b. Sus primeros hijos de forma semihumana fueron los
gigantes de cien manos llamados Enarco, Giges y Coto. Luego aparecieron los
tres feroces Cíclopes de un solo ojo, constructores de murallas gigantescas y
maestros herreros, primeramente de Tracia y luego de Creta y Licia[1], a cuyos hijos encontró
Odiseo en Sicilia[2].
Se llamaban Brontes, Estéropes y Arges, y sus espíritus han vivido en las
cavernas del volcán Etna desde que Apolo los mató en venganza por la muerte de
Asclepio.
c. Los libios, sin embargo, pretenden que Garamante
nació antes que los cíclopes de cien manos y que, cuando surgió de la llanura,
ofreció a la Madre Tierra un sacrificio de bellotas dulces[3].
*
1. Este mito patriarcal de Urano obtuvo la
aceptación oficial bajo el sistema religioso olímpico. Urano, cuyo nombre llegó
a significar «el firmamento», parece haber conquistado su posición como Primer
Padre al ser identificado con el dios pastoral Varuna, uno de los que
constituyen la trinidad masculina aria; pero su nombre griego es una forma
masculina de Ur-ana («reina de las
montañas», «reina del verano», «reina de los vientos» o «reina de los bueyes
salvajes»): la diosa en su aspecto orgiástico del solsticio estival. El
casamiento de Urano con la Madre Tierra explica una primera invasión helénica
de la Grecia septentrional, que permitió a los
adoradores de Varuna alegar que él prohijó a las tribus nativas que encontró
allí, aunque reconocían que era hijo de la Madre Tierra. Una enmienda del mito
registrada por Apolodoro, es que la Tierra y el Cielo se dividieron en una
lucha mortal y luego se volvieron a unir mediante el amor. Mencionan esto
Eurípides (Melanipo el sabio,
fragmento 484, ed. Nauck) y Apolonio de Rodas (Argonáutica, i.494). La lucha mortal tiene que referirse al choque
entre los principios patriarcales y los matriarcales causado por las invasiones
helénicas. Giges («nacido de la tierra») tiene otra forma, gigas («gigante») y los gigantes se asocian en el mito con las
montañas de la Grecia septentrional. Briareo («fuerte») era llamado también
Egeón (Ilíada, i.403), y su pueblo
puede ser, por lo tanto, el libio-tracio, cuya diosa cabra Egis (véase 8.1) dio
su nombre al mar Egeo. Coto era el antepasado epónimo de los cotianos, quienes
adoraban a la orgiástica Cotito, y difundieron su culto desde Tracia a toda la
Europa noroccidental. Estas tribus son descritas como «de cien manos», quizá
porque sus sacerdotisas estaban organizada en colegios de cincuenta, como las
Danaides y las Nereidas: o tal vez porque los hombres estaban organizados en
grupos guerreros de cien miembros, como los romanos primitivos.
2. Los cíclopes parecen haber sido un gremio de
forjadores de bronce de la Hélade primitiva. Cíclope significa «los de ojo anular», y es probable que se
tatuaran con anillos concéntricos en la frente, en honor del sol. la fuente del
fuego de sus hornos; los tracios siguieron tatuándose hasta la época clásica
(véase 28.2). Los círculos concéntricos forman parte del misterio del arte de
la herrería: para batir cuencos, yelmos, o máscaras rituales, el forjador se
guiaba por esos círculos, trazados con compás alrededor del centro del disco
plano en el que trabajaba. Los cíclopes tenían también un solo ojo en el
sentido de que los herreros se cubren con frecuencia un ojo con un parche para
evitar las chispas que vuelan. Más tarde se olvidó su identidad y los
mitógrafos ubicaron caprichosamente sus espíritus en las cavernas del Etna,
para explicar el fuego y el humo que salen de su cráter (véase 35.1). Existía
una estrecha vinculación cultural entre Tracia, Creta y Licia; los Cíclopes estaban
en su elemento en todos esos países. La primitiva cultura heládica se extendió
también a Sicilia; pero también es posible que (como Samuel Butler fue el
primero en sugerir) la composición siciliana de la Odisea explique la presencia de los Cíclopes allí (véase 170.b). Los nombres de Brontes, Estéropes y Arges («trueno», «rayo» y «resplandor»)
son invenciones posteriores.
3. Garamante es el antepasado epónimo de los
garamantas libios que ocuparon el oasis de Djado, al sur del Fezán, y fueron
conquistados por el general romano Balbo en el año 19 a. de C. Se dice que eran
de raza cusita-beréber y en el siglo II d. de C. fueron sometidos por los
bereberes lemta, matrilineales. Posteriormente se mezclaron con los aborígenes
negros de la margen meridional del Alto Níger y adoptaron su idioma. Hoy día
sobreviven en una sola aldea con el nombre de Koromantse. Garamante se deriva
de las palabras gara, man y te, que
significan «pueblo del estado de Gara». Gara parece ser la diosa Ker, o Q're, o
Car (véase 82.6 y 86.2), que dio su nombre a los carios, entre otros pueblos, y
estaba asociada con la apicultura. Las bellotas comestibles, alimento corriente
en el mundo antiguo antes de la introducción del cereal, se daban en Libia; y
la colonia garamanta de Ammon se unió con la de Dodona en la Grecia
septentrional en una liga religiosa que, según Sir Flinders Petrie, puede haber
tenido su origen ya en el tercer milenio a. de C. Ambos lugares tenían un
antiguo oráculo-encina (véase 51.a). Herodoto describe a los garamantas como un
pueblo pacífico pero muy poderoso, que cultivaba la palmera, el cereal y el
ganado vacuno (iv.174 y 183).
[1]
Apolodoro: i.1-2;
Eurípides: Crisipo, citado por Sexto
Empírico, p. 751; Lucrecio: i.250 y ii.991 y ss.
[2]
Homero: Odisea ix.106-566; Apolodoro: iii.10.4.
[3]
Apolonio de Rodas: iv.1493
y ss.; Píndaro: Fragmento 84, ed.
Bergk.
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