Entre la Paz de los Treinta Años
(445) y el estallido de la Guerra del Peloponeso (431), Atenas culminó una
época de apogeo en la que la pólis ática
gozó de un período de estabilidad política, prosperidad económica, armonía
social y espléndido desarrollo cultural. En estos años Pericles, elegido
estratego sin interrupción hasta su muerte (429), dominó la vida política
ateniense. Nacido hacia 494/3, en el seno de la más ilustre aristocracia
ateniense, hijo de Jantipo, un político destacado en las Guerras Médicas, y de
la alcme- ónida Agariste, Pericles era un orador deslumbrante (Olímpico, como
se le llamaba), un hombre incorruptible y, sobre todo, un verdadero estadista
capaz de prever y hacer frente a todas las situaciones (Th., 2.65.8-9).
Pericles comenzó su carrera política en la facción nítidamente democrática de
Efialtes y jamás abandonó sus ideales democráticos: su vida se consagró por
entero al desarrollo de la democracia ateniense y a una visión grandiosa de
Atenas y su poder. A través de su pensamiento, en el que se basa el texto que
sigue (Th., 2.35-46), podemos acercarnos a los ideales que inspiraban la
democracia ateniense.
Ante todo, la democracia se
definía por la participación de todos los ciudadanos en la vida de la comunidad
en condiciones de igualdad (isonomía),
independientemente de su riqueza, origen familiar o social. Sólo el prestigio
personal (axioma), nacido de los
méritos individuales contraídos ante el pueblo, determinaba la importancia de
cada uno en la pólis. Como los pobres
(los thetes) estaban en peores
condiciones que otros sectores sociales para participar en la política, ya que
no podían formar parte de los tribunales, ni acudir asiduamente a la asamblea,
debido a que necesitaban ganar un jornal para sobrevivir, Pericles introdujo
las mistoforías, esto es, el pago de
una pequeña indemnización (misthos) a
cada ciudadano el día en que éste participaba en alguna institución política y
que garantizaba, durante esa jornada, su subsistencia y la de su familia. Las mistoforías se convirtieron en un
elemento esencial del sistema democrático ateniense puesto que hicieron posible
la isonomía, la participación
efectiva de los ciudadanos más pobres en las instituciones. Asimismo, la
democracia se cimentaba sobre el debate público, entendido como deliberación
previa y abierta en la que la decisión última se alcanzaba por el voto
mayoritario de los ciudadanos. Esto exigía en general la libertad de expresión
(parresía) y en particular el derecho
de todo ciudadano a hablar librementeen las instituciones (isegoría), a promover determinada medida, apoyarla u oponerse. La
libertad se extendía también en otros ámbitos como libertad económica y de
ocupación y en la vida privada. Por último, la democracia tenía la obligación
de proteger a los sectores más pobres y débiles de la sociedad, no sólo desde
el punto de vista político o jurídico, sino también económico y, aunque no se
procedió al reparto de bienes, Pericles impulsó de una manera decidida la
mejora de su situación económica a través de las mis- toforías antedichas, el
establecimiento de clerucos atenienses fuera del Ática y la realización de un
asombroso programa constructivo, que absorbió grandes cantidades de mano de
obra a la vez que contribuyó a dinamizar la vida económica. Naturalmente las
libertades democráticas tenían sus límites: el prestigio de cada uno, las
restricciones de orden moral y religioso y, sobre todo, las leyes, emanación de
la voluntad comunitaria. La democracia se sometía así al imperio de la ley, que
organizaba la participación cívica, imponía un turno en el mando y la
obediencia, dejaba espacio para que todos, ricos y pobres, aristócratas y gente
del común, tomaran parte, y conciliaba la libertad individual con la libertad
colectiva.
La democracia comportaba no sólo
la participación de todos los ciudadanos sino también las normas que reglaban
las diferentes instituciones y que se habían venido promulgando a lo largo del
tiempo (no existía el sentido moderno de constitución). En primer lugar las
leyes que regulaban el acceso a la ciudadanía. Desde la ley de Pericles de
451/0, únicamente los hombres nacidos de padre y madre atenienses, dentro del
matrimonio legítimo, podían acceder a la plena ciudadanía. Ciertamente las
mujeres, los niños, los extranjeros y los esclavos estaban excluidos, pero el
poder de decisión que los cincuenta mil ciudadanos atenienses retenían en sus
manos (y muchos miles más que vivían en un sistema democrático en el resto del
mundo griego), no tenía precedente y sigue siendo perturbador en nuestros días.
Al cumplir los dieciocho años, el joven ateniense era inscrito en el demo
correspondiente e incluido en una de las tribus y en una de las clases censatarias
solonianas. A partir de este momento, teniendo en cuenta su edad y la clase
soloniana de pertenencia, el nuevo ciudadano podía participar en el sistema
democrático y acceder a sus instituciones.
Los magistrados atenienses (arehai) sumaban unos mil cuatrocientos,
divididos aproximadamente en dos mitades iguales entre aquellos que ejercían
sus funciones en Atenas y el Ática y aquellos que servían en el Egeo. Los
magistrados recibían su poder por delegación de los ciudadanos y, aunque
algunos magistrados, como los estrategos, se elegían a través del voto, una de
las características del período parece haber sido la generalización del sorteo,
considerado el modo más democrático de elección. El magistrado recibía una
retribución económica y, dependiendo de la magistratura concreta, era posible
la reelección. Como era habitual en el resto del mundo griego, las
magistraturas atenienses eran anuales y colegiadas, esto es, se dividían en
colegios (diez estrategos, nueve arcontes) en los que cada uno de sus miembros tenía
igual voto y poder. Los magistrados podían tomar decisiones en el ámbito de sus
competencias, pero sus funciones principales eran preparatorias y ejecutivas:
tomaban la iniciativa en la presentación de propuestas de resolución, pero la
decisión última estaba en manos de otras instituciones rigurosos controles.
Antes de entrar en posesión efectiva de su cargo debía pasar(Consejo, Asamblea,
tribunales), y se encargaban de ejecutar las decisiones acordadas por otros
organismos. Limitado en sus poderes, el magistrado ateniense estaba sometido
también a una investigación previa ante el Consejo (dokimasía). A lo largo de su mandato era controlado por el Consejo
y confirmado cada mes por la Asamblea. Todo magistrado podía ser destituido
durante el ejercicio de su cargo y llevado a juicio. Tras el término de su
mandato debía someterse a una rendición de cuentas (euthyna) normalmente ante una comisión del Consejo y, en
determinados casos graves y especiales, podía comparecer ante la Asamblea o los
tribunales.
La Bulé o Consejo estaba formado
por quinientos consejeros o buleutas (de ahí su nombre de Consejo de los
Quinientos), elegidos a razón de cincuenta por cada una de las diez tribus
atenienses. Para acceder al Consejo era necesario ser ciudadano, contar al
menos con treinta años y formar parte de una de las tres primeras clases
solonianas (los thetes estaban
excluidos). Sólo se podía ser consejero dos veces en la vida, siempre y cuando
no fuera en dos años consecutivos. Los buleutas percibían una indemnización
cada día que había reunión, unas doscientas sesenta veces al año, si acudían
efectivamente a ella. La principal función de la Bulé era deliberativa y tenía
que ver con la asamblea, esto es, debatía las propuestas recibidas, las
redactaba en forma de proyecto de resolución y las remitía a la Asamblea. La
Bulé cumplía también otras funciones relacionadas con la administración diaria,
por ejemplo, controlaba a los magistrados, cuidaba de los espacios y edificios
públicos, de los arsenales y los templos y organizaba determinadas fiestas.
Los cincuenta consejeros de cada
tribu desempeñaban durante uno de los diez meses en los que estaba dividido el
año civil ático la llamada pritanía (durante treinta y seis o treinta y siete
días). Es decir, estos cincuenta pritanos convocaban la Bulé y elaboraban el
orden del día de la reunión del Consejo, vigilaban el archivo y el tesoro
público y custodiaban el sello del Estado.
Junto con los tribunales, la
Asamblea de ciudadanos formaba el núcleo del sistema democrático. La Asamblea
se reunía unas cuarenta veces al año, aunque podía convocarse de manera
extraordinaria cuantas veces se estimara necesario y estaba abierta a todos los
ciudadanos, cada uno de los cuales disponía de un voto (se trataba, pues, de
una democracia directa y no representativa) y podía hablar en ella. Salvo las
competencias que estaban en manos de los tribunales, la Asamblea tomaba la
decisión última sobre cualquier asunto importante ya fuera de tipo legislativo,
de política exterior, financiero, religioso, etc. Desde la última parte del
siglo V, todo ciudadano que acudía a la Asamblea tenía derecho a percibir un misthos, una indemnización.
Cada año los atenienses elegían
por sorteo seis mil jueces para atender a los diferentes tribunales (dikasteria) que poseía la ciudad, el más
importante de los cuales era el de la Heliea. Estos jueces recibían una paga el
día que actuaban. Los tribunales se reunían entre ciento cincuenta y doscientas
veces al año. Los arcontes eran los encargados de instruir los casos, fijaban
el día para la vista y presidían los tribunales. Los atenienses distinguían
entre acusaciones privadas (dikai) y
públicas (graphai, literalmente
"escritas"). Cada ciudadano hablaba por sí mismo ante los tribunales,
acusaba, se defendía o apoyaba la acusación o defensa de otro (no existían,
pues, fiscales ni abogados, aunque sí había profesionales que escribían
discursos para otros –los logógrafos– y que luego los clientes se aprendían de
memoria). Oídas las partes, los jueces votaban inocente o culpable de manera
inapelable, sin deliberación previa entre ellos ni acudir a jurispru-Los
ciudadanos atenienses están repartidos en diez tribus cada una de las cuales
incluye una trittys (agrupación de demos o distritos) de la costa (paralia), una del interior (mesogeia)
y otra de la ciudad (asty). Por tribus se reclutan los
diez batallones que forman el ejército ateniense además de un contingente
proporcional de caballería, y se eligen los seis mil jueces, los quinientos
miembros del Consejo o Bulé (cincuenta de cada tribu) y la mayoría de los
magistrados, los más importantes son los diez estrategos y los nueve arcontes;
estos últimos, al terminar su mandato, entran a formar parte de manera
vitalicia del Areópago. La Bulé convoca la asamblea y le somete los proyectos
de resolución. Cada mes los cincuenta consejeros de una de las tribus ejercen
la pritanía o presidencia de la Bulé y la convocan. La asamblea está abierta a
todos los atenienses y el voto es por ciudadano.dencia alguna (cosa que hubiera
limitado al sistema democrático en la capacidad de un ciudadano para votar
libremente). Si el demandado era hallado culpable y la pena no estaba fijada de
antemano, acusador y acusado tenían derecho a tomar de nuevo la palabra y a
proponer cada uno una pena. Una nueva votación de los jueces zanjaba el asunto.
Los ciudadanos atenienses están
repartidos en diez tribus cada una de las cuales incluye una trittys (agrupación de demos o
distritos) de la costa (PARALIA), una
del interior (mesogeia) y otra de la
ciudad (asty). Por tribus se reclutan
los diez batallones que forman el ejército ateniense además de un contingente
proporcional de caballería, y se eligen los seis mil jueces, los quinientos
miembros del Consejo o Bulé (cincuenta de cada tribu) y la mayoría de los
magistrados, los más importantes son los diez estrategos y los nueve arcontes;
estos últimos, al terminar su mandato, entran a formar parte de manera
vitalicia del Areópago. La Bulé convoca la asamblea y le somete los proyectos
de resolucion. Cada mes los cincuenta consejeros de una de las tribus ejercen
la pritania o presidencia de la Bulé y la convocan. La asamblea está abierta a
todos los atenienses y el voto es por ciudadano.
Desde la década de los cincuenta
del siglo V Atenas prosiguió y reforzó la política de dominación que estaba ya
presente desde el mismo nacimiento de la Liga délica. Ciertamente la aportación
de contribuciones económicas no puede ser esgrimida como un síntoma de
imperialismo, ya que había sido libremente acordada por los aliados, pero mucho
más discutible era la capacidad ateniense para revisarla discrecionalmente de
manera periódica cada cuatro años (conocemos trece revisiones entre 454/3 y
410/9) o de forma extraordinaria (como en 443/2). Y, aunque los aliados podían
presentar sus reclamaciones, éstas se dirimían ante los tribunales atenienses.
Atenas extendió además la tributación a casi todos los estados miembros, que
fueron repartidos en cuatro distritos tributarios, e impuso intereses de demora
y el tesoro de la Liga se trasladó a Atenas (c. 454), sus administradores, los
helenotamías, eran todos atenienses y los fondos fueron usados en el interés de
Atenas, por ejemplo, para financiar las costosas obras de la Acrópolis. Atenas
llegó a imponer que los ciudadanos más ricos de cada Estado respondieran con
sus bienes del montante del tributo (Antifonte, frg. 52). Mientras que los aliados, a causa del tributo, se veían
limitados en sus recursos y abandonaban su flota, la armada ateniense aumentó
hasta los trescientos trirremes y se convirtió en un instrumento de opresión
que hacía imposible cualquier veleidad de salirse de la Liga. Obviamente, una
vez que se firmó la paz con Persia (Paz de Calías de 449), cumplidos sus
objetivos, la Liga debía disolverse pero Atenas la mantuvo (sobre su existencia
se basaba su poder) y, al mismo tiempo, el sínodo de los aliados dejó
posiblemente de reunirse. Por otra parte, muchos ciudadanos atenienses
adquirieron tierras en los territorios de los aliados en contra del derecho
exclusivo de los ciudadanos de estas póleis
a poseer terrenos y casas. El propio Estado ateniense detrajo territorios
de los estados aliados, promoviendo una auténtica colonización que dio lugar,
en ocasiones, a la fundación de póleis independientes
como Turios o Anfípolis en Tracia, y, sobre todo, al establecimiento de cleru-
quías, asentamientos de ciudadanos atenienses en los territorios de los aliados
que no perdían su derecho de ciudadanía y seguían formando parte del Estado
ateniense. Atenas obligó también a aceptar los decretos atenienses a todos los
aliados, cargó con condiciones particulares a varios estados y exigió que
determinados casos judiciales (que conllevaban pena de muerte o atimía –pérdida de derechos de
ciudadanía–) fueran remitidos a los tribunales atenienses. Atenas forzó además
el uso exclusivo de su moneda y de su sistema de pesas y medidas a todos los
aliados (c. 447). Setecientos magistrados atenienses cuidaron de los intereses
de Atenas en el Egeo y se inmiscuyeron gravemente en la vida interna de los
aliados y, aunque no parece un recurso ampliamente difundido, se instalaron
también guarniciones. Después de una rebelión, se impusieron duras condiciones
y se introdujo el régimen democrático. Es cierto que tal política conllevaba
algunos beneficios para todos o parte de los aliados, promovía la prosperidad
económica, les libraba del servicio militar y las democracias, aunque
tuteladas, evitaban las oligarquías, pero la realidad última se dejaba ver con
nitidez: Atenas había pasado de ser la potencia hegemónica de una alianza
militar con pretensiones igualitarias a imponer unverdadero imperio en buena
parte del Egeo. Fruto del descontento, en este período Atenas hubo de hacer
frente a nuevas sublevaciones entre los miembros de la Liga como Samos (440-439)
y Bizancio (esta última, posiblemente atemorizada, regresó a la alianza sin
lucha).
Además del propio desarrollo del
imperialismo, dentro del marco establecido por la Paz de los Treinta Años,
Atenas desplegó una gran actividad exterior, muestra de la época de esplendor
por la que atravesaba la pólis. En
444/3 fundó Turios, con la intención de extender sus intereses comerciales y su
prestigio cultural entre los griegos de Occidente, y, en 437/6, estableció una
colonia en Anfípolis con el fin de garantizarse el acceso al comercio, la
madera y las minas de oro tracias. En 437, Pericles comandó una expedición
naval al Ponto Euxino en la que se aseguró el control del Quersoneso, concluyó
un acuerdo comercial con los reyes del Bósforo, que daba a Atenas derechos preferentes
en el comercio de grano, e intervino en varias ciudades griegas del Ponto. En
435, Atenas firmó una alianza con Corcira (Corfú), que aunque defensiva,
provocó la hostilidad de Corinto que veía amenazada su ruta de abastecimiento
con el Occidente griego. En 432, se sublevó Potidea en la Calcídica, que
recibió el apoyo corintio, y, al m Mismo tiempo, los atenienses trataron de
bloquear económicamente a Mégara para forzarla a abandonar la Liga del
Peloponeso (el control de Mégara impediría las invasiones del Ática).
Finalmente, la tensión acumulada entre la Liga de Delos y la Liga del
Peloponeso a lo largo de cincuenta años, especialmente durante el último
quinquenio (435-431), llevó al estallido, en la primavera de 431, de la
terrible Guerra del Peloponeso que habría de prolongarse hasta 404.
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