglo VI) ven la huida masiva de muchos individuos a ciudades ya existentes, aunque quizá alguna de ellas, cuyas cronologías no siempre son precisas, pudo haber surgido también en estos momentos. De cualquier modo, se atestigua una importante llegada de población, que se traduce en el crecimiento de muchas de esas ciudades y en la ampliación en muchos casos de sus áreas habitadas o del territorio que controlaban. También en el tránsito entre el siglo VI y el V, y como consecuencia del desastroso resultado para los griegos de la Revuelta Jonia, sobre la que volveremos en un capítulo posterior, otra oleada de emigrantes parece haber elegido el Mar Negro como zona de refugio; sería la época de la fundación de Kerkinitis, en la costa noroccidental de Crimea (actual Eupa- toria), cuyos primeros habitantes no parecen haber superado el centenar. El proceso colonial en el Ponto, de cualquier modo, queda cancelado, en líneas generales, a partir de la segunda mitad del siglo VI, como resultado de la pérdida de independencia política de Jonia, sometida a los persas. Habrá que esperar a finales del siglo V (en concreto hacia 422 o 421) para ver surgir una nueva ciudad, Quersoneso, fundada en la costa suroccidental de la península de Crimea, cerca de la actual Sebastopol, por Heraclea Póntica, la colonia megáreo-beocia de la costa norte de Anatolia a la que ya nos hemos referido; no insistiremos aquí en fundaciones posteriores ya de época clásica avanzada o de época helenística.
A pesar del origen milesio de buena parte de las ciudades griegas del Ponto, cada una de ellas desarrolló sus propios rasgos culturales, así como sus relaciones con el entorno indígena. Por lo que se refiere a este último, un hecho que destaca es la gran diversidad de las diferentes culturas que se asomaron al Mar Negro durante la Antigüedad. Grandes grupos, como los tracios, los escitas, los tauros, los colcos, los paflagonios, los bitinios, los frigios y los misios, por trazar un recorrido grosso modo siguiendo las agujas del reloj alrededor de este mar, subdivididos a su vez en infinidad de tribus y pueblos, en muchos casos nómadas o seminómadas, pueden darnos una idea de la complejidad del poblamiento no griego en la región; todo ello, por no mencionar tan siquiera que muchos de estos pueblos se verán empujados y sustituidos, a lo largo del tiempo, por otros que se desplazarán a través de las áreas esteparias del centro y del sur de Rusia y Ucrania, y que también influirán en el desarrollo histórico de esos territorios.
Poco a poco, el creciente número de excavaciones y proyectos arqueológicos en los diferentes estados ribereños del Mar Negro van aportando informaciones cada vez más precisas acerca de las distintas fases cronológicas de buena parte de esas ciudades; del mismo modo, vamos conociendo lo esencial de sus estructuras urbanas, cómo en muchas de ellas las primeras fases de presencia griega se caracterizan por la adaptación a las costumbres locales, lo que implica la existencia de casas semienterradas en el suelo (sobre todo en las regiones septentrionales del Ponto) y cómo a partir del Arcaísmo avanzado y en época clásica se inicia la monumentalización de estos centros, con el surgimiento de un urbanismo de tipo mediterráneo, así como de templos y santuarios de carácter monumental. Todo ello, con el tiempo, permitirá ir matizando con mayor precisión tanto el desarrollo particular de cada centro cuanto los motivos que, en cada caso, pudieron determinar allí el establecimiento de los griegos. Del mismo modo, todo ello podrá repercutir mejor en el conocimiento histórico de la metrópoli principal, Mileto, y de cómo pudo articular durante cerca de un siglo un proyecto colonial único en toda la historia de la colonización griega. Hay además indicios suficientes, sobre todo de tipo epigráfico, que muestran constantes relaciones y vínculos con el santuario de Apolo en Dídima, uno de los principales lugares de culto de Mileto, que parece haber ejercido un papel importante en la dirección de la empresa colonial milesia y que, a juzgar por esos mismos testimonios, ha seguido velando con sus oráculos y sus consejos por la buena marcha del proceso una vez producidas las fundaciones coloniales.
En otro orden de cosas, ni las fuentes literarias ni el registro arqueológico atestiguan de forma directa conflictos con las poblaciones indígenas, aun cuando hay indicios de que en algunos momentos pudo haber problemas. La visión que nos da Heródoto, contemporánea y retrospectiva, sobre el helenismo póntico es de gran interés y aporta noticias valiosas; por ejemplo, es este autor quien nos habla de Anacarsis, el sabio escita asesinado por sus propios compatriotas por haber adoptado costumbres griegas (Hdt., 4.76-77), y de Esciles, un rey escita cuya madre era griega de Histria pero a quien le gustaba pasar largas temporadas en Borístenes viviendo según las costumbres griegas, lo que le condujo a la muerte (Hdt., 4.78-80). Esta información, junto con otros indicios, ha llevado a algunos autores a sugerir que a partir del primer tercio del siglo V algunas ciudades del Ponto septentrional, sobre todo Olbia, pudieron caer bajo el protectorado de reyes escitas, que exigían tributos a la pólis griega pero, al tiempo, garantizaban su seguridad, lo que pudo traducirse en un proceso de consolidación política y económica e, incluso, de expansión territorial. Como en otros ámbitos, también la Atenas de Pericles mostró su interés por el Ponto, tal vez para asegurarse un suministro regular de trigo, lo que se tradujo en una campaña que dirigió el estratego ateniense en 437 (Plu., Per., 20) cuyos objetivos y resultados, salvo por lo que se refiere a Sinope, que recibió un contingente de colonos de Atenas, no son concluyentes.
Otra interesante innovación política que vemos en el Ponto es el llamado reino del Bósforo, que abarcó pronto la mayor parte de las ciudades que se asomaban a las dos orillas del Bósforo Cimerio. Según asegura Diodoro Sículo (12.31), hacia 480 se habría hecho con el poder la familia de los Arqueanáctidas, que sería sustituida, a partir de 438, por Espartoco que, a su vez, daría lugar a una dinastía que gobernaría allí hasta fines del siglo II. El centro de este Estado estuvo en Panticapeo (actual Kerch), desde donde estos gobernantes que asumieron títulos como rey o arconte llevaron a cabo una serie de actividades de carácter sobre todo defensivo. Éste puede haber sido uno de los motivos de la creación de este Estado, que procuró mantener a sus miembros libres de los movimientos de poblaciones no griegas que afectaban a otras partes del Ponto; al tiempo, también llevaron a cabo una política anexionista contra otras ciudades que, como Ninfeo o Teodosia, no habían formado parte al principio de este Estado. Sus gobernantes aparecen con frecuencia mencionados en las fuentes literarias y epigráficas porque durante bastante tiempo fueron unos de los aliados más sólidos que tuvo Atenas en aquellos territorios, lo que le proporcionó a esta ciudad un suministro estable de trigo, algo necesario sobre todo en épocas de conflicto.
El Ponto Euxino constituye, pues, una región de especial entidad dentro de la cultura helénica, con ciudades de muy diverso tipo, origen y orientación, con interesantes relaciones con los entornos no griegos, apenas conocidas en otras áreas griegas, y con experimentos políticos, como el reino del Bósforo, que en cierto modo es precursor de lo que serán, en mayor escala, los futuros reinos helenísticos.

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