domingo, 24 de diciembre de 2017

Atlas histórico del mundo griego antiguo Adolfo J Domínguez José Pascual Capítulo 19 La Pentecontecia II. Democracia e imperialismo en la Atenas de Pericles

Entre la Paz de los Treinta Años (445) y el estallido de la Guerra del Peloponeso (431), Atenas culminó una época de apogeo en la que la pólis ática gozó de un período de estabilidad política, prosperidad económica, armonía social y espléndido desarrollo cultural. En estos años Pericles, elegido estratego sin interrupción hasta su muerte (429), dominó la vida política ateniense. Nacido hacia 494/3, en el seno de la más ilustre aristocracia ateniense, hijo de Jantipo, un político destacado en las Guerras Médicas, y de la alcme- ónida Agariste, Pericles era un orador deslumbrante (Olímpico, como se le llamaba), un hombre incorruptible y, sobre todo, un verdadero estadista capaz de prever y hacer frente a todas las situaciones (Th., 2.65.8-9). Pericles comenzó su carrera política en la facción nítidamente democrática de Efialtes y jamás abandonó sus ideales democráticos: su vida se consagró por entero al desarrollo de la democracia ateniense y a una visión grandiosa de Atenas y su poder. A través de su pensamiento, en el que se basa el texto que sigue (Th., 2.35-46), podemos acercarnos a los ideales que inspiraban la democracia ateniense.
Ante todo, la democracia se definía por la participación de todos los ciudadanos en la vida de la comunidad en condiciones de igualdad (isonomía), independientemente de su riqueza, origen familiar o social. Sólo el prestigio personal (axioma), nacido de los méritos individuales contraídos ante el pueblo, determinaba la importancia de cada uno en la pólis. Como los pobres (los thetes) estaban en peores condiciones que otros sectores sociales para participar en la política, ya que no podían formar parte de los tribunales, ni acudir asiduamente a la asamblea, debido a que necesitaban ganar un jornal para sobrevivir, Pericles introdujo las mistoforías, esto es, el pago de una pequeña indemnización (misthos) a cada ciudadano el día en que éste participaba en alguna institución política y que garantizaba, durante esa jornada, su subsistencia y la de su familia. Las mistoforías se convirtieron en un elemento esencial del sistema democrático ateniense puesto que hicieron posible la isonomía, la participación efectiva de los ciudadanos más pobres en las instituciones. Asimismo, la democracia se cimentaba sobre el debate público, entendido como deliberación previa y abierta en la que la decisión última se alcanzaba por el voto mayoritario de los ciudadanos. Esto exigía en general la libertad de expresión (parresía) y en particular el derecho de todo ciudadano a hablar librementeen las instituciones (isegoría), a promover determinada medida, apoyarla u oponerse. La libertad se extendía también en otros ámbitos como libertad económica y de ocupación y en la vida privada. Por último, la democracia tenía la obligación de proteger a los sectores más pobres y débiles de la sociedad, no sólo desde el punto de vista político o jurídico, sino también económico y, aunque no se procedió al reparto de bienes, Pericles impulsó de una manera decidida la mejora de su situación económica a través de las mis- toforías antedichas, el establecimiento de clerucos atenienses fuera del Ática y la realización de un asombroso programa constructivo, que absorbió grandes cantidades de mano de obra a la vez que contribuyó a dinamizar la vida económica. Naturalmente las libertades democráticas tenían sus límites: el prestigio de cada uno, las restricciones de orden moral y religioso y, sobre todo, las leyes, emanación de la voluntad comunitaria. La democracia se sometía así al imperio de la ley, que organizaba la participación cívica, imponía un turno en el mando y la obediencia, dejaba espacio para que todos, ricos y pobres, aristócratas y gente del común, tomaran parte, y conciliaba la libertad individual con la libertad colectiva.
La democracia comportaba no sólo la participación de todos los ciudadanos sino también las normas que reglaban las diferentes instituciones y que se habían venido promulgando a lo largo del tiempo (no existía el sentido moderno de constitución). En primer lugar las leyes que regulaban el acceso a la ciudadanía. Desde la ley de Pericles de 451/0, únicamente los hombres nacidos de padre y madre atenienses, dentro del matrimonio legítimo, podían acceder a la plena ciudadanía. Ciertamente las mujeres, los niños, los extranjeros y los esclavos estaban excluidos, pero el poder de decisión que los cincuenta mil ciudadanos atenienses retenían en sus manos (y muchos miles más que vivían en un sistema democrático en el resto del mundo griego), no tenía precedente y sigue siendo perturbador en nuestros días. Al cumplir los dieciocho años, el joven ateniense era inscrito en el demo correspondiente e incluido en una de las tribus y en una de las clases censatarias solonianas. A partir de este momento, teniendo en cuenta su edad y la clase soloniana de pertenencia, el nuevo ciudadano podía participar en el sistema democrático y acceder a sus instituciones.

Los magistrados atenienses (arehai) sumaban unos mil cuatrocientos, divididos aproximadamente en dos mitades iguales entre aquellos que ejercían sus funciones en Atenas y el Ática y aquellos que servían en el Egeo. Los magistrados recibían su poder por delegación de los ciudadanos y, aunque algunos magistrados, como los estrategos, se elegían a través del voto, una de las características del período parece haber sido la generalización del sorteo, considerado el modo más democrático de elección. El magistrado recibía una retribución económica y, dependiendo de la magistratura concreta, era posible la reelección. Como era habitual en el resto del mundo griego, las magistraturas atenienses eran anuales y colegiadas, esto es, se dividían en colegios (diez estrategos, nueve arcontes) en los que cada uno de sus miembros tenía igual voto y poder. Los magistrados podían tomar decisiones en el ámbito de sus competencias, pero sus funciones principales eran preparatorias y ejecutivas: tomaban la iniciativa en la presentación de propuestas de resolución, pero la decisión última estaba en manos de otras instituciones rigurosos controles. Antes de entrar en posesión efectiva de su cargo debía pasar(Consejo, Asamblea, tribunales), y se encargaban de ejecutar las decisiones acordadas por otros organismos. Limitado en sus poderes, el magistrado ateniense estaba sometido también a una investigación previa ante el Consejo (dokimasía). A lo largo de su mandato era controlado por el Consejo y confirmado cada mes por la Asamblea. Todo magistrado podía ser destituido durante el ejercicio de su cargo y llevado a juicio. Tras el término de su mandato debía someterse a una rendición de cuentas (euthyna) normalmente ante una comisión del Consejo y, en determinados casos graves y especiales, podía comparecer ante la Asamblea o los tribunales.
La Bulé o Consejo estaba formado por quinientos consejeros o buleutas (de ahí su nombre de Consejo de los Quinientos), elegidos a razón de cincuenta por cada una de las diez tribus atenienses. Para acceder al Consejo era necesario ser ciudadano, contar al menos con treinta años y formar parte de una de las tres primeras clases solonianas (los thetes estaban excluidos). Sólo se podía ser consejero dos veces en la vida, siempre y cuando no fuera en dos años consecutivos. Los buleutas percibían una indemnización cada día que había reunión, unas doscientas sesenta veces al año, si acudían efectivamente a ella. La principal función de la Bulé era deliberativa y tenía que ver con la asamblea, esto es, debatía las propuestas recibidas, las redactaba en forma de proyecto de resolución y las remitía a la Asamblea. La Bulé cumplía también otras funciones relacionadas con la administración diaria, por ejemplo, controlaba a los magistrados, cuidaba de los espacios y edificios públicos, de los arsenales y los templos y organizaba determinadas fiestas.
Los cincuenta consejeros de cada tribu desempeñaban durante uno de los diez meses en los que estaba dividido el año civil ático la llamada pritanía (durante treinta y seis o treinta y siete días). Es decir, estos cincuenta pritanos convocaban la Bulé y elaboraban el orden del día de la reunión del Consejo, vigilaban el archivo y el tesoro público y custodiaban el sello del Estado.
Junto con los tribunales, la Asamblea de ciudadanos formaba el núcleo del sistema democrático. La Asamblea se reunía unas cuarenta veces al año, aunque podía convocarse de manera extraordinaria cuantas veces se estimara necesario y estaba abierta a todos los ciudadanos, cada uno de los cuales disponía de un voto (se trataba, pues, de una democracia directa y no representativa) y podía hablar en ella. Salvo las competencias que estaban en manos de los tribunales, la Asamblea tomaba la decisión última sobre cualquier asunto importante ya fuera de tipo legislativo, de política exterior, financiero, religioso, etc. Desde la última parte del siglo V, todo ciudadano que acudía a la Asamblea tenía derecho a percibir un misthos, una indemnización.
Cada año los atenienses elegían por sorteo seis mil jueces para atender a los diferentes tribunales (dikasteria) que poseía la ciudad, el más importante de los cuales era el de la Heliea. Estos jueces recibían una paga el día que actuaban. Los tribunales se reunían entre ciento cincuenta y doscientas veces al año. Los arcontes eran los encargados de instruir los casos, fijaban el día para la vista y presidían los tribunales. Los atenienses distinguían entre acusaciones privadas (dikai) y públicas (graphai, literalmente "escritas"). Cada ciudadano hablaba por sí mismo ante los tribunales, acusaba, se defendía o apoyaba la acusación o defensa de otro (no existían, pues, fiscales ni abogados, aunque sí había profesionales que escribían discursos para otros –los logógrafos– y que luego los clientes se aprendían de memoria). Oídas las partes, los jueces votaban inocente o culpable de manera inapelable, sin deliberación previa entre ellos ni acudir a jurispru-Los ciudadanos atenienses están repartidos en diez tribus cada una de las cuales incluye una trittys (agrupación de demos o distritos) de la costa (paralia), una del interior (mesogeia) y otra de la ciudad (asty). Por tribus se reclutan los diez batallones que forman el ejército ateniense además de un contingente proporcional de caballería, y se eligen los seis mil jueces, los quinientos miembros del Consejo o Bulé (cincuenta de cada tribu) y la mayoría de los magistrados, los más importantes son los diez estrategos y los nueve arcontes; estos últimos, al terminar su mandato, entran a formar parte de manera vitalicia del Areópago. La Bulé convoca la asamblea y le somete los proyectos de resolución. Cada mes los cincuenta consejeros de una de las tribus ejercen la pritanía o presidencia de la Bulé y la convocan. La asamblea está abierta a todos los atenienses y el voto es por ciudadano.dencia alguna (cosa que hubiera limitado al sistema democrático en la capacidad de un ciudadano para votar libremente). Si el demandado era hallado culpable y la pena no estaba fijada de antemano, acusador y acusado tenían derecho a tomar de nuevo la palabra y a proponer cada uno una pena. Una nueva votación de los jueces zanjaba el asunto.
Los ciudadanos atenienses están repartidos en diez tribus cada una de las cuales incluye una trittys (agrupación de demos o distritos) de la costa (PARALIA), una del interior (mesogeia) y otra de la ciudad (asty). Por tribus se reclutan los diez batallones que forman el ejército ateniense además de un contingente proporcional de caballería, y se eligen los seis mil jueces, los quinientos miembros del Consejo o Bulé (cincuenta de cada tribu) y la mayoría de los magistrados, los más importantes son los diez estrategos y los nueve arcontes; estos últimos, al terminar su mandato, entran a formar parte de manera vitalicia del Areópago. La Bulé convoca la asamblea y le somete los proyectos de resolucion. Cada mes los cincuenta consejeros de una de las tribus ejercen la pritania o presidencia de la Bulé y la convocan. La asamblea está abierta a todos los atenienses y el voto es por ciudadano.
Desde la década de los cincuenta del siglo V Atenas prosiguió y reforzó la política de dominación que estaba ya presente desde el mismo nacimiento de la Liga délica. Ciertamente la aportación de contribuciones económicas no puede ser esgrimida como un síntoma de imperialismo, ya que había sido libremente acordada por los aliados, pero mucho más discutible era la capacidad ateniense para revisarla discrecionalmente de manera periódica cada cuatro años (conocemos trece revisiones entre 454/3 y 410/9) o de forma extraordinaria (como en 443/2). Y, aunque los aliados podían presentar sus reclamaciones, éstas se dirimían ante los tribunales atenienses. Atenas extendió además la tributación a casi todos los estados miembros, que fueron repartidos en cuatro distritos tributarios, e impuso intereses de demora y el tesoro de la Liga se trasladó a Atenas (c. 454), sus administradores, los helenotamías, eran todos atenienses y los fondos fueron usados en el interés de Atenas, por ejemplo, para financiar las costosas obras de la Acrópolis. Atenas llegó a imponer que los ciudadanos más ricos de cada Estado respondieran con sus bienes del montante del tributo (Antifonte, frg. 52). Mientras que los aliados, a causa del tributo, se veían limitados en sus recursos y abandonaban su flota, la armada ateniense aumentó hasta los trescientos trirremes y se convirtió en un instrumento de opresión que hacía imposible cualquier veleidad de salirse de la Liga. Obviamente, una vez que se firmó la paz con Persia (Paz de Calías de 449), cumplidos sus objetivos, la Liga debía disolverse pero Atenas la mantuvo (sobre su existencia se basaba su poder) y, al mismo tiempo, el sínodo de los aliados dejó posiblemente de reunirse. Por otra parte, muchos ciudadanos atenienses adquirieron tierras en los territorios de los aliados en contra del derecho exclusivo de los ciudadanos de estas póleis a poseer terrenos y casas. El propio Estado ateniense detrajo territorios de los estados aliados, promoviendo una auténtica colonización que dio lugar, en ocasiones, a la fundación de póleis independientes como Turios o Anfípolis en Tracia, y, sobre todo, al establecimiento de cleru- quías, asentamientos de ciudadanos atenienses en los territorios de los aliados que no perdían su derecho de ciudadanía y seguían formando parte del Estado ateniense. Atenas obligó también a aceptar los decretos atenienses a todos los aliados, cargó con condiciones particulares a varios estados y exigió que determinados casos judiciales (que conllevaban pena de muerte o atimía –pérdida de derechos de ciudadanía–) fueran remitidos a los tribunales atenienses. Atenas forzó además el uso exclusivo de su moneda y de su sistema de pesas y medidas a todos los aliados (c. 447). Setecientos magistrados atenienses cuidaron de los intereses de Atenas en el Egeo y se inmiscuyeron gravemente en la vida interna de los aliados y, aunque no parece un recurso ampliamente difundido, se instalaron también guarniciones. Después de una rebelión, se impusieron duras condiciones y se introdujo el régimen democrático. Es cierto que tal política conllevaba algunos beneficios para todos o parte de los aliados, promovía la prosperidad económica, les libraba del servicio militar y las democracias, aunque tuteladas, evitaban las oligarquías, pero la realidad última se dejaba ver con nitidez: Atenas había pasado de ser la potencia hegemónica de una alianza militar con pretensiones igualitarias a imponer unverdadero imperio en buena parte del Egeo. Fruto del descontento, en este período Atenas hubo de hacer frente a nuevas sublevaciones entre los miembros de la Liga como Samos (440-439) y Bizancio (esta última, posiblemente atemorizada, regresó a la alianza sin lucha).
Además del propio desarrollo del imperialismo, dentro del marco establecido por la Paz de los Treinta Años, Atenas desplegó una gran actividad exterior, muestra de la época de esplendor por la que atravesaba la pólis. En 444/3 fundó Turios, con la intención de extender sus intereses comerciales y su prestigio cultural entre los griegos de Occidente, y, en 437/6, estableció una colonia en Anfípolis con el fin de garantizarse el acceso al comercio, la madera y las minas de oro tracias. En 437, Pericles comandó una expedición naval al Ponto Euxino en la que se aseguró el control del Quersoneso, concluyó un acuerdo comercial con los reyes del Bósforo, que daba a Atenas derechos preferentes en el comercio de grano, e intervino en varias ciudades griegas del Ponto. En 435, Atenas firmó una alianza con Corcira (Corfú), que aunque defensiva, provocó la hostilidad de Corinto que veía amenazada su ruta de abastecimiento con el Occidente griego. En 432, se sublevó Potidea en la Calcídica, que recibió el apoyo corintio, y, al m Mismo tiempo, los atenienses trataron de bloquear económicamente a Mégara para forzarla a abandonar la Liga del Peloponeso (el control de Mégara impediría las invasiones del Ática). Finalmente, la tensión acumulada entre la Liga de Delos y la Liga del Peloponeso a lo largo de cincuenta años, especialmente durante el último quinquenio (435-431), llevó al estallido, en la primavera de 431, de la terrible Guerra del Peloponeso que habría de prolongarse hasta 404.

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