sábado, 23 de diciembre de 2017

Atlas histórico del mundo griego antiguo Adolfo J Domínguez José Pascual Capítulo 2 Creta y las Cícladas

Una de las primeras pesadillas a las que tiene que enfrentarse cualquiera que se aproxima a las fases más antiguas de la historia de Grecia es la referente a la cronología. Aun cuando los esquemas temporales que seguimos manejando en la actualidad siguen basados en una organización tripartita surgida en el tránsito entre el siglo XIX y el XX, numerosas han sido las correcciones introducidas a la misma, bien modificando las fechas que en su inicio se habían propuesto, bien introduciendo subdivisiones dentro de ella, casi ad infinitum. No es el propósito de esta obra profundizar con detalle de especialista en este proceloso terreno, sujeto asimismo a revisiones de calado durante estos últimos años, sino tan sólo aportar un marco genérico sobre el que poder analizar los acontecimientos históricos. Es, por ello mismo, por lo que nos limitaremos a proponer el esqueleto cronológico básico que, en líneas generales, se acepta en la actualidad sin mayores pretensiones de profundización, que quedan reservadas para el más interesado o el especialista.
Si prescindimos de las fases de la más remota Prehistoria, e incluso de algunas fases de la más reciente, podemos decir que las raíces si no últimas y remotas al menos más directas de la civilización que se desarrollará en Grecia hay que buscarlas en lo que conocemos, también siguiendo nomenclaturas decimonónicas, como la Edad del Bronce. Dentro de la misma, y siguiendo el esquema tripartito ya mencionado se distinguía una etapa Antigua, otra Media y otra Reciente o Tardía; del mismo modo, ya desde los descubrimientos en Grecia (Micenas) y, más tarde, en Creta (Cnoso), junto a los hallazgos en las islas griegas, se observaron las evidentes relaciones que existieron entre esos tres diferentes ámbitos, lo que provocó que, junto con la necesaria singularización de sus respectivas cronologías, se buscase también resaltar la sincronía de sus manifestaciones. Hay que decir que ese esquema, trabajosamente elaborado, aunque ha resistido el paso del tiempo, ha visto también cómo no siempre ha resultado fácil el mantenimiento de los lazos cronológicos que unían a los diferentes territorios. Fruto, pues, de esta visión es la denominación de Cicládico para la Edad del Bronce en ese archipiélago, mientras que en el continente el mismo período fue etiquetado como Heládico, reservándose el apelativo de Minoico (derivado del nombre del mítico rey cretense Minos) para la Edad del Bronce cretense.
Las fechas que se manejan, insistiendo de nuevo en que aún sigue avanzándose en la precisión de detalle de las mismas, serían las siguientes: el Cicládico I y el Minoico I (sobre el Heládieo volveremos en otro capítulo aunque, en líneas generales, este esquema cronológico genérico sirve también para el mismo), correspondiente al Bronce Antiguo se habría desarrollado a lo largo del tercer milenio, si bien el afinamiento de las cronologías por carbono 14 permite llevar este período, al menos en Creta, hasta mediados del cuarto milenio; el paso al Bronce Medio (Cicládico II y Minoico II) se habría producido hacia el tránsito entre el segundo y primer milenio, casi con seguridad un poco antes en Creta y algo después en las islas; por fin, el Cicládico III y Minoico III o Bronce Tardío o Reciente habría surgido hacia mediados del siglo XVI; el final de este período histórico, que ve el tránsito a lo que, en términos arqueológicos, se denomina Edad del Hierro, tendría lugar durante el siglo XII; además de esta clasificación, para la Edad del Bronce cretense se maneja otra, en esta ocasión basada en el desarrollo de una de las principales manifestaciones culturales de esta gran isla, los palacios. Sin embargo, no insistiremos aquí demasiado en ella porque es cada vez más claro que esta secuencia, al menos en el caso del palacio principal de la isla, el de Cnoso, necesita de una profunda revisión tanto cronológica como, quizá sobre todo, conceptual.
Sentado este marco cronológico, pasemos a ver los principales rasgos que nos deparan los ambientes insulares y cretenses durante la Edad del Bronce, bien entendido que los aspectos de la expansión comercial y, acaso, colonial cretense serán abordados en otro capítulo y que dedicaremos otro al palacio de Cnoso.

Empezando por el mundo cicládico, parece que la ocupación de la mayoría de las islas, en especial de las más pequeñas, se produce durante este período, habida cuenta de la ausencia en muchas de ellas de testimonios de época neolítica. Los yacimientos principales son Phylakopi en Melos y, surgiendo algo después, Ayia Irini en Ceos, además de algunos otros mal conocidos; por ende, buena parte del material existente procede de ambientes funerarios, lo que impide saber muchos detalles de los asentamientos. Por consiguiente, ha sido Phylakopi quien ha marcado la pauta de nuestros conocimientos durante este e, incluso, períodos posteriores. No es demasiado lo que conocemos de las primeras etapas del Cicládico Antiguo, pero los materiales procedentes de tumbas (en su mayoría expoliadas) ya muestran el desarrollo de una interesante actividad alfarera, a la que se une el inicio de la manufactura de vasijas y estatuillas de mármol; de los asentamientos poco es lo que sabemos pero da la impresión de que la población se agrupa en pequeños núcleos de carácter poco más que familiar y la escasez de objetos de metal en el registro arqueológico sugiere relaciones externas de bajo nivel, aunque en el ambiente insular los intercambios externos fueron siempre un elemento imprescindible. A partir de mediados del tercer milenio empiezan a aparecer pequeños poblados constituidos por viviendas rectangulares, como en Ayia Irini (Ceos) o en la propia isla de Melos, que sugieren la existencia de grupos de tipo familia extensa que parecen ir ocupando diversos poblados atendiendo a la temporalidad y a las necesidades agrícolas y ganaderas. La manufactura de vasos de mármol va en aumento y las figurillas van alcanzando una mayor calidad, empezando a aparecer las representaciones de tocadores de arpa que tan características serán de la producción escultórica cicládica. Del mismo modo, parece iniciarse la explotación de vetas metalíferas en algunas islas como Sifnos o Citno, cuyos productos se difunden por el archipiélago, pero también empiezan a ser frecuentes los contactos con el continente y con Creta; la producción y exportación de mármol de Naxos y Paroso de la obsidiana de Melos se configurará como un auténtico motor económico. Según vamos acercándonos al final del tercer milenio empiezan a emerger poblados fortificados de cierta complejidad, como el de Kastri en Siros. La metalurgia, mucho más importante, muestra el desarrollo de conexiones con el continente y con Creta, reforzándose de forma muy clara también sus relaciones con el mundo anatolio. Da la impresión de que al final del Cicládico Antiguo las islas han acabado por constituir ese papel de intermediarios entre el continente griego y Anatolia que desempeñarán en lo sucesivo a lo largo de su historia.

Durante el período equivalente, Minoico Antiguo, la isla de Creta vive un momento de gran intensidad cultural; en numerosos puntos de la isla, y en especial en lugares donde, con el tiempo, surgirán palacios, como en Cnoso y en Festo, empezarán a aparecer asentamientos al aire libre, aunque en otras partes de la isla se seguirá habitando en cuevas, como durante el Neolítico. En aquellos puntos las aglomeraciones pueden no haber sido más que aldeas más o menos grandes, aunque conocemos poco de ellas por haberse alterado en el momento de construir los palacios. La producción metalúrgica, aunque no extraordinaria, sí se atestigua en Creta durante los primeros siglos del tercer milenio. A partir del segundo tercio del tercer milenio empiezan a ser mejor conocidos los asentamientos, tales como Vasiliki, Myrtos o Tripiti, que muestran, como en el primero de los casos, grandes edificios con extensas estancias junto con otras menores; parece detectarse en la isla un incremento de población así como una mayor espe- cialización del trabajo (desarrollo de actividades artesanales específicas: alfarería, elaboración de vasos de piedra, metalistería, orfebrería), lo que presupone una mejor gestión (¿comunal?) de los recursos naturales, así como contactos con el exterior, en especial con las Cícladas, pero también con el continente.
Las tradiciones funerarias del mundo del Minoico Antiguo son muy variadas; junto con tumbas en cuevas, herencia del Neolítico, irán apareciendo las tumbas construidas en forma de casa que se irán haciendo cada vez más monumentales según vamos acercándonos al final del tercer milenio. Se trata de tumbas colectivas, aunque también se va observando, con el paso del tiempo, una mayor preocupación por la individualización del enterramiento (aparición de cajas o larnakes y vasijas contenedoras o pithoi) frente a un aparente desinterés por ese aspecto durante las fases iniciales del Bronce Antiguo cretense. A diferencia de lo que ocurre en las Cícladas las tumbas de cista no son demasiado frecuentes, y en la parte meridional de la isla, en la Mesara, el tipo predominante de tumba es el tholos, una cámara de planta circular y diámetro variable; es posible que su cubrición se realizase mediante cúpula conseguida por aproximación de hiladas, aunque es algo que no todos los especialistas aceptan. Este tipo de tumba también es colectivo y, en general, los restos de los enterramientos anteriores son barridos de tiempo en tiempo hacia las paredes de la tumba para dejar paso a los nuevos. Los hallazgos sugieren que cada individuo era depositado con sus principales objetos de uso cotidiano, así como con una provisión de comida y bebida. Junto a esos artículos, aparecen con frecuencia pequeños vasos de piedra y figurillas cerámicas antropomorfas o con representaciones de animales.
La amplia variedad de rituales funerarios en la Creta del Minoico Antiguo sugiere la existencia de importantes rasgos distintivos de carácter regional, y también el carác ter muy conservador de estas manifestaciones de la religiosidad de las poblaciones cretenses.
Los dos últimos siglos del tercer milenio parecen atestiguar el incremento de una tendencia a una creciente complejidad social, acompañada de un auge económico, que será el preludio de la aparición de los palacios en el tránsito del tercer al segundo milenio. Es este momento en el que buena parte de las cronologías al uso sitúan el tránsito entre el Minoico Antiguo y el Minoico Medio. Es durante el Minoico Medio I B, que se inicia poco después de ca. 2000 cuando aparecen los Primeros Palacios, primero en Cnoso y poco después en Festo y en Malia; esta fase de los Primeros Palacios durará hasta más o menos 1700, siempre teniendo presentes las incertidumbres derivadas de análisis constantes sobre la cronología del período. Los restos de estas construcciones monumentales han sufrido diversa suerte, habiendo desaparecido en parte, pero también quedando integrados, de diversos modos, dentro de los Segundos Palacios. La construcción de estos edificios presupone la aparición o el amplio desarrollo de nuevas técnicas constructivas, como el escuadrado de las piedras o la utilización de la columna; del mismo modo, la introducción de nuevas concepciones arquitectónicas, que desarrollaremos con más detalle en el siguiente capítulo, y un nuevo sentido de monumentali- dad apenas percibido en las fases anteriores. También los palacios desarrollarán unas producciones artesanales específicas, como es el caso de la cerámica del llamado estilo de Kamares, que parece haber sido usada en los palacios, pero que también fue exportada a numerosos puntos dentro y fuera de Creta. Investigaciones recientes están también aumentando nuestro conocimiento de nuevas estructuras de la fase de los Primeros Palacios en Creta, como las de Monastiraki y Kommos, que aunque no son palacios no pueden desvincularse de la actividad de los mismos, mostrando una clara vinculación con el control de actividades económicas, de carácter más agropecuario en el primer caso y más comercial en el segundo. En relación con este último aspecto, es evidente que aumentan los contactos internacionales del mundo cretense, no sólo con el Egeo y el continente griego, sino con Anatolia, Egipto y el Próximo Oriente.
De la misma manera, y además de las estructuras palaciales, otros edificios de gran empeño empiezan a ser conocidos en la Creta del primer tercio del segundo milenio, como en Malia (donde ya para esta fase muchos autores sugieren que existe un palacio que se consolidará en el período subsiguiente o de los Nuevos Palacios); del mismo modo, se conocen algunas representaciones o, incluso, maquetas de edificios no palaciales. Durante esta fase Protopalacial, los rituales funerarios continúan las tradiciones iniciadas durante las fases previas, pero en el aspecto religioso empiezan a aparecer santuarios en cimas de montañas no muy elevadas (Juktas, o Kato Syme), y siguen manteniéndose lugares de culto en las cuevas, aunque de forma cada vez más residual. El abundantísimo repertorio de figurillas, de claro carácter religioso, que conocemos para este período, certifica el creciente peso que el mundo de las creencias, mucho más articuladas que en fases precedentes, empieza a alcanzar en Creta.
Con la aparición de los palacios en Creta también se desarrolla la escritura, de la que conocemos al menos tres sistemas. Por un lado, un sistema jeroglífico, aún no descifrado; por otro, el sistema que muestra el llamado "Disco de Festo", seguramente posterior al período Protopalacial, y hasta ahora un caso único; por fin, el sistema que Evans, el excavador de Cnoso, denominó lineal A, y que ha sido ya atestiguado en la fase Proto- palacial aunque alcanzará su pleno auge durante el Neopalacial.

La aparición de los palacios en Creta afectó de modo radical a todo el Egeo; el mundo del Cicládico Medio gira cada vez más en torno a Creta y los rasgos específicos que este espacio había mantenido durante el Cicládico Antiguo van a ir diluyéndose ante la creciente influencia cretense. Algo parecido pasará en el continente durante el Heládico Medio. La demanda de bienes y servicios que generará la nueva estructura social y económica que representan los palacios será la responsable de esta progresiva minoización del ámbito cicládico; a ello se añade el inicio de una expansión, aún no evaluable por completo, de gentes procedentes de la Creta minoica hacia otros puntos del Egeo. Sería, por ejemplo, el caso de Kastri, en la isla de Citera, que parece haber sido ocupado por gentes de Creta en los momentos iniciales del Minoico Medio. Todos estos cambios que se producen en Creta, como veremos, tendrán amplias repercusiones en todo el entorno del Egeo y prepararán el camino para el surgimiento de la primera civilización estatal del continente griego.

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